Cuando dos cuerpos sólidos se frotan entre sí, hay una considerable resistencia al movimiento independientemente de lo pulidas que estén las superficies. La resistencia se debe a la acción abrasiva de las aristas y salientes microscópicas. La energía suficiente para superar esta fricción se disipa en forma de calor y como desgaste de las partes móviles. Cuando se utilizan piezas metálicas es necesario el uso de sustancias adicionales para disminuir la fricción entre las dos superficies en contacto. Estas sustancias reciben el nombre de lubricantes. Existen diferentes tipos de sustancias lubricantes: productos líquidos como aceites minerales y aceites sintéticos, productos sólidos o semisólidos como las grasas, y finalmente, el aire es un ejemplo de lubricante natural gaseoso. Un lubricante, es por tanto, una sustancia capaz de disminuir la fricción entre dos superficies que están en contacto. La palabra lubricante proviene del latín “lubricum” que significa resbaladizo y veloz. Se trata de una delgada capa de fluido, de espesor a veces inferior a una micra, que se interpone entre dos superficies sólidas para evitar su contacto directo y permitir que resbalen sin deteriorarse.
Un Aceite Lubricante, se define como: Mezcla científicamente balanceada de un aceite base y un paquete de aditivos, en el cual, la base confiere las propiedades de fondo y los aditivos imparten o mejoran las propiedades a los requerimientos específicos de la aplicación. Dos lubricantes con aplicaciones diferentes pueden tener la misma base y diferir en los aditivos. Cuando se diseña un lubricante no se hace al azar, sino con el objetivo de superar determinadas especificaciones, que habitualmente comprenden ensayos en laboratorio y ensayos en motor o en el mecanismo en donde será aplicado.