Ana du Rousier, Biografía y Misión

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Los conventos educacionistas tenían, en la primera mitad del siglo XIX un personal adecuado para impartir enseñanza. No cualquiera podía entrar a una congregación. Se exigían requisitos mínimos, como. ser hijas legitimas, provenientes de una familia cristiana, buena salud4, edad suficiente5 y un usado básico de instrucción, a saber: lectura, escritura, buena memoria, nociones de gramática y aritmética, entre otros. La preparación docente la obtenían en el noviciado, ahí las candidatas eran observadas de cerca en sus aptitudes y en su piedad. Además de las principales materias como: instrucción religiosa, lectura, gramática, aritmética e Historia; se incluía en el currículo de las futuras profesoras religiosas el canto, las artes de agrado, los trabajos manuales femeninos y la pedagogía. El desgaste físico, la. lejanía y la baja remuneración, eran dificultades a las que debían estar dispuestas a afrontar las profesoras de la Francia del siglo XIX. Las congregaciones ofrecían a sus docentes algo mejor: los beneficios de una identidad corporativa y la posibilidad de ser misioneras y educadoras a la vez. El sentido de pertenencia a una comunidad era la gran diferencia con respecto al personal docente laico. Sin embargo, esta singularidad implicaba una seria obediencia a la regla de la congregación correspondiente, sobre todo, por tratarse de religiosas que ofrecían un servicio, muchas veces, muy lejos de la Casa Madre. Aunque desde principios del siglo XIX ya no se ponía en duda el derecho de las mujeres a educarse, ellas recibían una hace un análisis importante sobre el valor de la contribución de la Iglesia en materias de educación en el siglo XIX francés. 4 5

Este aspecto era muy importante, debido al miedo al contagio. La edad era muy variable. En Curtis, Op. Cit., p. 48.

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