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César Cabello

Selección de El lugar sin voz (inédito)

Umbral

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¿Por qué eres tan breve? El hombre que huye jamás termina de pronunciar su nombre, de cavar el foso para la tumba asignada.

Desconfía de tu pobre memoria trascendida, secretos que cambias por paredes de oscuridad o deseo.

¿Por qué frecuentas a los heraldos de la noche? No todo cuerpo que cae y se hunde deja, en el agua, la misma ondulación.

De qué estás hecho, sino de sombras, lealtades ciegas al viejo capitán de las cadenas. Tu nombre es César, bandera de trashumancia, atadura y carga amarrada al pie de un vago retorno.

¿Por qué huyes si tu memoria vuelve convertida en sal o en corona de espinas? No toques ese cadáver maltratado por la pesadilla de la historia para hacerlo hablar.

Eres la boca muerta y el muerto, al que el poema olvida. No eres el médium ni el que oficia por nosotros sus misas gregorianas.

No hay voces, bocas ni sombras, que pueblen los desiertos nacionales de tu fantasía, déjanos descansar.

Eres tú y el ojo que habla como el viento, eres tú el que sale vivo desde las entrañas del cadáver para morder la piedra y tocar con su mano un poco de tierra firme.

Ven aquí, acércate, no seas tan breve, ya sé que la placenta y la sangre cubren tus ojos, todo recién nacido parece un boxeador.

Estrenos poéticos

Ten, límpiate, déjame ver tu mirada y oler lo que te trae hasta aquí. El animal es también como un poeta que conoce su oficio: sabrá siempre regresar a su madriguera.

El bosque de las cosas sin nombre

Donde todos hablan, donde obscenos pájaros se encaraman en lo alto del follaje, como frondosas parras se aferran al jardín secreto del poema, allí no quiero estar, sino en el vasto hemisferio de los que caen de la rama desgajada.

Mi lengua se ha curtido con tus náuseas de no saber que la poesía es el arte de ocultarse, no de buscar en un costal de huesos títulos o firmas con los que devolver el fruto al extenuado árbol de la muerte. No son llagas o heridas de extranjero las grietas que se forman bajo ciegas lámparas de pedestal, en los desiertos y baldíos de la memoria.

Son prueba de una vía dolorosa, cuando sales de un éxodo para entrar en otro, como Alicia en el bosque de las cosas sin nombre.

Allí todo falta como la primera vez, como la belleza se descubre al tacto de una flor sin envoltura.

La poesía es el arte de ocultarse, de ir tras las huellas de animales y poemas, de polizón en un tren de máscaras, de ruiseñor en un árbol convertido en ataúd a pedales.

Donde todos hablan, donde obscenos pájaros cuidan de sus alados feudos tras el andrajoso [follaje, allí no quiero estar, sino en el vasto hemisferio de los que caen de la rama desgajada.