Investigación etnográfica el agua en el sacromonte 1

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Investigación Etnografica “El agua en el Sacromonte”


GRANADA (ELEGĂ?A HUMILDE) El sonido del agua es como polvo viejo Que cubre tus almenas, tus bosques, tus jardines, Agua muerta que es sangre de tus torres heridas Agua que es toda el alma de mil nieblas fundidas Que convierte a las piedras en lirios y jazmines. Federico GarcĂ­a Lorca.

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INTRODUCCIÓN HISTÓRICA Y RED DE ACEQUIAS.

De todos es sabido que la existencia del agua es vital, esencial para el desarrollo de una ciudad y hacer rentable su poblamiento y explotación económica. Esto, los musulmanes ya lo sabían, y así quedó patente cuando realizaron el trazado urbano de la ciudad medieval de Granada. Agua y urbanismo es una variable indisociable, así las calles se disponen en pendiente para aprovechar la gravedad y hacer llegar el agua a todos los rincones de la ciudad. Una amplia red de aljibes, acequias y canalizaciones recorren todo el casco antiguo, destinándose a diversas funciones, desde el riego al uso doméstico. El motivo de esta investigación es ver cómo funcionaban las redes de acequias, cómo se construían, cuales eran sus principales funciones… Para ello utilizaremos un mapa donde podremos ver donde estaban ubicadas y cuantas siguen en uso. El objetivo principal de este trabajo es ver el antes y el después de las acequias, los motivos de su abandono y las razones de porqué es importante recuperarlas, no solo por el entorno ecológico sino por ser una parte de nuestro patrimonio que no debe ser olvidado. Los datos aquí recopilados proceden de una amplia bibliografía, datos archivísticos y la valiosa información que el Sr. Salieri, vecino del Sacromonte, nos ha brindado de forma tan atenta.

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LAS ACEQUIAS.

Durante los siete siglos de estancia de los árabes en esta tierra, desarrollaron diversas técnicas para transportar las aguas desde los diferentes manantiales cercanos a la capital hasta los huertos, molinos, fuentes, y jardines que había en la Alcazaba y parte baja de la ciudad. Las acequias (del árabe as – saqiya) fue una de las técnicas que introdujeron los romanos y árabes. Son canales de riego o conductos de agua, que aprovechan el desnivel del terreno para conducir el agua desde un punto elevado a otro de menor altitud, destinados generalmente al riego.

Según los artículos 127 y 128 de la Ley de Aguas de 1.879, en las acequias de uso público, nadie puede jurídicamente bañar ni abrevar ganados ni caballerías, a no ser que sean lugares destinados al efecto. Sin embargo, se podrá extraer y conducir el agua en vasijas, pero siempre a mano, para uso doméstico o fabril, o para el riego de plantas aisladas, con tal de que no se detenga el agua ni se deteriore los márgenes de la acequia. Se limita el uso de este derecho cuando cause perjuicio al concesionario de las aguas. También se pueden lavar ropas y objetos siempre que el agua no sufra contaminación en su pureza.

Los principales factores que influyen en la funcionalidad de una acequia son:

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 El caudal de agua, el que llevan las acequias suele ser mucho más limitado que el de los canales. Hay una estrecha relación entre pendiente – velocidad del agua.  Las pendientes, deben ser tales que la velocidad del agua no perjudique las paredes y el lecho de la acequia, pero tampoco pueden ser muy débiles ya que el agua no tendría velocidad suficiente para arrastrar los depósitos que se formen. Las pequeñas regueras en que no se utiliza el agua de manera permanente suelen cubrirse de hierba en toda su extensión, con la consiguiente reducción de la velocidad del agua.  La profundidad que conviene dar a las acequias depende de su caudal de agua, si es grande, el ancho de la acequia es de tres a cuatro veces mayor que su profundidad, y ésta es igual a su anchura y algunas veces menor en las pequeñas acequias.  Las filtraciones es otro aspecto a tener en cuenta ya que son comunes en el terreno por el que pasa la acequia. Para solventar el problema hay que introducir por los conductos aguas muy turbias, que se obtienen agitando en ellas tierras poco permeables, que van depositándose en el lecho de la acequia impidiendo que se filtre el agua. En algunos casos se pone arena en el fondo y se revisten los taludes de una capa de tierra de gran adherencia, procediéndose luego a la introducción de aguas turbias. Suelen estar hechas de mortero, piedras o materiales impermeables. Las compuertas o tajaderas suelen ser de madera o hierro.

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LAS ACEQUIAS EN EL BARRIO GRANADINO DEL SACROMONTE:

LA ACEQUIA DE AYNADAMAR.

“La

acequia

de

Aynadamar

parece haber sido construida por el poder político de Granada en el siglo XI con el objetivo de llevas agua a la Alcazaba y al primer núcleo urbano que se forma en torno a ella, ya que los barrios que se forman en la parte baja de la colina y la madina propiamente dicha se van a abastecer del Darro. El barrio del Albaycín, creado en el siglo XIII, se aprovisionó también de Aynadamar. Las sucesivas ampliaciones del espacio de cultivo y las residencias en torno a él tenían como eje la citada acequia, de la que tomaron los débitos necesarios para su desarrollo. Es posible que se crearan nuevas zonas de cultivo que disfrutaran sólo del agua sobrante al primer núcleo de regantes. Por lo tanto el sistema de regadío inicial debió cambiar hasta llegar a una falta de correspondencia entre la extensión de los cármenes y el agua asignada”.1 El agua la toma de un manantial denominado Fuente Grande, ubicado en el término municipal de Alfacar, se encuentra rodeado de un muro de mampostería, ladrillo macizo y sillería. En el punto más bajo del nacimiento existe una compuerta de hierro que facilita las labores de limpieza. En la parte más alta del manantial se aprecian otros restos del muro, muy antiguos, de mampostería con cal grasa.

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Igualmente, a lo largo del recorrido

de

la

acequia

subsisten varios tramos de mampostería

y sillería

de

mortero de cal, realizado con la técnica romana primitiva. Para salvar el barranco de Los

Tobones

acueducto

existe

un

homónimo,

también romano, de un solo arco, construido de mampostería, ladrillo y sillería porque sobre sus estribos y arcos se han formado grandes concreciones tobaceas.

Además de dar movimiento a los molinos hidráulicos y riego a los pagos por los que discurre, el agua llega al Albaycín donde atraviesa una serie de partidores que abastecían diversos caseríos, aljibes y barrios del Albaycín. Algunos de los molinos de la acequia de Aynadamar son el de Pasaduas, Cubo, de la Venta o de Juanesa, de la Terrera, del Pino, de la Tía María… Actualmente la acequia de Aynadamar sigue conduciendo el agua de Fuentegrande pero, sólo hasta El Fargue, ya que de ahí en adelante se ha perdido. Hoy en día se puede ver en el tramo que va desde Alfacar a Víznar (en el margen derecho de la carretera dirección Alfacar-Víznar), la forma original de la acequia gracias a que en 1994 se llevó a cabo una reforma de limpieza y reconstrucción.2

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LA ACEQUIA DE AXARES.

Esta acequia, así llamada durante la época musulmana, toma sus aguas del río Darro mediante una presa de derivación construida de cantería. Discurre paralela entre el antiguo camino de Beas y la ribera derecha del Darro. Posiblemente, su trazado estaría próximo al antiguo camino de Guadix (Acci), construido por los romanos. Con posterioridad, los cristianos, cambiaron su denominación por Acequia de San Juan y al ramal, que parte de ella, conocido por Acequia de Romayla (también de Santa Ana), tras dar movimiento al molino de la Higuera, que cruza el río Darro, y prosigue por su ribera izquierda hasta la iglesia de Santa Ana.

La Acequia de Axares al penetrar en el Albaycín surtía de agua a un gran aljibe, agua que era utilizada para el abastecimiento humano; la acequia tras pasar el primer molino ubicado en la calle de San Juan de los Reyes toma denominación de Darro Turbio o Sucio, por recoger las aguas sucias del barrio. Éste tenía dos repartos: el primero llevaba el agua por la acequia de Rabatabalaz? y salía por la puerta de Bibalmozda?. El otro ramal o repartimiento, conducía las aguas por una acequia que paraba próxima al aljibe de Zacayatalbaceri fertilizando huertas. Tenía su recorrido hasta Bib – Almazda, para regar las huertas situadas en la Plaza de la Trinidad y alrededores, y salía por “El Boquerón”.

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Retomando la acequia de Axares, hay que señalar que más adelante, contaba con varios ramales, uno hacia Bibarambla y otro hacia San Jerónimo, continuando la acequia por la Puerta de Elvira, donde se emplazaban varias norias, para llegar hasta el antiguo barrio de San Lázaro (donde está actualmente el Hospital San Cecilio), y Fuente Nueva (donde está actualmente el campus universitario).

Algunos de los molinos que podemos encontrar en el camino de la acequia son el del Valle, de Teatino, de las Ánimas, de Papel, el del Batán, el del Contador, de la Higuera, y otros muchos.3

Molino de la Higuera.

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LAS ACEQUIAS Y LA VIDA COTIDIANA.

No tenemos ni que decir, la importancia que el agua tiene en el día a día de los hogares. El simple hecho de abrir el grifo nos hace olvidarnos que esta comodidad no llegó a muchos barrios granadinos hasta hace relativamente poco y que antes la obtención del agua potable para el gasto cotidiano era mucho más compleja de lo que podemos suponer. No existían sofisticadas y costosas infraestructuras tecnológicas para abastecer la ciudad, muy al contrario el sistema utilizado se basaba en unas tecnologías mucho más sencillas perfectamente adaptadas al clima y a la orografía, que permitían el máximo aprovechamiento del agua y unas buenas condiciones de higiene.

Pero, vamos a detenernos en el Barrio del Albaycín, para ilustrar con este ejemplo como las familias se abastecían de agua y que métodos utilizaban: la mayoría de los aljibes que se conservan en el Albaycín estuvieron en uso hasta los años cincuenta del siglo XX, cuando fueron introduciéndose

las

primeras

canalizaciones de agua potable por toda la ciudad de Granada. Pero hasta ese momento y de manera continuada desde época musulmana, el procedimiento siempre fue el mismo. Cada casa tenía su aljibe privado, la mayoría realizados en barro cocido. A su vez, toda una serie de aljibes públicos salpicaban el Barrio del Albaycín. El agua contenida

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procedía de la lluvia y de las Acequias de Aynadamar y la de San Juan o Axares, sus canalizaciones iban en superficie hasta llegar a la zona urbana, donde iba por vía subterránea. El agua, una vez en la ciudad, discurría por tuberías de cerámica de distintos grosores, que primero llenaban los aljibes públicos y luego los aljibes y tinajas privados. La distribución del agua tenía un uso muy regulado, por la noche llegaba a las viviendas que tenían un día asignado de la semana, para su abastecimiento según la zona del barrio. Al contrario de lo que sucede hoy, para favorecer la potabilidad del agua, no se recurría a química de ningún tipo, lo que hacían era introducir galápagos traídos del río Cubillas (Pinos Puente), que limpiaban de larvas y gusanos los aljibes para evitar que se contaminase el agua. Además, las tinajas destinadas a beber se llenaban antes del verano y el agua se filtraba con una tela tupida para evitar impurezas.

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MOLINOS DE GRANADA. Introducción.

Entre aplicaciones centraremos

las del en

distintas agua

nos

su

uso

industrial, ya que hasta la llegada de la electricidad a Granada en 1893, todas las industrias tenían que utilizar el agua como fuerza motriz. La fuerza del agua se utilizaba para mover las piedras, obteniendo así energía mecánica. Los molinos harineros eran muy frecuentes en torno a las poblaciones, allí donde se contaba con un salto de agua permanente, así el curso de los ríos y acequias estaba jalonado de instalaciones fabriles que se servia del agua para la fabricación de productos indispensables para la sociedad como la harina de trigo, el papel o el curtido de cuero. Verdaderas joyas de ingeniería popular han sucumbido en su mayoría a la ruina y el olvido. Los edificios donde van ubicados son construcciones simples levantados a base de mampostería de baja calidad, la planta del edificio que lo alberga, es rectangular y la mayor parte de las veces posee un solo acceso desde la fachada principal hacia el interior La construcción típica posee dos alturas, en la parte inferior, van depositados los rodeznos o rodetes y aparece en la mayor parte de los casos una especie de arco que es por donde se le da salida al agua hacia el

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cauce del río mientras que en la parte superior, llamada sala de moler, es donde se albergan los mecanismos de molienda.

Funcionamiento El sistema de control de consumo consistía en que antes de llegar al molino había una desviación de la conducción del agua cuando esta subía más del caudal marcado, seguía otro curso desviándose y vertiendo al río el agua sobrante.

El cubo o cales conduce el agua del canal o presa hacia la parte inferior del molino. Se trata de un sistema de conducción casi vertical, de forma cuadrangular que está fabricado con piedra, madera o de metal en los más modernos. En la parte del final, llamada tufo, se estrecha con el fin de que el agua caiga con más fuerza tomando gran presión. Superpuesto al tufo se encuentra la paradera que sirve para desviar la corriente de agua fuera del campo de funcionamiento del rodete y así impulsar o bien que se pare o que arranque todo el sistema.

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De este modo el agua llega al mecanismo básico de rotación, que está compuesto de tres elementos:

1. El rodezno. Se trata de una rueda que gira al recibir la presión del agua, que sale a través del tufo. Es la pieza motriz del molino, formada por un número de palas, llamadas también cucharas, unidas a la maza del árbol que gira en posición horizontal. El material antiguamente era de madera de roble, hoy se pueden hacer de metal. 2. Eje o árbol. Es el brazo sobre el cual van incrustadas las palas del rodezno. 3. Viga horizontal o puente. En algunos lugares recibe el nombre de marrana y es la sección sobre la que se sustenta todo el conjunto. Este sistema de rotación estaba situado en la parte baja, llamada infierno o sótano. El rodezno no se apoya directamente sobre el suelo, sino que lo hace sobre una tabla, la marrana, que por una parte se apoya en el tarrén de la bodega y por la otra está unido a un cable vertical, llamado

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alivio o levadoira, y que desde arriba se puede subir o bajar mediante un tornillo y manivela horizontal. Este sistema servía para subir y bajar la piedra móvil y así regular el grosor de la harina. Por debajo del rodezno solía aparecer una piedra, llamada sapa, en cuyo centro se encontraba una especie de orificio, llamado ovo, que era donde se apoyaba el árbol y por encima aparecía el barrón o tronco que transmitía el movimiento a la rueda móvil. El trabajo comienza con la limpieza del grano, cribándolo en el caz del molino o en unas piletas al efecto. En el caso del trigo, y con el fin de separar la cascarilla del grano, esta preparación se alarga: a continuación del lavado, hay que ahecharlo, dejarlo a remojo en agua, durante 6 ó 7 horas. Se deja secar un poco al sol, extendiéndolo sobre jarapas, y se vuelve a echar en el costal hasta el momento de molerlo. Con el grano en el costal, justo antes de moler, se maquila. Después se echa en la tolva, de donde va cayendo a la canalilla, y de ahí, por efecto del roce de la manecilla

sobre

la

piedra,

se

precipita poco a poco por el ojo de la piedra volandera. La inclinación de la canalilla se puede regular, de manera que caiga más o menos cantidad de grano.

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A partir de ahí, el resto es arte y saber hacer, para conseguir una harina de calidad. Con el alivio se regula la altura de la piedra volandera (móvil) de manera que haya más o menos espacio entre ésta y la solera (piedra estática). Las condiciones de una buena molienda eran, pues, que la piedra estuviera bien «planteada», bien nivelada: «que la fundación, de abajo arriba, estuviera bien hecha», y que las piedras estuvieran bien picadas. El tiempo que se empleaba en moler una fanega dependía de la cantidad de agua que circulase por el caz. Cuando la acequia iba llena, era de tan solo 45 minutos a 1 hora. Si no, podía prolongarse por dos o tres horas. En el caso de Granada el agua necesaria para el movimiento de estos molinos procedía de los ríos Genil y Darro junto con la acequia Aynadamar y Axares siendo su entorno el emplazamiento elegido de los más importantes conjuntos molinares. Estas acequias daban respuestas a las más importantes necesidades de la población; abastecimiento de agua apara el consumo humano, riego de los campos así como la fuerza motriz para los molinos mencionada anteriormente. Nos centraremos ahora en las dos acequias que discurren por Granada Aynadamar y la de Axares, con sus dos ramales, el de San Juan y el de Santa Ana.

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Los Molinos de Aynadamar: Una de las cadenas de molinos más importante y la que abastecía de harina a gran parte de Granada. Esta acequia aromatizada por un entorno de tomillo, transcurre desde Fuente grande en la Sierra de Alfaguara hasta la ciudad de granada, rindiendo su andadura en el Albaycín, a través del territorio de las antiguas alquerías granadinas de Alfacar, Víznar y el Fargue.

Encontramos a lo largo de esta acequia los restos de molinos que antaño eran usados para la fabricación de harina y que han quedado obsoletos frente a la evolución industrial, el estado actual la mayoría es de ruina y abandono, afortunadamente algunos propietarios o herederos de algunos molinos los han conservado parcialmente como base de construcción de viviendas donde aun permanecen los artefactos y enseres de la molienda.

Por otra parte es interesante destacar la multitud de referencias históricas a los molinos que podemos encontrar en archivos y documentos. Todas estas citas son insuficientes para clarificar las actividades de los mismos, auque al menos apuntan una dilatada trayectoria histórica.

Cadena de molinos de Aynadamar:

-

Molino de las Pasaderas; con topología de rampa o pasadera

(de ahí su nombre), convertido en cárcel en la guerra civil, fue el lugar donde paso Lorca su ultima noche entre los vivos.

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-

Molino Alto; edificado en cantería con bóvedas de medio punto,

abandonado en 1889 las labores de molienda para convertirse en fabrica de tejidos. -

Molino de la Venta o de Álvaro; debe el nombre a sus

propietarios, encontrándose en un precioso paisaje. -

Molino Nuevo; paradójicamente tiene más de diez siglos de

existencia, aunque debe su nombre a una reforma del siglo XIX. Cabe destacar la perfección de su diseño y su aire urbanita. -

Molino Bajo; el mayor molino de los que jalonan el curso de la

acequia, su aportación paisajística es fundamental. -

Molino de la Terrera; hermosa edificación en piedra de

sillería, tenia poca capacidad y su producción estaba destinada al consumo animal. -

Molino del Sheriff; debe su nombre a la época musulmana, fue

convertido en central hidroeléctrica. -

Molino Cacheras; llama la atención su perfecto estado de

conservación y que fuera adquirido en 1887 por la cantidad de 4634 pesetas, su origen se remontan a la época ziri (siglo XI) donde la acequia alcanzo su máxima importancia. -

Molino de San Juan de Dios; molino de dos paradas

prácticamente derruido. -

Molino de San Cayetano; hoy convertido en carmen, quizá sea

el conjunto edificado más coqueto de todo el recorrido de Aydanamar. -

Molino de la Torrecilla o Chavera; debe su nombre a la

palabra “ochavo”, múltiplo del maravedí, solo se conserva un arco en pie.

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-

Molinos de Pólvora; la existencia de una fabrica de pólvora en

la Alqueria se debe precisamente al asentamiento en 1235 de dos molinos de pólvora y salitre. La evolución lógica de la tecnología de este producto ha hecho desaparecer cualquier vestigio.

Los Molinos de Axares Cadena de molinos de Axares: -

Molino de Valle: molino de rampa de tres paradas. Se

conservan tres pares de muelas sobre bancadas de madera, el edificio estructuralmente, se encuentra en proceso de ruina progresiva. -

Molino de Teatino: molino de rampa de dos paradas, se

conservan dos pares de muelas. Interior del edificio en ruinas, el agua que movía este molino era suministrada por derrames de la Acequia Real de la Alhambra. -

Molino de de las Animas: molino de rampa, reconstruido en

1.839 actualmente en ruinas. -

Molino de Batán: molino de tres paradas, adquiere su nombre

por el uso que tuvo el edificio, una parte de su estructura se encuentra cegada de escombros en la actualidad.

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-

Molino del contador

-

Molino de

la Higuera: las paredes del edificio medieval se

encuentran en buen estado, podemos observar un escudo nobiliario empotrado en la fachada aunque no se conoce la familia a la que pertenece. La construcciĂłn es de mamposterĂ­a y ladrillo macizo, aunque fue transformado para su uso actual como vaquerĂ­a.

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Ramal de San Juan: La acequia se bifurca y éste ramal se dirige a la parroquia del mismo nombre. -

Molino de

la salud: edificio desfigurado, cabe destacar dos

muelas empotradas en los muros exteriores. -

Molino

actualmente ubicado

en

de

los

negros:

desaparecido. el

camino

Estaba del

Sacromonte, en el lugar que ocupa la Casa Madre de las Escuelas del Ave María, con entrada por la Cuesta del Chapiz. -

Molino de San Juan de los

Reyes: tiene un escudo nobiliario en la fachada perteneciente a la familia Ribera, que fue incluido en 1.492, cuando pasó a titularidad cristiana. Actualmente, está protegido por diversos planes urbanísticos que afectan al Albaycín.

Ramal de Santa Ana. -

Molino del Rey Chico: único molino de cubo en el término

municipal de Granada. Ubicado junto a las murallas del recinto palaciego de la Alhambra. En un molino de pólvora cercano tuvo lugar una impresionante explosión en 1.590, que ocasionó un gran incendio en la Alhambra y provocó el socavón de la ladera que persiste en la actualidad.

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-

Molino de Santa Ana: ubicado en la calle de Santa Ana junto al

Puente de la Cabrera, en el margen izquierdo del Darro.

A continuaci贸n incluimos los mapas con la localizacion de los molinos a lo largo de las acequias.

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LEYENDAS Y TRADICIONES.

EL AGUADOR Cuentan las antiguas crónicas que a un mancebo granadino, robusto y decidor, fiestero y agraciado, por quien se despepitaban todas las muchachas casaderas, le ponían como falta, los padres de éstas, muy mirados y concienzudos antaño, que no tenía oficio, y por lo tanto mal podría mantener sus obligaciones.

Nuestro hombre, que era listo, y sobretodo que se había enamorado como Dios manda de cierta tejedora de cintas de San Cecilio, cansado de los peros que le ponían a su manera de vivir, y no queriendo dilatar su dicha, con un aprendizaje, ideó uno nuevo; y adquiriendo un borriquillo avispado, cuatro cántaros vidriados y un aparejo de borlas, salió de madrugada a la Fuente del Avellano. Vendió por el día en transparentes vasos el agradable líquido y por la noche se presentó en la casa del futuro suegro diciendo muy placentero: - Tío José, ya puede Usted concederme la mano de Mariquita: ya tengo oficio. ¡Y en verdad que no se necesitan ni muchos años ni fatigas para aprenderlo! Tal afirman, la verdad en su lugar, que es el origen del aguador granadino. Porque han de saber ustedes, si lo ignoran, que Granada, tal vez por lo mismo que posee dos ríos y muchas fuentes, es la ciudad desde su fundación, en la que más agua beben sus moradores. En los tiempos de los árabes, llegó a tal apogeo este furor por el agua, que existía un gremio de aguadores moriscos, tanto que dieron su nombre a un barrio de la Catedral. El Maurar, hoy conocido con el mismo epíteto, en las empinadas cuestas que bajan a la calle del Aljibe de Don Rodrigo.

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Y después no hubo tampoco nada que envidiarle. El pretendiente a aguador que carecía de cabalgadura, inventó la garrafa, y en todas las épocas, y especialmente en verano, a cada instante se tropieza con vendedores que a paso de carga reparten su mercancía. Ya se ve, en toda España no hay un sitio donde se coma y se beba por un ochavo. Cucharada de anises de matalahuga, y fresco y claro líquido a tan escaso precio, son incentivos para las gargantas, que no pasan nunca desapercibidas. Además, los pregones son dignos de tenerse en cuenta: -

“Aterronaíca la llevo”, grita uno.

-

“Del Avellano”, dice otro.

-

“Agua de la salud, para las niñas ojerosas”, exclama un tercero.

-

“Quien quiera tiritar, que baje ahora”, cantaba el Gallego con

voz de salmista. Y por este estilo cada uno ensalza un líquido, guardándose de expresar las chapuzas que como buenos españoles cometen; pues la mayoría de aquél pertenece a los aljibes de la Alhambra, cuando no del pozo de Santiago, o de las cisternas del Albaycín. Entraba después la que se expendía en los puestos situados en las plazas y los sitios más frecuentados por la concurrencia.

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FUENTE DEL AVELLANO

“…Y juntos nos encaminamos, dando un paseo, a la fuente del Avellano, donde aquella tarde había asamblea literaria. No era una reunión casual, puesto que los poyos de la famosa fuente Agrilla estaban ya en aquella sazón lustrosos y un tanto desgastados de prestar servicio a los literatos y artistas granadinos, que habían convenido en reunirse allí todas las tardes para beber agua pura y fortalecerse, y hablar de todo lo divino y lo humano con la apacible serenidad que infunde aquel apartado y silencioso paraje”1.

Es una de las fuentes más famosas y pintorescas de Granada. Se sitúa, como otras muchas, en el margen izquierdo del Darro, junto al camino que ciñe muy bajo el cerro del Generalife. En este camino, según se remonta río arriba, se van encontrando varias fuentes, casi todas naturales, y sólo algunas abocadas en un pilar. Todas ellas aprovechan las aguas que se filtran por los conglomerados de la “formación Alhambra”, del período geológico tortoniense, que son los que dan coherencia y porosidad a este cerro. La primera es la fuente de la Teja, famosa en la Edad Media por la bondad de sus aguas y la mucha salud que renovaba, hoy en día difícil de localizar. Nace casi en el lecho del río, junto al Carmen de los Cipreses. La segunda, Darro arriba, es ésta del Avellano, saturado de literatura y no sin cierta razón. Ya el viajero Ibu Battuta le dedicó grandes elogios, y Chanteaubriand se atrevió a compararla con las de Vanclause. La actual fuente del Avellano consta de un pilar muy sencillo adosado a un aljibe de ladrillo, y mampostería que casi se entierra en la ladera. Su pilón está redondeado en las aritas, y el frontal tiene dos caños sobre botones de 1

Ángel Ganivet: “Los trabajos del infatigable Pío Cid. Trabajo V”.

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piedra, en un solo espacio; la cornisa destacada y la parte superior están ocupadas por una leyenda en piedra del Elvira, en la que se comenta que en 1827, siendo Corregidor de Granada el Marqués de Altamira, el caballero Veinticuatro, D. José Martín, le dio esta fisonomía. Encima, un azulejo, realizado en 1940 y repuesto en 1991, recuerda las tertulias que en ella tenían lugar a finales del siglo XIX, presididas por Ángel Ganivet. Es precisamente el encanto de este lugar. Sus accesos fueron adecentados a principios de 1986. Era el antiguo camino recorrido a diario por los aguadores, que pregonaban por las calles de Granada “¡Agua del Avellanoooooo!”. Algo más arriba está la tercera fuente, llamada de La Salud. Las leyendas cuentan que era la favorita de la sultana Aixa, que daba aliento al melancólico, y que su sabor era el más dulce del camino. Todo lo contrario que la siguiente, llamada Agrilla, de pequeño tamaño, abandonada muchos años, de la que cuenta la leyenda que tornó sus aguas agrias al recibir las lágrimas de la sultana. Su frontal y la lápida que contaban el origen de su nombre han desaparecido.

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LA BÚSQUEDA DEL ORO EN GRANADA

Desde la más lejana antigüedad, tanto pueblos invasores como los propios pobladores han intentado extraer oro en Granada. Se han encontrado una corona de oro que data del Neolítico, factorías fenicias y griegas destinadas a la explotación de este metal en la Edad de Bronce, y huellas de actividades también relacionadas con el oro durante las dominaciones romana y árabe. Los reyes de Granada empleaban multitud de esclavos cristianos para lavar las arenas de la cuenca del Darro y extraer sus riquezas. Tras un período oscuro, de menor interés por la minería, que comprende las invasiones africanas y la Edad Media, se vive un resurgimiento, ya en época moderna, con la Ley de Minería de 1825, que propició la organización de los Distritos Mineros y la publicación de los primeros Anales y Boletines Mineros. El notable auge en general por la explotación de metales conllevó a que se alcanzara tal nivel de producción (hasta 50.000 toneladas de plomo al año) que se produjo un bajón del precio que ocasionó una de las mayores crisis del mercado mundial de metales.

Pero aún estaba por llegar la fiebre del oro… Cuando en 1848 se encontró oro por primera vez en California, en el Oeste de los EEUU, miles de personas se embarcaron en una odisea llena de peligros en busca de la riqueza inmediata, y se desencadenó una auténtica histeria colectiva a nivel mundial que también repercutió en Granada, donde la presencia de oro era ancestralmente conocida. Desde 1850, la ciudad acogió a miles de mineros y familias enteras llegadas de toda España. Había una gran agitación social, agravada también

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por el enfrentamiento de dos sociedades mineras: “La Nacional” y “La Aurífera Granada”, ambas fundadas en Madrid. Sin embargo, fue otra empresa más pequeña, la de “D. Rodrigo”, la que descubrió unos terrenos riquísimos en el barranco de Doña Juana, en el municipio de Huétor Vega. Toda la población de la comarca se desplazó en masa, con niños y ancianos, formando una avalancha con el sólo propósito de explotar la mina en cuestión, sin que la empresa ni las autoridades pudieran evitarlo. Sólo en la primera semana se presentaron 47 solicitudes de registros mineros para Huétor Vega.

Por lo que respecta a la zona del Darro, la fiebre del Oro comenzó incluso un poco antes que en Huétor Vega; y apenas dos meses después de los primeros hallazgos en California ya se solicitaron denuncios auríferos para la zona de la Umbría del Generalife, el Cerro del Sol y Jesús del Valle, donde aún pueden hallarse espectaculares restos de estas actividades. Los resultados obtenidos fueron muy escasos, así que poco después de la fiebre de mediados de siglo, llegó la primera crisis. Las explotaciones auríferas de Huétor Vega se abandonaron, y las del Darro decayeron a niveles mínimos. Gracias a los estudios publicados a partir de 1851, se sabe que las causas fueron una deficiente determinación de las zonas ricas, escasez de medios

para

el

tratamiento

de

grandes

masas

de

tierra

y

un

aprovechamiento sólo parcial del oro, ya que se perdía la parte más fina de éste. El oro del Darro y del Genil suele presentarse en forma polvorulenta, y acompañado de arena negra, así que las explotaciones en el Cerro del Sol, donde la superficie es muy pobre y se hace necesario buscar el mineral en profundidad, estaban abocadas al fracaso.

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Aún así, en 1873, Carlos Álvarez de Sotomayor solicitó la autorización para construir un nuevo canal para explotación de oro, con el que llevar las aguas al Cerro del Sol. Fue ejecutado por Gaumpil, con un gasto de cuatro millones de pesetas de la época, y es conocido como el Canal de los Franceses. Es la edificación más grande realizada para este propósito en el Darro, con dieciséis kilómetros de longitud. Pero el negocio nunca fue rentable, y los herederos lo vendieron por la irrisoria cantidad de 200.000 pesetas a un empresario que más tarde lo vendería al Ayuntamiento de Granada por 800.000 pesetas. El Ayuntamiento justificó este gasto comprometiéndose

a

darle

uso

para

el

abastecimiento

de

aguas

domiciliarias, pero jamás se usó y ha permanecido abandonado hasta el día de hoy, en un estado de ruina total que sin embargo aún impresiona por su magnitud.

Ya en el siglo XX, siguieron apareciendo contados buscadores de oro cada primavera, removiendo afanosamente el río. Cuentan las crónicas de 1955 que hasta un centenar de mineros granadinos estuvieron escarbando durante días bajo la bóveda del Darro. El metal obtenido, láminas de entre uno y dos milímetros de longitud, era escaso y muy codiciado, pues se pagaba más caro que el ordinario debido al componente sentimental y romántico añadido.

A día de hoy, hay estudios muy recientes en los que no se descarta una posible nueva explotación aurífera en el futuro.

GARRIDO ATIENZA, Miguel: Las aguas del Albaycín y Alcazaba. Universidad de Granada, Granada, 2002. Págs. LX-LXI 2 REYES, José Miguel, Los molinos de la ciudad de Granada. 3 REYES, José Miguel, Ibidem. 1

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