No hay estrategia si no media el engaño entre los oponentes. En el siglo XVII hay un punto de inflexión. A medida que los ejércitos fueron organizándose bajo una perspectiva moderna, como instrumento del Estado e incluyendo sentimientos de soberanía e integridad territorial (nacionalidad y patriotismo), la estrategia militar comenzó a ser diferente a como había sido aplicada hasta aquel entonces. Las decisiones respecto de la utilización de las fuerzas excedieron las circunstancias y contemporaneidad de las batallas; los gobernantes y generales comienzan a ver la conveniencia del desarrollo de capacidades para influir en los designios de sus vecinos; incursionar en sus fronteras e ir más allá de acuerdo con sus intereses vitales. Las razones no se circunscribieron a las necesidades de dominar áreas estratégicas o por expansión territorial en procura de recursos naturales, sino por la profesionalización y convicción que tenían las fuerzas que iban a la guerra, junto a los efectos que l