El arte de leer Jorge Iván Quintana Navarrete
Escribir literatura sobre la propia literatura ha sido la tendencia de la narrativa moderna. Cervantes dio el banderazo de salida cuando imaginó a Don Quijote leyendo las aventuras apócrifas de Avellaneda. La intuición genial del Manco de Lepanto: la literatura debe proponerse ficcionalizar todo, incluida la literatura misma. ¿Qué implicaciones conlleva la realización de este proyecto? ¿Qué significa que los protagonistas literarios de la narrativa moderna sean preferentemente escritores o lectores de novelas? En su labor como novelista y ensayista, Ricardo Piglia (Adrogué, Buenos Aires, 1940) ha demostrado un interés particular por indagar estas y otras cuestiones. El último lector (2005) constituye su más reciente esfuerzo por esclarecer los contornos de la figura dominante de la literatura contemporánea: el lector.
Y es que para Ricardo Piglia “qué es un lector” es la pregunta fundamental de la literatura. Cada relato responde de una forma específica a esta pregunta. Existen entonces diferentes tipos de lector, es decir, distintos modos de leer. En este libro, Piglia se propone crear una “historia imaginaria de los lectores” o una “historia invisible de los modos de leer”, esto es, un registro de las representaciones literarias del lector. No se trata de un recorrido exhaustivo, sino más bien, según indica el propio autor, de una “serie privada” con sus lecturas predilectas. Así pues, el escritor argentino se da a la tarea de rastrear escenas de lectura presentes en la narrativa moderna con el propósito de encontrar algún indicio que permita reconstruir satisfactoriamente el estado de la nación que conforman los lectores. De entrada, resulta evidente que los autores que le interesan a Piglia son los que representan versiones extremas de la figura del lector. Ahí está el caso de Borges, quiero decir, el lector inventado por Borges. El lector borgeano es el lector extraviado en un mar infinito de signos, en una biblioteca de innumerables anaqueles; es el lector, también, que está forzado a releer, leer de otro modo, porque ya todo está dicho. Por lo demás, el lector borgeano a menudo es un héroe, y es un héroe porque lee, porque tiene la capacidad de leer como ficción