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ublícaP

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Me levanté en la mañana, la luz era opaca entre las nubes, leves destellos de un sol muerto.

Sólo historias podía escuchar de mi padre, me daba una idea de cómo la humanidad pudo llegar a este planeta, a nuestro hogar perdido, a un astro en declive, que orbitaba una estrella viva, junto con otros siete acompañantes.

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Y, aun así, la humanidad se sentía sola.

Mi estrella, el sol de mi planeta, fue violentamente consumido por un agujero negro que orbitaba al anfitrión al que asesinaría. No tuvo que pasar

Segundo Tiempo

Siempre supe que nuestro mundo no era como lo pensábamos, iniciando conmigo; delgado, alto y con el cabello ondulado más desastroso que pudieras encontrar. Mi mamá era tierna, pero no como las demás. Existía algo específico en ella, algo poco usual; su mayor inspiración eran las plantas. Papá era… bueno, era papá; podría decir que era la persona más normal que había conocido en mis escasos veintiún años.

Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Xochimilco, que se encontraba al Sureste de la ahora nombrada “capital mexicana”, en el año 750 d. C. existía una peculiar familia de grandes creencias, acerca de la reencarnación especialmente, donde consideraban que las personas que morían reencarnaban en otro nuevo cuerpo con el único propósito de lograr el crecimiento espiritual, pero esencialmente seguiría siendo la misma persona.

Dicha familia estaba conformada por la madre Ameyali Aca Tlatoa; el padre Itzmin Tenahua

Bajo La Luz De Nuestro Nuevo Sol

mucho tiempo para que la singularidad lo extinguiese por completo, haciéndola visible desde cualquier parte de la habitación.

El planeta en el que me encuentro está iluminado por los restos de un astro que entró en el Horizonte de Eventos, y no puede ser ignorada desde aquí, porque alguien, al final del universo, tuvo que dictar que el tiempo se detuviera por completo justo antes de entrar a la singularidad misma del agujero negro. Lo que nos permite ver ese hermoso anillo que nos provee de suficiente luz para sobrevivir, una luz que ya no está ahí, pero cuyo espíritu nos da vida.

Parecía siempre tener todo resuelto. Tras jubilarse de su trabajo como director de cine tenía más disponibilidad para poder reservar una interesante plática con él o una segura humillación en ajedrez. Y, por último, estaba Elizabeth, Eliza, Beth: mi hermana. En un hogar donde los colores neutros abundaban estaba esta… ¿cómo llamarla? Este ser del espacio, con su mirada efímera y su ropa eternamente colorida y brillante.

El Secreto De Las

CATACUMBAS DE XOCHIMILCO

Xuchitl Potrero Flores

CBTIS No. 153 - Tlaxcala

Cotzomi y su única hija mujer; Yali Tenahua

Tlatoa. Ella se dedicaba a la agricultura de esa época, comercializaban lo que cultivaba, pues vendía dichos alimentos junto a un río por las personas que requerían comida.

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