Francisco Rivas - 1212 Las Navas

Page 94

menos por el momento y mientras las circunstancias no cambien. ¿A alguien no le satisface? Nadie dijo nada, pues todos estaban de acuerdo. El plan estaba aprobado, y Calatrava, sentenciada. El ejército almohade ya había abandonado Jaén y avanzaba hacia Las Navas. Las noticias del avance cristiano habían llegado, y todos conocían lo ocurrido en Malagón, y que Calatrava estaba bajo asedio. Contrariamente a lo que pudiera esperarse, esta última nueva había fortalecido los ánimos, sobre todo de los andalusíes. Para ellos, Ibn Qadis era un héroe casi mitológico, una figura exaltada hasta la leyenda y puesta al nivel del poderoso Almanzor. De algún modo, estaban convencidos de que sería capaz de retener al ejército cristiano hasta el otoño, o de desbaratar milagrosamente sus ataques causando terribles bajas a los cruzados. Los almohades se dejaban contagiar del ambiente eufórico de sus colegas andalusíes, lo que a su vez hacía disminuir la intensidad de su malestar. Todos, una vez atravesado el Guadalquivir y acercándose al campo de batalla, estaban más tranquilos, más animados. Ibn Wazir, por su parte, tenía una sensación extraña. Conocía a Ibn Qadis hasta el punto de poder decir que era su amigo. Le admiraba profundamente y era consciente de sus grandes cualidades militares, reforzadas por una actitud noble y una inteligencia natural para analizar las circunstancias, aprovechándose de las ventajas que pudieran otorgarle y minimizando sus aspectos negativos. Pero, precisamente porque le conocía, sabía que era un hombre, no el ser casi divino que la imaginación de los soldados estaba forjando. Un hombre extraordinario, pero hombre. Aun sin tener datos exactos sobre su posición, al noble le resultaba difícil creer que pudiera hacer todo lo que de él esperaban los ilusos guerreros. Con todo, aquella euforia era contagiosa, y luchaba por abrirse camino en su espíritu pesimista. Al fin y al cabo, si los almohades habían entregado a un andalusí, en los que generalmente no confiaban demasiado, la defensa de un puesto tan sensible era porque su habilidad estaba por encima de rencillas y políticas. Ibn Qadis no podía destrozar al ejército cristiano, pero quizá ellos se suicidaran contra él guiados por un odio ciego, sufriendo demasiadas bajas. La Orden de Calatrava no abandonaría hasta reconquistar su primer hogar o perecer hasta el último de sus miembros, y quizá pudiera darse la segunda opción. O a lo mejor los reyes cristianos, temiendo sufrir una sangría, mantuvieran el asedio agotando sus víveres, teniendo incluso que renunciar a continuar la ofensiva y sufriendo un descrédito internacional por no poder terminar la cruzada que tan minuciosamente habían planeado...


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.