Cuadernos 4. Benjamin Carrion

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Gustavo Salazar (Editor) Madrid 2011



BENJAMÍN CARRIÓN

Gustavo Salazar (Editor)

Madrid 2011 (Serie: Cuadernos “A Pie de Página” Nº. 4)


Cubierta: Firma de Carrión tomada de una carta remitida a Virgilio Guerrero Espinosa, desde El Havre, el 23 de septiembre de 1925. Retrato a plumilla de Carrión realizado por el dibujante y pintor ecuatoriano Carlos Rodríguez (1913-1993), en 1939, ambos tomados de Re/Incidencias 3, Anuario del Centro Cultural Benjamín Carrión, Quito, año 3, n. 3, diciembre de 2005, pp. 315 y 309, imagen editada por Néstor Llorca. Contratapa: Fotografía de Carrión c. a. 1933, tomada de José de Jesús Núñez y Domínguez. “Benjamín Carrión, geógrafo espiritual de América”. Revista de Revistas, el semanario nacional (Publicación de Excelsior). año 23. n. 1.217. México. 10 sep. 1933. [s.p.].

© 2011 Gustavo Salazar correo electrónico: gustavosalazarc@hotmail.com tel.: (00) (34) 661769613 web: www.salazargustavo.com © 2011 Herederos de Benjamín Carrión © 2011 Susana Salvador Crespo (las versiones del francés) CRÉDITOS DE LAS ILUSTRACIONES Y LOS DOCUMENTOS. 1 – 3 – 4 y 6 Archivo del Centro Cultural Benjamín Carrión, en Quito

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Archivo de César E. Arroyo

FONDOS BIBLIOGRÁFICOS CONSULTADOS Biblioteca de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo en Madrid.

Biblioteca Nacional de Madrid. Biblioteca Ecuatoriana Aurelio Espinosa Pólit en Quito. Biblioteca y Archivo del Centro Cultural Benjamín Carrión en Quito. Biblioteca y Archivo particular de Gustavo Salazar en Madrid y Quito.

Gustavo Salazar tiene el placer de remitirle un ejemplar de esta edición no venal, numerada de 100 ejemplares como presente de año nuevo para el 2012. Ejemplar Nº

…………..

Para ………………………………………………………………


a María Calle, mi madre a Verónica, Cecilia y Eduardo, mis hermanos

y a mi hija Sofía


Caricatura de Carri贸n realizada por ALPHA, pseud贸nimo de Alfredo Palacio.


LIMINAR Se han cumplido más de cien años del nacimiento de Carrión (1897-1979), y aún nos preguntamos si es legítimo ocuparse de su obra, motivo de polémica. Ventajosamente, ya se ha descartado la noción que se tenía de él, que fue filósofo, sociólogo, etc. Se discute aún su intervención en la fundación de la Casa de la Cultura Ecuatoriana en 1944, inclusive se discute sobre ella. Según algunos, no es más que la continuación del Instituto Cultural Ecuatoriano –creado en la presidencia de Carlos Alberto Arroyo del Río, en 1943–, la diferencia radica en su concepción, sus proyectos; véase simplemente el antes y el después, al margen de que pasado el tiempo se haya institucionalizado una visión de la literatura, en ocasiones descuidando la propuesta inicial, su proyecto original. Su teoría de la nación pequeña y la que defendió en las últimas décadas de su vida relacionadas a la “Segunda independencia” de Hispanoamérica, fueron sustentadas en la percepción que tenía acerca de su concepto de la democracia, acaso su adscripción incondicional al régimen cubano de Fidel Castro motivó que su noción democrática se pusiera en entredicho, podríamos explicárnoslo por ese mismo afán. Su opinión quizás no la compartamos, sin embargo es importante que la tengamos en cuenta incluso para discutirla, ¿verdad? A mi generación le llegó el “mito” Carrión, que en aquel entonces se le consideró, dependiendo de su detractor o su exégeta, de filósofo, sociólogo, político, historiador, antropólogo, etc. y ¿en dónde quedaba el escritor? ¿el excelente prosista? En otras palabras, nos lo dieron momificado. Recuerdo que hace mucho tiempo alguien, que se decía su admirador, proponía copiar frases suyas en pedazos de cartulina para distribuir en corredores y oficinas de un edificio y así “difundir su pensamiento”. Mi objetivo fue reivindicar la calidad literaria de los escritos de Carrión y la importancia de su obra, y creo que con los varios volúmenes que he dedicado a la investigación de ellos lo he logrado, sobre todo a través de las Cartas a Benjamín (1995) y la antología de ensayos que preparé para el Fondo de Cultura Económica de México: La patria en tono menor (2001). El texto con el cual inicio este volumen es “El aparentismo” (1925) –lo llamaría un anticipo de Cartas al Ecuador (1943) –, publicado en una revista dirigida por el mayor poeta ecuatoriano, Gonzalo Escudero. Esta primicia, estoy convencido, será una sorpresa para varios patriotas de nuevo cuño, si tienen oportunidad de leerlo, por supuesto, y quizás se sientan retratados. El apartado de valoraciones acerca de su obra lo iniciamos con una de las mejores e intuitivas lecturas dedicadas a la prosa de Carrión, de autoría de la poeta y prosista chilena Gabriela Mistral, y su lúcida defensa del trópico; las reseñas al primer libro del autor lojano: Los creadores de la nueva América, la del biógrafo francés Marcel Brion, y la que sorprenderá a más de un carrionista, que le dedicó Gonzalo Zaldumbide, a quien se ha acusado de ser un descastado y que el Ecuador no le interesaba; quienes han sostenido semejante argumento no han leído sus importantes estudios dedicados a los valores literarios y las varias reseñas críticas a obras de paisanos suyos como Gaspar de Villarroel, Aguirre, Montalvo, Palacio, Silva, etc.


Extrañeza causa la seriedad con la que algunos leen el prólogo que Ramón Gómez de la Serna dedicó al segundo libro de ensayos de Carrión, Mapa de América – olvidan que del creador de las greguerías y paladín de la antisolemnidad no se podía esperar otra cosa, que esa deliciosa crónica–. Viene a continuación una entrevista realizada por el periodista colombiano Eduardo Caballero Calderón, en donde Carrión expresa su percepción de la literatura hispanoamericana. La valoración que el poeta César Dávila Andrade dedicó a uno de los libros de crítica más importante de la narrativa ecuatoriana: El nuevo relato ecuatoriano; luego, el ameno artículo del compañero de generación, el ensayista colombiano Germán Arciniegas y la reseña que su otro amigo, una de las cumbres de la prosa hispanoamericana, Mariano Picón-Salas dedicó a su libro sobre la poeta Mistral; le sigue el lúcido comentario realizado por Enrique Anderson Imbert sobre la antología que Carrión preparó de la obra de Montalvo, en la que reprocha a Carrión más de alguna apreciación acerca de la prosa montalvina. Guillermo de Torre se ocupa del santoral laico de Carrión, legítimo quizás en aquel entonces, cuando se trataba de reivindicar altos valores éticos en oposición a los defendidos por un sector ideológico que luchaba por santificar a García Moreno, el dictador ilustrado: san Miguel de Unamuno y santa Gabriela Mistral. Inconcluso dejó Carrión el resto de su proyectado santoral que incluía a José Carlos Mariátegui y a José Martí. Poco afortunado el apelativo, según mi criterio, creo que no requerían esa aura religiosa para destacarse. El brevísimo saludo que le dedicó uno de los grandes poetas mexicanos, Salvador Novo, a propósito de la entrega del Premio Benito Juárez, desafortunadamente entregado por el causante de la masacre de Tlatelolco; de hecho, ello no disminuye un ápice el reconocimiento que mereciera nuestro autor por parte de representantes de la cultura azteca; y finalizo este apartado con la valoración ensayística de Carrión realizada por Adolfo Castañón, uno de los más importantes ensayistas mexicanos actuales. Casi todas las cartas que recojo en este volumen las publiqué hace mucho, pero dadas las características de estos Cuadernos “A Pie de Página”, me parece muy conveniente difundirlas aquí, ya que su lectura nos puede dar otra perspectiva de la trayectoria intelectual de Carrión, de su accionar en favor de un hispanoamericanismo y de aquella noción del ensayo en estas latitudes, de los cuales él y varios de los agrupados aquí son los mejores exponentes. No dejará de ser una sorpresa la panorámica que ofrecen las cartas de importantes amigos y escritores, sobre la trayectoria intelectual de Carrión. Tenemos a tres merecidos Premios Nobel: Gabriela Mistral, Miguel Ángel Asturias y Mario Vargas Llosa. Las cartas que vienen a continuación van desde la amistosa de César E. Arroyo, generoso compañero de lides consulares y literarias, quien sirvió de contacto a los ecuatorianos que llegaban a España en su momento y luego a Francia; la fraterna de Gabriela Mistral, o la sentida e íntima de Jorge Carrera Andrade. Cartas que si no fueran tan bellamente escritas y sus remitentes excelentes escritores, no pasarían de ser unos simples acuses de recibo de los libros de Carrión:


Unamuno, Reyes y Larbaud o de agradecimiento de De la Parra. Adentrarnos en este universo epistolar nos permite ver el lado humano, sublime, creador, desesperado, lúcido, reflexivo o simplemente cotidiano de un grupo de los mejores escritores en lengua española, salvo ese grande, que sería hispanoamericano de adopción: Valery Larbaud. Su amor por nuestra literatura lo justifica plenamente. Un discreto homenaje a esa pasión que tanto defendió el poeta del amor: Pedro Salinas, la “epístola”. Esa carta-saludo-poema que el escritor mexicano Gilberto Owen le dedicó en su tránsito desde Perú al Ecuador y la carta presentación que dirigió a nuestro autor para que establezca relación epistolar con Germán Arciniegas. Todos estos documentos demuestran los estrechos vínculos que existieron entre los escritores hispanoamericanos, las varias generaciones con las que se relacionó y la visión de Carrión al mantenerse alerta con la producción de sus pares en el resto del continente, desde quienes le precedieron cronológicamente: Mistral, Zaldumbide, Reyes, Arroyo, De la Parra; pasando por sus contemporáneos: Owen, Arciniegas, PicónSalas, Caballero Calderón, Escudero, Novo o Carrera Andrade; hasta la generación que vino a continuación: Palacio, Gallegos Lara, Roa Bastos, Dávila Andrade o Vargas Llosa. En épocas distintas se tildó a Zaldumbide y a Carrión de “eurocentristas”, curioso apelativo teniendo en cuenta que el origen de nuestra cultura indefectiblemente es europea, dos personajes que hicieron una gran labor por ella, digan lo que digan algunos “indigenistas”, “criollistas”, defensores a ultranza de la “identidad”, a quienes les preguntaría: ¿quién nos puede dar los parámetros exactos para determinar en donde empieza esa tan ansiada “identidad”? ¿Ya concluyó y debemos repetirla y defenderla ad infinitum? ¿O será que sigue haciéndose en medio de esta aldea global? Deberíamos buscar lo que nos une a nuestros congéneres y no rebuscar las diferencias para, en base a ello, sentirnos “mejores”, o “más que”. Tal vez en aquellas pequeñas diferencias estribe la clave. El ‘aparentismo’ al que se refiere Carrión ¿no es pan de cada día? Vemos cómo algunas personas en cuanto adquieren un ligero espacio de poder, inmediatamente son “más importantes”, “mejores”; dejan de mirar a los ojos cuando hablan, quizás por un poco de rubor en la conciencia; o simplemente su tono de voz adquiere un toque de mando para que su interlocutor se entere de una vez que ya no está en las mismas condiciones y que ya “ha llegado”. Cuando la medianía ha llegado a espacios de poder, el miedo y la inseguridad son el caldo de cultivo propicio para el esbirrismo, el arribismo y el oportunismo. Si se tratara de valorar esfuerzos o capacidades, seguro no llegarían por méritos propios que los legitimasen. Esa creo que es la vigencia de los escritos de Carrión, aunque tengan más de cincuenta años. Para algunos que lo conocieron personalmente quizás lo de “gran señor de la nación pequeña” se haya justificado para su hagiografía, necesaria en aquellos momentos; pero a quienes nos tocó conocerlo a través de su obra, nos mueve otra necesidad, con otras perspectivas que nos permitan visualizarlo en un contexto más amplio; concretamente dentro de esas generaciones de las que ha sido pródiga nuestra tierra en lengua española, dedicadas al ensayo interpretativo que se inició con los primeros cronistas de Indias en el siglo XVI y ha tenido representantes en el XIX, con vigencia aún, hasta los centenares de autores del XX, en donde se halla Carrión junto a varios otros ecuatorianos como voces legítimas en esta ansiada búsqueda.


Hay que releer su obra sin prejuicios, aventurarnos a pasear por la trayectoria de uno de tantos autores que se esforzó por reflexionar y entender asuntos de la “ecuatorianidad”, si ella existe, o la noción del “hispanoamericanismo”, dejando de lado la demagogia que abarrota los discursos nacionalistas que lo único que hacen es llenar papel y ganar espacios para proyectos mediáticos, e intereses personales.

AGRADECIMIENTOS

Habituado a consignar el reconocimiento a particulares e instituciones que han contribuido a llevar a buen efecto este trabajo de investigación, además de saludar a los amigos: En primer lugar a la señora María Rosa (Pepé) Carrión y Diego Carrión, en representación de los herederos por autorizarme a publicar los documentos que reposan en el archivo del Centro Cultural Benjamín Carrión en Quito y, por extensión a los amigos que trabajan ahí: César Chávez, Rosy Revelo, y especialmente a Luis Rivadeneira y Raúl Pacheco; a Wilson Vega y Vega, que me facilitó material bibliográfico de la Biblioteca Ecuatoriana Aurelio Espinosa Pólit, cuando aún laboraba en dicha institución; a Susana Salvador Crespo por su generosidad al traducir del francés los textos que se recogen en este volumen y a Giovanny Chicaiza, Henry Aguilar y Néstor Llorca por sus oportunas sugerencias informáticas. A mis afectos en el Ecuador: Susana Salvador Crespo, María Augusta Hidalgo, Yesenia Toala. A los amigos que me han recibido en mi breve estancia en Quito: Francisco Estrella, Patricia Coronel, Edgar Freire, Irving Zapater, Javier Vásconez, Gloria Añazco, Solange, Julio César y Eduardo Proaño, y a la Señorita Celia Zaldumbide, directora de la Fundación Zaldumbide Rosales; Jorge Salvador Lara, Simón Espinosa Cordero, Deisy Morales, Leopoldo Rovayo, Patricio Herrera, Raúl Pérez Torres, Gabriel Espinosa de los Monteros y Fabián Guerrero. A los amigos en Madrid: Gladys Jácome, lo reitero, buena amiga y excelente profesional; Gustavo Mateus, Cónsul General del Ecuador en Madrid; a Cristina Salazar, Mariana Grunauer, Carla Gálvez y Sofía Pazos por dedicar algún tiempo a mis anteriores “Cuadernos”, Ramiro Gavilanes, Patricio Bahamonde, Carlos Jácome; Mariana y Emilio Rodríguez, bisnietos de César E. Arroyo; y especialmente a mi querida Rita, por su paciencia. A Pedro Calvo Sotelo, por su invariable afecto por el Ecuador; a Iñaki González Casasnovas, de la Fundación Tavera; a Niall Binns, apasionado hispanista y entrañable amigo; a Carlos García, en Hamburgo, colega y generoso amigo pendiente de mis trabajos; a Víctor Vallejo en Suiza y a Martín Greco en Argentina. A la Biblioteca Nacional, y la Biblioteca Hispánica de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo en Madrid. A doña Alicia Reyes por la autorización para reproducir la carta de su abuelo Alfonso Reyes. Madrid, Otoño de 2011, “je te garderai dans mon cœur”.

Gustavo Salazar Calle Aclaración: Para la elaboración de las notas de este volumen, me he servido de algunos trabajos anteriores, sobre todo el primer libro que preparé sobre el ensayista lojano, Benjamín Carrión: Correspondencia I, Cartas a Benjamín. Prólogo de Jorge Enrique Adoum. Quito, Distrito Metropolitano / Centro Cultural Benjamín Carrión, 1995.


UN ESCRITO POCO CONOCIDO DE BENJAMÍN CARRIÓN

FACTORES DE LA DECADENCIA

EL APARENTISMO∗

Somos un pueblo niño, que se aferra, sistemática e intuitivamente al pasado –tan corto– por falta de audacia para vivir el presente, y para hacer cara consciente y atrevidamente el futuro, ni pretender hincar en él la agudeza de la mirada inquieta. Pueblo de historiadores –que aún no vive cien años independientemente y ha olvidado su historia– no presenta en la hora actual una actitud resuelta de enrostramiento a la vida, y al entregarse al culto artificioso y sentimental del pasado, no hace sino pretender ocultar su timidez y su pereza. A la conciencia popular –que no se la cultiva por indiferencia– se le arroja en los ojos, desde la escuela y el periódico, el velo deslumbrante de la prócera y heroica tradición antañona, no como un acicate o un ejemplo, sino como un motivo de infatuación colectiva, apenas razonada. Y es así como se crea la elocuencia mental, el declamatorismo espiritual infecundo, enemigo de futuras realizaciones sistematizadas. En el aspecto cultural, se predica que el Ecuador ha producido el más grande pensador y el más alto poeta de la América hispana; en el patriótico, se declama altisonantemente, que somos el país del 10 de Agosto y el 24 de Mayo; y al hablar de la defensa de nuestros derechos territoriales, de la labor que es preciso hacer para mantener la integridad del suelo nacional, surge el recuerdo concluyente y definitivo: ¡Tarqui!... La evocativa contemplación de ese pasado, indiscutiblemente glorioso para un pueblo niño, en lugar de hacérsela valer como un estimulante, comunica a la colectividad nacional, por la forma en que se la realiza, un sentimiento de llenura, una como conciencia irreflexiva de que, habiéndose hecho ya tanto en el pasado, no nos queda ya tanto en el pasado, no nos queda ya nada por hacer en el presente, ni siquiera intentarlo. De ahí es que el sentimiento patriótico, no cultivado fundamentalmente, adquiera externa y circunstancialmente aspectos y modalidades de suma exaltación verbosa; y de ahí también el que ese sentimiento asuma una característica desastrosa: el aparentismo, el irrazonado afán de ocultar los defectos nacionales y colectivos, y de exaltar condiciones meritorias, de existencia apenas acusada. Para ello, en la prensa y la ∗

Benjamín Carrión. “Factores de la decadencia. El aparentismo”. La Avalancha. año 1. n. 2. Quito. 19 de abril de 1925. p. 1.


opinión, se invoca el gastado e improcedente símil de que la patria es una madre, y que sus hijos, los ciudadanos, no pueden señalarle defectos, sino ocultar sus deformidades y encubrir sus lacerías. Y desde ese plano de patriotería, se moteja de traidor o desleal, al ecuatoriano que se atreve a mostrar a la conciencia social, vicios y descaminaciones que pueden corregirse. Y si es un extraño, acaso indiferente, veraz o bien intencionado el que cuenta sus observaciones, se le declara enemigo del país. No se perdona aún, y se ha convertido en estribillo de periodistas incipientes, que lo sacan a relucir oportuna o extemporáneamente, aquello de que un notable escritor español que nos visitara no hace mucho, se haya atrevido a decir que nuestro servicio ferroviario era muy malo… Chauvinismo, llaman a un vicio social semejante los franceses. Semejante y nada más, porque si bien el chauvinismo es la patriotería declamatoria, no lleva necesariamente consigo, como esto que llamo aparentismo, la infecundidad, peor aún, la más completa negatividad de acción, basada en una fatua y ampulosa suficiencia histórica. El periodismo –casi siempre factor de desorientación colectiva entre nosotros – ha contribuido y contribuye a fomentar esa característica social. Porque el periodismo ecuatoriano, ha tomado al aparentismo por consigna, y ha entrañado en el espíritu público errores fundamentales de apreciación, que se estiman favorables al prestigio exterior del país, y nuestros “periódicos”, aún para sus encarnizadas luchas panfletarias o para sus propósitos mercantilistas han clarinado la exaltación grandílocua de nuestro pasado, sin el más lejano propósito de extraer de él estimulantes de trabajo y dignificación. La sociología teórica y libresca, afirmará –sin duda con justicia– que en la producción de este síntoma morboso de decadencia colectiva, intervienen múltiples factores de distinta índole: étnicos, climatéricos, etc. –Sí. Pero también es cierto que países de análoga composición racial y de características idénticas de ambiente físico, el fenómeno no se produce en iguales ni parecidas proporciones: en la misma Iberoamérica intertropical, encontramos la producción de resultados totalmente contrarios a las que se observan en el Ecuador, con relación a este aspecto inconstructivo del culto artificioso del pasado, y a una de sus consecuencias más dañosas: el aparentismo pueril en el presente. Varios aspectos del vivir activo nacional, nos ofrecen manifestaciones irrecusablemente sintomáticas de infecundidad basada en el aparentismo. En la cultura científica –casi inexistente– y en la literaria, por lo general efímera y revistera, hallamos que atravesando el Ecuador un periodo indudablemente anodino, en relación con muchos países americanos, sin embargo aquí dentro, en la intimidad del hogar intelectual, hemos llevado al endiosamiento prematuro, a la consagración intempestiva, a muchas generaciones de inteligentes, no propiamente intelectuales, anulándolos irremisiblemente para la obra, en los precisos momentos en que su personalidad acaso estaba en caminos de hallar orientación. Tranquilamente hemos concedido el título de grandes críticos, historiadores o poetas, a personas de apreciable mentalidad, a las que, con la prematura glorificación, no se les dio tiempo sino para escribir tres o cuatro sonetos, algunos artículos de revista o alguna curiosa investigación histórica. Son notabilidades sin obra que encumbradas hasta las nubes por alguna inicial manifestación


de talento, no vuelven a producir, por el temor de que su obra posterior, no corresponda al aparente prestigio, obtenido en gracia de la artificialidad fachendosa del ambiente. Son verdaderos aerolitos de la producción literaria, y como dice Schopenhauer: “Producen efectos atronadores de corta duración: se les mira, se dice: ¡ved!, y han desaparecido para siempre”. Y esto, sin recordar las infantiles y ampulosas coronaciones de poetas domésticos, y la fácil adjudicación del título de maestros a inteligentes catedráticos que cumplen con su deber dictando honradamente sus cursos universitarios, sin que su sabiduría haya sido llevada a la sólida y reveladora perennidad del libro, ni hayan justificado esa reputación que aceptan, con otra cosa que con la explicación siempre igual de programas eruditos. Desgraciadamente, para combatir estas falsas consagraciones, fruto del aparentismo colectivo, no opone aún, la juventud una resistencia serena y sistemática, y la inconsciencia entre nosotros, es algo esporádico, siendo sus raras manifestaciones irrazonadas y violentas, improductivas por lo mismo. José Joaquín Alves de Pacheco, el héroe queiroziano, ha constituido una larga estirpe en el presente intelectual del Ecuador. En los demás aspectos, el fenómeno es el mismo: la vida social se resiente de falta de espontaneidad, la filantropía se practica a sones de clarín, y hasta las impulsiones de nuestro progreso, se las hace mal dirigidas, con la mirada y el propósito encaminados a lo extremo, lo aparente, lo que luce por fuera, escondiendo lacerías interiores. ¿Y en la política? En ese terreno, sobre el cual hemos acumulado todos los vicios, el aparentismo reina en forma indiscutible; no se necesita sino estudiar los acontecimientos de última hora, la literatura oficial de siempre, para concluir que en ese campo, lleno de todas las cizañas, el afán de aparentar ha sido llevado hasta lo infinitamente ridículo e inconvincente. ¿No vemos cómo la política toda del momento, y la lucha de oposición, giran alrededor de un compromiso, y de un documento, que es la más elocuente comprobación de nuestro sustancial aparentismo colectivo? Además, claro, de contener elementos de mayor consistencia anterior… Y pongo un amistoso continuará a este ensayo, brusco tal vez en su sinceridad; en este periódico, que es un reto y una amenaza de claridades y energías, suspendida sobre la rutina y arrebañamiento, volveré a decir mis palabras, haciendo coro a la obra de esta avalancha juvenil, que va hacia la construcción sólida de nuestro futuro.


1. N. N., N. N., Benjamín Carrión, Gabriela Mistral, Jorge Mañach y Palma Guillén.


ALGUNAS OPINIONES ACERCA DE LA OBRA DE CARRIÓN Gabriela Mistral∗

Cuatro hombres americanos

Este es el libro de un fervoroso, de un ecuatorial, que lleva en sí la excelencia de su clima. ¿Por qué se ha de decir tanta majadería del trópico? El trópico es el cielo verdadero, el único cielo-cielo; el trópico es la fruta óptima: piña o mango admirables; el trópico es el árbol casi humano que se llama del pan, el bananero que, él solo, puede alimentar gentes; y el río que no debiera llevar nombre, el Amazonas, cuyas cuatro sílabas hacen un horizonte de agua poderosa. Pero, nos contestan, ¿y el mosquito, y la víbora, y otras bestias que un maniqueo atribuiría a una paralela creación demoníaca? Ah, es que se pagan de algún modo esos colores, y esos olores y esas excelencias sobrenaturales de su suelo, y se muerde la pitahaya, que es la mejor púrpura, durante una vida, aceptando que alguna vez la cobra nos pruebe la sangre. Aparte de que el trópico malo, el de la fiebre palúdica y el del cacique matón – nuestros dos descréditos mayores– va raleando o retrocediendo. Se ha de acabar el trópico del afiche odioso, que contiene alacranes, soldadesca pringosa y pereza; entonces, ¡qué tierra de aire vegetal como para que vivan en ella los mejores hombres de este mundo!... Entonces, ser ecuatoriano, o peruano, o mexicano, se volverá nobleza natural –la nobleza de los frutos-tipos, de la luz robusta y del árbol ejemplar– y habrá venido a menos ser alemán o inglés o sueco, hombres de tierras desabridas, echadas a perder a la larga por los placeres químicos. Nadie se admire que sea una mujer de un país llamado frío quien hace esta alabanza de la tierra caliente. Yo nací en valle al que faltan yo no sé cuántos grados – pero muy pocos– para ser tropical, curiosa quebrada de Elqui que Dios me dio para que, en la luz perfecta, yo adquiriera esta pasión del sol con todo lo que le es añadido. Benjamín Carrión es abogado y periodista en ejercicio. El último oficio se le siente en el estilo vivo, no tocado, en ningún período, de inercia; en la agilidad lozana.

Gabriela Mistral. “Cuatro hombres americanos”, prólogo a Los creadores de la nueva América de Benjamín Carrión. Madrid, Sociedad General Española de Librería, 1928, pp. 7-17. Gabriela Mistral (1889-1957). Pseudónimo de la escritora chilena Lucila Godoy. Sus “Sonetos de la muerte” la hicieron destacarse en 1914. En su poesía priman el dolor y el amor. Conocida como el paradigma de la educadora, realizó gran labor en ese campo en México al ser invitada en 1922 por Vasconcelos, cuando éste era Ministro de Educación en su proyecto de enseñanza. Su prosa, aunque poco conocida, es también de un gran nivel. Recibió el Premio Nobel de Literatura en 1945. Obras: Desolación (1922), Ternura (1924), Tala (1938), este título lo publicó cansada de esperar el anhelado prólogo de Gonzalo Zaldumbide, y Lagar (1954). Su abundante correspondencia sigue apareciendo. Próximamente publicaré Epistolario ecuatoriano: cartas de Gabriela Mistral a Gonzalo Zaldumbide, César E. Arroyo, Benjamín Carrión, Jorge Carrera Andrade, Augusto Arias y Adelaida Velasco Galdós (1919-1956).


Ha dictado cátedras de Derecho y de Historia. El profesorado no alcanzó a enfriarle el interés humano que calienta estas biografías. Entre nosotros el gusto de la historia comienza tarde, lo que viene a resultarnos un daño, porque escrita por viejos la historia americana –muy honrada en la investigación, muy escrupulosamente escrita– no contiene el dinamismo feliz que aquí en Francia le diera un Michelet. De Carrión puede esperarse que con sus cualidades de pasión rejuvenezca el género y que se fije en él. La buena fortuna de estos excelentes ensayos puede decidirlo a continuarlos. Porque no están aquí todos los maestros de América. Le faltan un Nelson, un Vaz Ferreira, un Caso, un Henríquez Ureña, un Varona, un Lugones, un Rojas, un Belaúnde, un Palacios, un Nieto Caballero y los demás colombianos y no sé cuántos otros para completar la serie de hombres que ejercen influencia en la juventud de América. Benjamín Carrión ha escrito, antes que el libro de poemas a que todos los sudamericanos nos sentimos obligados, un elogio de otros hombres, de almas ajenas que le han urgido más que la suya propia con su mensaje, y nos presenta aquí cuatro cifras de americanos en grande. Él piensa ya a nuestra América en unidad y no se le ocurre el prejuicio de que está alabando a extraños. Gente bien suya ha cogido y la presenta a los regionalistas, para que tomen legítima posesión de ellos: un mexicano, un peruano, un argentino, un boliviano. Carrión ha escrito estas biografías o comentarios de maestros, para cuantos jóvenes en la América no tendrán la dicha de ver nunca, sobre la misma tarima de su aula, sentarse a estos cuatro directores a hablarles de los problemas de su raza. El porvenir inmediato de nosotros es harto feo y cuando decimos palabras soleadas de confianza, no hablamos ni de 1930 ni de 1940, por cierto. Los jefes de nuestros pueblos, para que la espina de agave de una crítica no les punce los costados, se desprenden directa o indirectamente de maestros tan honrados como molestos. Hay entre los cuatro biografiados de Carrión a lo menos dos cuya residencia en Europa no es voluntaria ni ha de resultarles dichosa. Por derecho deberían hallarse en la Secretaría de Educación de sus países, haciendo todo lo que pueden, que es mucho, curando la raza con el libro y formando en la conferencia su conciencia civil, volviendo justo al blanco, laborioso al mestizo y organizando al indio. Se dirá: “Pero si no se los ha desterrado”. Y es cierto, si se llama destierro al boleto de tercera clase que lleva un guardián “del orden”, junto con una hoja de papel duro con sellos coloreados. Ah, pero hay los otros destierros: el cerco de fuego –de ofensas– el de arena –de aislamiento– que se hace a un hombre en torno de su casa para exasperarlo, obligándole a mudar de suelo contra la voluntad de sus ojos que tienen costumbre de un paisaje, y de su mente que no gusta sino rondar los intereses de su pueblo. Cuando Manuel Ugarte recibe en Niza a otro de estos desterrados sin decreto, le dice: “¡Ah, usted también! ¡Pero si están llegando todos, uno por uno!”. Y yo suelo esperar, en París, en Florencia o en Marsella, el encuentro en un café, de los que faltan, García Monge, Varona, los demás, que usan de su lengua para lo único que ella sirve: decir la verdad todos los días, cuando la mañana sube limpia y suave para ayudarnos al bien.


No hay como nuestro continente para malgastar a sus mejores hombres. La materia prima preciosa, llámese goma de caucho o cacao, la vende por nada, y al individuo lo arroja como resaca, hacia Europa o Estados Unidos. Así perdió Chile un Tancredo Pinochet, un Ernesto Montenegro, un Carlos Vicuña, un Loyola y un Torres Rioseco; así Costa Rica ha prestado a Brenes Mesén. Es a los jóvenes a quienes se roban estas fuerzas morales. Ellos crecerán oyendo hablar como de mitos de su Alcides Arguedas, por ejemplo, y no verán su cara nunca. Ellos llegarán a pensar que es natural como que la caña crezca, que el escritor civil viva en otro país, y que Martí, el santo, dio el tipo de un destino lógicamente desgraciado: el del madurador anticipado –y castigado– de las conciencias. Benjamín Carrión no quiere que los jóvenes pierdan a sus directores naturales. Y como en la América se niega en grande, él ha usado en su modo de biografía un tono de ditirambo que a algunos no gustará tal vez. Está bien: yo que he celebrado la justeza nunca ganada por el arrebato en Alfonso Reyes, tengo que alabar aquí a un diferente suyo: el fervoroso. A otro género, otro gesto. Carrión no ejerce la pedagogía, esa profesión de cabeza helada, y en la que la mano atenta maneja una balanza menuda como para pesar diamantes. Él busca ser provocador de entusiasmos, y se halla generosamente dotado para recibir el choque del bien; no puede aceptar que se le quede en el cuerpo leal la vibración maravillosa, y da la mano como el niño en la ronda a los otros, a fin de que la electricidad de lo óptimo llegue entera hasta el último. Sus admiraciones le nacen cabales, y él no las echa a perder con un análisis demasiado sostenido en el ojo. Está construido para admirar –que es construcción para el gozo– y usa ese don, que otros se tuercen y acaban por estropearse, como el delfín y el buen nadador se deleitan largamente en el agua marina. Su elemento es ese y él lo disfruta. Su estilo cae en el orden que apellidaremos “martiano” de Martí, que usó de este mismo desenfreno santo de admirar. Otro orden nos creó Rodó, el profesor, y a él pertenecen los críticos buenos que han venido después. Otro orden, el de la inteligencia evangelizada, nos está haciendo Capdevila. Los imaginativos y los emocionados nos quedamos con Martí por patrón, y yo se lo regalo gustosamente a este Benjamín Carrión, que se sentirá contento de seguir la huella que casi quema, del “Arcángel cubano”. Vasconcelos, que recibe aquí un regalo de fervor, acaba de maltratar al entusiasmo en un artículo, diciendo que es “la epilepsia de la América, que promete y nada consuma, por atarantada e insensata”. Yo entiendo su rencor aunque no se lo justifique. Él ha visto lo fácil y lo abundante que es el entusiasmo en la América nuestra, cubierta de él como de hierba loca; le conoce las fallas y ya le desconfía. Pero en una raza sin voluntad, en la cual el entusiasmo viene a ser el primo-hermano de ella, lo que más se le parece, ¿qué haría el mismo Vasconcelos si se nos acabara? El entusiasmo comienza en el corazón, gana los sesos y pasa a las manos. Él lo ha visto como la llamarada del vino quedarse en la lengua y no llegar a las resoluciones. Paciencia. Ya nos mezclaremos con gente del Norte –del norte europeo– y seremos lo que él busca: prometedores y pagadores por igual, concebidores y padres de las acciones. Entre tanto, mientras la Argentina mezclada convence a los países abúlicos y


lentos de su manera de salvación, aceptemos este entusiasmo aspirante a la voluntad, que por lo menos en el cortejo de novio que le hace puede ser ganado por ella. El entusiasmo de Carrión no jura con los ojos cerrados. Ha visto, recogió documentos para sus ensayos, analiza y cuenta. Y posee la cualidad rara en nosotros de aceptar virtudes diferentes y ofrecerlas con el mismo contentamiento: García Calderón es casi un reverso de Vasconcelos; Arguedas tiene poca relación con Ugarte. Esta flexibilidad en una mente de joven, y de sudamericano, es preciosa. Allá nos sentimos obligados a desdeñar a Darío si estamos con Whitman, o a rebajar a Reyes si amamos a Vasconcelos. Puro resabio de guerrilla, pura sangre caliente que necesita cada vez que juzga un zócalo en que poner la ofrenda al dios y otro en que descargar su carga de odio. Yo celebro el alma aseada de malquerencia que de tarde en tarde nos suele aparecer, y que es la de este Benjamín Carrión, que acepta en dos horas seguidas la lección fría de Francisco García Calderón y la violenta de Vasconcelos. Él se acuerda de que nuestros pueblos se hicieron por un San Miguel, que fue Bolívar, y por un gaucho malicioso, ultra-sensato, con lenguaje sin metáforas y ojo desconfiado que era el de Cuyo. Él da prueba aquí de que un mismo trabajo se cumple por obreros distintos o, como diría un católico, que puede irse al cielo por San Pablo como por San Pedro. Se hará quizás a Carrión el reparo de que ha usado la palabra “maestro” en un sentido demasiado amplio. Ugarte quedaría fuera del concepto, si se la usa en el sentido estrictamente didáctico. Sin embargo, lo que ha enseñado Ugarte es, precisamente, lo primero que ha de enseñar a un niño americano un hombre maduro: que estamos perdiendo la América, jalón por jalón, y que un día nos despertaremos de nuestra confianza perezosa sabiendo que las palabras “Chile”, “México” o “Nicaragua”, ya no son sino nombres geográficos y no políticos, que señalan grados de latitud y de longitud, frutos y maderas diferenciados y una sola colonia no más de Nueva York. Maestros otros, que enseñen su predicado, su binomio y su San Martín, y que no sepan esto, han cumplido insensatamente su oficio. Manuel Ugarte eligió un magisterio americano, el más formidable. Dijo a tiempo su zozobra; no se le hizo caso; siguió hablando, y empezó a oírsele con una atención vaga; lleva más de diez años de prédica ejemplar y ahora todos –excepto los que entienden y hacen que no entienden– sabemos que ni exageró ni anticipó. Ugarte se levantó temprano con su verdad y le corresponde toda una gloria por su ojo fiel y su celo de vigía sin paga, lleno de buena voluntad. Esa gloria le ha crecido con nuestra desgracia en los últimos años y Carrión ha sabido fijarla en su libro. Está largamente contada aquí la odisea educacional de Vasconcelos, que anda desmadejada en artículos de los que no se recibe una impresión de conjunto. Todo eso – y más que eso– hizo el hombre bueno y fuerte en su meseta, durante el parpadeo de tiempo que son cuatro años. Enseñar al niño mexicano a que lea, cultive su suelo de milagro, cree sus oficios, aborrezca la tiranía, sea el que sea el seudónimo que ella adopte, entienda el cristianismo, y acabe en un hombre más completo que el del otro lado, con quien se ha de medir tarde o temprano. El que su obra haya fracasado, como dice M. René Richard, si fuese verdadero, no disminuiría un diente de arena a su trabajo en que puso todas sus potencias. Pero no ha fracasado; sus escuelas siguen vivas, su ejemplo camina por la América de noche y de día, ya sea que se le nombre o que se le calle, en las instituciones que se levantan y que son un calco de las suyas.


Alguno discutirá también el “magisterio” de Arguedas. Muchos se quedaron sin leer el libro temerariamente justo que se llama Pueblo enfermo y del que es necesario hacer una nueva edición. Hombre del país que da la quina, Arguedas quiso curar con amargo saludable las fiebres de su patria. Sacrificó a la empresa amigos, situación y todo. No puede decirse tampoco de él que haya fracasado. El destino de semejantes libros es irregular. Se sumen un tiempo –mejor dicho se los sumerge– en la hostilidad colectiva o en el desdén cómodo, y parece que no hubieran servido sino de corona de espinas al hombre probo que los escribió. Pero un buen día suben a la superficie, enteros y vivos, a adoctrinar, a precisar los males, a ofrecer los remedios, y queda así probado la calidad de Lázaro de cualquier verdad, que no consiente en morirse derrotada sino cuando más en adormecerse tres días de historia que son días largos. La calidad de maestro de Francisco García Calderón, es indiscutible. El correo de Europa no lleva a Lima y Buenos Aires mejor información que la suya de la cultura y la política del viejo continente, ni doctrina dada con más “raza” en el estilo. Su Alemania, que acaba de aparecer, clavará su reputación de coordinador del suceso europeo, de logrador de las mejores síntesis. Habría que hacer leer este libro a cada joven americano con interés serio de cultura, porque él significa, aparte del asunto máximo, la obra madura de un hombre nuestro superiorísimo a la manera de Rodó – heredero efectivo y quizás el único del uruguayo–. Honrar a Francisco García Calderón, además, ¿no viene a ser consolarnos de nuestras calamidades morales y cogernos al caso suyo como a un ancla de oro? Porque, yo me digo, oyéndolo o leyéndolo, continuamente: que nos nazca uno de esta pasta en cada país, y la juventud sabrá dónde sustentarse de ejemplo y dónde conocer el éxito cabal y honesto, alcanzado a pura probidad, a puro esfuerzo sin quebradura y diamantina conciencia de ciudadano. Porque nuestras juventudes viven en medio de la sugestión que les dan sus ambientes donde el éxito, de cualquier índole, ni es legítimo a veces ni viene de fuentes claras y puede llegar el día en que se le vuelvan expresiones sinónimas éxito y deshonestidad, éxito y compadrazgo con el mal organizado. Si Carrión hubiese apellidado sus ensayos según el consejo de Díez-Canedo a Donoso, él encabezara así el capítulo de éste: Francisco García Calderón o el Caballero de las letras indo-españolas.


Marcel Brion∗

Les créateurs de l’Amérique nouvelle M. Benjamín Carrión témoigne de la plus enthousiaste et de la plus éclectique admiration dans son livre Los creadores de la nueva América (Sociedad General Española de Librería, Madrid), en choisissant comme «types» des créateurs de la nouvelle Amérique, José Vasconcelos, Manuel Ugarte, Francisco García Calderón, Alcides Arguedas. Très grands, tous les quatre et d’une maitrîse égale dans des domaines différents. Ces homes sont, en effet, ceux qui peuvent le mieux aider l’Amérique espagnole à «trouver sa vérité, son idéal et les chemins qui y conduisent». Que l’Amérique écoute donc leurs voix: «La voix encourageante qui appelle à la défense; la voix courageuse qui dénonce nos tares; la voix orientatrice qui montre la route; la voix prophétique qui formule l’ideal.» Selon le désir de l’auteur, ces voix proclament leur message à travers ce livre, elles expriment l’unité de l’Amérique, sa marche vers un idéal identique. José Vasconcelos incarne «idéal totalisé, harmonieux et précis, il enseigne la philosophie tonifiante et exaltante de nous peuples». Son activité, son œuvre justifient ce mot de Gabriela Mistral: «Il représente une partie de la conscience du monde». Manuel Ugarte, poète, romancier, essayiste, a étudié dans son livre l’Avenir de l’Amérique espagnole, les dangers qui menacent celle-ci. Argentin, il s’est proclamé citoyen sud-américain, il a défendu la «grande patrie» qui va de la frontière des Etats Unis à la Terre de Feu, avec sa civilisation latine. En examinant son livre sur l’Allemagne nouvelle, nous avons dit ici puissant et lumineux critique est Francisco García Calderón. C’est très justement que M. Carrión le surnomme «l’homme qui connait les chemins» et lui confie la misión de guider la jeune intelligence américaine. Alcides Arguedas, Bolivien, est l’auteur de cet admirable roman Raza de bronce, dont nous reparlerons un jour, et d’une Histoire de la Bolivie qui est un ouvrage tout à fait remarquable. Nul n’a su comme lui mettre en lumière le problème ethnique bolivien et ses consécuences politiques et sociales. Nous ne pouvons donc que féliciter M. Benjamín Carrión du choix de ses «hommes représentatifs» et du généreux enthousiasme avec lequel il exalte l’œuvre de ces «createurs», M. Carrión sait juger et sait admirer, deux vertus précieuses qui font de son libre mieux qu’un ouvrage de critique et plus qu’une apologie: un témoignage de sympathie fervente et d’intelligence lucide. ∗

Marcel Brion. “Les créateurs de l’Amérique Latine”. L’actualité littéraire a l’étranger. Les Nouvelles Litteraires. París. 3 nov. 1928. Marcel Brion (1895-1984). Ensayista, historiador y biógrafo francés, miembro de la Academia Francesa. Son clásicas sus biografías de: Bartholomé de las Casas “Pére des Indiens” [1927], La vie d’Attila (1928), Bosch (1938), Savonarole, le héraut de Dieu (1948), Mozart (1956), Léonard de Vinci (1959), Jean-Sébastien Bach (1963), Maquiavelo, Goethe, Lorenzo el magnífico, Miguel Ángel y Ticiano.


Marcel Brion

Los creadores de la nueva América

Benjamín Carrión da testimonio de entusiasta y ecléctica admiración en su libro Los creadores de la nueva América (Sociedad General Española de Librería, Madrid), escogiendo como creadores “tipo” de la nueva América a José Vasconcelos, Manuel Ugarte, Francisco García Calderón y Alcides Arguedas. Grandes los cuatro y de maestría igual en ámbitos diferentes. Estos hombres son, en efecto, quienes mejor pueden ayudar a la América española a “encontrar su verdad, su ideal y los caminos que conducen a ellos”. Que América escuche sus voces: “la voz alentadora que llama a la defensa; la voz valiente que denuncia nuestras taras; la voz orientadora que señala la ruta; la voz profética que formula el ideal”. Según el anhelo del autor, estas voces proclaman su mensaje a través de este libro; ellas expresan la unidad de América, su marcha hacia un idéntico ideal. José Vasconcelos encarna el ideal totalizador, armonioso y preciso; él enseña la filosofía tonificadora y exaltadora de nuestros pueblos. Su actividad, su obra justifican las palabras de Gabriela Mistral: “Él representa una parte de la conciencia del mundo”. Manuel Ugarte, poeta, novelista, ensayista ha estudiado en su libro El porvenir de la América española, los peligros que la amenazan. Argentino, se proclama ciudadano sudamericano, ha defendido la “gran patria” que va desde la frontera de los Estados Unidos hasta la Tierra del Fuego, con su civilización latina. Examinando su libro sobre la nueva Alemania, hemos dicho: crítico potente y luminoso es Francisco García Calderón. Muy justamente, Benjamín Carrión le llama “el hombre que conoce los caminos” y le confía la misión de guiar la joven inteligencia americana. Alcides Arguedas, boliviano, es el autor de esta admirable novela Raza de bronce, de la que volveremos a hablar un día, y de una Historia de Bolivia, obra completamente notable. Nadie como él supo sacar a luz los problemas étnicos bolivianos y sus consecuencias políticas y sociales. No podemos sino felicitar a Benjamín Carrión por su selección de ¨hombres representativos¨ y por el generoso entusiasmo con el que exalta la obra de estos ¨creadores¨. Carrión sabe juzgar y sabe admirar, dos virtudes preciosas que hacen de su libro mejor que una obra crítica y más que una apología: un testimonio de ferviente simpatía y de lúcida inteligencia.

[Versión del francés, gentileza de Susana Salvador Crespo].


Gonzalo Zaldumbide∗

Les créateurs de la nouvelle Amérique Un titre étant en général une définition approximative, le lecteur, devant celui-ci, pourrait se demander: est-ce encore un livre sur les Libérateurs, ou alors, porquoi «créateurs» et en quoi «nouvelle» cette Amérique que nous retrouvons chaque fois pareille à elle-même, dès son avènement à la liberté et à a la vie des nations indépendantes? Mais ce n’est pas du tout dans un esprit de chicane qu’on doit lire ce livre généreux. Mieux qu’un plaidoyer, c’est une affirmation encourageante, stimulatrice. Soit que chaque génération l’appelle nouvelle, espérant la façonner à son image et resemblance, soit qu’on la juge toujours la même, l’Amérique hispanique est un facteur qui compte et comptera de plus en plus dans les destins de la civilisation occidentale qu’elle prolonge sans lui imprimer encore une marque propre ni une direction inattendue. De quoi demain sera-t-il fait? M. Carrion ne se défend pas d’être animé de cette espèce de confiance messianique, de cet espoir palingénésique, qui est la marque de la vocation et de la bonne foi, –quoique pas toujours la raison suffisante,– de l’esprit révolutionnaire, esprit le plus actuel mais le moins nouveau en Amérique espagnole. Elle a toujours été fidèle à ses origines révolutionnaires, et les nouveautés ne lui font pas peur, en théorie du moins, le passage de la théorie à la pratique étant toujours retardé par ce même manque caractéristique d’adaptation de l’intelligence à la realité, qui met la charrue devant les bœufs, les certitudes apprises dans les livres avant l’éxpérience sincère et topique. Aussi bien, quand M. Carrion nous parle, par exemple, d’un Vasconcelos, le ton dithyrambique lui est naturel, et c’est celui qui lui sied pour libérer sou attente anxieuse de rénovation. Ferveur qui ne l’empêche pas toutefois, de goûter également la raison sereine, l’équilibre distant et constant d’un Francisco García Calderón. Des quatre écrivains dont M. Carrion expose l’œuvre et les tendances, –savoir, Vasconcelos, García Calderón, Ugarte y Arguedas,– on ne peut précisément dire qu’ils soient aux quatre points cardinaux de l’horizon intellectuel et de l’avenir de l’Amérique. Aucun esprit d’antithèse ni de symétrie n’a guidé l’auteur dans ce choix est des plus judicieux. D’ailleurs, le noble plaisir d’admirer est sans doute loin de s’émousser chez ce jeune commentateur des idées et des faits idéologiques; et il annonce que sa galerie de bustes s’étendra au gré de ses découvertes et de ses préférences. Nous y verrons ∗

Gonzalo Zaldumbide. “Les createurs de la nouvelle Amérique”. Revue de l'Amérique Latine. año 8. n. 86. París. 1 feb. 1929. pp. 157-158. Gonzalo Zaldumbide (1882-1965). Escritor y diplomático ecuatoriano. Embajador en Francia, Gran Bretaña, Suiza y varios países hispanoamericanos. Ministro de Relaciones Exteriores. Destacado representante de la prosa modernista; uno de los más importantes ensayistas hispanoamericanos del siglo XX. Obras: En elogio de Henri Barbusse (1909), La evolución de Gabriel d'Annunzio (1909), José Enrique Rodó (1918), Ventura García Calderón (1923), Juan Montalvo (1932), Cuatro grandes clásicos americanos (1947) y Égloga trágica (1956). Próximamente publicaré una antología de su obra ensayística.


Gonzalo Zaldumbide

Los creadores de la nueva América

Al ser el título, generalmente, una definición aproximada, frente a éste el lector podría preguntarse: ¿Es un libro más sobre los Libertadores? O, también: ¿por qué “creadores” y en qué sentido “nueva”, esta América que, cada vez y desde sus inicios, encontramos semejante a sí misma, a la libertad y a la vida de las naciones independientes? Pero no es con un espíritu de enfrentamiento que debemos leer este generoso libro. Mejor que un alegato, es una afirmación alentadora, estimulante. Sea que cada generación la llame “nueva”, esperando formarla a su imagen y semejanza; sea que la juzguemos siempre como la misma, la América hispana es un factor que cuenta y contará, cada vez más, en los destinos de la civilización occidental que ella prolonga sin imprimir aún una marca propia o una dirección inesperada. ¿De qué estará hecho el mañana? Carrión no se defiende de estar animado por esta especie de confianza mesiánica, por esta esperanza palingenésica que es la marca de la vocación y de la buena fe –aunque no siempre con suficiente razón–; por el espíritu revolucionario, el más actual de los espíritus pero el menos nuevo en la América española. Ella siempre ha sido fiel a sus orígenes revolucionarios y las novedades no la han asustado; menos aún, el paso de la teoría a la práctica, siempre retrasado por la misma característica falta de adaptación de la inteligencia a la realidad – que empieza la casa por el tejado– y de las verdades aprendidas en los libros antes que por la experiencia sincera y temática. Por otro lado, cuando Carrión nos habla, por ejemplo, de un Vasconcelos, el tono ditirámbico le es natural y le sirve para liberar su espera ansiosa de renovación. Fervor que no le impide degustar, igualmente, la razón serena, el equilibrio distante y constante de un Francisco García Calderón. De los cuatro escritores cuyas obras y tendencias expone Carrión, –a saber: Vasconcelos, García Calderón, Ugarte y Arguedas– no podemos decir, precisamente, que se encuentran en los cuatro puntos cardinales del horizonte intelectual y del futuro de América. Ningún espíritu de antítesis ni de simetría ha guiado al autor en esta selección. Es más, el noble placer de admirar está, sin duda, lejos de debilitar a este joven comentarista de ideas y de hechos ideológicos, y anuncia que su galería de bustos se extenderá a voluntad de sus descubrimientos y preferencias. Veremos en ella a sociólogos, hombres de Estado, filósofos, políticos; puede ser, incluso, a poetas, si resulta que hacen profesión de arte social y humanitario.


surtout des sociologues, des hommes d’Etat, des philosophes politiques, peut-ètre même des poètes s’il s’en trouve qui fassent surtout profession d’art social et humanitaire. S’il aime à croire et à espérer, il aime aussi à comprendre et à voir juste. Son enthousiasme légitime pour Vasconcelos, âme d’apôtre et de visionaire, esprit philosophique des plus inquiétants, ne contredit pas son attitude d’admiration devant la probité intellectuelle et le savoir de Francisco García Calderón, en même temps qu’un homme aux convictions voulues comme Ugarte lui semble, dans ses campagnes et ses discours avertisseurs, mieux qu’un propagandista bienfaisant, un observateur avisé et conscient des destinées d’un continent; de même que, avec Arguedas, il partage ce gout de l’àpre verité salubre, et reconnait le devoir primordial de s’attaquer aux problèmes indigènes avant de proclamer comme nôtres les constitutions idéales. M. Carrion est surtout sensible aux concordances profondes plutôt qu’aux dissemblances de ces quatre excellents esprits qu’il étudie avec prédilection. Dans sa préface, Gabriela Mistral, –esprit profond, poète puissant et vaste et, peut-être, le plus grand prosateur actuel en Amérique,– rend à chacun d’eux le plus pertinent, le plus persuasif des éloges, avec cette ample comprehension individuelle élargie par ces vues d’ensemble qui font d’elle une autorité magnanime. Jamais elle ne prend les choses par leur petit côté. Elle donne à tout une gravité prenante, et M. Carrion sent toute la noblesse d’une tâche encouragée et ratifiée par une telle conseillère. M. Carrion poursuivra la misión d’américanisme essentiel que’il s’est assignée et dont il se montre capable dès ce premier essai si méritoire. Son remarquable début dans les lettres permet de lui augurer tout le succès dont son beau talent est si digne sous tous les rapports.


Si él ama creer y esperar, él ama también comprender y ver. Su legítimo entusiasmo por Vasconcelos, alma de apóstol y visionario, espíritu filosófico de los más inquietantes, no contradice su actitud de admiración frente a la probidad intelectual y el saber de Francisco García Calderón; al mismo tiempo que un hombre de convicciones exigentes como Ugarte le parece, en sus campañas y advertencias, mejor que un propagandista bienhechor, un observador agudo y consciente de los destinos de un continente; lo mismo que, con Arguedas, comparte el gusto por la áspera y salubre verdad, y reconoce el deber primordial de combatir los problemas indígenas antes que proclamar como ideales a nuestras constituciones. Carrión es sensible, sobre todo, a las concordancias profundas más que a las diferencias de estos cuatro excelentes espíritus que estudia con predilección. En su prefacio, Gabriela Mistral –espíritu profundo, poeta potente y vasta y, quizás, el más grande prosista actual de América– con su amplia comprensión individual, ensanchada por su visión panorámica que hace de ella una autoridad magnánima, ofrece a cada uno de ellos el más pertinente y persuasivo de los elogios. Ella nunca toma las cosas por su lado estrecho. Ella da a todo una gravedad conmovedora y Carrión siente toda la nobleza de una tarea alentada y ratificada por semejante consejera. Carrión continuará con la misión del americanismo esencial que se ha asignado y en el cual se muestra capaz desde su primer ensayo, tan meritorio. Su notable estreno en las letras permite augurarle todo el éxito del cual su gran talento es digno, bajo todo concepto.

[Versión del francés, gentileza de Susana Salvador Crespo].


Ramón Gómez de la Serna∗

Breve silueta preliminar Ha habido una época en que Benjamín Carrión me ha inquietado con sus apariciones y desapariciones súbitas. Ya en una esquina de París, ya en una revuelta de Madrid, ya en un vico de Génova. Benjamín Carrión, con un arte diablesco, no me dejaba acertar en el primer momento de la sorpresa quién pudiera ser. Su aspecto españolísimo me hacía querer recordar, en qué aula de la Universidad madrileña habíamos sido condiscípulos. Despierto, como hombre atento a las músicas y perito en ellas, llevaba en los oídos todos los últimos momentos de la actualidad. Con él se podía hablar de todo y comenzar con cualquier alusión. Aunque en sus ojos se notaba la perforadora mirada de crítica, mezclaba tanta bondad a su mirar, que nos tranquilizábamos. Benjamín Carrión no confundiría ni involucraría. Si se pudiera decir de un escritor que tiene figura de crítico, cara de crítico, modales de crítico, modo de andar de crítico, eso se podría decir de Benjamín Carrión. Su gesto es de saber lo que es cada cosa, y se ve que se ha estado haciendo la “toilette” frente a cristales de librería, frente a todas las vitrinas de los libreros del mundo. ¿Pero [qué] es lo que tiene de extraordinario este crítico sagaz? Su posesión del estilo. Mesura el valor de los demás y la poética de cada obra porque es él un poeta. Dedicado a la jitanjáfora1, ese arabesco del estilo en que se logran los mayores hallazgos, es uno de los creadores y propulsores de ese género.

Ramón Gómez de la Serna. “Breve silueta preliminar”, prólogo a Mapa de América de Benjamín Carrión Madrid, Sociedad General Española de Librería, 1930, pp. 11-17. Ramón Gómez de la Serna (1888-1963). Escritor español. Creador de la greguería, pionero de las vanguardias en lengua española, hacia 1914 fundó la famosa tertulia del Café Pombo en Madrid. Luego de la Guerra Civil se radicó definitivamente en Buenos Aires. Dentro de su vasta obra registramos los siguientes libros: Ismos (1931), Retratos contemporáneos (1941) y Automoribundia (1948). 1 De unos versos de Mariano Brull, Alfonso Reyes escogió el vocablo ‘jitanjáfora’, para denominar unos juegos verbales, de que hace gala el primero en su libro Poemas en menguante, fácilmente emparentables con los realizados por Huidobro; citemos la mejor definición, realizada por el poeta cubano: “Solamente con la palabra así concebida podría intentarse el poema en que todo él fuera creación –goce demiúrgico-, plástica total de trasluces y trasmundos internamente musicalizada que llegara a alcanzar, acaso, el mayor grado de aproximación al estado de poesía pura. Ese poema imposible tendría que ser fundido en palabras recién creadas reminiscencias de sentido y sentires eternos, y sometido a ritmo en función de sus asociaciones inmanentes”. Mariano Brull. “Poesía, 1931”. Revista Bimestre Cubana, jul.-ago. 1931, vol. XXXVIII, pp. 22-23, citamos de la “Introducción” de Klaus Müller-Berg a Poesía reunida de Mariano Brull, Madrid, Cátedra, 2000, p. 58. (Letras Hispánicas; 504).


La jitanjáfora, que dice y no dice, sabe qué aire tiene estilo y qué combinación de palabras tiene alma. Tañedor de jitanjáforas, Benjamín Carrión conoce como un concertista refinado del valor de las palabras en los libros, y por eso acierta tan lindamente cuando distingue a unas poetisas de otras y sabe lo que es joya de cada una y qué venilla oculta es la que palpita más en la composición. Si sabe acertar tan rotundamente en lo que es delicado y profundo en la obra de Teresa de la Parra, se lo debe a que sabe hasta dónde es algo más que apariencia el verbo que se emplea. Por su preparación para comprender, por su sutileza para medir, destaca los valores más verdaderos de América, y no se deja llevar por los que están en los diplomas oficiales. Arraiga el mapa del espíritu americano porque ha sabido elegir, y todos los escritores contenidos en este volumen prueban en las críticas de Benjamín Carrión su preeminencia, su intrincada originalidad, su destacarse por comparación. Haber sabido ver a ese vizconde Lascano Tegui, que se disimula entre desplantes llenos de grandeza, es tener muy seguros los ojos. Lascano Tegui es un criollo generoso que bautiza los días con la frase que les va mejor y es, además, el alegre profeta de las noches y sabe amanecer sin mirada temerosa al nuevo día. Ve lo que en todos esos hombres nuevos, que tienen silueta de alcor, hay de tenebroso desfiladero de razas. Todos los autores de que trata en este libro quedan situados con pleno sentido, y ha caracterizado a los autores americanos, adscribiéndoles cualidades más que sanos adjetivos. Busca las cuatro fórmulas convincentes de cada autor, y quedan probados los talentos. No es su crítica la crítica difusa y por cumplir, sino la crítica fértil, que sitúa capitanes en las crestas americanas. Viaje por los poetas es éste, viaje por el mapa de América de Benjamín Carrión. El cartógrafo está en El Havre, y en aquella resonancia de puertos, consulados y excursiones va puliendo los sonetos de sus críticas. De vez en cuando vuelve a París –los sábados a París–, y allí comprueba el panorama de sus críticas para que el mapa cumpla bien su parangón de escalas. Benjamín Carrión no da un grito, no se excede en las conversaciones: lleva siempre cara de alegría cesurada y hay en toda su figura una cosa de lápiz vivo, de punta muy afilada, de mina muy negra y blanda, que va tomando apuntes en los cuadernos interiores. Como final de esta silueta breve y preliminar, recalcaré la imagen del lápiz ágil, humanado, aguzadísimo, apuntador de jitanjáforas y psicologías.

Madrid, octubre 1930.


Eduardo Caballero Calderón∗

Media hora con Benjamín Carrión

Ramón Gómez de la Serna –que ahora pasea por las Diagonales de Buenos Aires sus miradas curiosas de niño ingenuo– hace esta pintura del actual ministro del Ecuador en Colombia: “Si se pudiera decir de un escritor que tiene figura de crítico, modales de crítico, modo de andar de crítico, eso se podría decir de Benjamín Carrión”. Pero sea porque Gómez de la Serna tiene una idea muy poco suramericana de los críticos o porque los críticos han sido con él extraordinariamente benévolos, es lo cierto que Benjamín Carrión tiene más de cualquier otra cosa que de tal, y que semejante afirmación es un poco absurda. El crítico es para nosotros un ser acartonado y seco como un prejuicio gramatical; un hombre docto y erudito que mira al mundo asomado a la ventana de un cuello de pajarita; un dómine “que tiene predilección por cierta clase de obras” –según dice Baroja– y que, como diríamos nosotros, quiere imponer esa predilección a los demás. Y esto ocurre con más frecuencia en Suramérica, donde todos somos más ingenuos que en cualquiera otra parte del mundo. Pues bien: Carrión no es eso, ni física ni espiritualmente; ni en sus modales ni en sus libros. Su aspecto exterior es el de un muchacho fuerte y sincero, que inspira confianza porque cuando se está con él, él voluntariamente se olvida de que es un ministro diplomático, un grande escritor y un buen crítico, y se allana sin esfuerzos a conversar con amigos en un plano terrestre. –Yo no sé qué haría, me dice, si se me quitara el placer del diálogo. Cuando precisamente el seudo-crítico nuestro es el hombre que no puede prescindir del monólogo, ni sabe descender de la cátedra para dialogar con los alumnos. En cambio este muchacho que no tiene cara de ministro (porque hay que saber lo que este título alcanza a deformar la naturaleza de un hombre “en estos países democráticos en donde el ansia de blasones es más pronunciada que en las monarquías”, según dice Carrión en alguno de sus libros); este ministro que se ha conservado maravillosamente joven y humano, se aviene a decir cosas como esta: –En Suramérica existe, entre los literatos una fuerte dosis de megalomanía… Agréguele usted a esa megalomanía una porción de desprecio infinito por todo lo que no sea ellos mismos; póngale un alto porcentaje de ignorancia respecto a sus coterráneos y a sus valores actuales del continente; súmele un espíritu profundamente sugestionable, y se explicará usted por qué yo, que conozco a muchos hombres en mis ∗

Eduardo Caballero Calderón. “Media hora con Benjamín Carrión”. El Tiempo. Bogotá. 12 jun.1938. Eduardo Caballero Calderón (1910-1993). Escritor, periodista y diplomático colombiano. Colaboró en los dos más importantes rotativos de su país El Espectador y El Tiempo, en donde se destacó por su prosa ágil, la temática que hizo extensiva a sus novelas el mestizaje, la violencia y la vida campesina de su tierra. Obras: Latinoamérica, un mundo por hacer (1944), Ancha es Castilla (1950), El Cristo de espaldas (1952), El buen salvaje (1966) y Bolívar, una historia que parece un cuento (1983).


andanzas por el mundo, me he ido encontrando a todo lo largo y a todo lo ancho de Suramérica, en cada uno de sus países, “al primer poeta, o al primer novelista, o al primer cerebro del continente”. Hubo época en que simultáneamente el primer novelista de América eran Rómulo Gallegos, Díez-Canseco, José Eustasio Rivera, Domingo Melfi, Euclides D’Acunha y qué se yo quién más. Pero no es eso sólo. Le decía a usted enantes que el escritor suramericano es sugestionable, y voy a probárselo echando mano de mi experiencia de trotamundos. Si habrá observado usted que cuando aparece en Europa un grande espíritu, un brillante escritor, un artista que marca nuevos rumbos a la literatura de su patria, instantáneamente tiene en América una repercusión formidable. Es el caso de Proust, que creó toda una falange de introspectivos suramericanos a raíz de la guerra europea; el de Ortega y Gasset, que nos volvió ensayistas trascendentales; el de García Lorca, que nos puso a escribir romances desde la península de La Florida hasta el Cabo de Hornos; como ya sucediera con Bernard Shaw, que nos intoxicó de paradojas por muchos años, o como está sucediendo ahora con la llamada literatura de vanguardia, que nos ha traído un vocabulario exótico y nos ha obligado a escribir en nombre de una gleba propia a la cual le hemos acomodado artificialmente una sicología de proletariado ruso y una arquitectura de frente popular. –¿Cómo así? –Porque, le diré, el indio nuestro no ha sido nunca comunista. En mi libro titulado Atahuallpa yo sostengo la tesis de que el indígena americano perteneciente a las tres grandes razas autóctonas que segó la conquista española, tenía un concepto jerárquico de la humanidad, una idea imperialista del estado y un sentimiento patriarcal de la familia. De manera que tal vez los conceptos, los sentimientos y las ideas que les acomodamos los escritores con un fin político muy loable, es verdad, pero ante todo para hacer una literatura de acuerdo con las circunstancias universales, bien pueden ser falsos desde el punto de vista no de la literatura sino de la psicología. Y me permito sugerirle que piense usted por un momento en lo que sería la influencia de la revolución proletaria en América si en vez de en Rusia hubiera estallado en Francia. Rusia nos queda demasiado lejos, y nosotros no sabemos el ruso. De ahí que sea más fuerte entre nosotros la influencia de Barbusse, o la del primer Gide, que la del mismo Lenin. Y si amamos tanto a Dostoievski, que es un autor pre-revolucionario e individualista, es sencillamente porque… porque es ruso, y ahora nos ha dado por Rusia. –Antes de que se me desvíe usted por ese lado, y antes de que me olvide, quiero que usted me aclare un poco más su pensamiento sobre las características de la literatura suramericana. Decía usted que somos influenciables, y que al propio tiempo somos megalómanos: que estamos influenciados de Europa, pero que no reconocemos, sin embargo, maestros y superioridades… –Pregúntele usted a un escritor de cualquiera de nuestros países, y que sea escritor de romances criollos como García Lorca, si es un imitador del grande artista español, y él le dirá que no, que él no imita a nadie, que él (como única concesión) pertenece a la grande escuela de Lope. Pregúntele, si es escritor de novelas, por qué imita a Proust, y él le dirá que no se le ha pasado por la mente semejante cosa: que, si acaso, reconoce como compañero a James Joyce, con quien su espíritu tiene profundas concomitancias. Pero al James Joyce de un libro que usted no debe haber leído… Llega


a tal extremo esta peculiar manera de ser nosotros, que si usted le habla a un literato suramericano de algún buen libro extranjero, el literato le responde, para dejarlo turulato: –¿Dice usted que le gustó ese libro? No, mi querido amigo: ese libro ya no vale gran cosa. El que sí tiene un positivo valor es el último que acaba de publicar ese autor, y que posiblemente usted no conoce porque en este país sólo lo tengo yo. Porque el perfecto hombre de letras suramericano debe estar en la obligación de conocer libros extranjeros que usted, si no es hombre de letras, no puede conocer. Y lo más curioso es que esa erudición de características psicológicas exclusivamente suramericanas, no comprende la literatura del continente, a la que por lo general se le concede muy escasa importancia. Tan escasa, que usted, que no tendría rubor al confesar entre los escritores que no ha leído Don Segundo Sombra, o Martín Fierro, o la María, en cambio por nada en el mundo se atrevería a decirles que desconoce a Marcel Proust, a James Joyce, a Bernard Shaw o a André Gide. No sólo diría así como así que los ha leído alguna vez, sino que se ha devorado de “pe” a “pa”, todas y cada una de sus obras. –Está muy bien, ministro. Pero si todo eso que usted me ha dicho con una franqueza que tiene un doble valor, puesto que usted es un crítico y un escritor, es de esa manera; si en Suramérica los escritores son seres sin nacionalidad intelectual, sin patria literaria, sin arraigo en la propia tierra; si se evaden continuamente hacia una Europa que los atrae, los polariza y los imanta como a virutas de acero, entonces qué valor real puede tener nuestra literatura? –Por la técnica y por la forma, ella puede considerarse extranjera; pero por el paisaje que pinta y por la emoción que refleja, es vernácula. Lo que vale en verdad en la literatura hispanoamericana moderna es la oscura rebeldía popular que se trasluce en sus páginas. Es su contenido, que aspira a ser popular y humano sobre todas las cosas, y que algún día podrá serlo. Mientras la literatura no exprese una realidad de ese género y no traduzca una emoción de esa clase, se convierte en un simple verbalismo artificial, en un chisporroteo de imágenes que no llega hasta el pueblo, porque no le interesa. Yo imagino que todos los escritores, tanto en el norte como en el sur del continente, somos, al escribir, presas fáciles de una influencia subconsciente que nos fuerza a hacer obra en el sentido popular, que es, por otra parte, el único sentido que debe tener toda obra de arte. Casi la totalidad de los intelectuales de Norte y de Suramérica, por lo menos los que más valen, son de izquierda, y eso ocurre en Europa, porque la literatura como expresión de una realidad humana y popular, no puede sustraerse a la poderosa influencia de las tendencias sociales que hoy se disputan el dominio del mundo. Aun aquellos escritores que, por especiales condiciones de fortuna, o de nacimiento, o de raza, pertenecen a un medio social al que no llegan fácilmente el grito de los dolores, las angustias y los deseos de los de abajo, se ven arrastrados por esa influencia, entre otras cosas porque –si se emancipan de ella– no encontrarán lectores. El escritor quiere que lo lean, porque el hombre siempre escribe en presencia del público, como en un diálogo; y para que lo lean, tiene que ser popular. Le voy a contar el caso de Díez-Canseco, de quien fui muy amigo. Díez-Canseco pertenece, por ambas ramas, a las familias más distinguidas del Perú, y es primo –como él dice– de las muchachas más bellas y mejor nacidas de Lima. Por su figura arrogante, por su humor ligero, por su simpatía y su preeminencia en el círculo de sus amistades sociales. Pepe podría haber sido un insuperable novelista de moda; pero él –que es


amigo de Haya de la Torre, pero no de su clan político– no puede traicionar su íntima naturaleza de escritor, y escribe como un hombre de izquierda. La muchachada intelectual ecuatoriana, en la que se encuentran actualmente valores muy notables, es también de extracción media o alta, pero casi nunca popular. Y ocurre a causa de esa flagrante disimilitud que se observa entre su literatura áspera y humana, y sus figuras, vestidos y ademanes de señoritos “bien”, que quien lee sus libros no puede formarse una idea cabal de los autores. Tampoco por los autores podría formarse una idea exacta de lo que son sus libros. Alguien me decía, en París, que tenía una grande admiración por X y que desearía vivamente conocerle pues al través de sus obras se representaba a un tipo tosco y violento, forjado a hachazos en la floresta del trópico. Pero resulta que X es un muchacho bien vestido, de manos blancas y de maneras irreprochables, que no ha sufrido nunca un destierro, ni una persecución, ni una injusticia; que trabaja desde hace muchos en una oficina del Estado de donde no ha sido depuesto por ninguno de los gobiernos que se han sucedido en el poder, y que no tiene el menor aspecto de “leader”… –Nuestra literatura, pues, debe tener una intención social… –Y la tiene, como ya se lo he dicho. Es una cuestión del ambiente. Aunque quiero advertirle una cosa, que siempre me ha llamado profundamente la atención, y es ésta: La literatura de un género rebelde sólo puede nacer en un medio hostil, en los albores de una revolución. Vea usted cómo ha descendido perpendicularmente el nivel de la literatura rusa, una vez pasado el golpe de Lenin. Entre el autor de La guerra y la paz y el moderno autor de Cemento, hay un abismo. Y la misma cosa ocurre en México, donde en la actualidad no se produce cosa que valga la pena. Yo me explico esto por lo que le he dicho respecto a la esencia de la literatura como expresión popular de sentimientos oscuros que no pueden revelarse ni rebelarse. En México, por ejemplo, Pellicer ya no produce nada… Y ahora recuerdo una anécdota de Pellicer, el hombre trashumante por excelencia. Él nos había dicho en París –donde vivía con estrechez para poder hacer ahorros y lanzarse a viajar– que pensaba escribir una grande Oda sobre Bolívar, que representaba la más empinada cima de América. Adoraba la imagen de Bolívar, y tenía siempre su nombre colgado de los labios. Un día cualquiera se fue a Italia, e inició un peregrinaje por la provincia de Umbría para seguir sobre el paisaje la trayectoria del pobrecito de Asís. Se empapó entonces de la literatura franciscana y en su corazón, antes lleno del Héroe, ahora sólo había sitio para el Santo. Y le puso a Gabriela Mistral un despacho, que decía: “Ya no me importa Bolívar”. Y, en verdad, todos somos así; viajeros del espíritu… Viajeros que no han encontrado su verdad. Carrión ya lo había dicho bellamente en la portada de su libro Los creadores de la nueva América.

Somos unos en América, y estamos sin embargo tan lejanos todos. Las fronteras políticas –que no tienen razón– se van haciendo, cada vez más hondamente, fronteras visuales y auditivas. No nos vemos ni oímos los unos a los otros… Mas, existe una clara verdad: en cada país, la voz más alta quiere la unidad continental, quiere la marcha unánime de todos nuestros pueblos, a la conquista de su ideal idéntico.


César Dávila Andrade∗

Benjamín Carrión. El nuevo relato ecuatoriano Benjamín Carrión, el joven maestro de letras, ecuatoriano y universal, fecundo crítico literario y suscitador de vocaciones líricas, autor del volumen Mapa de América y creador de la famosa biografía novelada y reconstrucción histórica Atahuallpa, nos ofrece en su actual libro El nuevo relato ecuatoriano, un caudaloso balance de la obra, los fervores y las proyecciones de un nutrido grupo de relatistas, novelistas y cronistas mayores, a quienes él ayudó a romper la tremenda corteza patria, en medio de un gran clamor sonriente y justiciero, entusiasta y auspiciador. Fue el primer impulsador y comentador de la irrupción realista del equipo de escritores ecuatorianos que voltearon la campana del escándalo literario en Hispanoamérica. La obra que comentamos, en sus cuatrocientas páginas interpretativas, nos presenta este inusitado movimiento de arte y vida que es el enérgico récord del novelista ecuatoriano. Desde la tumultuosa ola de escándalo que desencadenaran los primeros relatos y las iniciales novelas del movimiento estudiado, hasta los logros estéticos de última fecha, aparecen en este gran libro de consulta y contemplación, presentados con un estilo de maravilloso ágape mental, de convite dirigido a la sensibilidad, al recuerdo, a la inteligencia de los lectores. Grandes frisos, a veces llameantes de vida y dolor, como en el estudio dedicado a Pablo Palacio, recorren la inmensa estructura de este libro escrito desde la cumbre de una vida llena de serenidad y de amor a la sabiduría plástica de la vida humana y sus realizaciones. Y es que la fe y la simpatía, el dolor emocionado y la certera vislumbre, cualidades esenciales de la obra, fueron practicadas y obtenidas por Benjamín Carrión a través de treinta años de continuo ejercicio de diálogo, de convivencia y de constructiva polémica con todos o casi todos los escritores que desfilan por las páginas de la obra. Así, Pablo Palacio, el gran autor de Vida del ahorcado, pasa con su cohorte de personajes y su plumaje alucinante de síntomas profundos. Hombre extraño y relatista extraordinario, tal vez genial, electrizado por el submundo y paralizado por las fuerzas destructoras que se aposentan en las médulas predestinadas de los monstruos y los dioses. José de la Cuadra, el gran cuentista de América India, conversa con Carrión: dialoga sobre la vida, sobre el arte, sobre las dificultades expresivas; sobre las escabrosidades del heroico oficio de escritor. La silueta trunca y dolorosa de Joaquín Gallegos Lara, el gran deforme de alma integérrima, a despecho de su tortuoso y pequeño cuerpo de mártir oscuro, pero nunca resentido ni rencoroso, aparece diciéndole a Carrión frases extraordinarias, en las que se revela el alma del escritor que más ha padecido entre nosotros.

César Dávila Andrade. “Benjamín Carrión. El nuevo relato ecuatoriano”. Revista Shell. Caracas. año 1. n. 1. ene. 1952. p. 47. César Dávila Andrade (1918-1967). Poeta y narrador ecuatoriano. Su obra ha tenido amplia influencia en la producción poética ecuatoriana. Obras: Espacio me has vencido (1946), Trece relatos (1955), Catedral salvaje (1951), Boletín y elegía de las mitas (1959), Obras completas (1984) Poesía, narrativa, ensayo (1993), Obra poética (2007), estos tres últimos recopilados y editados por Jorge Dávila Vásquez. Cabeza de gallo, Fray Vicente Solano: el combatiente solitario. El Cuaderno “A pie de página” siguiente lo dedicaremos a su obra, en complicidad de una encantadora admiradora suya.


En alguna parte del profuso y suscitador volumen, Benjamín Carrión nos dice: “Por ser éste, más que un estudio crítico, un itinerario de emociones que no se ciñe a la cronología…” Es verdad. El autor de El nuevo relato ecuatoriano se mueve a través de su obra, con la soltura y la certeza del viejo propietario de un palacio, entre cuya fronda estática y sin embargo viva, pudieran resucitar las más lejanas reverberaciones que acompañaron a la formación del edificio. El profundo sentimiento de interpretación, de convivencia lírica, de vigilancia, presentimiento y enlace; la íntima sapiencia de las vidas de los escritores, de los materiales, de los motivos, y de los secretos del oficio, junto con la visión extrema de los ideales definitivos, todo este maravilloso remolino de fuerzas y de seres, ha terminado por entregar a Carrión las llaves del discernimiento y el juicio estético y vitales del grupo de relatistas y novelistas que estudia, armándole así, como a ninguno, de maestro de letras e intérprete literario. La obra se halla dividida en tres grandes partes: “Síntomas e influencias”; “Los que vinieron”; y “Ensayo de interpretación”. En la primera parte, desarrollada en nueve fecundos y disciplinados capítulos, nos da una imagen del mundo literario que rodeó, precedió e influyó sobre el fenómeno artístico ecuatoriano. En la segunda, nos presenta el torrente vuelto hacia la geometría del análisis y bajo la auspiciosa luz del comentario estimulante; o sea, aparece el nutrido equipo de cultivadores y trabajadores del relato y la novela. Desde José de la Cuadra y Leopoldo Benites Vinueza, hasta Adalberto Ortiz, Pedro Jorge Vera y Arturo Montesinos Malo. Desde la novela indigenista modelada por primera vez entre nosotros por Fernando Chaves, hasta el cuento extraordinario, casi abstracto, lúcido y humorista de Pablo Palacio, el alucinado de piedra. Desde la novelística de Humberto Salvador, que es casi pasión de gran solitario, hasta la crónica relatística y rememorante de Hugo Alemán, espejo leal de amigos y sucesos. La tercera parte hace honor a su título: “Ensayo de interpretación”. Se trata de un extraordinario estudio que abarca desde la situación de la novela en el tiempo y en el ámbito de la necesidad humana, hasta el último problema técnico del monólogo y la tipificación. El poder de síntesis de Carrión, su omniabarcante cultura, su inquietud irrefrenable para todas las disciplinas y los acontecimientos del saber y el sentir humanos, se hacen palpables, con una amable condición de estilo personalísimo en el que se le oye conversar, inagotablemente, con ese su don de comunicación en el que todo un universo de sustancias adquiere la sencillez de un paraje familiar, lleno de luz. Se anuncia en una solapa del gran libro que a este primer tomo, seguirá una selección de fragmentos y de relatos, realizada por el mismo crítico, con miras a dar una visión antológica del Ecuador literario contemporáneo. Esperamos ansiosos esta nueva entrega editorial de la Casa de la Cultura Ecuatoriana.


Germán Arciniegas∗

Un imaginero quiteño

El último libro de Benjamín Carrión está puesto bajo el signo de San Miguel de Unamuno. Allí mismo anuncia dos más: el consagrado a Santa Gabriela Mistral, y el que titulará “San José Carlos Mariátegui”. La necesidad de presentar con su nombre y apellido a los “santos del espíritu” se explica un poco por lo que a Unamuno, sobre todo, se refiere. Así lo dio a entender Antonio Machado cuando escribió: “Decía Juan de Mairena que algún día tendríamos que consagrar España al Arcángel San Miguel, tantos eran ya sus Migueles ilustres y representativos: Miguel Servet, Miguel de Cervantes, Miguel de Molinos y Miguel de Unamuno”. De no haber dicho “San Miguel de Unamuno”, Carrión habría tenido que decir “San Don Miguel”. Benjamín Carrión tiene ese extraño arte de los imagineros quiteños de trabajar con infinito amor los santos de su devoción. Ha convertido en una vocación literaria lo que él llama “este caminar mío de buscador de filones humanos ocultos”. Podría hacer grandes obras de creación personal, podría multiplicar lo que ya hizo en su biografía de Atahuallpa: trazar ambiciosos cuadros de la vida americana. Pero ha preferido hablar mucho de los otros, hacer libros en donde su finísima cultura de gran lector se trueque en generosidad para publicar méritos ajenos. En este sentido, su obra es una lección. Es un ejemplo para toda nuestra América. Uno de los lastres que no dejan sacar a flote nuestros valores literarios es la falta de sentido de grupo, el recelo del vecino, el pesar del bien ajeno. Por lo general nos inclinamos a extender créditos excesivos de benevolencia para todos los escritores europeos, y apenas si nos dignamos leer a los nuestros. Uno de los más grandes en las letras castellanas como Tomás Carrasquilla, nace, vive y muere en Antioquia de Colombia sin que allí nadie se preocupe por que se le conozca. Cuando Carrasquilla vivía, los periódicos de Bogotá se hacían lenguas poniendo por las cumbres figuras como Ricardo León o cualquiera otro de méritos evidentes, pero de segundo orden al lado del nuestro por la riqueza idiomática, la finura del estilo, la originalidad. Ahora mismo, falta en nuestra América esa cohesión cordial, ese sentido de grupo, esa confianza en lo que se produce en casa. Carrión es un ejemplo de cómo deberíamos comportarnos frente a nuestros propios valores. Y es un ejemplo feliz, porque tiene cultura universal. No se reduce a Gabriela la chilena y José Carlos el peruano, sino que los coloca en su retablo al lado de Miguel el de Salamanca. Y habiendo escrito quizás más que ninguno otro de sus contemporáneos sobre los ecuatorianos, vuelve los ojos a Carlos Pellicer y a José ∗

Germán Arciniegas. “Un imaginero quiteño”. Letras del Ecuador. año 10. n. 96-99. Quito. jul.-oct. 1954. p. 26. Germán Arciniegas (1900-1999). Ensayista, periodista y diplomático colombiano. Carrión dijo de él: “Porque este tal Arciniegas nos ha inaugurado un modo de ensayo corto, no pastilla, para fácil y agradable lectura de las gentes. Que no excluye, antes bien predispone, para el libro grande, pero nunca pesado”. La patria en tono menor, ensayos escogidos, prólogo, selección y edición de Gustavo Salazar, México, Casa de la Cultura Ecuatoriana-Fondo de Cultura Económica, 2001. p. 196. Obras: América tierra firme (1937), Entre la libertad y el miedo (1952), El continente de los siete colores (1965).


Vasconcelos, porque México está dentro de su mapa con el mismo derecho que el propio Ecuador. En los Estados Unidos, se ha facilitado en estos años el conocimiento de la poesía y del cuento ecuatorianos por dos obras fundamentales de Carrión: su Índice de la poesía ecuatoriana contemporánea y sus dos volúmenes de El nuevo relato ecuatoriano. No tenemos que hacernos ilusiones creyendo que todos los escritores de nuestra América tienen posibilidades de resonancia universal. La mezquindad en que nos movemos ha hecho que haya encogimiento en lo que se produce, que no se escriba sino con intención parroquial. Carrión ha sido en Quito uno de los pocos que hasta con sentido práctico, ha modificado esta observación. Su labor al frente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, o en Letras del Ecuador, hace que los escritores de su patria no se sientan fuera del comercio universal. Y en esto, el Ecuador ha sabido comportarse admirablemente. Todo el “Grupo América”, todos los autores del relato ecuatoriano han despertado interés universal. Más dilatada sería su importancia, claro está, si nuestra América estuviera alerta a la justa valoración de sus hijos. El San Miguel de Unamuno, de Carrión no es, como podría imaginarse, un libro sólo sobre Unamuno. En las mismas páginas dedicadas a él alterna constante Gabriela Mistral. Pero luego hay capítulos extensos sobre Juan Montalvo, sobre la vida y la cultura del Ecuador, sobre José Díez-Canseco, sobre Carlos Pellicer. Y sobre todo uno sobre el pintor Oswaldo Guayasamín, el pintor ecuatoriano que tanto ha intrigado en los últimos tiempos, y que Carrión analiza con ese arte de filigrana y greguería que llena de aciertos su prosa, pero sobre todo con su fondo gigantesco de buena cultura europea para situar al ecuatoriano dentro del panorama universal. De paso habría que agregar que hasta el momento Carrión no anuncia santo ecuatoriano, pero sí un gran diablo: García Moreno. Sumados los libros de Carrión sobre sus compañeros de letras del Ecuador queda pintada su propia estampa: la del escritor generoso. Esto, en literatura, es lo que puede llamarse una obra ejemplar.


Mariano Picón-Salas∗

Testimonio de Gabriela

Entre los mejores testimonios biográficos sobre Gabriela Mistral, ahora que estamos llorando su partida, contará el reciente libro de Benjamín Carrión –el gran escritor ecuatoriano– que he leído como si fuera el epitafio acabado de escribir. Se llama Santa Gabriela Mistral como si Carrión quisiera expresar en el título que Gabriela fue mucho más que un poeta, una personalidad moral, un alma que irradiaba enseñanza y destino. En presencia de Gabriela nadie podía estar espiritualmente inactivo; era preciso compartir su perplejidad, sufrir o aceptar su problemática, seguirla, discutir o pelear con ella. Acompañaban siempre a Gabriela por esa fuerza y mensaje que emanaba de su persona, numerosos hombres y mujeres. En todas partes donde estuvo ejerció una especie de Ministerio moral de América que no tenía otro poder y otra sanción que la de su limpia y justiciera sinceridad. Como en Tagore y en Selma Lagerlöf, la Poesía fue para ella una especie de Pedagogía superior y totalizadora. Con un poco de sarcasmo un escritor chileno la comparó por su intuitivo don de mando, por su capacidad para hacerse seguidores y prosélitos con un “toqui” araucano, con aquellos jefes indígenas que conducían sus gentes entre los bosques de lanzas españolas. Otro decía que Gabriela era de aquellos seres que, como los profetas de la Biblia, pretenden hablar con Dios sin hacerse anunciar por porteros e intermediarios. Pero su liderato se ejercía en un clima de admirable sencillez y espiritualidad. Oyéndola hablar como sacerdotisa de una peculiar religión indo-americana, como extraordinaria narradora de cuentos y consejas ancestrales parecía que hubiera grabado el mapa de América en su corazón. Y nadie –después de Martí– escribió páginas de una Geografía caminada en las landas heladas de Patagonia, en los desiertos del Norte de Chile, en las húmedas colonias de Puerto Rico, en la altiplanicie mexicana. Desde el famoso prólogo que dedicó a Desolación en 1923 tan fino artista como Pedro Prado siempre se destacó en Gabriela este valor intrínseco del ser –tan importante como su “vis” poética– que explica la enorme influencia que ejerció entre todas las gentes que la trataron. “Llegará recogido el cabello, lento el paso, el andar meciéndose en un dulce y grave ritmo” le decía Pedro Prado en aquel retrato todavía juvenil. Y agregaba que Gabriela como ninguna otra mujer tenía “la boca rasgada por el dolor” y se le reconocía en todas partes “por la nobleza que despierta”. “Por donde pasa ablanda los duros terrones y hace germinar las semillas ocultas que aguardan”. A esa personalidad que completa en dimensión humana la del artista, es a lo que mejor alude Carrión en su lograda biografía. Doctora entre los hombres como si su ciencia infusa ∗

Mariano Picón-Salas. “Testimonio de Gabriela”. Obras selectas. 2ª ed. Madrid – Caracas, Ediciones Edime, 1962. pp. 673-675. Mariano Picón Salas (1901-1965). Ensayista y crítico literario venezolano, sus estudios académicos los concluyó en Chile, en donde fue profesor de historia hasta 1936, año en que retornó a su tierra natal, fundó la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central de Venezuela y posteriormente presidió el Instituto Nacional de Bellas Artes. Al referirse a él, Carrión dijo: “Mariano Picón Salas es, con certidumbre y validez, el tipo actual de ensayista de nuestra América. Interrogador premioso de nuestras realidades de pueblos y de hombres” La patria en tono menor (Edición citada p. 206); publicó entre otros títulos: De la conquista a la independencia (1944) y Los días de Cipriano Castro (1953).


acendrara toda una inmensa tradición de pueblo y como si sus metáforas tan expresivas, tan empapadas a veces de lenguaje directo y de sangre, las recogiera como frutos y zarzas de la tierra que hollaban sus plantas. En ella el sentimiento parecía más fuerte que la palabra, y como Unamuno y Santa Teresa –con quienes a veces la compara Carrión– no le importaba romper la melodía de un verso para dispararnos, transida, la tensión ardiente de su alma. Casi sería feroz como en Los sonetos de la muerte si su pasión no trascendiera de religiosidad y anhelo metafísico. Fue casta y ardiente, y habló a veces entre la espuma de las revelaciones, como todas las Sibilas. Qué es lo que ella significa en casi cuarenta años de historia de la conciencia y la sensibilidad hispano-americana, es lo que quiere definir Carrión en su excelente biografía. Como otros jóvenes de América que en la fecunda década del 1920-1930 trataron a Gabriela, el escritor ecuatoriano fue su habitual contertulio, y el eco cotidiano de aquella intimidad, el halo de energía espiritual que iluminaba todos los actos y actitudes de Gabriela, está recogido en estos recuerdos. Gabriela, mujer y madre de todos los niños del mundo, encendida de justicia por todo lo que en nuestra América la pide a voces, y metida en la aventura humana de aquellos años –¡parecen ya tan trágicamente distantes!– en que la Utopía de la Sociedad de las Naciones, de un socialismo humanizado y de una cultura universal ascendente, prometían asegurarnos un mundo más feliz. Era antes del nazismo y de la Segunda Guerra Mundial y la maestra chilena después de enseñar en México y conocer la esperanzada experiencia mexicana, aleccionaba para el trabajo espiritual en el Nuevo Mundo a un numeroso grupo de estudiantes y aprendices de escritores hispano-americanos. Donde no llegaba su palabra iban sus cartas, con aquella letra gruesa, escritas a veces a lápiz, con la sencillez de un recado de familia, alternativamente cariñosas o regañosas, para celebrar un primer libro, censurar una injusticia, estimular una buena acción. Como si no hubiera dejado de ser maestra, Gabriela Mistral compartía el pan y pasaba la lista de sus jóvenes visitantes. Para cada uno en México, en Cuba, en Chile, en Ecuador, quería señalar una tarea. Se trataba, nada menos, que de defender frente al divisionismo político del mundo hispano-americano, un legado espiritual y moral común, una herencia de cultura y aspiración de justicia que tenía validez para todo el continente. El fuego contagioso y la pasión creadora de esta mujer parecían convencer a los hombres más ariscos. Y es que Gabriela fue –y hay que agradecer a Benjamín Carrión que nos lo recuerde– un momento y expresión única de la sensibilidad y la conciencia hispanoamericana. No sólo sus poemas después de los excesos preciosistas del modernismo aportaban a la lírica de nuestro idioma un desgarrado vigor auténtico, un testimonio existencial como no había sido frecuente desde el lejano tiempo de los místicos, sino su obra literaria –venciendo el erotismo y sentimentalismo ingenuo de la anterior poesía femenina– iba a la conquista de un nuevo horizonte humano. Al mundo decorativo de los modernistas oponía otra que tenía su raíz en la Biblia y en los grandes mitos prometeicos, poesía en que su angustia y frustración de mujer no lloriquea porque prefiere rebelarse o salir en cruzada de autenticidad. Como en los grandes poetas primitivos, creadores y augures de civilizaciones, forjadores de la conciencia moral, el Arte no fue para ella ocio decadente o fuga del mundo, sino aceptación de un compromiso trágico con la vida. Al llamarla “santa” Benjamín Carrión alude al mito maternal que siempre se asoció a su nombre; el austero combate, belleza y esperanza que nos enseña ejemplarmente su poesía.


Enrique Anderson Imbert∗

El pensamiento vivo de Montalvo Desde hace muchos años se viene publicando, en diferentes lenguas y con diferentes sellos editoriales, una “biblioteca del pensamiento vivo”. Consiste en que un escritor de hoy seleccione de un escritor de ayer aquellas páginas de más vigencia; y para que tal rescate sea eficaz, se procura que entre ambos haya afinidad. En cada país la editorial a cargo de la colección, además de traducir lo hecho en otras partes, continúa la serie internacional con sus propias contribuciones nacionales. Así, para Hispanoamérica, la Editorial Losada ha agregado volúmenes sobre el pensamiento vivo de Bello, Bolívar, Ameghino, San Martín, Moreno, Varona, Rodó, Sarmiento y otros. La última entrega es el Montalvo de Carrión. Sin duda, se da aquí la deseada afinidad entre el escritor que presenta y el escritor presentado. Benjamín Carrión, notable ensayista ecuatoriano, es quien escoge ensayos de Juan Montalvo, figura principalísima de la literatura del Ecuador. Así como Montalvo luchó con su pluma contra las fuerzas despóticas de su tiempo, Carrión es en nuestros días un crítico también preocupado por la dignidad humana y el mejoramiento democrático de su país. Se explica, pues, que el núcleo de pensamiento vivo que Carrión extrae de la extensa obra de Montalvo sea más bien polémico, de tema moral, religioso y político. En su improvisado prólogo nos va diciendo –entre digresión y digresión– qué es lo que encuentra de actual en Montalvo: “El secreto montalvino está en su capacidad de unir la ira y el desdén”; en “haber producido, a fuerza de exaltación de la obra de los hombres libres en las edades ilustres, un clima de heroicidad libertaria en las juventudes de su tiempo y, en especial, de su país”. Pero Carrión, después de salvar ese pensamiento vivo –la apasionada denuncia de toda forma de tiranía–, se siente obligado a juzgarlo a la luz de sus propias ideas socialistas, y para ello salta fuera de la obra de Montalvo: “Un aspecto singular de la obra escrita de Montalvo… nos ofrece la circunstancia de omitir plática o referencia sobre la inquietud social naciente y creciente en el mundo occidental…”; “Montalvo no se interesó en las luchas sociales que, precisamente, nacieron con su nuevo contenido filosófico, científico y económico desde la presencia, en el panorama contemporáneo, de Marx y Engels”. Con esta actitud, más política que literaria, Carrión deja de lado, en su antología, actividades importantes de la compleja personalidad de Montalvo. Sin duda, Montalvo insultó (y Carrión, como Unamuno sobreestima el vigor artístico de esos insultos). Insultó a malos gobernantes y a malos sacerdotes. Pero su pensamiento no fue el de un liberal progresista. Reprocharle que no simpatizara con las ideas avanzadas de Marx es apartarse de los textos de Montalvo. A Montalvo hay que comprenderlo en lo que escribió, no en lo que quisiéramos que hubiese escrito. Además, Carrión omite en su ∗

Enrique Anderson Imbert. “El pensamiento vivo de Montalvo. Presentado por Benjamín Carrión. Buenos Aires, Editorial Losada, 1961. 270 p.”. Revista Interamericana de Bibliografía = Inter American Review of Bibliography. 2ª época. vol. 12. n. 3. Washington. jul.-dic. 1962. pp. 306-307. Enrique Anderson Imbert (1910-2000). Crítico literario y catedrático argentino. Profesor en la Universidad de Tucumán, fue cesado por el gobierno de Perón, lo que motivó que se radicara en los Estados Unidos, en donde fue profesor hasta 1980. Obras: El arte de la prosa en Juan Montalvo (1946), Genio y figura de Sarmiento (1967), Mentiras y mentirosos en el mundo de las letras (1992), etc.


antología una pasión de Montalvo mucho más fuerte que su pasión política: la de la lengua. Lo vivo, lo obsesivo de Montalvo es su esfuerzo para inventarse una lengua amasada con el barro de muchos siglos de literatura; y también el uso de esta lengua en ejercicios de brillante prosa artística. Carrión, que no es ni filólogo ni crítico de formación estética, descuida estos aspectos; y así su prólogo, noblemente inspirado, radiante de simpatía humana hacia Montalvo, pero más elocuente que preciso, más patriótico que penetrante, no agrega nada a la vieja bibliografía sobre el tema. En cuanto a las últimas investigaciones sobre Montalvo, no las pudo tener en cuenta: este prólogo fue uno de los ensayos, fechado en 1946, que Carrión recogió en su libro San Miguel de Unamuno (Quito, Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1954).


Guillermo de Torre∗

Benjamín Carrión Benjamín Carrión es un animador, es un incitador. En su acción y en su literatura. Testimonio de lo primero es la obra que realiza al frente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, institución ejemplar, con cuyas múltiples expresiones –libros, revistas, conferencias, arte, artesanía…– Benjamín Carrión se halla tan identificado hace años que no es imaginable concebir su rumbo bajo otro capitán. El autor de Atahuallpa ha logrado hacer de esa colmena del espíritu un caso de eponimia continental: porque –según hube de expresarlo en el mismo Quito, en la deslumbrante ciudad, gloria del barroco de Indias– nombrar hoy al Ecuador en cualquier lugar de América es tanto como decir: Casa de la Cultura. Un espíritu parejo de generoso entusiasmo y abierta, plural, comunicatividad, es el que destilan estos dos libros en cuyas páginas Benjamín Carrión reúne temas y figuras de sus devociones: San Miguel de Unamuno y Santa Gabriela Mistral. Ambos aparecen inaugurando una serie titulada Los santos del espíritu, a los que seguirá un San José Carlos Mariátegui. Entendamos esta canonización de laicos en un sentido semejante al que usó Don Quijote para calificar como “santo a la jineta” al Caballero del Verde Gabán. Benjamín Carrión, que conoció muy de cerca a Unamuno y a Gabriela Mistral, traza de ambos luminosos retratos, hechos aún más íntimos y evocadores por la transcripción de numerosas cartas. Los dos volúmenes abarcan, además, otros temas menos frecuentados, más privativos de Carrión: estudios sobre Montalvo, sobre el pintor Guayasamín, sobre la historia y la literatura ecuatoriana en sus diversos aspectos, y particularmente el novelesco, ya que, como es notorio, la ficción de ese país alcanza preeminencia en América. Son páginas esclarecedoras que contribuyen con algunas otras (señalaré ciertas lecturas recientes: La lucha por la democracia en el Ecuador, de Alfredo Pareja Diezcanseco; De nuestra América: hombres y cosas del Ecuador, por Isaac J. Barrera, sin olvidar un libro capital, el de Leopoldo Benites Vinueza: Ecuador, drama y paradoja, ni tampoco otro donde se roza lateralmente su historia: Pasión y crónica del Amazonas, por E. Rodríguez Fabregat) a darnos una versión humana y verídica de su país. El escritor ecuatoriano enfoca estos motivos con un conocimiento íntimo y un contagioso entusiasmo. Despliega animados retablos, atento a la vibración del conjunto más que a la precisión del trazo. Exalta más que analiza. Sus páginas, antes que “meditaciones” –según califica las dedicadas a Gabriela Mistral– son efusiones. Así como, según Unamuno, fue la indignación lo que hizo de Montalvo “un profeta encendido en quijotismo poético”, así correlativamente, podríamos decir, es el ∗

Guillermo de Torre. “Benjamín Carrión” en: “Breve desfile de críticos literarios”. Tres conceptos de la literatura hispanoamericana. Buenos Aires, Losada, 1963. pp. 236-237. Guillermo de Torre (1900-1971). Ensayista y crítico literario español, en su juventud colaboró en la tercera etapa de la revista Cervantes; creador del Ultraísmo, movimiento vanguardista español, apadrinado por Cansinos Assens en la mencionada publicación. Obras: Literaturas europeas de vanguardia (1925), Problemática de la literatura (1951), Las metamorfosis de Proteo (1956), Historias de las literaturas de vanguardia (1965) y Ultraísmo, existencialismo y objetivismo en literatura (1968), etc.


entusiasmo lo que hace de Carrión un poeta encendido en criticismo poético. ¿Acaso no hay también en él cierta demasía, cierta exuberancia de colorido y follaje tropical? Él mismo reconoce y no desdeña tal cualidad, en una plástica descripción de su país (“ser trópico –escribe– es una fatalidad geográfica y un signo”), pero siempre que se acuerde con las características contrastadas del mismo. De ahí la temperatura cálida, unida al sabor y el ritmo de alturas, que posee su prosa. Por lo demás, ya Gabriela Mistral, hace años, en el prólogo que antepuso al primer libro de Benjamín Carrión –Los creadores de la nueva América– se atrevía de una vez a cantar el elogio de la tierra caliente, alabando también la inclinación de este autor a verterse generosamente hacia los demás. Soslayando posibles numerosos reparos de detalle, otra cualidad hemos de señalar finalmente en Benjamín Carrión: su americanismo cabal, su visión de América como unidad. Americanismo que, en primer término, lógicamente, empieza, pero no acaba, con el amor a su Ecuador; después, a diferencia de otros, no necesita respaldarse turbiamente en ningún antieuropeísmo y menos en ningún antihispanismo, con lo cual sale ganando pureza y fuerza.

Salvador Novo∗

Novo saluda a Carrión

Uno vigorosamente mi aplauso al que en toda América resuena a convenir en el acierto con que el jurado relativo señaló a Benjamín Carrión como merecedor del premio que, instituido por el patriotismo y el hondo sentido de solidaridad latinoamericana del señor Presidente Gustavo Díaz Ordaz con el nombre benemérito de Benito Juárez2 y como continental broche de oro de las celebraciones mexicanas del triunfo de la República, galardona la muy valiosa obra crítica y literaria del autor de Atahuallpa, del claro expositor de Los creadores de la nueva América – y de un escritor ecuatoriano, en fin, tan adicto a México, tan aquí estimado en los medios intelectuales y tan conocedor de nuestra historia.

Salvador Novo. “Novo saluda a Carrión”. El Gallo Ilustrado, suplemento dominical de El Día. n. 289. México. 7 ene. 1968. Salvado Novo (1904-1974). Poeta y escritor mexicano. Miembro del grupo “Contemporáneos”, que renovó la literatura mexicana. Obras: XX Poemas (1925), Poemas proletarios (1934), Sátira, el libro ca… (1955) y su autobiografía La estatua de sal (1945). 2 Paradójicamente, Carrión recibió el Premio único Benito Juárez de 1967, por sus méritos cívicos y servicios a la causa de la democracia, de manos del presidente Díaz Ordaz, que al año siguiente fue responsable de la matanza de la Plaza de las Tres Culturas (Tlatelolco, ciudad de México). Novo había sido nombrado en 1965 cronista de la ciudad de México por el gobierno de Díaz Ordaz.


Adolfo Castañón∗

Benjamín Carrión: la patria grande en tono menor

El nombre del escritor ecuatoriano Benjamín Carrión3 les era familiar en México a los lectores de Cuadernos Americanos y del suplemento La Cultura en México, dirigido por Fernando Benítez. Benjamín Carrión: el nombre de este escritor ecuatoriano enriquece la lista de hombres del Ecuador que han contribuido a fundar en lo político o a enriquecer en lo cultural la historia mexicana. Tal es el caso en el pasado del intelectual insurgente Vicente Rocafuerte cuya inteligencia contribuyó a formular la Constitución de 1824 desde el Congreso Constituyente de Apatzingán. Tal es el caso en el pasado inmediato de un Demetrio Aguilera Malta que publicó sus últimas novelas en México; de Miguel Donoso Pareja que supo suscitar numerosas vocaciones desde sus talleres; de los pensadores marxistas Agustín Cueva o Bolívar Echeverría que han contribuido no poco a alimentar el debate de las ideas en México o del cuentista y crítico Vladimiro Rivas Iturralde que ha sabido dar la buena nueva de la lírica y de la relatística ecuatoriana entre nosotros. Eso por no hablar de los ecuatorianos que han sido amigos o visitantes o aficionados de nuestro país como el eminente Gonzalo Zaldumbide en cuya residencia parisina Alfonso Reyes leyó ante una granada audiencia en 1926 su poema dramático Ifigenia cruel. La patria en tono menor. Ensayos escogidos, prologado y anotado por Gustavo Salazar no es el primero del autor que se publica con el sello del Fondo de Cultura Económica; esta casa editorial le publicó en 1959 también en su colección Tierra Firme, García Moreno: El santo del patíbulo, un ensayo historiográfico que más bien debería registrarse como un ensayo anti-hagiográfico, una silueta esperpéntica del oscuro y bestial tirano tropical. Tampoco es éste el primer libro que se publica con nuestro sello de un autor o un tema ecuatoriano. Recuérdese que en los últimos años el Fondo de Cultura Económica ha editado entre otros títulos una Breve historia contemporánea del Ecuador de Jorge Salvador Lara, una antología de Jorge Carrera Andrade, una selección de escritos del presidente Velasco Ibarra debida a Enrique Ayala Mora y en coedición con la Asociación de Archivos de la Literatura Latinoamericana, la obra narrativa completa del regio realista ecuatoriano Pablo Palacio. La patria en tono menor. Ensayos escogidos presenta una cuarentena de ensayos de Benjamín Carrión, el libro se divide en cuatro partes: 1] “Ecuador, paradojas por resolver”; 2] “Personajes y trazos para un mapa de América”; 3] “Lecturas de un ∗

Adolfo Castañón. “Benjamín Carrión: la patria grande en tono menor”. América sintaxis. México, Siglo XXI, 2009. pp. 284-287. Adolfo Castañón (1952). Ensayista y crítico literario mexicano. Ha colaborado en prestigiosas revistas hispanoamericanas: Vuelta y Letras Libres. Trabajó más de un cuarto de siglo en el Fondo de Cultura Económica; especialista en la obra de Alfonso Reyes. Obras: Alfonso Reyes, caballero de la voz errante (1991), Viaje a México. Ensayos, crónicas y retratos (2008). 3 Benjamín Carrión. La patria en tono menor. Ensayos escogidos, prólogo, selección y edición de Gustavo Salazar, México, Fondo de Cultura Económica / Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1a. ed., 2001, 305 pp. [Nota de Castañón].


continente incompleto”; 4] “España, un cáliz necesario”. Se perfilan en sus páginas los vértices de su inteligencia activa: en primer lugar aparecen los ejercicios de autoconciencia y autoubicación poética y cultural del Ecuador que culminarán con la fundación y sostenimiento de “La Casa de la Cultura Ecuatoriana”, título del texto que cierra esta sección. No es fortuito que en este ensayo que tiene algo de pregón programático asuma el riesgo de enunciar un ideal y anunciar una misión para la cultura ecuatoriana a partir de la imagen del sauce podado propuesta por el historiador inglés Arnold Toynbee:

El sauce podado de Toynbee tenía gran poder en sus raíces y en su tronco. Las ramas que le quedaban, sanas y vitales, crecerán en altura y se robustecerán. Pero era necesario guiarlas, dirigirlas, para que la esencia no se pierda, para que los brotes nuevos sean el trasunto del poder nutritivo de la savia. Y lo primero que pretendimos –y seguimos haciéndolo– fue indagar. Como los guerreros indios clavaban sus orejas en la tierra, para escuchar la vibración de los pasos del enemigo lejano, así nosotros hemos querido, primero hacerle la pregunta a la tierra, urgidamente para escucharle la respuesta clara y honrada, con oídos limpios de prejuicio, de lugar común exaltador; pero al propio tiempo también, alejados del complejo de inferioridad, sentido derrotista, del desánimo. Con ancho amor para la idea y el hombre, que es el grande, quizá el único camino para la comprensión. Oír la respuesta de la tierra. Tratar de intuir el destino de nuestra tierra caliente: para algo la habrá de haber calentado Dios en los valles de la costa, y la habría hecho suavecita de clima en los altiplanos de la serranía… Y tratar de saber la verdad humana de nuestro habitante: indio, mestizo, blanco. Con tendencia incontenible a la unificación en el tipo total: el mestizo. El americano, con todos los ingredientes iniciales de hombre y tierra y los que vendrán, que ya están viniendo, por añadidura. Y tratar con el mundo, con todo el mundo. Acercarnos las viejas y modernas culturas, lavado el espíritu para el rito fecundo de la comprensión4.

Poner al Ecuador en el mundo; poner al mundo en el Ecuador parecería ser el lema que propone Carrión, el paisano de Alfredo Gangotena y Oswaldo Guayasamín, de Gonzalo Escudero, Iván Carvajal y Javier Vásconez. Vienen luego los platillos principales del libro: las veinticinco siluetas y semblanzas que configuran una galería de mujeres y hombres representativos de nuestros, en el sentido augural que proponía Emerson, poetas y escritores representativos de la esencia, la médula y el porvenir de la cultura hispanoamericana a los cuales hay que añadir los siete medallones dedicados a los escritores peninsulares. Se reúnen así 32 perfiles que representan otros tantos artistas del cristal hispanoamericano: Gabriela Mistral, Alfonso Reyes y Ramón Gómez de la Serna, Juan Montalvo, Antonio Machado y Carlos Pellicer, Alfredo Pareja Diezcanseco, Teresa de la Parra y Miguel de Unamuno, al que Benjamín Carrión quiso llamar San Miguel de Unamuno en el libro que le publicó en 1954 la Casa de la Cultura Ecuatoriana, entonces dirigida por Jorge Enrique Adoum. Por cierto, la edición original del libro estampa en la portada sobre el nombre del autor y el título del libro una frase que cabría aplicar a los treinta y dos autores reunidos en La patria en tono menor: “los 4

Ibid., p. 62. [Nota de Castañón].


santos del espíritu”. Así junto a San Miguel de Unamuno habría que situar a San Juan Montalvo, a Santa Teresa de la Parra o a San Ramón López Velarde a quien está dedicado precisamente el ensayo que presta título a la antología de Benjamín Carrión que aquí saludamos. El tema de la santidad del espíritu creador no es original; está asociado a la condición terapéutica y catártica de la actividad artística e intelectual; su formulación puede remontarse a los héroes de Carlyle, seguirse en los Hombres Representativos de Emerson y profundizarse en los juicios de José Martí, en las biografías de Stefan Zweig o en lo que el alemán Walter Muschg ha llamado Historia trágica de la literatura. Sin embargo, la santidad de la inteligencia afincada en las Américas española y portuguesa tenía y tiene un relieve peculiar: un imperativo de plenitud vital e intelectual que no excluye el mandato de una misión política ni la responsabilidad de una ciudadanía asumida como militancia. Una “santidad” que aparece ante todo como una consagración cívica del pensamiento por la acción como una entrega a la crítica y a la pasión intelectual. Por eso se advierten tantos puentes entre la galería de los 32 retratos y los panoramas o “Lecturas de un continente incompleto”: la reflexión sobre la novela, el ensayo filosófico sobre los quehaceres de la fábula narrativa de Benjamín Carrión debe no poco a dos autores a los cuales también –el peruano Mariátegui (San José Carlos, corregiría Carrión) y el venezolano Mariano Picón-Salas (doctor seráfico de las letras hispanoamericanas) diríamos nosotros. De hecho, si se quisiera estrechar una definición del pensamiento crítico de Carrión cabría decir que parece oscilar entre la sociología histórica de Mariátegui y la filosofía de las formas culturales practicada por PicónSalas. Retengamos por el momento sólo un dato: en los ejercicios de admiración practicados por el fundador de la Casa de la Cultura Ecuatoriana alienta un impulso crítico y teórico. De hecho aflora en la planta versátil de sus planteamientos un horizonte de conceptualización y de argumentación que si bien arranca de la forma específica llamada novela se abre a otras expresiones del arte y de la cultura. Por eso se puede asociar a Benjamín Carrión al cortejo crítico de los que han ensayado ir en busca de lo que Lezama Lima ha llamado La expresión americana: la indagación de la verdad cultural ecuatoriana practicada por Carrión puede ser asociada sin dificultad a La radiografía de la pampa y al Laberinto de la soledad, a la Isla que se repite y a Guatemala, las líneas de tu mano. Los mexicanos le debemos a Benjamín Carrión una cadena de textos inteligentes sobre autores como Ramón López Velarde, Alfonso Reyes y Gilberto Owen, Carlos Pellicer y Jaime Torres Bodet, para sólo enumerar los que se han dado cita en esta libresca colmena. La mirada de Carrión es tan poética como incisiva. Vaya en prenda de su inteligencia sensitiva esta página inicial de su luminoso ensayo sobre el poeta mexicano Carlos Pellicer:

Le ha crecido la voz más que la estampa física

Yo sé, porque me lo contaron en México buenas gentes de Villahermosa en Tabasco, el cuento de la voz ancha y profunda de Carlos Pellicer. Es así: Pellicer era, en su infancia, inquieto y móvil como un cervatillo. (Hoy Pellicer es también, inquieto y móvil como un cervatillo. Pero ya le ha crecido la voz.) Y se perdía, frecuentemente, por entre la maraña sin cielo de su selva tabasqueña. Entonces, para hallar el camino perdido, tenía que hacerse oír, hacia arriba: Dios; hacia la lejanía: su madre; y por ello


era preciso gritar, haciendo un agrandavoces con la mano encarrujada delante de la boca, y dominar así el ruido, el gran ruido del trópico, que está hecho de crecimiento de árboles, de amor y de dolor de fieras, de correr de ríos, de alumbrar de estrellas y de llorar de niños. Desde entonces se le hizo esa voz poderosa, como para atravesar todas las selvas de América, y llegar a las alturas de Bogotá y de Quito, y luego, rebotando laderas, gruesa y fuerte, descender hasta las tierras bajas de Lima, de Río de Janeiro y Buenos Aires. Esa voz que se afila hasta ser flecha –flecha lanzada en cerbatana– para llegarnos a la altura, y es redonda y sonora –gran juguete de niño con mecanismo científico para hacer correr al niño– para llegar hasta los valles y las vegas calientes, que tienen el clima de su nacimiento5.

Gracias al oído inteligente de Benjamín Carrión, un poeta como Carlos Pellicer es todavía más nuestro. Finalmente gracias a la pulcra y eficaz tarea del compilador, el crítico ecuatoriano Gustavo Salazar (actualmente “voluntario de Madrid” como diría Alfonso Reyes), se puede acercar al lector común la figura de nuestras Américas de Benjamín Carrión –ese patriota (en tono menor) de La Patria grande. Digamos por último que gracias a la colaboración y entusiasmo de la Casa de la Cultura Ecuatoriana y a la atención de la Embajada de México en Ecuador ha sido posible la publicación por el Fondo de Cultura Económica de esta sumaria suma del activo e inteligente San Benjamín Carrión.

5

Ibid., p. 124. [Nota de Castañón].


VARIAS CARTAS De César E. Arroyo∗ Marsella, 14 de marzo de 1928. Mi querido Manuel Benjamín: Apenas llego a mis lares, en donde he encontrado a Enrique bien, y todo como si yo no me hubiera movido; uno de mis primeros cuidados es de escribirle a usted, enviándole, lo mismo que a Águeda María y a los dos nenitos6, mi más entrañable afecto. Sólo impresiones gratas he traído del viaje a España. He estado en Barcelona, Madrid, Ávila, Santander y Bilbao. Después, ya en Francia, me detuve en Hendaya para visitar a don Miguel de Unamuno7; y luego, en Carcasonne8, para ver la formidable ciudad arqueológica de la Edad Media, que se conserva intacta y que es una de las grandes curiosidades de Europa. Mis impresiones no caben en una carta y si ahora me pusiera a contarle le resultaría latosísimo. Sólo le diré que Barcelona es una preciosidad mucho mejor y más grandiosa que Marsella9, a la que gana hasta en clima, en alegría y en el cielo azul10. Madrid es único. Yo acabo de vivir en él días verdaderamente emocionantes. Era mi vida anterior de luchas, de sueños, de éxitos y de derrotas, que surgía. Todos los antiguos camaradas han estado muy gentiles conmigo11. Me colmaron de atenciones. Quisieron sacar en los ∗

Tomada de Gustavo Salazar (editor). La voz cordial, correspondencia entre César E. Arroyo y Benjamín Carrión (1926-1932). Quito, Alcaldía Metropolitana / Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural, 2007. pp. 77-83. (Colección Escritores de Quito; 1). César E. Arroyo Pastor (1886-1937). Escritor, periodista y diplomático ecuatoriano. Fue cónsul en Marsella entre abril de 1925 y diciembre de 1930. Por ese tiempo escribió, entre otros: México en 1935: El presidente Vasconcelos (fantasía política, 1929) y Galdós (ensayo literario, 1930), libros que se encuentran en el Centro Cultural Benjamín Carrión (CCBC), y están dedicados por el autor a Carrión; junto con Rafael Cansinos Assens, dirigió en Madrid la revista Cervantes (1916-1920). 6 Águeda Eguiguren, Jaime y Magdalena, esposa e hijos de Carrión, respectivamente. 7 El pensador vasco Miguel de Unamuno (1864-1936) en forzado exilio por su oposición a la dictadura de Primo de Rivera se radicó en Hendaya, Francia, en la frontera con España. Carrión por estas fechas también hará una visita al pensador español, de la que se conserva la fotografía reproducida más adelante. 8 “Ciudad medioeval convertida en museo sobre la altiva colina”, definida así por Vasconcelos en el tomo 3 de su Ulises criollo, El desastre, edición expurgada (México, Editorial Jus, 1958, p. 293). 9 Pablo Neruda camino a Rangoon, de tránsito por Marsella, dijo: “Era en 1927. Me fascinó Marsella con su romanticismo comercial y el Vieux Port alado de velámenes hirvientes con su propia, tenebrosa turbulencia” Confieso que he vivido (Barcelona, Seix Barral, 1984, p. 85) 10 “Al pisar por primera vez el suelo de la antigua Barcino, di un generoso ¡buenos días! –nacido en el fondo de mi corazón– al sol generoso de ese país. Me dirigí a pie al centro de la ciudad, admiré las Ramblas y encontré alojamiento en una pensión de la Ronda de San Pablo, cerca de la Plaza de Cataluña. La Rambla de las Flores fue para mí el paraíso terrestre. Los árboles que le [sic] agitaban al soplo de la brisa de mar, a ambos lados de la Rambla, servían de morada a millares de pájaros y parecían temblorosos y resonantes pájaros, repletos de alas y de trinos. Los árboles exhalaban una música celeste que hacía más dorado el sol y más fragante el aire, como un himno al goce de vivir” dirá Carrera Andrade en El volcán y el colibrí. Autobiografía. Prólogo de J. Enrique Ojeda, Quito, Corporación Editora Nacional, 1989, p. 84. 11 En su breve paso por España, Arroyo intentó encontrarse también con Cansinos Assens; meses después, el 12 de octubre, a través de una carta le dirá el sevillano: “Cuando estuvo usted últimamente en Madrid, acudí en su busca, pero era ya tarde. Le envío esa tarjeta que llevaba escrita para usted citándole [sic] para nuestras madrugadas dominicales”, en Renán Flores Jaramillo, con ligeros errores de transcripción en: “César E. Arroyo o la sensibilidad humana literaria. Lo literario y lo humano”. Cultura. (vol. 10, n. 28, Quito, mayo-agosto de 1982, p. 124).


periódicos; pero yo, de miedo a la botada12, les rogué que no dijeran nada de mí. Los compatriotas también muy bien. El amigo Naveda13 muy afectuoso. Está ahora boyante: mastica a dos carrillos, tiene la cancillería del consulado, y además la beca del Gobierno Español. El joven Castillo, Abel Romeo, hijo de don José Abel, supremo jefe de usted14, porque su jefe inmediato es y será Gabela, el joven Castillo, digo, muy simpático y culto. Hay dos militares ecuatorianos que llegaron hace poco a Madrid, y a los que la verdad, al principio yo no quise verlos, por la experiencia de lo que nos hizo aquel otro; pero ellos tuvieron la bondad de buscarme, y nos vimos, y simpatizamos y me resultaron unos estimables, alhajas, como decimos en Quito. A su tiempo supe los nombramientos de Navarro15 y de Crespo Ordóñez16, para Cónsul General y Encargado de Negocios, en Madrid, respectivamente. Me parece muy bien. Yo no tengo envidia de nadie, menos en este caso: yo ya fui Cónsul en Madrid y cumplí como bueno. Ahora no quiero sino que me dejen tranquilo aquí. Lo que sí, me parece que en lugar de dos representantes como los que se nombraron debía haberse, de una vez, designado [a] un Ministro Plenipotenciario. Madrid es más bonito que París. Y voy a razonarlo. En París17, con la excepción de la divina Catedral de Notre Dame, todos los grandes edificios son copias de edificios clásicos. Todos los edificios particulares son igualitos, como hechos sobre un mismo plano. En Madrid, todos los edificios son distintos y todos ellos llevan el sello del espíritu del arquitecto que los concibió. París ha quedado estacionario desde el Segundo Imperio. Madrid se renueva todos los días. Yo conocí París hace quince años; durante este tiempo he vuelto a la gran ciudad unas ocho veces; volveré después de quince años, de treinta, pienso vivir mucho. Pues bien, siempre le he encontrado y le encontraré a París igualito: allí nada cambia; mientras tanto, al volver a Madrid después de cinco años, he tenido que conocerlo como una ciudad nueva, después de que tan vieja era en mi recuerdo. En París fuera del pedacito del Boulevard Haussman18, que se ha hecho en 12

Temor a ser cesado de su cargo en Marsella por el gobierno ecuatoriano. César E. Naveda ( -1932). Médico ecuatoriano. Realizó sus estudios en España, fundó y fue el Presidente de la Federación Universitaria Hispanoamericana. Publicó el folleto La república del Ecuador: El movimiento intelectual hispanoamericano (1926). Escribió sobre el primer libro de Carrión: “Los creadores de la nueva América”, El Comercio (Quito, junio de 1928). 14 Abel Romeo Castillo (1904-1996). Historiador, bibliógrafo y periodista ecuatoriano. Se doctoró en historia en Madrid, cuya tesis Los gobernadores de Guayaquil del siglo XVIII publicará con prólogo de Rafael Altamira (1931); Don Pedro Franco Dávila (1952); realizó importantes trabajos sobre la historia de la imprenta de Guayaquil y el mejor estudio biográfico y compilación de la obra completa de Medardo Ángel Silva. Arroyo ironiza acerca del “supremo jefe”, José Abel Castillo, dueño y director de El Telégrafo, diario del cual eran redactores Arroyo y Carrión. 15 José Gabriel Navarro (1879-1965). Historiador del arte y diplomático ecuatoriano. Miembro fundador de la Sociedad Ecuatoriana de Estudios Históricos y Geográficos del Ecuador. Fue Cónsul General del Ecuador en Madrid, y llegará a ser Canciller de la República entre octubre de 1933 y octubre de 1934. Obras: Contribuciones a la historia del arte en el Ecuador (1925); La escultura en el Ecuador durante los siglos XVI, XVII y XVIII (1929); La iglesia de la Compañía de Quito (1930). 16 Ricardo Crespo Ordóñez (1894- ? ) Abogado y diplomático ecuatoriano, fue nombrado Encargado de Negocios en Madrid, a poco de ello lo nombraron Ministro Residente, de 1928 a 1932. En 1942 fue nombrado Ministro Encargado de Relaciones Exteriores. 17 Rememorando estos años, veamos la lectura que hace de “la ciudad luz” Ramón Gómez de la Serna: “Viviendo en París se va convirtiendo uno en vieja, no en viejo, y se acaba sentado en un sillón y con un chal a la espalda […] El extranjero ha de sufrir, además, la exasperación limítrofe de ese deseo que tiene París de ser una isla” en Automoribundia (1888-1948), Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1948, p. 524. 18 “El bulevar Haussmann de París empezó a construirse en 1857, bajo Napoleón III, y solamente ayer, domingo quince de enero, acaba de terminarse y ha sido entregado al tráfico público. Esta nueva e inmensa vía de París, cuya apertura ha dado lugar a mil demoliciones y expropiaciones, ha costado mil 13


cincuenta años, ninguna otra reforma se puede apreciar. Y luego en Madrid, la magia del idioma y esa alegría y ese color y esa gracia; y, sobre todo, eso de no sentirse extranjero ni un momento, y de hacerse uno la ilusión perfecta de que allá ha nacido y ha vivido toda la vida19. Vaya usted a Madrid y vaya a una pensioncita donde siempre llego, que es decorosa, regentada por unas excelentes señoras y sobre todo económica (siete pesetitas, todo comprendido) y en todo el centro, a una cuadra de la calle Alcalá y a tres de la Puerta del Sol. La dirección es: calle de Zorrilla 4, segundo piso20. Bueno, ahora vamos [a] hablar de libros. Yo venía con la ilusión de encontrarme aquí con el de usted21, pero lo espero de un momento a otro. Maucci22 quiere hacer mi libro incluyéndolo en la colección de escritores americanos, con la aquiescencia, que estamos seguros de obtener de Ventura García Calderón23 que dirige eso. Maucci se encargaría además de administrar el libro haciéndolo circular por el mundo entero, mas aquí vino el pero: pide nada menos que 1.500 pesetas por los dos mil ejemplares. Y esto me parece mucho. La Editorial Mundo Latino también quiere hacer un libro y administrarlo; pide algo menos, pero también es mucho; y sobre todo el dueño es el hombre que por su cicatería nos mató la revista Cervantes y nos tronchó la “Biblioteca Ariel”24. Ahora quién sabe si en verdad hiciera circular el libro. Me diría a lo mejor, como ha dicho a otros autores, que del libro no se ha vendido ningún ejemplar, y la edición quedaría pudriéndose en sus depósitos. Y uno siendo un ilustre desconocido. La imprenta que hizo Retablo25, que es una de las más baratas en Madrid, quiere hacer el libro por unas ochocientas pesetas. Luego se conseguiría de la Sociedad doscientos millones de francos. Únicamente el terreno sobre el cual ha sido establecida la nueva arteria costó sesenta y dos millones, pues ella mide unos dos mil quinientos metros de largo, desde lo que fue el antiguo bulevar Haussmann, hasta la Plaza de la Bastilla. Este bulevar será muy pronto la más ancha y larga vía de la ciudad, en la que ha de sentirse, como en ninguna otra parte, el sutil y prepotente pulso de la vida de París”, registró un año antes César Vallejo en la crónica “Últimos descubrimientos científicos”, publicado en Mundial, n. 352, Lima, 11 de marzo de 1927; esta cita la recogemos de Artículos y crónicas completos I. Recopilación, prólogo, notas y documentación por Jorge Puccinelli, Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, 2002, p. 395. 19 Arroyo siempre hizo gala de su hispanofilia, consolidada en los diez años de residencia en España como Cónsul, además de colaborar y dirigir la revista madrileña Cervantes (1916-1920). El gobierno de Niceto Alcalá Zamora en la Segunda República española le concederá en 1932, la Condecoración de Comendador de la Orden de Isabel La Católica. 20 Actualmente esta “pensioncita” no existe, es más, ni siquiera la casa. 21 Los creadores de la nueva América. 22 Casa Editorial Maucci, popular y prestigiosa editorial barcelonesa fundada en 1900, se distinguió, entre otras, por sus colecciones dedicadas a la literatura hispanoamericana, una de ellas los famosos “Parnasos”, el Parnaso ecuatoriano: antología de las mejores poesías del Ecuador [1920], que aún consta en cualquier bibliografía especializada como compilador José Brissa, fue preparada por César E. Arroyo, de acuerdo a documentos que he publicado recientemente. 23 Ventura García Calderón (1885-1959). Escritor y diplomático peruano. Uno de los mejores ensayistas en lengua española. Embajador en Bélgica, Suiza y Delegado ante la UNESCO. Además de encargarse de el Parnaso peruano, fue director de la “Colección de Grandes Escritores Americanos” de la mencionada editorial. En Francia desarrolló una importante labor de difusión latinoamericana, vinculado a la Revue de l’Amérique Latine. Junto a su hermano Francisco dirigió en París La Revista de América. 24 “A pesar de los pronósticos de César E. Arroyo, murió Cervantes. Don José Yagües se cansó de perder dinero en la revista”, anota Rafael Cansinos Assens en: La novela de un literato, tomo 2. Edición preparada por Rafael M. Cansinos (Madrid, Alianza Editorial, 1985, p. 351). 25 César E. Arroyo. Retablo. Prólogo de Gonzalo Zaldumbide (Madrid, Imprenta de G. Hernández y Galo Sáez, [1921].). Esta imprenta estuvo instalada en la calle Mesón de Paños, 8, y es en donde se imprimió la


General de Librería, la administración. Pero esta imprenta tiene el grave inconveniente de que por no disponer de tipos en abundancia, no puede enviar las pruebas a Marsella. Y uno tiene que ir [a] instalarse tres semanas o un mes a Madrid para vigilar la edición, con peligro inminente de la botada. Así las cosas, nada he resuelto ni resuelvo todavía26. Ya habrá usted visto que al fin La Raza publicó, y con todos los honores, el artículo de Deambrosis27 sobre usted. Nada más se me ocurre por el momento. Ya le he dado bastante lata. Escríbame y reciba ahora un abrazo muy fuerte de su afectísimo, Césare.

2. Benjamín Carrión, su esposa Águeda Eguiguren y César E. Arroyo delante de la Fuente de Neptuno en la Plaza de la Señoría en Florencia, hacia octubre de 1926. revista Cervantes (1916-1920); actualmente todavía funciona en ese sitio una imprenta denominada Taravilla, impresores, aunque el ingreso es con otra nomenclatura, Mesón de Paños, 6. 26 Arroyo buscaba editor para su Galdós, que finalmente apareció dos años después (Madrid, Industria Gráfica Reyes, 1930), y se encargó de su distribución la Sociedad General Española de Librería. 27 Carlos Deambrosis Martins (1901-1971). Periodista uruguayo. Publicó: Armando Godoy, poeta francés (1935), con introducciones de Gabriela Mistral y Francis de Miomandre. Conocemos su artículo en la mencionada revista parisina: “Cuatro hombres de América juzgados por un gran crítico”, aunque desconocemos su fecha de publicación.


De Miguel de Unamuno∗

Hendaya, 24 de abril de 1928. Hace ya algún tiempo, señor mío, que recibí su libro Los creadores de la nueva América, prologado por la excelente –que es más que excelentísima– Gabriela Mistral. Tiene usted razón en pedir ‘unas palabras de benevolencia’ –y aún más– ‘para sus esfuerzos de cultura’. Resulta que de sus cuatro estudiados puedo y debo llamar amigos a los cuatro, y a tres de ellos –excepto a Vasconcelos– los he tratado, a Arguedas con más frecuencia e intimidad que a los otros dos. A Ugarte hace años que no le veo. Le conocí en Salamanca. Aunque usted con su libro les sirva –y les es debido– no es a ellos a quienes sirve más, sino a la América Española. (Me complace que la llame así). Es usted un espíritu de sano equilibrio, ¡y es esto tan difícil en nuestra raza…! (Al hablar de raza no quiero decir nada fisiológico; me refiero al lenguaje, sangre del espíritu, creyendo como creo, que no sólo se piensa sino se siente en una lengua. Hay ‘un alma de sangre de lengua’). En la América Española o se ha desconocido el valor de sus hombres representativos –¡terrible cosa la envidia hispánica!– o se les ha exaltado sin medida. Además usted ve en los hombres los creadores de una obra y el que comprende ésta y se la hace comprender a otros se incorpora a ella. Hay en griego una bellísima expresión: οε περι τον Περικλή ‘los en torno a Pericles’, quiere decir Pericles mismo como hombre público y representativo. Usted forma ya parte de sus estudiados. Le saluda con toda simpatía ofreciéndosele amigo Miguel de Unamuno.

3. Benjamín Carrión en compañía de Miguel de Unamuno. ∗

Tomada de Gustavo Salazar (editor). Benjamín Carrión: Correspondencia I, Cartas a Benjamín. Prólogo de Jorge Enrique Adoum. Quito, Distrito Metropolitano / Centro Cultural Benjamín Carrión, 1995. p. 170. Miguel de Unamuno (1864-1936). Pensador, ensayista, poeta y catedrático español, también escribió obras de teatro y novelas. Obras: Vida de don Quijote y Sancho (1905), Del sentimiento trágico de la vida (1913), Niebla (1914), Fedra (1918) y Cancionero (1953). Carrión le dedicó un amplio ensayo que dio título al volumen San Miguel de Unamuno (Quito, C.C.E., 1954), en éste reprodujo las tres cartas del maestro español, dos dirigidas a él y una de presentación a Georges Duhamel; hace poco aparecieron en internet dos cartas de Carrión a Unamuno enviadas desde Le Havre, del 19 de abril y el 1 de julio de 1929, respectivamente. Ver: http://hdl.handle.net/10366/21264


De Gabriela Mistral∗

[Membrete : SOCIETÉ DES NATIONS INSTITUT INTERNATIONAL DE COOPÉRATION INTELLECTUELLE]

Avignon, 21 de octubre de 1928. Querido y distinguido compadre: Me cuenta nuestro amigo Arroyo28, que usted le ha escrito preguntándole por mí. Estoy en Avignon, en vísperas de irme a Roma. Si algo urgente se le ofrece, escríbame a la Legación de Chile en Roma. Me han nombrado miembro del Consejo directivo en el Instituto del Cine Educativo que acaba de crear la Sociedad de las Naciones29 en Roma30. Deberé ir allá dos veces por año. Y he pensado fijarme en una casa en torno de Avignon, es decir, a medio camino de París y Roma para mi trabajo. Ahora bien, Arroyo me ha aconsejado comprar para ambos algo para los malos tiempos31, mis fondos son cósmicamente exiguos. Él quiere poner los suyos, con la generosidad enorme que usted le conoce. Ambos tememos quedarnos cualquier día sin sueldo, y yo más que él. Pensará usted por qué le cuento estas intimidades, y voy a explicárselo. Usted es muy amigo de Labarca32. Yo no voy al Havre a verlo expresamente ahora porque debo evitar por prudencia a este hombre del Gobierno que es uno de los numerosos oídos del gobierno chileno. Yo estoy acusada de opositora al régimen y denunciada a Relaciones. Acabo de tener en Madrid un incidente muy ingrato con nuestro Embajador que me ha mandado una carta violenta llamándome anti-chilena y otras... menudencias33. ∗

Tomada de Luis Rivadeneira. “Cartas inéditas de Gabriela Mistral a Benjamín Carrión”. Re/Incidencias 3, Anuario del Centro Cultural Benjamín Carrión, Quito, año 3, n. 3, diciembre de 2005, pp. 335-337. 28 César E. Arroyo. 29 La Sociedad de Naciones fue creada en 1919. Su objetivo era garantizar la observancia, por parte de los países miembros, de los tratados internacionales y conservar la paz en el planeta. Se convirtió en las Naciones Unidas. 30 Mistral trabajó, entre 1926 y 1939, en el Institut International de Coopération Intellectuelle, (subcomité de la Liga de las Naciones), con sede en París. 31 Los subrayados de esta carta corresponden a la propia poeta. Despliego abreviaturas y completo palabras y nombres, ya que en las cartas de Gabriela la utilización de éstos es muy común. 32 Eugenio Labarca. Periodista, crítico literario y diplomático chileno. Escribió sobre Los creadores de la nueva América de Carrión, un artículo con título homónimo, en el que dice: “El libro de Carrión establece de un modo claro, irredargüible, dos cosas: que el peligro de los Estados Unidos sobre Hispanoamérica no sólo se cierne en los cielos azules, sino que ya ha hincado sus uñas en las tierras rojas; y que si ese peligro se hace irrechazable, Hispano-América perderá o retrasará cuando menos, la oportunidad que está próxima a representarle: la de ser el eje del mundo. Porque Carrión es de los que cree, y no cree mal, por cierto, que el porvenir de la humanidad está en el Continente nuestro, en su parte morena”. 33 En Madrid, Gabriela Mistral asistió al Congreso de la Federación Internacional Universitaria como delegada de Chile y Ecuador. A propósito de este viaje, Arroyo le escribió lo siguiente a Rafael Cansinos Assens: “Gabriela Mistral se encuentra en Madrid. Asiste como delegada de Chile al Congreso de Universitarias que se celebra en la Villa y Corte. Antes de partir me manifestó deseos de conocer personalmente a usted, a quien admiraba, como al gran artista de nuestra lengua. Gabriela permanecerá en


Yo tengo con mi gobierno (con mi dictadura, digamos mejor) una situación penosa. Jubilada del servicio, me han dado, no el retiro ordinario, sino una pensión de gracia34. La ley prohíbe que cualquier pensionado reciba otro emolumento alguno del presupuesto, y yo recibo, por la delegación de Chile ante el Instituto de París 1.000 pesos chilenos más, o sea otro tanto que por mi jubilación. Vine a Europa esta vez obligada por Relaciones y ese compromiso del Ministerio conmigo los ha forzado a sostenerme aquí, contra todo su deseo35. Ahora bien, yo sé que Labarca está entre mis observadores, y lo evito, porque no sé mentir y no podría decirle cosas gratas sino amargas sobre algunos actos del gobierno. Y él, a pesar de sus afirmaciones de amistad hacia mí, no puede ser sino el amigo leal de sus jefes, lo que es muy humano. Con estos antecedentes, sería dañino para mí que usted le contase que Arroyo y yo queremos comprar algo, aunque sea un cuarto en la Provenza, porque pasaría yo a ser, en un informe privado a Relaciones “una señora rica que tiene de qué vivir, sin subvenciones de ese Ministerio”. El retiro de ese subsidio me arruinaría la vida en Europa. Y como yo no puedo volver a mi país bajo este gobierno que me es hostil, quedaría yo en la peor situación, sin medios de vida y en tierra extraña. Esta larga historia personal la deposito en su corazón para pedirle que en lo posible me destierre de sus conversaciones con Labarca y menos aún le participe de nuestros proyectos provenzales con Arroyo. Le repito que la amistad de Labarca es endeble o nula como casi todas las... fraternidades literarias. La colonia chilena, por otra parte, tiene en París una mitad de espías oficiales, cosa odiosa y fatal. Usted evíteme mayores disgustos. No sé si es D’Ambrosis quien lo ha hecho preguntar por mí. Muy poco contenta estoy de la manera cómo maneja sus negocios literarios en general. Me parece poco escrupuloso. Exige de mí bastante y me paga muy por debajo de lo que puede. No le acepte encargos para mí. Me molesta que enreden a la gente que aprecio de veras en mezcolanzas con ellos, ciertos listos. Iré a París en primavera. Yo no soporto el invierno de París. Le avisaré puntualmente para que allá nos veamos y con el fin de que, si es posible, me lleve a su señora a quien deseo vivamente conocer. No sé cuánto quede en Roma. Madrid muy pocos días. Sería magnífico que ustedes se encontraran. La dirección de ella es: Legación de Chile o Congreso de Universitarias”. Gustavo Salazar (editor). César E. Arroyo (Madrid, Edición personal, 2009. p. 42. (Cuadernos “A Pie de Página”; 2). El Embajador de Chile en España en aquel entonces fue Emilio Rodríguez de Mendoza, designado por el presidente Carlos Ibáñez del Campo. 34 Nota de Luis Rivadeneira: “En 1925, luego de terminar su labor docente en México y de una visita breve a Europa, Gabriela Mistral regresó a Chile, en donde, como reconocimiento a su tarea educativa, se le otorgó el título de Licenciada Honoris Causa, y el parlamento chileno le concedió una pensión de jubilación. Además, fue nombrada representante ante el Instituto de Cooperación Intelectual de París”. 35 “Debido a sus críticas al régimen del general Carlos Ibáñez del Campo, simpatizante de las ideas de Mussolini, se le ordenó asistir a una reunión del Instituto Internacional de Ciencias que se celebraría en París, pese a la delicada salud de su madre. Ese viaje «forzado» fue en realidad una virtual expatriación; incluso se trató de silenciar su voz prohibiendo la difusión de sus escritos y artículos”.


Voy a mandar sus libros a amigos de América. Usted envíelos a Armando Donoso36, El Mercurio, Santiago, Chile. Y a García Monge37, por usted y por mí. Y a Mariátegui38, a Amauta en Lima, por ambos. Sé que ha tenido usted muy buena crítica en España. Yo vi el libro39 muy bien colocado en vitrinas de librerías madrileñas. Eso ayuda mucho a la difusión. Me ha dado Arroyo una noticia que me trae gran pena, la de que se va Zaldumbide40. Dígale usted cómo me ha abatido el saber que yo lo pierdo en París, donde es mi consejero, mi ayudador y mi compañero más noble y más capaz. Y si ustedes lo despiden cuéntemelo pronto para mandar unas líneas de leal adhesión a esa despedida. Le repito que puede escribirme a nuestra Legación en Roma, si algo quiere comunicarme en este tiempo. Desde allá le diré enseguida cuál es la dirección del Instituto, porque tampoco me fío de mi correspondencia en las Legaciones. Así vive hoy cada empleado público de las dictaduras sudamericanas y el mal va para peor cada día. He aceptado lo de Roma con gran miedo del fascio, porque en Chile hablé mal de eso con lo que se me envenenó la colonia italiana de Santiago. Pero va a hacerse una obra en grande por la educación a base de cine en ese Instituto y no puedo hurtarme. Por otra parte, el Instituto es de la Société des Nations. Sabe cómo admira su obra y cómo le estima personalmente su comadre41 Gabriela.

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Nota de Luis Rivadeneira: “Armando Donoso (1888-1946). Crítico y ensayista chileno. Director de Zig-zag, Pacífico Magazine y subdirector de El Mercurio de Santiago. Gran difusor de la cultura, en especial de las nuevas corrientes literarias y de los jóvenes escritores, escribió Los nuevos: la joven literatura chilena (1913), el primero de los libros y antologías que dedicó a la literatura de su país. Fue uno de los jurados en los Juegos Florales de Santiago (1914), donde Gabriela Mistral obtuvo la más alta distinción con «Los sonetos de la muerte»”. 37 Joaquín García Monge (1881-1958). Escritor y crítico literario costarricense. Fundador y director de Repertorio Americano (1919-1958), una de las más longevas y más importantes revistas literarias hispanoamericanas. 38 José Carlos Mariátegui (1894-1930). Ensayista e ideólogo marxista peruano. En Amauta (1926-1930), una de las revistas que fundó, promovió el entendimiento más profundo del Perú y la ampliación de sus horizontes culturales. Su obra Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana (1928) es un clásico del marxismo latinoamericano. Benjamín Carrión estudió su obra en uno de los capítulos de Mapa de América (1930), y a través del prólogo y la selección de sus escritos en: Antología de José Carlos Mariátegui (México, B. Costa-Amic, 1966) y José Carlos Mariátegui: El precursor, el anticipador, el suscitador (México, Sepsetentas, 1976). 39 Se refiere a Los creadores de la nueva América. 40 Gonzalo Zaldumbide. Embajador del Ecuador en Francia desde 1923, fue trasladado a Washington con el mismo rango a finales de 1928. 41 Mistral aceptó ser madrina de bautismo de la segunda hija de Carrión, aunque falleció siendo aún bebé, la poeta y los padres de la niña acordaron mantener el trato de compadres de manera permanente.


4. Alfonso Reyes, Benjamín Carrión y Arnaldo Orfila Reynal, Director del Fondo de Cultura Económica∗.

Tomada de Excelsior. México. 19 de julio de 1955.


De Alfonso Reyes∗

Buenos Aires, 18 de junio de 1929. Conocía y admiraba ya su libro42, señor don Benjamín Carrión, cuando tuve el gusto de recibirlo tan amablemente ofrecido por el autor mismo. A quien sólo me queda hacerle presentes mis parabienes efusivos, y, con mi agradecimiento, mis saludos de amistad y simpatía. Téngame al tanto de sus nuevos libros. Me interesa mucho su pensamiento constructivo y –como dice nuestra Gabriela de Oro43– fervoroso. (Yo también soy fervoroso, Gabriela. ¿No lo sabe usted que ha vivido tanto junto a mí?44 Y soy tan amigo de la verdad como de Platón45, que es lo bueno). ¿Me deja darle las dos manos?

Alfonso Reyes.

Tomada de Gustavo Salazar (editor). Benjamín Carrión: Correspondencia I, Cartas a Benjamín. (Ed. citada. p. 169). Alfonso Reyes (1889-1959). Ensayista, poeta, polígrafo y diplomático mexicano. Uno de los más importantes escritores en lengua española en el siglo XX. Obras: Cuestiones estéticas (1911), Visión de Anáhuac (1916) e Ifigenia cruel (1923); de sus Obras completas, hasta el momento se han publicado 26 volúmenes y una buena cantidad de epistolarios, que no acaban de aparecer; el próximo año publicaré A media correspondencia: Cartas entre Alfonso Reyes y Gonzalo Zaldumbide (1923-1957). 42 El primer libro de Carrión, Los creadores de la nueva América, es probable que Reyes lo haya recibido de manos de Gabriela Mistral, tan generosa a la hora de valorar la obra ajena, estrecha amiga de ambos y a la vez prologuista del mencionado volumen. 43 Gabriela Mistral. 44 Calificativo que Gabriela da a Carrión en el prólogo al libro, allí dice: “Está bien: yo que he celebrado la justeza nunca ganada por el arrebato en Alfonso Reyes, tengo que alabar aquí al diferente suyo: el fervoroso”, (p. 11 de la primera edición). 45 “amicus Plato, sed magis amica veritas”; “Adagio conocido: ‘Sé amigo de Platón, pero más de la verdad’ ”, en el capítulo LI, de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra, y nota de Martín de Riquer. Barcelona, Juventud, 1968. p. 912.


De Jorge Carrera Andrade∗

Marsella, 11 de agosto de 1929.

Muy querido Manuel Benjamín: He pasado más de un mes en la casa de Gabriela Mistral46, y a mi regreso he leído una carta en la que usted se quejaba de mi silencio a César Arroyo. La razón de mi silencio es, pues, la ausencia y ¿por qué no decirlo? el convencimiento de mi soledad. En estos días he pasado por una grave crisis espiritual; he naufragado en un mar de desaliento. Sin que yo sepa, Gabriela Mistral solicitó a Zaldumbide una beca para mí. A pesar del tamaño intelectual del solicitante, Zaldumbide no ha podido ocultar su indignación. La respuesta a Gabriela, dice textualmente: “Siento negarme rotundamente, pues, en lo que se refiere a la probidad intelectual47 de Carrera Andrade me quedan dudas fundamentales, a pesar de la confianza que a usted le inspira el someterlo al influjo clarificador de Francia. Quién sabe si proceda más tarde conforme a convicciones sinceras ni si lo sean las actuales. Querrá hacer allá de cabeza de león, y con tal que le dejen ‘bien rugir’ creerá su misión bien cumplida. Está ya demasiado comprometido con ‘los nuevos’ por su pasado de agitación social; y el prestigio diplomado, la suficiencia universitaria de que alardeará al volver le servirán para consolidarse en su posición, y se le desdorarían a los ojos de sus secuaces si los convocara para moderarlos antes que para excitarlos. Tengo, pues, escrúpulo en doctorarlo en filosofía y letras, en vaniloquio y pedantería sociológica. LO MEJOR FUERA QUE REGRESE VENCIDO PARA MOLDEARLO AL CONTACTO DE ALGUNA REALIDAD ÚTIL QUE LO ABSORBIERA EN COSAS CONCRETAS.” ¿Qué le parece? Esta andanada me ha tirado por los suelos. Gabriela Mistral, después de esta carta, me ha creído un comunista de “cuchillo entre los dientes”. Le he explicado que quien tuvo la culpa de mi primera admiración a Barbusse fue el mismo Zaldumbide que, andando hacia atrás, ha ido a parar en Maurrás48.

Tomada de Gustavo Salazar (editor). Benjamín Carrión: Correspondencia I, Cartas a Benjamín. (Ed. citada. pp. 37-38). Jorge Carrera Andrade (1903-1979). Escritor y diplomático ecuatoriano. Es el poeta más representativo de nuestro país. Obras: en poesía son Registro del mundo (1940), Lugar de origen (1945), Hombre planetario (1959), etc.; y en prosa La tierra siempre verde (1955), Galería de místicos e insurgentes (1959) y El camino del sol (1959). En 1970 publicó su autobiografía El volcán y el colibrí. Tienen particular importancia sus traducciones del francés agrupadas en Poesía francesa contemporánea (1951). Fue director de la revista Letras del Ecuador y vicepresidente de La Casa de la Cultura Ecuatoriana; su carrera diplomática duró desde 1933 hasta 1965. Colaboró en la escritura de la letra del emblemático pasillo ecuatoriano: “Vasija de barro”, musicalizado por el dúo Benítez y Valencia, en 1950. 46 Casa de campo de Bédarrides, en Aviñón. Fue Arroyo quien vinculó a Carrión y a Carrera Andrade con Mistral. 47 Los subrayados y las mayúsculas pertenecen a Carrera Andrade. 48 Zaldumbide fue el primer estudioso, en español, del novelista y activista por la paz francés, con su En elogio de Henri Barbusse. (París, 1909) y veinte años después se vinculó con la revista L’Action Française, orientada por el ideólogo de derecha y promonárquico Charles Maurrás.


Por cuestiones que le detallaré largamente, he tenido una discrepancia con Arroyo, y quiero preguntarle a usted si me daría hospedaje en su casa, como su amanuense, copiador de artículos en máquina y todo lo demás; que es de lo que le he servido a César49. Le ruego me conteste categóricamente, mi querido Manuel Benjamín. Muchos saludos a su señora esposa y un abrazo a Jaimecito.

Jorge Carrera.

5. Jorge Carrera Andrade en Barcelona hacia 1932. 49

Carrera Andrade fue escribiente del despacho diplomático de Arroyo, en Marsella. Luego se estableció en Barcelona hasta 1933.


De Valery Larbaud∗ Allier, 3 de diciembre de 1929. Mi distinguido compañero, Hace ya dos semanas que acabé de leer –un poco apresuradamente, por falta de tiempo, ya que huí de París para trabajar– su novela y su libro de ensayos; y sería ingratitud de parte mía no decirle que de esos dos libros saqué a la vez placer y provecho50. Ahora, gracias a usted, la figura y la obra de José Vasconcelos se dibujan más claramente ante mis ojos, y mi atención ha sido llamada hacia Alcides Arguedas, cuyo nombre apenas había oído. Su novela también me gustó, y eso que soy muy difícil en materia de novelas, por haber leído [tantas] y con tantas páginas para no decir nada. Al principio temía encontrarme delante del eterno viaje a Europa y de las juergas a Montmartre, y fue grata la sorpresa al ver que me quedaba, después de todo, en el Ecuador, y en ese Quito que ahora conozco mucho mejor que antes, el Quito moderno cuya vida aparece con relieve muy marcado en los capítulos de su novela. Me asombra, y me entusiasma, constatar una vez más la fuerza y el vigor del idioma español, que tan poderosas raíces echa en las tierras donde ha sido transportado, y cómo, sin salir de la unidad fundamental, –mientras el inglés se descompone y se desmorona– saca de sus propias energías y del medio donde se halla, virtudes y bellezas nuevas. Tal vez no será castizo, ni querrá serlo; pero vive y se desarrolla con tanta gallardía que no es posible poner reparos en las libertades que se toma. ¡Dichosos los que pueden emplearlo como vehículo de sus concepciones poéticas, que tal vez, como heredero legítimo del latín, que es, puede durar tanto como el latín mismo! Perdóneme la digresión; pero una obra mediocre no me la hubiera sugerido. Ahora esperaré la segunda serie de Los creadores, y el libro sobre el Ecuador, y esos ‘muchos libros’ que usted anuncia51. Muchas gracias por las dedicatorias. ¿Será verdad eso de los sombreros? Buen negocio, y tanto mejor que no impide escribir cosas que valen. S.s.q.s.m.e. 52

V. Larbaud ∗

Tomada de Gustavo Salazar (editor). Benjamín Carrión: Correspondencia I, Cartas a Benjamín. (Ed. citada. pp. 118-119). Valery Larbaud (1881-1957). Escritor e hispanista francés, entrañable amigo de Alfonso Reyes. Obras: Fermina Márquez (1911), A. O. Barnabooth (1913). Traductor de Joyce, Whitman, Gómez de la Serna, Reyes, Azuela y Güiraldes, entre tantos otros al francés. “Estaba en el destino de Valery Larbaud, pasar a la posteridad como un compañero de viaje de los grandes escritores, sin llamar demasiado la atención, como la primera nota al pie de la página del gusto contemporáneo. A la hora de hacer los balances, las sumas y las restas del siglo XX, pocos repararon en que mucho de lo que amamos, un puñado de lectores en francés, inglés, español, portugués e italiano, fue curado y seleccionado por este poeta, narrador, traductor, crítico y ensayista, quien dispuso para nuestro consumo la noción misma de literatura mundial, anunciada por Goethe pero que sólo tomó carta de naturaleza cuando Larbaud decidió hacerlo” dice: Christopher Domínguez Michael. “Diario de fatigas. El inventor de la literatura mundial” http://mexiqueculture.pagesperso-orange.fr/nouvelles8-dominguezes.htm 50 Se refiere a El desencanto de Miguel García y a Los creadores de la nueva América. 51 En las páginas adicionales de El desencanto de Miguel García se anuncian varias obras de Carrión, entre ellas una segunda serie de sus Creadores, que finalmente tituló Mapa de América (1930). 52 Seguro servidor que su mano estrecha.


6. FacsĂ­mil de la carta remitida por Valery Larbaud, desde Allier el 3 de diciembre de 1929.



De Teresa de la Parra∗ Vevey, agosto de 1930. Estimado amigo: Recibí en La Habana su estupendo artículo53 que no sé cómo agradecerle ni cómo elogiarlo, en cuanto a crítica, porque parecería que quiero retribuir los elogios con elogios. Leí una vez en un poema de Azorín llamado “La oración del poeta”54 (expresión muy depurada del dolor y del cansancio que deja en el alma el triunfo fácil) el malestar de conciencia que experimenta un espíritu delicado, cuando se siente exaltado por incomprensión del público o de la crítica en aquello que menos vale de la obra: en sus verdaderos defectos. Yo he tenido muy a menudo esa tristeza y esa humillación: sentir que me elogian por lo trivial, por lo de escaso buen gusto y mucho efecto, por lo que quisiera no haber escrito. Esa humillación es peor que el ataque injusto, el cual nos hace reaccionar y nos da confianza en nosotros mismos. Su estudio crítico ha sido para mí lo contrario de todo eso. Sus elogios (excesivos tal vez) van dirigidos con un acierto extraordinario, a lo que hay de bien en mis libros, según mi gusto de hoy; lo demás, lo pasa usted en silencio, y las dos cosas me han llenado de una satisfacción reconfortante y noble, que nada tiene que ver con la vanidad. Mi vanidad muerta por el triunfo fácil me ha dejado una especie de cicatriz sensible: ¡cómo me duelen en ella esos elogios errados de que habla Azorín! Escribe usted con claridad, con verdadero espíritu analítico, se siente que ha leído con atención y simpatía de alma, descubriendo lo que quedó medio escondido, para eso, para despertar en el lector el interés de buscarlo. Aunque no le hubiese dicho ni una palabra al público, mi alegría al saber que tuve tan atento y fraternal lector sería la misma con idéntico agradecimiento le daría las gracias. Debo advertirle que su artículo me acompañó por toda mi gira realizada últimamente en Colombia. En todas las ciudades se reproducía con mi retrato o sin él titulado generalmente “Último juicio crítico sobre Teresa de la Parra”. Como mi viaje fue muy feliz y me ha interesado mucho, creo que el artículo me trajo buena sombra, buena sombra espiritual sobre todo. He visto mejor lo nuestro. A pesar de la corteza careada, hay muchas cosas bellas, mucho donde trabajar. ¡Quisiera escribir de nuevo! No sé si esta carta llegará a sus manos: la envío a su antigua dirección. Tal vez se haya usted ausentado. Ojalá le llegue y junto con ella la expresión de mi admiración y de mi cariño fraternal. Su afectísima

Teresa de la Parra. ∗

Tomada de Gustavo Salazar (editor). Benjamín Carrión: Correspondencia I, Cartas a Benjamín. (Ed. citada. pp. 165-166).Teresa de la Parra (1889-1936). Novelista venezolana. Nacida en París, su vida la pasó entre Venezuela, Francia y España. Por la tuberculosis que se le detectó, los últimos años de vida fueron un largo peregrinar por sanatorios entre Suiza y España, lugar este último en donde murió. Obras: Ifigenia (1924) y Memorias de la Mamá Blanca (1928). 53 Benjamín Carrión. “Teresa de la Parra”. Atlántico. año 2. n. 12. Madrid. 16 mar. 1930. pp. 22-30. 54 Azorín. “Oración del poeta”. Blanco y Negro. Madrid. 24 abr. 1907.


De Joaquín Gallegos Lara∗

Guayaquil, 5 de septiembre de 1931.

Mi querido Benjamín: ¿Cómo está? ¿Es cierto que se viene?55 ¿A quedarse? ¿Para ir a Bogotá? Recibo su carta que esperaba, seguro de que vendría. La bruja no está terminada todavía56. Paciencia. Aquí en Guayaquil no puedo escribir. Todo me quita espíritu para hacerlo. La política; el periódico; los amigos; las huelgas… Si es que lo son. Aparte juego, están pasando cosas bonitas en nuestro Ecuador. Y claro, me distraen. La bruja entonces no sale del todo. Pero me voy. Me voy a Chojampe, Chojampe feudo, latifundio, cálida tierra montuvia de llanadas cubiertas de ganado vacuno, caballar y humano. Tierra deliciosa en verano, colinas suaves, aire puro, cielo azul y perla, coco y mangle. Está cerca de la desembocadura del río Guayas. Pertenece a la familia Gilbert y por ende un poquito también a Enrique Gil Gilbert. Un poquito, lo suficiente para que Enrique se sienta comunista frente a su casta gamonal. Allá me voy con un haz de cuartillas, la semana que viene, a aislarme con mi libro. Cuestión de veinte días y lo tendré terminado. ¿A qué repetirle lo que me encanta su franqueza y lo que le agradecería si yo supiera agradecer, su amistad? Yo no sé agradecer sentimientos y actitudes como las suyas. Las sé corresponder con sentimientos iguales: pues que un carácter como el suyo se parece al mío en su cálida complexión varonil y con esta clase de hombres soy amigo de nacimiento. Nos une un lazo anterior al habernos conocido. Y no le devuelvo ninguna de sus apreciaciones elogiosas. En ellas el amigo ha hecho dormirse al crítico, por grande que lo sea el geógrafo literario hispanoamericano. De la política no sé nada qué decirle. En la huelga universitaria, cuya apreciación detallada mía la verá usted en el próximo número de El Clamor57 que le enviaré, he estado muy metido, como amigo y camarada. El cambio de hombres en el gobierno me parece inútil: lo que hace falta cambiar es los sistemas. Anteayer los oídos pétreos del Banco ‘La Previsora’ han oído de cerca el himno de La Internacional. Los pseudo-comunistas de aquí son unos majaderos. Otro al que conocí de lejos un poco, el ministro Sánchez, en el curso de la huelga estudiantil, se mostró oloroso a lo mismo. Dicen aquí que el crack bancario ecuatoriano total no pasa de fin de año. Dicen que vendrá la dictadura. Veremos. Desearía conversar personalmente con usted bien largo.

Tomada de Gustavo Salazar (editor). Benjamín Carrión: Correspondencia I, Cartas a Benjamín. (Ed. citada. pp. 86-87). Joaquín Gallegos Lara (1911-1947). Narrador y articulista ecuatoriano. Fervoroso militante de izquierda; junto a Enrique Gil Gilbert y Demetrio Aguilera Malta iniciaron el proceso de transformación de la narrativa ecuatoriana al publicar el libro de cuentos en grupo Los que se van (1930), al inaugurar la literatura de denuncia dentro de la corriente del realismo social en Hispanoamérica. Obras: Las cruces sobre el agua (1946), Biografía del pueblo indio (1952). Javier Vásconez preparó la edición de sus Obras selectas. (Guayaquil, Municipalidad, 2007). 55 Sabemos que Carrión permaneció en su cargo de Cónsul del Ecuador en El Havre hasta enero de 1931, cuando se le trasladó con destino a Lima. 56 Gallegos Lara no terminó esta novela. 57 Desde el periódico El Clamor, Gallegos Lara reclamaba una literatura políticamente comprometida.


Y ahora sí creo que pronto le irá La bruja. Entre tanto, con mis respetos a su señora, a quien no tengo el gusto de conocer, y caricias a sus bebés, le abraza fraternalmente. Gallegos.

Su carta tuvo retraso; Ponga si desea, casilla 734 Guayaquil


De Pablo Palacio∗

Quito, 14 de noviembre [de 1931].

Calló usted, doctor. Tengo dos cartas allá, no contestadas. ¿Conoce o adivina ya nuestra situación en el país? Parece que estamos bastante perdidos. Bonifaz fue apoyado por el Capitalismo, de tal manera que su gobierno será de reacción58. Yo no fui larreísta; pero, naturalmente, estaba a gran distancia del Bonifacismo. Usted no debe venir acá. ¿Para qué? Todo esto es una porquería. Haga un sacrificio. Gestione desde allá el cambio, si le es posible; pero no venga. Aquí todo es inútil. Gonzalo se fue a París59. Estaba con su nombramiento desde la víspera de la caída de Larrea Alba. ¿Regresará pronto? Creo que será el último que aproveche. Rendiré mi grado después de pocos días. Voy a dedicarme definitivamente a la profesión, si es posible. La política, a la porra. Y las y los proletarios, a la porra. ¿Para qué toda esa comedia? Aquí los pobres, ¡los pobres pobres!, les llaman a los socialistas ladrones. Entonces, ¿qué tenemos que ver nosotros con eso? ¿Insiste usted en venir? Cuénteme sus proyectos. Recuerdos a su familia y un abrazo de

Pablo.

Tomada de Gustavo Salazar (editor). Benjamín Carrión: Correspondencia I, Cartas a Benjamín. (Ed. citada. p. 150). Pablo Palacio (1906-1947). Escritor ecuatoriano. Uno de las más importantes narradores de la vanguardia hispanoamericana. Obras: Un hombre muerto a puntapiés (1927), Débora (1927) y Vida del ahorcado (1932). Carrión es el autor de uno de los mejores estudios dedicado a la obra del narrador lojano. 58 Tras el derrocamiento de Isidro Ayora, el 24 de agosto, se encargó el Ejecutivo al coronel Luis Larrea Alba, quien convocó a elecciones presidenciales en octubre. Las izquierdas designaron como candidato a Modesto Larrea, de filiación liberal, mientras que la derecha postuló al hacendado Neptalí Bonifaz. Los escrutinios dieron como vencedor a Bonifaz, sobre el que pesaba la acusación de ser de nacionalidad peruana, que sus opositores le enrostraron hasta enronquecer. El Congreso, reunido el 19 de agosto de 1932, procedió a descalificar al presidente electo. Este hecho desencadenaría la Guerra de los Cuatro Días, “la batalla civil más cruenta desde la de 1912”, según Pareja Diezcanseco. 59 Gonzalo Escudero.


Gilberto Owen∗ Saludo a Benjamín Carrión Querido Benjamín: Sabíamos el tránsito y sus cambios, pero sacrificamos gustosos la memoria a renovada sorpresa. No es, además, lo mismo, porque aquella vez nuestra yo iba hacia el sur o hacia el norte, no sé, pero hacia la nube, y de ella me salvo ahora. Ni viento de las rosas60 ni viceversa, desnudo de expresiones geográficas, el estado de ánimo sujeto al paisaje. He venido ciñendo el litoral, buscándole un arrimo verde inútilmente; mis ojos se tiraban contra las dunas queriendo abrir un hueco hasta la tierra verdadera, y me quedaba en ellos un poco de sal, y yo la bautizaba a escondidas “lágrima”, pero no corría; es peligroso llorar en el polo, porque vuelve uno con anteojos de hielo61. Y del lado del cielo había una nube que lo suplantaba, cielo al alcance de la mano, de todas las manos; una nube monstruosa, puesto que no tenía forma alguna, contra su deber de tenerlas todas. Y en el mar de plomo el barco no hundía herida perdurable, o era tan breve la vida de la estela que se sepultaba antes de que llegase yo a mirarla sobre el puente62. Y, breve y todo, duraba más que mi recuerdo en las gentes, como mi gesto dura más que mi cara y mi mirada [más] que mis ojos. Hablo también de este gesto sentimental que ahora ensayo y que tan mal me va, postizo, pues no me importa, en el fondo, ser recordado. (Me olvidan –me matan– luego existo63). Este gesto de algodón que acabo de deshilachar contra la seca, dura costa peruana. Se nos repite demasiado fácilmente nuestro deber de ser inteligentes. Se nos encarcela en una nube, en una ciudad encerrada en una nube, en una nube en forma de ciudad. Se nos grita: Pensad. Venid, Alfonso, Xavier, Jorge, Genaro, Jaime, venid64. Enseñadnos cómo. A ver, señor Descartes, traiga usted su chimenea. Nosotros pensamos con el tacto, y a nuestro tacto nada nuevo se ofrece, porque todos los senos tienen en una nube el mismo contorno alguna vez, y alguna vez ningún contorno. Y ∗

Tomada de Gustavo Salazar (editor). Benjamín Carrión: Correspondencia I, Cartas a Benjamín. (Ed. citada. pp. 129-132). Esta carta la publicó, de nuestra edición, con algunas notas novedosas que enriquecen su lectura –nos permitimos reproducir algunas, reconociendo su responsabilidad–, Guillermo Sheridan. “Una carta de Gilberto Owen”. Vuelta, n. 249, México, agosto de 1997. pp. 56-58. www.letraslibres.com/pdf.php?id=5136 Gilberto Owen (1904-1952). Poeta y diplomático mexicano. Perteneció al grupo de “Contemporáneos”, de trascendental importancia en la literatura en lengua española. Obras: La llama fría (1925), Novela como nube (1926) y Perseo vencido (1948). 60 Nota de Sheridan: En Día siete se refiere al viento que mueve “la rosa de los tiempos”. 61 Nota de Sheridan: Se infiere que Owen ha viajado en barco hacia Guayaquil, al norte, bordeando la árida costa peruana, pero ¿de dónde viene? ¿de Lima, donde se amaba con Rosa Alarco? Recuérdese que una de las razones por las que fue despedido del servicio había sido “abandono del lugar de su residencia sin previa autorización”… Por otro lado, la búsqueda de un litoral propicio es el tema del Día primero en Sindbad el varado. 62 Nota de Sheridan: En esta primera parte de la carta presiento un aire levemente cercano al Ancient mariner de Coleridge, su vagabundaje por páramos helados que congelan los ojos, su obsesión con el norte y el sur, etc. La estela ausente también es tema del barco detenido; dice Coleridge (VI): Nor sound nor motion made: / its poath was not upon the sea, / in ripple or in shade… 63 Nota de Sheridan: En la citada carta a Villaurrutia [en la presentación de Guillermo Sheridan], de mayo de 1933 dice: “Se olvidan de mí –me matan–, luego existo”. [Obras de Gilberto Owen. 1ª. reimp. Edición de Josefina Procopio. Prólogo de Alí Chumacero. México, F.C.E., 1996. p. 269. (Letras Mexicanas).]. 64 Alfonso [¿Reyes?], Xavier [Villaurrutia], Jorge [Cuesta], Genaro [Estrada], Jaime [Torres Bodet].


todas las frutas del mundo bailan en la orilla de enfrente y es inútil mudarnos de cuerpo. Nosotros pensamos con los ojos, y ahí está la niebla: nos roe todas las formas con sus encías de trapo, hace trampas con las distancias de nuestro sistema de coordenadas65, ensucia y revuelve y resuelve en gris todos los colores, en un gris sin austeridad, tramposo, feo66. Y también pensamos nosotros siete veces con el olfato y con el oído y con el gusto, y qué mal gusto encerramos ahí con señores sordos, y qué miseria haber fumado siempre tanto67. Entonces olvidamos nuestro nombre, declaramos todos los días martes y treces, dejamos que nuestros amigos se embarquen sin despedirlos, nos encontramos nuestros ángeles y pasamos de largo, fingiendo no haberlos reconocido, no reconociéndolos al final, desconocidos de ellos, y nos metemos de novios con señoritas bien, gordas y egoístas. Entonces nos interesamos en la política municipal, bebemos whisky, nos indignamos por las mentiras de los periódicos. Entonces el tiempo no existe, el espacio no existe, la inteligencia que los mida no existe. Entonces vivimos en el barrio galante de la Ciudad de Dios. Y de esa suave vida de olvido, de esta dulce muerte de olvido, de este fatigoso olvido de muerte y de vida se sale de pronto al aire verde de tu Ecuador, una mañana en que ya no mirábamos por la ventanilla por miedo a la sal de la arena en los ojos68. Sin haber hecho nada para merecerlo; sin haberlo deseado, después de todo. Contra nuestra voluntad, contra nuestra falta de voluntad, mejor. Preguntamos, como de costumbre: “¿en dónde estoy?, y un poco más alto, hasta Quito y hasta ti, “¿cuál es mi nombre?” 69 En realidad yo nunca creí, aún no creo en la geografía70; mis amigos en Ulises71, el muy geógrafo, el buscón de pasos de mar, van a escandalizarse. Pero ya sabes que a veces me llamaba Rimbad el Rarino72, o Nimbad el Narino, qué sé yo. No el Nimbífero, por inmodesto después de un año donde nunca llueve. Ando por saberme vivo, por aventura, no por problema. No sé los puntos cardinales; la flecha, la golondrina y los clásicos los saben. La araña sin porvenir, presa del pasado, segura en él los sabe mejor que yo. Hasta Xenius73 los sabe mejor. Por algún tiempo me engañé pensando que mis puntos cardinales eran otros, el Norte en el cenit, 65

Nota de Sheridan: Recuérdese que para Cuesta, la “Ley de Owen” establece que Cuando el aire es homogéneo y casi rígido / y las cosas que envuelve no están entremezcladas / el paisaje no es un estado de alma sino un sistema de coordenadas. 66 Nota de Sheridan: La niebla es el tema de Día seis. 67 Nota de Sheridan: Owen vive en estos días un severo ajuste de cuentas con sus amigos de Contemporáneos, como se lee en la citada carta a Reyes. [Remitida desde Bogotá del 14 de marzo de 1933. Obras de Gilberto Owen. Ed. citada. pp. 276-278]. 68 Nota de Sheridan: De México a Ecuador; del gris al verde; de la abulia al activismo político. Más tarde dirá que en Ecuador “revive”. 69 Nota de Sheridan: Sobre esta pregunta que se hace Owen obsesivamente, puede leerse mi comentario “Owen y el Gambusino rubio”, en Vuelta de febrero de 1997. 70 Nota de Sheridan: Lo mismo en la carta a Villaurrutia: “Dicen que hay países, pero no creo, ¡ay!, en la geografía”. 71 Grupo Ulises, reúne a los escritores mexicanos: Owen, Novo, Pellicer, Ortiz de Montellano, Cuesta, Villaurrutia, Gorostiza y Torres Bodet; esencial para la renovación de la literatura en lengua española. 72 Nota de Sheridan: Rimbaud es uno de los poetas tutelares de Owen. 73 Nota de Sheridan: Xenius es seudónimo de Eugenio D’Ors, pero también el nombre de un avatar de Villaurrutia en Examen de pausas.


el Sur en las antípodas, un poco como en los mapas en la pared de la escuela. Yo había elegido el Sur, mi destino era caer hasta las nubes del otro lado. Mentira. No he caído, no he podido caer. Como esos suicidas que se encuentran con que el agua les da escasamente a la rodilla. Como los ángeles que, caídos, ya no son ángeles, es decir, que no han podido caer como ángeles. Como Rimbaud que, cazador de elefantes, ya no se llama Rimbaud. Y mejor como Emily Dickinson, que no logró caer aunque quiso. Luego esto: en la ciudad que yo más quiero el sol salía entre dos montañas nevadas; en otras partes salía por los arenales, en otras por el mar; ¿cómo llamar del mismo modo, oriente, al mar y a la montaña y al desierto? Y el frío en Magallanes era igual al de mis dulces lagos canadienses, y unos se llamaban el Sur74. Absurdo, absurdo. La geografía no existe, existe el paisaje, existen los hombres, existen las mujeres a veces, existen los vicios, los mangos, la poesía, el aire, Rimbaud y Dios. Creo que este [es] el primero pero mis enumeraciones tienen su orden peculiar, como el Señor Jourdain hablaba en prosa75. No creo en el Ecuador como una línea abstracta, cuya presencia sólo se revele tangiblemente por un baño de cerveza cuando se llega por primera vez a ella76. Creo en el Ecuador como un río por el que se navega de pronto, (después de muchos días áridos de costa peruana) de un dulce verde adormecedor por orillas, navegado por lanchones desbordados de plátanos y de piñas brillantes al sol rudo, que no se anda por las ramas no más, que quema al pez en el agua, que derriba a ras de agua las bandadas de pájaros pescadores, que tira a los hombres sudorosos sobre las cubiertas de los barcos, bajo los arbolillos, en las hamacas –vasos que toman la forma del líquido que contienen– en los largos portales que son las calles de esta ciudad en que revivo. Creo en el Ecuador, también, de oídas, como una montaña y una ciudad entre montañas, donde viven Benjamín, Aguedita, Jaime, la Francesilla77. Como una ciudad adonde irá un día de estos a abrazarlos, su amigo Gilberto. Guayaquil, 7 de junio de 1932. Ya continuará, apenas llevo tres días. Gilberto Owen vive, siguiendo el consejo de los amigos paternales con Luis Alfonso Enríquez, el “El Hotel Tívoli”78, Guayaquil – Ecuador.

74

Nota de Sheridan: Varios lagos estadounidenses apuntan cifras owenianas (p. ej. los Finger Lakes); esta es la primera mención a “lagos canadienses”. Pero estuvo en Niágara, y quizá viajó por Canadá. La mención al estrecho de Magallanes es curiosa: si de veras lo cruzó ¿habrá sido en viaje de México hacia los Andes, en lugar de cruzar el canal de Panamá? ¿o sería durante el mismo viaje que describe la carta? 75 Nota de Sheridan: Se recordará el esnobismo expresivo de monsieur Jordain, el burgués Gentilhombre de Moliére. 76 Nota de Sheridan: El “bautismo” que se da en los barcos a quienes lo cruzan por vez primera. 77 Nota de Sheridan: Anota Adoum que se refiere a la familia de Carrión. [Evidentemente Sheridan no tenía por qué saber que las notas eran de mi responsabilidad, cuando Owen dice: “la francesilla”, se refiere a María Rosa “Pepé”, hija de Carrión nacida en Francia el 27 de octubre de 1929]. 78 Se refiere a un pasaje de la novela de Carrión: El desencanto de Miguel García (1929), cuando el personaje va a viajar a Europa desde Quito, tiene que ir por Guayaquil y le aconsejan que se hospede en el mencionado hotel.


Gonzalo Escudero∗

París, 30 de junio de 1932.

Queridísimo Manuel Benjamín: Ya conozco todas las jornadas libertarias en que el bizarro Profesor de Sociología de la Universidad Central encuéntrase embebido79. Tú conoces más que nadie, que la estética pasional de la protesta es la entraña de toda rebelión. Bien pues: después de ensayista, diplomático y hedonista, has sabido ser un rebelde, y esto me complace estupendamente. ¿Por qué te batieron en la elección Senatorial de la prensa?80 Experimenté una gran sorpresa al constatar la mala nueva en los diarios de allá. ¿No crees que las levaduras regionalistas continúan latentes? No de otra manera entiendo esa derrota, frente a un competidor que jamás puede competir contigo. Esperé con vehemencia que tú, hombre de fina sensibilidad contemporánea, te incorporarás a las trayectorias políticas del Ecuador para enderezarlas, en compañía de los camaradas de siempre. Lamentablemente los izquierdistas nuestros son implacables individualistas en su conducta y no aceptan el sacrificio de su yo en aras de la exaltación colectiva. He ahí el secreto de su fracaso. Además, abundan los emilianos anodinos y jactanciosos, cuando no los derrotistas que en esencia son unos cobardes encubiertos. Conozco tanto la catadura de ese ambiente. Aquí me tienes en los invernaderos de París, acicateado como nunca por la sed insaciable de mi arte consustancial, aparte la infinita renovación de mi cultura. Me he fabricado mi turris ebúrnea para mejor asimilar y producir, y creo que al fin, podré colmar el sueño de toda mi vida, como lo es el del imperio estético. Quizás el próximo mes verá la luz pública mi libro. (Hélices de huracán y de sol) 81

En ese libro aspiro a dar el ritmo de una poesía cósmica que hace del hombre, una fuerza integral de la naturaleza en trance de una dinamogenia eterna.

Tomada de Gustavo Salazar (editor). Benjamín Carrión: Correspondencia I, Cartas a Benjamín. (Ed. citada. pp. 77-78). Gonzalo Escudero (1903-1971). Poeta y diplomático ecuatoriano. Una de las mejores expresiones poéticas de la vanguardia hispanoamericana. Publicó entre otras obras: Hélices de huracán y de sol (1933), Altanoche (1947), Materia del ángel (1953) y Réquiem por la luz (1983) y la obra de teatro Paralelogramo (1935). En colaboración con Filoteo Samaniego tradujo del francés la obra completa del ecuatoriano Alfredo Gangotena. 79 En ese año Carrión fue profesor de Sociología en la Universidad Central del Ecuador. 80 Carrión, postulado para Senador por la Prensa, fue derrotado en la elección. 81 En la carta el título está primeramente dibujado, en mayúsculas: la S como letra florida, la preposición de con sus dos letras formando una sola. No fue “el próximo mes” sino al año siguiente cuando Escudero publicó Hélices de huracán y de sol (Madrid, Compañía Ibero-Americana de Publicaciones).


Aún convalezco de una terrible intoxicación alimenticia que me puso en la linde de la muerte. Exilado en una clínica, sometido a un fatigante régimen de inmovilidad, no obstante mi máximo debilitamiento, pude producir algo –es un poema que te adjunto– merced a esos freudianos estados de sublimación intelectual. Deseo que al poema lo publiques donde creas del caso hacerlo82. ¿Qué nuevas perspectivas políticas se dibujan? ¿Cuál tu programa de acción creadora y transformadora? Estoy ávido de saberlo. Te diré que tu pedestal universitario es bien cimentado, por las informaciones postales que mis amigos del Alma Mater me han obsequiado. Y esto me llena de optimismo, porque esas generaciones jóvenes están menesterosas de un conductor que las agrupe y discipline. Y tú, ante todo, debes pensar en ese apostolado que por derecho de selección te pertenece. Espero que la pereza mesológica de Quito no enmohezca la pluma destinada a escribirme y mientras tanto, recibe mi ancho y emocionado abrazo fraternal.

Gonzalo Escudero.

82

No hemos podido precisar de qué poema se trata.


Gilberto Owen∗ Bogotá, [marzo de 1933]83.

Querido Manuel Benjamín: Derrochado mi tiempo en las cosas pequeñas, me ha luego faltado para escribirte, tan verdaderamente grande mi necesidad de saberte bien, y a Águeda, y a los niños. Te ofrezco para inmediatamente una carta larga, llena de confesiones y de Bogotá –de mi nombre en el paisaje. En esta quisiera, y no me cabe, el elogio de un amigo que quiere serlo tuyo. De los espíritus más cercanos al tuyo en edad, curiosidad y disciplina, Germán Arciniegas84 (ningún pariente de nuestro inefable don Ismael Enrique85) (lagarto), enseña aquí, como tú en la Central, Sociología. Y estudia empeñosamente una reforma universitaria que los politiqueros no le dejan hacer. Va a escribirte86, pues, por conversar de esas cosas contigo, ¡y va a envanecerme tan por de dentro saberlos tan buenos amigos como los dos míos! (Aquí notarás mi prosa muy en decadencia; piensa que estoy aprendiendo a escribir para los periódicos y te lo explicarás todo). Tú le conocerás, acaso, por sus libros; en amistad y diálogo verás su estatura idéntica. Verás qué justificada mi impresión cuando, refugiándome entre sus libros, entre sus palabras, asocio a nuestras veladas el recuerdo de las mil y una en tu casa. –Creo que estoy bien; sólo con el desvelo de no poder aún irme a México, a donde me llevan los proyectos que tú sabes, y que no debiera posponer, bien lo entiendo, por más tiempo. Dime, si tienes tiempo, cómo marcha el Partido. Se me dice que Vasconcelos, como quería yo le aconsejaran, no irá a tu Universidad finalmente87. Le escribo a Luis Alberto88 a tu cuidado. No sé su dirección. Etc. –Un abrazo muy prieto a Jaime, a Águeda, a tu chiquilla. Mi cariño invariable a ti. Te escribo sobre Diálogo89 mañana. Chau.

Gilberto.

Tomada de Gustavo Salazar (editor). Benjamín Carrión: Correspondencia I, Cartas a Benjamín. (Ed. citada. pp. 133-134). 83 Carta remitida a México, en donde Carrión se desempeñaba como Embajador del Ecuador. 84 A partir de esta introducción epistolar Arciniegas se aproximaría mucho a Carrión para, años más tarde, distanciarse por divergencias ideológicas. 85 Ismael Enrique Arciniegas (1865-1938). Poeta, periodista y diplomático colombiano. Seguidor de Bécquer, se le recuerda, más que por su obra personal, por sus traducciones de los parnasianos y simbolistas franceses. 86 La carta de Arciniegas que Owen anuncia, y podemos leerla en la página siguiente, está fechada el 13 de marzo de 1933, por lo que cabe suponer que, ésta de Owen, es inmediatamente anterior. 87 Colegimos que Carrión habría planeado, junto con Gabriela Mistral, César E. Arroyo y José María Velasco Ibarra, llevar al pensador mexicano José Vasconcelos al Ecuador para que se hiciera cargo de una cátedra en la universidad Central del Ecuador. 88 Owen estuvo vinculado con Luis Alberto Sánchez, Víctor Raúl Haya de la Torre y José Díez-Canseco, partidarios del APRA. 89 Diálogo, publicación quincenal de Bogotá.


Germán Arciniegas

[Bogotá], 13 de marzo de 1933.

Señor doctor don Benjamín Carrión, Quito.

Muy distinguido doctor Carrión: Gilberto Owen ha tenido la gentileza de escribirme para usted la carta que le incluyo y por la cual le he dado a él infinitas gracias porque viene a relacionarme con usted. Su nombre me es conocido desde hace mucho tiempo, pero ignoraba que usted se hallase en Quito y que, justamente, tuviese a su cargo disciplinas sociológicas que son ahora las que me interesan de una manera especial. He tomado a mi cargo una cátedra de Sociología colombiana. Desde ella, más que enseñar, estudio, y no creo poder presentar nada preciso antes de un año. Pero en el desarrollo de mi curso he tratado de coordinar los aspectos más interesantes de la nacionalidad colombiana con los de las demás naciones hermanas, y para este efecto me serían utilísimos los materiales ecuatorianos de que usted pudiera darme referencia. En este sentido le quedaría muy obligado si me enviase el programa de Sociología que se esté desarrollando en la Universidad Central y el dato de algunas publicaciones que yo pudiera obtener allá para el mejor estudio de la sociología ecuatoriana. Por paquete separado le estoy enviando un trabajo sobre organización universitaria que elaboré el año pasado y sobre el cual me gustaría mucho oír su opinión, pues me interesan sobremanera los problemas de esta clase. Le ruego me tenga por su amigo muy leal, y recibir el afectuoso saludo de

Germán Arciniegas.


De Ramón Gómez de la Serna∗ Buenos Aires, [193990]. Membrete: RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA BUENOS AIRES VICTORIA 1970 TEL. 47 - 4775

Mi querido y admirado amigo: al saber por fin unas señas suyas a las que dirigirme me apresuro a escribirle. En los primeros días de la revolución española en 193691 me vine a América como a la playa ideal a la que siempre había aspirado. Llevo ya casi tres años en Buenos Aires y aunque cada vez me es más difícil la vida, el caso es que vivo. Perdida biblioteca y archivo, escribo y escribo como para restituir todo lo perdido. ¿Y usted? Si hay algún nuevo libro suyo piense en que soy un arruinado de libros. ¿Y esa Revista de las Indias? ¿Es posible enviar ensayos y artículos? ¿En qué condiciones ampara al escritor? He visto que está en ella mi admirado y querido D. Luis Zulueta92, al que le ruego dé mis recuerdos y le diga cuánto me alegra verle establecido en tan grata tierra de paz. Dirigida por D. Germán Arciniegas93 y protegida por el gobierno de Colombia puede ser un verdadero albergue para los espíritus que llaman desesperados a todas las puertas, en esta hora en que yo que llevo probando América en experiencia total me he

Tomada de Gustavo Salazar. “Ramón el tío de la pipa: Benjamín Carrión y Gómez de la Serna” BoletínRAMON. nº. 13, Madrid, otoño 2006. pp. 59-60. http://www.ramongomezdelaserna.net/BR13PDF.pdf. Agradezco a mi colega y amigo Carlos García (Hamburg), su ayuda con la corrección en la lectura de algún pasaje de esta carta. 90 Enviada a Bogotá. La fecha es hipotética. Gómez de la Serna salió de España con rumbo a la Argentina en septiembre de 1936 y, al parecer, mediante la presente reinicia su contacto con Carrión. Presumimos, por lo que en ella se menciona, que esta carta es cronológicamente anterior a otra dirigida al escritor lojano, del 22 de julio de 1939. Carrión en aquel entonces era Ministro Plenipotenciario del Ecuador en Bogotá. 91 Gómez de la Serna consulta a Carrión si puede vincularlo con la Revista de las Indias (1936-1951), publicación colombiana establecida por el Ministerio de educación y dirigida por Germán Arciniegas. 92 Luis de Zulueta (1878-1964), político y pedagogo español. Se exilió en Colombia en 1936. Formó parte del cuerpo de redacción de la Revista de las Indias. Entre sus libros destacan el ensayo La edad heroica (1916), y las Cartas que entre 1903 y 1933 intercambió con Miguel de Unamuno. 93 Parece que la gestión de Carrión ante Arciniegas fue positiva, ya que el creador de las greguerías inició sus colaboraciones en la Revista de las Indias con “Biografía completa de Juan Ramón Jiménez”. tomo 6. n. 17. época 2. may. 1940. pp. 58-77.


encontrado con desiertos y desengaños, y eso que yo soy un literato casi neutral frente a las luchas de nuestros días. Aunque soy de los que podrían volver a España pienso quedarme en América definitivamente, pues hay una sombra de fratricidio que no quiero ver. ¡Eso si puedo defenderme aquí, pues aún con las veintidós repúblicas lo veo dificultoso! Vivo muy solitario, cada vez con más jornada, pues escribo unas novelas que llamo las novelas de la nebulosa94, ya que en estos días todo en el mundo ha vuelto a ser nebulosa. Reciba abrazos de un devoto amigo y admirador, RAMÓN Gómez de la Serna.

94

De lo que conocemos, esta serie es un grupo de cuatro novelas publicadas en este orden: El incongruente (1922), El novelista (1924), ¡Rebeca! (1936) y El hombre perdido (1947) suponemos que será a este cuarto y último libro de las novelas de la nebulosa al que se refiere Ramón.


De César Dávila Andrade∗

Caracas, 24 de abril de 1951.

Admirado doctor Benjamín: Hace cuatro meses tuve el placer de escribirle mi primera carta desde esta tumultuosa capital95. No tuve respuesta; pero supe que usted se encontraba entonces empeñado en la bella y compleja gestión de El Sol96, y esto, fue para mí la explicación de su silencio y, por otra parte, la del rotundo éxito del diario que ya nos alumbra a todos los ecuatorianos de América. Reciba usted mis parabienes y mis mejores recuerdos. Y acepte mis deseos por su felicidad. Esta segunda carta, tiene por objeto pedirle se sirva ordenar se me envíe, por medio de la Casa de la Cultura, un ejemplar de su esperada obra sobre el relato ecuatoriano97, que supongo se halla circulando ya. Créame que la necesidad de conocer su pensamiento y su magnífica labor crítica y selectiva, se ha convertido para mí en un verdadero mandamiento interior; mucho más ahora que el periodismo que hago en esta ciudad, me demanda la mejor información de nuestra literatura actual. Cierta vez, en la oficina del novelista Alfredo Pareja98, me había dicho usted que si la comodidad iba a entorpecer mi creación, prefería verme envuelto en constante lucha de dolores, para que escribiera. Bueno; en mi actual situación, de serenidad laboriosa, aunque no de holgura, he escrito dos libros de cuentos, uno de los cuales se encuentra en poder del jurado del Concurso auspiciado por la Casa de la Cultura de Guayaquil; y un libro de poesía titulado Hombre total99. Como usted ve, querido doctor Benjamín, no me han distraído de mi misión las algarabías que se alzan al borde del Mar Caribe. A propósito de mi libro de poesía, debo decirle, en primer lugar, que no concursaré con él en el Certamen de noviembre auspiciado por el Núcleo del Guayas.

Tomada de Gustavo Salazar (editor). Benjamín Carrión: Correspondencia I, Cartas a Benjamín. (Ed. citada. pp. 233-234). 95 Su estadía en Caracas se prolongó desde 1951 hasta el 2 de mayo de 1967, fecha en que decidió poner fin a su vida. 96 El Sol. Diario ecuatoriano fundado por Benjamín Carrión y Alfredo Pareja Diezcanseco en 1951. Dávila Andrade colaboró en esta publicación con su cuento “La mirada de Dios”. Suplemento dominical, 9 sep. 1951. p. 7. 97 Benjamín Carrión. El nuevo relato ecuatoriano, crítica, t. 1, Quito, Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1951, 408 p. El tomo 2, que recoge una antología de los autores estudiados, apareció al año siguiente. 98 Alfredo Pareja Diezcanseco (1908-1993). Novelista, historiador y diplomático ecuatoriano. Uno de los más importantes narradores ecuatorianos, en algún momento adscribió al realismo social, de donde destaca El muelle (1933), entre otras. Obras: La beldaca (1935), Baldomera (1938), El aire y los recuerdos (1959) y Las pequeñas estaturas (1970). 99 El libro presentado al Concurso Nacional de Cuento “Joaquín Gallegos Lara”, convocado por el Núcleo del Guayas de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, es Abandonados en la tierra (1952). El de poesía apareció con el título de Catedral salvaje.


Ese resquicio quiero dejarlo para Jorge Adoum100. Si yo concursara, el querido poeta de Ecuador amargo101, me odiara un poco más ¡y le hiciera tanto daño esto! Quiero poner en sus manos este libro mío, doctor Benjamín. Usted ha sido muy generoso al juzgarme como poeta. Conocí últimamente sus declaraciones sobre mi poesía, hechas en Bogotá, con motivo de su último viaje a esa Capital. Pero, no creo que la poesía –si es que la hay– que vertí en Espacio102, valga para nada. Sólo su generosidad triunfante, puede echar luz sobre esas páginas. Pero, ahora, este libro mío, realmente es un libro de poesía. Estoy casi contento. Se trata de un poema cíclico de mil doscientos versos103. Tiene arquitectura; días de trabajo; cosas vivas; cordilleras y hombres. Tiene vaticinio, como usted verá. Si usted quisiera editar este libro, le aseguro que sería el padrino de un libro realmente sincero. Perdóneme que sea casi vanidoso. ¡Estoy muy atento con mis debilidades, siempre! Pero, no puedo reprimir mi entusiasmo por las páginas que he trazado últimamente, con toda mi conciencia vigilante. Le ruego que me conteste al respecto. Ojalá sea favorable su respuesta. Le saludo con todo mi inalterable afecto.

César Dávila Andrade. Fakir104

100

Jorge Enrique Adoum (1926-2009). Poeta y novelista ecuatoriano. Obras: Los cuadernos de la tierra (1952-1961), Informe personal sobre la situación (1973), El amor desenterrado y otros poemas (1993) y su novela experimental Entre Marx y una mujer desnuda (1976). También colaboró en la elaboración de la letra de la emblemática canción ecuatoriana: “Vasija de barro”, musicalizado por el dúo Benítez y Valencia, en 1950, aquella productiva noche de bohemia en la casa del pintor Oswaldo Guayasamín. 101 Nota de Jorge Enrique Adoum: “Adoum ganó, en efecto, ese concurso con los dos primeros volúmenes de Los cuadernos de la tierra. Pero no recuerda haber tenido distanciamiento alguno con Dávila Andrade, mucho menos un “odio” que hubiera podido aumentar. Prueba de ello puede ser el hecho de que el poeta, radicado en Caracas, sabía –y sólo podía saberlo por comunicación del propio Adoum– que iba a participar en el concurso”. [Quizás el poeta cuencano se enteró de la noticia por su gran amigo Galo René Pérez]. 102 César Dávila Andrade. Espacio me has vencido, Quito, Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1946. 103 “Anoche, para seguir la costumbre de los escritores venezolanos, ofrecí una lectura de la primera parte de Hombre total, el poema que comencé en Quito, en el mes de mayo. Lo tengo terminado; consta de mil ochocientos versos y se halla dividido en tres cantos: Catedral salvaje (la que leí), El Habitante, y Vaticinio”, escribió Dávila Andrade a Galo René Pérez, desde Caracas el 17 de agosto de 1951. Galo René Pérez. Epistolario, Quito, Casa de la Cultura Ecuatoriana, 2008. p. 211. 104 Apodo que se le dio desde su juventud.


De Germán Arciniegas∗

Nueva York, 16 de octubre de 1956.

Miserabilíssimo Ben Carrión: Cuando me dijiste en México que la ibas a emprender contra mí, no le puse mayor atención al anuncio, aunque no ha debido sorprenderme105, porque en materia de generosidad creo que no se den en nuestra América dos casos como el tuyo. Una vasta porción de tus libros está consagrada a elogiar a tus hermanos en las letras en algunos casos con desbordante benevolencia, como lo haces conmigo. Te lo agradezco en el alma porque yo estimo más la amistad que la crítica. Nada necesita tanto un escritor como que le resulten críticos de verdad, pero entre nosotros esa función anda deteriorada por averías que lo mismo pueden nacer del resentimiento que de la complicidad. Esto hace que hayamos acabado por acomodarnos a esa situación, y mirar con algún escepticismo los comentarios de mucha apariencia académica. En cambio el hambre de amistad crece con los años. Unos amigos se nos mueren, otros se nos enfrían, muchos nos decepcionan, y se agudiza la pena que causan estas experiencias con este vagabundeo forzoso a que nos tiene obligados los que se alzan con nuestras patrias y de hecho las cierran para quienes mejor las queremos. Entonces –y este es un recuerdo al tema de las hambres que nos propuso Madariaga106– entonces el hambre de la amistad nos asalta en forma que no habíamos conocido. De la amistad vieja, porque amigos nuevos, brotan. Pero, claro, sin la calidad de esa experiencia de años que da un insustituible dorado de lejanía a los telones de fondo que necesitamos para no surgir sin perspectiva en la escena cotidiana. Que para nosotros veinte años de ausencias no sean ni una línea de distancia es una gloria. Mil gracias, mil gracias! Un recuerdo cariñoso para los tuyos, y para ti un abrazo emocionado.

Germán.

Tomada de Gustavo Salazar (editor). Benjamín Carrión: Correspondencia I, Cartas a Benjamín. (Ed. citada. pp. 195-196). 105 Se refiere al artículo “Un tal Germán Arciniegas”. Lecturas dominicales de Intermedio. Caracas. 3 feb. 1953 y reproducido en El Diario de Nueva York. Nueva York. 11 nov. 1956. Recogido en La patria en tono menor (México, F.C.E., 2001, pp. 195-198). 106 Salvador de Madariaga (1886-1978). Escritor y diplomático español. En su extensa obra destacan Guía del lector del Quijote (1941), Hernán Cortés (1941) y Bolívar (1951).


De Miguel Ángel Asturias∗ Buenos Aires, 5 de junio de 1960.

Admirado y querido Benjamín Carrión: Has de estar que no te había escrito antes, por un como auto castigo, pues en el vaivén del viaje extravié la dirección de tu apartado y no quería hacerlo a la Casa de la Cultura. Afortunadamente me envías dicho número con una tarjeta que acompaña una hermosa y justísima carta publicada por ti y dirigida al General e Ingeniero Auxiliar Miguel Ydígoras Fuentes107. Veo que te sacaste la espina, pues, efectivamente, este gran payaso que reina en mi país por voluntad del departamento de estado y contra la opinión nacional, no es que se vistiera de oveja ante tu persona, sino que tú caíste por allá en momentos en que, recién electo, tenía que corresponder en cierta forma a algunas de las fuerzas progresistas que creyeron en él y no lo adversaron108. Al Ydígoras Fuentes que conociste, sustituyó después, un mandamás, capado en el palacio de Buckingham, por la cortesía inglesa y vuelto a capar por su tendencia dictatorial, por los aires democráticos que aspiró en Bogotá. Sin embargo, poco a poco ha ido sacando las uñas de la afelpada garra de viejo verde y, ha empezado a dar zarpazos, para él sensacionales contra Guatemala y contra Cuba. Contra Guatemala, porque con su yerno se han dedicado a saquear el tesoro público y a engañar con una pseudo democracia, a los que creen que bastan las palabras cuando el pueblo se está muriendo de hambre. Muy bien tu carta, muy fresca, muy medida en el ataque, muy justa en sus acusaciones, muy precisa en sus observaciones. Creo que es un documento valioso para enfocar al pseudo tiranuelo guatemalteco. No sé si ésta te encontrará en Quito, antesala del cielo, pues por allí un cable dijo que habías sido invitado para ir a Venezuela, antesala de Bolívar, pero la escribo para que a tu regreso la encuentres y no estar en tanta deuda contigo. Conservamos, como en una foto transparente, la figura de Águeda, su frescor de abuela y apasionada de las plantas como Blanca109. Aquí como ustedes, fuimos llegando con una serie de semillas, vástagos, etc. Y algunas se han pegado; esperamos igual suerte para las que llevó Águeda, a quien te rogamos saludar como a tu ilustre y eficaz compañera, y decirle que tenemos nostalgia de su cariño.

Tomada de Gustavo Salazar (editor). Benjamín Carrión: Correspondencia I, Cartas a Benjamín. (Ed. citada. pp. 197-198). Miguel Ángel Asturias (1899-1974). Escritor guatemalteco. “Tiene Asturias esa maestría de quien aporta, de quien trae algo a las posibilidades de la literatura. La receta balzaciana, suficiente hasta entonces, para contar y referir, no le fue bastante a Asturias. El Surrealismo ayudó a Asturias a encontrar el camino de la revolución”, escribió Carrión. La patria en tono menor (Ed. citada p. 239). Premio Nobel en 1967. Obras: Leyendas de Guatemala (1930), El señor presidente (1946), Hombres de maíz (1949), Viento fuerte (1950), El Papa verde (1954) y Los ojos de los enterrados (1960). 107 Benjamín Carrión. “Cuba: la esperanza suprema de los pueblos de Latinoamérica. Carta abierta a Miguel Ydígoras Fuentes”, artículo reproducido en la revista Mañana. n. 23. Quito. 23 jun. 1960; no hemos podido determinar en qué publicación apareció originalmente. 108 Cuando Carrión conoció a Ydígoras Fuentes, entonces flamante presidente de Guatemala, le dedicó el artículo “Una esperanza en Guatemala”. El Diario de Nueva York. Nueva York, 21 sep. 1959. 109 Blanca, esposa de Asturias.


¿Qué hubo del Premio ‘Alfonso Reyes’110? ¿Pasó de proyecto a realidad? ¿Se otorgará este año? En el curso del mes de julio, recibirás mi novela, Los ojos de los enterrados111 y creo que si hay Premio ‘Alfonso Reyes’, este libro me da algún derecho para aspirar al mismo. Te abraza fraternalmente

Miguel Ángel Asturias.

110

El Premio Internacional “Alfonso Reyes” se instauró en 1972 y se entrega desde el año siguiente, lo otorgan: el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, el Instituto Nacional de Bellas Artes, la sociedad Alfonsina Internacional, el gobierno del estado de Nuevo León, editorial Siglo XXI Editores y Ediciones Castillo. Asturias no lo recibió. 111 Miguel Ángel Asturias. Los ojos de los enterrados. Buenos Aires, Losada, 1960.


De Augusto Roa Bastos∗ Buenos Aires, 3 de julio de 1962.

Mi muy apreciado amigo: En nuestro encuentro en Chile creo que le hablé de que la Dirección General de Cultura de este país me había encargado la preparación de una antología del cuento iberoamericano. Pese a que no soy un especialista ni siquiera un mediano conocedor de la materia, acepté esta tarea porque considero, en primer lugar, que todas las oportunidades son buenas para contribuir al conocimiento y difusión de nuestros valores –tan restringidos a sus predios locales, sobre todo si son noveles o si no están consagrados–, y en segundo lugar, porque entendí que el propósito de los inspiradores de la compilación era brindar una antología del cuento desde el ángulo de enfoque de otro narrador de ficciones, más que desde el de un crítico o historiador literario. Estoy, pues, embarcado en la tarea, bastante difícil, como usted bien sabe, por las obvias razones de desconocimiento, incomunicación, etc., a las que acabo de aludir, y también por el criterio con que he decidido realizar la selección: el de incluir autores vivos y en lo posible, ‘vivientes’ o representativos, literariamente hablando. Me reservé este recurso con el propósito y la esperanza de dar cabida en la compilación, junto a los ya ‘canonizados’, a un mayor número de cuentistas noveles. Pero aquí recrudecieron mis dificultades, pues si ya es problemática una ecuánime asamblea de ‘consagrados’, resulta aún más arduo el reclutamiento de los jóvenes antologizables. En otro sentido, no hay escollos mayores; quiero decir que el carácter de la antología es en sí mismo bastante ecléctico, amplio y abierto, con respecto a las tendencias literarias o ideológicas. En este aspecto, me han dado plena libertad de acción. Lo difícil es, como le digo, encontrar y reunir las fuentes112. En esta emergencia me permito recurrir a usted, rogándole su valiosa colaboración para el ajuste de la sección ecuatoriana: indicación de los nombres que a su juicio sean los más aptos para ocupar un lugar representativo, tanto para los consagrados como para los noveles, así como las fuentes respectivas, con el único requisito de que tales autores estén vivos. He hurgado bastante en procura de ellos, pero aquí, por desgracia, no se conoce ni se consigue nada, en especial con respecto a los nuevos. Le agradecería mucho, asimismo, si tiene algún trabajo de estudio y ubicación de las corrientes actuales de la literatura, en general, y del cuento en particular, que me lo envíe; esto me sería muy útil para la revisión panorámica y para las anotaciones biobibliográficas correspondientes, que pienso incluir. Por todo ello, le anticipó desde ya mi más cordial gratitud, don Benjamín.

Tomada de Gustavo Salazar (editor). Benjamín Carrión: Correspondencia I, Cartas a Benjamín. (Ed. citada. pp. 279-280). Augusto Roa Bastos (1917-2005). Novelista paraguayo. Uno de los grandes narradores hispanoamericanos. Recibió el Premio Cervantes en 1989. Obras: Hijo de hombre (1960), El baldío (1966) y Yo el supremo (1974), etc. 112 Probablemente no llegó a concretar este proyecto pues su bibliografía no lo registra.


Le incluyo un recorte del semanario uruguayo Marcha con mi réplica a un ataque de muy mala fe que el inefable Frank Tannenbaum113 intentó propinarnos a los que fuimos sus oponentes en la Escuela de Verano de Concepción, por medio del semanario mexicano Siempre!, del que no sé si enteró114. Renovándole mis agradecimientos por lo que pueda hacer en mi favor o a favor de mi antología, le saludo cordialmente con mi amistad y mi invariable afecto. Su amigo

Augusto Roa Bastos.

113

Frank Tannenbaum (1893-1969). Historiador y sociólogo austríaco-estadounidense. Obras: Mexican agrarian revolution (1929), Peace by revolution: an interpretation of Mexico (1933), Latin America: Whither Latin America? (1934), Slave and citizen: the negro in the Americas (1947), México, la lucha por la paz y por el pan (1950), The United States and Latin America (1959) y The keys to Latin America (1962). 114 Enrique Krauze dedicó un ensayo al sociólogo “Frank Tannenbaum: el gringo que entendió a México”. http://www.letraslibres.com/revista/convivio/frank-tannenbaum-el-gringo-que-entendiomexico?page=0,11 , el 27 de marzo Tannenbaum envió una carta a Siempre!, en donde manifestó su desengaño ante lo sucedido en el encuentro en Chile, sobre las polémicas opiniones vertidas acerca de relaciones entre Estados Unidos y América Latina.


De Mario Vargas Llosa∗ Londres, 5 de octubre de 1967.

Mi querido amigo: Acabo de recibir su carta, que llegó a Lima cuando yo ya estaba camino a Londres. Mi familia me la remitió aquí. Le agradezco mucho la generosa invitación para visitar Quito, me halaga sobremanera, porque viene de usted, y también porque es una vieja ambición mía la de conocer su país. Creo que el próximo año, en junio o en julio, al regresar a Lima podría quedarme unos días en Quito. El avión hace una escala allá y pienso que no habrá ninguna dificultad115. Por lo que veo, usted no se acuerda ya de mí, pero yo sí lo tengo muy presente. Tuve el gusto de conocerlo hace algunos años, en un hotelito de París, adonde fui a entrevistarlo para las emisiones de la Radio-Televisión Francesa, en cuyo departamento latinoamericano trabajé varios años116. Le aseguro que charlar con usted fue una de las mejores cosas que me ocurrieron mientras desempeñaba ese puesto. Aunque con cierto atraso, quiero agradecerle mucho su voto a favor de mi novela en el “Premio Rómulo Gallegos”118. Yo esperaba encontrarlo en Caracas, para decirle de viva voz lo reconocido que le estaba por esa actitud suya tan generosa. 117

Estoy a sus órdenes, aquí, en Londres, para cualquier cosa que se le ofrezca. Reciba, junto con mi admiración y aprecio, un cordial apretón de manos de,

Mario Vargas Llosa. ∗

Tomada de Gustavo Salazar (editor). Benjamín Carrión: Correspondencia I, Cartas a Benjamín. (Ed. citada. p. 288). Mario Vargas Llosa (1936). Novelista y ensayista peruano. Uno de los más importantes escritores en lengua española del siglo XX, forma parte de los narradores hispanoamericanos que han internacionalizado la literatura de ese orbe, también son de gran importancia sus libros de ensayos dedicados a la literatura. Recibió el Premio Nobel de Literatura de 2010. Durante algunas décadas, afines a la izquierda más ortodoxa han tratado de evitar la difusión de sus novelas. Obras: La ciudad y los perros (1962), Conversación en la catedral (1969), Pantaleón y las visitadoras (1973), La tía Julia y el escribidor (1977) y La guerra del fin del mundo (1981), etc. 115 Tengo entendido que el novelista peruano no viajó a Quito. su visita se concretó apenas en el 2007. 116 Aparte de esta mención, desconocemos todo lo relacionado con esta entrevista. 117 Mario Vargas Llosa. La casa verde, Barcelona, Seix Barral, 1966. 118 Para conmemorar los ochenta años de vida de Rómulo Gallegos y el cuarto centenario de la fundación de Caracas, en 1967, el Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes de Venezuela, instituyó el Premio “Rómulo Gallegos”, con el propósito de recompensar a “la mejor novela escrita en lengua castellana en el curso de un quinquenio”. El jurado de la primera edición de ese galardón –compuesto por Andrés Iduarte, Fermín Estrella Gutiérrez, Benjamín Carrión y Juan Oropeza– falló por La casa verde de Vargas Llosa. La intervención del ensayista ecuatoriano no se ha destacado debidamente para dicha premiación, ya que en cada país se delegó un jurado que preseleccionara las obras a considerar por el jurado definitivo, Luis Alberto Sánchez, jurado local, se opuso a que la obra de su paisano fuera la que tuviera tal distinción, según él, porque no cumplía uno de los requisitos para entrar en concurso, a lo que Carrión, conocedor de la novela, defendió su premiación. Se desprende de esta carta que el autor de La ciudad y los perros estuvo al tanto de esta noticia.



LAS CARTAS A BENJAMÍN Y YO Hace veinte años me encontraba organizando la Biblioteca del Museo de la Ciudad, en Quito; llegó Alfonso Ortiz Crespo, quien me había contratado para aquella labor un par de meses atrás y me consultó si tenía algún interés en hacerme cargo de la biblioteca de Benjamín Carrión, sería hacia abril de 1991. Le pregunté si se refería a la de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. –No; me respondió. La personal, la del escritor. La respuesta debía dársela en cinco minutos. Le dije: Sí. Elaboré el proyecto que contemplaba inicialmente: el inventario y avalúo de la biblioteca y archivo personales de Carrión; además, incluí la organización de los recortes de los escritos de y sobre nuestro autor. Contraté a cuatro personas y nos pusimos manos a la obra. Consideré básica la lectura de la obra completa del escritor lojano. Hasta concluir mis funciones, quedaron debidamente inventariados y avaluados la biblioteca y el archivo personal del escritor para entregarlos a comodato al Municipio de Quito para la creación del Centro Cultural Benjamín Carrión. Luego de una breve visita a Madrid, en febrero de 1994, en compañía de mi pequeña hija Sofía, de dos años y medio, retorné a Quito. A mi regreso al Ecuador formé parte del equipo que catalogó la Biblioteca del Convento de la Merced, a través de la Fundación Caspicara con financiación de la Fundación Paul Getty. Hacia julio de 1994 el Centro Cultural Benjamín Carrión me solicitó que prepare el Epistolario de Carrión, tenía que leer el material que reposa en el archivo personal del escritor, custodiado por dicho Centro, perteneciente al Ilustre Municipio de Quito. Mi rutina diaria quedó establecida así: de lunes a viernes, entre las 8:30 y las 17:00 horas laboraba en el Convento de La Merced, y desde las 18:00 en adelante, en el Centro Cultural Benjamín Carrión, en alguna ocasión hasta las 04:00 a.m., (las pocas horas que reposaba las hacía en alguna oficina del mismo Centro). Me dediqué a la lectura puntual y sistemática de las 4.000 cartas: 3.600 remitidas a Carrión y 400 copias de las enviadas por Carrión. Diariamente tomaba una de las carpetas en donde estaban distribuidas 100 cartas en cada una, procedía a su lectura y me serví de un cuaderno grande con pastas duras para registrar remitente, lugar y fecha de remisión, ciudad de destino, a lo cual añadía un par de líneas acerca del tema tratado en cada misiva, destacando todo lo que tuviera calidad literaria y lo relacionado con la obra de Carrión. Me tomó algunos meses esta lectura, decidí dividir el volumen en dos partes que las delimité: la primera, desde las más antiguas que se remontaban desde 1917 hasta 1944 y la segunda, desde aquel mismo año, cuando Carrión fundó la Casa de la Cultura, hasta las últimas que recibió en 1976. Cuando me contrataron para preparar el volumen creyeron que éste podía contener una gran cantidad de cartas, pero mi cuaderno de notas me permitió realizar varias preselecciones, para lo que conté con la invaluable ayuda de Raúl Serrano, –viejo


amigo a quien me unían estrechos lazos, en aquel entonces ya tío político de mi hija Sofía–; su amplia experiencia como lector contribuyó a precisarme la inclusión de alguna carta de la que dudaba, entre otras sugerencias igualmente valiosas. Dada la premura de tiempo para la publicación del libro, el trabajo se convirtió de individual en colectivo. En la elaboración de las notas y las biografías de los corresponsales me ayudaron Raúl Serrano y, en parte, Cristóbal Zapata, último colaborador en el Centro Cultural, quien coordinaba un taller literario; y alguna oportuna observación de Raúl Pacheco. De hecho esta época fue de gran fruición, que en ciertas noches de bohemia permitió el encuentro con nuevos amigos, unos aún cercanos, alguno actualmente ‘enfrascado’ en la vorágine de la política. Etapa de afectos, diálogos intelectuales, afirmación acerca de la percepción de la literatura ecuatoriana en el contexto mundial, ineludibles discrepancias sobre diversidad de autores, inquietudes sobre la vigencia o no de la obra de Carrión, etc. La señora Mónica Márquez, funcionaria del Centro Cultural Benjamín Carrión, tuvo la prolijidad de digitar en computadora alrededor de 500 cartas que preseleccioné. Cuando la letra del remitente demandaba esfuerzo para su lectura yo la transcribía, para que ella la pasase después; o, si era mecanografiada, la digitaba de una fotocopia; más tarde yo cotejaba la impresión con el original, corregía y luego ponía las llamadas para las notas aclaratorias correspondientes. Me pareció conveniente, en el caso de algunos autores, incluir la totalidad de las cartas, por su calidad literaria o la importancia de lo manifestado por los corresponsales, como en el caso de Pablo Palacio. En cuanto la mitad del volumen estuvo ya casi definida, personeros del Centro Cultural decidieron que lo prologara alguna “personalidad”. Invitaron a 70 personajes de la cultura ecuatoriana, asistieron poco más de 20. Cada uno expuso su punto de vista, alguno insistió en que debían publicarse todas, ya que desde el punto de vista histórico todo tiene importancia. Finalmente, se le propuso a Jorge Enrique Adoum que pusiera prólogo al volumen, quien condicionó su aceptación en caso de que la selección fuera de su agrado. Nunca tratamos personalmente. El resultado de esta “colaboración” fue un volumen que da la medida intelectual del autor de Atahuallpa, sus vínculos, el diálogo que estableció con representantes de otras latitudes en el entorno hispanoamericano: Cartas a Benjamín. Por razones editoriales se acordó que constaría la selección y las notas de responsabilidad de Gustavo Salazar y el prólogo y las biografías de los corresponsales, al final del libro, de Adoum. El día de la presentación del libro, el 17 de agosto de 1995, el autor de Los cuadernos de la tierra y yo brindamos y departimos sobre el homenajeado: Benjamín Carrión; jamás volvimos a coincidir. Quito (Bellavista), en la grandiosa mañana del 29 de septiembre de 2011.


BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA

Anderson Imbert, Enrique. “El pensamiento vivo de Montalvo. Presentado por Benjamín Carrión. Buenos Aires, Editorial Losada, 1961. 270 p.”. Revista Interamericana de Bibliografía = Inter American Review of Bibliography. 2 época. vol. 12. n. 3. Washington. jul.-dic. 1962. pp. 306-307. Arciniegas, Germán. “Un imaginero quiteño”. Letras del Ecuador. año 10. n. 96-99. Quito. jul.-oct. 1954. p. 26. Brion, Marcel. “Les créateurs de l’Amérique Latine”. L’actualité littéraire a l’étranger. Les Nouvelles Litteraires. París. 3 nov. 1928. Caballero Calderón, Eduardo. “Media hora con Benjamín Carrión”. El Tiempo. Bogotá. 12 jun.1938. Carrión, Benjamín. “Factores de la decadencia. El aparentismo”. La Avalancha. año 1. n. 2. Quito. 19 de abril de 1925. p. 1. Carrión, Benjamín. La patria en tono menor, ensayos escogidos, prólogo, selección y edición de Gustavo Salazar, México, Casa de la Cultura Ecuatoriana-Fondo de Cultura Económica, 2001. 315 p. Castañón, Adolfo. “Benjamín Carrión: la patria grande en tono menor”. América sintaxis. México, Siglo XXI, 2009. pp. 284-287. Dávila Andrade, César. “Benjamín Carrión. El nuevo relato ecuatoriano”. Revista Shell. Caracas. año 1. n. 1. ene. 1952. p. 47. Espinosa Pólit, S. J., Aurelio. “¿Obligación de defender al laicismo?”. Despertar. año 6. n. 23. Quito. mar-abr. 1959. pp. 1, 11-12. Gómez de la Serna, Ramón. “Breve silueta preliminar”, prólogo a Mapa de América de Benjamín Carrión Madrid, Sociedad General Española de Librería, 1930. pp. 11-17. Mistral, Gabriela. “Cuatro hombres americanos”, prólogo a Los creadores de la nueva América de Benjamín Carrión. Madrid, Sociedad General Española de Librería. 1928. pp. 7-17. Novo, Salvador. “Novo saluda a Carrión”. El Gallo Ilustrado, suplemento dominical de El Día. n. 289. México. 7 ene. 1968. Owen, Gilberto. Obras. 1ª. reimp. Edición de Josefina Procopio. Prólogo de Alí Chumacero. México, F.C.E., 1996. (Letras Mexicanas). Picón-Salas, Mariano. “Testimonio de Gabriela”. Obras selectas. 2ª ed. Madrid – Caracas, Ediciones Edime, 1962. pp. 673-675.


Querejeta, Alejandro (editor). Re/Incidencias 3. Benjamín Carrión. Anuario del Centro Cultural Benjamín Carrión, Quito, año 3, n. 3, diciembre de 2005. Alejandro Querejeta (Editor). 558 p. Rivadeneira, Luis. “Cartas inéditas de Gabriela Mistral a Benjamín Carrión”. Re/Incidencias 3, Anuario del Centro Cultural Benjamín Carrión, Quito, año 3, n. 3, diciembre de 2005. pp. 335-337. Salazar, Gustavo (editor). Benjamín Carrión: Correspondencia I, Cartas a Benjamín. Prólogo de Jorge Enrique Adoum. Quito, Distrito Metropolitano / Centro Cultural Benjamín Carrión, 1995. 356 p. Salazar, Gustavo. Benjamín Carrión: Un rastreo bibliográfico. Quito, Distrito Metropolitano / Centro Cultural Benjamín Carrión, 1998. 205 p. Salazar, Gustavo. “Alfonso Reyes-Benjamín Carrión: unas cartas, una amistad”. Línea Imaginaria, n. 1, Quito, enero de 1999. pp. 19-21. [Contiene 5 cartas de Reyes a Carrión]. Salazar, Gustavo. Benjamín Carrión: versiones de un mapa de América. Quito, Casa de la Cultura Ecuatoriana, 2000. 24 p. (Cuadernos de la Casa; 6). Salazar, Gustavo (editor). La voz cordial, correspondencia entre César E. Arroyo y Benjamín Carrión (1926-1932). Quito, Alcaldía Metropolitana / Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural, 2007. pp. 77-83. (Colección Escritores de Quito; 1). Salazar, Gustavo. “Lazos entre México y Ecuador (Arroyo, Zaldumbide y Carrión). Ecuador y México. Vínculo histórico e inter-cultural (1820-1970). Quito, Museo de la Ciudad, 2010. pp. 206-224. Sheridan, Guillermo. “Una carta de Gilberto Owen”. Vuelta, n. 249, México, agosto de 1997. pp. 56-58. www.letraslibres.com/pdf.php?id=5136 Torre, Guillermo de. “Benjamín Carrión”. Tres conceptos de la literatura hispanoamericana. Buenos Aires, Losada, 1963. pp. 236-237. Zaldumbide, Gonzalo. “Les créateurs de la nouvelle Amérique”. Revue de l'Amérique Latine. año 8. n. 86. París. 1 feb. 1929. pp. 157-158.


INDICE

Dedicatoria Liminar

5

Agradecimientos

8

UN ESCRITO POCO CONOCIDO DE BENJAMÍN CARRIÓN Factores de la decadencia: El aparentismo

9

ALGUNAS OPINIONES ACERCA DE LA OBRA DE CARRIÓN 1. Fotografía en grupo, entre otros: Benjamín Carrión, Gabriela Mistral, Jorge Mañach y Palma Guillén “Cuatro hombres americanos” Gabriela Mistral “Les créateurs de l’Amérique nouvelle” Marcel Brion traducción “Les créateurs de la nouvelle Amérique” Gonzalo Zaldumbide traducción “Breve silueta preliminar” Ramón Gómez de la Serna “Media hora con Benjamín Carrión” Eduardo Caballero Calderón “Benjamín Carrión. El nuevo relato ecuatoriano” César Dávila Andrade “Un imaginero quiteño” Germán Arciniegas “Testimonio de Gabriela” Mariano Picón-Salas “El pensamiento vivo de Montalvo” Enrique Anderson Imbert “Benjamín Carrión” Guillermo de Torre “Novo saluda a Carrión” Salvador Novo “Benjamín Carrión: la patria grande en tono menor” Adolfo Castañón

12 13 18 20 24 26 30 32 34 36 38 39 40

VARIAS CARTAS

De César E. Arroyo Marsella, 14 de marzo de 1928 2. Benjamín Carrión, su esposa Águeda Eguiguren y César E. Arroyo De Miguel de Unamuno Hendaya, 24 de abril de 1928

44 47 48

3. Benjamín Carrión en compañía de Miguel de Unamuno

48

De Gabriela Mistral

Avignon, 21 de octubre [19]28

49


4. Alfonso Reyes, Benjamín Carrión y Arnaldo Orfila Reynal De Alfonso Reyes De Jorge Carrera Andrade

Buenos Aires, 18 de junio de 1929 53 Marsella, 11 de agosto de 1929 54

5. Jorge Carrera Andrade en Barcelona hacia 1932 De Valery Larbaud

Allier, 3 de diciembre de 1929

6. Facsímil de la carta remitida por Valery Larbaud De Teresa de la Parra De Joaquín Gallegos Lara De Pablo Palacio De Gilberto Owen De Gonzalo Escudero De Gilberto Owen De Germán Arciniegas De Ramón Gómez de la Serna De César Dávila Andrade De Germán Arciniegas De Miguel Ángel Asturias De Augusto Roa Bastos De Mario Vargas Llosa

52

Vevey, agosto de 1930 Guayaquil, 5 de septiembre de 1931 Quito, 14 de noviembre [de 1931] Guayaquil, 7 de junio de 1932 París, 30 de junio de 1932 Bogotá, [marzo de 1933] [Bogotá], 13 de marzo de 1933 Buenos Aires, [1939] Caracas, 24 de abril de 1951 Nueva York, 16 de octubre de 1956 Buenos Aires, 5 de junio de 1960 Buenos Aires, 3 de julio de 1962 Londres, 5 de octubre de 1967

55 56 57 59 60 62 63 66 68 69 70 72 74 75 77 79

Las Cartas a Benjamín y yo

81

Bibliografía utilizada

83



Este libro se acabó de imprimir, en edición edición personal, el diez de diciembre del año dos mil once. Al cumplirse diez años once meses y once días de mi estadía en esta Villa y Corte.


Foto: Joel Lamas.

GUSTAVO SALAZAR EL EDITOR Bibliotecario, bibliógrafo e investigador literario ecuatoriano (Quito, 1966). Estuvo a cargo de la Biblioteca del Convento de Santo Domingo de Quito (1989-1990) con el auspicio del Convenio binacional Ecuador-Bélgica, entre 1991 y 1994 estuvo a cargo o colaboró con la Biblioteca y Archivo personal de Benjamín Carrión, trabajó en la Biblioteca del Convento de La Merced de Quito (1994-1998), proyecto financiado por la Fundación Paul Getty; ha sido profesor de Literatura clásica y española de Educación Media e impartido clases de biblioteconomía en la Universidad Técnica del Norte, en Ibarra (Ecuador). Ha dirigido dos talleres de lectura de Forum Intercultural, dedicados a Huasipungo de Jorge Icaza y Vida del ahorcado de Pablo Palacio los años 2005 y 2009 respectivamente, auspiciados por el Ministerio de Cultura de España y la Asociación Rumiñahui en Madrid. Desde el año 2002 es funcionario, (a cargo del Archivo), del Consulado del Ecuador en Madrid. Tiene para publicar: Mirando a España y otras crónicas y ensayos (1913-1936), de César E. Arroyo; Correspondencia española, de César E. Arroyo; A media correspondencia. Cartas entre Alfonso Reyes y Gonzalo Zaldumbide 1923-1957; Un episodio amoroso: Cartas entre Teresa de la Parra y Gonzalo Zaldumbide (1924-1936); Gabriela Mistral. Epistolario ecuatoriano: cartas de Gabriela Mistral a Gonzalo Zaldumbide, César E. Arroyo, Benjamín Carrión, Jorge Carrera Andrade, Augusto Arias y Adelaida Velasco Galdós (1919-1956); y La revista madrileña Cervantes (1916-1920). Ha publicado: Correspondencia I: Cartas a Benjamín, selección y notas de Gustavo Salazar, prólogo de Jorge Enrique Adoum, (Quito, 1995); Benjamín Carrión: un rastreo bibliográfico. (Quito, 1998); La suave patria y otros textos, de Benjamín Carrión, selección y notas de Gustavo Salazar, (Quito, 1998); La patria en tono menor, ensayos escogidos, de Benjamín Carrión, prólogo, selección y edición de Gustavo Salazar (México, 2001); Gonzalo Zaldumbide, Cartas 1933-1934. Edición, prólogo y notas de Efraín Villacís y Gustavo Salazar. (Quito, 2000); La voz cordial, correspondencia entre César E. Arroyo y Benjamín Carrión (1926-1932) (Quito, 2007) y de la serie Cuadernos “A pie de página”, el nº 1 dedicado a Pablo Palacio (Madrid, 2008), el nº 2 sobre César E. Arroyo (Madrid, 2009) y el nº 3 dedicado a Gonzalo Zaldumbide (Madrid, 2010). Colaboró con la edición de las Obras completas de Pablo Palacio preparada por la Universidad Alfredo Pérez Guerrero en coedición con la Comisión Nacional Permanente de Conmemoraciones Cívicas en Quito, por el centenario del nacimiento del escritor en 2006 y en el volumen monográfico preparado por el Museo de la Ciudad. Ecuador y México. Vínculo histórico e intercultural (1820-1970), Quito (2010). (Colección Documentos; 14).


Imp. Personal

CUADERNOS “A PIE DE PAGINA” Nº. 4


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