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Salir tarde

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La tertulia

La tertulia

Las ventajas de salir tarde

Una invitación a la paciencia

Cada año sucede lo mismo: apenas queda atrás la Navidad, los cultivadores de exterior más tempraneros empiezan a dejar ver sus intenciones. “Ya casi es buena época para sembrar, ¿no? Porque eso es lo que se dice, que con la primera luna llena de enero...” Esta primera avanzadilla, de carácter meramente anecdótico, suele coincidir con el fin de la situación de abundancia que se ha vivido desde la cosecha anterior.

David García

Esta planta de semilla, un cruce estabilizado de Northern Lights y Chronic, tuvo tiempo de desarrollar un extenso enramado por sí sola en dos meses. Estos esquejes fueron trasplantados al aire libre a finales de julio, así que la floración se indujo directamente; la planta más pequeña es una AK-47.

En general, se da por cierto que la temporada de cultivo de exterior se inicia con la llegada de la primavera, lo cual sucede al darse uno de los dos equinoccios que tienen lugar cada año. Los equinoccios son momentos astronómicos en que los días son iguales a las noches -12 horas cada uno- en todo el planeta; y el equinoccio que tiene lugar alrededor del día 21 de marzo marca la entrada de la estación primaveral en el hemisferio norte. En ese momento, la temporada queda abierta y los cultivadores se aprestan a germinar sus semillas.

No obstante, si sólo se cultiva en exterior, al aire libre, las probabilidades de obtener una cosecha abundante y de calidad son más elevadas cuanto más se retrase la germinación. Un cultivo exclusivamente de temporada, que se recoge en otoño a partir de semillas, podría compararse a una maratón: la clave del éxito es una cuidadosa planificación, no salir zumbando a las primeras de cambio. Y esta planificación debe hacerse en función de los condicionamientos específicos de cada caso. La diversidad de situaciones en entornos urbanos resulta prácticamente inabarcable, por lo que cada cultivador tiene que analizar los factores que limitan su capacidad de cultivo y armonizarlos con sus deseos para poder aprovechar la energía natural durante los meses más cálidos del año.

Por desgracia, son muchas las semillas que se malogran en marzo y abril por las inclemencias del tiempo. Durante estos meses primaverales, las temperaturas nocturnas pueden bajar fácilmente de 10 ºC en gran cantidad de lugares de la geografía española, lo cual acaba con infinidad de brotes y plantones con la ayuda de las ráfagas de viento y otros contrastes meteorológicos. Por ello, sólo aquellos que cuentan con diversas técnicas y medios artificiales para proteger y garantizar el desarrollo de las nuevas plantas pueden sacar partido a los inicios de la temporada, alargando el tiempo efectivo del que se dispone para cultivar en exterior.

Tarde es mejor

Si vamos a cultivar al aire libre y desde semilla, obtendremos los mejores resultados cuando llevemos a cabo la germinación dentro del periodo que incluye un mes antes de que empiece el verano y un mes después. De esta forma, además de maximizar las probabilidades de supervivencia de las nuevas plantas, se evitan las interrupciones en la marcha de su ciclo vital.

Frente al equinoccio, que marca el comienzo de la primavera, la entrada del verano se da con un solsticio, que supone una diferencia máxima entre lo que duran el día y la noche. Los días en torno al solsticio de verano, que tiene lugar alrededor del 21 de junio en el hemisferio norte, son los más largos de todo el año, y el periodo de oscuridad se ve reducido a unas pocas horas antes de que vuelva a clarear el horizonte. Es decir, las plantas recién germinadas –y también los esquejes y plantones de interior- tienen el fotoperiodo natural que mejor cubre sus requerimientos de cara a un desarrollo vegetativo sano y vigoroso. Si el clima no es ni tropical ni subtropical, como ocurre en la práctica totalidad de España (exceptuando alguna que otra zona como la Axarquía malagueña y parte de la costa granadina), haríamos muy bien en ajustar las fases iniciales de nuestro cultivo de temporada para que tengan lugar entre mediados de mayo y mediados de julio. Con la salvedad de que la fuerza del sol durante junio y julio requiere que se cuide la exposición y la temperatura de las plantas tiernas al mediodía, todo son ventajas. Por un lado, los cultivadores de balcón o de terraza pueden sacar el mejor partido a su espacio, ya que las plantas acaban con un tamaño más manejable y adecuado al cultivo en macetas. Realizan todo el ciclo vital de un tirón, sin confusiones por los cambios del fotoperiodo o los contrastes acusados que se dan

en la climatología durante la primera mitad de la primavera. Además, germinar en julio puede ser lo idóneo para las genéticas con tendencias de crecimiento tipo C. Sativa, al permitir que las plantas alcancen el tamaño justo para poder disfrutar de sus características sin tener que contar con un gran espacio.

Germinar a partir de finales de mayo debería de ser un estándar para los cultivadores de exterior puro. Sin embargo, entre los afortunados que disponen de un huerto y pueden plantar en suelo directamente -o entre aquellos que no tienen restricciones de espacio por cualquier motivo-, tiende a creerse que plantar en junio disminuirá el rendimiento final de sus jardines. No obstante, lo que ocurre con mayor frecuencia es justo lo contrario; es decir, que el máximo rendimiento se consigue con ciclos de cultivo relativamente cortos.

En números anteriores (véase “El más ecológico de la ciudad” en SOFT SECRETS número 3 de 2005), el lector habrá tenido oportunidad de comprobar cómo el cultivo de plantas gigantescas -con alturas y diámetros de más de tres metros- no precisa que las semillas se germinen antes de junio. En realidad, se trata de hacer una buena selección de plantas a partir de genéticas adecuadas. El caso de las Sativa es paradigmático en este aspecto, pudiendo alcanzarse dimensiones enormes incluso plantando a comienzos de julio. Por el contrario, sembrar las semillas a comienzos de temporada da más oportunidades a los rigores del clima, a las plagas y a las enfermedades, etc. Y, lo que es aún más importante, el riesgo de que ocurra algún imprevisto que tenga que ver con personas ajenas al cultivo (ladrones, agentes de la ley, vecinos y transeúntes) se multiplica exponencialmente en función del tiempo que dure el ciclo vital de las plantas. Cuanto más tiempo dure el cultivo, mayor será la probabilidad de que surjan problemas.

Aunque se planten a principios de verano, los esquejes de plantas Sativa pueden ser difíciles de manejar. Dos esquejes de la misma planta madre Indica, trasplantados a exterior a finales de junio -imagen principal- y a finales de julio.

Economía de medios

Empezar a germinar a finales de mayo constituye un buen ejemplo de lo que quiere decir cultivar con economía de medios. Por lo general, existen multitud

de jardines donde el derroche es la nota primordial; a finales de verano, es común ver plantas de un metro de altura en contenedores de más de 50 litros. Sin contar con los fertilizantes, estos contenedores se riegan con cantidades desproporcionadas de agua para acabar produciendo sólo cien gramos de cogollos. No se trata sólo del coste monetario (los buenos sustrato para macetas, tipo All-Mix, hay que pagarlos), sino del derroche que supone utilizar más medios de los que hacen falta para producir la misma cantidad de materia vegetal.

Por supuesto, la economía de medios también se refiere al trabajo que es necesario realizar para mantener el jardín. Tanto en tiempo como en dureza, la tarea se ve reducida sin menoscabo del rendimiento final. Este punto suele hacerse más evidente cuando el ciclo vital entra en sus últimas fases y el cultivador puede hacer unas estimaciones de cuál será la producción de su jardín, en relación a las duras jornadas de trabajo que ha pasado durante el verano.

Una buena manera de complementar la producción de la cosecha de temporada consiste en ir introduciendo en el cultivo, a modo de valor seguro, esquejes de uno o más tipos. En un jardín pequeño, con unos pocos metros cuadrados de extensión y una altura limitada, las primeras semillas se germinarían entre finales de mayo y primeros de junio, pudiendo reservarse las genéticas con predominancia Sativa para más tarde. Cuando se acerque el solsticio de verano, y ya estén desarrollados algunos plantones, se añaden los esquejes de genética más Indica; y, durante julio, se hacen los trasplantes definitivos.

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