San Isidro Labrador, nacido en Madrid a principios del siglo XI, sigue siendo un santo muy de nuestros días. Festejado en todo el territorio nacional, la sencillez de este hombre santo, trabajador del campo, amable, sin grandes discursos y con una vida familiar conocida, no sólo dejó huella entre sus coetáneos, sino que sirve de ejemplo a todos los cristianos y a todos los agricultores especialmente, que a pesar de haber mejorado mucho las herramientas y máquinas que utilizan para laborar en el campo, siguen pasando fatigas en un ambiente mucho más hostil que el de otros trabajos.