+Letras - Número 5

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ÂĄGracias! Queremos agradeceros todo vuestro apoyo en esta aventura que tenemos por delante. ÂĄMuchas gracias por ser una parte de ĂŠsto y un enorme abrazo! - Equipo +Letras


Prosa

Marian Vielva .... 4

Poesía

Ana Casado .... 16 Romina Espinosa .... 22 Iyán Vigil .... 26 Laura Lobeiras .... 29 Cristina Escriche .... 31 Ignacio Castellanos .... 33 Laura García Calvo .... 38

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Cuento

Ignacio Castellanos .... 9

Ilustración

Mauro Hernández .... 8 María Mas .... 10

Relato

Mustapha Handar .... 12


Las cajas por Marian Vielva

Hemos aprendido nuevas lecciones, hemos aprendido a ser un poco más felices cada día, nos hace siempre falta esa inyección vitamínica, somos más luchadores en nuestra incomprendida batalla mientras que las sombras empequeñecen y la búsqueda sigue su curso.

Todo se equilibra, todo continua creciendo, aunque a veces nos sentemos a pensar en nuestra estantería, en todo lo que dejamos atrás, las sonrisas y las lágrimas, las personas que falada año que pasa es como una pequeña tan, los desafíos, las locuras transitorias, las caja que colocamos meticulosamente en historias que componen ese bello pentagranuestra estantería privada, donde al- ma de cada caja que suenan en nuestra cabeza. macenamos logros, sueños, tristeza, alegría,... una sinfonía de sabores, dulces y ¿Y ahora? Ahora pensemos en los que vendrán, amargos. Terminado el año, hacemos balance de haciendo brillar los ojos, susurrando palabras nuestra caja y la conclusión es siempre la misma: dulces en muchos oídos, como los nuevos ruiseño“Este nuevo año será mejor”, ¿por qué? Porque so- res y componiendo la nueva melodía del 2016, así mos optimistas, los recuerdos malos del pasado se pues, no llenemos la cajita de pasado y abramos minimizan y ya no duelen tanto, ese amargor se los brazos a los que vienen a contarnos nuevas convierte en unos recuerdos llenos de ternura e historias, nuevas aventuras y sobre todo a envolingenuidad de nuestro antiguo y menos sabio “yo”. vernos de calor.

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Los hombres ya no recordaban sus disputas, ni sus terrenales y materialistas motivos. No había aire que impulsara las velas, tampoco aplomo o fuerzas que hicieran mover los remos. Una niebla verde y espesa cubrió las aguas. Garras invisibles desgarraron velas, crearon surcos en la madera, y gritos estridentes de júbilo y excitación llegaron desde todos los rincones del campo acuático de batalla.

El mar de las Náyades

Figuras sibilinas y escamosas surgieron precedidas por su cántico de pesadilla. Tan solo un rostro congestionado, bulboso y verde recordaba vagamente al de una mujer sobrealimentada. No había nada de bello o mágico en aquellas criaturas. Solo fealdad y monstruosidad.

Los hombres supervivientes, alzaron sus escudos, hendieron el aire fétido con su acero, lanzaron lanzas y dardos, flechas y teas ardiendo, pero que por Ignacio Castellanos podían hacer simples mortales contra seres tan antiguos y repulsivos como los que ahora les dauando las aguas se calmaron, y los hom- ban caza. bres abandonaron el entrechocar de acero y madera, por el resuello y el sudor de Sus naves al poco se hundieron. Muchos las sihombres cansados, llegaron los mons- guieron por el peso de sus armas y armaduras. Los truos. que aún se aferraban a la vida desafiando a la muerte con endebles y húmedas lanzas, al poco La madera de las embarcaciones crujió. El mar les siguieron también. No había escapatoria ni se volvió más verde. La sangre y los cuerpos que victoria posible. Eran simples presas. El sustento habían nutrido las aguas, ahora no se dejaban ver y alimento de una raza mejor dotada para la vida por ninguna parte. en el mar que el ser humano.

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Pero hubo algo que sobrevivió a la horripilante matanza. Una Náyade bella y fuerte como el roble en el que fue tallada. Fue su hermoso y verde rostro el que vieron surgir de las aguas en las Costas De La Bruma. Por ella llamaron a aquella extraña porción de agua, EL MAR DE LAS NÁYADES.

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Apunte 41 por Mauro HernĂĄndez Medida: A5 TĂŠcnica: Grafito 8


Apunte 40 por Mauro HernĂĄndez Medida: A5 TĂŠcnica: Grafito 9


por MarĂ­a Mas 10



El prisionero de la Isla Mágica por Mustapha Handar

No todo lo que reluce es oro... Pero, después de tres meses de navegación, en una noche completamente lóbrega, hubo un vienI to fortísimo. El barco navegaba difícilmente. El mar estaba tan agitado igual que nunca con una l viernes a 13 de enero de 1605 era el tenebrosidad tan increíble que hacía la vista imdía que el almirante más famoso de posible. Las olas alcanzaban casi diez metros de España, Juan Antonio Domínguez altura, así que arrasaron por completo las frágio “El Lobo del Mar”, como le apoda- les columnatas dejando las aguas frías y saladas ban, comenzó su centenar expedición de “Poseidón” penetrarse hasta llegar al corazón con su barco favorito llamado “El Hipogrifo”. de “El Hipogrifo” pasando de un extremo a otro. Estaba acompañado de una experimentada tri- Reinaba un caos total. Las aguas pesadas revolpulación compuesta de trece hombres, en búsque- vieron y destruyeron todo el matalotaje del navío; da de una isla onírica llamada “La Isla Mágica” armas húmedas, colchonetas y sábanas desgarrapara descubrir los tres tesoros que, según él, en das, mesas, sillas y botellas rotas, velas y candiles ella se hallaban. destrozados, así como los productos alimenticios,

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los folios para fechar, mapas, brújulas y otras cosas más ... Todo se perdió en tan sólo un cerrar y abrir de ojos. El capitán Domínguez cayó en un trance con sus marineros que permanecieron muy asombrados e incapaces de afrontarse con tal desastre. No supieron qué hacer ni cómo reaccionar ante aquella tremenda tormenta. Todos los esfuerzos que hicieron fueron en balde por muy robustos que eran y por mucho que procuraron imposibilitar el hundimiento del “El Hipogrifo” que se veía ya desvencijado,... ya alicaído,... ya resignado. De improviso, una gigantesca ola de más de veinte metros acuáticos -cuya grandeza sólo era comparable a la de una divinidad- lo despedazó todo por completo. El navío se hizo añicos. Se sumergieron todos, uno tras otro, lo que puso fin a sus sueños y a todas sus aspiraciones de llegar a La Isla Mágica desafiando todos los peligros. Tenían la intención de enriquecerse y lucrarse gracias a las perlas, joyas y oro en cuanto extrajeran los tesoros. Algo que poco antes les parecía cierto y fácil de realizar. Mas, el almirante “Lobo del Mar” era el único que escapó de aquel terrible naufragio; de modo que no perdió la esperanza y se empeñó mucho en realizar aquel imposible sueño. Entonces, nadó durante varias horas hasta que perdió el conocimiento...

que estaba yaciendo en la franja costera de la isla de sus sueños; La Isla Mágica, tal y como se la enseñó el mapa que nunca se separaba de su bolsillo: - ¡Por fin! ¡Oh, Dios mío! Por fin estoy en la isla de mis sueños. ¡Qué belleza! ¡Qué maravilla! ¡Es un edén terrenal! Empezó a dar saltos de alegría y se apresuró a sacar los manuscritos que le iban a indicar el lugar donde estaban soterrados los caudales para cerciorarse de que no se hubieran deteriorado durante la tormenta de anoche. Como sanos estaban, los reembolsó y se dirigió hacia un árbol bajo el cual se tumbó mientras pensaba en sus trece difuntos hombres. “Eran, la verdad, muy buenos y leales. Había navegado muchas veces con ellos y conocido muchas intrépidas aventuras hasta que el mar los ingirió para siempre”. Como estaba tan ahíto, se adormiló enseguida. Al día siguiente, cuando se levantó de su largo y profundo sueño, se sentía muy hambriento. Como no disponía de ningún arma, cortó un ramaje y fabricó una pica aguda y, con ella, cazó una gaviota para aplacar el hambre.

A mediodía, recorrió toda la isla de punta a punta sin hallar a nadie. Era una isla desolada, horrenda, que carecía de embrujo. Su interior no tenía nada que ver con el embeleso de su exterior, de la belleza natural de la franja. No había ríos, ni flores ni tampoco animales. El color gris y el amarillo del desierto eran los únicos seres que doII minaban el lugar. Sin embargo, el capitán Lobo construyó una pequeña barraca al lado de la costa Cuando se despertó, o más bien cuando volvió en y, por encima, fue fabricando todas las cosas que sí mismo, ya era de día y, pronto, se dio cuenta de le dictó la necesidad. 13


III Pasaron muchos días. El excapitán era cada vez más apasionado e impaciente por ir a cavar los tesoros y descubrir todo cuanto contenían. Así, un día al amanecer, pescó unos cuantos cangrejos y caracoles marinos que le servirían de botín y se llevó unos primitivos materiales que había fabricado mediante ramas y piedras con vistas a usarlos durante la operación de extracción. Luego, llevó todo puesto en un atado colgado por el hombro siniestro mientras apretaba con la mano diestra el precioso manuscrito que le iba indicando, precisamente, la zona donde se ubicaba el tesoro. Se echó a caminar, a lo largo de varias horas, siguiendo las señas figuradas en el manuscrito. Cuando llegó al lugar previsto, ya se había puesto el sol y reinó una oscuridad estremecedora. No obstante, prendió una hoguera y puso, a raudales, la mano a la obra. De repente, mientras estaba cavando, se dio con un cajón vetusto y decrépito. Con las manos temblorosas, lo abrió. En ese instante, un enorme lucimiento le extraía casi los ojos ya que estaba atiborrado de diamantes y de todo tipo de joyas y sortijas tan jubilosas que nunca jamás vaciló de tocar. No pudo soportar ni, incluso, creer que su sueño se estaba haciendo realidad. Pero, después de recoger el segundo cajón, sintió terribles escalofríos a nivel de todo el cuerpo. Dentro, había huesos y nueve calaveras humanas. Sobre estas últimas, había un trozo de madera perteneciente al “Hipogrifo” en el cual estaban escritas, con sangre tinta, unas espantosas y amenazadoras frases: «¡No sabes cuánto tiempo llevo esperándote, ca-

pitán Lobo! Llevo un montón de tiempo haciéndome, cada vez, más sediento por tu sangre tan vivaz... ligera... y deliciosa... No olvides señor almirante que sería insensato que pensaras salir algún día de mi tierra con el tesoro, porque esta isla se convertirá en tu ineluctable tumba si recoges el tercer baúl. Por eso, te advierto que no lo toques, si no ...» El miedo tan exhaustivo del exlobo del mar, se fortaleció más. Pero, a pesar de ello, siguió cavando hasta alcanzar el tercer cajón. Era más grande que los primeros, y tan largo y pesado, que tuvo mucha dificultad para sacarlo fuera. Finalmente, lo abrió y al echar el primer vistazo, permaneció chocado... plantado... e inmóvil como una estatua. Se quedó paralizado con los ojos fijos sintiendo como si su sangre estuviera helando. Aquel baúl era en realidad un sarcófago que contenía los cadáveres de cuatro hombres de sus trece compañeros que se habían ahogado y perecido en aquella terrible noche de abril. Ante tal enigma, se encogió y se sentó delante del fuego. Era la primera vez en su vida que se sentía derrotado e incapaz de hacer nada... No podía creer que aquellas calaveras y aquellos cadáveres eran de sus propios marineros. Para asegurarse de lo que había supuesto y esclarecer sus dudas, le rondó por la cabeza que uno de ellos, el más joven, llevaba en su cuello el collar que le había ofrecido su amada como prueba del amor que experimentaba hacia él. Así que, con relajación involuntaria provocada por el choque y el miedo, volvió al segundo cajón y se enfrascó en escarbar entre las calaveras. Y era tan inaguantable el topetón, que Domínguez perdió la cabeza. Ya no le albergaban 14


esfuerzos para soportar más escalofríos. Tampoco podía creer todo aquello que le sobrevenía en aquella tierra tan hostil. Desesperado, totalmente, dejó caer el collar de entre sus manos. Después de unos segundos, empezó a oír unos estentóreos truenos tan concatenados e intermitentes que nunca oyó alguna vez y se produjeron unos relámpagos tan fuertes que jamás vio algún tiempo. Inmediatamente, después, comenzó a llover a cántaros. Eran gruesas gotas que poco a poco fueron apagando la pequeña hoguera hasta que reinó una espantosa oscuridad. Enseguida, empezó a oír unos extraños sonidos que no se podían imaginar; unos sonidos y voces incomprensibles. Y al momento que el relámpago disparó, a menudo, la isla, vio unas horribles figuras fantasmales con aspectos diabólicos e increíbles dirigiéndose hacia él. Entonces, como un caballo aterrado, se echó a correr sin rumbo fijo.

toria. Esperó, como ningún navío vino para salvarle y como estaba bajo la presión de la amargura que le carcomía la salud, avergonzado por el fracaso total de su vida, se suicidó chapuzándose en el mar. Mas, las olas fueron empujando su cadáver hasta llegar otra vez a la franja costera de La Isla Mágica.

IV Al día siguiente, tan pronto como llegó a su angosta cabaña, fue directamente a la cama para descansar e intentar reflexionar para encontrar una salida de aquellas calamidades. Sin embargo, por la noche, los duendes acudieron, de nuevo, a sorprenderle, por lo cual no tuvo más remedio que escabullirse y soltar las piernas al aire. Así, continuaba llevando en aquella estrambótica isla una vida llena de miedo y espanto tanto a los fantasmas como a los espíritus malvados que la poblaban. Y en espera de la llegada de algún barco, Juan decidió escribir a diario su larga his-

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Sentido de pertenencia Por Ana Casado

Nos despertamos con una sonrisa y jugamos a poner a prueba a la inocencia. Abusamos de la confianza creyendo que nada termina, que el amor es eterno en su plenitud y que la palabra “siempreâ€?, siempre es infinita. Se nos olvida que somos aire deambulando, que somos instinto y garra, que nada nos pertenece, ni nosotros mismos. Que la Ăşnica propiedad que tengamos posiblemente sea una urna, que ni nosotros pagaremos. 16


Que el presente es ahora y el futuro pertenece a las cenizas. Pero que no por eso amaremos menos. Yo seguiré fantaseando en mi mundo de niña caprichosa. Hablaremos de tus conquistas, y de las mías, de los placeres de la piel, que aun siendo efímeros, se convierten en longevos recuerdos, en experiencia, en camino recorrido... Pero nuestras manos seguirán vacías, y nuestras mochilas llenas, porque nadie nos pertenece, porque la libertad es elegir, aunque nuestra elección cada día sea estar con la misma persona.

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Poema a la niña Alba Por Ana Casado

Alguien pensó en algún momento “ojalá fueses normal”. Alguien deseó que llorases más a menudo, que fueses débil y sensible, como el resto. Ese alguien no cerró los ojos, y te abrazó para sentir a oscuras tus latidos en su pecho. No supo ver que tus párpados caídos Sólo intentan alejarte del mundo que nadie quiere ver.

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Tus palabras son la incoherencia de tus pensamientos. La inocencia de tus quejas el reflejo de esa niña adulta, que pierde la mirada en cualquier rincón absurdo de una habitación compartida. Tus incontinencias negadas, Reflejan tus vergüenzas y tus miedos. Porque alguien defecó en tu cabecita sus miserias. Déjame decirte algo. La vida no es un juego, Así que coge ahora tus muñecos, Porque después sólo podrás jugar a tirar los dados que dibujen el azar de tu destino. Te enamorarás y entregarás tu alma. Pero es difícil que te amen como mereces. 19


No llores por estos amores no queridos, Deja pasar el tiempo y que sean ellos los que lloren tu marcha inevitable. Hacer daño es fácil, sé fuerte. Y si eres tú quién clava puñales, que sean a la cara. Pronto estarás lejos y yo también dejaré caer alguna lágrima, como ahora que te escribo. Porque yo también soy débil, aunque parezca lo contrario, también me enamoro de quien no debo, hago, y me hacen daño. Y es que en el fondo no eres tan diferente. Ojalá aprendan a valorarte las entrañas que te parieron.

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Que la sonrisa de la luna menguante Sea tu compañera de viaje. Porque sólo así, no tendrá la infelicidad espacio en tu vida.

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La calle Río de Janeiro Por Romina Espinosa

Un día en pleno corazón de verano Amasando la papa Elaboración de una rica Causa Limeña Cae el limón fresco aplastado por mi madre Música de Marisa Monte alegrando nuestra cocina Haciendo arte con ritmo y alegría El ambiente me transporta Me vuelvo niña La niña que observa a su mami Aquella mami jovencita con música brasileña Aquella mami haciendo las cosas El mundo de la Calle de Río de Janeiro 22


De ahí el gusto por lo extranjero De ahí el amor por el mundo Alegría es la vida Aromas frescos que me guían Colores bellos que me animan Lista estoy para la partida.

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Lecciones de un esguince Por Romina Espinosa

Silla clínica Aquí recostada Fisioterapia intensiva El pie derecho en plena mejoría ¿Y la noticia? Volver a correr ¡Eso es! Por fin, volver a volar Libertad total Trotar Como un pájaro libre Volar por donde yo quiero

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Oler y respirar la pureza que es vivir Sentir y tocar Ver los colores de la vida La droga de vivir me contagia Me llena de ilusi贸n Ganas de llorar ante la esperanza El tiempo pasa y evoluciono Mujer preciosa Libre e independiente Fuerte y radiante Con muchas metas por delante.

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Edad Por Iyán Vigil Para María Sólo me hizo falta una visita: mi prima pequeña entró en el salón y medíamos lo mismo: vaya cómo has crecido comenté de aquel modo en el que tantas veces me lo habían dicho a mi. Qué manera más tonta de saber que has crecido.

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Insomnio Por Iyán Vigil

Aquí están otra vez las noches sin dormir: esas en las que intento -sin ningún resultadoponerle algún poema a este desastre. Miro por la ventana y allí está: una luz blanca y fría con la única verdad que tengo clara: he olvidado apagar la luz de la cocina. 27


Noche de Reyes Por Iyán Vigil

Hoy es cinco de enero y no podré dormir: esta noche los niños se quedarán despiertos esperando descubrir algo de magia. Yo, sin embargo, hace tiempo que no escribo tu nombre en una carta, solamente en mi lista de imposibles.

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Sin mente Por Laura Lobeiras

Quiero pedirte perdón por amarte así, leal y desmedidamente, loca y desesperadamente, mal y exageradamente. Perdóname por condenarte a este poder que jamás has elegido, por convertirte en la adicción de un insomne ratoncillo. No es que quiera excusarme, pero a estas alturas... no te dejes engañar por mis incipientes arrugas, así por dentro, solo soy una pequeña niña a la que le brillan los ojos con cada una de tus caricias.

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Gritando y llorando por tu atención Te sigo con esta desaforada devoción, así como vagabunda, que guarda tu foto en una chaqueta roída siendo tú el tesoro que consuela, su alma medio vacía. Hoy, dejaré en un rincón tu fotografía, para poder así empezar una nueva etapa. Desde hoy mismo, suelto tu mano para caminar. Sin olvido ni rencor, esta niña se escapa; quiere dejar atrás las coletas y las pecas, los sueños y las becas, los imposibles, y también las penas. Quiere crecer en el amor y dejar de temblar para poder así en unos años (los que sean) darte la mano sin apretar, quererte sin perdones y por esta vida caminar, sabiendo: que elijo quererte leal y desprendidamente, cuerda y serenamente, libre y sin mente... 30


Piano ardiendo Por Cristina Escriche

¡Arde el piano! ¡¡Arde!! ¡Quémase en llamas de plata! ¡Consume el fuego su alma; Deshecho en piezas, se parte! ¡Arde su música! ¡¡Arde!! Prendida en fuegos de nácar Danza la doncella blanca, ¡Viendo el piano quemarse! Da vueltas vertiginosas, Hace cabriolas y salta, ¡Dulce danza peligrosa! 31


¡Gira, doncella hechizada! Demuéstrate lujuriosa, ¡Que el piano ardiendo está en llamas!

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Cuatro reinos hay en el valle Por Ignacio Castellanos

¡Oh!, palacio del recuerdo, asentado en lo alto de tu ventoso valle, Sientes como el mudo susurro de un hada, barrido por el viento del norte, Se vuelve lluvia, resbalando en cálidas cascadas, Por tu piel verde, hasta el lejano lago interior, Gotas del ayer, convertidas en lágrimas vertidas, Por las hadas del amanecer. Brumoso y solitario lago del reino interior, Ves partir a tus hijos; llevan brazos y cuellos, Adornados con cabellos verdes del valle; Inmortales en su dicha, cantan mientras recogen, Lágrimas del amanecer; Más allá del reino primaveral, donde su morada se pierde en el recuerdo, 33


Pues su tierra carece de fronteras, murallas o feudo, No así de flores y verdes ramas entrelazadas como amantes, Dedicados al placer de existir el uno por el otro. Música del reino de las lámparas, Tu clara melodía, hizo del sueño, un lugar cálido en el que poder paladear, La comida sencilla de las gentes del valle. ¡Oh!, Hadas sagradas, vuestro dulce murmurar, aún permanece en la brisa estival, El sauce, degusta su alimento en el marjal, Los solemnes castaños, meditan sobre los días antiguos, No hay alma privada de calor en el hogar, Que a su reino desee retornar.

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Vuelta al hogar Por Ignacio Castellanos

Hay momentos que sabes, son especiales, O mejor aún, lo sientes, que es más importante; Ambos descendiendo la montaña, El relincho de los caballos, Y el viento a nuestras espaldas; El Atardecer sobre la cresta de una colina, Mientras las gentes recogen manzanas del prado, Antes que caiga el sol; ¡Qué milagro! El negro manto sobre nuestras cabezas, Multitud de luces sobre ellas, Nada de farolas de hierro muerto, Estrellas y nada más; 36


ÂĄOh!, el regreso al hogar, No hay nada mejor tras un dĂ­a en el campo, Que la vuelta al hogar.

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Tiempos de cambio Por Laura Garc铆a Calvo

Paez que se mueve la mar Menudu aurio qu,hai pel cielu Ya empieza a faltar sitiu pa tantos Les nubes van estremandose para dexar espaciu Y eso que la xente aguanta a colar Soplan vientus de cambeu Que la gente sea feliz aunque no tenga permiso L alma libre ye rara, y nacimos con inocencia y amor Pero de too lo vivido, solo queda na memoria lo que proviene del coraz贸n Soy libre y quiero percorrer el mundu Atreverme a entrar na escurida pa emburriar a otro hacia la lluz D algunos llamanlo final, a mi gustame llamalo el comienzo de algo distinto.

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