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Teatro Infantil

El espacio teatral cumple dos funciones en la acción dramática: ser el marco o lugar donde sucede dicha acción y tener una función narrativa, debido a que influye en la trama hasta tal punto, que ésta se subordina, de algún modo, a su representación en ese espacio.

Por lo tanto, al momento de analizar toda obra dramática se hace necesario para su comprensión, examinar detenidamente cada una de estas tres particularidades para poder apreciar en su justa medida sus dotes artísticas y criticar las fallas que pudieran existir con el fin de ir mejorando la producción de los dramaturgos a nivel universal.

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También se precisa, que para la efectiva interpretación del texto dramático se deben conocer ciertas partes que sirven para entender las acciones de los personajes. Estas son las didascalias y las acotaciones. Las primeras son, según Ontanaya, M. (2004, p. 89), las indicaciones que el autor da en un texto, al margen del argumento de la obra dramática, y que suelen estar colocadas al comienzo de la misma.

Las segundas son las explicaciones que da un autor en un momento determinado de su obra sobre diferentes temas: espacio, movimiento, intención, clima, estilo, etc. Se dividen en explícitas (las que generalmente están entre paréntesis o con un tipo de letra diferente) e implícitas (las que están contenidas en los diálogos y pueden referirse tanto a la historia como a las circunstancias que la rodean: entorno, espacio, tiempo, etc.).

Resulta desacertado pensar en la posibilidad de realizar un estudio concienzudo sobre las particularidades del teatro infantil prescindiendo de los planteamientos realizados por autores que han ido a través del tiempo perfilando las especificidades de este género destinado para niños y niñas.

Es a partir de ahí que cobra realce todo intento de teorización enfocado a delimitar y explicar los aspectos esenciales de dicho teatro. En relación a este particular, Rodríguez, I. y López, V. (1990, p. 169) conciben el teatro infantil como aquel que refleja la vida que

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rodea a los pequeños por medio de personajes que actúan en un tiempo y espacio determinados, los cuales tienen que estar muy cercanos al niño.

Este planteamiento encuentra sustento en lo externado por Castro, C. (1972, p. 540), cuando citando a A. Gómez de la Vega expresa que el teatro infantil tiene una fisonomía propia, caracteres peculiares perfectamente definidos, un repertorio especial que abarca los más diversos géneros: drama, comedia, farsa, ópera, comedia musical, ballet, espectáculos mixtos deportivos y una legión de actores profesionales formados y educados para interpretar ese nuevo género que, por su índole especial, requiere artistas de una gran flexibilidad y que posean las más diversas aptitudes y dones artísticos.

En ese tenor, Sormani, N. (2005, pp. 23-24) plantea que el teatro para niños es aquél que involucra al espectador infantil desde un régimen de experiencia cultural que le es específico, desde su particular forma de estar en el mundo, ya sea por interiorización de los creadores o por apropiación del público –espectador o lector– infantil.

Por lo que, el teatro infantil es el arte de representar personajes y acciones vinculadas a las preocupaciones, deseos e intereses de los niños y las niñas, con la intención de procurar el goce estético, el desarrollo de la fantasía, la imaginación y la proyección de sus talentos.

Así también, en correspondencia a la gama de géneros presentada anteriormente por Castro, C. (1972, p. 540), Sormani, N. (2005, p. 42) agrega a dichas manifestaciones: el teatro de actores, de títeres y objetos, de sombras, negro, mimo, danza-teatro, nuevo circo y clown; y hay espectáculos que combinan todos estos géneros.

En cuanto a las características del teatro para niños, es sumamente valedera la idea expuesta por Rodríguez, I. y López, V. (1990, p. 170) de que la obra de teatro infantil ha de estar acorde con la mentalidad y peculiaridades de la edad de aquellos a quienes va dirigido. En tal sentido, las manifestaciones teatrales dedicadas a los más pequeños han de estar permeadas de fantasía. Este es un aspecto imprescindible que debe estar presente en el tema, el vestuario, las acciones y el ambiente.

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De igual manera, la naturalidad y la sencillez adquieren preeminencia mayormente en los primeros años de vida del niño, puesto que la comprensión e interiorización de emociones y sentimientos dependerá del grado de exención de afectaciones y exageraciones que presenten tales obras.

Así, desde el punto de vista de la labor de producción, Clark, M. (2005, p. 29) sostiene que escribir con sencillez significa pensar mucho, escoger cada palabra cuidadosamente y luego eliminar todo lo que no sea necesario para que la trama sea entendida.

Desde luego, esto pone de relieve la necesidad de que la obra refleje claridad, pues si las ideas se expresan con oscuridad, dando lugar a duda o confusión, impiden que la obra cumpla su cometido en sus destinatarios. Por eso, todas las ideas, las opiniones, los deseos, los sentimientos de los personajes, deben expresarse con la mayor claridad posible, en lo referente a su contenido y a la forma de expresión. Para lo cual, la citada autora aconseja que se deben construir frases con estructuras gramaticales básicas.

Otra característica vinculada a producir el deleite, agrado o gozo en los infantes es la amenidad. Ésta ha de ser notable tanto en el argumento, como en la temática o en la forma de reflejarla. En este contexto es exigible, según Rodríguez, I. y López, V. (1990, p. 171) la brevedad, ya que si se presenta una obra demasiado extensa o con muchos personajes, los niños preescolares se aburren o se cansan intelectualmente y no prestan atención. Es imprescindible que la obra teatral para preescolares sea corta.

Cierto es, que estas especificidades de la teatralidad infantil coadyuvan a mantener el interés en los niños y las niñas. Esto se logra mediante la elección de temáticas, la creación de personajes y la presentación de acciones que resulten interesantes para el espectador. Por eso, los temas no solo deben estar siempre muy ligados a la vida infantil, sino además debe haber una buena dosis de fantasía en las obras para niños y niñas.

En efecto, se imperativiza que tales características sean tomadas en cuenta por autores, seleccionadores o directores de teatro para niños y niñas, así como por padres y docentes de éstos.

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