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los datos disponibles, que en su mayoría proceden de anotaciones consignadas en los Quaderni azzurri. De esas notas se deduce que la década de 1970 constituye el arco temporal que abarca el proceso de maduración del libro, aunque sus orígenes son sin duda más antiguos y hay que situarlos en la década anterior.

vittorio savi, l’architettura di aldo rossi, franco angeli, milán 1976.

El recurso de la analogía como procedimiento compositivo había comenzado a tomar cuerpo en el discurso teórico rossiano a lo largo de los años sesenta. Su propuesta de la ciudad análoga, cuyo origen sitúa Savi en 1964, vinculándola al descubrimiento del Capriccio veneziano del Canaletto en el Museo de Parma(33), resulta ya del todo explícita en las lecciones impartidas en el Politécnico de Milán a finales de esa década: «Lo que buscamos frente al estudio de la ciudad en que vivimos –afirmaba en la lección inaugural del curso 1968-69– es el intento de proceder a la construcción de una ciudad análoga; en otros términos, servirnos de una serie de elementos diversos, vinculados entre sí por el contexto urbano y territorial, como fundamentos de la nueva ciudad. Esta ciudad análoga utiliza lugares y monumentos de un sistema cuyo significado está en la historia y se construye en torno a ellos definiendo la propia forma. Pienso que, a partir de este concepto de la ciudad análoga, podremos desarrollar una nueva y válida teoría del proyecto y ofrecer indicaciones y resultados positivos mediante grandes proyectos de arquitectura urbana»(34). La construcción de esa teoría del proyecto, que habría de ser transmisible y simultáneamente servir de cauce para la expresión individual, atraviesa todo su itinerario docente. Ambos extremos eran, para el maestro lombardo, irrenunciables y debían ser afirmados con igual fuerza: la racionalidad y la invención, la lógica de los principios y la singularidad de la experiencia, la arquitectura y la ideología. «Ciertamente –dirá– cada técnica crece a partir de sí misma y elabora su propio discurso autónomo, pero los contenidos auténticos del discurso progresivo están en la sociedad y en los conflictos sociales como en la biografía de las personas»(35). Ese convencimiento lo acercaba a los surrealistas por lo menos tanto como lo distanciaba de los sectores más influyentes de la cultura arquitectónica italiana, que no tardarán en presentarlo como un extravagante, un caso raro, alguien inactual y controvertido a la vez. De hecho, en las críticas vertidas con motivo de los acontecimientos que condujeron a su salida del Politécnico de Milán en noviembre de 1971(36), ya quedó clara la dificultad para comprender los motivos de fondo de sus planteamientos. La interrupción de la carrera académica, si bien pudo suponer un contratiempo para Rossi, que veía desvanecerse lo que hasta ese momento era el principal apoyo de su

trayectoria profesional, en cierto modo resultaba ser también algo deseado(37). Es, pues, comprensible que precisamente entonces se planteara hacer balance en unas notas que constituyen el punto de partida para lo que más adelante se convertirá en la Autobiografia scientifica. Al decir del propio Rossi, ese balance venía exigido por la «necesidad de […] afrontar nuevos problemas»(38). Había comenzado ya la búsqueda de otro modo de definir su «imagen de arquitecto», marcada por la transición del interés por cuestiones teóricas de orden más general a la insistencia en aspectos proyectuales propios de su personalidad poética, en los que la analogía jugará un papel cada vez más relevante(39). Este proceso terminaría, como es sabido, con la definitiva renuncia a prolongar, mediante la formulación de una teoría del proyecto ligada al desarrollo del concepto de «ciudad análoga», el discurso iniciado con L’architettura della città y ligado, al menos en el inicio, a su condición de profesional de la docencia. Pero hasta llegar a esa renuncia, Rossi habría de dar todavía algunas vueltas al modo de perfilar los contenidos del libro sobre la arquitectura análoga. Estaba claro que quería, de una parte, desarrollar un discurso teórico sobre cuestiones de carácter proyectual y, de otra, explicar sus proyectos. Este era ya el planteamiento inicial del libro, cuyo primer esquema, recogido en una anotación de los Quaderni, se remonta a comienzos de 1970: «28 de enero. Organizar los escritos en La città analoga. Saggio sull’architettura. 1) La arquitectura de la ciudad; 2) Formas tipológicas de la vivienda; 3) Análisis urbano y proyecto; 4) Teorías del proyecto; 5) La ciudad socialista. Ilustración proyectos»(40). Los títulos de los capítulos corresponden en gran parte a las lecciones académicas recogidas pocos meses después en una publicación colectiva titulada L’analisi urbana e la progettazione architettonica y, salvo el segundo de ellos, no llegaron a formar parte de ese nuevo libro que Rossi tenía en mente. Pero en todo caso sirven para dejar constancia de que las tesis sobre la analogía se planteaban como una prolongación de las contenidas en su primer libro, aunque expresadas en clave de teoría del proyecto. Solo a finales del curso siguiente vuelven a aparecer nuevas referencias al libro; he aquí algunos apuntes de los Quaderni: «10 de julio de 1971. Ordenar los apuntes para La città analoga. Dudas sobre la ejecución o conclusión de este libro. [...] 18 de julio. Para La città analoga realizar análisis definitivos de algunas arquitecturas y textos. Individuación de los tipos y de las características y rechazo del tratamiento histórico. Insistir en el significado. Qué significa, cómo se define, etc.»(41). Parecen notas escritas pensando en posibles tareas para las vacaciones estivales, pero no hay noticia del grado de desarrollo que llegaron a alcanzar. Probablemente no

mucho, porque unos meses más tarde apunta: «1 de marzo de 1972. Retomar La città analoga iniciada en 1970. Introducir en la parte escrita las consideraciones principales sobre la residencia del manuscrito de 1969 (tipología conventual, residencia colectiva y casa unifamiliar, etc.). Conveniencia de introducir las explicaciones o descripciones de los proyectos»(42). No tardaría en presentarse la ocasión para publicar ese libro que Rossi se hallaba preparando. En mayo de 1972 anota: «Propuesta de Massimo Scolari de escribir un libro sobre mi arquitectura para su nueva colección de Franco Angeli. Enunciación de la teoría, etc. Finalidad perseguida también con estos cuadernos»(43). Y a continuación dedica el resto de ese cuaderno y todo el siguiente a analizar algunos de sus proyectos, partiendo del cubo de Cuneo hasta llegar a los dos más recientes: el cementerio de Módena y la escuela de Fagnano Olona. La idea que parece presidir ese recorrido por su arquitectura es la búsqueda de un hilo conductor que explique los mecanismos compositivos. En el cuaderno inmediatamente posterior escribe: «Contrato de Angeli para libro. Iniciar maqueta / La ciudad análoga. Para una teoría de la arquitectura. Arquitectura analítica. Fragmento y repetición»; estos parecen ser los epígrafes de la parte teórica del libro, que en una nota fechada el 1 de diciembre encuentran un desarrollo aún más preciso. Más adelante, en ese mismo cuaderno, se explica cómo esos principios teóricos se ilustran con sus propios proyectos, estableciendo así una estructura en dos partes que sigue el modelo de Roussel: «En este libro –afirma– es-


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