Revista Sala de Espera Venezuela Nro.100

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letras y tiempo después sin volver a pisar su país. Sus restos permanecen enterrados en el cementerio La Concordia, a escasos metros de Ciudad Juárez. Algunos dicen que es el único presidente azteca bajo tierra gringa. Quizás esa fue su condena, porque hasta los huesos de Orozco lograron su repatriación chihuahuita… La muerte como fantasmagoría y realidad. Muy pocos saben que acá siguen los restos de un presidente mexicano, tenido por traidor, que la lápida no es otra más del montón. Un día el periódico de esta ciudad me pidió que escribiera una crónica sobre Guadalajara pero desde el punto de vista de un paseño. Quien me la encargó dijo que por el tiempo que llevaba acá podía contarme como uno. Lo dudo mucho. No estoy muy seguro de que los moradores de El Paso se preocupen por estas cosas. El fútbol americano puede con toda la historia y la realidad de un sitio que parece una bestia dormida.

24-03-10 Texas y Nuevo México pueden estar entre los sitios más retorcidos de Estados Unidos. Ya el tema de la frontera es todo un universo. La historia de la fiebre del oro, de Billy the Kid y de los robos a diligencias cargadas de lingotes y billetes, tampoco son un asunto menor. Buena parte del mejor cine versa sobre eso: Charles Chaplin, John Ford, Howard Hawks, Sam Peckinpah o John Huston vistieron a John Wayne, Humphrey Bogart, William Holden y al Indio Fernández como forajidos del Lejano Oeste, con música country, muchos caballos, apaches por doquier y un mestizaje cultural en el que el color de las pieles se confunde; los ojos intercambian rasgos, las oraciones mezclan palabras imposibles y los sitios suelen llamarse Ruidoso, Cloudcroft, Los Álamos, Marfa o Mesilla. Pero hay otro Far West para quienes son difíciles de complacer. El de los indios modernos, que llenan sus reservas naturales de casinos, se visten de etiqueta y olvidan la pipa de la paz cuando compran fichas para jugar al póker. También existe el lejano oeste del pueblo Truth or Consequences. Un sitio sin gracia, una manchita en el mapa, que recibió su nombre en 1950, después de que casi toda la población votara para lograr rebautizar su comarca con el título del concurso de televisión más sintonizado por ellos. También está Anthony, una localidad dividida entre Texas y Nuevo México. Allí funciona un bar que despierta simpatías por su logística nocturna: sus clientes beben sin cuartel hasta las dos de la mañana en el lado texano. Por los mandatos propios de la ley, a la misma hora apagan las luces de aquella zona y se corren para la otra mitad, con una alegría etílica propia de saber que 50% del negocio que queda en Nuevo México cerrará unas horas después. Pero la zona da para más. A cuatro horas por carretera desde El Paso se encuentra Roswell. El sitio bien podría ser otro más del montón, pero un mito aliña su constitución. Tiene que ver con militares, rancheros y otras minucias… En junio de 1947, un granjero de Corona se hallaba en su casa en una noche de fuertes tormentas. Una gran explosión lo hizo saltar de su asiento. Al día siguiente, decidió inspeccionar su propiedad. La sorpresa fue mayúscula: restos de un metal muy fino e indestructible estaban esparcidos por un espacio de un kilómetro cuadrado. El hombre llamó al sheriff y éste a los militares. Todos se reunieron, tomaron fotos y hablaron de un platillo volante. Así se publicó en la prensa, aunque días después el gobierno norteamericano dio marcha atrás y habló de un malentendido. Luego comenzaron las teorías conspirativas, los videos de autopsias a marcianitos y los debates que terminaron en películas y series de televisión. Lo cierto es que desde entonces, Roswell es la meca de todos los apasionados por el tema de los ovnis. Hay un museo, un festival de encuentros extraterrestres, organizado por la Cámara de Comercio

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local, cientos de conferencias y muchas tiendas de curiosidades que facturan millones de dólares al año. Venden excremento alienígena, reproducciones de fetos de marcianos en frascos de formol, muestras de la tierra donde cayó el presunto platillo y libros de dudosos sellos editoriales en donde afirman que Marilyn Monroe fue asesinada por la CIA. Y sí, en un sitio con estas características los hoteles y restaurantes tienen precios para humanos y para extraterrestres, y los bancos muestran préstamos y tasas de interés para ambas especies. Dicen que 200.000 personas al año peregrinan a Roswell para dejar cinco millones de dólares en recuerdos, hospedaje e información que logran sacar a los lugareños. Estos últimos, unos 50.000 habitantes en total, suelen relatar historias de abducciones, avistamientos y temas afines para complacer al turista. Todo eso lo saben, menos dónde divertirse, ver un partido de fútbol o tomarse una cerveza, porque en realidad en Roswell nunca pasa nada para los terrestres. Y, a veces, creo que ni para los extraterrestres… Esto no es un reporte; es tan sólo una impresión que espero escribir en estos días con mayor calma y profundidad.

11-05-10 Muchas veces siento que escribir estas líneas no tiene ningún sentido. De ahí algunos de los grandes lapsos entre una y otra entrada. Pienso que todo es culpa del programa del fin del mundo. El valor y la estética de las palabras no pueden aprenderse en clase. El talento no se enseña. Veo con pena a muchos que piensan lo contrario: que esperan largas filas de editores en cuanto tengan el título, que recitan con voz impostada poemas que han nacido muertos. Cuando repasan libros de Lorca, Baricco o Allende, prefiero callar que pecar por indiscreto. Hoy cojo el avión para Nueva York, y no volveré hasta finales de agosto. Espero que al menos uno de los que finalice el programa de escritura del fin del mundo salga de la universidad, cruce a Ciudad Juárez y perciba las historias que gravitan en el desierto. No hay otra forma de aprender.


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