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Sandra de la Torre Guarderas

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Sandra de la Torre Guarderas, poeta ecuatoriana ganadora del Premio Paralelo Cero 2011

Sandra de la Torre Guarderas, nació en Quito en el año 1971, fue ganadora del Premio de Poesía Paralelo Cero 2011, organizado por Xavier Oquendo. Estudió Comunicación y realización audiovisual, ha escrito y dirigido obras de teatro, es guionista audiovisual y directora de doblaje. Su oficio lo ejerce en el taller literario Palacio(i)caza de Palabras, de la Universidad Andina Simón Bolívar. Su primer libro es El hueco en el zapato.

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Por: Oscar Quezada

Visión EPS

¿Desde cuándo descubrirse que te gusta escribir? ¿Por qué escribes?

Cuando tenía ocho años escribí algo sobre el algodón de una nube y me gustó tanto que guardé el papelito para leerlo una y otra vez. Claro, no se lo conté a nadie. Me producía tanta emoción leer esa página clandestina… No tardé en descubrir que ese era mi momento de placer, que el instante cuando lograba producir un “clic” con mis palabras, era mi momento de existencia plena. Con los años, el papel de mi nube, de tanto desdoblarlo y doblarlo, empezó a convertirse en polvo. Entonces sentí un ansia incontenible de llenar hojas nuevas con mi existencia.

¿Qué significó escribir poemas? ¿Te sientes poeta?

Escribir poemas significa, para mí, leer los tiempos. Cuando se oye un trueno decimos “lloverá”… Y si llueve, los poetas tronamos. Estamos vivos para dar cuenta de la granizada en la infancia, de los cielos negros sobre Palestina, del cambio climático de un cuerpo enamorado; leemos las ruinas de la post era, pronosticamos el vendaval de la edad tras las edades y también nos subimos al DeLorean para recoger los pasos de todos en algún pasado.

A veces me siento poeta, sobre todo cuando se me abren los poros y la telaraña en el rincón es lo único que importa. Por gracia esto no es siempre. No siempre ocurre la asfixia, la conciencia de la vanidad de todo, de la carencia, de la felicidad resbaladiza o de la sed. Casi siempre gozo de la ingenuidad del ser humano común, duermo su sueño.

¿Te imaginaste que ibas a ganar el premio Paralelo Cero? ¿Qué sentiste cuando te dijeron que ganaste?

Sí. Lo imaginé como una ficción improbable. Preparar el manuscrito cuidando hasta el mínimo detalle, las copias, contar los versos, elegir un seudónimo… con la ilusión de que me calce la zapatilla. Pero también imaginé no ganar, por eso, cuando Xavier Oquendo me contó la noticia, los ratones se volvieron corceles ¡y corrí al baile! El premio es un ratito, nada más, como la felicidad. Al otro día, es necesario regresar a las cenizas.

El premio verdadero fue esa posibilidad de acercarme al lector, de hallar un destino para mis versos y completar, así, el ciclo de vida de la escritura. Además, el acercarme a poetas mayores del mundo hispanoamericano y escuchar su palabra.

¿Quién es tu inspiración para escribir?

Las musas murieron hace tiempo. Los dioses, los grandes amores, la Historia, las certezas… todos han muerto en bandada. El poeta está solo. Para escribir hay que asumir ese abandono y, sobre todo, hay que estar despiertos.

No me gusta contar o describir el decorado detrás del poema porque limito la creatividad y participación de ese lector activo que me superará, sin ninguna duda.

¿Cuál es el tema principal de tu libro?

El hueco. Su textura, profundidad y forma. Pero, atravesado por temas múltiples: las imágenes, las anécdotas de los adoquines, el sosiego de la ciudad, las avenidas virtuales, el desamor, el lenguaje, la semiótica, la necesidad absoluta de la resurrección…

Los temas, sin embargo, no elegimos, se nos imponen pero las formas de decir (4+deDcir) sí. Prefiero el camino del juego al de la solemnidad. A ratos, me convierto en una cámara cinematográfica o tranzo con la ironía. Armo y desarmo un rompecabezas con múltiples soluciones; renuncio a ser la autora para que el lector cree su poema.

Coméntanos, sobre uno de tus poemas, de dónde nació.

El Hueco en el Zapato está estructurado en cuatro secciones: Voracidad, Partido amor, Fotograma veintitrés y Yoyó. Esta última es la más lúdica, la que me permite abrir las alas hasta donde quiero y la que invita al lector a abrir las suyas. En ella hay un poema, Lector in fábula, que lleva el título de un ensayo del semiólogo y escritor italiano Umberto Eco. Lo escribí luego de mis largas lecturas de las novelas y teorías de Eco. Un buen día alcancé a comprender –momentáneamente– la función esencial del lector en la construcción del sentido de un texto, entonces brotó este poema sobre la pelirroja y el tipo del sombrero, que presenta tres posibles historias de las infinitas encerradas en esos versos y en sus lectores.

No me gusta contar o describir el decorado detrás del poema porque limito la creatividad y participación de ese lector activo que me superará, sin ninguna duda.

Otra historia detrás de un poema es la de Partido amor. Estábamos en temporada del mundial de fútbol Sudáfrica 2010 y me propuse ver cada partido con los poros abiertos, explorando la posibilidad de sacar todo un poemario mundialista. Por lo general, no soporto el fútbol pero hay partidos que podrían quedar en un museo. Nunca pude escribir el poemario, tan solo un poema. Su título original era Esto también es África, para dialogar con el tema musical del encuentro Esto es África, interpretado por la cantante Shakira, luego lo cambié para desatarlo de la circunstancia temporal. Es un texto que traslada el escenario de dos amantes a la cancha de fútbol: Vas driblando mis pretextos / yo rechazo tus avances / metes cabeza / me desubicas / uno a cero…

¿Cómo harías para que la gente lea lo que escribiste? o ¿qué hacer para que los jóvenes lean más?

Cuando el escritor hace algo para que la gente lea lo que escribió, se traiciona. Si es auténtico, toda su energía se concentrará en decir. No en gustar. Por lo tanto, si no me traiciono, seguro, el encuentro con el lector sucederá.

Los jóvenes leen más hoy, por supuesto. Hablan escribiendo y leyendo: el chat, el muro, el sms, el tuit. La mayoría, es cierto, lee pocos libros. Tengo una nena que lee una novela en tres días. Lo que hice fue leer con ella durante sus cuatro primeros años. Ya sea en el libro o en las pantallas, lo importante es elegir buenos textos. •

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