Nudo Gordiano #21

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Diciembre - Enero No. 21

Nudo Gordiano DIRECTORIO Consejo Editorial Enrique Ocampo Osorno Julia Isabel Serrato Fonseca

Dirección Enrique Ocampo Osorno dirección@revistanudogordiano.com

Jefa de Diseño Editorial Mary Carmen Menchaca Maciel

Jefa de Contenidos y Marketing Linette Daniela Sánchez

Editora en Jefe Ana Lorena Martínez Peña

Toluca, Estado de México, México. Nudo Gordiano, 2021. Todos los derechos reservados. Revista literaria de difusión bimestral contacto@revistanudogordiano.com

Difusión Erasmo W. Neumann

Todas las imágenes y textos publicados en este número son propiedad de sus respectivos autores. Queda por tanto, prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos de esta publicación en cualquier medio sin el conocimiento expreso de los autores. Los comentarios u opiniones expresados en este número son responsabilidad de sus respectivos autores y no necesariamente presentan la postura oficial de Nudo Gordiano.


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Índice Cuentos - la Espada Esmeralda, el Tigre y la Charolastra

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Luis G. Álvarez

La Anciana Misteriosa

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Evelyn Alexandra Escalona Venadero

El Loco de la Banqueta

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Héctor Moreno González

Sy, sy, sy

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Walter Hugo Rotela González

Trompo

22

Rafael Aguirre

Un Romance Edénico

26

Rusvelt Castellanos

Vagabundos

32

Juan Manuel Rodríguez Rivera

Poemas - la Lanza La Sirena Dormida

40

Isabel María Hernández Rodríguez

Prisionero

42

Rolando Reyes López

Sombra del Olvido

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Sergio H. García

Pensamientos

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Maya Chalez

Un Mundo Mejor dentro del Mundo Yuleisy Lezcano

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Luis G. Álvarez En un lugar en donde la incertidumbre se vuelve tu confidente. Un olor a marihuana y los dulces besos del placer carnal. La ideología en un sentido alterno de las necesidades básicas. Cuando estos tres se juntan, todo a su alrededor se vuelve una bomba de tiempo. La historia de la prostituta que no quería serlo. Matamoros, Tamaulipas: Cuando escuchaba que alguien mencionaba la zona rosa de la ciudad, me imaginaba un lugar con mucha circulación vehicular, decenas de personas vendiendo botanas y las sexoservidoras en un desfile de cruces contoneándose para llamar la atención de un posible cliente y así pagar las deudas que éstas tenían, ya sea para su consumo de drogas o para llevar comida a la mesa de sus casas. El rincón más escondido de Matamoros, dejando a un lado la calle once, donde la mayoría de las mujeres venden su cuerpo y el barrio capilla que no solo es el sótano de la ciudad; este por ser el lugar en donde el consumo de droga, prostitución y pornografía es el más elevado. El sitio que menciono, está casi a las afueras, por las vías y las fábricas de sorgo abandonadas. “El tigre’’ es una cantina como cualquier otra en donde el alcohol y las drogas son el plato fuerte, siendo el postre, los dulces besos de una chica con olor a cigarro y perfume barato. No cualquier persona puede llegar ahí, ya que está bien custodiado para evitar charlatanes, por lo que tienes que ir con extrema precaución y hacer expresiones de una persona con baja autoestima y deseos sexuales. Cuando pasas por este lugar, encuentras la calle de terracería, las casas son viejas chozas de madera y lámina, los niños andan descalzos, visten la misma ropa sucia y andrajosa, se acercan a ti para pedirte una ayuda (me apretaba mi pantalón para que no fueran a bajar mi cartera). Cuando estás más cerca, te habla un tipo al que le dicen “El charolastras’’, usa un viejo bermudas desgarrado y sucio, una camisa extragrande para su complexión delgada, tiene la mirada perdida, los ojos están rojos, arrastra las palabras y parece no tener idea de lo que dice. El charolastras me preguntó qué es lo que estaba haciendo en ese lugar, mi contestación fue que buscaba el bar “El tigre’’ con la idea de divertirme, acababa de salir de la maquiladora y quería distraerme. Me dijo que por diez pesos me llevaba al bar para que no pasara nada. Accedí a pagarle. —En ese bar encontrarás la sana diversión, carnal, por una chela, las viejas dejan que te las chingues, no 6


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cobran caro porque ya están bien guangas, pero ese es su deseo, les encanta que se las metan, por eso están ahí todo el día. Tú di que vienes por parte del charolastras y hasta te hacen descuento, carnal—. El tipo estaba más emocionado que yo y por algún momento llegué a pensar que se quedaría para comprarle cerveza y alguna compañía. —Solo busco diversión, brother, (quise imitar su vocabulario), vengo bien jodido de la fábrica y quiero una nalguita de compañía antes de irme a dormir y regresar al trabajo mañana. ¿Sí me entiendes? Cuando terminé de hablar se me quedó viendo, al parecer ya estábamos en el mismo canal porque lanzó una sonrisa en donde noté sus dientes amarillos con negro, las encías grandes y un olor a marihuana. —Mira, apa, acá las viejas son de este lugar, no les gustan los extraños a menos de que vengas más de dos veces a la semana. Aunque sean bien putas y gordas, les gusta elegir a los que se van a coger. La neta, apa, acá al chile te recomiendo que vayas con la Doris, esa es bien cachonda, cobra caro, pero te hace un buen jale, si te la ganas a ella cogiéndotela, todas las putas de ahí van a querer que te las cojas a cambio de pisto, pero si no le gustas, es seguro que te saquen a chingar tu madre del lugar. Y te van a dar la putiza de tu vida por molestarlas. —Solo quiero tomar una cerveza, brother, y conocer el lugar, si todo sale bien, igual y le digo a una, necesito desahogarme. Habíamos caminado un buen tramo por todas las vías, el sol estaba por ocultarse y volteaba a todos lados para saber en dónde había más luz y en la salida irme por ahí. —No te asustes, apa, aquí me quedo un rato, a esperarte y regresarte a la salida, pa’ que no te pase nada, namás te va a costar una caguama, que son cincuenta pesos, si te dicen algo, te costará una mamada de una putilla para que no te madreen —había notado algo

de nerviosismo que tenía y por primera vez en mi vida, me arrepentí de estar en un lugar de esa magnitud. El lugar por fuera está muy descuidado, la puerta era de lámina, la casa es de color amarillo y se escuchan algunas risas desde adentro. A los alrededores están algunas casas, niños corriendo y viejos rabo verde bebiendo sin playera. Cuando entramos, noté el olor a cigarro, perfume y marihuana. Había pocas personas y todas se me quedaron viendo, el charolastras saludó a los que estaban y les dijo que era su primo, que venía a divertirme y le pidió dos caguamas a una de las mujeres que estaban ahí, yo lo detuve y pedí una cerveza nada más, se me quedó viendo y pidió una caguama y una cerveza. —Vamos a sentarnos aquí, carnal, y mira, si pides una botanita, te cuento todo lo que debes de saber para estar aquí —me lo dijo casi casi pegando la boca apestosa a mi cara. Le dije que la pidiera, solo dijo que también trajeran botana con la cerveza, se recargó sobre la silla, se estiró, raspó su garganta y escupió al suelo. —No está la Doris, apa, pero ahorita que llegue le hablo, para que la pruebes, a mí me pides cualquier puta, ya me las cogí a todas, pero como mi primo paga, entonces no hay pedo —. Se comenzó a reír, volviendo a mostrar sus dientes amarillo y sus grandes encías. Me había convencido con la idea de salir y entrar a ese lugar sin ningún problema, además de contarme todo lo que quería saber. Le pregunté el costo de las sexoservidoras y estos variaban. $50 por 15 minutos, solo se quitan el pantalón y el calzón. Por una hora te cuesta $300 y ahí ya puedes disponer de ellas a tu antojo. Le dije al charolastras, que solo le pagaría por 15 minutos más la caguama, era una buena forma de comenzar una amistad. —No hay pedo, apa, con 15 minutos tengo, igual, solo la ocupo unos 3 minutos —volvió a reírse, pero esta vez se notaba más serio. 7


En mi reloj marcaban las 7:40 y necesitaba salir a más tardar de ahí a las 8:30, por lo que solo tenía unos minutos para sacarle información del lugar. Después de darle un buen trago a mi cerveza y comer de los chicharrones rancios que nos habían dejado, le pregunté sobre lo que debía saber de ese lugar. —Mira, apa, como te dije hace rato, la que todos quieren es la Doris, porque la neta apa, coge bien, vienen vatos de lejos para chingársela. Hay ocasiones en que no quiere nada o los deja esperando, les tumba el dinero o le compran cervezas, ella ha traído a dos chicas y una de ellas está bien chula, no dice nada y solo viene a chambearle, we. Con ella no me he metido, para eso la espero, para que me pagues, aunque pensándolo bien y porque me caes bien, dejaré que te la chingues antes que yo. —Esa chica que dices, ¿cómo es? —Es chaparrita y delgadita, tiene los ojos verdes, tiene labios mamadores y un culito bien sabroso, siempre parece triste y nadie sabe por qué, no habla nada, carnal. Namás vienen, se la cogen y ya. No me interesa, apa, conque coja rico. Cuando andaba trabajando y pasaba por la once, muchas veces me hablaron con un tono curioso, me acercaba, te hablaban e intentaban convencerte de que entraras para que les pagaras. Algunas ocasiones me tocó ir a pedir informes o venderles el servicio de cable que ofrecía. Se te dejan caer como si fueras el último refresco del desierto y al principio pareces gustarles, después te das cuenta que es su modo de convencerte de que les atraes e invitarte a pecar de una forma carnal. El charolastras me comentó que el lugar llevaba vario tiempo, que eran los mismos clientes los que la visitaban y que muchas veces iban unos tipos por la venta de drogas, pero que, de alguna manera u otra, habían logrado 8

evitar que les cerraran. —Ha habido broncas aquí, brother? ¿Peleas o algo así?, le pregunté mientras me acababa la primera cerveza. No quería que notara lo nervioso que me estaba sintiendo cuando más personas entraron al bar y una de esas, llevaba una pistola simuladamente escondida. El charolastras sonrió y saludó a los que estaban entrando, parecía respetarlos y por un momento me di cuenta que son los encargados o por decirlo así, los que mandaban y controlaban el lugar junto con la Doris quien manejaba a las chicas que se vendían. —Mira, apa, te presento a mi primo, es su primera vez y viene a probar la carne que aquí hay. Dice que el lugar esta chingón y que ahora vendrá siempre, ¿o no, primo? —me volteó a ver y esperaba que aprobara, ahí me di cuenta el respeto y miedo que le tenían. —Claro, como le dije a mi primo, vengo jodido y quiero diversión — hablé con la mayor seguridad que me fuera posible porque no quería tener problemas. —Órale, nada más ándate con cuidado, porque aquí no aceptamos a cualquiera — después de eso se salió del lugar, arrancó su camioneta y se fue junto con los otros dos pelados que llevaba en la parte de atrás. Pedí otra cerveza y observé mi reloj, me marcaban las 8 de la noche y sentía que el tiempo se me estaba acabando. Los tipos de ahí se veían más borrachos, la tal Doris no llegaba y el charolastras ya se había terminado una gran parte de la caguama que había pedido. Estaba pensando en volver dos días después porque ya no le encontraba sentido seguir ahí si no estaba obteniendo lo que necesitaba. El charolastras pidió otra caguama y me dijo que esa la pagaría él, que cuando se la acabara me llevaría de nuevo a la entrada, que no había tenido suerte y que viniera al día siguiente para que encontrara a la Doris.


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Solo le sonreí mostrando cara de indignación por no haber tenido compañía esa tarde. Me contó que hace tiempo había llegado una niña de unos 17 años pero que tenía el cuerpo de una de 20. Según lo que dicen es que necesitaba dinero para darse lujos, ropa de marca, bebida, joyas y un celular moderno. Según él, la niña estaba muy bien, pero tenía problemas con las drogas y la autoestima, pues solo se aparecía cuando necesitaba para drogarse o comprarse algo. Había logrado la atención de algunas personas, (no quiso mencionar nombres), para que la buscaran no solo para tener placer con ella, sino para sacarla de ese lugar y proporcionarle una educación, según dice, no había necesidad fuerte para que ella estuviera ahí. Uno de sus hermanos había acabado asesinado por una riña de pandillas en el lugar en donde vivía, otro se había ido a los Estados Unidos y ya no se supo nada, solo que se había casado; ya no quiso mantener contacto con su familia, su padre era un desobligado que se la pasaba en las cantinas bebiendo, su madre, lavaba ropa ajena para comer. Su hermana más pequeña asistía a la escuela, pero se burlaban por la profesión que había tomado la chica. A ella no parecía importarle nada más que la diversión, alcohol y drogas, el sexo por placer, ya que, según cuenta, se metía hasta con tres hombres al mismo tiempo, le gustaba inyectarse para no sentir

nada cuando estos la forzaban o maltrataban en el acto sexual, tenía moretones en los brazos y las piernas, que, según ella, eran las marcas del sexo salvaje y duro, algo que nadie se atrevería hacer. Como era de esperarse, la muchachita se enamoró de un tipillo que solía presumir carros y dinero. Aquellos que compran la felicidad y la vida de las necesitadas de lujos y aceptación. Ésta, al ser rechazada, entra en depresión, pues los sueños de una vida de lujos se le habían escapado de las manos.

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En esa supuesta depresión, comenzó a meterse con todos sin cobrarles, quería olvidar y tal pensaba que el dolor de su cuerpo no era tan fuerte como el de su alma, la cual estaba dispuesta a vender al diablo de ser necesario por la aceptación del junior que se le había puesto enfrente. La chica cayó más en las drogas y el alcoholismo, se le veía desgarrada, tirada en la calle mendigando monedas porque ya nadie la aceptaba y no había quien se atrevería a acostarse con ella por dinero. Un día llegaron personas de una asociación sin fines de lucro a ayudar a la gente de ese lugar, llevando medicinas, atención médica, personas para cortar cabello y algunas actividades. La chica fue descubierta y se la llevaron de ahí para una valoración en una clínica alejada de la ciudad, la cual se dedica a ayudar a las personas con VIH. Después de hacerle la prueba, se había dado cuenta de que era portadora del positivo, su impresión fue tanta y la depresión se fue en aumento, que bajó considerablemente de peso. Pocas personas del bar y alrededores tenían contacto con ella, su madre dejó de buscarla cuando desapareció, su padre no hizo nada más que

seguir bebiendo y su hermana veía en ella, justamente lo que no quería hacer de su vida. Una noche, mientras seguía en la clínica atendiéndose, se fue sin dejar alguna nota o decir hacia dónde iba. Nunca nadie más supo de ella. El ambiente en “El tigre’’ cada vez olía más a marihuana, se salían a la puerta porque supuestamente el cantinero no quería que se llenará de pestilencia, pero nada le servía porque este como quiera se colaba. Estaba a punto de terminar mi segunda cerveza para irme y regresar después cuando el charolastras me dijo que la Doris acababa de llegar. Una mujer alta de 1.70, complexión mediana, estaba bien proporcionada y su maquillaje era exagerado, su cabello era chino, pero no se lo arreglaba, imaginaba que se veía bien al natural. El charolastras se paró para hablar con ella y constantemente volteaba hacia mí. Unos minutos después entró una chica toda tímida, estaba delgada, cabello largo, los ojos verdes, piel aperlada y labios gruesos. Al charolastras pareció emocionarle, se acercó a mí para decirle que ya estaba armado, que yo entraría con la chica nueva y el con la Doris, que al final le pagaba; me tomó del hombro y me jaló hasta la parte de atrás, todos se me quedaban viendo y me seguían con la mirada; entre susurros, el charolastras me dijo que no le diera importancia. Salimos del bar y pasamos por un pasillo lleno de macetas. Una barda de alambre vieja y del otro lado una señora de la tercera edad limpiando frijoles en el patio en donde tenía una fogata y una vaporera hirviendo, al final del pasillo había varios cuartos de escasos dos por dos metros. El charolastras me dijo que entrara en ese cuarto, que la chamaca entraba en un momento.

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Ese instante pensé en que quizá entrarían para robarme el dinero, me dijo también que en 15 minutos regresara al bar, que allá me veía y que aprovechara bien mi tiempo. Entré al cuarto en donde solo había una cama, una lámpara y dibujos en la pared. No había otra cosa porque no había necesidad. Comencé a sudar frío, el cuerpo me temblaba y ahora estaba más arrepentido de haber ido a ese lugar. En ese momento entró la chica con un short que le llegaba a la altura de las nalgas, una blusa de cuero negro que le llegaba hasta el pecho y calcetines. Yo estaba parado en una esquina, me miró, guiñó un ojo y me dio la espalda, se bajó el short, se inclinó y me preguntó que qué esperaba. Yo no me moví, tan solo la veía, volteó y al darse cuenta que no estaba haciendo nada, se levantó preguntándome si lo iba a hacer, me observó de una manera desafiante. Me quedaba callado, se volvió a poner la ropa y me preguntó qué era lo que quería. Le dije que quería hablar, que era reportero (y con esto pensé que me estaba sentenciando a muerte, que, al salir, le diría a la Doris y al charolastras y sería él quien me diera la putiza de mi vida), en eso se sentó y me preguntó para qué periódico, le dije que no trabajaba para ninguno, que era un reportaje para mí y que lo quería publicar en mi blog. Se quedó callada y me dio más confianza para acercarme, ahora su mirada era diferente. Me dijo que podíamos hablar, pero que ahí no. Me senté a su lado y nos quedamos callados los 15 minutos, me dijo que la contactara y me dio su Facebook. Alguien tocó la puerta y me dijo que era señal de que mi tiempo se me había terminado. Me levanté y salí tan rápido antes de que ella pudiera pararse. Llegué al bar y el charolastras estaba sentado en la silla y de lejos me preguntaba que si me había gustado.

Pedí la cuenta, pagué lo que habíamos consumido y salí de ahí. El charolastras me siguió preguntándome que si no me había gustado y que qué tal estaba la muchacha, le dije que ni siquiera había terminado, que el lugar olía muy mal. Me comentó que me iría acostumbrando, luego dijo que era de palabra y me acompañó hasta el lugar en donde me había encontrado. Eran casi las nueve de la noche y aún debía caminar varias cuadras para alcanzar el camión que me llevaría hasta mi casa, me dijo que volviera porque si no, iba a ver pedos. Le dije que regresaba el viernes (estábamos a martes) a la misma hora, me dijo que me esperaba entonces, pero que no le fallara. No me despedí, solo comencé a caminar por la calle desierta que era iluminada por la escaza luz de las lámparas. Nadie salía de noche, tan solo se veían las luces de las casas y el ahumadero de las vaporeras que hervían en los patios. Llegué a una esquina y abordé el primer taxi que me sacara de esa colonia. Me bajé en el centro y de ahí tomé un camión para mi casa. Ni siquiera podía creer a dónde había ido. No tenía ninguna intención de volver a ese lugar. Después de agregar a Esmeralda, me puse a investigar en internet los casos que había de la compra y venta de placer sexual, la mayoría son casos de sexting en donde el problema es llevado hasta las autoridades. Personas que fueron estafadas por cambio de fotografías en donde mostraban sus cuerpos y estos tuvieron que recurrir a una demanda. También encontré el caso de un chico que viviendo en una ciudad lejana no tuvo más opción que vender su cuerpo para poder llevar comida a su mesa y pagar sus necesidades. El monto por cobrar fue de $5,000 ya que consideraba que el venderse con otro hombre, hacía que valiera más su plusvalía. 11


Era su primera vez y ya estaba sumamente tomado. Habían acabado en un hotel de paso a las 5 de la mañana para seguir bebiendo. Se habían quedado solos y el sol se estaba asomando. Su compañero se cambió de cama para tocarle la entre pierna, el alcohol le había provocado que no lo rechazara, pero que sí llegaran a un acuerdo sobre esa cantidad de dinero. Después de una hora de haber estado con aquel chico que deseó comprarle, no le quedó más remedio que romper el silencio, mientras el alcohol se iba vaciando de su cuerpo. Solo se escuchó que exclamó que lo hacía por ella y comenzó a llorar, mientras lo abrazaba su comprante y le pedía que no llorara. De mala gana salieron los dos de la habitación en busca de un cajero para hacer el supuesto pago, el cual no se efectuó, debido a que no había dinero en las cuentas. Con engaños y como se podría decir, al puro estilo de “aquí espérame y ahorita paso por ti’’, se quedó esperando a su cliente para que fuera por efectivo, después de una hora entendió que no iba regresar. De esta manera se dio cuenta de que había perdido más que dinero, tiempo y su virginidad. Su dignidad se había marchado junto con el agua en la regadera en la que se había duchado unas dos horas antes. Esmeralda había aceptado mi solicitud de amistad a través de la cuenta de Facebook. Comenzamos a charlar, desde ese momento no dejamos de hacerlo. Se había entablado una amistad entre los dos. Quedamos de vernos en un lugar para entrevistarla. Ese día había llevado a su niña. Portaba un pantalón de mezclilla y una blusa que no tenía escote. Me aseguré de estar en un lugar en donde nadie nos viera, así no podrían descubrir su identidad. La entrevista no fue como esperaba. Fue hasta que hablamos sin intermediaciones para contarme todo lo que yo quería saber. 12

Después de eso seguimos charlando y me dijo que fuera al bar para verla una vez más. No estaba muy seguro por lo último que había ocurrido. Además, tenía como una semana de no haberme aparecido aún cuando dije que volvería el viernes. Ella acordó de llevarme a mi casa en el taxi particular que tenía. A pesar de haber estado hablando por una semana, no estaba muy seguro de confiar en ella, pero accedí a ir un viernes por la noche. Cuando llegué al lugar cerca de las 10 de la noche, el charolastras estaba sentado en una tienda comiendo unas papitas y un refresco, quise pasarme de largo para que no me viera, llegaría tratando de localizar el camino de memoria, pero me fue en vano, me reconoció, se levantó y camino hacia mí. —He, apa, no vinistes, te estuve esperando como dijimos y nada. —Ya no pude por el trabajo, me tuve que quedar más tiempo (mentí) y pues la verdad no pude, brother, por eso ando aquí. Porque no quiero dejar de venir, además se me antojó la Doris. —Ta bueno, apa, si quieres vamos, que las cosas aquí están bien calientes —me lo dijo en un tono preocupante y esto atrajo más mi atención. —¿Qué ha pasado o qué, carnal? —me mostraba indiferente para que tuviera la necesidad de contarme antes de que alguien más lo mencionara o lo escuchara en el bar. Mientras caminábamos me iba contando que dos días antes habían ido unos tipos a buscar a alguien y que se habían metido con pistolas en mano y dispuestos a disparar. Las muchachas se habían escondido en la parte de atrás. Cuando entraron no encontraron a nadie más que a los mismos borrachos de siempre. A los cuales no podían decirles nada porque no había indicios de drogas o prostitución, todos se encontraban en la parte de atrás.


Después de esto, estaban pensando en cerrar el lugar o dejarlo solo como bar, cambiar a las muchachas a otro lugar y que todos los clientes vayan a buscarlas al nuevo sitio. Llegamos al bar y éste estaba medio lleno, nos sentamos en una mesa alejada y el charolastras se levantó rápido para ir a saludar a unos conocidos. Esmeralda se sentó conmigo trayéndome una cerveza. Se quedó buen rato conmigo y aunque algunos le insistían que se fuera con ellos, ella decía que no porque estaba ocupada conmigo, hasta que se sentó en mis piernas y comenzó a reírse de todo lo que decía. Después de unas horas me dijo que el bar lo iban a cerrar, pero que podíamos quedarnos, solo éramos 10 los que estábamos ahí, nos acomodamos en otra mesa y todos salieron por la puerta principal. Habían transcurrido cinco minutos cuando apagaron las luces y dijeron que nos agacháramos. Los tipos habían llegado de nuevo. —Ya no hay nadie, ya se fueron todos, compa. Ya cerramos el bar temprano para no meternos en problemas. Por eso está todo apagado —El portero del lugar le estaba diciendo a los tipos quienes insistían en entrar. Estábamos tirados en el suelo, tenía de la mano a Esmeralda. El piso estaba frío y estaba sudando. Entre mis pensamientos alcancé a escuchar que el tipo quería a una prostituta al igual que su compañero, era lo único por lo que estaban ahí. El portero para no meterse en problemas y convencerlos de que no pasaba nada y los dejará en paz, le comenzó a ofrecer una, entre la descripción escuché que estaba hablando de Esmeralda, la apreté con más fuerza, pero se levantó. Caminó hacia la puerta y salieron.

Comenzaron a rodear el lugar para que no descubrieran a los que estábamos adentro. —Primo, ¿dónde estás, apa? —me habló el charolastras entre la oscuridad. —Acá estoy, brother, cerca de la puerta —le contesté fingiendo que no tenía miedo. Se acercó a mí y me dijo que nos fuéramos antes de que la cosa se pusiera fea. Caminamos hasta la puerta de atrás, la cual abrió rápido y todos comenzaron a salir empujándose, yo iba entre ellos. La cerró y comenzamos a caminar rápido cuando se escucharon gritos. —Pélate, apa, o nos van a partir la madre a putazo limpio —me lo dijo como si se tratara de un juego o algo con lo que viviera día con día. Comencé a correr sin mirar atrás, lo más rápido que podía, volteaba para atrás y el charolastras venía bien lejos, decidí esperarlo escondido, porque solo él conocía el lugar para salir. Llegamos a la tienda de nuevo y me dijo que fuéramos para otra parte. 13


Llegamos a su casa, la cual estaba en obra negra, solo era un cuarto con pocas cosas, pero con un estéreo demasiado grande que abarcaba la pared. Me dijo que las cosas se habían puesto calientes desde unos días antes cuando mucha gente quiso meterse con las chavas de ahí y los encargados no se lo permitían. Que en esa colonia siempre había broncas así, me platicó de unas muertes que le había tocado escuchar y yo estaba desesperado porque no contestaba un amigo para que pasara por mí. El charolastras me dijo que un compa de él tenía un taxi que me llevaba al centro, pero que no se hacía responsable si nos atrapaban. Acepté, quería salir lo más rápido posible. Cuando iba en camino mi amigo me contestó y me dijo que pasaría por mí en la plaza Allende. Llegué a mi casa alrededor de la 1 de la mañana con un dolor de cabeza y vómito. Le mandé un mensaje a Esmeralda, pero ya no me contestaba, tampoco se conectaba a su Facebook. En el tiempo que había estado platicando con ella, me había comentado que tenía tres meses dedicándose a la prostitución. Entró por necesidad, más que nada para sacar adelante a sus hijos. Había estado casada, pero se separó por indiferencias, su exnovio estaba viviendo en Estados Unidos y no tenía idea que ella se dedicara a eso. Había mencionado que en una ocasión la había golpeado y la había amenazado de muerte si ella no regresaba con él. La única persona que sabía a qué se dedicaba, era su madre que no había dicho nada, debido a las circunstancias en las que vivían. Esmeralda no había terminado de estudiar, solo había logrado la primaria y quería continuar con sus estudios. No se veía más de cuatro meses trabajando en la venta de su cuerpo. Tenía planes de sacar su vida e irse a los Estados Unidos. 14

No tenía relación con nadie porque su trabajo e hijos no le permitían. Siempre trató de mantenerse anónima aunque fue descubierta por un amigo, quien al enterarse que ella trabajaba de esa manera, fue a pedirla para tener sexo con ella. Tuvo que soportar que las personas que conocía solo la buscaran para tener relaciones y así como lo menciona, que no porque se dedique, significa que lo hará con todas las personas sino es por cuestiones de trabajo. También había tomado el ejemplo de sus compañeras, las cuales, a diferencia de ella, lo hacían por placer y se daba cuenta por la forma de comportarse y porque la mayoría siempre estaban drogadas. Esmeralda ganaba aproximadamente $5000 a la semana, asegurando que nos los ganaría en otra parte. También decía que estaba ahorrando porque quería poner un negocio propio para ya no tener que trabajar. —La primera vez que estuve ahí y que tuve el primer cliente, me quedé paralizada. Se supone que te acostumbras, son solo quince minutos lo que debe durar, pero siempre es menos, ya que algunas veces terminan rápido, pero yo estaba muy asustada. Esa ocasión el hombre se fue y yo me quedé llorando. Obviamente tuve que salir y decir que nada había pasado —. Lo decía mientras veía hacia el suelo. Ella creía firmemente en el amor, cuando dejara de trabajar prostituyéndose, encontraría a alguien a quien amar y vivir una vida digna. Habían pasado dos días sin saber de Esmeralda, cuando le mandaba WhatsApp me los dejaba en visto y en Facebook jamás se conectó. Después un rato decidí volver al lugar para saber qué había pasado. Cuando llegué a la colonia el charolastras estaba fumando un churro que se había comprado cazando clientes para llevarlos al bar, el cual se supone seguía en funcionamiento, aunque estaban con la idea de moverlo, acto que hicieron una


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semana después de la última vez que fui. Su nueva ubicación la desconozco, ahora ahí solo venden cerveza para llevar, ya no funciona como bar. El charolastras caminó hasta un árbol para que le diera sombra, seguía de mal oliente a marihuana y la misma ropa de la primera vez que lo había visto. Le pregunte qué había pasado ese día y me comentó que unos tipos habían querido meterse a la fuerza en varias ocasiones queriéndose llevar a las que estaban ahí, la intensión jamás la dijo y no me animé a preguntarle. No quiso decir más porque sentía que lo estaban viendo, volteaba para todos lados, en ese momento me di cuenta que debía salirme de ahí. Le dije que ya me iba, pero que solo me dijera qué había pasado con Esmeralda, me dijo muy rápido que esa noche ya no supo de ella, sino hasta el día siguiente que todos se dieron cuenta que había recibido dos balazos en el estómago. Y que ni siquiera la velaron, solo la enterraron en el cementerio del lugar. Le dije que ya me iba y que luego pasaba. Había recordado que los mensajes que le estuve mandando, me aparecía que sí los había recibido, alguien tenía su celular probablemente para obtener información. En la mañana siguiente salió en las noticias que encontraron muerto al charolastras en las vías del tren con el tiro de gracia. En ese momento fui a dar de baja mi línea de celular y destruí mi chip. Ya no volví a pararme en ese lugar.

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Evelyn Alexandra Escalona Venadero Era una noche fría y lluviosa en el municipio de Toluca, Estado de México. Alexis caminaba cubriéndose con una sombrilla y entre el correr de la poca gente que aún se encontraba en la calle y la fuerte lluvia, pudo distinguir a una anciana caminando a paso lento, Alexis apresuró el paso para alcanzarla y compartir su sombrilla con ella. —¡Permítame, por favor! —dijo Alexis acercándose y al hacerlo sintió un fuerte escalofrío. La anciana mirando en todo momento el suelo, al sentir que él la protegía de la lluvia se detuvo un segundo y luego sin decir nada siguió caminando a su lado, era una anciana extrañamente delgada que llevaba puesto un vestido gris que le llegaba hasta los tobillos de sus pies, Alexis tenía mucha curiosidad por ver el rostro de aquella anciana, pero no lo lograba, ya que su cabello largo cubría la mitad de su rostro. —Quién iba a pensar que la lluvia se vendría tan fuerte, ¿verdad? —dijo él tratando de hacerle plática, pero no obtuvo respuesta. Después de caminar un largo tramo la anciana se detuvo y por fin habló. —Un hombre te viene siguiendo. Alexis miró sutilmente hacia atrás, y efectivamente, había un hombre a unos metros de ellos, con mala facha y actitud sospechosa. —No se preocupe, seguramente… Ella lo interrumpió diciendo: —Generalmente no hago nada por los mortales, pero tú has tenido un acto de amabilidad conmigo, atraviesa la calle, ¡toma un taxi que está por llegar y vete ahora! La mujer levantó por fin la mirada y Alexis pudo observar su rostro muy pálido, pero lo que más le llamó la atención fue que no tenía ojos y su boca era enorme, asustado, miró hacia atrás y vio que el delincuente ya estaba más cerca y observó que sacaba una navaja del bolsillo de su pantalón. En ese momento, Alexis tiró su sombrilla y atravesó la calle, justo en ese momento pasó un taxi que abordó de inmediato, al arrancar el vehículo pudo observar cómo la anciana levantaba la sombrilla que había tirado, siguió caminando, dio vuelta en una esquina y el delincuente al ver que Alexis no estaba, decidió ir tras la anciana. 16


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Cuando llegó a su casa la lluvia había cesado, su esposa lo estaba esperando con la cena lista. —Siéntate, ahora te sirvo, ¿sabes? vino una mujer anciana a buscarte y trajo esto—dijo su esposa mientras le mostraba su sombrilla. Al verlo se impresionó mucho. —¿Viste su rostro? — preguntó él sorprendido. —Ahora que lo mencionas no recuerdo cómo era, pero cuando le abrí la puerta sentí un escalofrío terrible, en fin, dijo que gracias por tu caballerosidad y que te devolvía lo que era tuyo. Al día siguiente en aquella calle donde la anciana dio vuelta, apareció el cadáver del asaltante, tenía la navaja en la mano y una expresión de pánico en rostro.

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Héctor Moreno González Nadie sabe cómo llegó al pueblo de San Miguel. Fue la noche del cometa cuando apareció, esa noche cantaban las ranas después de la lluvia. Una mañana lo vieron sentado en la banqueta al lado de la cantina de la calle empedrada y de ahí nunca se movió. Siempre sonreía y en su cara sucia y sin rasurar se podían notar unos ojos llenos de vida. Saludaba a la gente agitando su mano cada que pasaban en sus carretas jaladas por caballos que llevaban mercancía al mercado. El loco, le decían. Nunca supieron su nombre pues no decía palabra alguna, solo balbuceaba. A veces la gente le dejaba algunas monedas, pero nunca les mostró interés pues no tenía idea ni para que servían. Prefería tomar algo de pan o fruta que le ofrecían los transeúntes. En los días de la peste que llegó de Europa, pensaron que era el primero que iba a morir por no estar resguardado en casa. La primera que murió fue la curandera, no se sabe si por la enfermedad o por envenenarse con un menjurje que inventó para erradicar la peste. Nomás vieron cómo se convulsionaba y le salía espuma por la boca para no volver en sí. Murieron más de cincuenta habitantes y el loco siguió feliz de la vida, ignorante de los peligros desde su rincón. Cuando fueron los tiempos de las campañas electorales, los del partido rojo lo querían llevar de acarreado a los mítines, pero nadie lo pudo convencer de que fuera. Solo le quitaron su camisa sucia y le pusieron una nueva con el logo del partido para hacer propaganda. Después vino el partido azul y le quitaron sus zapatos viejos y le regalaron unos tenis con el logo. El día de las votaciones nadie supo cómo fue que su voto apareció en las urnas. Era muy extraño, habían visto votar a los muertos, pero a los locos no. Los del partido rojo acusaban a los de azul y los de azul a los de rojo. Al final, para desviar la atención, culparon al loco por fraude electoral y hasta lo querían meter a la cárcel, cosa que no procedió, pero sirvió como cortina de humo. 18


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Cuando hicieron una caravana para pasear a la Virgen de la Lluvia para que esta les concediera acabar con las sequías, el padre le pidió que se confesara. Sin embargo, el loco ni siquiera le hablaba y ni volteó a verlo. ¿Qué pecados podría tener alguien que solo estaba ahí sentado todo el tiempo saludando muy sonriente a todo el mundo? Tampoco lo convencieron de que fuera a misa para salvarse de ir al infierno. La biblia que le dejaron la ignoró por completo como si fuera una de las tantas piedras en la calle. 1 El día del huracán todos se fueron del pueblo porque sabían que sus casas de cartón y de madera no resistirían. Le ofrecieron la mano al loco para subirlo a la carreta, pero él nunca les hizo caso y solo les sonreía. Sin más tiempo que perder ahí lo dejaron y partieron de prisa pues la lluvia y el viento empezaban a arreciar. Cuando regresó la gente al pueblo, dos días después, lo hicieron en lanchas improvisadas, pues las calles parecían ríos. Las corrientes se llevaron vacas, chivos, gallinas y marranos. Cuando alguien se acordó del loco, pensaron que no había sobrevivido, pero ahí estaba recargado en la pared con el agua hasta el pecho. Y sí, para su sorpresa, sonreía con los pocos dientes que le quedaban y les decía adiós. Cuando bajó el nivel del agua solo quedó una raya de humedad por todas las paredes de las pocas casas que quedaron de pie y en el pecho del loco.

El loco seguía ahí tan joven, sonriente y lleno de vida como el primer día que llegó a ese lugar, aún con su playera roja y sus tenis azules, pero ahora desteñidos y casi destrozados. Una mañana de abril, cuando apenas estaba abriendo la primavera, la noticia se corrió como pólvora por el pequeño pueblo olvidado de la mano de Dios. El loco ya no estaba. Solo había quedado su sombra en la pared. Entonces la gente tuvo miedo. La iglesia se abarrotó de creyentes y no creyentes. Se respiraba un aire raro en la atmósfera. Las vacas y los cerdos se veían desesperados por huir. No había aves en la cúpula de la iglesia. ―¡Santo niño de Atocha! Que Dios nos agarre confesados. ―Murmuraban las comadronas. Fue entonces que los candelabros de la iglesia se empezaron a mecer de lado a lado y se cayeron los cuadros de las paredes. Las casas caían como si fueran hechas de cartas de baraja. Después de cuatro minutos, que parecieron horas, todo volvió a una relativa calma y se escuchaba el lamentar por todos lados. Sin embargo, lo peor estaba por venir cuando se rompió la presa de San Vicente. En cuestión de horas se inundaron todos los rincones. Pocos sobrevivieron. Lo único que quedó de pie fue la catedral. Hoy en día solo se puede ver la cruz de su cúpula cada que baja el nivel del agua del lago que cubre al pequeño pueblo de San Miguel.

Pasaron los años y la gente fue y vino. La tiendita la hicieron mercado, la capilla fue catedral y hasta le pusieron quiosco a la placita. Aunque las calles aún eran de tierra. Los chicos crecieron y los viejos partieron de este mundo.

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Walter Hugo Rotela González En plena siesta de un caluroso domingo de enero, mientras las chicharras aturdían de tal modo que casi te despabilan del atontamiento provocado por las altas temperaturas asociadas a la humedad, en el patio trasero de una gran casa arbolada, Mariana jugaba con una muñeca que perdió un brazo. La navidad había pasado y ella soñaba con volver a ver a sus hermanos y padres. Eso le habían prometido cuando llegó a la casona de Ña2 Ruperta. Apenas comprendía por qué debió irse de la casa de sus padres con solo seis años, y ayudar en las tareas domésticas en casa de extraños. —Le pediré a mi hermano Robertito que te haga el brazo que te falta —dijo Marianita mientras acariciaba su mutilada muñeca de plástico. En dos meses sería su cumpleaños. Lo único que esperaba, cada día del caluroso enero, era ese en que le avisaran que sus padres la venían a buscar para volver a casa y ver a sus hermanos por unos días, pues había comprendido que seguiría en la casona por un largo tiempo. Se sentía sola, y aunque ya no lloraba por las noches, le molestaba el pecho al pensar en su familia. —Mitakuña’i3, ¿qué hacés ahí? Vení y cebame el tereré4. Este calor me está matando —ordenó con ronca voz el patrón don Casildo, a quien había que llamar “señor”, y cada mañana al verlo, juntar las palmas de las manos y pedirle su bendición. Costumbre que la niña traía de su casa, en la cual su padre pronunciaba, igual que don Casildo, la frase: “Mi bendición”. La niña concurrió a la escuela los primeros meses del año, pero sobre mediados de julio le dijeron los dueños de la casona que no iría más, pues no estaba cumpliendo con sus tareas de la casa. Y así, de un día para otro, Mariana dejó de ir a la escuela. Allí, si bien jugaba con otros niños, era tratada con desdén por algunos. 20


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La llamaban “Tití” por subirse a los árboles con gran habilidad. Esto era algo que compartía con sus hermanos en el campo. Había llegado a la ciudad con su madre — quien traía en su cuello una medalla de la santísima Virgen María, de quien era muy devota—, tras medio día de andar en carreta y otro tanto de recorrer caminos asfaltados en un colectivo que las dejó en la terminal de la capital. Venía con la ilusión —compartida por su madre— de ir a la escuela. Al bajar le aturdió el gentío, la voz chillando en los parlantes que anuncian las salidas y llegadas de colectivos, los vendedores de chipás, de relojes y cuanta cosa más. Se desplomó, tanto por el cansancio como por el extraño ruido tan distinto al silencio del monte. Al bullicio de la ciudad se acostumbró con rapidez, como a los vendedores en los puestos, al amontonamiento de gente, ropa o basura en calles y en los colectivos. Y lo hizo al tener que acompañar a doña Ruperta en su marcha al mercado 4. Si bien no tenía que cargar grandes bolsos, sí los medianos, debía escoger las verduras más frescas, las frutas más sanas, tal como solía hacer al ayudar a sus padres en el campo al recolectar o cosechar, unos junto a otros. La recompensaba generalmente, doña Ruperta, con un chipá;

en ocasiones con un chipa so’o5. Marianita, aunque no lo dijera, preferiría uno de los grandes chupetines, esas paletas de colores que les compraba a sus hijos la señora. Esa siesta en que Mariana soñaba despierta, con su muñeca desmembrada en un rincón, porque debía cebarle el tereré a don Casildo, pasó algo que no olvidó. —Marianita —le habló casi susurrando el señor Casildo—, vení y sentate aquí, al tiempo que le indicaba que se subiera a su regazo. —No, no hace falta, señor. Estoy bien así. Aquí está su tereré —balbuceó la niña. —Sí ... Pero venite aquí, Marianita —reiteró el patrón, al tiempo que la levantaba sobre su falda de un tirón. Luego pasó sus manos sobre los muslos de la niña. Ella se soltó, dió un salto y trepó con destreza el árbol de mango del patio. Arriba quedó mirando al Yasy Yateré 6 cortando el zumbido de la siesta, con su emisión a viva voz: sy, sy, sy. Significados de los vocablos en lengua guaraní: 1Mamá, mamá, mamá 2Modismo popular que reemplaza a la expresión “Doña” 3Niña 4Infusión de yerba mate y agua fría, generalmente con yuyos refrescantes. El contenedor de la yerba es una guampa (cuerno de vaca, cortada, con base de madera), se acompaña de una bombilla de metal o sorbete de madera. 5Masa horneada de almidón, harina de maíz y leche relleno de carne. 6 Dios tutelar de Yasy o “ñande sy” La Madre Luna, creadora de la raza guaraní. Es un enano rubio. Él simboliza la belleza y su representación lo confirma, pues le atribuyen singular encanto, “Luz de luna en los ojos, largo cabello rubio ensortijado, extraña sugestión en la sonrisa, irresistibles propiedades para conquistar mozas a las que rapta y ama, dejándoles un hijo que heredará su condición de Yasy Yateré”.

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Rafael Aguirre El cuarto se encontraba sucio y repleto de velas repartidas en diversos altares ubicados al ras del suelo, todos ellos eran dominados por perturbadoras efigies negras talladas en madera, entre las cuales, destacaba una piedra semejante a una cabeza cuyos ojos eran un par de caracoles. Otras piezas similares a ésta se hallaban rodeadas de cocos, juguetes, y guayabas, tras la vieja puerta metálica en la entrada. Un intenso aroma a ruda y alcohol llenaba el recinto y el rostro de la anciana robusta enfundada en una túnica blanca se nubló tras la última tirada de cartas, mientras los cirios ubicados en el altar central se apagaban de manera repentina, luego de revisar de nueva cuenta el resultado, la mujer apartó lentamente la baraja y se dirigió a Elena quien la miraba con ambos codos apoyados sobre la polvorienta superficie de la mesa. —Sí te puedo hacer el trabajo, mi niña linda, pero te va a salir caro, pues hay que atender bien al santito y consentirlo porque lo que se le va a pedir no es cualquier cosa, aparte hay que hacer otras cosas para cuidarte porque la tirada que te salió me da muy mala espina, mis cartas me dicen que perdiste a alguien muy importante y no sabes cómo reparar esa pérdida, lo demás no lo debes saber en este momento, y hay que hacer algo al respecto, solo no tengas miedo. —No hay problema, estoy dispuesta a pagar lo que sea, él era mi único amigo aquí a pesar de que me llevo con mucha gente en la calle y en mi trabajo; fíjese que yo vivo sola en un cuarto rentado en una vecindad allá en la colonia Progreso y mis papás están en otra ciudad pero ellos no me hablan porque tuvimos un problema hace años y tuve que venirme para acá sin decirles nada, así que lo que más me duele es la soledad, llegar a mi pieza y que nadie me reciba, si quiere no me diga ahora lo demás, mejor me lo dice después porque ya es tarde y me tengo que ir. 22


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—Está bien, siendo así, solo te diré una cosa, lo que llegues a ver, cualquier cosa, lo que sea. No te asustes, así es el camino de los muertos. Y tu amiguito va a regresar contigo, te lo prometo, porque mi santito no tiene la costumbre de traer a la gente pero con los animalitos es distinto. —¿En verdad?, ¿está segura? —Claro, mi niña, él te puede dar chance de que te venga a visitar, solo ponte bien conmigo y vas a ver, en cuanto te vayas comienzo a trabajar, nada más no le vayas a contar a nadie sobre esto, es entre tú, mi santito, y yo. Luego de pensarlo por breves momentos, Elena extrajo algunos billetes arrugados de su cartera para entregarlos a la mujer y cerrar el trato. Algo se escuchó tronar en el fondo pero ambas lo ignoraron, La chica se levantó de su asiento con renovada esperanza y la vieja la acompañó hasta la puerta. —¿Entonces así quedamos? —dijo Elena. —Sí mi niña, no hay cuidado, ahora mismo me pondré a trabajar, nada más recuerda todo lo que te dije, y sobre todo, no le cuentes a nadie porque esto es algo muy serio. —Está bien, no se preocupe doña Alicia, yo ya me voy, cualquier cosa le llamo. —Ya estás, cuídate mucho. Elena salió a prisa de la casa y caminó cuesta abajo durante veinte minutos hasta salir a la avenida oscura donde trató de conseguir un taxi. Al mismo tiempo, un hombre de mediana edad bajó la velocidad de su autobús para tocar la bocina y lanzarle un halago, a lo que respondió con una maldición. Momentos después, otro conductor notó la presencia de la chica quien comenzaba a ponerse nerviosa y dio vuelta para posicionarse frente a ella, pronto subió al vehículo en marcha y no habló

en todo el trayecto hasta llegar a su vivienda pese a que el taxista trató de hacer conversación en varias ocasiones. La joven agotada entró a tientas en el cuarto mientras un punzante hedor a podredumbre flotaba en la estancia. Encendió con torpeza el foco y terminó llevándose una mano a la boca luego de ver lo que le esperaba echado en su cama, la pequeña creatura descompuesta alzó la cabeza replegando las carcomidas orejas a la vez que mostraba sus dientes amarillentos a Elena, quien retrocedió algunos pasos movida por una amarga mezcla de temor y asco, luego de dudar unos momentos, reconoció a su compañero Trompo en la maltrecha forma dispuesta para el ataque. Trató de razonar con él durante varios minutos hasta que la creatura cedió y terminó buscando cobijo entre sus piernas temblorosas, la chica se hallaba confundida por todo lo sucedido, por lo que tomó su teléfono para llamar a Alicia y notificarle lo sucedido, pero la mujer nunca respondió. Después se tomó el tiempo necesario para amarrar al perro a la puerta con un cinturón lo suficientemente resistente. Algunas horas después, se preparó para ir al trabajo y depositó alimento en un plato pero Trompo hizo a un lado la comida pese a la insistencia de la joven, lo que se repitió durante los días siguientes, hasta que se percató de que el animal se escapaba de la habitación para traer restos de carroña que la joven se afanaba en limpiar, junto a los trozos pestilentes que poco a poco se desprendían del cuerpo de la creatura. Al cabo de una semana, su trato para con el animal cambió por completo y comenzó a odiarlo, a aborrecer con toda su fuerza el abyecto hedor y las espesas nubes de moscas que revoloteaban en cada rincón, y sobre todas las cosas, odiaba sus ojos, aquellas vidriosas 23


esferas grises inyectadas de infinita nostalgia, no de su vida anterior, sino de la muerte que ella le negó. Trompo continuaba desgajándose poco a poco como un árbol muerto hasta que comenzó a hacerse irreconocible, Elena trató de establecer contacto con Alicia pero continuaba sin responder, al cabo de una semana, la anciana llamó durante la tarde a la joven. —Mi niña, perdón por no contestarte, estaba ocupada con tu encargo y el de otras personas, además mi santito no me dejaba responder, esto es así, dime, ¿qué se te ofrece? Me dijeron que estás muy preocupada, y yo sé que no es para menos pero prefiero que seas tú quien me proporcione los detalles. —Ay, doña Alicia, si supiera lo que me está pasando, sí se cumplió lo que pedí pero no es como yo esperaba, tengo mucho miedo y asco por todo lo que he visto— dijo Elena con la voz a punto de quebrarse. —Yo te dije, mi niña, que ibas a ver cosas y que no te asustaras, trata de tomarlo todo como una broma del santito, y ya sabes, no le debes de contar a nadie, te dije que te había salido algo muy duro en esta tirada y que yo lo iba a solucionar, solo tienes que esperar, ¿sí me entiendes? —Ayúdeme, es que ya no sé qué hacer con él, solo me sentía mal y lo quería de vuelta, pero no así, no sabe lo que es ese maldito olor ni lo que es ver a diario como se va deshaciendo, ya las vecinas empezaron a preguntarme. —No te preocupes, yo sé de todo eso, si supieras tan solo un poquito de las cosas que yo sé, nunca ibas a poder dormir, ahora lo que tienes que hacer es tranquilizarte, mi niña, porque lo que mandaste pedir no es cualquier cosa y debes de tener en cuenta que tiene un término, para que no andes pidiendo cosas a la ligera solo porque te sientes solita, yo sé de buena fuente que tus papás te quieren mucho y lo que más desearían en el mundo es volver a verte, pero bueno, eso ya no nos compete, lo que sí es que esto ya se va a acabar y cuando eso pase 24


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te vas a olvidar de tu animalito, y sobre todo, de mí, esta es la última vez que hablamos, te repito, solo tienes que esperar. —Está bien, doña Aly, aquí está y quiere echarse conmigo. —Sí, está bien, hijita, no te preocupes, trata de disfrutar a tu animalito, los muertitos y los santitos así son y por ello nunca debemos pedirles cositas que en realidad no queremos que pasen, sí lo comprendes, ¿verdad? —Sí, yo lo entiendo pero no me cuelgue, ya no sé qué hacer, quiero que se quite de aquí, quiero que se muera, quiero que se arda y que desaparezca, después de esto me iré con mis papás, se lo prometo. —A mí no tienes por qué prometerme nada, mi niña, el favor te lo hizo el santito y ya te dije lo que debes hacer, lo que te apetezca de ahora en adelante ya no me concierne y es todo lo que voy a decirte. La mujer cortó la llamada sin dar mayores explicaciones mientras el estómago de Elena estaba a punto de dar un vuelco, al cabo de un rato, se percató de que no podía esperar el tiempo requerido y terminó por empacar a toda prisa sus cosas, no sin antes atar de nueva cuenta a la aullante creatura rediviva cuya carne pegajosa continuaba en plena efervescencia.

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Rusvelt Castellanos Amor mío, así estés lejos, sé que debo contarte la última historia vivida antes de realizar cualquier otra fantasía lejana. Bien, todo lo sucedido fue muy real debido a mis invenciones solitarias. Por cierto, tuve el asombro de ser un hombre caído. Hube de presenciar tal impresión alterada ayer en la mañana. Así lo comprendo entre la confusión de esta existencia incomprendida. Sin embargo, no encuentro alguna forma prudente de comprobar toda esta vivencia claramente, preciosa mía. Pero bueno, mujer de los tantos versos románticos, todo comenzó precisamente aquí, cuando salí caminando lentamente de mi lúgubre biblioteca bajo una ceguedad de tinieblas, entre una sola bruma, colmada de lluvias perdidas. Por lo demás, no lo sé bien, amor. En serio, no puedo descifrar los siguientes instantes con claridad. Solo sin saberse un espacio lógico, me fui irguiendo de la mecedora blanca en que estaba recostado. Fui cruzando enseguida el umbral de la puerta tan velozmente como un precipitoso rayo de incandescencia. Luego me sentí algo ebrio y me observé caminando por entre un pasillo agónico. Este era como un pasaje de una sutil muerte. Todo su ambiente estaba en medio de sombras y lamentos. Aquí además fui recorriendo su espaciedad bajo una preocupación desbordada a medida que se escuchaban algunos gritos ahogados. Eran unos aullidos delirantes dados en su más agotada opresión. Así que resulté caminando más apresuradamente que antes del principio. Lo hice solo, agarrándome de las paredes con fuerza, para no caer así en la nada de los temores alterados. Eso sí, te aclaro, nunca llegué a conocer algún lugar de término en esa dimensión ilimitada. De hecho, me perdí en aquella vaciedad inundante, colmada de odiosas sensaciones mortales. Así, entre velos, pude avistar esa vieja realidad, además estas son las impresiones más cercanas, que aún recuerdo, para dicho ayer tan insospechado.

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Por otra parte, María bella, según estos vagos presentimientos que me vuelven ahora, entre el mismo instante, yo trataba por descubrir cualquier albor engendrado del amanecer, el cual se presentía descubierto a las afueras del aposento, donde dormía. Eso creo entre mi oscuridad alocada. Obviamente, porque trataba por desvestir cualquier luminosidad entre la vacuidad de aquel mundo opacado, donde me sabía disperso, y sin embargo, no conseguí desvelar el menor resquicio de blancura en ninguna parte, no pude desnudar la pureza bondadosa durante aquellos segundos dislocados. Más no me descubría bien comprendido entre la precisión; caída de los días y del tiempo. Por estas sinceras significaciones tampoco supe con certeza en que época estaba mi alma. Apenas presentía el lugar estrecho con su arte y su movimiento inacabado. Por lo tanto, sentía un gran desconcierto en mi memoria hacia la soledad perecedera que había en cada silencio y cada momento, mal existido. Se hacía confuso todo lo que presenciaba asombrosamente. Quizá tenía en lo personal, una inquieta interpretación de la realidad sobre ciertas imaginaciones envolventes y cercanas a la vida de afuera. Así que era claro lo otro del más allá, por supuesto, no había alguna duda, ya presenciaba diversas manifestaciones de parajes misteriosos que me eran exageradamente

abstractos en relación con la inmortalidad de mi espíritu. Parecían irse de a poco hacia mi verdad inconsistente. Aunque como no suelo saberlo en este momento, tampoco deduje la vejez de mi cuerpo hacia la caída de aquella concreción figurada. Nomás veía la forma algo frígida del ser varonil, la piel rosácea y rugosa de la piel, junto al cuerpo. Vulnerable yo en todo caso. Pequeño entre los pequeños seres del mundo, no me hallaba específico. Desigual, yo sin saber sobre esta verdad atribuida, estaba perturbado. Muy posiblemente, podría ser mi desgracia mal recibida, tras las otras noches impensadas. De este modo, lo entreveo ahora con la poesía de mis ojos castaños. Así mujer lejana, lo voy descubriendo, para este instante junto a la frescura del jardín romántico en que me hallo inesperadamente. Apenas al día, estoy nada más recostado que en el prado, yo rodeado de algunos arbustos suaves y algunas flores blancas. Eso sí, mi doncella requerida; te aclaro esto lindo, mi bella mujer, no sé cómo aparecí atrás de la casa solariega, ella bien adornada con enredaderas y otros claveles rotos. Solo abrí los párpados hacia la realidad y en el acto, me vi despierto por los lados del jardín en compañía de las tórtolas y junto al canto del agua susurrante, que resonaba en la fuente. Luego, pues me erguí de allá, al rato fui y me hice a un lado del sauce que aún me cubre del sol, junto con sus hojas primaverales. En tanto, para este momento mal procurado, sigo reposando a la muerte calmada sin tu belleza, otra vez anhelada. Aún perezco bajo el sauce de hojas oscuras. Trato de no pensar en nada más que en tus besos y tu sonrisa juvenil. Me siento cercano al calor de tu piel y en el acto vienes tú y perturbas mi interior espiritual. Así que hoy la gracia se sufre casi sin fuerzas en mi cuerpo de esencia sutil. De momento, se va tu fragancia olorosa y se va el sabor de tu boca ensoñado como el placer tuyo aún requerido por mí. 27


Solo me pierdo en tu aroma cautivo de a poco y cuidadosamente. Escucho mientras tanto el ruido lejano del río y miro de vez en cuando hacia la madrugada encendida. Hoy concurre sin lluvia y no se detiene sobre mis ojos acuosos. Va con sus aves plumíferas y sus nubes violetas de mucho fulgor. Así que me asombro ante esta belleza misma forjada por la creación eternizada. Admiro su vastedad bajo un desequilibrio de lamentos que hay temerosos al presente; porque sin aviso alguno vienen y se oyen algunas voces del ayer a mi mente. Ellas vuelven de lo lejos junto a sus dolencias. Son unos espíritus que hay en sufrimiento por los lados del solar. Parece que es así esta sospecha de siempre. Los alcanzo a percibir quedamente. Me distraen de la perfección natural que hay en los cielos. Ello, gritan entonces su desenfrenado espanto por todos lados. Quizá los sueñes también tú, lindura del amor, ternura mía, tú, quien no estás hoy conmigo. Pues si te contara lo padecido. Ellos permanecen casi toda la mañana entre el pasillo principal de la casona. Vienen y se pasean por ahí entre los árboles y los arbustos. Luego, te esperan a ti, reunida conmigo otra vez. Más que nada, por nuestro romance enceguecido que hubo por allá junto al pasado rutilante; por allá, donde la vida era más justa con nosotros solamente. Si lo recuerdas, María, tú lo sabes mejor que nadie, más que nuestro amor doloroso y sin embargo, hoy tú, estás algo esquiva de mí y de mis caricias ansiosas. Pero bueno, mi bella María, qué más te digo, que otra vez estoy sin tu palpitación febril en mis brazos. De nuevo divago en la noche de esta muerte inolvidable. No sé qué fue lo que nos pasó. Pero es verdad, tuve que desaparecer una tarde cualquiera donde no hubo luminosidad. Luego me fui a viajar por otras tierras inhóspitas. 28

Debía estudiar mucho los libros para ahí sí volver a tu cuerpo de primavera, hasta siempre, que será entonces de este amor tan sagrado. En tanto con los años, regresé a tu aposento lóbrego y ya no estabas en ningún lugar. Lástima por mi sueño, residido en tu linda frescura mujeril. No lo puedo ocultar, me haces falta más que la vida misma en este mundo desaparecido de a poco en su nostalgia. Y es así por ello posible, que mis amigos los fantasmas se hagan en esta casona por esa añoranza mía. Tal vez vienen para recuperar en cada rato tardío lo que nos fue quitado asombrosamente. Así que ellos quieren algo de mí en lo más lógico de la razón, no soportan más la ausencia tuya, no más silencio tuyo, mujer. Esto podría ser lo que suplican ansiosamente, quizá sea ver tu presencia junto a mí. Tu belleza en la ventana de mi aposento solitario sería lo justo, qué más podría ser, no veo nada más sobre el silencio tuyo. Mientras, los fantasmas empiezan por hostigar mi alma sin mucha vergüenza. Sueltan sus lamentos horrendamente desde sus bocas desabridas. Percibo que los quejidos se hacen cada vez más fuertes. Ellos van empujándome por su parte hacia aquel día de nuestra última despedida. Tu único adiós fue escaseado. Contemplo asimismo el drama que vivimos difusamente. Al cabo, suelto una voz de tragedia y enseguida pienso que todo lo demás es vano para ambos, nada más importa que tu alma vivida en mí. Tras un segundo fugaz, sin algún aviso, voy descubriendo los espíritus eternos del más allá, desnudado. Ellos ingresan por las ventanas vertiginosamente, se cuelan por las rejas de hierro, atraviesan las paredes de concreto sin ningún miedo. Hay también otros que vuelan y giran en el aire con sus velos oscuros de agonía. Los reconozco como otras tantas veces increíbles.


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Hay unos pocos quienes se acercan a mi temor humano. Preciso sus rostros demacrados y sucios. Veo que están algo ofendidos y se sienten enfermos del mal. Por eso a cada nada, se recrean al frente de mi cara. Me hacen varias muecas odiosas y siniestras. Además, ahora tratan de lastimarme con sus groserías execrables y pueriles. Menos mal, lo sé, tengo que transmitirles algo de compasión. Claro, es difícil auxiliar a estos muchos seres ignorantes quienes no quieren entender sus propias desgracias. Para sus rebajados reproches en todo caso, no pronuncio una sola palabra de desprecio. No les digo nada a sus bocas de lamentos. Solo espero a que se calmen. Respiro un poco para mi causa tranquila. Me tranquilizo hacia lo profundo de la conciencia. Luego trato de perdonarlos y los dejo atrás sin ser tan dubitativo. Pues sé que están con muchos padecimientos en su interior abstracto. Ellos no hacen sino pasarlo mal por estos otros lados de la vida. No tengo la menor duda sobre estas aseveraciones. Además, por dicha razón llevan varios años de estar merodeando mi casa colonial. Y sobre lo primordial, mujer, yo trato de comprender sus reproches y desaciertos que tienen a cada nada, junto con sus semejantes espirituales. Incluso a veces los escucho para esclarecerlos en su moralidad, por eso ellos están aquí también en la casa, amor mío. Y si tú supieras, hermosa lejana, muchos de estos espíritus pudieron dejar sus cavernas umbrías como profundas, en las que se encontraban algo encarcelados, algo odiosamente enclaustrados. En esos territorios, según los oigo suavemente, cada alma recaída padecía un gran horror. Explican, que allá hay mucho miedo, allá hay mucho arrepentimiento por cada acción anterior que uno maldice en la existencia sobre la tierra. En tanto lo tenebroso, para ellos ese inframundo lo veían similar a un valle tétrico de lodo y desgana en

el ambiente. Parecía no haber una sola vida reverberante bajo la vastedad de aquel paraje desolado. Allá presenciaban una defunción lenta en sus carnes mal procuradas por sus terquedades. En lo sucesivo, sospechaban que el martirio para sus espíritus era largo. Por sus culpas, tendían a yacer en la vieja alegoría del infierno. Hondo el cual es un desierto negro inventado por los hombres encarnados del mundo. En pugna, te vas hacia allá con la mente, caes al abismo de la maldad y la oscuridad te cubre suciamente. Luego, nadie te puede sacar de la inmundicia descarnada. De hecho, es cierto que nosotros somos inmortales. Más con menos, no cesa el suplicio si odiamos con propia indiferencia. Solo renace la paz cuando hay transformación moral en nuestro ser divino. Dada la mutación, solo así podremos irnos de la bajeza; yéndonos ya sin tantas pretensiones orgullosas, aberrantes. Es por esto superior, que los fantasmas ahora me rodean quedamente. Porque ellos al fin, lograron salir del hondo allá después de tantas miserias bien merecidas. Al cabo, hubo en sus intenciones compromiso de regeneración hacia sus siguientes procederes. Hacer más bien de una evolutiva vez, dejar el mal que no traía si no enfermedad, fue lo que tuvieron que remover. Al sentirlos ya por estos lados de la tierra, pues no supieron para donde coger, querida. Ellos, no conocían el rumbo por donde seguiría el porvenir. Así que decidieron quedarse aquí conmigo y con mi poesía de esperanza. Supongo que tú los recuerdas un poco, ellos te conocieron obviamente cuando estabas conmigo. Se dio, cuando tu figura de mujer estaba abrazada a la mía, tras un solo cariño de inspiración soñadora. Pasado el romance, María, ideado hermosamente entre un solo destino, fueron siempre las ganas por estar juntos. Lo peor es que aún lo anhelamos entra la demasía persistente. 29


Ahora pues te digo algo más, ambos alcanzamos un abrazo más sublime que esta misma vida terrenal. Era estar cuidadosamente en el otro para cada instante realizado. Igual fue muy complicado para mí. Era olvidarme del resto del afuera. Era renunciar a todas mis inspiraciones y mis obras. De todo para atrás, lo hice con tu cuidado porque con tu amor, la época se fue reinventando. El cuadro se hacía perfecto entre cada entrega mía y tuya. Nada nos molestaba aparentemente. Parecimos andar con el sacrificio entendido por cada uno y sin embargo con el suceder de las cosas, hubo un adiós cercano. Llegó en compañía de su melancolía, unido a un vago recelo de extrañeza. Tanto sentimiento entregado para ti, tanta dedicación al amor, mujer de mi otoño umbrío, fue una queda equivocación. Pude haber muerto si te ibas de mí hacia otros brazos varoniles. Esto ahora te lo declaro, solo pensarme sin ti, sería verme en el más allá, sin miedo, ya sin la menor esperanza posible. Sentirme escaso del alma, bajo cualquier abismo de la derrota sería lo peor, mal vivido y resentido. Así y por tanto, nuestra relación primaveral fue mostrándose algo obsesiva. No quería nada más que no fueras tú. Era estar en ti a cada rato y nadie más en la vida. Tu pureza de rosa y tu placer dedicado en el mío, para siempre, fue mi amenaza. La pasión precipitada me obsesionaba y embebía a la vez en lo profundo, yo sin darme por enterado. Así que acabé lo 30

nuestro, por el bien de las dos partes. Tuvo que alejarme de tu encanto, no podía seguir más con este peligroso romance. Debía pensar un poco en mí o si no terminaríamos presenciando una sórdida desgracia. Incluso, pudimos habernos visto, inmersos en algún drama pasional. Así lo presentía sobre ese ayer volcado. María, además mira, por mi parte no hubiera querido nunca, tragedia alguna contigo y tu lindura. Sería lo peor para mis sentimientos aunados a tu llanto. Por eso me fui de tu bondad, quería experimentar algo más de madurez. En fin, decidí vivir unos años más sin nadie. Ya después, sabría cómo volver a la calidez de tus brazos otra vez. Quizá verme más preparado sobre el recibimiento de tus actitudes junto con tus arrojos amorosos en el lecho nupcial, lo creí sensato. Eso sí, te digo algo doloroso, pese a todo lo restante, mujer, hubo lástima por mi decisión. Lo de nuestro encuentro nuevo, nunca se volvió a dar para otra ocasión renaciente. Tal vez no lo quisiste tú.


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Obviamente así de mal, lo labrado fue mi desgracia que sigue aún hasta hoy. Es el sufrir mío y me sucede entre lo agudo porque ya no estás conmigo, amor, te fuiste de mí, para que no te volviera a ver en la vida. Han pasado entre los tiempos muchas noches. De mí, sigo solo entre la vacuidad de los pensamientos. Aún rememoro el ayer que nos fue para una juventud lejana. Recojo para nuestro pasado, una rosa blanca del suelo, sin más sueños idílicos. No me levanto del prado mojado donde sigo estando recostado. Apenas respiro a mi debido momento. Por ahí miro las afueras de la casa solariega, teñida de coloraciones blancas, mientras deshojo la rosa. Antes todo era nocturno. Ya de instante, contemplo las montañas frondosas a lo lejos del tiempo. Hay una madrugada pintada de muchos azules en los varios cielos. Siento poca lluvia en los vientos. La soledad me acoge de repente con agobio. La amargura me distrae sin tus besos enternecidos. Ahora entonces, vuelvo mi rostro barbado hacia atrás, que sigue callado. Alguien me atrae sucintamente para el cuidado armonioso. Qué será lo que desean otra vez estos amigos invisibles; Dios, pero que veo en realidad, por Dios, si eres tú, amor, eres tú en esta otra belleza, eres tú, mi María, mi amada María. Ya voy y te abrazo entonces con gran amor, mi mujer bien pretendida y purificada; ya va y te abraza tu poeta, tu Jorge Isaacs, quien te acoge por fin junto al fin del tiempo, luego de los tantos ayeres, vividos en mal sufrimiento.

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Juan Manuel Rodríguez Rivera Para muchos era un vagabundo que dormía donde podía, que me le arrimaba a la gente para limosnearles un poco de comida; para muchos era un simple ser apestoso que en su vida había probado un jabón, un peine y menos una estética; para muchos un vagabundo que solo portaba una playera bastante rota y aceitosa que alguna vez fue nueva, que alguna vez fue un regalo de cuando tuve una familia. Eran tristes mis recuerdos, recuerdos que a nadie podía decir, no porque no quisiera expresarlo en lágrimas, sino porque nadie me comprendía. Sí, estaba seguro de que lo único trascendental que buscaba yo en esta vida era nuevamente poseer una familia, un núcleo caluroso y cariñoso que me acogiera y me brindara la oportunidad de recuperar mi fe, mi fe en un ser supremo, en mis semejantes, en el hombre. Muchos vagos como yo hay, pero yo me consideraba único, y es que a pesar de mi capa de mugre, debajo de mi piel quemada y tostada por el sol, el cochambre, el polvo, la indiferencia y la crueldad, habitaba un alma inquebrantable y bella. Yo sabía que era noble. Lo era porque a pesar de que mi piel, mi cuerpo muchas veces había sido lacerado, golpeado con escobas, palos y un largo etcétera, quemado con cigarrillos, con agua caliente y por el indolente sol que no daba cuartel ni a la sombra, no le hacía daño a nadie, no buscaba el mal, no buscaba la pandilla para sojuzgar al que todavía podía estar más abajo. Sí, yo era noble, aún lo soy y creo que moriré noble, aunque el peso de la maldad me aplaste, de la injusticia, del olvido y de la indiferencia de esta sociedad. Claro que tengo conciencia. Claro que tengo sentimientos. Los hombres a menudo olvidan que otros hombres también sienten. Solo ellos. Poseo el don de sentir alegría, como cuando puedo comer, cuando encuentro alguna buena alma caritativa que afina sus manos para tenderme un plato; siento tristeza cuando, por ejemplo, veo cómo un señor maltrata a su esposa, cuando un niño molesta a otro niño, cuando andando cuadras y cuadras no encuentro piedad y puros rostros vacuos que parece tiraron su misericordia cuando por la mañana sacaron la basura y el camión se las llevó. Siendo así, ¿dónde estará el depósito de buenos sentimientos de la humanidad que a diario se lleva el camión de la basura? ¿esos sentimientos se entierran junto con las cáscaras de naranjas y huesos de pollo y vaca? ¿se les guardará por si un día desea abrirse una linda caja de pandora? Ah, no lo sabía, mi filoso32


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fía quizá no alcance para tales dimensiones, pero puedo vislumbrar que pienso, entonces existo, entonces siento, y por cierto, ya siento hambre. Camino a la cuadra y por el alféizar una mujer recargada cuelga sus intimidades de unos lazos quién sabe de dónde amarrados, así, sin pena a que todos sepan sus medidas, miserias y colores. Quisiera agua, pues el sol está como endiablado, enojado o vaya usted a saber. Quisiera un poco de comida, no como desde antier que un buen samaritano pidió tres tacos y me regaló las tortillas que no se comió, el que haya estado a dieta y no comiera doble tortilla alivió mi estómago y por ese lapso mis tripas dejaron de gruñir como lo hacía Filomeno. Filomeno, mi amigo que murió atropellado hace unos meses por ir tras una cola que al final ni valió la pena. Pobre Filomeno, esté en el paraíso y no en el infierno sufriendo los tormentos que aquí sufrimos. Camino, camino, nada. Camino hasta que mi cuerpo me pide parar y cerrar los ojos, dormir y con el sueño acallar tantos recuerdos, de Filomeno, del sabor de un buen pedazo de carne, de una caricia, de un amor que apague la soledad. Desperté por el bullicio que se juntó, que si no quito mi esqueleto de donde estaba, me pisan y repisan. Quise saber por qué tanto alboroto, autos parados toque y toque el claxon, ambulancias

a lo lejos, gritos, señoras empujando y oportunistas vendiendo hasta sombreros y paraguas para que el sol no les afectara mientras estuvieran de chismosos. Me escabullí entre las personas hasta el lugar de los hechos. Se me quitó el hambre. Todos atendían a los heridos, sacaban a la gente de los fierros retorcidos, nadie atendía a la madre que yacía aún viva, que quizá con cuidados sobreviviría. Todos se fueron y nadie la ayudó, ¿qué podía hacer yo si no sabía medicina, si no sabía curar, si no conocía a nadie ni tenía dinero con qué pagar un doctor u hospital? Apenas consolarle. Adiós, hermana. Adiós al menos de esta grave inmunidad al dolor ajeno. Así es la vida de un vagabundo, de un fantasma que recorre las calles y que solo es visto por los que tienen ojos en el corazón. Llovía. Mi playera roída se mojó como tantas otras veces y tenía que conformarme con secarla con el calor de mi cuerpo. A veces pasaba por las casas y podía oler el calor de hogar, oler los vapores de un pollo o un estofado cocinándose en la estufa, ladridos de perros contentos; lloraba entonces mi alma y se estremecía hasta mi célula más pequeña, pues recordé el día que me regalaron esta playerita y fui tan feliz que me sentía arropado con la capa más fina, cual rey cubierto de la más grandiosa victoria, amado y vanagloriado por todo su pueblo, como el em33


perador vestido por los más hermosos olivos. Ese era mi único recuerdo de felicidad y al mismo tiempo del abandono. Esa noche en un basurero pude sacar algunos pedazos de pan y tortillas. La ciudad es una hidra de mil cabezas con nubes que barruntan lluvias, violencia, abandonos, y al unísono, albergan esperanza, ternura y compasión. ¿Cuántos vagabundos como yo en estas fauces? Así encontré a uno más, otro, que como yo, había sufrido la desgracia de vivir bajo el in- flujo y dominio del abandono.

Nada es casual, dicen, de modo que aquel día, tras haber sido apaleado por un taquero, que a fe mía olía peor que yo, por incitarle al corazón perdonar que mis inexistentes bolsillos pudieran pagarle sus menudencias, no encontré más que la representación de su más helada alma que no se doblegó ante mi mirada suplicante y mis ojos ardiendo de hambre. Corrí, corrí como galgo asustado, adolorido, en realidad no quería huir, quería morir y es que a veces este sufrimiento rebasaba mi soporte y mi endémica alma que al igual que mi estómago estaban ya famélicos. En un callejón oí que una voz decía: “Cómo puede ser que la gente sea tan desperdiciada, ah, estos tomates están casi buenos, la cáscara está manchada, pero están buenos por dentro, y esos aguacates y esos mangos también…” asomé mi cabeza con temor, no deseaba ser apaleado nuevamente. Era un vagabundo como yo, traía un saco un tanto guango y lleno de manchas de todos los colores, quizás un día fueron un saco café, unos pantalones rotos y unos zapatos que dejaban ver los dedos de sus pies. El olor a alimento inevitablemente me llevó a acercarme poco a poco, era como si la comida hubiese amarrado una cuerda a mi cuello y me jalara a pesar del miedo que sentía. Desperté como hacía mucho no despertaba, contento, calientito y con mi corazón desbordado de ternura. Mi nuevo amigo estaba dormido junto a mí y parecía un bebé mecido por las ninfas más excelsas de Morfeo. Me vi y sentí aún mayor alegría. Ayer, la playera que me recordaba un hogar y un abandono, fue suplantada por esta que ahora traigo, más nueva, más limpia. Eh, me dijo mi amigo, la playera que traes está más vieja que Matusalén, toma esta, está mejor, que aunque en la basura estaba te sentará bien.

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Quise decirle que agradecía su gesto, pero que la playera que traía era un regalo, mas no me dio tiempo, me quitó la playera y me puso esta. Lo miré y le agradecí en silencio. —Así estás mejor, ¿cómo te sientes?, ah, ya entiendo, no hablas demasiado, no te preocupes, yo también soy tímido con los desconocidos. No sabía si irme o quedarme ahí hasta que despertara, esos pensamientos danzaban por mi mente cuando el vagabundo se despertó por efectos de una tos incesante que parecía desechar los pulmones. Me acerqué a él y quise aliviar su tos, pero solo me dijo: “Estoy bien, estoy bien, no te preocupes, llevo varios meses así y mírame, sigo tan vivo como una cucaracha, ah, la calle me ha hecho fuerte, chico, las bacterias son mis amigas”. Caminábamos juntos siempre, buscábamos en la basura juntos, comíamos juntos, todo lo hacíamos juntos desde entonces. Aprendí a quererlo rápidamente pues me trataba como a su igual, me preguntaba mi opinión siempre aunque quedara absorto o en silencio. Poco a poco recuperé mi fe en que volvería a encontrar un amigo para siempre, pasaban los días y era más feliz. Sin embargo, no dejaba de preocuparme el hecho de que la tos de mi viejo amigo empeoraba conforme el avance de los días. Llegará el día en que tengas un hogar, me dijo, llegará el día en que ya no vivas en la calle como ahora lo hacemos y serás tan querido como nunca lo imaginaste y ese día está próximo. —Muchacho —me dijo mientras me daba unas palmadillas—, ese día que llegaste me cambiaste la vida, había olvidado, tras años de vivir como lobo estepario en las calles de esta monstruosa urbe, qué significa estar acompañado, qué es compartir, qué es sentir el calor que transmite un ser animado y no la frialdad de objetos inanimados que solo son inobjetables testigos de la soledad

arbitraria que abruma a tantos como nosotros, si, amigo, sí, ese día pronto arribará y entonces yo quizá sea testigo desde donde esté de que no siempre la vida es tan injusta. Yo sentía lo mismo que él, pero se me hizo un nudo tan grande en la garganta que no pude expresar nada. Esa noche dormí antes que él, pues me sentía muy agotado. No supe cuándo sucedió. Abrí mis ojos: ¿Dónde estoy?, me pregunté, nunca había estado en un lugar como en el que estaba. Un lugar lleno de muebles, de cortinas limpias, un piso cálido y limpio, camas, en suma un lugar reconfortante y cálido que a la par sentía extraño. —Despertó, mamá, despertó—, dijo una muchacha que me miraba con los ojos llenos de lágrimas. Inmediatamente vino una señora corriendo hacia donde yo me encontraba reposando y exclamó unas palabras que me antojaron un agradecimiento al firmamento. No entendía aún qué estaba pasando. Me dijeron que necesitaba un baño y que me revisara un médico, así que en el transcurso del día estas nuevas personas extrañas y yo estuvimos ocupados en ello. Por la noche me acostaron y me arroparon con una cobija limpia. Dormí como un ángel, como si los maltratos, como si las hambres y la falta de cariño que otrora viví se hubiesen esfumado, sin embargo aún no estaba contento. Me preguntaba por él y me faltaba él. Volví a la calle y estaba asustado, con mis lagrimales hinchados de tanto llanto, corriendo de los autos y de las personas que me veían como una peste y me querían lejos de sí. No sabía a dónde dirigirme y pensaba que si él estuviera ahí, me protegería con sus manos viejas pero fuertes aún. Entonces lo vi y sentí tanta alegría que casi orino. Apuré mis pasos y él también. Nos abrazamos. —Amigo, amigo querido, me da tanto gusto volver a abrazarte, —me dijo—¿Cómo te va en tu nueva vida? ¿estás feliz? No comprendía por qué razones me preguntaba eso. Sé que estás preguntándote qué pasó, muchacho, déjame explicarte, anda, 35


siéntate aquí y come un poco de esto que tenía guardado para ti. Me senté dispuesto a escucharlo. La vagabundez no siempre es un estado que uno busca, a menudo es un estadio de la vida que algunos tenemos que pasar, por obligación, por circunstancias, por mala fe, por falta de conciencia ajena y propia. Yo tenía una familia, como quizá tú la tuviste, por ello sé que entiendes mejor que nadie mis reflexiones. Mi familia era mi mayor tesoro, pero desafortunadamente para ellos yo no, así que cuando comencé a enfermar y a perder poco a poco el dinero que poseía, mis familiares, sin más, me echaron a la calle, tomaron sus cosas y se marcharon fuera de la ciudad. Al principio quería suicidarme y me faltaba valor para hacerlo, después me fui acoplando y fui aceptando mi nueva realidad, aprendí a vivir solo y a conseguir las cosas por mí mismo, nunca quise pedir limosna, así que tomaba cualquier trabajo, aquel que me permitiera al menos comer. Sin embargo siempre me faltó la compañía de otro ser, su calor, sus charlas, con quien compartir una latita de frijoles. Y así años hasta que llegaste tú en esa esquina, asustado, hambriento. Me identifiqué contigo porque en tus ojos vi los míos cuando los primeros días no sabía a dónde ir, qué comer, dónde pernoctar o dónde bien morir. Y entonces en el espejo de tus ojos supe que mis penas se habían zanjado. Empero, la vagabundez no es un estado que deba durar toda la vida, al menos no todos debemos estar condenados a ella, a mí me quedaba poco tiempo, lo sabía por el mal que invadía mi cuerpo, pero tú no tenías que seguir padeciéndola, no deseaba que tú quedaras nuevamente solo, aquí afuera donde las noches y los días son más tenebrosos que un viejo castillo medieval. Desde hace tiempo había observado en aquella casa a dos mujeres, madre e hija supongo, que dedicaban parte de su tiempo y sus nobilísimas manos a recoger a los desvalidos vagos como tú que les era menester lo que ahora poseerás.

Decidí dejarte ahí antes de que el destino me alcanzara y no me diera tiempo salvar tu cuerpo y alma. Lo decidí a pesar del dolor de separarme de ti, pero mira, hoy te vuelvo a ver y puedo explicarte, para que no pienses cosas que no son o para que al menos sepas quién fui y a dónde decidí quedarme. Me abrazó y le agradecí con lo único que un ser como yo puede dar, un tierno y dulce beso en la mejilla. Desperté con lágrimas en mis ojitos. J

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unto a mí estaban otros perros, algunos despiertos, algunos dormidos, todos con los ojos llenos de esperanzas nuevas, con la fe recuperada. Ellas entraron, a todos nos saludaron y a todos nos dieron de comer. —Hola —, me dijo la mujer más joven— ¿Cómo te sientes en tu nuevo hogar? Qué lindo eres —. Me acariciaba atrás de mis orejas, nunca nadie lo había hecho en esa parte y experimenté una felicidad que no puedo describir. Movía mi colita endemoniadamente. Era inmensamente feliz. Supe entonces que mi amigo estaba muerto, sí, por supuesto que mi alma estaba triste, pero también sabía que él, donde sea que estuviera y me viera moviendo mi cola así, me vería ahora bien cuidado y alimentado, era feliz porque ya no sería un vago más, un fantasma más en esta ciudad víctima de la ceguera humana, víctima de una sociedad en la que la mayoría de los hombres alimentan más a su hiena interna que a su perro interno. Pero me congratulo ahora de haberlo encontrado a él y a estas mujeres que aún poseen corazón de humano y al mismo tiempo un corazón de perro, como el mío, como yo que ahora también seré un tanto humano pues llevo en mí el corazón de aquel hermoso vagabundo que me acogió y supo colocarme y el de estas dos mujeres que ven por otros como yo. Hoy poseo un nuevo corazón.

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Isabel María Hernández Rodríguez Está dormida, pero sueña con el cosmos perfecto en el que todo está en orden y no se inquieta por el aura, ni corre tras las sombras de los monstruos de la noche y su rostro se apacigua con las caricias de la brisa. Está dormida, pero sonríe con dulce placidez como si la rozara con sus labios temblorosos, y se dejara arrullar por el eco sordo de la rompiente tendida en la dorada arena de la playa vacía. Está dormida y no quisiera que se acabara el sueño como si ello fuera a durar toda la existencia, las manos entrelazadas con suavidad erizada y calidez de piel con piel que vibra enamorada. Está dormida la sirena, y desea navegar de amanecida o que la arrastre el viento con fuerza y se la lleve la marea a ese lugar perfecto del mundo de sus quimeras, donde no hay soledad ni lamentos, ni oscuridad. Está dormida y en su sueño deambula mecida en las corrientes, abrigada con la espuma blanca de las olas cabalgando entre las crestas luminosas de estelas lunares, y abrazada con pasión al cuerpo del jinete de los mares azules.©

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Rolando Reyes López Esta vida será otra después del año 2020, los rostros serán otros, el tiempo, la risa, la vejez, las pretensiones, los estados de conciencia el concepto de cotidianeidad, el concepto de distancia... los conceptos de ausencia y realidad. El universo retrocedió, hoy supe que hay nombres que ya no existen; esos nombres no pertenecen a los soldados de la guerra; hablo de los nombres de personas que amé... y me amaron: enfermeras y doctores, recepcionistas, laboratoristas, médicos forenses, choferes de ambulancia, bibliotecarias, hermanos fraternos, voluntarios de la Armada, camilleros. Esas personas están lejos, muy lejos, la muerte me las arrebató. Esta vida perdió sus puntos cardinales; cayó en un silencio aterrador y enfermizo, está triste, demasiados gritos de agonía rompieron su quietud. Me duele este silencio inmortal, las ciudades lloran sus lágrimas y la carencia de aromas extrañan la suela de zapatos, los cuerpos de los enamorados en el parque, los bulevares con hombres y mujeres. Una eternidad de muerte disfrazada de covid escala hasta las azoteas, vierte el tiempo para la nostalgia y regresa a su antiguo e infinito universo del dolor. Me duele la sonrisa que se disuelve en la pantalla de mi móvil, ahora es un recuerdo que se reclina sobre el vidrio y no llega a la cama para vivir conmigo dentro de esta casa. 42


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Ahora, todo, es una verdadera distancia que desvergonzadamente me roba la dignidad. Un poeta dijo algo sobre los símbolos, solo los náufragos aceptaron enfrentar esas palabras; el ayer no será más el ayer de mis padres y abuelos, ya el mañana es el hoy a partir de hoy, hasta la felicidad no será quererla o tenerla. Quizás el fuego tras una caricia sea un poema que se eleva desde el pecho y no desde los preciados días del pasado. La vida tiene hambre, el rayo de alegría en mi corazón se está apagando; la sonrisa de mis ojos observa en silencio la insuficiente luz del sol. No hay gritos esta vez, solo olas de dolor cruzando el mar y los océanos, vidas somnolientas contemplando la faz gris del horizonte, soledades asomadas sobre mis versos. Necesito que regresen todos, no consigo entender esta música sin el tono dulce de sus cuerpos, mi fuego es un charco de sangre sobre la lluvia convertida en muerte; el majestuoso eclipse del horror se vuelca sobre el espacio y el tiempo hasta desembocar en ese poeta desesperado. Esta vida será otra para el atardecer que se acepta desde la oscuridad o la penumbra. Y mientras las longitudes del tiempo se extienden sobre el hombre todo y rearma otra perenne realidad, un nuevo día a día, otro sabor para las lágrimas, otro contrapeso para la injusticia, yo sigo aquí, esperando respuestas. 43


Sergio H. García

a Camila que desconoce su historia y eso la convierte en lienzo blanco

RAÚL HA MUERTO Sus sonrisas añejas se quedaron en mi niñez junto a juguetes rancios y el óxido de su muerte II Mi mamá pronto envejecerá Su mano no tendrá fuerzas para luchar contra los centauros cazadores de amas de casa viudas solitarias con hijos que tienen miedo III Quisiera pensar que Raúl no murió que solo se oscureció y que su amplia forma y figura fueron negadas a nuestros ojos Quisiera pensar que Camila lo ve IV Hay un Centauro parado en la puerta Exige algo Mi mamá busca entre las galerías de historias 44

una que le sirva de distracción para escapar Centauro se aferra a la puerta Mamá no desiste dispara más detalles que van al corazón de Centauro Se va Mamá tiene una semana más para pagar la renta V Raúl se oscureció los años deslavaron su rostro de mis recuerdos Un anillo perdido en algún cajón olvidado lleno de mandiles que aún gritan su sazón es fiel evidencia de su sombra VI Raúl antes de morir nunca fue sombra nunca fue dolor olvido silencio Antes de morir Raúl era brillo cordura y voz y cuando se oscureció su cuerpo quedó tirado a mitad de carretera Los forenses nunca revisan bien una escena mi padre era luz y su brillo jamás volvió a casa


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VII Los centauros carecen de corazón pero una herida en la zona geográfica donde debería de estar los espanta VIII Los oscuros restos de Raúl se descompusieron en huesos blancos cuyo brillo artificial nos fue negado por tres placas de cemento que cobren el ataúd IX A Madre se le agotaron los recursos las cuentas han quedado vacías perdió la fuerza para luchar Nos llevará a otro escondite Los abuelos nunca entendieron de dolor

X Lo cierto es que Raúl murió Su figuran blanca por la muerte yace en su segunda tumba Esta vez no toca el suelo Quizás por eso lo recordamos a tantos años de su muerte Porque su recuerdo físico ya está bajo tierra

Camila brilla.

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Maya Chalez

Ciudades atestadas pasos desconocidos, rasgos de mil caretas, rostros inexpresivos, caminos presurosos, efímeras presencias. Calles abarrotadas pensamientos bonitos: alegres, felices, motivadores, optimistas, amenos. Calles saturadas pensamientos oscuros: agresivos, violentos, asesinos, soeces. Calles apretujadas de grises pensamientos: tristes, nostálgicos, pesimistas, envidiosos, odiosos. Cuida tus pensamientos, tus pasos sean radiantes abriendo los caminos, energía protectora de efímeras presencias en sitios muy cargados.

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Yuleisy Lezcano La humanidad debería dar a la luz, parir un mundo dentro del mundo, una pirámide de gestos y palabras, función simbólica que emula lo divino, poliédrica actitud de crear el bien, capacidad de realizar lo que no existe, de proyectar novedades para una valorización positiva del nuevo, sin renunciar al sueño, a la infancia, al vuelo que sale de un automóvil embotellado en el tráfico para volverse nube de ideas y ser lo que las máquinas no pueden ser, un Frankenstein de la época contemporánea lejos de las tecnologías que hunden en las convenciones de las autopresentaciones del mejor perfil posible que vuelven distinguibles las apariencias. La humanidad debería abortar la tendencia de jugar al juego del esquema que borra la posibilidad de configurar lo que ya existe para crear en el aire lo que alumbra los temores, la razón que resiste en los soles conquistados que acarician la luz sin perder la luz para parir un mundo mejor dentro del mundo. ****** Intentos Estoy intentando vivir, salir de la burbuja de las palabras, abrir una puerta en el lado opuesto del laberinto que amordaza la idea de escupir las culpas y regresar al cuerpo, libre de elegir la lluvia que borra un pasado de errores que emite el sonido de las sombras que repiten la forma de la falsa aureola de quien me da las culpas de las lágrimas que muerden el punto final de una historia.

Otredad Afuera de ti, tú, inocencia de espuma entre los dedos, paso de la niñez a la adolescencia, identidad sin ausencia. Tú, como persona en una mente distinta, espacio de otra razón, laberinto de soledad, emigración, no como alteridad, como evolución, separación que cuelga la vergüenza, libertad de lazos exteriores, hacia adentro, hacia a ti, mirando de fuera tu rebelde secreto que crea conciencia por el sueño que canta con tibias voces trinos de pechos precoces, eco y cristal de ti mismo. Salta de ti el espejismo de volver a verte en la hora que miras por la grieta sujeta a lo que decían que eras, que podías ser y lo que ahora eres. Realidad de fuego en frío, se multiplica el desvío de lo que creías y lo que devuelve el espejo. Entre nubes color guerra, tu aliento reflejo devuelve el fuego de tus entrañas, ahora hundes las manos extrañas en un suspiro que pierde los años infantiles en un éxtasis verde. ****** .

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Nudo Gordiano es una revista literaria colaborativa que acepta propuestas en forma de cuentos, poemas, ensayos literarios o reseñas literarias, de acuerdo con las bases de nuestras convocatorias. Las convocatorias pueden consultarse en www.revistanudogordiano.com/ convocatoria, en www.facebook.com/RevistaNudoGordiano o en www.twitter.com/NudoGordianoMX. El consejo editorial se reserva el derecho de juzgar las propuestas para seleccionar los textos a publicar en cada número. Los autores publicados en Nudo Gordiano conservan siempre los derechos intelectuales de su obra, y solo ceden a Nudo Gordiano los derechos de publicación para cada número. Gracias a todos ustedes, lectores y escritores. Les debemos todo.


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Un mundo mejor dentro del mundo por Yuleisy Lezcano

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El loco de la banqueta por Héctor Moreno González

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La anciana misteriosa por Evelyn Alexandra Escalona Venadero

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Esmeralda, el tigre y la charolastra por Luis G. Álvarez

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