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Literatura Infantil y Desarrollo de Valores Estéticos
from Análisis del Teatro Infantil de Reynaldo Disla Ortiz, según las Teorías de la Literatura Infantil.
Indudablemente que esto requiere la expresión y desarrollo del lenguaje a través de esta literatura. Por lo que, se debe poner a los niños y las niñas en contacto con las creaciones más excelentes del pensamiento humano, para que puedan apreciar valores artísticos y se favorezca así la valoración y formación de la personalidad.
La literatura infantil permite el cumplimiento de las funciones de ésta al leer y oír leer, narrar y oír narrar, apreciar, sentir, comentar, pensar y dramatizar o ver la dramatización de una obra literaria. Claro, esto ha de hacerse con la entonación, el ritmo, los gestos y la musicalidad requeridos. Estas condiciones permiten desarrollar la capacidad expresiva y las competencias socioculturales, artístico-literarias, lingüísticas e intelectuales en los infantes.
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Es de considerar entonces, que tal literatura coadyuva en la comprensión y dominio de una lengua por parte de los niños y las niñas y por ende, una correcta dicción. Además, potencializa el sentido humano mediante el desarrollo del pensamiento crítico.
Literatura Infantil y Desarrollo de Valores Estéticos
La literatura infantil es un medio idóneo para reconocer los valores estéticos presentes en cuentos, poemas, retahílas, trabalenguas, adivinanzas, novelas y dramas infantiles.
Según Grimaldi, E. (1998, p. 64) el gusto estético se puede cultivar desde las primeras etapas de la infancia, poniendo al niño en contacto con la naturaleza y obras de arte que despierten la afición por lo bello. Lo importante es lograr que a través de la contemplación o de la lectura, el niño desarrolle la emoción estética, para que esté apto para el importante acto de creación, sin importar a qué se va a dedicar cuando sea adulto.
Así, la sensibilidad despertada por la belleza lo condicionará para ser cada vez más libre en sus emociones, capaz de aplicar esa libertad en la creatividad que mostrará en cualquier área de trabajo y dedicación futura. Esto le ayudará a definir e integrar la personalidad, contribuyendo a equilibrar su vida en sociedad.
En ese tenor, Lowenfeld, V. (1961) afirma que el crecimiento estético es esencial para pensar y percibir equilibradamente, así como para su expresión de ello en forma transmisible a los demás. En tal sentido, se ha de poner a los niños y las niñas antes y
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después de nacer, en contacto con diversas obras artístico-literarias orales o escritas adecuadas a las edades, desarrollo e intereses, con el fin de hacer de ellos adultos más humanos, más libres, más creadores, y respetuosos de la vida de los demás.
Ahora bien, se han de alejar de ellos (as) aquellas obras que de acuerdo a Petrini, E. (1963) son excesivamente didácticas o moralizantes, no pensadas para divertir al lector, sino con una finalidad que en la mayoría de las ocasiones les resta mucha naturalidad y simpatía; por demás resultan insulsas y ñoñas, escritas como si los niños fueran, supuestamente, poco inteligentes; y están llenas de infantilismos, expresados en diminutivos que contrastan con una expresión engolada y cursi.
Por otro lado, en relación a lo que es el desarrollo creativo e imaginativo Grimaldi, E. (1998, p. 66) sostiene que la creatividad es una cualidad en los niños, aunque podemos desarrollarla continuamente, usando su potencial imaginativo. Entre las cualidades que presenta el niño creativo están la curiosidad, la sensibilidad, la respuesta emocional y la búsqueda de varias respuestas diferentes.
Una de las formas para desarrollar estas cualidades la constituye la literatura infantil, ya que por medio a ella se puede contribuir a encausarle a cumplir etapas que refinen sus expresiones y lo orienten hacia la superación de fallas en el proceso de crear. Estas aseveraciones son muy atinadas, ya que sin creatividad no hay un verdadero desarrollo integral. Por tanto, es necesario contar con adecuados libros infantiles que les permitan a padres, tutores y docentes contribuir a formar hombres y mujeres innovadores y transformadores de su sociedad.
Ahora bien, de acuerdo con Grimaldi, E. (1998, p. 205) para que una obra de literatura infantil sea elegida como tal debe entretener; poseer un valor estético evidente; tramas sencillas; vocabulario fácil, tratado al nivel de la infancia; elementos tendentes a desarrollar la fantasía y la imaginación; así también los temas deben ser abordados sin intención exclusiva de moralizar.
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Estas afirmaciones las corrobora Cerrillo, P. (2007, p. 22) cuando explica que en esta literatura no suele haber complicación temática ni argumental. Sin embargo, sí hay una serie de elementos: el viaje a través del tiempo, los cambios radicales de suerte (casi siempre provocados por una intervención extraordinaria), el premio al bueno y el castigo al malo, etc. Esto da a entender que esta es una literatura con bastantes contenidos fantásticos y fabulosos.
Sobre las formas, sostiene que debe haber claridad en la exposición de las acciones; sencillez expresiva, tanto léxica como sintáctica; ritmo muy vivo y ágil (Cerrillo, P. 2007, p. 22).
Al referirse al aspecto moralizante, Chely Lima, en la revista “En julio como en enero” (citada por Grimaldi, E. y Luciano, M. 1998, p. 205) dice que “no se trata ya de entretener y moralizar más o menos. El libro deberá fungir como guía que enseñe al pequeño lector a juzgar por sí mismo, a razonar debidamente ante los acertijos que como otra Esfinge, le ha de proponer la vida contemporánea, y desarrollará además su imaginación…”
Hazard, P. (1989) refiriéndose a los aspectos fantasiosos, afirma: Me gustan los libros que proporcionan a los niños las imágenes que ellos prefieren, escogidas entre los reflejos que nos ofrece el mundo en su inagotable riqueza: imágenes fantásticas que son liberación y dicha, felicidad de la que pueden gozar, antes de que la realidad los sofoque.
Estos planteamientos permiten afirmar que los libros dedicados a infantes, en su producción requieren conocer a profundidad la psicología de su destinatario, a fin de cautivar su atención durante el proceso de lectura de la obra.
Por consiguiente, son válidas las afirmaciones de Castro, C. (1972, p. 187), cuando refiriéndose a la función de la literatura plantea que el fin de ésta es instruirle, educarle y divertirle, cuando no las tres cosas a la vez. Además sostiene que la misma debe ofrecer un alimento sano a la imaginación del niño e iniciarlo en el conocimiento de la realidad.
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Tales funciones han de ser asumidas como ejes que dan fundamento a esta modalidad literaria, y a partir de ellos debe girar todo el proceso de producción literaria, ya que éste es el tipo de lectura que necesita el público infantil para poder desarrollar a plenitud todas sus capacidades y talentos.
El escritor español Miguel Delibes (1994), citado por Cerrillo, P. (2007, p. 20) destaca tres notas en la Literatura Infantil: tema adecuado, linealidad y brevedad. Con respecto al tema, sostiene que no tiene por qué ser simple, ñoño ni edulcorado, pero sí ha de caer dentro de su mundo o excitar su imaginación. El tema que se elija no debe dejarlos insatisfechos ni indiferentes, pero tampoco tiene por qué ser exclusivo para ellos.
Sobre los contenidos, Cerrillo, P. (2007, p. 22) explica que hay una tendencia a personificar, y en general, a humanizar lo que no es humano. El ejemplo más significativo es el de la gran tradición de las fábulas, con sus protagonistas animales que tienen la capacidad de hablar.
Al referirse a los personajes, sostiene que existe una frecuente presencia de un protagonista que destaca sobre el resto de los demás. En cuanto a la caracterización de las condiciones humanas de éstos, sustenta que suele ser muy rígida: el bueno es siempre muy bueno; el malo, muy malo; el feo, muy feo, etc.
Estas condiciones humanas tan rígidamente marcadas son susceptibles de modificación en el transcurso de una misma historia, pero sólo si se dan unas circunstancias excepcionales, como una virtud muy destacada del personaje, una especial fortuna o intervenciones mágicas (de hadas, brujas, merlines, encantadores). Esta técnica caracterizadora afecta también a los escenarios de muchas obras: palacio/cabaña, castillo/pocilga, mansión/choza.
La acción suele estar estructurada en tres partes: exposición, desarrollo y desenlace, siendo muy breves la primera y la tercera. Existe también un esquematismo en la localización temporal de los hechos que se narran, lo que provoca una frecuente extratemporalidad; las localizaciones temporales suelen ser tan amplias como imprecisas: “Había una vez...”, “Después de un año…”, “Erase una vez…”
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