DESLEYENDO AL NORTE

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APUNTES a la LITERATURA DE ARICA Y PARINACOTA R. Alejandro Pérez Miranda.

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PAGINA LEGAL Editorial Lusevo Diagramación: Lusevo Arica Chile.

Invierno año 2.020 Derechos de Autoría : (gestionándose) Primera edición de 300 ejemplares.

ISBN: Correo: ralejandroperez02@gmail.com

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INDICE: Palabras de Presentación: Literatura de la Frontera

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1.- Nuestra Literatura Regional su Origen y Vigencia

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2.- Las Letras más allá del Desierto

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3.- La Autoría Femenina en la Literatura Regional (2009–2018)

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4.- Un Escritor Entre Dos Generaciones: Acercamiento a la novelística de Luis Seguel Vorpahl. Acosos legítimos, e ilegítimos, a la obra.-

Pag 35

5.- Reseñas de Libros Editados los Últimos 10 Años: “Luces en la Camanchaca”; “Crónicas Urbanas”; “Arica, Puerta Nueva”; “Ayrampo, Tiñes, Nuestra Sangre Andina”; “La Importancia de Tener un Animal Negro”; “El Caso de Gabriela Blas: Un Juicio Contra la Cultura Aymara”, Juan Carlos Mamani, Escritor; “La Escasez del Chocolate”; “La Maldición de los Whateley’s”; “Shhh…”; “Novela Negra”; “Continue”?; “Cristo Barroco”; “Como Gotas de Rocío”; “Humanos Unicos”; “Memorias; los años inolvidables de la radio”; “Hotel Pacífico, y Otros Cuentos”; “… Y Llegaron con Cadenas…”;“Antología, Hazla Cortita Una larga historia en pocas palabras” “Cumbia Acida”; “Vestigios de Montaña Un viaje”; “Manuel Yanulaque Scorda (1850 – 1934), historia e imágenes ariqueñas”; “Mi Cascara de Nuez”; “Heptadárica”; “Chukuruma”; “Afrochilenos: una Historia Oculta”, “El Resucitador en Serie”; “La Chicha en el Chile Precolombino”; “Antología y Catálogo de Escritores de Arica y Parinacota”; “Historia de la Gran Campana Colonial de Arica”; “Wampun Yanawaran Yatichawipa”; “Un Pequeño Relato para el Picaflor de Arica”; “Sahuara, según el Relato de sus Habitantes”; “La Literatura en el Norte de Chile”; “Senda Llacunes”.

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6.- Crítica y Literatura Regional. Comentarios sobre crítica y literatura regional.

Formar Lectores, un trabajo de todos; Réquiem por Sergio Gaytán; El Buen Estado de los Sueños (fotolibro); Hacer un Libro es Soltar las Manos sobre el Papel; Leer. Y Leer Imágenes; Literatura y Comidas Típicas; Literatura Joven en Arica.

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7.- Palabras al Cierre

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PALABRAS DE PRESENTACIÓN: La LITERATURA de la FRONTERA Toda buena literatura es testimonio, registro de vida, y la nuestra, la literatura de nuestros escritores regionales acá en al norte de Chile no es menos. Ni diferente. Una literatura que es amalgama de evidencia humana que da fe de años de vida, no allá, sino más allá, porque Arica está, para todos, “más allá”.

La presente publicación es una constatación que nuestra literatura regional, acá, en la frontera está viva y se nutre de los que vinieron a quedarse, unos desde las salitreras, otros, antes, del altiplano como de Africa o trashumantes europeos que detuvieron acá su camino. Nuestra literatura regional es evidencia de que peruanos y bolivianos son para nosotros coterráneos, tan connaturales como iquiqueños o hijos de inmigrantes, o afrodescendientes. Porque acá en Arica no hay extranjeros. Los extranjeros son seres extraños, de allí el significado originario de la palabra (étrager, extraño), porque, qué más natural a un ariqueño que un peruano mecánico o que trabaja por años junto a nosotros en la construcción?, o un boliviano que cultiva en Azapa?, que un gringo, colombiano o ecuatoriano que pasa lento por la frontera?, que una familia con ancestros afrodescendientes o de comerciantes europeos?. Desde allí se entiende la vigencia de escritores como un Morales Salazar, de Araya Novoa, de Vanessa Martínez o de Anita Labbé y toda esa prolífera generación de Rapsodas, y también se entiende, -o fenómeno que también explica-, motivos y ambientes de la nueva producción de esta novíssima generación de escritores que nace en torno a Cinosargo y que hoy cierta orfandad los depura.

El presente libro recopila una serie de artículos muchos de ellos publicados en periódicos ariqueños, revistas e internet y por ello se podrán encontrar conceptos o párrafos que se reiteran, les pedimos ser indulgentes con ello porque esta publicación es una recopilación que no tienen más propósito que el difundir esta literatura, mostrar su versatilidad y variados motivos, y su fecunda producción. Pero así como se ha consolidado esta producción literaria, como se ha posicionado nuestra región como un polo de desarrollo de la literatura del norte de Chile, necesitamos también consolidar una masa crítica de lectores que retroalimenten la producción y permitan su persistencia.

“La carrera literaria más difícil es la del lector” escribió Macedonio Fernández (Argentina, 1888). Ennoblecer el trabajo del lector, esa práctica que con orgullo y a media voz ejercían nuestros padres que ronroneaban los libros. Aquel leer y releer un libro hasta repetir de memoria algunas frases. O más atrás... la de aquel abuelo que leía a sus compañeros de trabajo, a media voz, un periódico de la prensa obrera en plena pampa.

Nobleza y valía para aquellos cuentos que nos leyó nuestra madre, o la abuela allá cuando nos íbamos a acostar. Porque aún cuando poseamos esta estirpe lectora hoy la función del lector está desvalorizada. Quienes leen no hablan de lo leído. Hoy se habla de lo visto. Sin embargo aún se lee, hay jóvenes lectores que siguen leyendo. Nosotros los viejos, algunos aún leemos mas también hay jóvenes en el colegio que leen por gusto, un gusto a contracorriente y mucho en soporte digital pero lo importante es que continúan leyendo: comics, sagas, blue jeans, poesía, en pdf, en wattpad. Bien por ustedes. Bien por nosotros. La lectura redime, internamente, pero redime, y el que ha leído lo sabe.

8 Además hoy cualquiera puede leer, el analfabetismo es bajo y están las bibliotecas públicas a disposición, gratuitas, para que cualquiera pueda acceder a un libro. No siempre fue así. En un momento de nuestra historia un libro tenía el valor de un caballo.

España prohibió el ingreso de obras de imaginería, novelas, a sus colonias en América. Por lo demás, no era fácil leer en esos siglos atrás. La puntuación, los signos de exclamación, de interrogación, incluso la separación de palabras, son modernos, relativamente nuevos en la historia, y en esas circunstancias sí que era difícil leer, privilegio de una aristocracia que compraba sillones adaptados para sostener libros abiertos, o mesillas reclinables con sujetahojas. Hoy el libro por primera vez en la historia nos es tan accesible, la revista, el diario, y leemos, muchos aún leemos, pero creemos que hoy la responsabilidad es hablar de lo leído, si queremos aportar a la formación de nuestros hijos, de los alumnos, del amigo o amiga, hay que hablar no solo de lo visto, sino también de lo leído. La lectura redime, decíamos antes, y hablar de lo leído redime la sociedad. Nos redime a todos. De allí este libro, de lo escrito en la frontera y de la importancia de leerle.

Los Editores.

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1.- NUESTRA LITERATURA REGIONAL: SU ORIGEN Y VIGENCIA. La literatura del norte de Chile, la de la pampa salitrera como la actual, tiene galardón de esfuerzo y tesón. Nada fue fácil para el pampino como tampoco lo es hoy, y sus letras, su literatura es prueba de ello. Y al respecto es pertinente una precisión: la literatura que se escribe sobre la pampa salitrera no es la misma que se escribe en la pampa salitrera. La que se escribe en la pampa es de data más antigua, es más rústica y mordaz, es más genuina y desconocida. La que se escribe sobre la pampa salitrera llega posterior, con sombrero y en barco, es de un lenguaje culto aunque pretenda ser auténtico, publica en la capital y se difunde en colegios y conferencias, es la literatura “oficial”. Porque el corazón de la literatura de nuestro norte, ese que nace en Antofagasta arraigado en la prensa obrera, en años de oscurantismo de fin del siglo pasado su máxima expresión, -que nunca la única-, migra a Iquique y a una editorial, “El Jote Errante” en esos años la que más publicaciones realiza de Santiago al norte; y luego este corazón este mismo corazón, hoy palpita maduro, amplia, compleja y consistentemente en nuestra región de Arica y de Parinacota.

Mas ahora, ya posicionados en este extremo del norte de Chile y en referencia específica a la literatura de nuestra región cabe la pregunta: ¿cuándo nace nuestra literatura regional?

Nace y se raigambra exclusiva y realmente en aquella que se deriva de la literatura pampina? Pregunta que nos remite primero a convenir que una definición compleja y amplia de literatura nos permitiría considerar a las leyendas del mundo aymara como un antecedente más de ella, pueblo este que habitaba estos territorios ancestrales y que se expresaba en historias transmitidas oralmente de generación en generación que explican nuestra geografía, costumbres y ceremonias y que, ya sea en pueblos del interior como al bajar a la urbe, continúa mitigadas, soterradas, pero aún presentes. No podemos olvidar en esta vertiente a Juan Pablo Mamani Morales que junto a grupos universitarios en la década del 70 hicieran recitales literarios en aymara pero fundamentalmente a Pedro Pablo Humire original de Socoroma en que hiciera su última presentación como poeta en la ciudad de Arica el año 2018 en aimara y en español. Otro antecedente sobre cuando nace nuestra literatura regional podría estar en cantos de cofradías propias de nuestros pueblos originarios y afrodescendientes, cantos que se conservan en misales. O quizás nazca en décimas y coplas entonadas durante la Guerra del Pacífico en nuestras tierras por un contingente fundamentalmente popular que se prolongan hasta el plebiscito del 24, versos estos entonados tanto por peruanos como por chilenos. Un ejemplo de esta literatura del Perú que no puedo no mencionar es la siguiente: Bolognesi defendió su patria con heroísmo.

Ugarte, por patriotismo, Del Morro al mar se tiró.

Hay así innumerables ejemplos de este tipo de literatura popular por parte de ambos países, de Chile debemos recordar que se mandan a imprimir 10 mil ejemplares para repartir en el norte de décimas escritas por Juan Rafael Allende. Una edición de “Poesías Populares” de El Pequen Imprenta Nacional de 1880 comienza diciendo:

10 Para cantar las victorias De mi mui querida patria Afino todas las cuerdas De mi sonora guitarra.

Y mas adelante:

Después del triunfo de Tacna Solo quedaba el de Arica I a Arica nuestros valientes Se dirijieron de prisa.

Y están también los periódicos que imprimió aquel soldado del Ejército Expedicionario al Perú -abuelo del periodista Juan Enrique Poblete- que en medio del ejército en la Campaña de Lima, y junto a otros compañeros de armas que habían sido tipógrafos imprimía hojas con noticias que compartía con los soldados. Incluso la figura del roto chileno, arquetipo identitario nacional, tiene su origen en el personaje literario conocido como el “General Dinamita” que inicia su fama en la toma del Morro de Arica desactivando unas minas peruanas. Este “Capitán Dinamita” (era solo un recluta más pero la mística popular también constituye grado en nuestra literatura) será popularizado en innúmeras décimas. Pero el ejército pasa rumbo al norte, es decir se va, entonces cabe la pregunta: llegaría a impregnar a nuestra producción literaria local de esos años? viejos ferroviarios recuerdan coplas que se cantaban en la década del 20 con motivo del plebiscito, algunos rescatan la melodía de canciones populares de esos años y les cambian la letra otorgándoles pertinencia local, será esa una evidencia de la influencia de la literatura popular?. Son preguntas abiertas respecto a nuestros antecedentes, ya en leyendas altiplánicas, ya en misales de cofradías o en las décimas que propaga un ejército movilizado.

Ahora y más bien acotados al concepto clásico de literatura (en su significado etimológico de “litera” o letra, escrita), los antecedentes de nuestra literatura podrían anidar bajo el amparo en una producción periodística. A mitad del siglo XIX, cuando Antofagasta o Iquique eran aún tierra virgen, Arica era una ciudad con más de 10 mil habitantes que sería destruida hasta sus cimientes por dos terremotos y maremotos, solo luego de esa hecatombe se tiene noticias de una prensa local, entonces quizás sus primeras obras nacieran en esas páginas de revistas de principios del siglo pasado y que fueron en Arica populares y de buena calidad como “Crisol”, “Sol del Norte”, “Enfoques” “Baratijas” o “El Corvo” y nuestras primeras obras literarias, poemas, breves narraciones de ficción, estarán en aquellos periódicos que comienzan a repoblar Tacna y Arica desde fines del siglo XIX, periódicos humildes algunos de aparición incierta, esporádica como “el Sapo”, “El Ganchito” o “La Opinión” o en otros más formales como “La Aurora” de 1914 que perviviría por 15 años, o “El Ferrocarril”, observación pertinente porque el periodismo tiene una producción concomitante con la literatura en nuestras regiones, sobretodo a fines del siglo XIX en que la figura del periodista escritor es constatada en la prensa de Antofagasta. En esta perspectiva el nacimiento oficial de nuestra literatura radicaría, a falta de mejor información, en una figura como Escilda Greve, poeta nacida en Arica que se traslada a la capital difundiendo su obra e identificándose con una producción literaria ariqueña. Y luego la obra de una Nana Gutiérrez, para finalmente tener presencia y rango nacional en torno a “Tebaida”, es decir sus antecedentes estarían en la adscripción al “parnaso” nacional .

De cuál de todas estas vertientes mencionadas deriva y arraiga nuestra actual literatura?

De cuál de las cuatro mencionadas vertientes originarias encontramos presencia hoy? Cuál de ellas nos permitiría irle fijando una estirpe? Mas falta mencionar una alternativa, una opción poco académica, poco ortodoxa pero posible: será acaso nuestra literatura expresión de una “generación espontánea?, dislocada?, desarticulada?. Expósita

11 podríamos llamarle. Esta posibilidad debe considerarse pues encuentra justificación en las siguientes constataciones: las influencias de hoy además de la tradición las producen los medios de comunicación; las posibilidades de producir obras son más accesibles (fotocopiadora o impresoras personales) que ayer (imprentas); y la distribución como la interacción con escritores de otras regiones e internacionales es mucho más activa. Es decir, la literatura que se produce en nuestra región no obedecería a una tradición, no solo abjura de su generación anterior (Cédomil Goic, 1968) sino que abjuró de todas las expresiones literarias precedentes de la región y se subsume en una tradición cosmopolita y mediática, exógena.

Esta es una pregunta abierta y que su respuesta ayudará a perfilar tanto a la historia como a la crítica de la literatura regional es, cuáles son sus antecedentes? dónde la prehistoria de nuestra literatura regional, dónde nace, dónde están sus primeros motivos, conformada porque giros lingüísticos que hacen de la expresión verbal o escrita un arte?

Será Escilda Greve parte anterior a nuestra literatura dada su permanencia en Santiago, y ella nacería con Nana Gutiérrez?. La respuesta está abierta...

Lo que es indiscutible es que la literatura ariqueña, que no es nueva, es hija ilegítima de Clío la musa de la historia y ve sus primeros frutos ya maduros en una Nana Gutiérrez y – también- en aquella Tebaida, paraje de artistas y escritores avecindados en este terruño.

Son años de Ariel Santibáñez, Alicia Galaz, José Martínez. Luego tras décadas de impuesto silencio en que solo se escuchaba a Raquel Pino, Rodolfo Kahn reúne Heptadárica, nacerán los Rapsodas Fundacionales en torno a dos señeras figuras de las letras de Arica, José Morales Salazar y Luis Araya Novoa y, ya más próximo, Daniel Rojas Pachas con Cinosargo como hoy Connie Tapia con Cathartes. Estos últimos son adalid de la literatura del norte de Chile en nuestra ciudad. Porque al margen de cuál sea la fecha de nacimiento de nuestra literatura regional, o del reconocimiento de su paternidad, ella hoy se expresa fuerte y generosa. Hoy, cien años después, la literatura del norte de Chile cobra expresión, voz y letra en nuestra ciudad. Arica se ha ganado, con esfuerzo, como lo es todo en nuestra tierra, sin caer de rodillas, jamás coronados por pícaros y escandalosos, ni “acomodados a la naipada” al decir del gran de Rokha. Hay figuras consagradas, como P. P. Humire considerado “Tesoro Humano Vivo” o merecedoras incluso del Premio Nacional de Literatura como José Morales Salazar, que hoy se encuentra entre nuestros mejores, sino el mejor poeta chileno vivo, a quien se le debe la autoría de un canto épico de la más popular gesta de nuestro norte, el “Canto de la Tirana”. Hay además ya decanos talleres literarios, y editoriales que difunden las obras de escritores y poetas de distintas generaciones.

Ninguna otra región del norte publica como la nuestra. Ninguna otra posee una agrupación tan sólida, permanente y productiva como Rapsodas Fundacionales, ninguna otra ha posicionado temas, publicado, gestionado, incursionado en un nuevo lenguaje y ha abierto fronteras como Cinosargo. Ellos son la punta de iceberg. Junto a Rapsodas estuvo y están “Plumas y Letras”, la SECh, Arica, “La Cazuela”, “Cuenta Conmigo” o junto a Cinosargo, “La Liga de la Justicia”, “Tea Party”, junto a cartoneras, “Maki_Naria”, comics, fanzines, y otros. E imposible no mencionar la literatura en torno a afrodescendientes y aymaras, a publicaciones de la Universidad de Tarapacá que diera nueva vida Rodrigo Ruz, o a Gómez León que lobo solitario muerde la literatura con genialidad y escalofriante lucidez.

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Por último constatar la existencia de una amplia y compleja diversidad temática. Entre los títulos que conforman nuestro corpus encontramos una literatura ligada a la academia pero no propiamente universitaria (que por supuesto también existe) como publicaciones de Pamela Cerda Pfeng o Ediciones Parina ente otros. También hay una fuerte vertiente de temas relacionados con el pasado reciente de Arica, literatura en que los Rapsodas han incursionado con generosidad como en su historia más distante lo ha hecho un Mondaca Raitieri. De la misma forma en la temática afrodescendiente destaca la obra de Marta Salgado, en literatura que incursiona en la cosmovisión aymara encontramos entre otros a Juan Carlos Mamani con su Editorial Chiwanku, sin olvidar al primegenio Pedro Pablo Humire ni a Juan Jacobo Tancara. En un formato diferente están los fotolibros que publican Chris Malebrán y Fernando Rivera principalmente. En temáticas más actuales está la producción de una literatura juvenil ligada a una cultura digital, fronteriza, anglosajona y alusiva a sus juegos (games) y una mórbida sexualidad. Junto a ellos también existe una oferta literaria relacionada con el terror y la violencia explícita, o “gore” como le denominan. En este ámbito juvenil debemos mencionar la obra de Alejandra Palacios y de Josefa Tello “La Escasez de Chocolate” con una literatura que incursiona en la ciencia ficción. Existe también una notable producción de poesía. Sin embargo, considerando esta amplia gama de temas (y considerando también otros que no se mencionan), destaca el silencio en torno a una temática de carácter social reivindicativo, excepción hecha con Roberto Flores y Luis Seguel, ambos solitarios escritores de sus respectivas generaciones, el primero acerca su principal obra al movimiento indigenista y el segundo, lo hace por medio de la expresión o sensibilidad personal de sus personajes, en particular en “Los Tambores de Doménico Modugno”. Se suma a ellos Marisol Cid de quien tenemos solo la referencia de un libro publicado.

Llegados a este punto seguro se preguntan si ésta madura y prolífica diversidad temática guarda relación con la posibilidad de su aún indeterminado origen: la respuesta todavía no se escribe, y es importante comenzar a configurarla, a reconocerle un pasado a nuestras letras. Ya decíamos que hemos llegado a ser de las principales regiones que más publicaciones literarias realizaba por habitante, pero carecemos de una crítica literaria como de una completa historia literaria que sobre la base de un claro pasado pueda ayudar a construir un fuerte y consistente futuro.

Mas respecto a su reconocimiento y difusión la situación no ha cambiado mucho cien años después, el silencio del “parnaso” santiaguino pesa pero no invalida, ofende pero no doblega, silencia pero no empequeñece, sin doblegarnos, ni empequeñecernos, validados por nosotros mismos se sigue escribiendo en la región. Nuestras letras, nuestros escritores, recogen el legado de esa literatura escrita con esfuerzo en periódicos obreros, muchos de ellos o sus familias, vivieron en la pampa y sus escritos de un lenguaje no rústico pero si más influido por la condición de frontera, mantiene su carácter genuino.

Hay que decirlo de nuevo: sus obras aún son castigadas con el silencio de críticos y de la academia, y permanecen ausentes en las listas de lecturas obligatorias y sugeridas de los planes y programas educacionales. Así, cada palabra impresa se ha ganado con esfuerzo.

Sin embargo es de justicia decir que la temática, los leiv-motiv, de los libros publicados los últimos años se han centrado, o tienen como referencia más a una Arica de antaño que las motivaciones escriturales o temáticas de una literatura propia de la pampa salitrera. La

13 pampa comienza a obnubilarse en nuestra literatura regional, es necesario sí mencionar que nunca fue el tema central de ella, ni de escritores anteriores a los nacidos a 1950, ni de aquellos nacidos después de 1980 los que sí definitivamente la han apartado de los principales registros referenciales de sus obras. Es solo un dato de la causa. No es un juicio de valor. Lo que sí podría considerase un juicio de valor es que los escritos en la pampa fueron de una clara y fuerte sensibilidad social a diferencia de lo que hoy se encuentra en nuestra literatura, más cercana a una sensibilidad particular, perceptiva de la bonanza de antaño pero particular, privada, y en la generación digital una profundización en la individualidad, en el yo, y en emociones exacerbadas.

Pero quizás sea la diversidad temática antes expuesta de la producción literaria regional una de nuestras mayores características. Y fortalezas. Pero diversidad no solo temática, sino también diversidad etaria: desde a los Rapsodas Fundacionales hasta quienes participan en el “Hazla Cortita”, concurso que tuvo versiones con más de 7 mil participantes; diversidad editorial con presencia de cartoneras y fanzine hasta editoriales consolidadas como lo fuera Cinosargo, y hoy lo son Aparte Editorial, Cathartes o Lusevo entre otras. Diversidad de género dado que --ya lo decíamos en artículo posterior--, la mujer escritora en nuestra región ha tenido un rol vital en la sobrevivencia de esta expresión artística, desde Escilda Greve y luego Nana Gutiérrez, siguiendo con Alicia Galaz, Raquel Pino P., Silvia Córdova, y tantas otras hoy. Toda una estirpe femenina a quienes nuestra historia literaria debe su permanente existencia.

Este corpus conformado por decenas de obras hoy justifican la hipótesis de Arica como el actual polo de desarrollo literario de la literatura del norte de Chile, en narrativa como en poesía. Además por trayectoria y compromiso, por edad y respeto, los ariqueños coinciden en un nombre: José Morales Salazar, poeta y escritor, ya decíamos, de curriculum digno del Premio Nacional de Literatura, y seguro se coincidirá también en que su obra magna, imperecedera, será “El Cantar de la Tirana”, poema de 232 páginas en verso rimado que narra con agilidad y maestría nuestra principal gesta, la de una mujer que pervive hasta hoy entre nosotros, a la cual se admira y venera visitándola cada año. Cantar que se adscribe a la tradición de aquel otro de Clodomiro Castro “Canto a las Pampas Salitreras” y a nuestra “La Araucana” de Ercilla y Zuñiga. Morales Salazar no hizo menos con este genial y enorme, documentado trabajo de años. Un poema épico que consolida libros, movimientos, agrupaciones; texto fundacional de esta literatura ariqueña y nortina que escriben hoy manos añosas de arena y salitre como otras agiles en teclados frente a pantallas digitales, unos mirando el pasado, otros el mañana. Hoy tenemos la responsabilidad -cual alférez que guarda la virgen por un año- de acoger a nuestra literatura en nuestra casa, y nosotros lectores y escuchas, nos corresponde hacerle el mayor honor que se le puede hacer a una literatura: leerla, leerla y comentarla.

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2.- LAS LETRAS más ALLÁ DEL DESIERTO. Arica estaba más allá de la frontera norte del imaginario nacional del siglo XIX, ese imaginario que concebía el desierto como el vacío en el contexto del barroco americano.

Una tierra, ésta, la nuestra, ubicada más allá de lo inhabitable, más allá de lo estéril, de lo inhóspito de ese desierto que Vicuña Mackenna llamara “el país de la muerte”. En esa otredad, en esa otra rivera ese imaginario social con que Chile viera el descampado de Atacama, se encontraba, se encuentra aqueste poblado de Arica, ciudad en la que se gestan generaciones de escritores que les tocó en suerte vivir y escribir, formarse y publicar desde la otredad, más allá de ese descampado en que terminaba Chile.

Los escritores del límite norte de Chile, de Arica y de la alta Parinacota, hoy se identifican en dos generaciones, una que correspondería, al decir de C Goic, a los nacidos de 1935 a 1950, y otra a los nacidos entre 1965 y 1980. Y sí, hay un vacío, la ausencia de esa generación intermedia que la dictadura segó.

Pero coincidiremos en que las generaciones son conformadas por más que la fecha de su nacimiento y una toponimia en suerte. La primera generación que mencionáramos es una generación de escritores que vigente, briosa y fecunda, hoy pervive en Arica pero que conoció una terrosa cuesta de Camarones infinita para aquellas citronetas que les unía a un lejano Chile. Quizás por ello sus referentes culturales por el sur fueron las oficinas salitreras, el altiplano, al norte el Perú, y por supuesto el desierto lugar de procedencia de muchos de ellos.

Un desierto que no es lo mismo verlo, comprenderlo, desde el sur de nuestro país, que desde su frontera acá en el norte. Para esta generación de escritores la bohemia, la tertulia literaria, el campo o el hacinamiento citadino no era un leiv motiv como lo era para la literatura chilena de la época. Aquella generación de nacidos entre el 35 al 50 es una generación que escribe desde la invisible frontera obnubilada por ese desierto del que Benavides dice: “oprimía el ánimo e infundía pavor”. Esta literatura, escrita en esa otra frontera, suma a sus textos riesgos y amplitud, suma una interculturalidad y una estirpe chileno peruana, porque todo acto de escribir, de escribir literatura, se enraíza y expresa en una identidad, y ese es el valor que al día de hoy, inclusive, esta generación expresa y consolida. Más que blasones literarios, premios y reconocimientos nuestros escritores ariqueños y de la alta Parinacota nos han aportado, fijando, dando brillo y lustre, pero también renovando nuestra idioma dentro de inciertas isoglosas, nos han aportado temas y nuevas lecturas de antiguos mitos. Un aporte invaluable en el proceso de consolidar nuestra identidad, una ayuda a reconstruirnos desde nuestra historia. Nuestros escritores locales producen una literatura que sigue siendo “un genuino producto de nuestro medio ambiente político y etnográfico” tal cual lo dijeran Molina y Araya en su “Selva Lírica” hace ya cien años. Es por ello que no es anecdótico ni gratuito el encontrar entre sus textos a un perro corriendo con un cartucho de dinamita atado al lomo por la ladera del Morro, referencias a “la china Supay” junto a Caribdis, o a Anita Ekberg y la importancia de un animal negro. Una generación para la que la asociatividad es un valor cardinal expreso en diferentes talleres y agrupaciones como en su momento lo fue la SECH filial Arica en torno a Nelson Gómez León, “Vertizonte” con Rodolfo Khann. Pero una agrupación señera en este su periodo de producción, es “Rapsodas Fundacionales”, que en torno a José Morales Salazar y Luis Araya Novoa han logrado mantener viva la producción literaria.

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La interculturalidad entendida como la suma de motivos y tópicos propios de la cultura aimara, como de la peruana y boliviana, una estirpe compartida por una generación que se reuniese en torno a la vida universitaria de fines de los años sesenta y principios de los setenta, y una amplitud idiomática que consigna giros dialectales y renovadas significaciones propias de una semántica distintiva, particular, son algunas características de los textos de estos escritores.

Omitidos los nacidos entre los años 1950 a 1965 e inclusive omitida también aquella generación que le continúa, la de los nacidos hasta el 80, que en Arica no se expresan como generación aún cuando existan publicaciones de escritores nacidos en esos años, comenzó a vislumbrarse la presencia de una nueva generación de escritores, la de aquellos posteriores a 1980 en torno a la editorial Cinosargo, y en menor medida “La Liga de la Justicia”. Tanto Cinosargo como Rapsodas Fundacionales han hecho variados esfuerzos editoriales estos últimos años entre los que destaca a los Rapsodas el finalizar el año 2015 el lanzamiento, en un día, de 16 publicaciones, una colección de libros de cuentos y poesías escritos por sus integrantes y Cinosargo que logra difundir un catálogo superior a los 50 títulos. Súmese a ello ediciones particulares y otras financiadas por el Fondo del Libro esfuerzo de ambas generaciones que impactaron fuertemente en las estadísticas de la Cámara Chilena del Libro que en su informe del ISBN posicionó a nuestra región -considerando la cantidad de habitantes- como la tercera con más publicaciones después de Santiago y Valparaíso, el año 2014; y en los años 2016 y 2019, como la segunda después de Santiago, y con una presencia hoy de más de 8 editoriales.

Decíamos, son dos marcadas generaciones entre las cuales aquellos nacidos del 50 al 80 pueden definirse como una sola generación infértil y sesgada que coincide con el periodo de la dictadura militar y que destaca justamente por esta característica en la historia literaria de nuestra región. El impacto cultural de la dictadura marcó no solo la etapa de gestación sino también la etapa previa durante su periodo represivo. La región perdió en consecuencia a más de una generación de escritores, en términos de publicaciones por supuesto. Hay escritores nacidos en esos años, existen, producen hoy y son importantes pero no llegan a conformar una generación con un corpus temático, homogéneo, ni siquiera en la diáspora cobran identidad. Este periodo de ausencia facilita que escritores nacidos antes del 50 continúen en vigencia hasta hoy y co-existiendo en una relación directa con una generación sub-subsiguiente, relación -discusión deberíamos decir, y a veces en tono bastante agresivo- que se expresa a principios de la segunda década del año 2.000 en correos electrónicos y facebook entre Cinosargo, e integrantes de Rapsodas Fundacionales y la SECH. Esta generación del 80 es, en Arica y la alta Parinacota, una generación que por su vigor literario, por su pujante discurso en torno a una asertiva editorial pareciera querer escribir, querer llenar el vacío de más de 15 años de una débil desolada expresión literaria regional. Y decimos débil en oposición a masiva o polifónica.

Esta la del 80 es una generación que escribe y publica a destiempo, prematuros muchos ya lo decíamos y si esto significará un aporte o una carencia y debilidad, con los años, (como aquel niño que aprende a leer de forma prematura) será algo que nosotros no lo sabremos.

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De esta forma, extrañas e interesantes circunstancias literarias vivimos hoy en lo que específicamente es literatura en nuestra región. Encontrar en una mesa discutiendo en palabras duras, con gesto seco y severo, a una generación del 80 con una del 35. O enterarse de cometarios y opiniones en papel que se responden en la red. O libros de cuentos con expresiones y citas en inglés junto a libros de poesía en que se leen sonetos.

O referencias al manga japonés y en otros a Juan Rulfo. O ambientados al sur de estados Unidos y otros en el altiplano. Con citas en anglosajón unos y en aimara otros. Situación ésta para un lector, a lo menos extraña, extraña e interesante, porque, aún considerando discusiones entre ellos, es un ejercicio de tolerancia ejemplar. Creo que es la particularidad de la literatura en estos deslindes, más allá del desierto, sobre la frontera.

Esta nueva es una generación en formato digital, muchos de ellos nacidos digitales, que también semejante a la que la ante-antecede, asume la interculturalidad, la estirpe, la otredad en sus textos, pero que a diferencia de los otros, ha visto con meridiana claridad y compromiso, más allá de la frontera. Se ha buscado en el otro lado de la frontera. Esta generación, incluidos prematuros, nos permiten creer que finalmente superaron el atavismo endémico, y echaron a volar sin inquietarles raíz, complejo patrio ni gramáticas normativas. Y no me refiero a la clásica oposición entre generaciones que tan bien explica Cédomil Goic, sino a una actitud que trasciende una cultura impuesta a esta región, durante la chilenizaciòn primero, durante la dictadura después. Una oposición también a la norma (a esa de F. de Saussure) y una superación –y esto más como una hipótesis- del icono libro, como objeto de culto y terminal para cualquier escritor.

Hay una característica sí (una entre muchas) de esta nueva generación que no debiéramos omitir, saber: la violencia. Una expresión que les es común y manifiesta ya sea en el lenguaje, en sus contenidos, en sus referencias literarias, o en sus motivos. Una violencia que, debemos recordar y contextualizar, es cara a la mejor literatura hispanoamericana del siglo XIX, y que pareciera volver identificarse hoy en esa vieja dicotomía entre civilización y barbarie remitiéndonos a la asertiva pregunta de Sergio Marras, sobre cuando, en que momento “pasamos de buenos salvajes a salvajes a secas”.

Pero en términos más actuales y literarios, es inevitable mencionar que en las oportunidades en que esta generación encamina su creación hacia una expresión estética construida sobre la violencia por sobre la expresión ética, acerca su obra a lo que Hermann Broch define como kitsch.

Dicho lo anterior no debe entenderse ni quisiéramos dejar el falso estigma de la violencia como caracterizadora de esta generación, no; ya lo decíamos es una generación prematura y una generación con una fuerza señera, que incluso a cooptado autores de aquella incierta generación anterior. Si a la generación de 1950 a 1965 se la llamó en un momento “la generación del segundo libro”, esta es la generación que nació con un libro.

Y una generación que ojalá los siga haciendo, muchos más, y no sea la que migre a solo soportes digitales, (pero este último este ya es comentario personal, subjetivo y propio de mi generación).

Si, compleja es la situación de nuestra literatura regional, pues, como ya decíamos, conviven además de una variedad de temas motivos y lenguajes, dos generaciones perturbadoramente distantes; distantes en el tiempo, en decisiones respecto a sus

18 soportes, a influencias, a la moral, a públicos, a la gestión misma de sus libros. Pero si de algo tenemos finalmente claridad, es que tras este desierto, tras el descampado de Atacama, en nuestra selva lírica, sino tupida ni con envergadura de bosque de araucarias, goza de una variopinta textura, acá, entre quebradas, la tierra es generosa, y si no exuberante hasta suele dar dos cosechas por año, dos cosechas de sabores diferentes pero ambos intensos que le entregan pertenencia y sentido a nuestra vida, más allá del desierto.

Y, quizás, lo sustantivo sea recordar que una literatura regional, y en consecuencia una nacional, no la hacen dos o tres reconocidas y consistentes grandes obras, una literatura la conforma una serie de publicaciones, de diferente calidad, estilos y méritos, es lo que conocemos como el canon. Y de igual forma que un bosque está conformado por cientos, de árboles, hierbas y arbustos, una literatura existe como expresión de cientos de textos, algunos el otoño posterga, otros el verano publica. Y las estaciones pasan y sus obras cual hojas van secándose unas, y reverdeciendo otras, petrificadas todas, por la sal de este desierto, en la memoria de quienes viven en los confines de vuestro imaginario nacional.

Ref.- B. Vicuña M “El Libro de la Plata” 1982. - A Benavides, “Seis años de Vacaciones” 1988; en M. Vicuña “La Imagen del Desierto de Atacama” 1995. - J. Molina, J. Araya “Selva Lírica” – A. Calderón, P. Lastra “Antología del Cuento Chileno”.

Artículo publicado en Revista Provinciana, Univ de Valparaíso, 2019.

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4.- LA AUTORIA FEMENINA EN LA LITERATURA REGIONAL, (2009–2018)

(Homenaje a la literatura escrita por mujeres en la Región de Arica y Parinacota, 8 de marzo 2020)

Nuestra literatura. Una literatura que es como la pampa, hermosa en su grandeza e inmensidad pero, vista atenta y al amanecer, que no al mediodía, nos muestra que está ribeteada de montañas por fondo, de quebradas y arenales, de ferruginosas texturas ásperas y tersas. Que se deja escuchar el peso del silencio. De igual forma nuestra literatura: algunos libros semejan montañas en lontananza, otros semejan cerros agrestes o respingados, otros son libros como quebradas, profundos, otros son llanos que permiten ligero caminarlos. Y hay libros como espejismos que nos persiguen toda la vida, que se nos graban en el alma y que llevamos por cada calle que caminamos.

La literatura es una, cual pampa decíamos, y en el proceso de comprenderla y de aprehenderla es necesario fijar la vista, enmarcar, y nominar cada uno de esos espacios, trozos, en un tiempo determinado. Y en este proceso de observación más que de disección encontramos la literatura femenina, libros escritos por mujeres, libros de larga data e intrincada historia, semejante a los ríos del desierto que nacen imperceptibles, delgados, serpenteantes atraviesan este innúmero páramo, y como hilo de plata se pierden en la arena para aflorar más allá, verdes, y se vuelven a perder entre arenales, y tras el horizonte reverberante de calor y arena, fecundan en perdidas quebradas oasis de frutos, sobreviviendo, siempre alimentando napas que son vida; de igual forma se expresa en nuestro norte la literatura escrita por mujeres.

La literatura con autoría femenina posee larga data. Desde aquellos “monogatari” 1 de la cultura japonesa Heian del siglo XI, hasta Joanne Rowling autora de Harry Potter. Con esforzada persistencia ellas han escrito cientos de obras producidas en la intimidad de una aristocracia, entre los vínculos de una burguesía, o en la reclusión de un clero. Solo en estas últimas décadas podemos conocer obras de mujeres que no han dispuesto más que de su fuerza de trabajo para sobrevivir y en consecuencia insertas en otros estratos sociales o culturales; sin embargo, que no hayamos podido conocer su obras (o que solo conociéramos una ínfima parte), no significa que ellas no existieron, para muestra, un botón: Alberto Manguel en “Una Historia de la Lectura” 2 refiriéndose a la edad media expresa que gran parte de la literatura en Europa la concentran trovadores y juglares (mester de juglaría, y mester de clerecía) y cita: “Del centenar de trovadores de la época

de esplendor –desde comienzos del siglo XII hasta comienzos del XIII- cuyos nombres se conocen, unos veinte eran mujeres”. Pero ahora, sea cual fuere la relevancia de la influencia y el número, -una siempre ecléctica relevancia- de ellas, el aporte de mujeres ha estado presente desde el nacimiento de la literatura, sin más la frase que inaugura las letras en occidente nace invocando a una mujer: “canta o diosa, la cólera del pélida 1

Monogatario: “es un género de la literatura de Japón. Es una narrativa en prosa de gran extensión, comparable a la épica. Muchas de las grandes obras de ficción japonesas, tales como el Genji Monogatari; el Heike monogatari; o Hachikō Monogatari y Koneko Monogatari (Chatrán), pertenecen a este género” definición tomada de Wikipedia.

2

“Una Historia de la Lectura” Manguel, Alberto; Edit Norma, 1999, Colombia; Pag 160.

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Aquiles…” y en oriente no es atrevido mencionar que la primera novela fue escrita por una

mujer, “Historia de Genji” de Murasaki Shikibu, allá por el año 1.000. El aporte de ellas, su tránsito por ese mar de libros, ha sido, como ya lo decíamos, como los ríos de nuestra tierra.

Y si bien es cierto se carece de un estudio que identifique el aporte que han hecho exclusivamente los hombres a la literatura universal, nacional o local, hoy queremos concentrarnos en identificar la participación de las mujeres, del año 2009 al 2018, en la cimentación y configuración de nuestra literatura regional, porque su presencia ha sido sustantiva y trascedente. Valga decir que hemos evitado hasta acá adjetivar la literatura como femenina o feminista, aunque si se hiciera no sería diferente a como otrora se adjetivara de regional, indigenista, chilena, europea o clásica, categorías que solo facilitan su comprensión. Identificar la literatura de autoría femenina de nuestra región, Arica y Parinacota, resulta no solo interesante, sino un ineludible ejercicio porque la literatura producida, elaborada por mujeres nos permite concluir que es no solo un aporte sustancial, sino uno constitutivo de la naturaleza misma de ella.

El inicio de nuestra literatura regional es incierto. Definirlo dependerá de que tan rígida sea nuestra definición de literatura. Si la circunscribimos a su raíz litera, ergo: letra, estará en los primeros textos escritos, y el desafío será encontrar el primer texto de hechos de imaginería o de expresión de emociones personales. Siempre habrá un investigador que, para su efímera gloria, encuentre uno más añoso. Ahora, si usamos una definición más inclusiva, quizás podríamos encontrar sus antecedentes en leyendas o narraciones de mitos aimaras y/o en responsorios musicalizados de cofradías religiosas. Y, por último, también es posible identificarla en coplas, décimas o payas propias de la Guerra del 79 y luego del plebiscito referente a Tacna y Arica. Tres ámbitos que ofrecen generosos lineamientos en torno al origen de nuestra literatura regional.

Mas, para efectos de este artículo, baste decir que fue Nana Gutiérrez Bonelli (Tacna 1924 – Arica 1985) quien nos da una primera identidad en un corpus y en una época en que la literatura nacional se define en Santiago. Su personalidad y aporte se reconoce hasta hoy.

Antes de ella justo es mencionar a Escilda Greve (Arica 1906 – Santiago 1990) quien se reconoce como una escritora ariqueña pero desarrolla una vida literaria en Santiago, por lo que reservamos el nombre de Yolanda Gutiérrez Bonelli, Nana Gutiérrez, como fundadora de nuestra identidad literaria en el concierto nacional. Ella fue la primera que tuvo la suficiente apostura para desde nuestra ciudad escribir y difundir su obra. Nacida el 18 de Noviembre de 1924 en Arica, hace sus estudios universitarios en Santiago desde donde regresa antes de terminarlos, esos años en la capital le fueron suficientes para descubrir el que sería su oficio y tejer una red de contactos que posteriormente le permitiría forjarse un nombre en la literatura nacional. Vio además en el Perú la perspectiva de proyectar su trabajo, intento que se materializa con la publicación de “Calendario” (1972) en conjunto con importantes personalidades del país hermano, logrando así difundir también allí su obra. Nana Gutiérrez fallecerá en Arica un 21 de mayo de 1985.

Posteriormente encontraremos la coyuntura histórica de fines de los 60 comienzo de los 70, en que la presencia de Nana Gutiérrez se comparte con los 8-9 números de la revista universitaria “Tebaida” (editorial Nascimento), publicación que se impone por su calidad en el contexto regional y nacional bajo la dirección de Alicia Galaz Vivar (Valparaíso 1936, EEUU 2003), académica y escritora. Aplica mencionar que la revista “Tebaida” era

21 patrocinada por la I. Municipalidad de Arica, cuya alcaldesa era Elena Díaz Hevia, otra mujer, sin embargo, corresponde decir no es una revista que se caracterice por publicar a muchas mujeres. Alicia Galaz cumplió un importante rol en esos años como directora del grupo poético homónimo de la revista, tiene una participación activa como articulista y pedagoga, y como poetiza, ciudad Arica en la que escribe parte de su producción literaria.

Este periodo de la literatura regional de fines de los sesenta y principios de los 70 fue identificado por algunos escritores como el “periodo de Oro” de nuestra literatura regional (ver “La Literatura en el Norte de Chile” 3), periodo este que se cierra dramáticamente con la creación de la División de Comunicación Social (DINACOS) instaurada por la dictadura militar en Septiembre de 1973 que tenía como fin autorizar o censurar todo tipo de comunicación social, entre las cuales se contemplaban también las obras culturales.

Durante la dictadura, la literatura regional se expresa en la figura de Raquel Pino Parraguez (Colchagua 1926 – Arica 2012) periodista y prolífica escritora cuyas publicaciones superan los 20 títulos, la que por sobre méritos literarios posee un valor documental. Para esos años Nana Gutiérrez ya había publicado parte importante de su obra “Insectario” en 1980, “Manos Arriba” 1968 “Por el Rabo del Ojo” 1970 Premio Municipal de Poesía, “Abril” (1971), “Calendario” (1972) coaut con Winston Orrillo, Perú; “Correspondencia” (1972). Por “Luna Llena” publicado en 1974 recibe el Premio al Mérito Literario de la Universidad del Norte Sede Arica, señala la página web de la Bibliotecanacionaldigital.gob.cl Luego, durante las primeras décadas de la transición, la actividad de la Unión Tripartita de Intelectuales y Artistas, Arica Parinacota, UTIA AP., liderada por Pino Parraguez continúa incentivando la vida literaria regional. Gestiona con la I. Municipalidad de Arica el financiamiento para el primer encuentro internacional de mujeres en torno a la figura de Gabriela Mistral. El “II Encuentro Internacional de Escritoras Nana Gutiérrez” del 20 al 23 de Octubre de 1999 en Arica, es un hito para la literatura femenina. Participan en la organización de este evento tres asociaciones locales de escritoras: el Centro Cultural e Integracionista “La Consentida” con su presidenta Luisa Guerra Moreno, la UTIA AP, la Unión de Talentos Internacionales y Autores con Raquel Pino P, como presidenta, el Taller Literario “Queñua” de la Corporación Cultural Municipal de Arica que lo dirige José Morales S. pero Isolina Acuña Vélez como Coordinadora Cultural del Taller trabaja en la organización del evento, junto a Miriam Luque por la Universidad de Tarapacá. Emiten un Boletín Informativo, en él exponen referente a las asociaciones que organizan: “La unión de estas cuatro entidades tiene por objetivo formar el Centro de Escritoras de Arica, organización que pretende reunir el máximo de mujeres dedicadas a la literatura desarrollar talleres de perfección, apoyar sus publicaciones, que sin ser feminista toma todos los temas a tratar dentro de la literatura de la mujer” pag 26 de Boletín Informativo, “Nana en el tiempo” de Raquel Pino P. Justo es mencionar también en esta época la participación de Gladys Herrera Villegas quien permanentemente manifestó una particular preocupación por la literatura escrita por obreros de la pampa salitrera.

Fines del siglo pasado e inicios de este fue un periodo de talleres como el Taller Rayma, los talleres de Ana María del Río y el nacimiento de Rapsodas Fundacionales fundado el 30 de noviembre de 2003, Presidente José Morales S. acompañado de Olga Hernández B., Palmira Burgos M., Silvia Córdova H., y Lili Rosales P. En el año 2012 la Presidenta es Ana 33

“La Literatura en el Norte de Chile” Seminario de Bibliotecas Públicas 2015-2016, R Alejandro Pérez Compilador; en “Nodos y Filiaciones en la Poética de la Región de Arica y Parinacota” Daniel Rojas Pachas.

Pag 35.

22 Labbé G, acompañada por Margarita Figueroa Z., Lily Fernández C., Sylvia Córdova H y Luis Araya N. Importante también fue en esa época la participación de Rodolfo Kahn que culmina con la publicación de “Heptadárica” (donde excepcionalmente solo publican hombres). En resumen, en las épocas más significativas de nuestra literatura han destacado ya por su influencia, por la calidad de su producción literaria, por su gestión o trabajo literario las figuras femeninas, es decir, la presencia de la mujer ha sido señera.

Hoy, en este último decenio, nos interesa identificar la participación femenina en un movimiento literario regional que goza de buena salud, un movimiento complejo en que se integran, y debemos reconocerlo no siempre con la suficiente pericia, variados actores, a saber: talleres literarios consolidados, editoriales locales, una carrera de diseño gráfico de Inacap, acceso a impresión con bajo costo en Tacna, una Comunidad de Profesores de Lenguaje, y por supuesto lo fundamental, un pujante y laborioso grupo de escritores regionales que se comprometió, arriesgando esfuerzo, tiempo y dinero, por construir esta literatura regional. También se debe mencionar la fuerte vinculación sistemática e inclusiva de esta amplia comunidad literaria con el Consejo Regional de la Cultura, hoy Ministerio de las Culturas las Artes y el Patrimonio y con la Dirección de Bibliotecas Archivos y Museos, Dibam, hoy Servicio Nacional del Patrimonio Cultural. Un movimiento literario que año a año va consolidando estilos, motivos y obras, convirtiendo a Arica en un faro que señala un hito literario para todo el norte del país, porque desde el nacimiento de nuestra región, podemos decir que comienza a configurarse un parnaso local que estos últimos años, culmina con la dignidad de aquel de fines de los años sesenta principios de los setenta.

Ya lo decíamos, hoy la literatura en nuestra región goza de buena salud. Cumplida su implementación como nueva región ha venido robusteciéndose la cantidad de libros publicados. Los talleres iniciados la primera década del siglo dan sus frutos, los aportes del fondo del libro y una estrategia institucional de fomento lector van a permitir hablar de un interesante movimiento literario regional que no se producía hace ya tiempo. El informe anual de la Cámara Chilena del Libro señala que los ISBN registrados por la región van en aumento. El año 2009 la región era la penúltima en cantidad de títulos publicados por habitante. El 2014 fue la tercera región que más publica por habitante después de Santiago y Valparaíso, y el 2016 y el 2019 llega a ser la segunda después de la capital. En la región se hace entrega desde el año 2012 del Premio Roberto Bolaño dando cita en nuestra ciudad a lo más prominente de la literatura joven de Chile. El año 2015 Rapsodas Fundacionales hace el lanzamiento simultáneo de 16 títulos de obras literarias en un hecho inédito para la zona norte. La editorial Cinosargo de Daniel Rojas Pachas se consolida en este periodo con un total el año 2017 de 50 libros publicados de escritores regionales, nacionales e internacionales, y una serie de originales antologías, posicionándose además como una de las principales editoriales del norte del país. La

23 cantidad de títulos publicados los primeros 10 años de nuestra región supera los 200.

Existe además en la región un número significativo de escritores que se identifican por edad y estilo unos con generaciones anteriores a 1950 y otros con las posteriores a 1980 las que según la categorización de C. Goic -estas últimas- corresponderían a la generación novísima y novanovísima. La producción literaria regional, cada año más consistente y perfeccionada, carece de una crítica que le caracterice, interprete y facilite su acceso al público, solo se encuentran reseñas de las obras, pero a fines de 2019, Fidelia Martinetti Suarez junto a “Palabra Comprometida Ediciones” de Juan J Tancara Chambe realizan un primer seminario dándole inicio así a un proceso que debiera complementar y fortalecer nuestra literatura regional.

En marzo del año 2018 el Alcalde Geraldo Espíndola por medio de sus Oficina Comunal de la Mujer y la Dirección de Cultura de la I. Municipalidad de Arica realizó un homenaje a 34 mujeres ariqueñas por su trabajo literario, pero el trabajo en torno a la relevancia de la mujer en la literatura regional por parte de la comunidad literaria femenina venía organizándose desde el 17 de noviembre de 2017, en que las editoriales Cathartes (Connie Tapia), Dragostea (Maru Delgado) y Makinaria (Iris Kiya) organizaron el Primer Encuentro de Literatura Femenina “Mujeres escribiendo, mujeres leyendo”, el cual fue apoyado por la Biblioteca Municipal Alfredo Wormald Cruz “La idea principal era mostrar las voces femeninas de la ciudad de Arica y a la vez rescatar la creación realizada por mujeres, ya sea local o universal. El llamado fue para llenar la biblioteca y decir: aquí sí existen mujeres escribiendo, mujeres leyendo” señala Connie Tapia. La biblioteca se llenó con más de 100 mujeres y este evento culmina con el homenaje ya mencionado del año 2018 a las escritoras Ana Labbé, Anna Alday, Angélica Villablanca, Olga Salgado, Patricia Mardones, Sylvia Córdova, Marta Salgado, Aurora Parra, Lili Fernández, María Carolina Asis, Sara Silva, Luisa Castillo, Zenaida Segura, Vanessa Martínez, Iris Fernández, Erna Aros, Sabina Salinas, Fidelia Martinetti, Myrta Ramírez, Margarita Figueroa, Maru Delgado, Shirley Samit, Alejandra Palacios, Denisse Quezada, Connie Tapia, María Imperio, Giullia Olivera, Ana María Soza, Josefa Tello, Oriana Bugueño, Orfa Ferrada, Kathia Tapia, María Elena Zapata e Ingrid Guiller. Solo tenemos registros de obras literarias producidas por algunas de ellas, más lo que sí es también innegable e importante destacar es el aporte en fomento lector y sus generosas participaciones de gran fuerza y valía a la vida cultural de la región.

Ahora, frente a las obras a las que hemos tenido acceso cabe preguntarse por cuales son sus rasgos distintivos. Ellas como género, ya lo decíamos, han históricamente jugado un importantísimo papel en la literatura regional. Las de hoy, sus obras, cuáles son?, mediante qué tendencias o estilos se expresan?, qué géneros son los que más practican?, cuáles son los principales títulos?. Estas son algunas de las preguntas que a continuación pretendemos responder.

24 LA LITERATURA FEMENINA DE ESTE ÚLTIMO DECENIO EN LA REGION DE ARICA Y PARINACOTA

El apoyo institucional a mujeres de Arica por medio de proyectos financiados por el Fondo del Libro del año 2010 al 2020, ha sido, de un total de 122 proyectos, 25 para mujeres y 81 para hombres (16 han sido otorgados a instituciones). Al año 2015 después de entregar durante 6 años financiamiento para proyectos, solo dos mujeres se habían adjudicado fondos, Silvia Córdova y Tania Durán Poblete. Recién el 2016 se suma a ellas Milvia Alata. Es decir: al 2016 adjudicados 48 proyectos, solo 4 de ellos han sido para tres mujeres (M Alata gana 2 proyectos el 2016). Y en dinero a ese año, de $204.429.000 aportados por el Fondo del Libro solo $13.092 han beneficiado el trabajo literario de mujeres de nuestra región, es decir el 6.4%.

Al año 2020 la situación ha mejorado parcialmente, -eso si recordamos que los años 2010, 2012, 2013 y 2015 no se financió ningún proyecto a mujeres-, decíamos, hoy de 122 proyectos un 20% han sido para mujeres, y del total de fondos distribuidos ($483.925.483.-) el 20.6% de los fondos han sido para ellas ($99.629.845.-).

Si se consideran solo los beneficiados y su sexo -independientemente si lo han ganado una o más veces en estos últimos 11 años- encontramos que de un total de 50 beneficiados (RUTs) hay 30 asignados a sexo masculino y 12 asignados al sexo femenino y 8 a instituciones. Y de un total de 36 proyectos financiados enmarcados en la línea de “Creación” solo 4 han favorecido a mujeres (los otros proyectos han sido de iniciativas docentes, fomento de la industria o la lectura, y literatura) y en la misma línea de un total de $132.653.666.- entregados, a mujeres les ha correspondido un total de $16.444.443.es decir un 12.4%.Justo es decir que las cifras anteriores, extraídas del sitio web del MINCAP, también deberían cruzarse con la cantidad (por sexo) de postulantes al financiamiento de proyectos, información a la que no hemos accedido y variable que podría aportar información relevante, más las diferencias arriba expuestas son tan notables que la suma de una variable no debieran deslegitimar la conclusión general, a saber: que el apoyo institucional en estos últimos 10 años ha favorecido mayoritariamente a hombres.

El corpus del presente trabajo considera la producción de obras literarias, escritas por mujeres y publicadas entre el año 2009 y 2018, obteniendo un total de 44 obras entre las cuales predomina la poesía, pero también es destacable la incursión en una variedad de géneros que van desde el testimonio hasta las antologías, desde la crónica de viaje hasta la novela de ciencia ficción. Esta es una importante característica, la presencia de sus obras cubren testimonios, recreación de leyendas, cuentos, antologías, teatro, relatos, novelas y poesía en sus diferentes vertientes como, por ejemplo poesía infantil, étnica, haiku entre otras. Y aún cuando no resultan pertinentes en esta situación las referencias a la investigación como categoría literaria, hemos incluido estas publicaciones por cuanto son producto, no de la academia, sino del esfuerzo personal, lo que nos parece destacable y digno de mención en beneficio de la producción literaria femenina de nuestra región.

El corpus que mencionamos de 44 obras se construye sobre la base de obras literarias que dan cumplimiento al Depósito Legal o Ley de Imprenta, Ley 19.733, en la Coordinación Regional de Bibliotecas Públicas de Arica, complementándose con una producción bibliográfica que se ha registrado en bibliotecas públicas las que suman un total de 44 obras. No son todas, hay un número importante que por desconocimiento de sus autoras o de la imprenta, o porque les resultaba oneroso (hasta el año 2015 se debían entregar 15

25 ejemplares, hoy son solo 5 en el marco de esta Ley) no cumplen con esta obligación.

Decíamos entonces que el corpus de 44 obras no es el total de publicaciones realizadas por mujeres en nuestra región en estos 10 años, existen por ejemplo una serie de maquetas de cartillas en el marco de campañas sanitarias (Sida, odontológicas, parvularias, etc) de la Odontóloga Ana Alday, el gran número de cartillas publicadas por ella permite hablar de una colección, la mayoría son fotocopiadas, engrapadas, en blanco y negro y no exceden las 20 páginas ni la edición supera los 20 ejemplares, incluso hay muchas de solo 4 o 5 ejemplares. Junto a lo anterior existen también publicaciones de mujeres como Iris Kiya que en su paso por Arica deja una serie de publicaciones en formato cartonera con “Makinaria” (junto a Matías Tello) y la producción de Connie Tapia que desde el 2018 realiza con el taller Literario “La Licuadora” en formato de Fanzine.

“Fugitiva” cartonera fue otra experiencia literaria importante que desempeña Arlene Muñoz D (junto a Esteban Mondaca y Marcelo Ibarra) entre el 2015 y 2018, hoy en receso, llegando a publicar 5 títulos que se difunden en Arica, Santiago, Valparaíso y Bolivia, un trabajo que concentran en colegios y cárcel de Arica y privilegia difundir técnicas de encuadernación y de expresión alternativas. Dado las características experimentales, de eventualidad, lo limitado de las ediciones y el ámbito de circulación de estas publicaciones no las consideramos como parte del corpus, al igual que las publicaciones de autoría femenina para instituciones como Conadi, Universidad de Tarapacá, Serviu, MINVU, municipios, etc., publicaciones estas últimas que por su carácter institucional, y su contenido en su gran mayoría no de ficción, tampoco fueron consideradas.

Las obras que dicen relación con Investigación no institucionalizada y por ello destacable dado el esfuerzo y compromiso con el tema y la región se concentran en Oriana Pardo B. y Marta Salgado Hernández. Oriana Pardo trabaja sus temas y publicaciones con José Luis Pizarro y han publicado desde el año 2004 cinco títulos. Marta Salgado H. ha investigado respecto a la presencia afrodescendiente en la región, y su publicación ya posee una segunda edición. Junto a ellas Pamela Cerda Pfeng, antropóloga que publica también “Arica a través de la Familia Copaja” en torno a nuestra identidad regional un libro de fotografías de esta tradicional familia ariqueña, trabajo similar al de Ariela González Yanulaque que junto a Rodrigo Ruz S, publican el “Archivo Fotográfico Manuel Yanulaque Scorda” un hermoso libro con una primera edición en tapa dura. Si bien no encontramos elementos coincidentes que permitan configurar un estilo, una temática, o una metodología común en estas investigaciones, si podemos decir que sus publicaciones no responden a un acercamiento eventual y superfluo en el tema, sino que es un producto de trabajos permanentes, responsables, serios y profundos, por lo que es lógico esperar nuevas publicaciones de mujeres extra académicos en el área de la investigación.

26

El Testimonio es un género literario que guarda con la investigación lejana semejanza, ya respecto al uso del lenguaje, ya en referencias al margen de la ficción, pero que permite en la disposición como en la descripción libertad al estilo. Los libros que encontramos publicados por ariqueñas van desde testimonios que comprometen espacios propios de la intimidad como los de Ana Labbé, (Rancagua 1932) hasta el registro de dramáticas expresiones sociales como “Historias de Pobres, Relatos y Poemas” de Marisol Cid Varas. También está presente el testimonio personal sobre la Arica de la infancia, o aquel que deja el registro de Brenda Barahona, “La Historia del Cacique”, su padre, Tesoro Humano Vivo. Cada libro dentro de este sub género marca un estilo. El libro de Ana Labbé, reconocida docente de nuestra ciudad, “Como Decíamos Ayer” es una referencia directa a la conocida frase de Fray Luis de León cuando retoma la docencia después de sufrir las penas de la inquisición, una frase que refleja la enorme fortaleza del español ante la adversidad y de esta forma atribuye esos méritos a 15 profesoras y un profesor con los cuales ella ha convivido y que han dedicado de forma ejemplar su vida a la pedagogía en Arica. De igual forma el trabajo de Manuela Landón Vio (coaut con Udo Goncalvez) “Esdeariqueños” de carácter más anecdótico registra la actual vida citadina por medio de frases: así esdeariqueños: “decirle pupo al ombligo”, “comer tallas” o “pasar el 18 de septiembre en Tacna”, un libro en contraste con “Arica del Pasado en los Caminos del Tiempo” de Sylvia Córdova Hernández (Arica 1939) que en pequeños artículos reseña lugares como La Rambla, La Recova o la feria Sangra con un lenguaje descriptivo y mayormente ausente de adjetivos. Son dos generaciones que referidas a un mismo tema, la ciudad, conforman su testimonio en sus particulares estilos, una polifonía interesante que aporta grandeza a nuestra literatura regional. Si bien La Crónica es un género hermano del testimonio, tiene características particulares que permiten clasificar con precisión la última publicación de este periodo de Labbé González, “Viaje por el Austro”, y parte del libro “La Capital del Tesoro” de Graciela Quiñones.

Los tres géneros anteriores, que si bien consideramos dentro de nuestra literatura regional, son stricto sensu parte de un discurso de no ficción. Ellos, al menos los dos últimos el testimonio y la crónica, no excluyen la presencia del recurso literario en el lenguaje, pero entendemos que su referente es real. El concepto de literatura varía con las épocas. Los discursos literarios no son estructuralmente homogéneos a través de nuestra historia, Teun Van Dijk en “Estructuras y Funciones del Discurso” 4 pag 118 lo dice así: “La literatura, entonces, se define esencialmente en términos de lo que alguna clase social y algunas instituciones (las escuelas, las universidades, los libros de textos, los críticos, etc.) llamen y decidan usar como literatura.” No es nuestro propósito definir lo que entendemos por literatura, ni menos decir cuáles libros de los publicados estos años lo son o no.

Adscribimos bajo esta definición a aquellos que se autodesignan como obras literarias, por cuanto opinamos que la autopercepción de la obra es un referente valioso, pero fundamentalmente legítimo, que contiene además el valor de ser un testimonio de época.

4

“Estructuras y Funciones del Discurso”, Teun Van Dijk; Siglo Veintiuno editores, 1980, México

27

Pero el problema de enmarcar y definir es particularmente complejo frente a obras, que no son pocas, que superan las estructuras tradicionales del relato literario, entendiendo por tradicional aquellas definiciones que nacen en un Kayser (Wolfgang Kayser, “Interpretación y Análisis de la Obra Literaria” 5). Es el caso de aquellos libros que hemos debido definirlos como Relatos, libros que dificultan su clasificación formal ya por su estructura semántica, por su extensión, como por su auto-designación. En el contexto enmarcado en estos últimos diez años de nuestra literatura regional, algunas de las publicaciones de Editorial Cinosargo se inscriben en este neo-género (“Shhh” de Mauro Salamanca identifica perfectamente este estilo de publicación). Un tipo de publicación al que debemos de referirnos por cuanto también hay una presencia femenina incluso intergeneracional, en este sub-género, ejemplo de él es “Juegos Cruzados” antología de microcuentos de Connie Tapia Monroy (Santiago 1980). Antología que reúne a 8 autores entre ellos también figura Connie Tapia, y que sin una estructura reconocible en su página tres se autodefine como “relatos”. Son textos que unidos más por la prosa y una temática compartida logran cohesión. En el caso del ya citado, la clasificación en este género responde a una autodefinición, a un grupo etario, y a un círculo de escritores jóvenes de la región. “Es la Vida” de Natacha Poblete Araneda (Peumo 1945) es un libro de 43 páginas y 9 relatos acompañados de fotografías que ilustran el contenido de los textos centrados en el narrador y recuerdos personales, la mayoría en primera persona, un libro homogéneo, con un lenguaje cotidiano. No es el caso del relato “Bajo el Sol de Arica” de Katia Tapia M. que parece buscar un estilo que se acomode a su temática sin encontrarlo. Dejo la mención de “Ayrampo, Tiñes Nuestra Sangre Andina” al final porque es el que más se asemeja al género que a continuación mencionamos, la leyenda. En este libro de ocho relatos y un poema Lili Fernández Canque (Putre 1936) desliza su contenido en momentos hacia la autobiografía, en otros a la semblanza, en otros al testimonio. Estos relatos tienen un estilo, una fuerza de contenido y una unidad lugareña que los redime. Fernández Canque experimenta en “Ayrampo” un tipo de relato en el cual logra configurar un discurso personal pero inclusivo de las particularidades propias del relato de sus ancestros, dicho en palabras del ex académico y escritor don José Morales Salazar “sabiéndose originarios de una matriz socio cultural común, se identifican como hermanos, prestos a iluminar y reforzar su espíritu tribal fraterno, solidario y constructivo” porque es justamente este espíritu tribal, fraterno y constructivo lo que sostienen estos textos, lo que se deja entender de ellos. Lili Fernández ha publicado en estos últimos 10 años, además del libro ya mencionado, “La Ñusta que Encontró en Putre la Fuente de Juvencia y Otros Relatos” en un género que ya mencionábamos, también menor, pero quizás más popular que los tradicionales entre nuestros escritores: la leyenda. En este libro el relato “Mi Abuelita Rosario”, es una narración notable en que además de las emociones trasmitidas con la trasparencia del aire del altiplano, hace convivir en inigual armonía un exquisito castellano pleno del influjo aymara.

5

“Interpretación y Análisis de la Obra Literaria”, Wolfgang Kayser,

28 La Leyenda es una forma expresiva muy recurrida por escritores ariqueños, particularmente en escritores de una generación anterior a la del 1960. La historia de Arica, ciudad con gran presencia de aymaras y afrodescendientes, data de 1.540 y es rica en lugares y acontecimientos que alimentan interpretaciones maravillosas, desde las cuevas del Morro de Arica, los subterráneos del mercado que atraviesan parte del centro de la ciudad, ataques de piratas, maremotos que la han destruido completamente, pestes, los trágicos atropellos en Azapa, huaicos, el infiernillo, hasta hoy con los suicidios con pesticidas en Azapa y la trágica contaminación por plomo. Estos lugares y situaciones han sido registrados por algunas de nuestras escritoras, una de ellas es Patricia Mardones (Arica 1951) escritora de estilo y temática clásica, que reeditase “Susurros” el año 2014 en el que expresa “La literatura puede ser considerada como estrategia creativa para fortalecer el desarrollo personal”, incursiona con “El Hombre sin Cabeza y otras leyendas de Arica urbana” su último libro, en el rescate de nuestra imaginería urbana, a su decir: en “una cultura que se funda en las raíces de la magia y lo maravilloso”. Al igual Iris Fernández Angel (Ovalle 1947) publica “Arica y Parinacota, Ruta de Leyendas”, libro nacido “para dar a conocer un sustrato que forma parte de la configuración de nuestra identidad regional” y en el que publican Silvia Córdova H., Vanessa Martínez, Myrta Ramírez, María Imperio Robles, Sara Silva Alvarado y Angélica Villablanca Luoni entre otros autores masculinos. Junto a ellas Margarita Figueroa Zavala (Iquique 1947) publica “Entre el Sol y la Pachamama”, 9 relatos que al decir de Ana Labbé en la presentación del libro su “temática esta más relacionada con las creencias y tradiciones latentes en el mundo rural”, relatos que “permanecen en el imaginario cultural de nuestros pueblos originarios”.

Trinidad Vázquez Ponce, el año 2009 incursiona en el género Dramático con una obra “Fundamentos Coloniales de Arica” texto para obra de teatro, que se ambienta en la Arica colonial e incluye entre sus personajes a ilustres ciudadanos españoles y temibles piratas ingleses. Obra en cinco actos, que recomienda su autora, puede ser representada en colegios. Trinidad Vásquez P. publica también “Jaula de Cristal para Las hadas del Parque” libro de poemas.

La poesía es el género más fecundo, desde la generación de Erna Aros autora de “Poecuentos con Pinceles Codpeños”, 2009) hasta Connie Tapia Monroy (Santiago 1980) autora de “Viviendo entre Sarracenos”, 2018). Desde estilos tan disímiles como “Chile en Haiku” de Iris Fernández Angel, hasta “Susurros” de Patricia Mardones. Y la producción femenina de Rapsodas Fundacionales que puede expresarse en Margarita Aguilar (1943) “Entre Bosques y Arenales”, Rosa Flores Varas (1956) “Cuando las Lágrimas Caen”, Elena Márquez “Las Memorias de Garletín”. También se adscriben a este género Myrta Pantoja (“Semillas de Silencio”) y Lorena Jiménez Watt (Amor y Desamor) y Myrta Ramírez “Mirando entre Versos” que con su libro “Con Cariño para los Niños” publica literatura poética infantil subgenéro en el que también participa Margarita Figueroa Z..con “Para Pequeñitos”. Para la mayoría de ellas, por no decir todas, no son estos libros mencionados su obra prima. Aros, Mardones, Fernández Angel, ya superan los cinco títulos publicados. Las ediciones de Rapsodas Fundacionales que comprenden un número importante de los libros de poesía publicados en este periodo por

29 mujeres, al comenzar a imprimir en Imprenta y Editorial Krom de Jaime Aramayo han logrado una homogeneidad y calidad en su presentación, además lo han hecho en un formato que ayuda a una relación más cómoda, directa y “limpia” con el contenido del texto, cómoda en la uniformidad y ordenamiento de la impresión del texto en la página, como también en el tamaño de la letra y el tipo de papel; directa por el cada vez más limpio acceso al texto y su sentido, siendo estos, los textos, cada vez menos acompañados con viñetas, dibujos, iconos u otros elementos que predisponen a entender el sentido de lo narrado limitando su polisemia, elementos que además permiten al lector juzgar la calidad de la imagen y asociar está a la calidad de lo narrado. J.M Coetzee, premio Nobel de Literatura 2003 cita un concepto 6 que desarrollara Walter Benjamin en su obra “Pequeña Historia de la Fotografía” (1931) concepto que, aunque extemporáneo resulta pertinente, menciona: “una especia de relación subjetiva entre una obra de arte y su espectador: el espectador miraba y la obra de arte, por asi decirlo, le devolvía la mirada” Una idea que Benjamin asociará luego al “aura” perdida de la obra en una etapa industrial, pero que en esta oportunidad es pertinente para graficar y enfatizar en el valor de la mediación limpia, -o afectada-, entre lector y texto.

Un género mayor es la prosa, y en especial por su referencia a la Novela, género en el que se encuentran títulos como los de Alejandra Palacios Heredia (Arica 1979) y Josefa Alfaro Tello, (Arica, 2001) la primera con “Shuvanis, Diario de Alexandra” y Alfaro Tello con “La Escasez del Chocolate”, dos jóvenes escritoras.

De generación anterior son Savina Salinas con “Puertas Adentro”, Vanessa Martínez con su novela breve “La Warmi de Caleta Vitor”. Y antes la memorable Silvia Córdova con una reedición de su “Vieja Coqueta” y su colección de cuentos: “Senderos Narrativos”.

Otros Cuentos notables de la producción femenina de estos años son los de Vanessa Martínez “Se Arrienda Pieza para Caballero Solo” libro que posee título de novela, y “Mi Cáscara de Nuez”. Margarita Figueroa se acerca al cuento infantil con “Para Pequeñitos” y finalmente Ana Labbé González con “Cuento a la Sombra de un Guayabo” nueve textos para un público infantil ambientados en la ciudad de Arica que buscan, a su decir, “la valorización de la conducta humana en sus expresiones de ternura, solidaridad, aprecio por la libertad” publicados el año 2014.

En Antologías es destacable el trabajo de Karolina Araya Sandoval que junto a Erick Leiva Soto han editado en dos oportunidades “Un Pequeño 6

“Mecanismos Internos” Ensayos 2000 – 2005; Coetzee J.M.; Literatura Mondadori, España 2009, en W Benjamin; “Libro de los Pasajes” Pg 58

30 Relato para el Picaflor de Arica” como resultados de concursos literarios de los años 2017 y 2018. El segundo con ilustraciones de Ronny Peredo. También está el trabajo de Connie Tapia M. en la Editorial Cathartes que estos últimos años realiza una serie de publicaciones con énfasis en su generación y estilo. Las antologías que han publicado son “Juegos Cruzados (coedición con Cinosargo, 2015) y “La Taberna de Innsmouth” N°1 y N°2. El N°1 sale formato revista y el N°2 en formato libro, donde aparece un comics en colores del cual es autora Connie Tapia de la historia y guion. Este comics lo titula “El Extraño”, en honor al relato homónimo de H.P Lovecraft.

En el aspecto temático podemos decir que la literatura escrita por mujeres en estos últimos 10 años (2009 – 2018) tiene cuantitativamente una predisposición por la poesía, sin perjuicio de una destacable amplitud de estilos y géneros literarios, ellas están presentes tanto en la novela como en un haiku, en la investigación como en testimonios y poesía infantil. Sus obras van a expresar una percepción de la realidad asociada a dos directrices, una tiende a la tradición y hacia la introspección incluye lo altiplánico, y la otra se proyecta a lo anglosajón, hacia la pantalla, y busca en la ficción futurista. Son también dos generaciones de mujeres, la primera previa a los 80, la mayoría profesionales para las que la asociatividad es un valor significativo. Crean una literatura regional que hace propia una interculturalidad entendida como la suma de un lenguaje, motivos y tópicos propios de la cultura aimara, del sur de Perú y del suroeste de Bolivia, que les permite incorporar en la elaboración de sus textos localismos como vocablos aymaras o quechuas, giros dialectales y renovadas significaciones propias de una semántica distintiva, particular, que caracterizará a la literatura ariqueña y parinacotense hasta la generación del 80. La mayoría de ellas han publicado su primer libro sobre los 40 años, y su obra previa ha sido recopilada en antologías o revistas. No expresan como generación una actual lectura de la ciudad ni de su entorno social (hay excepciones) y tratan de perpetuar remembranzas superponiéndolas al contexto actual. La segunda generación de mujeres, menor en número, han publicado su primer libro en su mayoría antes de los 40 años, son nacidas después de los 80 y han incorporado giros en inglés a su lengua materna. No miran hacia el altiplano, se proyectan en las pantallas, la alteridad es anglosajona, y la asociatividad virtual. Sus textos se reducen por supuesto que a más de 140 caracteres.

En el marco de la literatura regional general y considerando ahora todas las vertientes (género, étnicas, etarias) es por todos conocida la acentuada presencia de dos generaciones que podríamos identificar como los nacidos antes de 1950, y los nacidos de 1980 en adelante. La primera es una generación que, a la caracterización hecha en el párrafo anterior, se le puede sumar el entender el acto de leer literatura como un acto edificante, de legítima valoración social, que permite incluso el ascenso social, algunos de sus integrantes llegan a defender un carácter terapéutico. Un mismo acto –el de la lectura- que para la nueva generación se ha transformado, -cuando se leen así mismos-, en corrupción y decadencia, para los cuales leer es participar del acto de descomposición social, un crepúsculo –no, el crepúsculo puede ser hermoso- una declinación de los valores edificantes que prometía la literatura a mitad del siglo XX. Y que al igual prometía el nuevo orden social burgués en el que nace la novela (entendida la novela como un género burgués producto de la impresión industrial, de la lectura masificada, de la valorización de la mano de obra que en ella interviene, entre otras razones). Hay una diferencia radical en

31 la percepción de la lectura, pero que a la vez hay una coherencia con los estilos, temas y estructuras literarias de cada una de las generaciones aludidas.

Cabe preguntarse ante la observación anterior y en consecuencia: cómo se lee hoy? a diferencia de cómo se leyó hace una o dos generaciones: ¿es un mismo ceremonial? con el mismo respeto por la academia, la norma, el entorno, el valor del objeto libro y el valor del tiempo?. Creemos que hay un modo de leer que está extinguiéndose, y por razones que son cada vez más notorias. Y, en consecuencia un nuevo modo de leer comienza posicionarse. Una generación que nace escribiendo en máquinas de escribir con 4 o 5 calcos para obtener 4 o 5 copias, o tipeando mimeógrafos corregidos con cutex de uñas, textos que previamente se habían escrito con lápiz grafito, tiene una percepción diferente de quien nace escribiendo en una pantalla ya de computador, ya de teléfono. Una generación que usa los signos de puntuación a diferencia de otra que usa los emoticones. Es que escribir conlleva el acto de leer. Se lee lo escrito. Y escribimos diferente.

Esta diferencia generacional también puede percibirse en el corpus estudiado. Lo que observamos en las dos tendencias o generaciones presentes en la literatura de nuestra región es un proceso de recreación, de metamorfosis natural, nada original (las generaciones son como los árboles, cada año reverdecen nuevas hojas, se podría decir parafraseando a Homero) y que -como lo decíamos- manifiesto también, aunque menos extremo, en nuestra literatura femenina, pero con una variable: la presencia de la ciencia ficción, expresa en la novela de Josefa Alfaro “La Escasez de Chocolate” y de un tipo de literatura fantástica como “Shuvanis, Diario de Alexandra” de Alejandra Palacios. Por último precisar que el rompimiento temático, de estilo y formal de una nueva generación es mucho más extremo, en la literatura escrita por hombres.

Hemos querido incorporar a esta breve reseña de la literatura de autoría femenina en nuestra región dos variables que están presentes en nuestra literatura regional, el de una brecha generacional presente hoy entre nuestros escritores, y el de los modos de leer.

En ambas generaciones que hegemonizan la vida literaria de la región, ellas cuantitativamente, como cualitativamente cobran una presencia sustantiva y definitoria, adjetivos que pueden ser usados para definir también su participación en los diversos géneros literarios que antes expusiéramos. Y las observaciones respecto a los modos de escribir, como de leer, de la misma forma encuentran en ellas fieles exponentes. La literatura femenina, en estos 10 años, ha sido como sus antepasadas, señera y solvente,

32 siguen siendo como nuestros ríos, que a veces corren ocultos en napas subterráneas de aguas fósiles, ancestrales, que subyacen bajo la dura y hermosa aridez de nuestro paisaje y en otras florecen permitiendo que nuestra tierra reverdezca en el rigor más duro de esta sequedad, y sea generosa en palabras y libros que construyen, cual pimiento en el desierto, nuestra férrea identidad.

RAPM Verano año 2.020 Una deuda de gratitud se posee con Connie Tapia Monroy que con sus observaciones y aportes permitió enriquecer lo acá expuesto.

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LIBROS MENCIONADOS ARAYA S., KAROLINA

UN PEQUEÑO RELATO PARA EL PICAFLOR DE ARICA

ANT

2018

QUIÑONES GRACIELA

LA CAPITAL DEL TESORO

Test

s/i

AGUILAR A. MARGARITA

ENTRE BOSQUES Y ARENALES

Poe

2014

ALFARO TELLO, JOSEFA

LA ESCASEZ DEL CHOCOLATE

Nov

2017

AROS PENSA, ERNA

POECUENTOS CON PINCELES CODPEÑOS

Poe

2009

BARAHONA H., BRENDA

LA HISTORIA DEL CACIQUE

Test

2018

CERDA PFENG PAMELA

ARICA A TRAVES DE LA FAMILIA COPAJA

Inv

2017

CID VARAS, MARISOL

HISTORIAS DE POBRES, RELATOS Y POEMAS

Test

2017

CORDOVA H., SYLVIA

ARICA DEL PASADO EN LOS CAMINOS DL TIEMPO

Test

2014

CORDOVA H., SYLVIA

SENDEROS NARRATIVOS

cue

2012

CORDOVA H., SYLVIA

VIEJA COQUETA

Nov

2017

FERNÁNDEZ ÀNGEL, IRIS

ARICA Y PARINACOTA, RUTA DE LEYENDAS

Ley

2011

FERNÁNDEZ ÀNGEL, IRIS

CHILE EN HAIKU

Poe

2017

FERNÁNDEZ C., LILI

AYRAMPO TIÑES NUESTRA SANGRE ANDINA

Ley

2016

FERNÁNDEZ C., LILI

LA ÑUSTA QUE ENCONTRO EN PUTRE LA FUENTE DE

Ley

2017

FIGUEROA Z MARGARITA PARA PEQUEÑITOS

cue

2014

FIGUEROA Z MARGARITA ENTRE EL SOL Y LA PACHAMAMA

Ley

2017

FLORES VARAS. ROSA

CUANDO LAS LAGRIMAS CAEN

Poe

2014

GONZALEZ Y. ARIELA

ARCHIVO FOTOGRÁFICO MANUEL YANULAQUE S

Inv

2013

JIMENEZ W., LORENA

AMOR Y DESAMOR

Poe

2015

LABBÉ GONZALEZ, ANA

COMO DECIAMOS AYER

Test

2009

LABBÉ GONZALEZ, ANA

CUENTO A LA SOMBRA DE UN GUAYABO

cue

2014

LABBÉ GONZALEZ, ANA

RECUERDOS LICEANOS

Test

2016

LABBÉ GONZALEZ, ANA

TRAVESIA MARITIMA POR EL AUSTRO

Test

2017

LANDON VIO, MANUELA

ESDEARIQUEÑOS

Test

2018

MARDONES. PATRICIA

SUSURROS

Poe

2014

MARDONES. PATRICIA

EL HOMBRE SIN CABEZA Y OTRAS LEY

Ley

2018

MARQUEZ. ELENA

LAS MEMORIAS DE GARLETIN

Poe

2014

MARTINEZ E. VANESSA

Se Arrienda Pieza Caballero Solo

cue

2010

MARTINEZ E. VANESSA

MI CASCARA DE NUEZ

cue

2014

MARTINEZ E. VANESSA

LA WARMI DE CALETA VITOR

Nov

2015

PALACIOS H, ALEJANDRA SHUVANIS, DIARIO DE ALEXANDRA

Nov

2018

PANTOJA MENA, MIRTA

SEMILLAS DE SILENCIO

Poe

2015

PARDO B, ORIANA

CHILE BEBIDAS FERMENTADAS PREHISPANICAS

Inv

2016

PARDO B, ORIANA

CHILE PREHISPANICO: ALMACENAJE Y CONSERV

Inv

2018

POBLETE A., NATACHA

ES LA VIDA

Test

2016

RAMIREZ. MYRTA

MIRANDO ENTRE VERSOS

Poe

2014

RAMIREZ. MYRTA

CON CARIÑO PARA LOS NIÑOS

Poe

2016

SALGADO H., MARTA

AFROCHILENOS UNA HISTORIA OCULTA

Inv

2013

SALINAS S., SABINA

PUERTAS ADENTRO

Nov

2017

TAPIA M., KATHIA

BAJO EL SOL DE ARICA

Rel

2014

TAPIA M., CONNIE

JUEGOS CRUZADOS

Rel

2015

34 TAPIA MONROY, CONNIE

VIVIENDO ENTRE SARRACENOS

Poe

VASQUEZ P., TRINIDAD

FUNDAMENTOS COLONIALES DE ARICA

teatro 2015

2018

35

5.- UN ESCRITOR ENTRE DOS GENERACIONES o (entre la etnografía y la interculturalidad ) (Exposición escrita a cuatro manos y leída a dos voces: Luis Seguel V y el autor, para Seminario de Literatura Regional de la Univ. Católica del Norte, 2019 no realizado por peste).

ABSTRAC: La ubicación geográfica de Arica, su enclaustramiento comercial, el ancestral influjo de Perú y Bolivia y de una cultura aimara y de afrodescendientes, sus más de 450 años de historia, la chilenización, son elementos que han influido en los leitmotiv, en el lenguaje, en la asociatividad como en la edición de quienes escribimos más allá de la quebrada de Camarones. Hoy encontramos conviviendo generaciones de escritores previas a la de 1950 con las de post dictadura. Ambas poseen una fuerte presencia traducida en formatos, estilo, motivos, difusión y asociatividad, más existe una tercera generación, la nacida entre 1950 y 1965, que son los menos y a los que pertenece Luis Seguel Vorpahl, (1955). Es la obra del que juega solo. Seguel posee ya 5 novelas publicadas y más de una decena manuscritas. El presente artículo caracteriza de forma general las obras de estas tres vertientes que estos últimos años en Arica, con sus 200 mil habitantes, según estadísticas del ISBN se aproxima a publicar un libro de literatura a la semana.

-----------------------------------------------------Arica estaba más allá de la frontera norte del imaginario nacional del siglo XIX, ese imaginario que concebía el desierto como el vacío en el contexto del barroco americano.

Una tierra, esta, la nuestra, ubicada más allá de lo inhabitable, más allá de lo estéril, de lo inhóspito de ese desierto que Vicuña Mackenna llamara el país de la muerte (1). En esa otredad, en esa otra ribera ese imaginario social con que Chile viera el descampado de Atacama, se encontraba, se encuentra aqueste poblado de Arica, ciudad en la que se gestan generaciones de escritores que les tocó en suerte vivir y escribir, formarse y publicar desde la otredad, o mejor, desde la alteridad; nosotros los del norte al otro lado del desierto más allá de ese descampado en que terminaba Chile y ellos, el resto del país.

Los escritores del límite norte de Chile, de Arica y de la alta Parinacota, hoy se identifican mayoritariamente en dos generaciones, una que correspondería, al decir de Cedomil Goic (1968) a los nacidos de 1935 a 1950 (y algunos nacidos antes), y otra, a los nacidos de 1980 y 1995 (y algunos nacidos después). Y, sí; hay un vacío. La ausencia de esas generaciones intermedias que la dictadura segó. En la historia literaria local, quienes participan de estas ausentes generaciones lo hacen como solistas.

Y entre ellos brota la obra de Seguel Vorpahl, la de un escritor tardío, cito: “ el primer

escrito fue “Callate Viejo e´Mierda” y data del año 2008. Antes había aparecido una novela muy mala. Era el año 2000 deslumbrado por el realismo mágico esta novela intentó ser una copia del estilo y resultó una muy mala, que en vez de atrapar al lector lo invitada a cerrar el libro y huir. (esto es una confesión) “La Casa de Marialba” que una amiga logró publicar en Miami.

Respecto a “Cállate Viejo e´Mierda” puedo hacer mías las palabras de Vargas Llosa que en “La Verdad de las Mentiras” dice: Una buena novela pone las mentiras que cuenta al servicio de una verdad. Es decir, el escritor se vale de una historia inventada para explicar una realidad. Se trata de crear un artificio

36

con el fin de mostrar, denunciar, recordar una época, un momento, creando escenas, situaciones y personajes con la intención de explicarnos algo que se enmarca en la historia objetiva. Los fraudes, embaucos y exageraciones de la literatura narrativa sirven para expresar verdades profundas e inquietantes que solo de esta manera sesgada ven la luz.

Esta novela, “Cállate Viejo e Mierda”, bajo el sello de Mago Editores, en 145 páginas, recorre desde los años 60 hasta los 80, aproximadamente, la historia de la ciudad. Es la primera novela, por lo menos documentada, que busca nuevos horizontes fuera del tema de las salitreras, del aislamiento, y aunque se mantiene en la historia de la urbe, se atreve con nuevas formas de escritura.

Detengámonos aquí para revisar en forma somera, cuál es la trama de la novela: su personaje principal Gracio Espejo pretende ser Espejo de la realidad y enrostrarles esa imagen a los demás a los cuales considera poco dignos, especialmente esos escritores, generalmente mayores que él, y que piensa están estancados en un pasado que no volverá… en una nostalgia que considera inútil.

Gracio Espejo empieza a escribir desde muy joven y a medida que crece, su discurso se hace más maduro y serio. Espejo no sólo escribe sobre su heroína sino que hace un juego de realidades, de escenarios y tiempos; se enamora de su personaje, lo invita a tomar café, salen juntos y él vive solo para escribir su historia amándola;

La operación del escritor nos revela entonces, una caja china o muñeca rusa, que hilvana a la par de la trama principal, un subordinado segundo nivel de narración. La metanarratividad como estrategia textual no es algo nuevo, basta con remontarnos a Las Mil y Una Noches o al mismo Cervantes y así podemos seguir sumando hasta nuestros días, lo destacable del texto de Seguel Vorpahl, sin embargo, estriba en cómo se logran comunicar estas dos dimensiones, sin exponer la estructura, el andamiaje que sostiene el acto y que permite la vitalidad del pacto entre lo enunciado, cómo se enuncia y el efecto que provoca en quien lo recepciona. (Daniel Rojas Pachas, “Otra Mirada al Norte” Grande 2009) "Cállate Viejo e Mierda" es una novela que tenía como pretensión inicial hacer una crítica casi rabiosa al mundo literario de Arica,

lo único, siguió, que el escritor debe hacer en su vida, es observar, escribir, desconfiar y escribir, vivir despierto y escribir, sin entregar jamás el corazón, porque su corazón ya lo entregó cuando decidió dedicarse a escribir. ¿hasta cuándo pierden el tiempo reuniéndose? Luis Seguel Vorpahl, "Cállate Viejo e´ Mierda”, pág 137. y esa razón inicial se fue transformando porque el autor se dio cuenta que había algo más, ahí, oculto en el texto, una especie de vacío, algo le faltaba a la historia de la ciudad y no quiso que se perdiera.

Quedó, entre quienes la han leído como un testimonio del rescate de los hitos más importantes de Arica, sino de todos, por lo menos algunos que sumados o no, fueron cambiando el rostro de la ciudad; el Hotel Pacífico y su demolición, la declaración de Puerto Libre en 1953, la vida nocturna y un puerto que embarcaba droga de países vecinos, la visita de Charles de Gaulle en 1964, la visita del artista armenio, Charles Aznavour en el año 1961 y tantos otros.

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Se puede definir como la Novela de Arica, por cuanto se desarrolla en un espacio que corresponde a la realidad ariqueña y transcurre en un tiempo en que esta ciudad fue una zona de prosperidad y muy atractiva para el resto del país. La trama, los personajes, y el espacio cumplen la función de poner en relieve esta situación, que se enmarca en un eje temporal de un antes y un después de la dictadura, la grandeza de antaño y la decadencia de ahora.

La dialéctica pasado-presente en la novela “Cállate Viejo e Mierda” de Luis Seguel Vorpahl, (Patricio Úbeda Ú., Universidad de Tarapacá. Arica Chile)” Pero retornando al tema de las generaciones en que es inscribe este texto, coincidiremos en que ellas son conformadas por más que la fecha de su nacimiento y una toponimia en suerte. La primera generación que mencionáramos, aquella de los nacidos antes de 1950 es una generación de escritores que vigente, briosa y fecunda, hoy pervive en Arica, pero que conoció una terrosa cuesta de Camarones infinita para aquellas citronetas que les unía a un lejano Chile. Quizás por ello sus referentes culturales por el sur fueron las oficinas salitreras, el altiplano. Al norte el Perú, y por supuesto el desierto, lugar de procedencia de muchos de ellos.

Un desierto que no es lo mismo verlo, comprenderlo, desde el sur de nuestro país, que desde su frontera acá en el Norte. Esta perspectiva es importante para conocer nuestro carácter.

Para esta generación de escritores con la que convive Gracio Espejo la bohemia, la tertulia literaria, el campo o el hacinamiento citadino no era un leitmotiv como lo era para la literatura chilena de la época. La generación del 35 al 50 (y algunos nacidos antes) de Arica, es una generación que escribe desde la invisible frontera obnubilada por ese desierto del que Arturo Benavides Santos dice: oprimía el ánimo e infundía pavor. Esta literatura suma a sus textos riesgos y amplitud, suma una interculturalidad y una estirpe chileno peruana, porque todo acto de escribir, de escribir literatura, se raigambra y expresa en una identidad, y ese es el valor que al día de hoy, inclusive, esta generación expresa y consolida. Más que blasones literarios, premios y reconocimientos nuestros escritores ariqueños y de la alta Parinacota nos han aportado, fijando, dando brillo y lustre, pero también renovando nuestro idioma dentro de inciertas isoglosas o áreas dialectales, temas y nuevas lecturas de antiguos mitos. Un aporte invaluable en el proceso de consolidar nuestra identidad, una ayuda a reconstruirnos desde nuestra historia.

Nuestros escritores locales producen una literatura que sigue siendo un genuino producto de nuestro medio ambiente político y etnográfico tal cual lo dijeran Molina y Araya en su Selva Lírica (2) hace ya cien años. Es por ello que no es anecdótico ni gratuito el encontrar entre sus textos remembranzas de la chimba y aviones japoneses bombardeando sus pastizales entre alegres gritos de niños, referencias al mítico Hotel Pacífico junto a Anita Ekberg como a la inquieta mesa de la iglesia de Parinacota. Una generación para la cual la asociatividad es un valor cardinal, expreso en señeras asociaciones como en su momento lo fueron la “Unión Tripartita de Intelectuales y Artistas, Arica Parinacota, UTIA AP.”, la SECH filial Arica en torno a Nelson Gómez León, “El Centro de Escritoras de Arica” que reunía a a su vez otras asociaciones menores, “Vertizonte” con Rodolfo Khann, y “Rapsodas Fundacionales”, que en torno a José Morales Salazar y Luis Araya Novoa mantienen viva su producción literaria.

La interculturalidad entendida como la suma de motivos y tópicos propios de la cultura aimara, del sur de Perú y del suroeste de Bolivia, una estirpe compartida por una generación que se reuniese en torno a la vida universitaria de fines de los años sesenta y

38 principios de los setenta, y una amplitud idiomática que consigna giros dialectales y renovadas significaciones propias de una semántica distintiva, particular, son algunas características de los textos de estos escritores.

Los Rapsodas Fundacionales, entidad que reúne a la mayoría de los exponentes de esta generación, si se considera desde sus Cuadernillos Artesanales y su Lira Popular a sus libros con ISBN, Derechos de Autor y diagramación profesional, se acercan ya a las 150 publicaciones. Ellos han hegemonizado la producción literaria regional, predominio solo compartido el mediar este decenio con la generación post dictadura (en particular Cinosargo), consignando como "adláteres" a los nacidos entre 1950 y 1965.

En este contexto la obra de Seguel Vorpahl perfila características diferentes a la más etnográficas de la generación anterior. Es más citadina, actual, y no evita el drama personal. Es así que en el año 2015 aparece la novela corta “Los Tambores de Doménico Modugno”, que narra la historia de Parrita, joven que ha nacido y crecido en la población Cerro Chuño, población contaminada por polimetales con una historia conocida en Chile y América. Parrita es drogadicto y además la contaminación por polimetales, plomo, arsénico y otros, lo ha transformado en un muerto vivo, no sólo a él sino que a la mayoría de los pobladores, varios miles. La novela muestra, por sobre otros modos de mirar este drama que aún no termina, el mundo interior, los sentimientos, las emociones del protagonista y sus amigos.

“Es lo que a mí me motiva, lo que llama mi atención como escritor, sin dejar de lado lo actual como hecho histórico. Pienso que una buena historia no solo debe contar los hechos, reales o no, sino que, de algún modo, debe cuidar de mostrar el mundo interior de los personajes”.

Durante el lanzamiento de la novela Iván Salas Madrid, profesor de lenguaje y con publicaciones a su haber apuntaba: “Los tambores de Doménico Modugno

de Luis Seguel Vorpahl, desde un título absolutamente diverso al tema, nos introduce en el dolor ya no de habitantes, sino de personajes universales, en su dolor, en su segregación, en su precariedad.”

Seguel Vorpahl agrega: “Los Tambores de Doménico Modugno” que ya va en su tercera edición, se lee en los segundos y terceros medios y siempre es impactante ver las reacciones de los alumnos cuando se enfrentan a una realidad que siempre estuvo ahí, a metros de su casa y que para ellos es una novedad.

Ese es el valor que le han dado los profesores, el “poner sobre la mesa” un tema que por sabido se olvida. Quizás, también se va entendiendo que la contaminación es cada vez más un tema nacional y mundial, y los escritores debemos ser testigos de lo que sucede en el mundo. No hay literatura nacional y universal, hay literatura profunda y literatura superficial decía Ernesto Sábato.

Alguien me preguntó hace tiempo si me importaba mucho la forma y yo respondí que sí, que el modo en que estuviera contada esta realidad-ficción era algo muy importante para que el discurso sea coherente, pero al pasar los años ya no estoy tan seguro de esta aparente verdad porque por sobre la forma, que queda subordinada a las emociones, por lo menos en mi caso, aparecen los sentimientos, las exigencias del propio texto, lo que algunos llaman los fantasmas, no como aquello que uno no quiere haber vivido y que, como recuerdos, aparecen de vez en cuando disparándonos al pasado, sino como aquello que aún no atrapamos como artistas, esos

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fantasmas que sabemos que existen y que se burlan porfiadamente de nuestra incapacidad para transformarlos en palabras y frases coherentes.

En nuestra región se publica generosamente, en consecuencia la obra de Seguel Vorpahl se inserta en un contexto en que la generación anterior a él, como la sub-subsiguiente, tienen plena vigencia. Y el hecho es que nuestra región perdió a dos generaciones de escritores, me explico: hay escritores, pero no una generación con rasgos distintivos, con un corpus temático, homogéneo, con una lectura común de la realidad. Porque lo que algunos llamaron eufemísticamente apagón cultural implicó la interrupción del desarrollo de nuestra literatura regional, y así, el silencio de quienes nacieron entre 1950 y 1964, y entre 1965 y 1980, facilitó el que escritores nacidos antes del 50 continúen vigentes hasta coincidir en publicaciones y vida literaria con la generación post dictadura. Esta última es una generación que nace con vigor literario, y con un pujante discurso en torno a un asertivo movimiento editorial liderado por Editorial Cinosargo. Es una generación con ansias y facilidades para publicar (acceso a imprentas en Tacna, masificación del computador y la impresora personal, los bajos costos de la fotocopia) y con un ímpetu por querer llenar el vacío de más de 15 años de ausencia de una expresión literaria regional.

Producto de esta situación extrañas e interesantes circunstancias literarias vivimos hoy en nuestra región, coinciden en diferentes ámbitos literarios una generación del 80 con una del 35. Visitan colegios, programas de radio, mesa de escritores, celebraciones. La interacción no es cariñosa ni obsecuente, hay crítica directa y en sordina, opiniones en papel que se responden en digital. Libros como “Yo soy José Mamani” junto a otros con expresiones y citas en inglés. Manga y aimara. Gore y sonetos. Un poema épico de más de 200 páginas en versos alejandrinos, junto “Random”. O de la ciencia ficción al juicio a Gabriela Blas. Ambientados al sur de Estados Unidos unos y otros en el Altiplano. "Cumbia Acida" y “Vestigios de Montañas”. Es la generación de 1980 que coopta algunas voces de la generación anterior: un grupo que publica a destiempo, pero que también expande su influencia en la generación posterior, amparados muchos en la eficiente gestión de Cinosargo, y que podríamos entender como prematuros si seguimos fieles a la definición generacional de Goic. Pero, esta praxis más que discusión puntual, y superada hoy, es un ejercicio de pluriculturalidad y de tolerancia ejemplar. Creo que es la particularidad de la literatura en estos deslindes, más allá del desierto, donde la naturaleza parece un cadáver al decir de un Rudolfo Philippi en su Viaje al Desierto de Atacama (3).

La nueva generación, la del 80 la de formato digital incorpora la interculturalidad, la otredad en sus textos, pero a diferencia de la anterior, ve con meridiana claridad y compromiso más allá de la frontera. Se ha buscado en el otro lado de la frontera y en la pantalla de la televisión postergando la mirada hacia el centro del país. Esta generación, incluidos prematuros, nos permiten creer que finalmente superaron un atavismo endémico, y echaron a volar sin inquietarles raíz, complejo patrio ni patrimonios ni gramáticas normativas, su actitud trasciende a una cultura consolidada en esta región desde la chilenización primero y durante la dictadura después. Expresan una oposición también a la norma, a esa de Ferdinand de Saussure, y una superación -y esto más como una hipótesis- del ícono libro, como objeto de culto y terminal para cualquier escritor.

Hay una característica sí de esta nueva generación que no debiéramos omitir: la violencia.

Expresión que les es común y manifiesta ya sea en el lenguaje, en sus contenidos, en sus referencias literarias, o en sus motivos. Es una generación que encamina su creación hacia una expresión estética, construida sobre la violencia por sobre la expresión ética, que acerca su obra a lo que Hermann Broch definiese como kitsch.

40 En medio de ellas, de estas dos generaciones, se hace pública la obra literaria de Luis Seguel con los títulos ya mencionados como “Cállate Viejo e´Mierda”, “Los Tambores de Doménico Modugno”, “Los Muertos También Lloran”, “Otoñal”, “Divina Jauría” todas ellas novelas que también tratan temas escabrosos. Dice:

“debo reconocerlo: no fue cómoda su escritura, necesitaron una introspección dolorosa y muchas veces cercenada, fantasmas que cual leprosos se ocultan en cavidades de nuestra memoria. No pude, no he podido ni creo que pueda novelar toda sus tragedias que son la tragedia de mi generación. Ya lo decía en “Callate Viejo e´Mierda”: pervivía la rabia, la crítica, ahora sé, muy natural, nada original, por lo que escribían quienes me rodeaban, la natural rebeldía que siente una generación frente a la consagrada y de esa forma renueva leiv motivs, estilos, puntos de hablada, etc, sin embargo ya en “Los Muertos también Lloran” como en “Otoñal”, se comienza a vislumbrar a perfilar nuestra voz, expresión y estilo, el que nos es propio como grupo etáreo, una obra que se vuelve hacia dentro de uno y de su entorno. Y en “Los Tambores… está nuestra tragedia, la pública pero también la interna, la que construye, guía y modela al escritor. Un amigo me decía: en todas tus obras hay una mujer llamada Beatriz, y creo que obedece a que en toda mi obra camina mi narrador hacia el infierno aferrando su corazón a la esperanza. “Divina Jauría” es la más compleja de mis novelas en este aspecto. El desmoronamiento, lo que en dictadura era la tabla de salvataje, pequeña, frágil en la tormenta, en “Divina Jauría” no está, se hunde. Los que eran ovejas ahora son lobos. Y de los míos, aquellos nacidos después del 50, allá, al otro lado del desierto, subsistimos pocos: Juan Carlos Mamani en la academia se especializó en recopilar y publicar texto aymaras, Vanessa Martínez y Patricia Mardones han publicado tres libros de cuentos la primera y dos de poesía la segunda, y han sido editadas en diversas colecciones. Otros, como Carlos Morales se han sumado a la generación anterior, a Rapsodas Fundacionales que generosos le ha acogido, y han practicado fundamentalmente el cuento. De los que nos siguen generacionalmente, solo ubico a Roberto Flores Salgado (1974).

No asistimos a talleres literarios, lo que no significa ascetas, ni misántropos, pertenezco a un club de lectura “Cuenta Conmigo” desde hace años, soy parte de la mesa de escritores, visito permanentemente colegios, pero ese taumaturgo, el autor, -que no el escritor-, vive la obra sin olvido, en esa azotea oscura, húmeda de …, a veces me llama, y de verdad, no puedo dejarle solo… subo.

Esos somos nosotros, soy yo el escritor, y esos son ellos los de antes del 50, y los de después del 80. Vivimos con diferentes edades circunstancias semejantes y expresamos diversas complejidades que configuran, en nuestra literatura regional, un corpus que semejante a cual polifonía queremos creer-, tiene valor. Vengo de una tierra en que conviven una variedad de temas motivos y lenguajes, generaciones perturbadoramente distantes; distantes en el tiempo, en decisiones respecto a sus soportes, a influencias, a la moral, a públicos, a la gestión misma de sus libros. Y entre medio, los menos, nosotros, con motivos, estilos, accesos a formatos y a redes de distribución diferentes, es un corpus que, cual sinfonía, toca en

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diferentes tonos, ritmos y escalas, una sinfonía con un director inasible, a veces incomprensible, pero que, como hombres de buena fe, sabemos que existe. No ha sido fácil para nosotros, no escribimos cuando debíamos, y fue como si se nos ahogara el alma.

Lo que si podemos decir, si de algo tenemos finalmente claridad, es que tras este desierto, tras el descampado de Atacama, en nuestra selva lírica, sino tupida ni con la dilación de aquel bosque de tamarugos que ocultase a la ñusta, goza de una variopinta textura; entre quebradas la tierra es generosa, entrega dos cosechas por año, de sabores diferentes pero ambos intensos que otorgan pertenencia y sentido a nuestra vida, incluso más allá de nuestra existencia.

Y, quizás, lo sustantivo sea recordar que una literatura regional, y en consecuencia una nacional, no la hacen dos o tres reconocidas y consistentes grandes obras, una literatura la conforma una serie de publicaciones, de diferente calidad, estilos y méritos: es lo que conocemos como el corpus. Y de igual forma que un bosque está conformado por cientos, de árboles, hierbas y arbustos, una literatura existe como expresión de cientos de textos, algunos de meritorio otoño, otros el verano reverdece y cientos de brotes florecen. Y las estaciones pasan y sus obras cual hojas van secándose unas, y reverdeciendo otras, luego, petrificadas todas por la sal de este desierto, siguen presentes en la memoria de quienes viven en los confines de nuestro imaginario nacional.

Gracias.

Gracias.

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“DIVINA JAURIA”, LUIS SEGUEL VORPAHL, Edit Lusevo, Novela, 233 páginas, Arica, 2019 Hace diez años justamente Luis Seguel irrumpía en la literatura local y nacional con su personaje Gracio Espejo, The Clinic y la crítica de periódicos de Santiago lo acusaron, en muy buenos términos debemos decirlo, muy educadamente, de regionalista, de provinciano. Lo hicieron con cuidado porque ya en esa primera novela Seguel acusaba una prosa atractiva, personajes bien construidos, sólidos. E imaginación, crítica social y autocritica personal lo suficientemente ácidas e inteligentes.

Revisando su obra posterior parece que este escritor, Seguel, hubiera “acusado el golpe”.

En algunas de sus obras posteriores, buscó escenarios más centrales, menos localistas, hasta culminar con esta “DIVINA JAURIA”, una jauría que no distingue pueblos pequeños ni grandes capitales, que asola con igual fiereza crueldad y cinidez, desde el más lejano terruño hasta la urbe más moderna y central, y que recorre de lo terreno hasta lo celestial mismo .

Porque 10 años después, con “DIVINA JAURIA”, Seguel Vorpahl que continúa siendo un escritor de región, --que burla inteligentemente esa capital, que fagocita cual medusa, de todo el que se le acerque--, con esta obra Seguel logra con su trama, sus personajes y un estilo literario superar la carencia de universalidad que antes le enrostraran. Esta novela no es de Arica, no es del norte, ni siquiera es de Chile, es parte de nuestra humanidad, leerla es leer -al decir de Patricio Mans: “dolores de toda tierra”.

Y, leerla, es de alguna forma también exorcizar el mal, porque sus páginas no están teñidas ni de venganza ni maldad. No hay rencor, ni odio en ellas, mas, tampoco los personajes que crea Seguel, --y que sus caracteres ya vienen perfilándose desde su segunda novela y que culminan en esta--, no son santos que ponen la otra mejilla, pero, a través del lenguaje, logra una densa y entrañable empatía entre el lector y ellos. La conmiseración, la afección con que les retrata, genera simpatía en el lector, simpatía en el término etimológico, esa acción de sim que podríamos interpretar con compartir, y pathos: pasión. Ellos nos llevan, y ahí la fuerza y la calidad de esta gran novela, nos conducen por medio de sus infiernos personales, hasta hacernos sim/patizar con ellos…, víctimas. Una novela así es adecuada para ser lanzada en un colegio, adecuada porque hay mucho que aprender de ella particularmente sobre las acciones humanas, sus consecuencias y como enfrentarlas.

El mundo en oportunidades se presenta oscuro y cruel para algunos, pero en particular para aquellas víctimas de la institucionalidad o de organizaciones sociales. Y la literatura nos permite, a veces, cuando contamos con grandes escritores como hoy es el caso, realizar esta catarsis, social, por medio de las letras. Hoy, producido el festín de estas bestias, y gracias también a una novela como “Divina Jauría”, podemos compartir la profunda, personal y monumental pasión de sus personajes y hacerles saber que no están solos.

A Luis Seguel Vorpahl queremos agradecer que esta obra inscriba nuestra literatura regional en la gran literatura nacional y en el canon literario de toda una generación.

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5.- RESEÑAS DE LIBROS EDITADOS LOS ULTIMOS 10 AÑOS (Muchas de las reseñas fueron originalmente publicadas en “De Puño y Letras”, separata de “La Estrella de Arica”, entre los años 2016 y 2019.)

“LUCES EN LA CAMANCHACA”

CARLOS MASSA CRESPO, 2014, Colección Rapsodas Fundacionales. Ediciones Krom Arica.

Una docena de cuentos que sorprenden, sorprenden por su facilidad para leérseles (Carlos Massa fue locutor y algo queda de esa experiencia en el ritmo de sus textos) por los temas, que cuando seducen en el primer párrafo no dejan libre al lector hasta que cierran como debe ser un cuento según Cortázar: por nocaut.

Son cuentos que tienen de común la muerte, el remordimiento, la venganza y sin embargo escapa con maestría de la “novela negra”. Creo que su título, buen título para quienes somos del norte, no identifica el contenido del libro. Soy claro: ambos los considero en mi opinión buenos, muy buenos, pero desgraciadamente no vi la relación lo cual no disminuye en nada el valor del libro, cuidado, de un diseño generoso en espacio, sobrio, y de textos que son un ejemplo de cierre pero que con gusto destaco: “Insomnia”, “Obscura Obsesión”, o “Una Mañana de Octubre”.

Sus valores más destacables están en “La Anciana que Triste Observa” cuento en el cual le bastan unas pocas líneas para dar vida a un personaje, en realidad solo en un primer párrafo, para pervivir más allá de las tapas del libro. En la práctica de una técnica como en “Una Mañana de Octubre” y en su capacidad para crear ambientes como en “Insomnia”.

Cierto que hay algunos lugares comunes y en oportunidades permanece demasiado cercano el narrador del personaje, sin embargo ojalá podamos seguir leyendo nuevos cuentos suyos, que como Luces en la Camanchaca son señales de vida de lo mejor de nuestros escritores.

Las gracias a Carlos Massa por estos memorables cuentos, que van construyendo uno a uno nuestra literatura regional.

“CRONICAS URBANAS”

CARLOS MORALES FREDES, 2019, Editorial Lusevo, Arica Carlos Morales Fredes es un cronista consagrado en nuestra región. El año 2014 recibía el premio al colaborador más antiguo y constante del diario La Estrella de Arica y hoy su columna supera los diez años de publicaciones. Posee un estilo literario maduro, una mirada y una pluma apacible no carente de humor sosegado que parece no corresponder al “signo de los tiempos”. En un país en que el individualismo por sobre la solidaridad, el winner (o en castellano el “Pepe Cortisona”), el titular y el poder son los leiv motiv de nuestras vidas, Carlos Morales el cronista, transcurre caviloso por nuestro pasado reciente, por nuestras calles, bajo las estrellas (que) reverberan multiplicadas en el infinito, me quedo largo rato observándolas titilar, (nos dice) como telegrafiándonos atávicos mensajes sobre el comienzo de las cosas demostrando que ya encontró y perdónese el tecnicismo, un punto de hablada, es decir: el ángulo o la mirada en que la ternura, la emoción o el cariño, le caracteriza como cronista configurando así un estilo, un estilo que posee apostura suficiente para otorgarle elegancia y maestría a su lenguaje.

44 Pero “CRÓNICAS URBANAS” no es solo destacable por el estilo y humanismo de su autor, sino también porque al ser una re edición de crónicas nos obliga a referirnos a su lectura, o a sus lecturas y con ello a enfrentar una clásica disyuntiva: es más fuerte el poder de evocación del libro?, o prima la interpretación personal?. Y la crónica, como género menor más no por eso menos trascendente, tiene a diferencia de la obra de ficción, o de la historia, la cualidad de ser particularmente sensible a esta definición.

La crónica se refiere a lo público, a lo que nos es común, a lo compartido. Y de la misma forma es consustancial al tiempo, -su etimología alude a Cronos-, es decir al paso ya sea inmediato o distante de los hechos. “CRÓNICAS URBANAS” es un libro que recopila crónicas, ya publicadas, ya leídas por muchos de nosotros. El volver a re-leerlas, aunque en estricto rigor, y dado el carácter local y público podría argumentarse que es la tercera lectura del hecho (en que la primera sería “facta non verba”) nos remite a la pregunta ya expuesta: leemos esta segunda vez, es decir interpretamos, recreamos, esta segunda vez de la misma manera que lo hicimos durante la primera lectura? (y en consecuencia leemos solo por el placer de leer, por el gusto de la remembranza bien dicha, bien escrita?). O hemos cambiado y nuestra opinión, nuestra interpretación sobre la descripción, narración o crónica ha variado?. Respuesta interesante porque la crónica, como género, va dejando constancia de hechos acaecidos que nos son comunes. Va configurando nuestra historia.

En un libro de Alberto Manguel se lee una frase de Fournival rector de la catedral de Amiens del año 1250 que introduce en esta disyuntiva. El francés plantea que el mérito de la pintura, o de escuchar un texto, es el de introducirte, de recrear en el tiempo y el espacio del lector o en quien escucha, aquello que se había concebido y creado en otra época, bajo otros cielos. Así, leer, enriquece el presente y actualiza el pasado. La memoria, prolonga esas cualidades en el futuro. Una vieja discusión, una sutileza quizás, opuesta a la tesis de que nunca leemos dos veces el mismo libro, nunca volvemos a abrir la misma página, nunca la luz de la lectura es exactamente la misma, cambiamos, olvidamos y transmutamos recuerdos que nos hacen reconstruir la historia que nace, que emana desde la página escrita. Ante tal disyuntiva “CRÓNICAS URBANAS” poseen la virtud de enfrentarnos directamente con nuestra reciente historia, sus textos, cada una de sus crónicas nos llevan a calles, personajes, ritos o lugares que fueron nuestros pero que para cada uno de nosotros poseen significados, valores particulares. Perpetuos o efímeros según opinión de cada lector.

El valor de la pregunta anterior también dice relación con el hecho de que leer esta última publicación de Morales Fredes no es el acto automático de decodificar y reconstruir significados, pues su pasado es también nuestro pasado, y leerle es re establecer relaciones, reconstruir, configurar lugares que nos fueron comunes y que la memoria desdeño, exacerbó o simplemente sumió en esa oscuridad del recuerdo ya no nombrado pero tampoco olvidado. Se esta forma el valor de este libro, de estas crónicas en especial, es esta potestad de traer a mención lo que nos es común y ya sea que reconstruye con estos pretéritos retazos, o ya sea que solo da pistas para que la suya, o la mía, sean una historia más de las innúmeras que nos permite el recuerdo de un pasado compartido.

Nuestro ethos expuesto en estas crónicas se prolonga uno e inmutable ya por el barniz del tiempo, o es múltiple y variado como las cambiantes lecturas de la realidad?. Pero sí hay una certeza: a este libro su estilo lo consagra, porque volver a leer a Carlos Morales, deja indudablemente el placer de la lectura, tanto o más que el de la remembranza que en conjunto construimos, aunque… qué es lo que somos, sino nuestro pasado?

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“ARICA, PUERTA NUEVA”

LUIS URZÚA U. 2019, Ediciones Parina, 4ta Edición, 318 Pgs., Arica.

No es primera vez que sus editores incursionan en un tema que sobrepasa sus temas originales como editorial, a saber: lo alimentario prehispánico. Primero lo hicieron con “El Conflicto Mapuche, un Análisis Histórico Mediático” y luego la obra poética de Rodolfo Herrera T. “De Puño y Letra” uno de los mejores poetas presentes de Arica y del norte de Chile junto a José Morales S. Ediciones Parina tiene esa generosidad que sacrifica el catálogo a la relevancia de la difusión de una obra que hace un aporte a la cultura regional, y “Arica Puerta Nueva” es ejemplo de ello. El viaje de Luis Urzúa antecedido por una interesante biografía y algunas vicisitudes del proceso de reedición le dan frescura a esta nueva edición, que continua a la tercera de 1969 y que es hoy de difícil acceso.

Para quienes estén enterados en rasgos generales de la historia de nuestra región el libro de Urzúa comienza a cobrar interesante color, cercanía y riqueza más que literaria, antropológica, cuando se acerca a narrar hechos vividos por él a principios de la década del 50, sus visitas a lomo de caballo al altiplano y sus pueblos que para esos años aún contaban con una rica vida cultural. Viaje que realiza en su calidad de sacerdote y apoyado por el ejército que le permiten una movilidad y presencia e inserción en el mundo de los lugareños. Ello le facilita adentrarse en sus costumbres y necesidades con relativa familiaridad y con la autoridad que le otorga la representatividad de lo divino. Y esas observaciones toponímicas, demográficas, costumbristas otras, son las más valiosas circunstancias de las que da fe el libro. Relato fácil de leer, ameno en su redacción, permite percibir de forma general la vida en el altiplano en la década del 50.

Son las impresiones de un sacerdote, culto, con un destacable valor misionero, consciente de que lo que escribe es un testimonio que será leído y que posee un significativo valor, a lo que se permite agregar observaciones en algunos casos demasiado arriesgadas, como elucubraciones por ejemplo sobre el lenguaje. Sin embargo el valor de su testimonio no está en esas interpretaciones, sino en el registro más general con que va dibujando nuestro altiplano. Para quienes hoy visitan pueblos como Belén, Putre, Visviri, Ticnamar, Livilcar, Chilcaya y otros, el contraste de estas actuales miradas con las de Urzúa son un rico, un valioso aporte a la comprensión de aquel entorno.

Memorable esfuerzo de Oriana Pardo y Luis Pizarro, Ediciones Parina que con entusiasmo, con mucho fervor, rigurosidad y empeño fueron sorteando todas las pequeñas pero cuantiosas dificultades de esta re-impresión de un libro que ayuda a comprender más nuestra historia regional.

“AYRAMPO TIÑES Nuestra Sangre Andina” De LILI FERNÁNDEZ CANQUE, Colección Rapsodas Fundacionales, un libro de 49 pgs, escrito en Arica este año 2017, impreso en Imprenta Krom, con una 1era edición de 30 ejemplares. Este primer libro de Lili Fernández consta de ocho relatos y un poema, son relatos breves, el más extenso de 5 páginas similar a esos recuerdos que en momentos nos embargan. El elemento común es el mundo andino, sus orígenes aymaras y los textos poseen esa frescura, y la evanescencia de la remembranza que ella trata de perpetuar en

46 un texto literario, destacable entre ellos por lo biográfico, por el idioma y el cariño que rebalsa este cuento es Mi Abuelita Rosario, por esta sola narración el libro vale su edición.

Otro valor de este libro es el fijar un castellano en que se percibe el influjo de una hablante aymara (uso de diminutivos por ejemplo), y, por supuesto el uso de términos en ese idioma que se explican en glosario final. Una mancomunión que permite que el idioma castellano crezca, se desarrolle, incorporando nuevos decires, nuevos vocablos. En este sentido el fijar en un texto el idioma hablado la da permanencia, solvencia, amplitud a un castellano que crece junto con nuestro continente. Porque nosotros como continente, como país, como región de Arica y Parinacota, a diferencia de otros países desarrollados que van muriendo, que se suceden más muertes que nacimientos, en nosotros la vida prevalece, y al prevalecer la vida prevalece nuestro idioma, y no solo porque hay nuevos hablantes, sino porque hay personas como Lili Fernández que escriben el idioma, que crean textos, sin perder su identidad, rescatando costumbres y saberes y con ellos su lenguaje. Ese es el otro gran valor de este libro.

Ayrampo, Tiñez, nuestra sangre andina, son historias breves, sencillas, inocentes, testimoniales y seguro de gran valía para aquellos que, dicho en palabras académica del prólogo de don José Morales Salazar “sabiéndose originarios de una matriz socio cultural común, se identifican como hermanos, prestos a iluminar y reforzar su espíritu tribal fraterno, solidario y constructivo”. Un espíritu tribal, un espíritu fraterno y constructivo es lo que sostienen estos textos, lo que se deja entender de ellos, lo que rescataran pequeños como grandes lectores. Felicitaciones a Rapsodas Fundacionales por este esfuerzo editorial que nos ubica entre la región que más publica libros por habitantes después de Santiago. Y por supuesto felicitaciones y eterno agradecimiento de la DIBAM a Lili Fernández Canque que a sus 81 años da a luz un libro que no solo ilumina sus recuerdos entre nosotros, sino que también hará soñar a muchos niños.

“LA IMPORTANCIA DE TENER UN ANIMAL NEGRO”

PATRICIO BARRIOS A. 2018, Impreso Krom, 2 edición, Arica.

“No todos los que ven han abierto los ojos, ni todos los que miran ven” dice Baltazar Gracian, más, ¿qué otras referencias hay también tras este epígrafe...?

Como en toda buena obra las justificadas interpretaciones que nos permite hacer sobre ella son múltiples y variadas. La más didáctica sea quizás la que remite a lo real maravilloso, aunque demasiado obvia, literal, nos señala un punto de partida. Porque los acontecimientos de los que da fe la novela, el desarrollo de la trama, los motivos de los personajes, corresponden a una expresión literaria más compleja, una que involucra también esa luz que ilumina desde la centenaria claraboya a la novia, la referencia al pasado connatural a nosotros de alpargatas y pilas rayovac, elementos estos que configuran la trama, la historia, nuestra particular historia de ariqueños. Barrios, al igual que Mackandal, -permítasenos el barbarismo- “ficcionaliza” nuestra historia, y justamente por ello, la hace más real, más propia. Es decir, en nuestra opinión, lo fundamental, lo propio y a la vez lo significativo nace en el perfil mismo de Patricio Barrios, el pintor, el autor de artículos publicados por la Revista Aisthesis de la Universidad Católica, quien reflexiona y publica “Folklore y Escenario”. No hay que ir a Centro América para explicarse esta nouvelle, es la visión, traspuesta en la literatura, de la expresión de una cultura que él ha estudiado, sobre la que ha reflexionado, que tan bien conoce porque está en su sangre, en su familia, en lo que ha sido su vida.

47 En “La Importancia de Tener un Animal Negro” confluye una madre hija de salitreros, un padre pescador, una familia que goza del sensum fidei, un marianismo expresado en la romería a Las Peñas que emprende la tía Rosaura, salitreros cesantes o jubilados, pueblos originarios y afrodescendientes. Estos elementos conforman una trama que cualquier ariqueño reconoce, comprende y explica. Que se explica en ellos. Porque la trascendencia del texto es justamente esa, da razón de nosotros, nos sitúa perfila y proyecta, como una cultura particular, compleja de una raigambre sureña, obrerista y profundamente religiosa.

Una historia testimonio de una cultura propia de una región, ubicada más allá de la quebrada de Camarones, encima de una incierta pero no por ellos menos real, Línea de la Concordia, que canta su himno en cada acto público, y para la cual, no hay que tener los ojos abiertos para descubrir.

“EL CASO DE GABRIELA BLAS: UN JUICIO CONTRA LA CULTURA AYMARA”

ALBERTO IRARRÁZABAL ROJAS, 2013 Impreso en Emelnor Impresores S.A., 109 Pgs., Arica.

“El Caso de Gabriela Blas: Un Juicio contra la cultura Aymara” del periodista Alberto Irarrázaval, como lo dice su título, es más una investigación que el relato de un periodista.

Un documento que expone una serie de sinrazones, absurdos y falencias del aparato judicial acá en nuestra región por sobre el perfil de la víctima. El carácter de investigación al que se ciñe Irarrázaval coarta el dramatismo del caso, incluso el incluir explícitamente los objetivos, la metodología, fichas y entrevistas configuran en el lector la impresión de leer una tesis de grado más que una investigación periodística que tiene un determinado estilo y formalidades. Exceso de cuidado, una búsqueda de objetividad castrante hacen que el libro pierda frescura, ligereza, tensión, que es lo que uno espera de una investigación periodística en nuestro país.

Pero el libro tiene el mérito de hacernos ver lo que está delante nuestro y que por cerca no vemos. También cumple con la función más digna de la literatura, que es mostrarnos como somos en la más cruda realidad. Un caso que expuesto nos deja el remordimiento que como, a pocas cuadras de donde vivimos, por la mismas calles que caminamos cada día, se cometen semejantes injusticias: que una magistrado se ría descaradamente del aspecto físico de personas, que “La Estrella de Arica” denigre y prejuzgue en titulares a su antojo sin consecuencia alguna, que situaciones similares sean sentenciadas de manera cruelmente diferente porque una la comete un rostro de televisión en el barrio alto de Santiago, y otra una aymara en los altos del Tacora. El valor del libro finalmente radica más en mostrarnos hechos ocurridos delante nuestro, que leímos despreocupadamente en el titular de un quiosco y que no nos percatamos de su trascendencia, que en acercarnos a la víctima. Quizás fuese ese su propósito, más, sea esto correcto a o no, el exponer la síntesis de “El Caso de Gabriela Blas” tiene el valor de intentar evitar que mezquindades de personas, que falencias de aparatos estatales provincianos, que desprecio, falta de profesionalismo, racismo y miserias vivan en la impunidad junto a nosotros.

Un libro que debiera de incluirse en el curriculum de educación de colegios de nuestras regiones, por la objetividad con que se trata el tema, por su estructura metodológica, por su pertinencia, y fundamentalmente: porque en el fondo nos ayuda a ser mejores.

Felicitaciones a Irarrázabal Rojas por este que parece ser su primer libro, aunque use un

48 formato tan académico, aunque se vislumbre la necesidad de haber citado más fuentes, aunque paguen pena de ausencia aymaras y Gabriela Blas, el libro queda inscrito sin duda alguna en nuestra memoria social, en nuestros referentes culturales, en la historia de nuestra literatura regional. (Este libro puede encontrarse en las Bibliotecas Públicas de Arica)

JUAN CARLOS MAMANI, ESCRITOR Hablar de los libros de Juan Carlos Mamani Morales es un placer, pero también un desafío.

Uno puede hablar desde su calidad literaria y se puede referir a su libro El Ocaso de los Dioses, puede hablarse de su compromiso con la literatura regional y hablaría de su Antologìa de Tres Escritores Aymaras… o puede hablar de su compromiso con su gente, y de eso vamos a hablar hoy, de “Aymara Jawarinaka”, de Chiwanku Ediciones, 151 pgs., Arica, su último libro, recién publicado.

Hace unos días atrás en esta misma biblioteca Mamani Morales recordaba las diferencias entre cuentos y leyendas. Y concordamos, como creo que concordamos todos los presentes en que cuento es lo que reconocemos en el decálogo de Quiroga, en los relatos de Chejov, en la ya conocida referencia al box de Julio Cortázar. Incluso en la definición de Vladimir Propp que habla de las funciones del cuento tradicional que se reiteran en diferentes culturas. Y leyendas, esos otros, textos que escapan a esta definición de cuento, son las que Juan Carlos rescata, fija, y difunde.

Dicho lo anterior, estas leyendas recopiladas por Juan Carlos Mamani, incluso para un lector viejo como yo (viejo en edad, que en lecturas soy un niño, perdón debería decir una guagua de pecho), estas lecturas no dejan de sorprender: son frescas en su estructura, son ligeras en su lenguaje, huelen a té con hierba Luisa, sus personajes como recortados con tijeras en papel multicolor aparecen “de una pieza” claros, rotundos, sin matices (el cóndor le gana la apuesta al zorro, y se lo come).

Mamani nos descubre el mundo aymara a quienes no hablamos aymara, pero además deja, pone en nuestras manos un documento histórico en tanto rescata y fija un relato, un testimonio en tanto lo trascribe con su sensibilidad trabajada ya en sus publicaciones anteriores, (Mamani ha escrito poesía y esa es una escuela para quien se dedica a la prosa). Pero pondría el acento en que su libro es un “testimonio”, un testimonio del griego testus es decir cabeza, o tonsura, o testuz; y del latín testimonial, testimonius exactamente, es decir un tercero que aporta un nuevo elemento en un juicio entre dos, que da fe de un hecho como se diría actualmente.

Digo que alude a las etimologías de cabeza, encabezar y de evidencia que están en “testimonio” pues Mamani Morales fija con fidelidad a la fuente un relato que aunque traducido es evidencia primigenia. (Permítanme leer un trozo de un relato que en el libro está en aymara con su versión en castellano, trata de unos ratones que retornan al altiplano desde el valle donde habían ido de deshojar maíz, y uno que presiente en un sueño que va a morir les pide a sus amigos que, si así sucede, le entierren en el camino):

“Después, efectivamente, allí habían encontrado al ratón muerto.

Entonces enseguida lo enterraron, tal como lo había pedido el ratón; así también tomaron su bastón y su maíz. Después uno de sus amigos había dicho: así no más es morir.

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Algunos ratones saltando mucho, como muertos, se tiraron al suelo, y dijeron: He muerto, he muerto.

Esto es morir-, dijo otro ratón. Por eso todos rieron.

Hasta aquí es el cuento.

Cuando me imagino esos ratones tirados en el suelo riendo, reconozco tengo que ir a mis primeras clases de literatura allá en los setenta. Esto no está en el Kayser, ni en el Wallek y Warren porque este tipo de relatos no obedece ni a las estructuras clásicas de Propp (con sus funciones), ni a la estructura actual y occidental del cuento, ni a las leyendas, degradaciones de mitos en el sentido de E. Cassirer o Levy Straus. Estamos leyendo relatos nuevos, de alguna manera vírgenes, por eso decía que leer a Mamani es también un desafío, sobretodo para docentes de lenguaje.

Ver, imaginarse a esos ratones jugando allí “esto es estar muerto” , y “ese es el cuento”, me muestra que hay otras historias, otras premuras y otros órdenes y disposiciones culturales tan cerca y tan lejos de nosotros. Me muestra que tenemos un acervo cultural vivo acá no más, atrás del Agro, en Putre o Socoroma sin ir más lejos, y que debemos comenzar a pensarlo, a escribirlo los escritores, a comprenderlo en los colegios, a disfrutarlo en nuestras casas.

Y, por último, Aymara Jamarinaka es un libro que puede disfrutar un niño, un lector neófito, un docente, y un antropólogo. Por su fidelidad con la estructura literaria y con la lengua aymara, y en mi opinión, en mi personal opinión, porque fundamentalmente los relatos, sus relatos, huelen a te con yerba Luisa.

(Palabras de presentación del Libro de Josefa Tello A.)

“LA ESCASEZ DEL CHOCOLATE”

JOSEFA TELLO ALFARO, 2017, Editorial Chiado, 500 ejemplares, Portugal.

Editorial Chiado una editorial que ha publicado más de 200 libros por año, que esta presente en EEUU como en Alemania, España, Portugal, Reino Unido, en Angola, Irlanda, Francia. Y en América Latina en Chile, Argentina, Brasil, Colombia, Venezuela, México y Ecuador entre otros. Chiado no es una editorial menor, y sus canales de distribución no están comprometidos con una determinada red de librerías, lo que le permite acceder a todas. Además vende por internet que es un canal de distribución que cada vez se consolida más en sectores juveniles como académicos. El catálogo de Chiado, es decir el listado de libros publicados, que es el curriculum de una editorial, se aproxima a las mil publicaciones y tiene diferentes líneas editoriales como “Chiado Comics” “Palabras sueltas, “Ecos de la Historia” etc. Esta es la editorial que publicó a Josefa Tello en la línea de “Viajes en la Ficción”.

“La Escasez del Chocolate” es una novela de 213 páginas que mezcla el género policial con el de la ciencia ficción. Es indudablemente una novela juvenil, con algunas referencias que mi generación no alcanza a identificar, con algunos giros idiomáticos que son propios del comic, y con personajes perfilados más en su acción y aspecto, que en la descripción de sus características sicológicas.

Pero vamos por partes… hay en la escritora, digo en Josefina Tello una habilidad destacable que consiste en no complejizar, en no enmarañar lo que no necesita de tal, ella

50 se nos muestra espontánea, sencilla, clara y hábilmente transforma lo que la limita, es decir su edad, su carácter nóvel, en una fortaleza, ello le permite sobrellevar lo que en oportunidades son problemas serios para un escritor, con una simpleza que el lector le agradece y que realzan la obra, un ejemplo de ello es la estructuración de la novela en 27 capítulos, si, muchos, capítulos cortos, algunos de incluso una página y sin nombre. Oficio de escritor novel, seguro de sí. Un capítulo corto es más controlable que uno largo obviamente. Controlable en su redacción, en su contenido, como en su corrección.

Otra habilidad de Josefa Tello es el manejo del diálogo, aprendió a usar el diálogo y eso que sabía, lo utilizó, lo utilizó sin recato. Creo que no se puede ser un escritor joven hoy si no se domina la redacción del diálogo. Pero esta frescura de literatura “sin complicaciones”, sin complicaciones de influencias, de estilos, de una “academia” que muchas veces mata al escritor, hacen que el texto de esta novela sea rápido, ágil en su acción interna como en su lectura. Esta frescura del uso del idioma ella lo logra permitiéndose expresiones propias de otros géneros menores un: “Wow, genial” pag 62, o bien cuando su perro se accidenta escribe: ¡!! GUAU, ARGH, WOOF ¡!! pag 50; o bien “Sepe, no es genial ¡?!! Texteó Cler” pag 202. Usos de términos como: “texteo” , “contrincante holográfica”, o de cines en “6D” o “3D” o “lazers azules” pag 175 , extranet, todos términos que yo, como Profesor de Estado en Castellano, debería de traducir a la norma de la Real Academia Española de la Lengua y de censurar, y “corregir”, porque ellos todos están fuera de norma y debiera de decirle, como decimos: “mira Josefa Tello debes primero manejar la norma, luego destrúyela”. Sin embargo ella ha escrito sin complejos, conoce la norma, ejemplo de ello son usos correctos de términos como: “Alicaída”, “abrumador” o “figurilla de ángeles” que demuestran un amplio y rico vocabulario. Además, en la novela no hay reiteración de palabras, ni de conceptos, ni cacofonías obvias, ni lugares comunes tan difíciles a veces de controlar (hay por supuesto, “lugares comunes” pero usados, administrados, de tal forma que enriquecen el texto o la acción).

Sí, Tello Alfaro demuestra un “oficio de escritor novel” –valga la paradoja- que es ejemplar y este es quizás su mayor valía, este hacer por sobre la norma, por sobre la historia y la teoría literaria, a veces resulta, y Josefa Tello es un ejemplo, se necesita mucho esfuerzo, mucha corrección (tuvo un buen corrector de estilo Josefa) y mucho convencimiento, y fe en sí misma, todos ellos méritos que hoy se ven premiados con esta publicación.

Pero decía la frescura del texto es un valor de este libro. Hay otros, como la elección del punto de hablada, de donde o quien contará los hechos, y encontramos una novela en primera persona, que en momentos salta a un narrador testigo, no omnisciente, es decir salta de ella, Sabrina a un narrador que, distante, sin participar, observa las acciones y las cuenta, un narrador que deja que el padre hable como padre, el profesor como profesor y ellos los jóvenes como lo hacen entre ellos. O, cuando es en primera persona, es ella quien habla en su idioma que le es natural y apropiado. No hay introspección filosófica, ni frases grandilocuentes, ni reflexiones conmovedoras, (a las que nuestra generación está tan acostumbrada a encontrar en una novela) pero, y no por ello, es menos novela, ni es menos entretenida, ni menos trascendente. Decía que estas (digo un lenguaje sencillo, una estructura similar) son decisiones tomadas por Josefa Tello, porque demuestra por momentos conocer el paradigma lingüístico cuando selecciona palabras que no son de uso diario, ya daba antes ejemplos, y respecto a el epígrafe, “tus sueños están a grafito, y depende de ti pasarlos a tinta” se insinúa simplemente como una frase memorable. Es decir, quisiera convencerles que la sencillez es una elección de Josefa Tello que oculta tras

51 ella una profunda reflexión. A los 15 años se vive, eso parece decir un texto de estas características, y lo dice de manera magistral. La reflexión vendrá después…

En resumen, hasta acá, creo que la frescura, la coherencia (que en el fondo es la transparencia) y el esfuerzo (son 213 páginas, corregidas y re-corregidas) son las principales características de esta obra.

Quedan algunos detalles a los que me gustaría referirme, por ejemplo las referencias cruzadas; toda literatura las tiene, y debo reconocer que no las encuentro, sé que están ( ese nombre: Jeremías me da vueltas, los bailes, el que ella se llame Sabrina) pero referencias cruzadas que son generacionales, como mis referencias son un Che Guevara, un Tito, un Garrincha, la perra Laika, o Tribilín, las de ellos, los jóvenes, lo debo reconocer, no las encuentro… pero sé que están… porque encuentro otras, que ya nombraré.

Otro detalle son los dibujos que están pegoteados, son tal como aparecen en el libro, un adjunto que no corresponde al género clásico de la novela, que personalmente no me gustan, pero que entiendo en este género juvenil tienen un valor (lo icónico o el comic es la literatura natural, propia de quienes tienen hoy menos de 30 años).

También me llamó la atención la cantidad de colores a los que se hace constantemente referencia, desde el tono de los ojos de Sabrina, hasta párrafos que se definen enteros en el color. Un lector más avezado seguro podrá encontrar un sentido a esta característica de su literatura.

Pero, por último permítanme una interpretación de esta novela, o lo que un adulto con algo de experiencia en leer ve en ella. En este marco primero me detengo en el título, la escasez, falta, carencia, insuficiencia de chocolate (chocolate, palabra sin conocida etimología pues es un americanismo, y los conquistadores aniquilaron a su familia) y asocio el chocolate con la felicidad, una asociación que no es personal ni arbitraria, ni antojadiza, escribo “chocolate” “felicidad” en internet y aparecen 660 mil referencias del tipo “comer chocolate produce un sentimiento similar al de estar enamorado”, “sexo y chocolate la química de la felicidad” o “el chocolate contiene endorfinas” que al consumirlo producen alegría felicidad, amor” o “chocolate la droga del amor”, la novela de Josefina Tello trata en consecuencia, y según su título, de la escasez de amor, de felicidad. Es una novela juvenil, valioso testimonio lingüístico, ya lo decía, evidencia de referencias culturales, pero junto a ello también una manifestación de cómo ven el mundo que les estamos dejando. El mundo que les heredamos, tan escaso de amor, tan escaso de felicidad que la lleva a escribir una novela que una editorial (que estudia y en consecuencia conoce de gustos y demandas sociales) cree que es un tema vigente, sensible, “que tiene un mercado” diría quizás su gerente comercial.

Hay escasez de amor, de felicidad dice el texto y ya no la autora Tello Alfaro, sino su narrador implícito, ese alter ego del escritor, ese que deja escapar el inconsciente del escritor, el que le selecciona las palabras, el que le hace fijar en un acto instintivo la mirada en uno y no en otro color, frase o gesto de los personajes que crea. Ese narrador implícito, que decía es el alter ego del escritor, es el interlocutor de un lector también implícito, un lector joven que entiende de esas señas, de esos matices. Fue ese narrador implícito (una mezcla de inspiración y raciocinio, de instinto y lógica) el que tituló la novela, pero más, determinó el argumento, el motivo de la novela (porque, estaremos de acuerdo en que no fue un estudio sociológico, ni una encuesta de opinión la que llevó a Josefina a escribir una novela con este argumento, y lo que no es disparatado decir pues muchas editoriales lo hacen), no, fue este señor al que Jara y Moreno llamaron hace años

52 atrás “el narrador implícito”, el fue el que “puso” en circuito las neuronas que generaron esta conexión (algunos otros hablan de “el duende”, o de “la musa”). Pero sea como se llame, el que la hizo “inventar” este virus que genera una “deficiencia perceptiva externa”, y que hace que las personas no mueren pero deambulen en los parques balbuceando palabras entrecortadas, semiconscientes, y que se curan inyectándoles chocolate. Una nueva versión de estos seres que viven en este limbo, una nueva versión de un miedo ancestral. El miedo es personal y social, personal no puedo hablar no es mi tema, del social puedo hablar en referencia a la literatura. El miedo social lo reconocemos en la literatura desde que Creonte nos dejó ver aquella mansión del hades en donde Ulises encuentra a los muertos, para los griegos la muerte, la verdadera muerte es la falta, la pérdida de la pasión, Ulises encuentra allí a todos sus héroes y demás griegos, están todos como en sombras blancas, están igual a como Ulises los había conocido, pero han perdido el pathos, es decir la pasión. Luego estuvo el miedo al bárbaro y al abandono de dios después, a herejes y el desprecio al converso, y miles de muertos y muertas en la hoguera dan prueba de este miedo. Hoy en plena civilización del raciocinio, de la enciclopedia y del iluminismo, existe el miedo a la irracionalidad del fantasmas primero, (miedo inaugurado por la literatura inglesa), y a los zombis después, primer aporte nuestro, latinoamericano, a la literatura mundial, aporte originalmente haitiano específicamente relacionado con el vudú (puro sincretismo, africano, europeo y americano). Este es el miedo social, digamos, compartido, hoy, el miedo al muerto vivo, en un breve y torpe quizás resumen del miedo en la literatura. Pero volvamos al tema.

Francisca Tello convive durante el periodo en que escribe su novela con este narrador implícito, este alter ego que ya mencionábamos, que pone título a su novela y que entrega primero su motivo y argumento, el título ya lo comentamos (la escasez del chocolate, es decir, del amor), el argumento ustedes ya lo sospechan: como nos convertimos o como cualesquiera de nosotros está expuesto a un ser irracional, sin sentimientos, sin solidaridad, porque un muerto vivo es eso, un cuerpo sin racionalidad, sin emociones ni solidaridad. Un esclavo que no posee voluntad (de ahí el mito originario del vudú) en ese Haiti de antaño, una mano de obra más que esclavizada. Porque el esclavo se alza, el cimarrón, el rebelde, y se organiza, se crean sindicatos que en su esencia es solidaridad.

El zombi es un esclavo, pero sin voluntad, sin la pasión (esa de los griegos), en mi opinión, ese es el miedo de ese alter ego de Josefina en este libro.

Yo como lector adulto, y como trabajo en esto se podría decir, veo en el libro no solo un entretenido libro juvenil, lleno de referencias, muy bien narrado, sino también como adulto, más gravoso y pusilánime quizás ya a casi mis 60 años, veo en él un testimonio de una juventud que está preocupada por este mundo que les dejamos. A ellos solo puedo decir: hicimos lo que pudimos miles de Josefinas, unos más, otros menos, uno a este lado y unos al otro, pero también tuvimos esos miedos, también soñamos y también estamos comprometidos, en consecuencia a darte, a darles nuestro apoyo, y discúlpenme pero ese síndrome de deficiencia perceptiva externa que mencionas existe. Hace poco tiempo atrás leía a otro joven de tu edad contarnos un cuento breve que me gustaría recordar, y dice así: “hace miles de años existió una civilización increíble llamada chinchorro, más antigua

que el mismo Egipto, hoy el mismo lugar que habitaban ellos está habitado por seres, que lo único que hacen, es sentarse frente a un televisor, cual momias después de la muerte” No estás sola Josefina Tello Alfaro, quienes amamos leer, quienes disfrutamos un libro leeremos el tuyo con gusto, con orgullo que seas una ariqueña, pero sobre todo con la esperanza y placer de ver nacer una gran escritora en nuestra tierra.

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“LA MALDICIÓN DE LOS WHATELEY’s”

PABLO ESPINOZA BARDI, 2011, Editorial Cinosargo, Arica.

Para los admiradores de H.P Lovecraft son ocho relatos que los disfrutarán. Es una literatura que configura un fuerte ambiente de terror, de maldad y degradación con que el hombre como género humano puede convivir en su imaginación. Y no es este transgredir hacia lo prohibido, hacia los libros malditos, los mundos alternativos y horripilantes, un tema nuevo en este autor, ni este el único libro que publique incursionando en este estilo o subgénero. Espinoza Bardi con “La Maldición de los Whateley’s” logra sí posicionarse como un autor de referencia entre los jóvenes que gustan de esta literatura.

“Shhh…” Poesía Visual MAURO GATICA SALAMANCA, 2010, Editorial Cinosargo, Arica.

Un libro que nos lleva a los límites de la simpleza, estética y literal, sin perder la complejidad y la capacidad de la poesía de conmovernos en el mejor sentido de la palabra. Gatica Salamanca deja un testimonio de lo que es capaz, de su valía, en un libro que no se olvida, un libro que innova, original como el mejor, y que le otorga evidencia de calidad a nuestra nueva literatura regional. Hoy no es fácil de encontrar “Shhh…”, si lo tiene guárdelo, si lo ve en algún escaparate adquiéralo sin dudarlo, es un libro que hace solvente cualquier biblioteca.

“NOVELA NEGRA”

JUAN PODESTA BARNAO. Editorial Cinosargo, Arica No corresponde como otros a un escritor nacido en Arica, pero su obra como sus influencias y relaciones coinciden con esta nueva generación de escritores ariqueños. Esta obra, que no es una novela como por su título puede entenderse, “tiene ritmo” dice Bernardo Guerrero, “cada poema trasunta miedo vértigo violencia” y más adelante “El lector debe congeniar con él (el personaje) hacerse cómplice de sus debacles y de sus épicas” Es una obra en que la palabra es lo más poderoso y como se advierte a la entrada del libro “ningún hierro puede penetrar el corazón con tanta fuerza, como un punto colocado en el sitio preciso” Es justamente esta frase que expresa una preclara responsabilidad respecto a la importancia del lenguaje, es lo que le entrega particularidad y una especial significación a la obra de Podestá Barnao.

“CONTINUE?”

RENATO CONTRERAS D. 2012, Ediciones Cinosargo, Arica.

Es un libro con mensajes crípticos, un ejemplo es su portada, pero además plantea un tema inusitado en cuanto a tópico, que no por ello deja de apelar a los sentimientos más humanos, como la nostalgia, la melancolía que se unen a la experiencia “HP 12/160 ó

54 [ACE gained 15 EXP Points]”. El oficio de Contreras, más lo que realmente denota su libro y una extensa experiencia gamer más un vasto conocimiento de esta cultura son el sustento y valor de un libro acotado para una generación que comienza a ganar su espacio como escritores y como lectores, y que expresan su particular cultura en un formato literario, quizás el testimonio de un estilo de vida.

“EL CASO DE VINCENT FONSECA” LUIS ORÓSTICA, 2019, Editorial Cathartes, 112 Pgs., Arica.

Luis Oróstica cierra una antología de cuentos de escritores ariqueños publicada el año 2018 con un trabajo que sorprende por su calidad y la presente obra consolida esa buena impresión que había dejado ya ese anterior trabajo. “El Caso de Vincent Fonseca” es un ejemplo de una novela policial de la mejor factura, y goza el mérito adicional de inscribirse en el estilo de parte de esta nueva generación de escritores ariqueños que mimetizan la ficción en formatos biográficos o antropológicos. La obra de Oróstica se presenta originada en un caso de etnografía urbana; en ninguna parte del libro de dice que sea novela, cuento o semejante, solo se puede deducir ello de los títulos que, en la solapa del libro, acompañan esta publicación de Editorial Cathartes, además de unos dibujos que poco aportan a lo narrado. Incluso el incluir en una obra de ficción una Presentación, un Glosario y como cierre, la transcripción de material que pretende avalar la veracidad de los hechos, acrecienta la incertidumbre sobre el carácter ficcional de la obra en el lector.

Recursos legítimos o no, esta novela corta posee un estilo narrativo administrado con maestría. Oróstica no es escritor que concite toda nuestra atención desde el primer párrafo, va lentamente, al igual que en su cuento, involucrándonos, posee el encanto, el oficio para que no dejemos de leerle y nos hace avanzar párrafo a párrafo, página a página hasta tenernos envueltos en su trama y atrapados en las vicisitudes de sus personajes.

El lenguaje formal, ortodoxo, no es su cómplice, y el exceso de anglicismos, la necesidad del glosario final, los diálogos mal diseñados o incómodos de leer, son superados y transformados en una información que se involucra con la trama que urde la novela y legitimados en el contexto argumental de ella. Y esa es su grandeza como escritor.

Oróstica le da mérito y solvencia a un estilo de escritura que no es fácil dárselo, que es víctima del desprestigio que otorga la academia, pero su frase corta, su profunda naturalidad en el uso de ese lenguaje y la configuración del personaje hecho fundamentalmente de expresiones consustanciales a él, hace de su texto una obra narrativa, y una obra narrativa de gran calidad.

Hay que leer a Oróstica sin prejuicios, cualquier lector de menos de 30 años lo disfrutará como la mejor lectura desde sus inicios, en un liceo, en clases de lenguaje, seguro se regurgitará con el placer más profundo; para los mayores: hay que dejarse llevar por sus páginas, olvidarse, sacudirse prejuicios lingüísticos, norma y academia, y encontraremos una excelente novela corta, y ojalá la primera de muchos nuevos escritos. Felicitaciones también a Editorial Cathartes una publicación así va construyendo un impecable catálogo y al mismo tiempo nuestra mejor literatura.

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“CRISTO BARROCO”

DANIEL ROJAS PACHAS, 2012, Ediciones Orem, Arica.

Quizás la mejor obra de Rojas Pachas, 20 poemas y textos rebosantes que arriesgan la demasía de citas y referencias bibliográficas, pero que poseen el ritmo y el sentido o contenido con que el poeta verdadero puede dignificar el idioma. De igual firma la prosa se ve inducida por el respeto al aspecto fonofonológico del lenguaje. Son 54 páginas no fáciles de leer, pero ningún buen texto literario que inaugura un estilo lo ha sido jamás.

Rojas Pachas publica posteriormente con una temática y una perspectiva diferente en diversos géneros sin, en nuestra opinión, la solvencia literaria de esta obra poética que marca la producción literaria regional.

“COMO GOTAS DE ROCIO”

NELSÓN GÓMEZ LEÓN; 2014 Imprenta Krom 98 Pgs., Arica.

Su género son los microcuentos en los que ha demostrado un oficio insuperable en un estilo que practicara Ramón Gómez de la Cerna, y que Gómez León lo instaura con inigualable maestría en nuestra realidad. La ironía, el humor, tratados en el mejor sentido.

Ejerce la observación que solo poseen los grandes artistas para transformar lo cotidiano en material literario. Gómez León, que fue regalo y honor para nuestra ciudad, nos dejó el año 2019. “Gotas de Rocío”, prologado por Pía Barros, no es su único libro de cuentos cortos, ha escrito también “Opus Brevis”, “Dios no se Llama Jaime”. Incursionó además en la novela, cuento y el teatro.

“HUMANOS UNICOS”

LUIS ARAYA NOVOA, Colección Rapsodas Fundacionales, 149 pgs., 2014, Arica.

No es fácil encontrar un libro de Araya Novoa, aún cuando tiene un reconocimiento social indiscutible como escritor en el norte grande, ganador de diversos concursos de cuentos y antologado innumerables veces en Chile como en el extranjero. Respetado entre sus pares. “Humanos Unicos” son cuatro cuentos que permiten conocer su prosa, pero se añora aún un libro que compile sus cuentos todos como su obra poética.

“MEMORIAS. Los Años Inolvidables de la Radio en Arica”

CARLOS MASSA CRESPO, Editorial Lusevo, 109 páginas, Agosto 2017. Arica.

Un libro que, como toda memoria, gusta o no gusta: las memorias no se permiten términos medios. Y la de Carlos Massa gusta. Un libro que se deja leer con agrado y familiaridad, sobretodo para quienes han vivido en Arica y reconocen en él a locutores, programas, avisos, radioteatros que vuelven a cobrar vida en sus páginas. No puede menos que recomendarse su lectura, un ejercicio que le hace bien al alma del ariqueño que vivió esa época de la onda larga, de las radios peruanas y bolivianas en onda corta invadiendo el éter. Massa Crespo en estas páginas rinde un homenaje a tanto empresario

56 radial, radioperador, locutor, libretista que día a día fueron parte de las vidas de los ariqueños de esos días en que el corazón les daba tumbos de esperanza, les latía con el ímpetu y la ilusión de ver una ciudad que renacía. Pero Carlos Massa, en estas páginas no solo habla de personas, sino que plasma anécdotas como la de aquellos gatos pelones que un día traspasaron el techo cayendo en medio de la caseta de transmisión, o de los papeles que botaba Enrique Lihn, hasta la llegada de las radios satelitales que marcan el final de esta época.

En este libro está el valor de una radio que nace del esfuerzo del estado y al alero de la Junta de Adelanto de Arica, y que quedó en la memoria colectiva regional como quedaron también Radio El Morro luego Radio Arica, Radio INACAP que se escuchaba solo en algunas cuadras a la redonda, Radio de la Defensa Civil, o Radio Universidad del Norte, y de tantas voces que les dieron vida, Aida Carrasco, Ramón Moncho Muñoz, Luis Roldán Morales hasta un Mario Kendall a quien conocí los últimos años de su vida. Cuento que cita más de 150 referencias de personas que trabajaron en este medio, un esfuerzo de investigación acucioso, paciente, callado y generoso, porque el autor sabe que a la radio en Arica la hicieron personas comunes y corrientes con un gran amor por los micrófonos, por ese secreto encanto de irradiar la voz en el éter ante un fascinante silencio, pero que uno, radioescucha, envuelto en las sábanas heladas de la cama, tapado hasta las orejas, escuchaba “El Gran Radioteatro de la Historia”, o “La Tercera Oreja”.

Debo reconocer que años atrás fui un ávido lector de memorias, memorias de Presidentes como las de Alessandri, o Carlos Ibáñez, de políticos, recuerdo la de Elías Lafertte, o la del escritor Fernando Santiván, y comparándolas, al leer estas memorias, se agradece la modestia del autor, que en este formato literario se le hubiera permitido muchas autoreferencias, muchos recuerdos y anécdotas personales, pero Carlos Massa solo hace mínimas referencias a su persona, permitiéndole el género haberlo hecho mucho mas. Un distingo, un valor del autor, que muestra su generosidad, una sincera humildad, frente a lo que comienza a ser una historia de la radio local, una historia de la que Carlos Massa inaugura con un ancho, sólido, generoso primer paso.

Todo un acierto estas “Memorias” Los Años Inolvidables de la Radio en Arica, con el que inicia su catálogo una nueva editorial de nuestra región “Lusevo” Editorial, el libro de Carlos Massa que no solo tiene el valor del testimonio directo, de un primer informante, ni el de tratar un tema tan cercano a nosotros, ni solo el valor de citar a tanto vecino, amigo, conocido de ayer que hizo un aporte a este medio, ni solo el valor de la paciencia del investigador cuidadoso, esmerado, como lo fue Carlos con este libro, ni tampoco el único valor de iniciar una historia del periodismo que a Arica se le debe. El valor de este libro está en todo lo antes nombrado, mas el haber sido hecho por un ariqueño, por uno de nosotros con una generosidad y altura de miras, que hoy en medio de este mundo, tan bien descrito en cambalache, ya cuesta encontrar. El termina su libro, después de narrarnos esta odisea de la radiotelefonía regional, con las palabras de Carlos Salas Iglesia “Chile le debe a Arica un destino”, yo quisiera agregar que Carlos Massa Crespo, con sus Memorias, va construyendo el destino de Arica.

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“HOTEL PACIFICO, y otros cuentos”,

BORIS CORREA MONARDES. Autoedición, 36 pgs. Sin año de publicación.

Pero se puede consignar el 2014. Correa es quizás, de los escritores de su generación el más prolífico. Este libro de cuentos, el más breve de sus publicaciones, tiene la gracia de aludir a un hotel para todos los ariqueños símbolo de años de grandeza de forma amena y llena de añoranzas, pero es también una excusa para reconfortar con la memoria de lugares de una Arica de la mitad del siglo pasado. Todo ariqueño leerá este libro con cariño.

“… Y LLEGARON CON CADENAS…”

Compila: R. RUZ, L. GALDAMES, A. DÍAZ. 2013, Edic. Univ.de Tarapacá, Impr. Krom, 458 Pgs, Arica.

Su subtítulo dice: “Las poblaciones afrodescendientes en la historia de Arica y Tarapacá (siglos XVII – XIX)”. Su solo nombre ambienta en el carácter de esta publicación que es fundamentalmente histórica. Prologado por Patricia Arévalo, es una publicación que hoy es realmente difícil de encontrar por lo pertinente del tema como por la calidad de la compilación, y por un tema que en nuestra región cobra cada vez más posicionamiento. Es un libro que aporta y complementa información sobre un tema que estos últimos años adquiere presencia mediática como reconocimiento institucional por su calidad de pueblo tribal. Son valiosos además los cuadros estadísticos, censos, y material que permite generar nuevos trabajos transformándose de esta forma también en un documento de estudio.

“ANTOLOGIA, HAZLA CORTITA

Una larga historia en pocas palabras”

Plan Regional de la Lectura, 2018, Editorial Lusevo, 101 pgs., Arica.

Hazla Cortita es una compilación de cuentos breves participantes del homónimo concurso literario que tiene como propósito estimular la creación literaria con pertinencia regional.

Hasta su octava versión (2017) el concurso ha recibido más de 40 mil cuentos y premiado a más de 68 participantes. Cuentos breves que enseñan la intimidad de nuestro ser social, son una acertada y lúcida pincelada de nuestra historia, de nuestro presente, de nuestros temores, alegrías y perspectivas en solo 101 hermosas y precisas palabras. Son 80 cuentos que se dejan leer con entusiasmo y familiaridad por sus alusiones a lugares que no son comunes, más -como decíamos-, no por ello pierden en dramatismo ni en profundidad de sus opiniones. Se puede leer abriéndolo en cualquier página.

“CUMBIA ACIDA” RODRIGO ROJA TERAN, 2018. Editorial Aparte, Arica.

Rojas Teran, (1987, Arica) es titulado como Técnico en Trabajo Social lo que explica en parte el profundo conocimiento de la situación de inmigrantes en el valle de Azapa, pero más que conocimiento en “Cumbia Acida” se expresa una interiorización de la abyección y deshumanización de inmigrantes que no por cumplir una vida dramáticamente degradada

58 logra denigrar a sus protagonistas. El suicidio redime en esa cumbia, de ritmo ni alegre ni dulce cumple con el ritual de uno de los suicidios más trágicos: el envenenamiento con pesticida. Con un lenguaje lleno de localismos y dominando su ritmo como un lenguaje en exacto equilibrio entre lo cotidiano y lo culto, a riesgo de la reiteración pero salvando cada escollo lírico con un escéptico involucramiento no panfletea ni cae en el academicismo.

Ese es quizá su mayor mérito, la distancia, la tristeza medida ante la tragedia. Gran obra, premiada en concursos nacionales, Rojas Terán entra con letras mayúsculas en los anales de nuestra literatura regional.

”VESTIGIOS DE MONTAÑAS Un viaje” JUAN JACOBO TANCARA Ch. 2019, Ediciones Palabra Comprometida, 116 Pgs. Arica Es fácil y agradable comenzar a leer la obra de Tancara Chambe, pero difícil concluir en una definición de su libro. La cita inicial que correspondería al epígrafe no es de un escritor, es de Juan Van Kessel un conocido cientista social en el norte de Chile, lo que ya es un primer indicio. Desde su primer capítulo encontramos un lenguaje colmado de modismos y locuciones propias del mundo altiplánico, específicamente provenientes del aymara junto a una recursividad lingüística propia de la documentación, uso de negritas, de eslarch y 16 pie de páginas. Mas uno encuentra también un paisaje descrito en una rica complejidad de aromas, perspectivas, colores y textura, las imágenes que nos va transmitiendo tienen un peso, un impacto tal que impregnan la lectura y al lector ya sea de esa frialdad y transparencia propia de la puna, del aroma del mate hirviendo en la olla despeltrada, o la morriña de ese altiplano frígido. Y junto a lo anterior encontramos también el planteamiento de un conflicto: expoliación, menosprecio y olvido que “convida a la lucha” (Pag. 7) como el perfil de un personaje: “Yo viví en”… (Pag. 8). Sin embargo los elementos que tradicionalmente configuran una novela breve, una nouvelle, se detienen acá. El conflicto no evoluciona hacia una trama en la medida que el protagonista, Eliseo, no avanza en su superación, ni perfila un antagonista, por el contrario, el conflicto, -digamos, el desarraigo-, se profundiza, y golpea no solo a Eliseo, sino también a su familia, sin embargo su padre escapa, mas su madre y hermano, su perro, el caballo sufren junto a él, transformándose el relato en una memoria, un testimonio, una historia, como en estricto rigor el autor lo anuncia en la bajada de título (La Historia de una Familia Aimara). Dos obras anteriores a la presente “Murallas de Piel y Silencio” (2017), y “Mientras Dure la Vida” (2019) son de factura similar a ésta con lo que da fé que no está dispuesto a conceder la circunscripción de su obra a formatos literarios academicistas que estatuyera ayer un Wolfgang Kayser. Tancara Chambe no acepta los formatos a que nos acostumbró la academia, escribe generosamente sin complejos con una temática y en un estilo digno de elogio. Su obra radica fundamentalmente en su lenguaje que es donde debe estar toda obra literaria. Cuando el escritor encuentra este, su lenguaje, identitario, original y fundamentalmente apto o coherente con sus fines, es como si encontrara su esencia. Él ya encontró un camino en estas tres obras. Estas 116 páginas son una prueba de esta interesante propuesta formal. Es un lenguaje complejo en alusiones con las cuales edifica el ambiente y perfila los personajes. Mas no podemos evitar mencionar su a veces excesiva complejidad en el uso de conceptos a saber: ethnos, morriña, aquilón, o construcciones sintácticas como “al periciclar el interregno”, “A la lejanía las sombras se”… o “El reaparecer de una creciente en la oblicuidad del hado que tuvo que arrostrar”, hacen

59 que nuestro aparato decodificador chirríe, trastabille, pero no cae, Tancara Chambe posee el encanto que permite recuperarse y seguirse deslizando por sus historias.

Podríamos aludir al sustantivo aporte patrimonial de la obra de Tancara Chambe a nuestra cultura regional que lo tiene, por supuesto que lo tiene, al valor testimonial de sus escritos, a la calidad del informante, incluso el cierra el relato con fotografías que nos retrotraen al personaje que ha cruzado la obra, sin embargo estos son argumentos extraliterarios. No es una novela, ni relato de ficción, es un texto que de momentos posee una notable maestría y delicadeza propia del lenguaje literario, pero un texto que final y en definitiva quiere evidenciar el devenir de una familia en medio de una tierra que ya no les pertenece. Acá, hoy, queremos destacar su gran valía como escritor pues la redacción, el uso del lenguaje en esta obra, como en las anteriores le consagran ya como tal, y con orgullo debemos reconocer como parte de nuestra estirpe literaria regional.

“MANUEL YANULAQUE SCORDA (1850 – 1934),

Historia e

imágenes ariqueñas”; ARIELA GONZÁLEZ Y. y RODRIGO RUZ S. 2013, Edición patrocinada por la Univ. de Tarapacá y financiada por el CRCA, 111 Pgs., Arica.

Un libro elegante, cuidado, solvente, que apoyado en fotografías de época narra con gusto y rigurosidad la historia de una familia emblemática de Arica y Azapa y al hacerlo, expone un testimonio histórico propio de toda nuestra ciudad y sus habitantes. Posee una diagramación acorde al contenido, y una muestra de aproximadamente 130 fotografías que expresan costumbres y paisajes de una Arica en que se amalgaman diferentes culturas como europeas, afrodescendientes y altiplánicas. El texto que las presenta explica el valor testimonial de ellas como la vida de Manuel Yanulaque, su familia y amistades entregando a la comunidad, exponiendo, un registro íntimo y familiar. Es una edición que se encuentra en ejemplares de tapa dura y blanda.

“MI CÁSCARA DE NUEZ”,

VANESSA MARTÍNEZ EMMA, 2014, Colección Rapsodas Fundacionales, 47 Pgs, Arica.

Vanessa Martínez no ha tenido el reconocimiento que merecen la calidad de sus textos, es una cuentista que maneja el lenguaje literario con propiedad construyéndose un estilo personal tanto por la prosa como por los temas que desarrolla. Una escritora que, quien hable con propiedad sobre nuestra literatura, no puedo no mencionar. Su obra anterior “Se Arrienda Pieza a Caballero Solo” es otro ejemplo de su maestría. Una escritora que se ha ganado un espacio y que debiera de difundirse más.

“HEPTADARICA”,

Antología Poética de Vertizonte, 2002, Ediciones Apeiron, 132 Pgs, Arica.

Corresponde en primer lugar reconocer que esta es una publicación que excede las fronteras temporales del registro de esta publicación, sin embargo detrás de esta antología está uno de los seres míticos de la literatura del norte grande: Rodolfo Kahn quien antologa a ocho vertizóntidas poetas de Arica nacidos entre 1968 y 1980. Como dice su presentación un libro de poesía que permite “recobrar el sentido de lo humano, del

60 asombro, del misterio, del Carpe Diem”. El grupo Vertizonte es un hito junto al anterior Tebaida y al posterior Cinosargo y la obra de un maestro como Rodolfo Kahn.

“CHUKURUMA”

RODRIGO VILLALÓN ARDISONI, 2014. Autoedición, Arica.

Chukuruma, o “agua que corre” es un libro de 52 fotografías en blanco y negro de más que una fiesta, de un rito común a nuestros pueblos del altiplano, el carnaval de Socoroma. El ordenamiento de las imágenes marcha de acuerdo a las etapas de la conmemoración, las últimas imágenes, nueve primeros planos de rostros de socoromeños son el emotivo testimonio de este rito. Villalón con su cámara pone en valor el patrimonio vivo de nuestra región.

“AFROCHILENOS: UNA HISTORIA OCULTA”

MARTA SALGADO HENRÍQUEZ. Ediciones Krom. 197 Pags Arica.

Fue Presidenta de la ONG Oro Negro lo que le permitió un amplio y profundo conocimiento del tema. El libro es interesantísimo, de fácil lectura pero no por ello carece de datos censales, información muy específica del tema y una varada cantidad de fotografías que ambientan excelentemente la problemática de los afrodescendientes de Arica. La edición del libro además es ordenada y de cuidada diagramación además de la calidad de las imágenes, mérito este de la imprenta Krom de Jaime Aramayo. Un libro inevitable para quien quiera conocer la historia de nuestros valles.

“EL RESUCITADOR EN SERIE”

CARLOS MORALES FREDES, Colección Rapsodas Fundacionales, 40 Pags. Imprenta Krom, Arica.

Son nueve cuentos y de ellos el primero “Dolor Referencial” es un cuento digno de antología, tanto el tema como la capacidad de síntesis y la presentación de la anécdota tienen la virtud y la maestría de dejar en el lector una historia inolvidable, referencial. Los demás son cuentos testimonios de una valiosa calidad literaria y así como Luis Seguel va confirmando su calidad de novelista, Carlos Morales avanza confirmando su calidad de cuentista y testimonio de ello es que este mes es publicado en la capital en la “Antología del Cuento Chileno II” junto a consagrados como Ramón Díaz Eterovic, Poli Délano, Pía Barros, Juan Pablo Sutherland y otros.

“CHILE: PLANTAS ALIMENTARIAS PREHISPÁNICAS“ ORIANA PARDO y JOSÉ LUIS PIZARRO. 2005, Editorial Parina, Santiago.

Oriana Pardo y José Luis Pizarro, dos autores que hoy poseen una editorial de nuestra región, Ediciones Parina con la que han publicado “La Chicha en el Chile Precolombino”.

Ambos han incursionado en publicaciones más técnicas como “Especies Botánicas Consumidas por los Chilenos Prehispánicos” y “Alimentos: Conservaciòn y Almacenamiento

61 en el Chile Precolombino”. Ambos autores y sus libros tienen la valía de una producción intelectual regional de primer mérito.

“ANTOLOGÍA Y CATÁLOGO DE ESCRITORES DE ARICA Y PARINACOTA”

Plan Regional de la Lectura, 2012, Edit Cinosargo, 251 Pgs., Arica.

Es una reseña de los principales escritores regionales -aunque corresponde mencionar que no están todos, se puede asegurar que todos los que están, son-, acompañada de una foto de ellos y una muestra de sus escritos, pero además de los temas y ambientes locales. Una referencia inevitable, necesaria, de nuestra literatura regional y en el marco del tema tratado el mejor trabajo hecho en nuestra región. “Es una provocación a la lectura” como escribiera Patricia Arévalo Directora del Consejo Regional de la Cultura ya las Artes en su contratapa.

“HISTORIA DE LA GRAN CAMPANA COLONIAL DE ARICA”

RICARDO CASTRO RAMÍREZ, Herco Editores. 108 Pags, Arica, .

Libro que tienen como subtítulo “y el descubrimiento de las ruinas del Convento de San Francisco en el subsuelo del Mercado Central”. El libro posee fotografías, planos, dibujos y croquis del lugar. También se exponen documentos oficiales y recortes de prensa que le permiten ir dejando un testimonio fidedigno de esta campana, como de las ruinas del subterráneo del Mercado, un inexplorado túnel que se hunde en el subsuelo de esta centenaria construcción del que no hay información académica ni investigación profesional. Derrumbes en construcciones de las cercanías hablan de un laberinto que uniría edificaciones eclesiales del tiempo de la colonia, usados para la Guerra del 79 y por militares durante los primeros años de la dictadura, túneles que hoy son sustento de mitos urbanos. Castro Ramírez edita un trabajo interesante y que merece ser destacado, pero sobretodo pertinente en el contexto de poner en valor nuestro patrimonio local.

“WAMPUN YANAWARAN YATICHAWIPA”

ELIO BENAVIDEZ Q. 2019. 2da edición,76 pgs Arica.

Elio Benavídez es Educador Tradicional de la escuela José Miguel Carrera, de allí su amigos imaginarios Wampu y Yanawara niños de 8 o 9 años que en el libro van adentrándonos en el uso más cotidiano de aimara, el idioma casero, el de juegos y de lugares que nos son comunes, de aves y juegos, de playas y del agro, sin descuidar un grafemario, fonemas y puntos de articulación de nuestro aparato fonador. No es un libro de texto escolar, es más que ello, es un libro que le es útil a cualquier persona que quiera tener una mayor cercanía con este lenguaje ancestral que hoy se posterga por nuestro castellano.

Editado con un buen papel y una diagramación alegre, cuidada, tiene además un registro de fotografías que le son propias lo que materializa una cualidad más de este emprendedor y responsable educador con una lengua que guarda nuestro carácter, y

62 nuestra cultura más primigenia. Para mayores referencias del libro se puede escribir al email: eliot_bq@hotmail.es.

“UN PEQUEÑO RELATO PARA EL PICAFLOR DE ARICA”,

Compilan: KAROLINA ARAYA y ERICK LEIVA. 2019. ONG Picaflor de Arica, 1000 ej. Arica.

El libro es un libro extraño, es pequeño, alegre tiene ese algo de prodigio y de extremo que posee el picaflor y que es un logro del diseño de Ronny Peredo. Notable ilustración.

Libro liviano y –podríamos decir, ontológicamente pesado. Me explico: dicen que perdemos 21 gramos en el momento en que morimos. 21 gramos pesa una pareja de picaflores. Una pequeña ave cuyo corazón late 1200 veces por minuto y aletean hasta 70 veces por segundo, y debe consumir para compensar el gasto energético, diariamente, una cantidad de alimento superior a su propio peso. Los picaflores son un prodigio de la naturaleza, un extremo de la creación.

En nuestra cultura el picaflor es símbolo de belleza, de amor; signo de protección y representa la libertad. Para otros el picaflor, quizás por ser el un único que vuela hacia atrás, es símbolo de resurrección. Un tatuaje de picaflor es señal de felicidad y de protección. Otros lo identifican como mensajero. O como guardián del tiempo. 21 gramos somos todos, el peso de nuestra alma y este libro es un homenaje a lo aleve y precario de lo que somos y debemos cuidar. Porque 21 gramos es el peso de nuestra humanidad.

“SAHUARA, Según el Relato de sus Habitantes”, Agrup. Social Patrimonial Cultural Deportiva, Tumbo Vertientes de Sahuara, 2019, 47 pgs, Arica.

La transcripción y edición corresponden a Roberto Flores Salgado. Son breves relatos de aproximadamente dos a tres páginas y 15 fotografías en un libro configurado por testimonios de una intimidad, sinceridad y sencillez que cautivan al lector hasta sus páginas finales. El uso de la primera persona por el informante, la cotidianeidad de lo narrado, el uso del diminutivo pero fundamentalmente el trabajo anónimo responsable y comprometido de la trascripción, hacen de esta publicación un referente para el lector que quiera adentrarse en el mundo de nuestra ruralidad. A Flores Salgado le es familiar este mundo, familiar y querido por lo que se trasluce en este trabajo que resulta accesible a estudiantes (y que ojalá algún día se llegara a trabajar en las salas de clases) como a quienes se acercan al mundo andino con un interés turístico, didáctico o propio de la investigación. Lamentablemente para acceder a él solo está la referencia en Facebook: “patiperra audiovisual”, una situación que aqueja a muchas de nuestras publicaciones. Sin embargo es necesario detenerse unos momentos más sobre este autor: Flores Salgado tiene avalado un valioso perfil en la historia de nuestra literatura regional por una serie de publicaciones en soporte digital: ”El Concierto del General” una novela autobiográfica, más “5027 Pasos”, “El Héroe”, “El Llamado de la Noche Subterránea” y “La Colonia Verde” junto a la colección de cuentos “Sindicato y Otros Cuentos” es una producción que se encuentra accesible por código QR. Flores Salgado se inscribe en esa generación literaria regional que resulta expósita, disociada de la generación anterior ariqueña o de aquellos nacidos antes del 50, y, a la vez prematura y en consecuencia no coincidente con los códigos discursivos de la del 80 en adelante.

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“LA LITERATURA EN EL NORTE DE CHILE”

Compila Alejandro Pérez. 2017, Editorial Lusevo, 79 pgs., Arica.

Compendio de exposiciones efectuadas en el VII Seminario de Bibliotecas Públicas sobre la literatura en el norte de nuestro país. Son seis exposiciones que articulan diferentes momentos culmines de la literatura antofagastina (principios del siglo XX) con la de Iquique (fines del siglo XX) y la literatura actual de Arica y Parinacota. Exponen Bernardo Guerrero, Sergio Gaytán, Patricia Mardones, Daniel Rojas P., Juan Carlos Mamani y Alejandro Pérez también compilador. Cuenta la edición además con un registro de 500 títulos de obras que conformarían nuestro corpus literario común en que se señala, nombre de la obra, autor, género, lugar de la edición y año de su primera publicación.

Compendio que entrega elementos que permiten sostener la existencia de una literatura regional, y material pedagógico para profesores de educación media que tengan interés en desarrollar el tema en sus clases.

“SENDA LLACUNES”,

ESTEFANÍA BERNEDO P, 2019 Edit Aparte, 78 pgs., Arica.

Son 4 cuentos signados por la nostalgia y ambientados en nuestro altiplano. Sus personajes son transparentes, obnubilan de tan perfectamente detallados ya sean una niña o un equipo de fútbol. Cada cuento golpea el alma, con-mociona en sus líneas finales como decía debe ser en un buen cuento Julio Cortázar, pero con el estilo Bernedo, un knock out que no solo te derrumba el cuerpo, te arrastra el alma en esas últimas líneas.

Sin embargo no son la estructura del cuento, ni el ambiente lo que hace de este libro de formato pequeño, uno de los más grandes libros de cuentos publicados en nuestra región estos últimos años, es la “narratividad”, el uso del lenguaje, la adjetivación, la construcción de una frase, indudable e impecablemente literaria. Tiene la poesía, la sonoridad, el color, los aromas enrevesados en sus frases, en sus expresiones; es un sintagma evocando un paradigma de innúmeras referencias altiplánicas, añoranzas, la soledad de una raza: “Esa noche ignoró las estrellas que alardeaban como grandes zafiros” o “y el hielo florecía peligroso como los tunales” o “se amaron con holgura y luego sin riqueza me parieron”.

No hay mucha información de Estefanía Bernedo como escritora, pero no la necesita, están estas páginas como presentación, un sólido, promisorio y muy competente primer libro (creo es su primer libro), tiene lo primordial, lo que hace a un escritor, la habilidad de construir una frase plena, e indudablemente literaria. Nada más que felicitar a Editorial Aparte por esta publicación y esperar una próxima entrega de un escrito que con estas características van consolidando la potencia y calidad de nuestra literatura regional.

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6.- CRITICA Y LITERATURA REGIONAL

CRÍTICA LITERARIA REGIONAL La crítica literaria es el elemento mediador entre la obra y los lectores. Personajes controvertidos los críticos literarios, amados y odiados según sus opiniones con una función que se enmarca en el contexto de producción, circulación y disfrute o consumo de la literatura. Una función que también permite desfosilizar la lectura, es decir que genera y produce la información complementaria que contextualiza para que la lectura tenga más de un sentido. Esta segunda definición permitirá, no que nos guste -o no- un libro, pero sí pasar a ayudarnos a comprender más algunos de sus múltiples significados.

Así, la crítica no es una, está desde aquella asociada al consumo, o acceso a los libros, a la figura del autor más que al escritor, al de la editorial y de la motivación lectora con un fin recreativo e incluso frívolo como otra que construye una noción de valor no en un idealismo atemporal, e idílico, de cánones descontextualizados, sino en las condiciones materiales y temporales en que los libros se realizan por un escritor (abstracto) más que por un autor (dueño de una propiedad intelectual).

La función de la crítica sea ésta suscrita a la lógica del mercado editorial o del estudio de la literatura propiamente tal, en nuestra región desgraciadamente no existe. Y sí existe un corpus entendido como esa masa crítica que ya es más que ello, que por su madurez se transforma en movimiento, escuela, tendencia... quién lo sabe, y va conformando el canon. Este canon es fundamentalmente un legado de obras y asociaciones como Rapsodas Fundacionales, Cathartes, Aparte y antes Cinosargo o Heptadárica. Un legado que se visualiza en más de un centenar de publicaciones en este último lustro y que necesita de una crítica, de una funcional al mercado editorial, como también de una que determine el valor y la calidad literaria de él.

Esta función crítica ya no es responsabilidad del ámbito literario, lo rebasa. Esta crítica es producto de un proceso formal y especializado. Es cierto que grandes críticos de nuestro país, como en Latinoamérica fueron autodidactas, pero eso fue en la década del 50 del siglo pasado. Hoy la crítica la ejercen periodistas especializados, docentes, proviene de la academia, no exclusivamente, pero es una responsabilidad de nuestras casas de estudios superiores, sobre-todo aquellas que buscan una inserción en su comunidad, una legitimidad regional. La mediación entre escritor (o autor) y lector es vital. El lector siempre concesiona un sentido al texto del escritor (o autor). Y es en esta intermediación, en esta concesión, donde la crítica cobra su función primordial u original. Que el sentido pase de aquel literal a uno complejo. Allí la cualidad de entretener, la frivolidad que posee toda literatura (cualidad que no es excluyente de otras cualidades) puede pasar a adquirir para el lector una función más ontológica o compleja: y en esa praxis es sustancial la contribución de la crítica. Que ese bosque de obras que existe en nuestra región sea sano, prolífico, conocido en otras regiones, depende en gran parte, no ya de quienes le plantaron y velaron sus brotes, sino de quienes pueden ver en él hoy una disposición, un carácter, particularidades y semejanzas, historias y disrupciones. Y estas son palabras de una crítica, necesaria, pero que aún permanece indiferente, más no ya inadvertida su ausencia.

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FORMAR LECTORES, UN TRABAJO DE TODOS “también nosotros hemos estado allí; aún podemos oír el ruido del oleaje; aunque ya no regresaremos jamás” “Peter Pan” de J.M.Barrje

Hace pocos años atrás se posicionaba el concepto de creación de audiencias. La ausencia de espectadores de obras teatrales, el vacío en salas de exposiciones, la desaparición de salas de cine arte y los bajos promedios de lectura en Chile llevó a creer en un principio correspondían al vacío cultural dejado por la dictadura. Había que crear audiencias. Esa fue la receta. El desafío. Un desafío que en nuestra región no superó las mesas de discusión de diferentes instituciones. El bajo consumo cultural, como lo denominan instituciones públicas, buscaba y busca exorcizarse por medio de la creación de audiencias proceso que consistía en conformar mesas participativas de artistas, más dinero para financiamiento de proyectos, fortalecimiento de la institucionalidad cultural, cooptación de artistas consagrados, mejora o creación de nuevos espacios culturales. Era, es Víctor Frankstein en la isla intentando crear compañía para el monstruo que ha construido, y aún esforzándose en demasía no logra darle término. La criatura, noble y sensible -pero monstruosa como sabemos- jura entonces venganza. Salas vacías., libros nuevos y vírgenes en anaqueles cubiertos de polvo, tragedias sin coros, conciertos en sordina, ballet sin aforo. Y es que la creación de audiencias no va a coincidir, jamás, con lo que denominamos también erradamente consumo cultural. Nunca.

Todos hemos conocidos buenos lectores, un abuelo, quizás un hijo, un amigo. Buenos lectores que disfrutaban su lectura. No consumían libros, los disfrutaban, aprendían de ellos. El diccionario de la RAE dice de la palabra consumo, en su primera acepción, que es la acción o efecto de consumir y específica “comestibles y otros géneros de vida efímera”; mi padre, gran lector, no fagocitaba de tales géneros a menos que se califique de vida efímera la obra de un Hesse, un Tolstoi, un Cortázar un Green o un Dos Pasos, u otros similares. Y consumir, (recuérdese que nuestro país, nuestra gente tiene un bajo consumo cultural, dicen las encuestas) consumir decía tiene por sinónimo destruir, extinguir también según la RAE. Qué quiero decir: que mientras hablemos de consumo cultural, de marketing cultural, incluso de creación de audiencias (porque las audiencias no se crean, las audiencias se fortalecen, se encausan para bien o mal, están, son parte del adn de las personas) estamos hablando, retrotrayéndonos a la novela gótica, esa de inicios del proceso de industrialización y en consecuencia a un Allan Poe y un Conan Doyle y sus elucubraciones científicas, lógicas, deducibles, si se me permite el término. Es decir, y ahora menos literario, lo que vemos es el intento de hacer coincidir, retroalimentarse en lo macro, en políticas públicas, conceptos y praxis que son contradictorios en sus esencias, o que pertenecen a marcos interpretativos diferentes (no escribo ideologías porque me dirán que es un término ya dégradée). Que un ingeniero comercial haga buenas novelas es tan poco natural como que un escritor haga buenos proyectos. Que un Asistente Social escriba poesías es tan poco natural como pedirle a un poeta o un pintor, o a un intelectual, que trabaje en comunidad, asociativamente (a propósito de aquella frase de Mayo del 68, “intelectuales del mundo uníos, nada tenéis que perder, sino vuestros cerebros”). Es Víctor Frankestein, decía, creando un nuevo engendro, pues la bestia, el Prometeo (y en esto a diferencia de la interpretación clásica o griega, el Prometeo no era Víctor sino la criatura) ya había sido creado. No digo que no se den excepciones, hablo de lo genérico. En resumen, mientras el apoyo a los artistas, a los escritores y pintores al menos se dé en un

67 marco de libre mercado, resulta tan fatal como el apoyo entregado en una URSS de mitad del siglo pasado (y que llevara a Maiakovski a usar la Mauser 7.65 modelo 1914).

El libre mercado es hoy el sustento teórico de nuestra política lo que lleva a responsabilidades compartidas, es decir a hacer lo que siempre se ha hecho: ganar los derechos, el derecho a un sueldo mínimo, derecho a voto, a que los sacos pesen 80 y no 120 kilos (y eso costó una escuela llena de muertos), derecho a 8 horas diarias de trabajo, a la ley de la silla. Ganar los derechos a una cultura, ganar el derecho a bailar en el carnaval y dejar de asistir como espectadores durante tres días, a leer lo que se quiere, un Condorito, el Mampato, ganar un público como lo hacen los Rapsodas Fundamentales, un espacio en Sangra con 21 de Mayo, y ganar esos espacios con un trabajo de calidad, los afro-descendientes se han ganado la calle y ahora se están ganando ser incluidos en el censo. Copar espacios. Cooptar. Ganar el derecho ahora a la cultura que nuestra cultura demanda. Nosotros, nosotros hagamos que nuestros hijos lean, no esperemos planes especiales, ni programas, tomemos la historia en nuestras manos y convenzámonos de leer, leamos con o sin plan nacional, leamos en la calle, en el baño, leamos y hablemos de lo que leemos, comentémoslo con el colega, con el amigo, el fin de semana junto a una chela, vamos con el libro a la playa, con la revista al trabajo. Como hemos ganado a lo largo de la historia tantos derechos, ganémonos ahora la reputación de ser buenos lectores, no consumidores de libros sino lectores.

Todo escritor vive en lucha con sus fantasmas, con esos personajes que le dan vuelta dentro hasta que los exorciza y como un taumaturgo les engendra y da vida en un libro donde ya dejan de pertenecerle. No deberíamos pedirles a ellos que “justifique su proyecto”, que expliquen lo inexplicable: que digan porque es buena su obra, o cuál es su valor, si ello no lo respondió ni Aristóteles, o que muestre cuál será el impacto, a cuanto público llegará su obra, o cómo y dónde hará su difusión (y más encima cartas de compromiso). Es que la lectura es trabajo de todos, de los escritores es el de escribir pero de los profesores de explicar los libros, de los padres de dar el ejemplo leyendo delante de los chicos, y de dar las facilidades para que lean apagando la tv o comprándoles audífonos, de los abuelos de motivar contando historias, del hermano mayor de ser un buen modelo, del futbolista de jugar al futbol pero que ojalá le vean con un libro y así dar el ejemplo, del buen amigo de encomendar una revista, del jefe de premiar al que lee, de la polola para que él aprenda, del pololo para que halle esas palabras bonitas que ella le inspira y él no encuentra. Leer hacer de Chile un país de lectores es trabajo no solo de instituciones públicas, sino de todos, pero más de ustedes. Eso lo dice nuestra historia.

Porque no queremos que nos suceda lo mismo que a esa criatura de Víctor Frankestein que termina matando a su creador y opta luego, frente a la soledad y al arrepentimiento a que ha sido condenado y, para no causar más mal a nadie en ese frágil barco que navega en mares tempestuosos del polo, opta por saltar a esas oscuras aguas y dejarse morir. No condenemos a esta criatura a saltar por la borda nuevamente que la mar sigue aún bravía, ni le demos el trabajo en las máquinas que no sabe hacerlo. Han pasado 200 años y deberíamos ya haber aprendido a convivir con él (o con su espíritu), porque esa criatura está condenada a la soledad, y en su quehacer, en sus palabras está la mitad de nuestra esencia, la mitad de nuestra vida, la mitad de nuestra existencia.

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Réquiem por SERGIO GAYTAN M. Sergio Gaytán Marambio no era “perita en dulce”. El 2015 visitó nuestro Seminario de Bibliotecas Públicas ese año sobre Literatura Regional y cruzó, como espadachín de la palabra que era, algunas frases con escritores regionales después que descalificara a bibliotecarios tacneños que no le facilitaron la búsqueda de información sobre el Pope Julio. No hubo heridos por suerte pero quedó en la reunión el estilo de Gaytán que decía que caminaba con 15 ataques al corazón. El negro Gaytán, alabado y denostado, acusado en buena y en mala lid como es el mundo de la literatura local y nacional, pero, por sobre todas las cosas, Gaytán fue RESPETADO, sí, con mayúsculas. Porque el Negro sabía, sabía como sabe una universidad que nunca lo acogió y cuando a lo menos un edificio de ella debería llevar su nombre, sabía como saben mil libros de una biblioteca, sabía el detalle del primer verso en que Winett de Rokha menciona a Antofagasta. Con Gaytán, hijo de un corrector de pruebas de El Mercurio de Antofagasta, oficio arduo porque las correcciones se hacían “al revés” pues estaba escrito de izquierda a derecha, como en un espejo, mantuvo y enalteció el amor por las letras de su padre.

Con Gaytán se va todo lo que él sabía, lo que no alcanzó a decir, lo que le quedó por buscar, por confirmar. Y estoy seguro que este es el mejor lugar para hablar de él, entre Reseñas de nuestros libros, porque el Negro vivió entre libros, los amaba, y escribió muchos y reseñó cientos. Gaytán no fue escritor, no, fue compañero de estudios en los 70 en la Norte y un alumno de los mejores, al que luego lo encontramos en el “Taller Recital” en casa de Ma. Angélica Lema. Supimos de su trabajo en la Imprenta de la Universidad del Norte y finalmente charlas, clases en algunos colegios pero ya no podía subir escaleras largas, más, como corolario y honor Miembro de la Academia Chilena de la Lengua.

Incursionó sin convencimiento en alguna oportunidad en la ficción pero sabía que su oficio era otro, más no era crítico, tampoco ensayista aunque practicó en el género; qué era Gaytán?, no era nada definido pero lo era todo. Sergio Gaytán es de esas personas que cuando nos dejan, se llevan con ellos parte de nosotros, parte de lo que somos, y con su muerte, todos morimos un poco con él.

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EL BUEN ESTADO DE LOS SUEÑOS

(Fotolibro)

“Hermosos y nobles libros limpios de corazón, fieles no a lo que ven o hacen los hombres, sino a lo que los hombres sueñan” Arturo Pérez Reverte, “Cuatro héroes cansados” El presente libro, en estricto rigor un fotolibro, es un homenaje y a la vez intento de reflejar en imagen el alter ego, la personalidad del escritor, esa que subyace en sus escritos, trabajo que todo fotógrafo comprometido con su oficio intenta: en una imagen captar anverso y reverso de la medalla, ardua tarea que solo encuentra solución en ese espacio y lenguaje que es el arte, y este libro es ejemplo de aquello.

Pero este libro es también homenaje, un acto que se celebra en honor de alguien. Un homenaje a quienes son parte de una generación de escritores ya consagrada en nuestra región de Arica y Parinacota, y que han últimamente publicado.

Escritores que como árboles ya frondosos, generosos y fuertes, de raíces bien arraigadas y ramas extendidas que los años han podado pero permanecen rebosantes de brotes, generosas, llenas de sabia. Porque un escritor es como un pimiento en medio del desierto, alimentado por secretas, esquivas y mínimas partículas de aguas subterráneas; solitaria sombra en medio del sol, sombra que huele frescura, sonido del aire sobre las hojas, frescor y vida entre la resolana donde reverbera, silente, el sopor más crudo y ardiente del desierto. O son como un bosque de tamarugos bajo cuyas sombras plenas de briznas, larvas de vida mezcladas con la arena, insectos y avecillas, oasis en ese infierno que es de día este desierto. Escritores: árboles de esta pampa que nos entregan sombras de palabras de aliento contra la soledad, que nos retrotraen ese cálido pasado, que nos muestran otras vidas tan distantes pero tan similares a las nuestras. Sombra de la que disfrutan hoy niños en colegios, jóvenes y ancianos, andarines que desean saber de nuestras tierras, pero que, en esencia, y fundamentalmente, nos dejan el frescor de lo que los hombres sueñan. Vaya este libro, homenaje a ellos, y en ellos a todos los hombres de estas tierras.

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HACER UN LIBRO ES SOLTAR LAS MANOS SOBRE EL PAPEL

(a Propósito de “SOUL” fotolibro de Chris Malebran)

“Verso fallido desgasta el doble” dijo Omar Pimienta.

En el poema “Amor” de Eduardo Lizalde se lee: “meter el jab a tiempo, / no ceder, / y no pelear en corto, / no entregarse en ninguna circunstancia / ni cambiar golpes con la ceja herida; / jamás decir “te amo”, en serio, / al contrincante.”.

Porque en la Literatura como en el box uno se juega el corazón.

“Con la ceja herida, no se cambian golpes”, quizás de allí que grandes y tantos escritores

como Jack London o Fernando Alegría hagan que sea nutrida la biblioteca de inolvidables historias dedicadas e inspiradas en el boxeo. Incluso la clásica diferencia que hace Julio Cortázar en el “Último Round” entre el cuento frente a la novela: la primera es la que gana por nocaut y la segunda la que gana por puntos. Fe y testimonio entre hermandad de oficios.

Hermandad... quizás sea porque para escribir la mano se debe empuñar, y buen libro que no cueste dolor, sudor, o práctica, mucha práctica en darle golpes y golpes al punch como al teclado, no es historia buena. Porque solo en literatura y en el box se ven golpes como esos que describe el Cholo Vallejos “Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!.

Golpes como el odio de Dios” Y porque a la literatura, como a nuestros escritores, nada se les ha regalado; todo se gana a golpes de mano como a golpes de dedos, sobre un punch o sobre el teclado. Manos de piedra escriben páginas de piedra. “Soul” de Malebrán son historias, imágenes impresas en papel como en lona, un ejemplo más de la gran tradición literaria que ya mencionábamos. Pero esta vez no son letras para leer, sino para sentir, son imágenes para escuchar, impresiones, sombras sobre la arena, geoglifos de quienes somos nosotros acá, en esta frontera, lejana como toda frontera, árida y fría como la luz del neón sobre el ring.

“Soul” es el alma de nuestra región, una región a la que nada se le ha regalado. Una historia de golpes bajos y jab, de expoliación y esclavitud, de swing o rapacería de plata por extranjeros. Hasta el mar ha salido a golpearnos innúmeras veces lanzando a la lona nuestras casas. Nos han enviado a las cuerdas con mitas e impuestos, rota la boca por nuestra lengua aimara, sufrimos sin seconds ataques de piratas, fuimos envueltos en guerras y malaria, pero entrenamos regando cada olivo, le damos a la pera pastoreando a 4 mil metros de altura y administrando un ferrocarril por quebradas inaccesibles. No metimos el jab a tiempo, cedimos, cambiamos golpes con la ceja herida, y le decimos, en serio, desde nuestra alma, “te amo” a esta tierra tan nuestra que nos exime de la desgracia.

Hermoso libro “SOUL” de Chris Malebran Hidalgo, una fotografía de nuestra alma si ello fuera posible, 68 pgs, ediciones La Visita, Arica 2019, tapa dura y papel opaco de 120 gramos a lo menos y más de 150 fotografías en una edición de lujo. Puede adquirirse en edicioneslavisita@gmail.com

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LEER. Y LEER IMÁGENES. (Editorial “de Puño y Letras” Separata Literaria de La Estrella de Arica) La presente edición De Puño y Letras está dedicada al fotolibro, estilo de edición que ha recobrado el valor de la imagen como contenido principal y en algunos casos único del libro. Pero debemos comenzar diciendo que el libro de fotografías no es nuevo, incluso como muchos de los que leen esta editorial recordarán, cada familia antiguamente editaba un libro de fotografías, personales, “álbum” le llamábamos y coleccionábamos imágenes que daban fe, sentido e historia a nuestras familias. El álbum de familia tenía tapas duras y también papel de arroz y unas diminutas escuadras de papel que se pegaban a las hojas a veces negras, para fijar la fotografía que por atrás tenía el timbre de quien la creara.

Fotos en blanco y negro impresas en grueso y lustroso papel. Y no solo han existido libros y álbumes, también famosa fue en los años sesenta del siglo pasado la revista “Life” que concentró su contenido en la oferta de fotografías de distinguida calidad.

Hoy la fotografía digital ha democratizado la “toma” de imágenes. Y también ha elevado el número de producción de ellas aunque no necesariamente su calidad. En Arica el libro de fotografías ha evolucionado al fotolibro el que tiene una presencia madura, permanente, y de variado contenido, un formato nuevo que ha superado el álbum fotográfico, o el catálogo de fotos, y ha incursionado en una retórica que comprende del registro antropológico hasta aquel que capta nuestros cielos. Y en su soporte de tapas blandas hasta el cartón termolaminado. Un nuevo arte que ha permitido que nuestros fotógrafos por la calidad de su producción hayan sido invitados a capitales de diversos países a exponer sus obras.

La imagen ya de un cuadro o una fotografía es una forma de comunicar, ergo, un lenguaje, y como tal tiene su gramática, y en consecuencia un procedimiento de lectura.

La fotografía si bien se ve, se disfruta, nos perturba como nos impresiona, también se lee, y en ello como ciudadanos tenemos una deuda. Mayor deuda aún si nos referimos a una secuencia de fotografías ordenadas en el propósito de expresar un mensaje, porque así como han proliferado en Arica y Parinacota fotolibros, deberíamos también incursionar en el aprender a verlos, a leerles, a desentrañar la retórica visual que propone cada uno de ellos, que es un proceso aún más complejo que el de desentrañar solo una imagen. Toda obra pictórica se estructura en ejes, cuadrantes, centros, contrastes, recorridos, diagonales, etcétera, que el neófito y -no por ello menos sensible a la percepción o goce de la obra- percibe, lee inconscientemente. Lo que es intuición o genialidad en el artista, en el lector, es decir en el que observa la obra, se puede aprender pero aprender a descifrar, son códigos que ayudan, que orientan el comprender el por qué una pintura o fotografía puede gustar en determinadas épocas o sociedades. Ahora el desafío no es solo al aprender a leer una imagen, es aprender a leer la secuencia de ellas.

Leer un fotolibro obviamente no es como leer una novela, pero ambas tienen en común el que transmiten secuencialmente una emoción, que impactan nuestra percepción. Y así como existen clubes de lectura, y en los colegios se enseña a apreciar un buen cuento o una buena novela, faltan hoy cursos y talleres para aprender a leer, interpretar y apreciar esa retórica no lineal que propone cada fotolibro. E incluso una biblioteca de fotolibros como anhela Fernando Rivera, porque no solo poseemos una rica colección de títulos sino también buenos fotógrafos que enorgullecen nuestra región.

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LITERATURA Y COMIDAS TÍPICAS Nuestras fiestas patrias se recrean en el imaginario colectivo junto a una empanada, chicha o vino, y un asado “como corresponde”. Por supuesto también la música, el huaso y las fondas, pero lo omnipresente es la comida. Este ser nacional en torno a la mesa está presente también en la literatura, en la nacional como en la universal, en ella hay claros antecedentes culinarios, en las páginas de los libros clásicos encontramos hambrunas memorables como por ejemplo las de un Oliver Twist y banquetes de ensueños como los de El Gran Gatsby. Pero en la vida cotidiana quienes escriben la literatura, escritores tanto clásicos universales como locales o nacionales, comen. Naturalmente. Por una necesidad biológica. Y muchos han llegado, incluso a asociar su trabajo de escritor con comidas, digamos: manías. No pueden escribir sino comen, o beben, determinadas productos, han incluido el comer como parte de un contexto imprescindible en que desarrollan su arte. Un caso: una Agatha Christie que no podía escribir si no tenía junto a ella algún dulce para acompañar su té, hasta un Pablo de Rokha para quien la comida era una epopeya sino ver “La Epopeya de las Comidas y Bebidas de Chile”, un acto magnífico como lo fue la vida de este monumental poeta patrio.

Así, las comidas se han trasformado en algunos casos en parte de la historia de la literatura, basta ver la hora del té en “Alicia en el País de las Maravillas”, el banquete pantagruélico de un Rebelais, o el “El Banquete” más intelectual de Platón. Willy Wonka y su fábrica de chocolates, o el otro “Como Agua para Chocolates” de Laura Esquivel, los miles de “cafés literarios”, o ese memorable: “una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes” que se permite Cervantes en su primer párrafo. Y para cerrar porque no acordarnos de Hannibal Lecter ese ya familiar caníbal.

Entre los escritores clásicos, aquellos que las editoriales internacionales han acunado y proclamado sus nombres por el mundo están un H. P. Lovecraft que amaba los spagetti italianos, un Truman Capote que adoraba los postres, junto a Jean Paul Sartre, el escritor que declinó el Nobel (la mitología literaria cuenta que Sartre lo rechazó argumentando que no lo recibiría antes de Pablo Neruda). Stephen King´, un excelente escritor que al igual que Scott Fitzgerald ha concedido más al cine que a la literatura, antes de escribir debe tomar un té y comer un cheesecake o torta de queso. Dicen que Víctor Hugo le echaba al café de la mañana dos huevos crudos antes de tomárselo y Honoré de Balzac, si bien no le echaba huevos al café, solía tomar más de 50 tazas al día, incluso dicen que comía granos de café mientras escribía, y su cena fue durante toda su vida de escritor, exactamente a las 6 de la tarde. A J.D. Salinger le gustaba comer carne, asada, a Walt Whitman, autor de “Hojas de Hierba”, no solo carne, sino que la acompañaba de ostiones para encontrar la inspiración; Franz Kafka, más austero acompañaba su trabajo de escritor con un vaso de leche.

El más extraño de los escritores quizás fuera Lord Byron que vanidoso consumía cucharadas de vinagre para evitar el hambre y no subir de peso. Más acertado quizás sea George Bernard Shaw famoso por su fina –y a veces no tanto- ironía, quien dijo “No hay amor más sincero, que el amor por la comida”. Charles Dickens gustaba de las manzanas cocidas y defendía con ardor sus cualidades curativas para una serie de enfermedades.

Como ya lo mencionábamos la gastronomía no es gratuita en la literatura, y quizás sea parte de las principales constantes como el sexo y la muerte. Sucede que como aparece en el contexto de la trama el lector no se percata de su presencia, pero son innumerables los conflictos que se plantean en torno a una mesa de comida o con un trago en la mano,

73 o la caracterización de un personaje por lo que bebe o por lo que come. Y no es necesario explicar la tensión que agrega a una historia cualquiera el hacer referencias al canibalismo.

Pero si hablamos de comidas y volviendo a la literatura en el marco de nuestras fiestas patrias, las referencias deberían ser más cercanas a nuestros escritores, nacionales. Y entre ellos manifiestamente, indudablemente, el más gran admirador, conocedor y degustador es Pablo de Rokha. No ha habido, y difícilmente habrá un comedor más grande entre nuestras letras.

La gastronomía literaria chilena tiene su acto principal, en opinión de este articulista, o comilona más memorable entre Pablo de Rokha y el novelista y cuentista Armando Cassigoli, hecho tan memorable y mítico como aquel duelo entre el Señor de La Rosa y el Mulato Taguada. Esta comilona en cuestión fue ingresada a la historia de nuestras letras nacionales por Enrique Lafourcade y debió suceder por allá a fines de los 40, principios de los cincuenta. Los de Rokha en esos años vivían cerca del Mercado Central, por Bellavista y por allí se dejó caer Cassigolí que andaba “fugado de casa”, tres días perdido y con el diente muy muy largo. Los De Rokha, que desde allí se movilizaban al Mercado Central, a la Vega o a alguna de las cocinerías o bares de las cercanías, esa vez lo hicieron con el hambriento amigo recogido. Dice Lafourcade “el napolitano Cassigoli echaba agua por la boca”. Se sentaron en una de esas antiguas casas del sector transformada en cocinería, y comenzaron a mediodía, allegando medio saco de almejas, kilos de carne, de quesos y por supuesto chorizos regados con pipeño. Al comenzar la tarde ya se dio inicio al banquete y De Rokha pidió que le dejaran comer solo con su amigo en esa pieza oscura y fresca. Eso iba para largo y tenía cara de desafío. “Comamos en silencio, compañero” escribe Lafourcade que fue la orden de Pablo. Solos, en silencio y en la penumbra del cuarto, mientras la parentela, amigos y curiosos les allegaban al banquete platos tras platos, comían. Cabezas curiosas y en silencio se asomaban para llenar potrillos de vino, completar viandas, dejar perniles sobre la inmensa mesa de madera. Hubo de todo: asados, cazuelas, caldos, mazmorra de cochayuyo, mariscales y al atardecer ya De Rokha se metía la mano a su chaquetón marinero y tiraba billetes arrugados para que trajeran más comida para el amigo que todavía tenía hambre: “Tomen el vil billete y vaya a comprar más menestras, que el compañero sigue con hambre” . A las 10 de la noche, oscuro ya todo De Rokha daba unos quejidos y Cassigoli seguía, morado y acezando, devorando plato tras plato. Cuenta la historia que el duelo de esos dos titanes se prolongó por toda la noche, al clarear De Rokha propuso continuar en el Mercado Central pero no se pudo parar, entonces, con las primeras luces del alba le estrechó la mano y le espetó: “ya nos volveremos a encontrar, compañero”. Dicen que Pablo De Rokha desde ese día, mantuvo por siempre una enorme admiración por Armando Cassigoli.

También se cuenta del día que recibió el Premio Nacional de Literatura, se fue a la casa, dijo que la plata era poca y que alcanzaba solo para comer, y se mandó a hacer 160 metros de longanizas. Se gastó todo el premio en una gran comida con sus amigos, por supuesto “bien regada”.

Nuestra literatura existe junto a nuestras comidas, indudablemente, la más popular quizás sea esa “Oda al Caldillo de Congrio”, pero “Epopeya de las Comidas y Bebidas de Chile”, con el subtítulo Ensueño del Infierno, publicada en 1949, es la obra magna sobre el tema.

Y en este mismo marco, menos conocido pero admirable fue también ese otro suicida, Alfonso Alcalde con su “Comidas y Bebidas de Chile” de Editorial Quimantú.

74 Nuestra Literatura regional no está ausente de publicaciones en el marco de comidas propias de nuestra cultura, Oriana Pardo nutricionista de la Universidad de Chile, alumna de Oreste Plath y José Pizarro, Ingeniero Agrónomo de la Universidad Austral de Chile, con su Editorial Parina han publicado “Chile Prehispánico: almacenaje y conservación de alimentos” y “Chile. Bebidas fermentadas prehispánicas”, y por la Editorial Mare Nostrum “Especies Botánicas Consumidas por los Chilenos Prehispánicos” y “La Chicha en el Chile Precolombino”. Josefa Alfaro Tello publicó una novela de ciencia ficción “La Escasez de Chocolate” bastante difundida entre jóvenes de la región y en el marco culinario de nuestra literatura también debemos recordar a Gastón Herrera con esa persistente “Cazuela” y el “Tea Party” de Daniel Rojas P. Por último, revisando el tema en internet se puede encontrar dietas para escritores. Una de ellas recomienda muchos frutos secos, y fruta cítrica, vitamina B-12, pescado y chocolate amargo, considerando el trabajo intelectual y el sedentarismo propio de la profesión. Pero esta dieta con seguridad la comenzarán – si es que la comienzan- pasadas nuestras fiestas patrias.

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LITERATURA JOVEN EN ARICA Existe consenso entre escritores que no se escribe una buena novela antes de los 35 años, las excepciones parecen confirmar esta observación, no sucede así con otros géneros como la poesía o el cuento. Particularmente en la primera, -la poesía-, hay excelentes obras escritas antes de los treinta años. Tales hechos nos ponen ante la dificultad de definir que es una literatura joven, entonces lo más acertado sea quizás recurrir a la ya clásica segmentación etária de Cédomil Goic; la que nos permite decir que una literatura joven en Arica sería aquella que involucra a un Daniel Olcay, Josefa Tello, Rodrigo Rojas Terán, Sebastián Alfaro, Fernando Montanares, Alex Yucra, Alejandra Palacios, Renato Contreras, José Maldonado Segovia entre otros. Sin embargo en el ejercicio de definir una literatura joven no solo es pertinente la edad, sino también la temática, y sobre tal base debiéramos sumar a Mauro Gatica, Connie Tapia, Pablo Espinoza Bardi, y si a la edad y a la temática le sumásemos el estilo podríamos incluir incluso a Alfredo Guerrero que le hemos escuchado rapeando en la calle sus textos.

Y en este intento por enmarcar la literatura joven de nuestra región debemos remitirnos necesariamente a la publicación de “Hazla Cortita, una Larga Historia de Pocas Palabras” selección de cuentos breves que presenta a más de 70 jóvenes nóveles escritores que han participado en homólogo concurso y que ha recibido más de 50 mil cuentos en sus nueve años de existencia.

Esta significativa presencia de una generación de jóvenes escritores en nuestra región, no corresponde a una generación espontánea, por el contrario, es producto del trabajo que realizara la Editorial Cinosargo de Daniel Rojas Pachas desde los primeros años de esta década. Cinosargo, promovió la lectura y la escritura en colegios, publicó, difundió y buscó canales de comercialización de sus libros tanto en Chile como en países vecinos, fundamentalmente en ferias de libros. Antes de Cinosargo y después de él han estado siempre presentes los Rapsodas Fundacionales, tanto como taller literario, como agentes literarios que también visitan colegios, hacen ferias y publican permanentemente, con un constante trabajo de apoyo pedagógico. Junto a lo anterior y responsables del nacimiento de esta nueva generación son también desde hace 5 años ya, del Club de Lectura “Cuenta Conmigo” y el programa “El Escritor de mi Colegio” transformado en Lecturas en Movimiento por el Plan Nacional de Fomento Lector. Y las cartoneras que dejara el contacto con hermanos escritores de Bolivia y con el trabajo de Marcelo Ibarra en centros penitenciarios. Y de la labor de extensión más reciente que comienza a hacerse desde las Bibliotecas Públicas fundamentalmente en Arica y Camarones.

Sin embargo esta nueva y joven generación, aunque resulte paradójico, es prematura y expósita. Y que no le gusta lo que ve, el mundo que encuentra. Prematura porque es una generación que nace con un libro publicado, en cartonera, en edición de bolsillo, en fotocopiadora, en Tacna, en revistas. Pero publicado. Con ISBN y derechos de autoría. Y expósita porque no existió, no marcó presencia, al menos en la región, la generación, al decir de Goic que la antecedía. Su rebeldía se manifiesta en sus temas y estilo acordes a sus más profundas inquietudes. Sus temas, los leiv motiv, en general (porque existen particularidades como Maldonado entre otros los menos) están marcados por la violencia.

Violencia narrativa en sus relaciones, en el sexo, en el miedo, en su estética como en su arquitectura. Más el estilo, la estirpe, el tema o su entramado no son elementos suficientes, y quizás ni siquiera pertinentes para definir su calidad literaria. De ellos podremos hablar más adelante.

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7.- PALABRAS AL CIERRE Cuáles son las directrices, los ejes, la matriz, las principales voces, los temas o el lenguaje de quienes escriben en nuestra ciudad?… estas son preguntas que encuentran respuestas al revisar el corpus de la literatura ariqueña. Respuestas que ameritan una tesis universitaria, es decir algo más que un artículo o una monografía. Porque la literatura de nuestra región es variada en su temática, posee una historia, breve pero concisa, categórica. Nuestra literatura tiene raigambre costumbrista en esa Arica de los años 50, y también tiene carácter indigenista. Tiene una fuerte vertiente femenina, en prosa y en versos, y la modernidad de una literatura experimental en una generación que publica antes de los 25 años. Posee desde lo más crudo de la sexualidad hasta la profundidad de lo clásico en “parábolas de silencio”. Cuenta con novelas de 200 páginas y cuentos breves como gotas de rocío. Con testimonios literarios de una epopeya afrodescendiente a otras de prisiones en el Tawantinsuyo. Hay coquetas novelas de octogenarias como otras con sabor a chocolate. Hay una literatura de denuncias, comics, publicaciones de cartoneras y tanto mas.

Nuestra literatura es variada, generosa y amplia. Indudablemente. Literatura pletórica de salud y esfuerzo. Mas, carece de lectores.

O no los lectores suficientes. Una literatura de esta envergadura necesita de una audiencia equivalente, que murmure sus títulos, que la lea, la comprenda y comente. En literatura nuestra región juega en primera división, pero el estadio no está aún lleno, necesita para ello la crítica constructiva del especialista como el reconocimiento de instituciones estatales y privadas. Y la universidad debe hacerse responsable de esta literatura, si es local, si está comprometida con su medio, cabe preguntarse: lee a sus escritores, los comenta, los critica y los revitaliza? Publica ensayos, tesis, cita a sus escritores a las aulas?

Ha comprado sus libros para su biblioteca?, tiene una sala con el nombre de alguno de sus cuentistas?. Les paga por conferencias, charlas?.

Todos conocemos nuestra historia, por lo que es muy probable que algunas calles de nuestra ciudad, en 50 años más lleven los nombres de escritores con los que hoy convivimos. Qué más adelante en una noche alrededor de una mesa, estudiantes divaguen sobre esos años en que vivían en Arica los Rapsodas, y La Liga de la Justicia o Cathartes, o esos de Cinosargo… era un pescado?, o un perro?, se fueron al final, se le puso el pelo blanco, hace clases en USA. y así rememoren estos años que ellos creerán los años de oro de la literatura ariqueña. Como nosotros hoy rememoramos los años de Tebaida, de Deisler, de Galaz y Welden. O puede que nos equivoquemos que el Alcalde le entregue un lugar definitivo donde reunirse a los Rapsodas, que los profesores soliciten como lecturas obligatorias libros de nuestros escritores regionales, que una cantidad de tesis de nuestra universidad regional tenga pertinencia literaria regional, que se dicte la asignatura de literatura regional, que se abra en pleno 21 de Mayo una librería que venda solo libros regionales (y se le ponga “Benjamín Silva”), que el regalo de este fin de año sea un libro escrito por un escritor regional, que se inaugure un colegio con el nombre de uno de ellos, que nominemos el próximo año a José Morales Salazar al Premio Nacional de Literatura (como este año lo hizo Antofagasta con Hernán Rivera Letelier).

Leer, leernos, es la mejor receta para fortalecer nuestras letras. A nuestra región nunca nada se le regaló. Una literatura tampoco se nos va a regalar, la debemos hacer nosotros.

Seamos los lectores que faltan. Leamos un libro de los nuestros.

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Ricardo Alejandro Pérez M.; Profesor de Estado en Castellano, Periodista y Licenciado en Comunicación (egresado), Magister en Evaluación y Curriculum. Ha escrito dos guiones de cine filmados en Suecia. El 2014 publica “Bases para un Plan Regional de Fomento lector, 2013”. El 2017, “La Literatura en el Norte de Chile. 2018 la 2da Edición de “Poesía Desprotegida” recopilación de poesía de la prensa de Antofagasta 1900 a 1920 con estudio sobre poesía de la prensa obrera para el mismo periodo; ese mismo año recopila y edita “Hazla Cortita, una Larga Historia de pocas Palabras” cuentos breves de Arica y Parinacota y el 2020 publica “Homenaje al Periodismo Antofagastino. 100 años de periodismo 1873 -1973”. También ha publicado difundiendo la literatura de la región artículos en diferentes revistas (Rev Provinciana 2019 Univ. de Valparaíso), diarios (Separata de La Estrella de Arica, “De Puño y Letras” publicación semanal durante 4 meses los años 2016 a 2019) y en libros (“Retrato hablado de las ciudades chilenas; Historia y ficción literaria en el Norte Grande de Chile” compilación de B. Guerrero Jiménez).

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(CONTRATAPA)

“Desleyendo al Norte” es una recopilación de artículos referentes al estado de la actual literatura ariqueña y de la alta Parinacota, y a la ya imperiosa necesidad de una lectura reflexiva y crítica regional que permita la fijación de un canon, y que articule la producción literaria con la lectura masiva de ella.

Es un libro necesario que ayuda a conocer la producción literaria de nuestra región que ha dado un paso sustantivo tanto en calidad como en cantidad de sus impresiones, y a comprender porque en este último decenio se convierte en el polo literario del norte de Chile. Una región que el año 2014 se posiciona como la tercera que más libros publica por habitante, y los años 2016 y 2019 como la segunda; que sus letras cuentan con una destacada participación femenina; que posee decanas asociaciones literarias como Rapsodas Fundacionales que supera ya el centenar de publicaciones; que sus editoriales son las que más publicaciones de literatura realizan el norte de Santiago, que cuenta con un Seminario de Bibliotecas Públicas ya en su 11ava versión y un décimo Concurso de Cuentos Cortos con un total que supera los 50 mil participantes, y estas son algunas acciones entre un semillero de actividades de fomento lector que han acompañado este proceso.

De allí que los hechos obligan a un libro como este que expone y contextualiza los principales momentos de una historia que está escribiéndose.

El Editor