Carolyn Grey - El Circulo del Fenix

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silencio para que su confusión no se notara demasiado. Cassandra abrió la segunda puerta con su manojo de llaves. Antes de empujar el batiente se giró hacia Julian preocupada. —Voy a dejarlo a solas con él, pero me quedaré aquí, lista para intervenir si tiene el menor problema. ¿Está seguro de que no quiere armas? —No será necesario —afirmó. Cassandra suspiró, resignada, y se hizo a un lado para dejarlo pasar. Julian respiró profundamente y entró en la habitación mostrando una seguridad que en realidad no sentía. Detrás de él, la puerta se volvió a cerrar en un chirrido. La buhardilla, iluminada por una simple lámpara, estaba sumida en una semioscuridad glacial. Abandonado, el fuego se había apagado en la chimenea ennegrecida por el humo. El muchacho de cabello blanco seguía sentado en el suelo, abrazándose las rodillas, y miraba fijamente un punto invisible en la pared. Cuando entró Julian, giró lentamente la cabeza hacia él y su mirada apagada pareció iluminarse por un instante. Luego se acurrucó más todavía sobre sí mismo, en una actitud de sufrimiento profundo que trastornó a Julian. Este colocó la bandeja en una pequeña mesa y se sentó sin apartar la mirada del muchacho. —Venga a comer —dijo dulcemente. Una expresión intrigada se vio en los rasgos del muchacho, pero no se movió. —Coma —repitió Julian—, antes de que los platos se enfríen. Va a caer enfermo si se empeña en seguir sin alimentarse. El muchacho lo consideró mucho rato, como si intentase descubrir sus intenciones. Julian sostuvo su mirada sin vacilar, consciente de que fracasaría en ganarse su confianza si le traicionaba el menor signo de duda o debilidad. Finalmente, el muchacho se levantó dudando y fue a instalarse en la mesa. Indeciso, observó su plato, luego a Julian que le animaba con una sonrisa, de nuevo su plato, y decidió por fin empezar a comer. —Muy bien... —murmuró el lord mirándolo comer con aire satisfecho. * * *

Los días que siguieron fueron desesperadamente largos. La inactividad les pesaba a todos, un nerviosismo casi palpable flotaba en el ambiente, y el tiempo execrable no mejoraba el humor de nadie. Desde que volvieron de Escocia, estaban dando vueltas en círculo. Claro que se habían apropiado del Triángulo del Agua, pero nadie tenía la menor pág. 152


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