Transformar la rabia para transformar

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Transformar la rabia para transformar Las prácticas de dominación que ejerce el sistema patriarcal no son difíciles de identificar en la cotidianidad: reconocemos el racismo estructural, las prácticas represivas del Estado y sus instituciones, la voracidad del modelo neoliberal, entre otras; lo que no nos resulta fácil es identificar cómo cada una y uno hemos internalizado este sistema y cómo lo reproducimos en el día a día, en las relaciones que establecemos con las otras personas y también en la manera en que nos relacionamos con nosotras/os mismas/os, las acciones que llevamos a cabo y el lenguaje que utilizamos. No nos resulta extraño, por ejemplo, que las conversaciones que entablamos con personas con las que mantenemos vínculos afectivos contengan expresiones violentas, la ausencia de contacto corporal con las personas cercanas; nos parece normal sentir desconfianza hacia los otros, la falta de solidaridad, tener una posición de poder en el trabajo para sentir que valemos. Tendríamos que preguntarnos ¿Por qué razón no vivimos con malestar cada una de estas experiencias? Para empezar a respondernos esta pregunta es necesario entender que las personas somos seres integrales esto quiere decir que somos un ser bio-físico, psicológico, emocional, erótico-sexual, espiritual y socio-histórico. Nuestras emociones y pensamientos tienen relación con el funcionamiento de nuestro organismo, con la manera en que sentimos/percibimos nuestro cuerpo y actuamos en la realidad. Si la emoción que predomina en la sociedad en que vivimos es el miedo o la rabia nos parecerá aceptable que nuestro relacionamiento hacia el adentro y el afuera de nosotras mismas sea desde la inhibición, la subordinación o por el contrario de violencia y dominación. Una y otra son emociones que no promueven nuestra construcción individual y colectiva hacia la transformación. Nos vamos dando cuenta que no es casual que la sociedad refuerce estas emociones y no otras. Humberto Maturana plantea que no es posible transformar la cultura patriarcal mientras nuestro actuar y nuestro emocionar surja de la negación, la confrontación, el control, el poder, etc. Al surgir de allí “son emociones que separan y no dejan espacio de coexistencia” , por tanto, si nuestras acciones nacen de la emocionalidad que refuerza este sistema las transformaciones sociales que nos propongamos continuarán respondiendo a las lógicas de la dominación. 1 Prefacio de Humberto Maturana en Eisler, Riane. El Cáliz y la Espada. Nuestra historia, nuestro futuro. Editorial Cuatro vientos, 10ª edición. Chile, 2006. P. xv 2 Cuando hablamos de dolor nos referimos a todas las formas de relación que implican maltrato, violencia, represión, dominación, subordinación.


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