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San Miguel de Abona

Ilustre Ayuntamiento de San Miguel de Abona - Noviembre/Diciembre 2003

Tierra de Antiguos Empresarios

Durante siglos la propiedad territorial permaneció amortizada en unas cuantas manos. La Iglesia, el Estado o los grandes propietarios absentistas, concentraban en su poder grandes superficies, controlando en muchas ocasiones también el agua. Transformaciones derivadas de la legislación liberal del siglo XIX propiciará el cambio de esta situación.

en Arona, procedentes del antiguo mayorazgo de los Soler.

La adquisición de un patrimonio territorial situado en su gran parte en las franjas costeras, en plena crisis de la cochinilla, donde los malpaíses y la escasez de lluvias hacían casi un milagro la obtención de cosechas rentables, pocos réditos iban a suponer a los nuevos propietarios de no introducir importantes mejoras. En esta labor se destacaron los Feo, al decidir, como lo hicieron los Bello y los Alfonso, invertir sus capitales en la creación de las infraestructuras necesarias para dotar de riego estas tierras, dotadas de excelentes condiciones térmicas para los nuevos cultivos de exportación, en particular para los tomates.

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n San Miguel, pueblo de medianías, con escasos recursos hídricos, la población se vio obligada tradicionalmente hacia la emigración, corriente que se agravaba con los frecuentes malos tiempos que azotaban la zona. Muchos de ellos quedaron en el camino, otros no regresaron, haciendo de América su nueva patria, algunos, a la vera de los caudales acumulados, retornaron para establecerse en la Isla, y otros se mantuvieron a caballo, pues con intereses importantes en América, compartieron su residencia entre su pueblo natal y el lugar de acogida. Muchos fueron los sanmigueleros que emigraron a América, aquí sólo vamos a citar algunos de los que con capitales y conocimientos acumulados retornaron, invirtiendo en el principal sector productivo insular, la tierra, pero sin renegar de otras actividades que contribuirán a incrementar su influencia y control económico en la comarca. Otra forma de enriquecimiento vinculada a América fue la realización de transacciones comerciales, así lo hizo Miguel Alfonso Feo, que con su goleta La Enramada comerciaba con Cuba.

Uno de los destinos predilectos a los que se dirigieron en el siglo XIX y principios del XX muchos vecinos de San Miguel fue Puerto Rico. A mediados del siglo XIX se encontraban en la isla caribeña Tomás Hernández (en Lares), Nicolás Rodríguez Feo, Francisco Rodríguez Rodríguez, Nicasio Delgado Rodríguez, Manuel Casanova García, etc.. Entre estos emigrados encontramos a varios miembros de la familia Feo Hernández, así nos consta, al menos para los hermanos Serapio, Daniel y Cándida, casada esta última con Ildefonso Bello Delgado, también emigrante en Puerto Rico. Se establecieron, así lo hizo, al menos, Serapio Feo, en Utuado, donde creó un establecimiento comercial en Adjunta. Serapio Feo, a su regreso a San Miguel, procedió en la década de 1890 a adquirir múltiples propiedades, unas veces para sí, y otras para su hermana Cándida. Las tierras fueron compradas en su gran mayoría a la familia Chirino, bien directamente o a través de Tomás Bello Gómez, otro sanmiguelero vinculado a la emigración que acaparó importantes porciones de terreno, especialmente

Precursor fue en esta labor Serapio Feo Hernández, que inició la construcción de casas, estanques y atarjeas en la finca denominada Quemada y Roque de Las Abejeras, en Arona. Junto a otros propietarios participará en a construcción de canales de riego, así lo hizo con Tomás Bello Gómez para conducir el agua de la presa desde esta finca a sus propiedades en Guaza. El proceso inversor realizado se observa claramente al contemplar el valor atribuido a estas propiedades. En 1890 se tasaban en 7.500 pesetas y en 1915 alcanzaban las 69.322 pesetas. A la vera de las obras realizadas por este propietario a principios del siglo XX, al construir junto a Tomás Bello, en el Porís de Las Galletas, cuatro almacenes para depósito de frutos y una pequeña casa para una guarda, debemos suponer que las fincas habían alcanzado un alto grado de productividad. Serapio Feo Hernández falleció soltero en San Miguel en 1909, por lo que sus bienes pasaron a su padre, Miguel Feo Hernández, heredándoles poco después sus cuatro hijos: Cándida, Fermina Petra o Florencia, Daniel y Jerónimo, que continuaron en el negocio agrario. Carmen Rosa Pérez Barrios

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