Carolyn Grey - El Circulo del Fenix

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—Nunca conocía ni los nombres ni las direcciones de mis... de mis víctimas —explicó con voz un tanto insegura—. Un coche del Círculo me llevaba siempre al lugar, y luego me volvía a llevar a casa. —¿Y una vez que estaba allí, en el lugar? ¡Los interesados no iban a esperarle tranquilamente en el umbral de su puerta para evitar que tuviera que buscarles dentro! —El señor Werner siempre me describía el lugar con precisión, y me hacía planos para que no me perdiera. —Eso explica la multitud de planos y mapas que encontré en tu casa —comentó Julian, satisfecho con haber resuelto el enigma. —¿Y sus víctimas? —se empecinó Cassandra—. ¿Cómo las reconocía si ignoraba su identidad? —La mayoría de las veces, el señor Werner me las señalaba antes en un lugar público. Jeremy, que había escuchado ese diálogo con un interés apasionado, se inclinó sobre Megan. —Empiezo a preguntarme si ese muchacho no es un poco simple —le murmuró al oído. —¡Para ser hombre, me parece que usted es espantosamente chismoso! —le regañó la muchacha en el mismo tono. Jeremy mostraba una expresión indignada. —¿Lo defiende? No hace tanto tiempo tenía la misma opinión que yo sobre él: ¡decía que era peligroso, y que teníamos que desconfiar de él como si fuera la peste! —Es verdad —contestó gravemente Megan—, pero he cambiado de opinión. Un muchacho tan hermoso no puede ser totalmente malo. Jeremy alzó la mirada al techo, pasmado. —¿Habla en serio? ¡Nunca había escuchado una reflexión tan estúpida como esa! Ofendida, Megan le dio la espalda. —Y además, tampoco es tan guapo —añadió el periodista con aire desdeñoso—. Deben de gustarle los tipos delgaduchos y afeminados... Megan se encogió de hombros en un gesto de desprecio soberano. —¡Ni está delgaducho ni es afeminado! Simplemente a usted le da envidia. De hecho es un sentimiento que se puede entender perfectamente: son escasas las personas que pueden alardear de tener un rostro angelical como el suyo. —¡Oh! —dijo Jeremy, demasiado escandalizado por la acusación de celos para encontrar una respuesta mejor. Por su parte, Cassandra proseguía su interrogatorio. —¿Cuando vino aquí por primera vez para robar el Triángulo, supongo que había utilizado los planos del edificio que Julian me enseñó y que encontró en su casa? Gabriel sacudió la cabeza. —Había memorizado el lugar de las habitaciones antes de venir. Cassandra pestañeó: pensar que un desconocido se había introducido en su casa para estudiar la disposición de las habitaciones no le gustaba en absoluto. Gabriel se disponía a añadir algo cuando Nicholas le hizo otra pregunta: —¿Y pág. 252


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