Despedirse del miedo, encontrar poderes

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Despedirse del miedo, encontrar nuestros poderes En el último mes, la percepción de la población guatemalteca cambió radicalmente acerca de sus propias posibilidades de generar transformaciones, especialmente en la ciudad de Guatemala. Y es que en muchos departamentos del país se ha venido expresando descontento, malestar, denuncia y desde hace muchas décadas, resistencia. Pero no había llegado a la Plaza Central este nivel de expresión de la creatividad ciudadana. Hoy parece que se nos olvidó que hace un par de meses no percibíamos, sentíamos o saboreábamos el gozo de la concentración, de los pitos, los carteles, la certeza de nuestra fuerza y la validez de nuestras demandas, con la seguridad que ahora se expresa. Algo emocional y energético ha cambiado sustancialmente en Guatemala. Y esto es el resultado de la acumulación de pasados no resueltos en un una historia de nostalgias, que ahora conformó finalmente, un presente distinto. La cosa se venía perfilando como una actitud desesperanzada de hastíos, agotamientos y neurosis colectivas que no veían salida a la situación de impunidad social y al miedo como identidad colectiva. Esto no ha cambiado del todo, solo ha empezado a tambalearse ante el cambio de actitud y ejercicio ciudadano que ahora se expresa. Pero efectivamente las cosas cambian, existe tal cosa como la impermanencia y es precisamente porque Guatemala ha sido la representación del caos y la desproporción que se ha generado este estallido social. Pero como bien han dicho los carteles, esto solo es el principio… Más bien parece la continuidad de un embrión que se viene gestando desde hace mucho tiempo; probablemente desde hace 500 años cuando nos invadieron y nos declararon seres sin “alma”, o desde el conflicto armado cuando nos masacraron y nos violaron por ser un pueblo con dignidad. Posiblemente empezamos a salir a la luz cuando después de los Acuerdos de Paz nos vimos expectantes ante la posibilidad de vivir con derechos. Aún más, es posible que al ganar la sentencia por genocidio hayamos confirmado algo que ya sabíamos: si salimos del miedo, encontramos nuestros propios poderes. Algo ha pasado energéticamente en nuestra condición internalizada de seres sufrientes y silenciosos, que la piel ya no aguantó; las generaciones de jóvenes indignados no soportaron la idea de repetir la historia. Porque nos merecemos algo mejor que lo que hemos vivido, porque los discursos de una nueva forma de vivir pueden convertirse en realidad. Depende de nosotras/os. El área de confort establecida desde un espíritu nacional que nos había mantenido en el miedo por los abusos, la impunidad y la descomposición del sistema, ha empezado a cambiar. Pero se requiere permanencia voluntaria. Si alguna experiencia les podemos trasladar para esta Guatemala que emerge, es que esta acumulación ha sido posible porque ha permanecido el compromiso de muchas/muchos para que otra Guatemala sea posible, incluyendo a todas aquellas y aquellos que ya no están. 1


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