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1. El Gattamelata (1453), de Donatello —el más encumbrado escultor del siglo XV— en Padua, se levanta sobre una planta elíptica de bloques horizontales y el escultor se propuso abandonar la típica estatua funeraria veneciana para remitirse a la retratística romana. Movimiento y tensión contenidos dominan la composición, una mezcla entre la dignidad antigua y un cierto sentido de control, de alguien que supo manejar las riendas y guiar firmemente su destino.
2. El Colleoni de Verrocchio (1488), discípulo de Donatello, se erige sobre un pedestal de mármol en Venecia e intenta superar, en la composición, la falta de movimiento del modelo de su maestro. Hay una expresión de furia y angustia y una actitud desafiante del Colleoni, que supera en vitalidad al Gattamelata, aunque no posee la psicología del conjunto de la obra de Donatello.
en contra de su aliada, la República Veneciana. Ésta para respaldarlo lo designa Comandante Supremo y su trayectoria fue signada por los éxitos. Unos años después su segundo al mando era Bartolomeo Colleoni y en 1439, Gattamelata sufre dos ataques de apoplejía, retirándose a terminar sus días en Padua. Colleoni hizo sus primeras armas a los 14 años, al servicio del Señor de Piacenza. Luego viajó al Reino de Nápoles para formar parte del grupo mercenario de Braccio da Montone y más tarde fue contratado por el Barón Jacopo Caldora y fue amante de la Reina Juana II, de Nápoles. Porque a más de fiero guerrero, Bartolomeo era un mujeriego, cuya leyenda indica que sufría de poliorquidia (3 testículos) como varios de sus ascendientes y que de ahí el apellido “Colleoni” y los tres pares de genitales que lucen en el escudo de armas de la familia.
Y nosotros tenemos nuestros condotieros en el Uruguay. En 1951, luego de múltiples gestiones de las autoridades municipales de Montevideo, encabezadas por Germán Barbato y con una Comisión asesora integrada por tres notables arquitectos: Eugenio Baroffio, Américo Ricaldoni y Juan Scasso, llegarán a nuestra capital las réplicas de las estatuas de Gattamelata y Colleoni (además del David) que habían sido encargadas a la famosa Fundición artística Ferdinando Marinelli, de Florencia. Y ahora están: Gattamelata en Av. Italia y Garibaldi y Colleoni frente a la Facultad de Arquitectura. Eran tiempos, en estas tierras, de un imaginario universalista, una decidida promoción de la “educación por el arte” y una visión de quienes regenteaban la ciudad, que no incluía la azarosa aventura de un coreano que saluda, desde sus seis metros de alto y pintado de celeste.
En 1429, pasó al servicio de Venecia bajo el mando de Carlomagnola, luego del Marqués de Mantua y más tarde de Gattamelata. Fue su época de más honores, riquezas y victorias militares, aunque aún no había alcanzado el mando superior. Eso fue motivo de fricción y en 1441, finalmente Filippo Maria Visconti, Gobernante de Milán, lo nombra comandante supremo. Tras la muerte de éste, Colleoni se alistó con Francesco Sforza y la República Ambrosiana, siendo esta etapa la de más brillo militar de Bartolomeo, que murió a los 80 años, poco después de haber entregado el bastón de mando. Mentar a Gattamelata es evocar la “opera prima” de Donatello (Donato di Niccolò di Betto Bardi, 1386-1466) que se levanta en el piazzale della Basilica, en Padua, celebre monumento inspirado en la única estatua ecuestre que sobrevive del Imperio Romano, la de Marco Aurelio, en el Capitolio romano. Y aludir al Colleoni, es pensar en Verrocchio (Andrea di Michele di Francesco de Cioni, 1435-1488) —maestro de Leonardo da Vinci— y su espléndida estatua ecuestre situada en el Campo San Zanipolo de Venecia.
Bérgamo. El escudo heráldico de la familia Colleoni con sus tres pares de testículos, se puede contemplar en las puertas del Palazzo Colleoni, esplendida villa que resurge en el “settecento”, adornada con frescos en los salones, loggias espaciosas, lujurioso jardín a la inglesa y restaurante de primera clase
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