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La caja de pandora El baile de los 41

En años recientes, el cine mexicano que se presenta en salas se puede dividir en dos grandes clasificaciones: comedias y películas de festival. Con esta última definición me refiero a filmes hechos con cada uno de los elementos que suelen ser reconocidos y premiados por los críticos, escenas contemplativas, extensos momentos de silencio, historias dramáticas de supe-

ración, etc. Las comedias que se distribuyen, por otra parte, suelen carecer de elementos de calidad argumental, buscan únicamente el chiste fácil a través del formato de sketch alargado y, en ocasiones, ni siquiera cuentan con guion original; pues los buenos productores han descubierto la rentable idea de comprar guiones de películas ya hechas. Así no sólo

Por Azucena Mecalco

se evitan la molestia de pensar en una historia; al mismo tiempo apuestan por una fórmula ya comprobada en otros países, y por desgracia su apuesta ha funcionado bastante bien, pues atrae a una cantidad considerable de público.

Que sea complicado acceder a propuestas diferentes no significa que no existan; sin embargo, la limitante en la exhibición reduce por mucho el acercamiento que se puede tener a películas de calidad que no se limiten a picarle las costillas al espectador para arrancarle una carcajada, o a picarle los ojos para hacerlo llorar. Pero, si de por si ya era complicado acercarse al cine mexicano que se está produciendo, con la llegada del COVID 19, la situación no mejoró. Muchas películas perdieron su tiempo de exhibición o fueron lanzadas directamente a las plataformas de streaming, en donde deben competir con toda una variedad de contenidos, dentro de los cuales el cine nacional (más allá de la comedia socarrona) no es el predilecto del consumidor.

El año pasado, en medio de la pandemia, los cines de la Ciudad de México tuvieron la oportunidad de reabrir sus puertas, aunque por una breve temporada, momento que bastó para llevar a las salas la última película de David Pablos, mejor conocido por su dirección de Las elegidas (2015). El baile de los 41 es una película, con guion de Monika Revilla, en la cual Pablos revisita un episodio dentro de los anales del porfiriato, y se adentra en la historia de Ignacio de la Torre (Alfonso Herrera), un joven y ambicioso político dispuesto a todo para alcanzar la cima de su carrera. Con esa finalidad en mente, Ignacio contrae nupcias con Amada (Mabel Cadena), hija de Porfirio Díaz y boleto dorado para ascender en la cúpula política.

Todo parece marchar de acuerdo con el plan de Ignacio quien, al estar acostumbrado a llevar una doble vida, no encuentra problemas en compaginar su nueva rutina marital con sus ajetreos nocturnos. Mas, la llegada de Evaristo Rivas (Emmanuel Zurita) a su vida cambia por completo sus planes y perspectivas.

La película de Pablos cuenta con grandes atributos. Por principio, escapa de los formatos clá-

sicos que han monopolizado las exhibiciones del cine mexicano hasta llevarnos a pensar que sólo existen dos opciones dentro de la agenda del cine nacional. A ello se suma la construcción de personajes y atmósferas. Si bien la película no se encarga de recrear amplios espacios para trasladarnos a los años de don Porfirio, sí logra capturar la esencia de la época pese a los encuadres generalmente cerrados con los que el espectador sigue la historia de cada uno de los personajes. Con vastas referencias visuales se crean ambientes de voluptuosidad, desesperación, nostalgia o claustrofobia.

Otra de las virtudes es la actuación que mantiene, casi en todo el metraje, la credibilidad de una realidad ya lejana para nosotros. A excepción de Rodrigo Virago, que por momentos olvida que es Félix Díaz y se convierte en un personaje de El Infierno (Luis Estrada, 2010), el resto de los participantes se adapta al concepto de cómo debieron ser los habitantes porfirianos de la clase privilegiada.

Desde luego, esta película cuenta con algunos desperfectos, que no demeritan la historia y el conjunto del trabajo en general. Quizá dos de los detalles

más incómodos son la edición y la musicalización, que podrían haberse mejorado si no se hicieran cortes rápidos entre una escena y otra para conectar dos momentos completamente diferentes. Y, en el caso de la música, pese a que la selección concuerda con las atmósferas, es imposible no notar los cortes o la intromisión imprevista de la música extradiegética.

Con todo y los defectos mencionados, la película no sólo logra entretener. Lejos de retratar el episodio narrado desde una perspectiva abyecta y mórbida, la guionista y el director le entregan al espectador una historia de amor al estilo de Romeo y Julieta, en donde se realiza un redescubrimiento de la personalidad e incluso se permite crear una reflexión sin lanzar una moraleja descarada.

Existe, además, una construcción elíptica que le permite al espectador llenar los vacíos y ser partícipe de la trama. De esta manera, el director confía en su público y no evidencia todo el relato, pues inserta elementos cómicos y referenciales en distintos niveles, desde frases simples hasta referencias a personajes de la filosofía o imágenes de pinturas famosas como alusión a la postura del personaje principal. La película inserta también momentos cómicos elaborados con diálogos inteligentes que resumen todo un momento dentro del filme. Tal es el caso de la escena en la cual un compañero de Ignacio le pregunta cómo va su nueva vida de casado heterosexual, el joven, que siempre se muestra dispuesto a todo en el ámbito político para alcanzar sus fines, se limita a responder con un suspiro: «hay obligaciones que cuestan más que otras».

Finalmente, si bien esta película, como muchas otras «basadas en hechos reales», no narra la historia real, y aún cuenta con defectos en términos de producción, sigue siendo una prueba de que no se necesita el formato festivalero o el cómico para acercarse al público. Es también una muestra de que se pueden realizar producciones diferentes e interesantes sin caer en los clichés, y de que siempre existe una alternativa para contar historias sin apegarse a la norma.

FICHA TÉCNICA Título: El baile de los 41 Director: David Pablos Guion: Monika Revilla Música: Carlo Ayhllon, Andrea Balency Fotografía: Carolina Costa Elenco: Alfonso Herrera, Emiliano Zurita, Mabel Cadena, Fernando Becerril, Rodrigo Virago Año: 2020 País: México Duración: 93 min.

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