Carolyn Grey - El Circulo del Fenix

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inclinó sobre el tríptico del Jardín de las Delicias Terrenales, que ocupaba el sitio de honor en el centro de la pared. Por su parte, Julian recorría las numerosas estanterías que gemían bajo el peso de los libros, examinando con interés las encuadernaciones trabajadas y parándose a veces para hojear religiosamente una selección de páginas amarilleadas por los años. —Extraordinario —dijo en un susurro después de un cuarto de hora de inspección—. La primera traducción, fechada en 1140, de la Tabula Smaragdina por Hugues de Santalla, la Suma de la Perfección de Geber, la Turba philosophorum, el Mutus Liber, De secretis Naturae de Alberto el Grande, el Opus Majus de Roger Bacon, las Figuras de Abraham el Judío comentadas por Nicolas Flamel, las Doce Claves de la Filosofía de Basilio Valentín, El sendero Químico de Paracelso... la mayoría son ediciones originales, que tienen varios siglos... es prodigioso, la totalidad de la literatura alquímica parece estar reunida en esta habitación... —Es el caso —soltó una voz profunda detrás de él. Julian y Cassandra se sobresaltaron. Sin el menor ruido, Dolem había entrado en la biblioteca y los miraba con sus pálidos ojos. —Más de veintidós obras relativas a la alquimia han sido redactadas desde el origen de la humanidad. Esos escritos, sacados de todas las épocas y de todos los países, se encuentran ante sus ojos, empezando por supuesto por los trabajos de adeptos tales como Alberto el Grande, Basilio Valentín o Paracelso. La colección que se encuentra en esta habitación no tiene precio; dediqué años para reuniría... y leerla. —¡Una vida entera no bastaría para ello! —exclamó Julian involuntariamente, transgrediendo por una vez las reglas de la buena educación—. No puede haber leído todos estos libros... —Todo depende de lo que se entienda por «vida» —replicó Dolem con una sonrisa misteriosa—. ¿Supongo que usted es lord Julian Ashcroft? —Exacto —contestó, muy sorprendido por su enigmática respuesta y al mismo tiempo por el hecho de que conociera su nombre—. ¿Cómo...? Por encima del hombro de Dolem, Julian cruzó la mirada con Cassandra, quien se encogió ligeramente de hombros, con aire hastiado. El lord se tragó la pregunta que tenía en los labios. Sin reparar en su sorpresa, la vidente prosiguió su exposición. —El conjunto de los tratados de ciencia hermética producidos por el hombre están aquí reunidos, pero la alquimia también influenció la literatura en sentido amplio, y en particular los cuentos y las novelas. En un suave susurro de encaje negro, se dirigió hacia el fondo de la biblioteca. Sus andares, de una ligereza casi sobrenatural, daban la pág. 89


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