Educar para Ser

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Educar para Ser Nos ha tocado nacer, crecer (aprender) e interactuar con un contexto poco armonioso; secuela de un pasado violento y cegado por el antropocentrismo1, que ha dado a luz a una disolución social dramática y arriesgada, y a una ruptura de intercambio ameno con el ecosistema global. Hablemos del origen del problema caótico que respiramos: cuando se es una/un infante se tienen necesidades internas que desesperadamente claman por ser satisfechas; nuestra primer herramienta de aprendizaje y reconocimiento de la naturaleza externa será siempre los límites de nuestra existencia: La piel, el cuerpo, las sensaciones clasificadas en cada uno de los sentidos. “No hay nada en el intelecto que no haya sido procesado con anterioridad por los sentidos”2. Es decir, al ser iniciadxs en un régimen educativo y vivencial que mutila y desvalida las propias experiencias, que está constantemente invadiendo nuestras capacidades individuales de absorber información de nuestro contexto y sintetizarlas según nuestras formas particulares, se deja como rastro una carencia de identidad, ya que se ha aprendido a escuchar la voz de lxs demás y no la que vive en nuestra conciencia más profunda; a competir con el entorno, en vez de mejorar la versión anterior de mí mismx. Cuando se es niña o niño, y nos privan de una relación directa con lo que nos rodea (plantas, animales, insectos, objetos y personas), se va engendrando una sensación de divorcio con lo otro y por lo tanto con conmigo mismx; nos transformamos en seres indiferentes ante el sufrimiento, ante una crisis ecológica creciente, ante el irrespeto de la vida... Es por esto, que es importante que la persona adulta cumpla un papel simultáneo de espectador y orientador en la experimentación vivencial de un(a) infante y que aprenda a respetar los juicios estructurados y la creación de su realidad regida por su sistema sensorial.

En nuestro pasado, en nuestra primera infancia, al vivir constantemente en la represión sensorial o cognitiva y sustituirla por la estimulación de la inteligencia racional con la teoría precediendo a la práctica (y no viceversa), se va acumulando en nuestro inconsciente esa demanda esencial de expresar a través de manifestaciones corporales lo que la emocionalidad hace brotar. Cuando no lo hacemos, hemos de convertirnos en personas neuróticas y agresivas, hipersensibles e inconformes. Y no sucede solo porque un acontecimiento menor provoque caudales de sentimientos, sino debido a que esa situación es el detonante a la saturación sensitiva que busca salidas, para seguir recibiendo y procesando las nuevas emociones que surgen en el presente. Debemos aprender -y enseñar- a creer en nuestro guía interno, en una educación intrínseca y orgánica, que parte desde el conocimiento de nuestras propias historias antes de ceder ante autoridades del exterior; nadie mejor que nosotrxs conocerá nuestras necesidades existenciales. Pero ¿Cómo definir estas necesidades? ¿Cómo aprender a distinguir entre las necesidades auténticas de las ficticias?3. Una biografía personal, una recopilación de memorias; traer al consciente sensaciones experimentadas anteriormente, en nuestra infancia, en lo que llevamos de nuestro desarrollo, re-analizar las causas de nuestras emociones, los vacíos que han provocado en nosotrxs, y la importancia de sustituir esos vacíos por nuevas formas de percibir la existencia, puede ser el umbral a la oportunidad de des-aprendernos y, desde la deconstrucción de conceptos impuestos, aprendernos a ser desde nosotrxs mismxs, para poder establecer un intercambio sano con el exterior y viceversa. Absorber de lo otro sólo aquello que podamos transformar para el sustento de nuestra entidad.


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