gastronomía
AZAFRÁN, LA ESPECIA MÁS ARISTOCRÁTICA Por Alva Sueiras
CLTC
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El azafrán, delicada especia donde las haya, se extrae de la planta bulbosa Crocus sativus, cuyos estigmas proporcionan filamentos de aroma picante y sabor amargo. De cada bulbo nacen hasta tres lirios que florecen dos semanas al año con tres pistilos presentes por cada flor. Las hebras son tan delicadas que el proceso de mondado, secado y embalaje debe hacerse de forma manual. Para obtener un kilo de hebras se precisan 150.000 flores, cifra que esclarece porqué el azafrán es la especia más cara del mundo. En contrapartida, su intensidad aromática requiere de pequeñas cantidades de producto en su uso culinario. Los entendidos al gobierno de los fuegos calculan a razón de tres hebras por comensal. Ya en el Antiguo Egipto, en los papiros de Ebers (1500 a. C.), aparece representada la flor del bulbo junto a un montoncillo de hebras y la descripción de sus propiedades en tintes, perfumería y salud. En los banquetes de la Antigua Grecia, los pudientes anfitriones desperdigaban hebras por el suelo del salón para presumir de opulencia. Convencidos de su poder vigorizante e hilarante, rociaban con agua de azafrán los bancos del teatro antes de que diera comienzo el espectáculo. El mismísimo Alejandro Magno, creyendo en su capacidad cicatrizante, se daba baños en agua infusionada con la aromática especia al regresar del campo de combate. Era común, entre las clases altas del Imperio Romano, introducir hebras de azafrán en las almohadas, confiriéndole el poder de disminuir el dolor de cabeza
y atribuyéndole propiedades afrodisíacas. En época del emperador Claudio era costumbre teñir los tejidos nupciales con las hebras rojizas de la planta para emular los tonos persas. Con la caída del Imperio cayeron en desuso las plantaciones de azafrán, antes muy extendidas en la región de Cilicia. Fueron los árabes quienes retomaron su cultivo en Europa introduciéndolo nuevamente en el continente por la península ibérica. El mercado del azafrán tomó dos caminos: el que procedía de España y pasaba por Tolouse y el camino turco, controlado por Génova y Venecia, a través del Mediterráneo. A América la especia llegó a través de portugueses, alemanes, británicos y españoles en función de sus territorios de influencia. Hoy, el mayor productor del mundo es Irán, siendo la región española de La Mancha, con Denominación de Origen Protegida, la que ostenta mayor prestigio a nivel mundial por su calidad. Se trata de una las pocas especias solubles al agua. Comúnmente se infusiona en agua tibia previo a su uso culinario. Es ingrediente esencial en recetas emblemáticas como la bullabesa de Marsella, la paella valenciana y el risotto típico de Milán. Además de acompañar con acierto diversos productos proteicos como pescados, mariscos, pollo, cordero y conejo, es buen compañero de vegetales. Puerros, morrones, espinacas, zanahorias y patatas, entre otras joyas del huerto, aceptan de buen agrado la compañía del azafrán. La multifacética especia funciona también en repostería otorgando un toque sinigual a clásicos como el arroz con leche y las natillas.