Lee+ 137 Literatura y generación X

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AÑO 11 • NÚMERO 137 • OCTUBRE 2020

· Platicamos con Dan Brown sobre su libro infantil · La penuria de andar mal vestido: entrevista a Guillermo Fadanelli · 100 años sucios de Charles Bukowski · La balada de Johny Ringo por Hilario Peña · La trágica honestidad del Grunge por Iván Nieblas · El librero de Alejandro Magallanes / ¿Y las mujeres en los 90?

PRECIO AL PÚBLICO 25 PESOS




Tema del mes:

Directora General y editora

literatura y generación x

Índice 8 [El librero de] Alejandro Magallanes 10 La balada de Johnny Ringo Hilario Peña

12 Todo pasó en los noventa Rodrigo Coronel

14 Charles Bukowski / Christian Volkmar 16 La trágica honestidad del grunge Iván Nieblas

18 ¿Y las mujeres en los 90? Erika Olvera

19 [Infinitivos cuerpos] Generación XX Itzel Mar

20 [Cine] Películas sucias y baratas: El boom del cine indie / Gilberto Díaz

21 Para ver y oír / Adrián García 22 Entrevista a Guillermo Fadanelli 24 La pluma, la máquina y la compu José Luis Trueba Lara

26 Dan Brown Yara Sánchez De La Barquera Vidal

28 [Niños] / Erika Olvera 28 [Jóvenes] / Fabián V. Escalante 29 Entrevista a Alejandro Vilpa

Yara Sánchez De La Barquera Vidal yara@revistaleemas.mx

EDITORIAL

E

n algunas ocasiones pareciera que preguntarse sobre el peso que tienen las generaciones es un exceso, un motivo para la burla y los memes. Incluso, sin tener que forzar lo que miramos, podría pensarse que sus nombres parecen más un asunto de modas que una realidad tangible. Sin embargo, nos gusten o no los sustantivos que tratan de definirlas, las rondas generacionales han marcado el curso de la historia. Una buena parte de los liberales mexicanos del siglo xix pertenecieron a la misma camada y exactamente lo mismo puede decirse de los científicos, los integrantes del Ateneo, los novelistas de la Revolución y, por supuesto, de los Contemporáneos, por mencionar sólo algunos de los casos más significativos. Lo verdaderamente importante de esta peculiaridad es que cada uno de esos grupos generacionales marcó una ruptura e impuso una nueva manera de mirar la realidad. En este número de Lee+ nos adentraremos al mundo de una de las camadas más recientes: la Generación X, cuyo nombre está claramente asociado a la novela homónima que Douglas Coupland publicó en 1991. Sus integrantes —que nacieron tras los hijos de la prosperidad y antes de la millennial generation— son el resultado de una revolución casi silenciosa: ellos son los herederos de las rupturas matrimoniales, de la nueva incorporación de las mujeres al trabajo, del fin de las utopías y, por supuesto, del resurgimiento del liberalismo y la democracia. Ellos son los testigos del nuevo mundo que surgió en las dos últimas décadas del siglo pasado, y esta estrega está dedicada a explorar algunas de sus señas de identidad. +

Coeditor José Luis Trueba Lara jtrueba@revistaleemas.mx Director de arte y editor audiovisual Edwin Reyes Maya edwin@revistaleemas.mx Difusión Cultural Beatriz Vidal de Alba Marketing Fabián Vásquez Escalante fabian@revistaleemas.mx Editor de mascultura.mx Rodrigo Coronel Editor de contenido Gilberto Díaz Corrección de estilo Luis Bernardo Pérez Puente Consejo editorial Alberto Achar Jorge Lebedev En portada: Diseño original para Lee+ por Juan José Huitrón

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NO FICCIÓN

FICCIÓN SALVAR EL FUEGO Guillermo Arriaga ALFAGUARA

EL TRAIDOR Anabel Hernández GRIJALBO

LA BAILARINA DE AUSCHWITZ Edith Eger PLANETA

EL CLUB DE LAS 5 DE LA MAÑANA: CONTROLA TUS MAÑANAS, IMPULSA TU VIDA Robin Sharma GRIJALBO

EL ENIGMA DE LA HABITACIÓN 622 Joël Dicker ALFAGUARA

DE ANIMALES A DIOSES Yuval Noah Harari DEBATE

Premio Alfaguara de novela 2020. Una historia de violencia en el México contemporáneo donde el amor y la redención aún son posibles. Marina, una mujer casada, con tres hijos y una vida familiar resuelta, coreógrafa de cierto prestigio, se ve involucrada en un amorío improbable con un hombre impensable. Salvar el fuego retrata dos Méxicos completamente escindidos. Una obra que retrata los absurdos de un país y, también, las contradicciones de la naturaleza humana. Una novela de amor que termina por brindar esperanza.

Un libro sobrecogedor, potente e inspirador que busca ayudar a todas aquellas personas, cuyos traumas les impiden vivir en plenitud los instantes de su existencia. Al igual que su mentor, Viktor Frankl, Edith Eger es una superviviente. Su experiencia vital y trayectoria como psicóloga le han permitido ayudar a miles de personas que viven incapacitadas por sus cicatrices emocionales.

Una noche de diciembre, un cadáver yace en el suelo de la habitación 622 del Palace de Verbier, un hotel de lujo en los Alpes suizos. La investigación policial no llegará nunca a término y el paso del tiempo hará que muchos olviden lo sucedido. Años más tarde, el escritor Joël Dicker llega a ese mismo hotel para recuperarse de una ruptura sentimental. No se imagina que terminará investigando el viejo crimen, y no lo hará solo.

En 2018, el mundo entero se conmovió con el amor de verano entre Elio y Oliver. Llámame por tu nombre se convirtió en un fenómeno. Ese relato llegó a miles de lectores que, con el corazón en vilo, esperaban conocer cómo concluye esta historia, en Encuéntrame, vuelven Elio y Oliver y el cruce de sus historias cumplirá todas las expectativas, por inconfesables que sean.

TRES PROMESAS Lesslie Polinesia MONTENA

ELEANOR & PARK Rainbow Rowell ALFAGUARA

Hace 100,000 años seis especies de homínidos habitaban la Tierra. Hoy solo queda una: el homo sapiens. ¿Cómo logró nuestra especie imponerse en el planeta? ¿Por qué nuestros ancestros se unieron para crear ciudades y reinos? ¿Cómo llegamos a creer en dioses, en naciones y en los derechos humanos, a confiar en el dinero y las leyes? ¿Cómo será el mundo en los milenios venideros? En De animales a dioses, Yuval Noah Harari responde estas preguntas.

Si quieres cambiar el mundo, comienza por tender tu cama. Si tiendes tu cama al despertar, habrás cumplido con tu primera tarea. Tendrás una sensación de orgullo y te alentará a cumplir un objetivo más, después otro y otro. Esa pequeña labor se convertirá en muchas metas cumplidas. ¡Los logros más trascendentes están hechos de pequeños pasos!

A PROPÓSITO DE NADA Woody Allen ALIANZA EDITORIAL

En el palacio de Helios, dios del sol y el más poderoso de los titanes, nace una niña. Pero Circe es una niña rara: carece de los poderes de su padre y de la agresiva capacidad de seducción de su madre. Cuando acude al mundo de los mortales en busca de compañía, descubre que sí posee un poder, el poder de la brujería, con el que puede transformar a sus rivales en monstruos y amenazar a los mismísimos dioses.

JÓVENES

Robin Sharma desarrolló el Club de las 5 de la mañana hace más de veinte años gracias a los revolucionarios hábitos que le permiten a sus clientes incrementar la productividad, mejorar su salud y afrontar con serenidad la época en que vivimos. Este libro, de profundo impacto personal, nos descubrirá las rutinas que han hecho posible que muchas personas alcancen grandes resultados al tiempo que nuestra felicidad y vitalidad aumenta.

TIENDE TU CAMA Y OTROS PEQUEÑOS HÁBITOS QUE CAMBIARÁN TU VIDA Y EL MUNDO William H. Mcraven DIANA

ENCUÉNTRAME André Aciman ALFAGUARA

CIRCE Madeline Miller ALIANZA DE NOVELAS

La historia de este reportaje se remonta a 2011, cuando Anabel contactó a uno de los abogados de Vicente Zambada, el Vicentillo, quien enfrentaba un juicio en Chicago. Él le entregó varios documentos del narcotraficante: un inquietante autorretrato como payaso y los diarios que escribió durante su negociaciones para colaborar con el gobierno norteamericano. En esas páginas, el capo reconstruyó su historia y la de uno de los cárteles más poderosos.

A propósito de nada es la autobiografía de Woody Allen. En ella nos ofrece un repaso de su vida, tanto personal como profesional, y describe sus trabjos y creaciones en películas, teatro, televisión, clubs nocturnos y literarias. En este libro, Allen también habla de sus relaciones familiares y sus amigos, así como de los amores de su vida. Un libro imprescindible para descubrir a una de las figuras más importantes del arte.

UNO SIEMPRE CAMBIA AL AMOR DE SU VIDA (POR OTRO AMOR O POR OTRA VIDA) LA SELECCIÓN 1 Amalia Andrade Arango Kiera Cass ROCA EDITORIAL DE LIBROS PLANETA

EL ATLAS ESMERALDA 1 John Stephens MONTENA


ELECTRÓNICOS

ARTE Y RECREACIÓN MANDALAS: LIBRO DE ARTE PARA COLOREAR Larousse Editorial NUEVA IMAGEN

FELIPE, EL OSCURO Olga Wornat PLANETA

Este libro presenta la historia de un fracaso: el sexenio negro de Felipe Calderón, una mezcla de malas maneras y mala suerte. Él llegó a la presidencia en medio de acusaciones de fraude y permitió la existencia de un gobierno marcado por una larga serie de conflictos. En este reporetaje, Olga Wornat nos ofrece la mejor investigación sobre el calderonato.

En este libro encontrarás más de sesenta mandalas hindúes para colorear y crear hermosos mosaicos, que puedes conservar en el libro o convertirlos en parte de la decoración de tu lugar favorito. Aquí no hay límites: ilumínalos con plumones, acuarelas o con lápices de color. Solo tienes que elegir la mejor técnica y dejar volar tu imaginación. Al final, ¡tu libro de arte será único!

HÁBITOS ATÓMICOS James Clear PAIDÓS

LAS MEDIDAS DE UNA CASA: ANTROPOMETRÍA DE LA VIVIENDA Xavier Fonseca PAX MEXICO

Hábitos atómicos parte de una pregunta poderosa: ¿Cómo podemos vivir mejor? Sabemos que unos buenos hábitos nos permiten mejorar significativamente nuestra vida, pero con frecuencia nos desviamos del camino. ¿Por qué es tan fácil caer en los malos hábitos y tan complicado seguir los buenos? James Clear nos brinda fantásticas ideas para cambiar nuestra vida y mejorarla.

SOL DE MEDIANOCHE Stephenie Meyer ALFAGUARA

Revive la historia de amor inmortal de Crepúsculo contada desde la perspectiva de Edward Cullen. La inolvidable historia toma un cariz nuevo y definitivamente oscuro. Conocer a Bella es lo más perturbador e intrigante que le ha sucedido en todos sus años como vampiro. A medida que se nos desvelan detalles fascinantes del pasado de Edward y la complejidad de sus pensamientos entenderemos por qué este es el conflicto interno que define su vida.

ELÁSTICO Leonard Mlodinow PAIDÓS

Leonard Mlodinow demuestra que para prosperar en estos tiempos se debe recurrir al pensamiento elástico, una habilidad cognitiva que permite generar ideas novedosas e incorporarlas a nuestra vida. Este libro nos guía para aprender a dejar ir las ideas cómodas y adaptarnos al cambio y la contradicción, para elevarnos por encima de la mentalidad convencional y replantear las preguntas que usualmente nos hacemos.

EL CLUB DE LAS 5 DE LA MAÑANA: CONTROLA TUS MAÑANAS, IMPULSA TU VIDA Robin Sharma GRIJALBO

Robin Sharma desarrolló el Club de las 5 de la mañana hace más de veinte años gracias a los revolucionarios hábitos que le permiten a sus clientes incrementar la productividad, mejorar su salud y afrontar con serenidad la época en que vivimos. Este libro, de profundo impacto personal, nos descubrirá las rutinas que han hecho posible que muchas personas alcancen grandes resultados al tiempo que nuestra felicidad y vitalidad aumenta.

NIÑOS LOS COMPAS Y LA CÁMARA DEL TIEMPO Timba VK MARTINEZ ROCA

MI LIBRO MÁGICO LECTOESCRITURA (CLÁSICO) NUEVA EDICIÓN Carmen Espinosa Elenes De Álvarez GRUPO EDITORIAL ONCESETENTA

JUGUEMOS A LEER. LIBRO DE LECTURA Y CUADERNO DE EJERCICIOS Rosario Ahumada EDITORIAL TRILLAS

Todas las medidas para el diseño de una casa: desde el tamaño de los muebles hasta la altura de los accesorios. Esta obra imprescindible, ofrece al profesionista y al usuario, de manera clara y sencilla, todos los datos de la antropometría, análisis de mobiliario, diseño urbano, control ambiental, incluyendo el uso de energía solar, circulaciones y otros.

ARTE DE PROYECTAR EN ARQUITECTURA Ernst Neufert GUSTAVO GILI La nueva edición de este manual mundialmente reconocido puede considerarse como una verdadera transformación de su contenido que ha conservado el magnífico planteamiento del original y, además, se ha actualizado con el fin de dar respuesta a las nuevas expectativas que han surgido en el mundo de la construcción, especialmente las exigencias medioambientales.

KIWILIMÓN. 10 AÑOS COCINANDO CONTIGO Kiwilimón AGUILAR Cuando te adentres en este libro descubrirás que no importa que no seas un experto en la cocina, el recetario de Kiwilimón te hará lucir como todo un profesional a la hora de cocinar. Por si esto no fuera suficiente, en sus páginas descubrirás algo especial: todos tus platillos serán fáciles y rápidos de guisar.

MANUAL DEL CAFÉ Nicolas Artusi PLANETA

¿Qué variedad de café elegir? ¿Cómo influye el tostado? ¿Cuál es el molido ideal para una cafetera italiana? ¿A qué temperatura tiene que estar el agua? ¿Cuál es el tiempo de infusión correcto para una prensa francesa? ¿Qué características debe tener el espresso ideal? Este manual revela toda la información necesaria para preparar la bebida perfecta y disfrutarla al máximo, es la guía definitiva para comprar, preparar y tomar el elíxir de los dioses.

HARRY POTTER Y LA PIEDRA FILOSOFAL J.K. Rowling SALAMANDRA

CUENTOS DE BUENAS NOCHES PARA NIÑAS REBELDES Elena Favilli PLANETA


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L I B R E R O

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A L E J A N D R O

M AG A L L A N E S Ve la entrevista en mascultura.mx y en YouTube revistaleemasdegandhi

H

oy, Alejandro Magallanes es una de las figuras más destacadas como creador de libros. En su haber hay de todo: las portadas emblemáticas de Almadía, su diseño de planas que ofrece nuevas posibilidades a la lectura (como sucede con el Diccionario del caos de Fernando Rivera Calderón), sus libros infantiles donde los círculos concéntricos y los colores revelan lecturas insospechadas (como los que publicó en El Naranjo) y, por supuesto, sus carteles. Todo ello representa apenas una pequeña muestra de su trabajo.

No tengo un orden preciso en mi biblioteca y mis libros se mueven dentro de la casa. Los que más me gustan siempre terminan por llegar a mi cuarto para hacerme compañía, ahí también tengo algunos libreros. Alguna vez leí que un chino —al hablar sobre el feng shui— decía que no se debían Empecé a comprar mis primeros libros cuando estaba en la prepa- tener libros en la habitación, pero yo lo ignoro sin ningún ratoria. Antes de eso, en casa, mis padres los traían y a mí me gustaba problema. Ellos están cerca de mí para que pueda hojearlos verlos. Gracias a esas primeras adquisiciones tuve un pequeño librero y, y leerlos. Uno de mis libros favoritos es The art of looking sideways, al llegar a la universidad, mi biblioteca empezó a crecer y crecer hasta que alcanzó el tamaño que ahora tiene. Te confieso que me gustan mu- el cual fue editado por Alan Gerard Fletcher —uno de los dicho los diccionarios y las enciclopedias, y —por supuesto— los libros señadores ingleses más importantes del siglo XX. En el reunió de arte y diseño gráfico, pues ellos son de alguna manera parte de mí. una serie de textos sobre los más distintos temas y que a él le Sin embargo, no soy un coleccionista ni un buscador de obras antiguas. parecían muy importantes: hay páginas de diseño, de literatuSoy un lector, una persona a la que le gustan los libros y que trabaja ra, de filosofía, de ciencia y de arte. Este libro es una gran viacon libros; es más, en algunos casos me acerco a ellos como un verda- je, un paseo sobre lo que debemos mirar. Otros libros que me encantan son los que ha ilustrado Susanne Berner —como El dero principiante. Cuando entré a la universidad estudiaba filosofía y diseño al mis- diablo de los números de Hans Magnus Enzensberger—. Cuanmo tiempo. Al terminar el primer año, sólo me quedé en la segunda do descubrí sus obras que estaban originalmente publicadas en carrera. Sin embargo, gracias a la filosofía me aficioné a los libros que alemán, no entendía sus palabras, pero las ilustraciones eran tenían ediciones muy limpias, justo como los que publicaba Gredos. suficientes para que comprendiera su sentido. Posteriormente Esas ediciones me emocionan mucho: la sobriedad de su presenta- las conocí en español, aquí cerca tengo otras de sus obras, las ción, lo impecable de sus páginas y los textos espléndidos eran —y que tradujo la Editorial Anaya en su colección infantil y juvesiguen siendo— cautivantes. Los tres tomos dedicados a los presocrá- nil. Son muy hermosos, justo como lo podemos ver en El libro ticos y el dedicado a las obras de Marcial son muy importantes para del otoño o en El libro de la noche. Berner me hace pensar en la mí desde que estaba en la facultad. Dejé la filosofía por un par de fuerza del dibujo, en su capacidad para superar la barrera de razones: ella exige mucho rigor y tiempo completo. Esta disciplina, los idiomas. Hay otros que no me canso de leer, como las greguerías de hoy lo sé, me dejó la curiosidad y la lectura de algunos libros a los Ramón Gómez de la Serna: su brevedad, su profundidad y su que siempre me acerco como principiante. Nunca los he contado, no sé cuantos libros tengo en mi bibliote- humor; algo que también me ocurre con Lichtenberg. Otro libro ca. Son varios libreros que se han llenado poco a poco y ahora ya que me fascina es Cuando el mundo era joven todavía de Jürg Shutengo muchos. Yo no tengo problema en prestárselos a mis amigos, biger, y también ilustrado por Susanne Berner. Es un es una obra a las personas que estoy seguro de que los van a devolver y que fragmentaria que, donde lo abras, siempre vas a aprender algo. también los cuidarán lo necesario. Si lo pienso un poco, creo que Entre las colecciones que se han editado en México, una de mis preferidas son los Breviarios del Fondo. + los que más rotan por estas razones son los de literatura. Platicar con Alejandro sobre sus libros y sus lecturas era más que necesario. En su librero tal vez se encuentran los secretos de sus creaciones o, con un poco de suerte, la posibilidad de hallar una explicación a sus más distintas obras. Esto fue lo que él nos contó.

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La balada Johnny Ringo de B

eck negó que Loser fuera el himno de los jóvenes de esa época. “Tengo amigos que se volvieron millonarios con el internet”, argumentó el músico angelino en una entrevista. Más que el éxito meteórico de los supuestos losers de la Generación X, me atraen los perdedores de la generación anterior. Te pido un poco de empatía, querido lector. Imagina que eres un chico de Duluth, Minnesota. Tu nombre es Johnny Atkins, pero lo cambias por Johnny Ringo, en honor al pistolero de Arizona. Llegas en un Greyhound al Sunset Strip en 1989. Tus únicas pertenencias son tu bajo eléctrico y tu amplificador. De día trabajas en una pizzería y por las noches te pintas la cara como si fueras actriz de telenovela mexicana. También retacas tu melena de laca, porque ésa es la moda. Cambias tus pantalones desteñidos por mallas de licra, tu playera de algodón por una camiseta de red sintética y tus botas vaqueras por unas de terciopelo que te llegan hasta las rodillas. Desde un teléfono en Hollywood & Vine les llamas todos los martes a tus viejos en la granja y les aseguras que no te has afiliado a ningún culto satánico y que mantienes tu nariz limpia (al menos por el momento). —Sigue así, Johnny —te dice tu madre. Respondes a un anuncio publicado en la revista Music Connection, donde una banda llamada Underdog busca un bajista parecido a Robert Plant, pero con la voz de Bruce Dickinson. Estás un poco nervioso, interpretas Train kept a rollin’ y, a pesar de desafinar bien feo, resultas elegido entre los otros doce muertos de hambre que acuden a la audición, más que nada porque eres bien parecido y el sixpack en tu abdomen. Desgraciadamente, ninguno de estos atributos paga la renta y tu casero te hecha con todo y bajo. La musa llamada hambre te visita en la banca del parque donde duermes y esa noche, inspirado, escribes la letra de Banana Split sobre una grasosa caja de pizza. “Baby, prueba mi banana split / Sabe tan rica que te hará llorar de felicidad / Mi dulce banana split, ¡yeah!”. Banana Split es tu sesudísimo comentario social acerca de la Guerra en el Golfo Pérsico y la Caída del Muro de Berlín; tu Imagine, tu The Times They Are A-Changin’. El tema cobra vida en los ensayos de la banda y es interpretado por primera vez la noche que Underdog le abre a Motley Crüe en el Whisky a Go, donde llama la atención del ejecutivo de Geffen Records: Tom Zutaut. A Zutaut le encantó Banana Split y te presenta un contrato discográfico, el cual tú y tus amigos firman ahí mismo. Ni siquiera te molestas en leer la letra chiquita. Underdog graba el álbum Banana Split y éste se convierte en un éxito. En el video musical una rubia en bikini aparece comiendo un banana split mientras tú cantas. Lo transmiten todo el día en Mtv y Underdog emprende una gira nacional que arranca llenando estadios. La cocaína fluye como si el camión de tu banda hubiese sido acondicionado para Tony Montana. En el hotel Waldorf Astoria, de Nueva York, participas de una orgía con un actor de Hollywood, tres modelos europeas, un moreno transexual y dos enanas. —Me encantó tu trabajo en Full Metal Jacket —le dices al protagonista de Platoon.

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—No salí en esa —repone Charlie Sheen, muy serio. El transexual y las dos enanas estallan en carcajadas. Las modelos no entienden el chiste porque no hablan inglés. Rockeas toda la noche y apenas duermes de día, pero tienes 19 años y tu cuerpo tolera esos excesos. Llega el año de 1992 y notas algo raro. Cada vez hay menos gente en tus conciertos. Menos jóvenes, sobre todo. El Jannus, en St. Petersburg, se encontraba lleno a la mitad. Lo mismo ocurre en el Massey Hall de Toronto. ¿Por qué hay tantas camisas de franela por doquier? Underdog está perdiendo dinero. Carl Bauer, manager de la banda, decide cancelar el resto de la gira. —¿Qué está pasando? —le dices. —Es la recesión —responde Bauer, nervioso. —¿Cuál recesión? Una nota escrita por Alonzo, tu dealer, te espera en tu residencia en Brentwood. En dicha nota se te informa que debes 91,000 dólares en cocaína. Lo peor es que la mayoría de esa droga fue esnifada por un tal Mike Sabo, primo de un vecino tuyo de Duluth que sueña con ser actor, vive en tu casa, se come tu comida y se la pasa diciéndote que eres el mejor compositor desde Brian Wilson. No puedes saldar tu deuda con lo que tienes en tu cuenta bancaria, pero no hay por qué entrar en pánico, Johnny. Solo hay que llamarle a tu agente y ver por qué se ha retrasado el pago de tus regalías. —De hecho —te dice—, ya se te depositó. Sí, recuerdas un depósito de doce mil dólares que no sabes de dónde salió, pero eso no pueden ser tus regalías semestrales, ¿o sí? Sientes un vacío en la boca del estómago, tu ritmo cardiaco se acelera, tus piernas se te hacen de agua. —¿Qué está pasando? —exclamas, aterrado. Ahí es cuando escuchas por primera vez la palabra “Nirvana”, el fenómeno musical causante de todas tus desgracias. Terminas de hablar con tu agente y recibes otra llamada. Alonzo, de nuevo. Amenaza con romperte los dedos con los que tocas tu guitarra si no pagas antes del 31. —Toco el bajo —gruñes, antes de colgar. Sales de tu casa. Mike Sabo te pregunta a dónde vas. —Mike, ¿has escuchado a una banda llamada Nirvana? —Es mi favorita… después de Underdog, claro está. Subes a tu Mustang del 66’ y conduces hasta la Tower Records en West Hollywood. Adquieres el cedé con la portada del bebé nadando desnudo en la piscina. No parece la gran cosa. El chico del otro lado de la caja registradora te reconoce: —¡Eres el Banana Split Man! El resto de los empleados de la Tower Records te miran con una mueca burlesca. En tu mansión te espera otra llamada de Alonzo. Contestas el teléfono. —Te romperemos los dedos y después… —Sí —lo interrumpes—, lo que tú digas. Oye, ¿conoces una banda llamada Nirvana?


P O R

H I L A R I O

—¿Bromeas? —exclama el narcotraficante—. ¡Smells Like Teen Spirit es mi canción favorita! —Adiós. Cuelgas. Estás más preocupado que nunca. Jamás escuchaste a Alonzo decir que Banana Split era su canción favorita. Cortas con un cuchillo de cocina el celofán que envuelve el estuche e introduces el cedé en el reproductor de tu sala. Escuchas Smells Like Teen Spirit y analizas su letra: “¿Un mulato / Un albino / Un mosquito / Mi libido, sí?” ¿Qué significa esa mierda? Estás más confundido que nunca. Continúas escuchando todo el disco en busca de esa perla de sabiduría que te faltó incluir en Banana Split, pero no encuentras nada excepto un montón de letras sin sentido. Conduces hasta las oficinas en Geffen y Zutaut se oculta en el baño, con tal de no hablar contigo. Esperas quince minutos afuera hasta que lo confrontas en el sanitario. —¡Qué tal, Johnny! —dice. —Supe que las ventas de Banana Split andan un poco lentas —dices. El ejecutivo se encoge de hombros: —La maldita recesión, ¿qué se le va a ser? —Podemos grabar otro álbum. No necesitaríamos demasiado tiempo en el estudio. Con que Geffen nos pague un mes, tenemos para terminarlo. Paul Stanley, de Kiss, se ofreció a producirlo. ¿Qué dices? —¿Qué tienes en mente? —balbucea Zutaut. —Pues tengo una canción llamada Helado de Chocolate. Es un soul tipo Wilson Pickett, pero con unas guitarras distorsionadas creo que podría roquear… —Escucha —Zutaut te interrumpe—, ¿no tienes algo que hable sobre la alienación del hombre moderno? —¿La qué? —exclamas, confundido. —Algo en acordes menores, más existencialista. Algo que diga, por ejemplo, “Soy una basura y me quiero matar”... —¿Soy una basura? —exclamas, ofendido. —No estoy diciendo que eres una basura, me refiero a que es la moda. Escribe cosas así. De preferencia, en una guitarra acústica. Cuando tengas doce temas sucios y deprimentes, me avisas y nos metemos al estudio de grabación, ¿entendido? —Entendido —balbuceas, a pesar de que no entiendes una mierda. Zutaut señala tus botas de terciopelo, tus mallas de licra y tu camisa de red. —Otra cosa: tal vez quieras empezar a usar ropa vieja, camisas de franela... —¿En Los Ángeles? —Es tu decisión, amigo. Vuelves a tu residencia con el propósito de componer doce canciones deprimentes… el problema es que no posees una guitarra acústica, así que lo haces en el piano blanco de cola que tienes en la sala. Te pones muy emotivo y escribes una balada tipo Queen que te hace llorar: “Esta es una carrera de resistencia, no de velocidad, / Y aunque el camino es largo y oscuro, / Debes aguantar un poco más. / Hay una luz al final del túnel.” Le preguntas a Mike Sabo qué le parece. —Dude —te responde—, ¡es lo mejor que he escuchado desde el Álbum Blanco! Recuerdas que Zutaut te aconsejó cambiar de vestimenta, pero estás inspirado y quieres seguir componiendo, así que le das las llaves del Mustang y doscientos dólares a Sabo para que él salga a comprarte ropa.

P E Ñ A

—¿En Rodeo Drive? —dice. —En el Ejército de Salvación —respondes—. Tráete toda la ropa de vagabundo que puedas comprar. Te deshaces del Aquanet, de las mallas de licra, de las botas de terciopelo y del maquillaje, pero es demasiado tarde. La gente en la calle te sigue conociendo como el Banana Split Man. —¡Ahí va el Banana Split Man! —te grita un fisicoculturista cuando te ve caminando por Venice Beach. El álbum de Underdog con los doce temas depresivos que acabas de componer es ignorado por público y crítica. Saben que te has subido a una moda que no te pertenece, que no es lo tuyo. Los ejecutivos en Geffen no responden tus llamadas. Vendes tu mansión en Brentwood para poder pagar tus deudas y te mudas a un departamento de una recámara en Crenshaw. Has subido treinta kilos. Ni rastro del sixpack en tu abdomen. Un día, mientras desayunas Jim Bean con pizza, enciendes el televisor y ves una caricatura donde dos personajes, Beavis y Butthead, se burlan de tu video Banana Split. Has tenido suficiente. Tú solo querías tocar rock and roll, no ser la burla nacional. Coges tu revolver calibre .38 y colocas el cañón en tu boca. Lágrimas brotan de tus ojos. Soy una basura y me quiero matar. Estás a punto de jalar del gatillo cuando recibes una llamada. Es tu agente, de quien no has sabido en eones. Te llama porque la cadena de televisión VH1 le ha propuesto un reality show protagonizado por ti. Tentativamente se llamaría Banana Love y trataría de chicas que audicionan y luchan entre sí para ganarse tu amor. —Son cien mil dólares nomás por grabar el piloto. Más bonos por regalías, ya que planean usar Banana Split en la intro de cada episodio. ¿Qué dices? ¿Aceptas? Una encrucijada se abre frente a ti: ¿Autodestruirte o convertirte en una parodia de ti mismo y sobrevivir? —Acepto —dices. Justo en ese momento, el noticiero de Kurt Loder interrumpe la transmisión de la caricatura Beavis & Butthead para informar del suicidio del vocalista de Nirvana, y recuerdas tu propia balada: “Esta es una carrera de resistencia, no de velocidad, / Y aunque el camino es largo y oscuro, / Debes aguantar un poco más. / Siempre hay una luz al final del túnel.” +

Hilario Peña (1979) escribió la novela “Detective Malasuerte” (Océano) y el western “Un pueblo llamado redención” (Grijalbo), libro merecedor del Premio Bellas Artes “José Rubén Romero” 2016.


T E M A

D E L

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Todo pasó en los noventa L

os noventa fueron una década intensa, como todas; de grandes cambios, como todas; pero, eso es cierto, quienes entonces despertamos a la consciencia percibíamos un hálito que lo impregnaba todo. El siglo xxi asomaba ya su cresta y el intensísimo siglo xx se agotaba. A la vuelta del cambio de siglo, se decía, una catástrofe cibernética se agazapaba para colapsar las bolsas de valores de todo el mundo, estrellar aviones en vuelo y resetear los sistemas de cómputo. Nada de eso ocurrió, lo que no dejó de influir en la sensación de que algo más grande que nosotros mismos estaba por morir y algo desconocido estaba por nacer. Noticias de los noventa En esta década la literatura se ensanchaba. En ella se publicaron algunas de las obras que, andando los años, definirían -y definenel consumo de los lectores de estos días. Esto es notorio desde la publicación de los primeros libros de la serie Canción de hielo y fuego, de George R. R. Martin, hasta la aparición de Harry Potter. Así, durante los noventa se fraguó buena parte del catálogo de gustos masivos de la actualidad. Sin embargo, detrás de los castillos y las criaturas fantásticas, el runrún del desengaño se materializaba en libros virulentos, con la sonrisa ladeada y furiosamente críticos de una particular visión edulcorada del mundo y sus avatares. De pronto, el “héroe” unidimensional, muy bueno e irreprochable colgó la armadura y abrazó el descontrol, se rió de lo que lo rodeaba, se drogó hasta las cejas y se preocupó por su salud mental, o simplemente por ir bien vestido. Cuatro libros que sonríen torcido Una historia sin fin. Fue en los noventa cuando las delirantes aventuras literarias tuvieron oportunidad de concretarse. Ahí estuvo David Foster Wallace y las más de mil cuartillas de La broma infinita, una novela “infinita” -al menos para los estándares actuales leer mil cuartillas es una medida mensurable del infinito- y corrosiva. En ella, Canadá, Estados Unidos y México se han fusionado para dar lugar a un país de nombre evocador: ONAN (Organización Norteamericana de Naciones). Este súper Estado se halla bajo

asedio por una larga fila de organizaciones terroristas, entre las que se cuenta Les Assassins des Fauteuils Rollents (Los asesinos de las sillas de ruedas), quizá la más importante por su radicalidad y violencia, y quienes buscan proyectar públicamente una película devastadora pues, de tan entretenida, quien la ve sólo puede atinar a verla una y otra vez hasta la inanición: La broma infinita. Y en medio de ese mundo violento y retorcido, un personaje, Hal Incandenza, se ve gradualmente disminuido a pesar de su inteligencia genial y memoria prodigiosa. Esta novela fue un éxito de ventas; su recepción ante la crítica fue casi unánimemente favorable -algunos la describieron como “un libro de cualquier cosa”-. Tan influyente resultó que la revista Times la colocó entre las 100 obras más importantes del siglo xx. 20 miligramos de felicidad La medicina define épocas. Lo hizo cuando la penicilina revocó la seguridad de la muerte por las heridas de guerra o cuando la pastilla anticonceptiva amplió las opciones vitales de las mujeres. Algo así de trascendente logró la fluoxetina o, simplemente, el Prozac. Si bien a finales de los ochenta su producción se industrializó, fue durante los noventa que su consumo se hizo masivo, para fortuna de muchos. La llegada de la pastilla a la vida de Elizabeth Wurtzel fue lo suficientemente poderosa para dedicarle un libro completo. Wurtzel había sido diagnosticada con depresión desde pequeña, lo que no le impidió mostrar su brillantez tanto en la academia -estudió en dos de las universidades más prestigiadas de los Estados Unidos: Harvard y Yale-, como en el periodismo -en 1986 fue premiada por la revista Rolling Stone con el Premio al Periodismo Universitario-. Su testimonio sobre la depresión y el coctel de antidepresivos con los que surcaba sus dolores y angustias llevaría por nombre Me odio y quiero morir; sin embargo, su editor vio una gran bandera roja en el título y la conminó a cambiarlo. Finalmente, su diario de dolencias llevó por nombre Prozac Nation¸ un indirecto comercial, polémico y, hasta la fecha, muy popular por su estilo brutal.


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Nunca estarás solo La primera regla de El club de la pelea es no hablar de el club de la pelea, pero en este caso es ineludible. Esta fue la primera obra publicada de Chuck Palahniuk y fue un éxito instantáneo. Más tarde, su lugar en el imaginario popular, más allá de los apretados circuitos lectores, se expandió gracias a la película de David Fincher, protagonizada por Edward Norton y Brad Pitt. Quizá su buen recibimiento se explique por las tensiones que en su trama se liberan: el torcimiento de los planes, los desengaños o las renuncias han hecho de nosotros un arma blanca en potencia. Para el protagonista de esta novela, un oficinista gris, la vida comenzaba realmente por las noches, cuando descargaba sobre otros, y a través de sus puños, los sinsabores de su vida anodina. Tyler Durden, el ¿otro? protagonista de la novela, es el vehículo del narrador para ejecutar la más contundente crítica al consumismo y al aborrecible discursillo de la “superación personal”. Antes que mantras, dietas saludables o convencerse de que el “cambio está en uno mismo ”, Durden tiene una respuesta más satisfactoria y efectivamente liberadora: ¡bombas! Difícil no empatizar con su cruzada.

Rodrigo Coronel es editor y periodista. Pero antes que otra cosa es lector.

Chris tian Bale en

¿Todo pasó en los noventa? No, desde luego. Los que cruzamos indemnes aquella década podemos dar cuenta que no todo pasó en los noventa, excepto por lo más importante: algo terminó y algo nació. Algo que se fraguaba de muy atrás y algo que todavía no termina de terminar. Mi generación fue testigo de eso, como todas las demás antes de ella. +

“Am erica n Ps ycho ” 20 00.

Un modelo a seguir Patrick Bateman es una estrella ascendente en Wall Street; conoce sus reglas, es disciplinado y ha sabido hacerse de un nombre en ese mundo competitivo y muy neoyorquino. Estudió en Harvard, tiene una maestría y un trabajo envidiable. Tiene novia y una amante, ambas igualmente hermosas. La vida resuelta, vaya. También es un asesino serial y su mente deambula en el filo del desquiciamiento. Bateman, el protagonista de American Psycho, es el buque insignia de los noventa: un deslumbrante Ferrari rojo con los asientos espolvoreados de un sospechoso blanco. Así lo quiso el escritor Bret Easton Ellis, un autor-personaje bien conocido entre circuitos sociales curiosamente similares a aquellos retratados en su obra. La novela fue recibida entre aplausos y abucheos. Su polémico destino quedó definitivamente sellado tras la película que protagonizó un muy joven Christian Bale, y que no ahorró en secuencias violentas y monólogos desquiciados. Lo que era un hecho es que, tanto el filme como el libro, tocaban sin demasiado pudor las miserias y debilidades de la clase bancaria dirigente. La misma, por cierto, que llevaría a buena parte del mundo occidental a la ruina durante la crisis hipotecaria del 2008. ¿Quién lo diría?

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CHARL ES BUKOWSKI C

Charles Bukowsky

on motivo del centenario de su nacimiento, durante agosto leí mucho sobre el buen Bukowski. Mucho se habla de su estilo, de su poesía, de su realismo sucio, de la generación Beat y sobre su influencia en la generación X. También se han dicho muchas cosas sobre su machismo y misoginia. He leído también sobre la posición en la que lo sitúan. Los que hacen esto, sólo tratan de encontrar una manera de cuadrarlo y encajonarlo en un género, no sé si con tal de salvarlo en la sociedad actual o con la intención de convertirlo en un objeto de estudio para los “intelectuales”, para nuestros próximos egresados de literatura. A pesar de estos esfuerzos, yo puedo imaginar a Henry dándole un trago a su botella de vino, mordiendo un huevo duro, leyendo las columnas de todos aquellos que leen un poco sobre los alter egos en sus libros y creen que pueden analizar o conocer a profundidad, ya no a un escritor, sino a un simple ser humano. Me gusta imaginarlo riéndose de nosotros, de nuestras publicaciones y editoriales. Por supuesto que todo esto alimentaría su soberbia y su buena suerte para seducir a un par de mujeres —a nadie le hace mal una buena crítica en el periódico—, para después mandarnos al diablo, aburrido de leer sobre sí mismo y nuestras ridículas conclusiones. Una dura infancia Heinrich Karl Bukowski nació en Andernach, Alemania, en 1920, fruto del amor fugaz entre una germana y un americano de ascendencia polaca, sobreviviente de la Primera Guerra Mundial. Tres años después, al intentar dejar atrás la crisis económica alemana, la familia decidió viajar a Estados Unidos e instalarse en Los Ángeles, persiguiendo el sueño americano: una casa impoluta, blanca, con un jardín delantero verde brillante, el auto en la entrada, producto del trabajo duro, de las oportunidades de Occidente, del poderío estadounidense, tan orgulloso después de haber salvado al mundo en Alemania y el Pacífico. Aunque Bukowski recordaba de vez en cuando su tierra natal, lo único que conservaba de alemán era una Cruz de Hierro colgada en el retrovisor de su Volkswagen. Ni siquiera conservó su nombre, Heinrich Karl. Aunque sí su apellido, pronunciado como Bukauski, en lugar de Bukowski. No se le reprocha el olvido de su origen. Uno no le pertenece a una nación. Te construyes del país que te devora y te escupe a la realidad. Entre los tres y los cuatro años no se sabe nada de patrias, ni de idiomas, ni de himnos, ni de historia. Henry era un niño inocente que desde los seis años vivía con el temor de que su padre lo golpeara con el cinturón. Su madre no lo defendía. Ella pareció estar siempre de acuerdo, y ese orgullo-odio se desarrolló en Bukowski desde aquél primer golpe de realidad. El autor trató de plasmar esta experiencia en La senda del perdedor, el libro que, al parecer, fue el más doloroso de escribir. Su padre le enseñó el significado de esta “senda”; se entiende perfectamente que siendo un adulto cínico, tenga que regresar al pasado, a escarbar y a ahondar en sus heridas a petición de la editorial.


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C H R I S T I A N

El Bukowski adolescente Al llegar a la adolescencia, Henry ya no le temió al padre. Se volvió inmune luego de tantas palizas; el cinturón ya no surtió efecto. Es una pequeña victoria después de tantos años, de tantos golpes de realidad. Lo que uno esperaría es que, después de este triunfo infinitesimal, él se lanzara al mundo y lo hiciera suyo. Lo que no esperaba Henry era que desarrollaría un fuerte y violento acné, que lo dejaría lleno de cicatrices, alejado del mundo, alejado de las chicas, de la suerte que le pertenece a las personas bellas, de pieles blancas, tersas y perfectas. La seguridad del adolescente siempre pende de un hilo, y aquel acné reavivó las torturas, las cataplasmas para aliviar la comezón y el dolor causado por un tratamiento invasivo de agujas que prometía curarlo. Quizás no pudo ingresar al ejército al llegar la Segunda Guerra Mundial, pero las cicatrices del rostro fueron sus heridas de guerra: esa aceptación de uno mismo, la aceptación del patetismo, como si la suerte estuviera echada, y a él le tocara la peor y no hubiera otra opción que resignarse. Afortunadamente, para quienes se esconden del mundo siempre existe la literatura, la cual brinda el poder reconocerse a través de otros personajes, de otras historias, y saber que no se está solo. Como escape del alma, Henry descubrió la escritura. Arrastrar la pluma en las páginas de los cuadernos del colegio le permitió desatar la furia, los miedos, la ansiedad y las pasiones que se inflamaban, incomprensibles, solitarias, vengativas. Eso le permitió comenzar la búsqueda de la redención de sí mismo. El dolor y la soledad de Henry marcaron el comienzo de todo. Creo que para Chinaski, no hubo algo mejor para esperar la muerte que dedicarse a escribir. Claro, para escribir se necesita papel, una máquina de escribir, tinta, cuadernos, bolígrafos, un techo, tiempo libre, el estómago lleno… sobre todo al principio, cuando se comienza siendo un “aficionado”. El escritor y el sistema Bukowski intentó estudiar periodismo, pero encontró al gremio difícil de manejar y resultó complicado para él encontrar un trabajo. Decepcionado de la Universidad y decepcionado de sí mismo, comenzó una búsqueda de empleos mal pagados, en donde duraba una o dos semanas, apenas lo suficiente para comer una barra de caramelo, y por supuesto no dejar de escribir, aunque sea un poco cada día, o mucho por las noches. Se dedicó a vagabundear por Estados Unidos, hospedándose en pensiones de mala reputación, en cuartuchos de alfombras sucias y sustancias imposibles de limpiar, restos de personas, pedazos de historias que reconstruía en relatos que enviaba a revistas y editoriales que siempre los rechazaban por no ser lo “suficientemente buenos”. Quizás no, quizás sí, una parte de él recordaba la dureza del pasado, el no ser lo suficientemente bueno para sus padres o para el mundo, y a pesar de eso, ser un derrotado que intentaba no darse por vencido, un boxeador. La vida podría odiarlo, detestarlo, escupirle en el rostro, pero una, dos, tres o seis botellas de vino, los libros y el pequeño sueño o la ilusión de ser publicado, no apagaban la chispa, la llama que ardía y que no dejaba que nada, ni nadie se la arrebatara, buscando ser un Hemingway publicado en The Atlantic. Bukowski, trabajador improbable Por supuesto, él no entraba en aquella categoría de literatos, del círculo intelectual. Mientras otros asistían a cenas, galas, y ferias literarias, Henry habitaba en una especie de isla, en aquel naufragio de experiencias extraídas de su trabajo en el servicio postal de Estados Unidos. Un cheque seguro, puntual, que le permitiría seguir bebiendo y escribiendo. La seguridad de la burocracia era como comprar un seguro de vida, así lo decía, y así lo resistía. No era posible vivir fingiendo pasión hacia la burocracia, hacia ese trabajo monótono, rutinario, encerrado entre muros, sin ver la luz del sol, la luz de la vida en Los Ángeles, la luz de las personas que van y vienen como maniáticos, compitiendo unos contra otros.

VO L K M A R

Henry odiaba el trabajo postal. Esta actividad lo estaba acabando. Renunció arguyendo problemas físicos, cansancio. Estaba fatigado del trabajo o tal vez de sí mismo. Fue a parar al hospital a causa de úlceras. El médico le advirtió que si volvía a tomar, moriría. Tiempo después, con un poco de esfuerzo, pero más tranquilo, regresaría al Servicio Postal y volvería a levantar el brazo dándole las gracias a la botella. No iba a ser posible que Henry resistiera sin su fatal elixir: el alcohol. En esa nueva oportunidad que le brindaba la vida, se dedicó a la poesía, inspirado por las circunstancias, por los nuevos comienzos, por la salud. Llegó también su pasión por las carreras de caballos: el apostarle todo a la nada, a la suerte que nunca llegaba, al caballo perdedor que casi nunca llegaba a doblarle el cheque. Sin embargo, como él mismo lo dice, la experiencia en el hipódromo no se parecía a ninguna otra cosa, era otro mundo, otro golpe, ver todos aquellos rostros de desconocidos buscando la misma dicha, persiguiendo el mismo sueño, intentando ocupar la casa en Beverly Hills. Para ellos escribía Bukowski: para la gente real, la gente de la calle, los excéntricos, los locos, los viciosos, los vagabundos, los solitarios de los bares, los gandules, las mujeres abandonadas, los seres humanos que buscaban a otros seres humanos, los que no tenían voz. Hasta que, por fin, Henry fue escuchado y fue leído. Leído en publicaciones independientes, y después en la prensa de Los Ángeles. Bukowski escritor Escritos de un viejo indecente. No era un éxito vertiginoso, ni repentino, había sido una lucha constante para que la llama no se apagara y contra las leyes y reglamentos de la sociedad, escribiendo, publicando, yendo al servicio postal, intentándolo un día, bebiendo en la tarde y empezando de nuevo al día siguiente. Hasta que por fin alguien creyó en él, ambos arriesgándo por 100 dólares mensuales de manutención. Las novelas llegaron después, las traducciones, las publicaciones alrededor del mundo, las reediciones, las fotografías, el documental, los guiones de Hollywood y, por supuesto, sin olvidar el desfile de mujeres alrededor de la vida de Chinaski. Un matrimonio fallido, una hija, y después la última mujer en su vida. Se ha criticado bastante la admiración que sentimos por este personaje, tan lejano a nuestra época y a nuestra realidad, a nuestros estándares actuales y al pensamiento aparentemente progresista que nos estamos planteando. Sí, es cierto, es verdad que avanzamos, que debemos de hacerlo, que hay escritos, personas o situaciones que no son posibles y que no es posible que se sigan conservando. La falsa costumbre, ese hipócrita conservadurismo. No obstante, al final es imposible no reconocerse en un personaje como Bukowski, con una literatura mordaz, directa, sanadora incluso, en un mundo de locos. Él hace sentir menos solo, menos insignificante, y esa es la maravilla que tienen los escritores para nosotros los ciudadanos promedio, los aficionados a la escritura, los aficionados que esperamos un día ser publicados, conservando irónicamente el anonimato. Porque, al final, realmente seguimos escribiendo para nosotros mismos, para reestructurarnos, por simple salud mental. El mundo se viene colapsando desde la antigua Grecia. Estamos devorándonos los unos a los otros en la propia búsqueda del ser mismo, de nuestras ambiciones, de nuestros sueños, de nuestra sobrevivencia dentro del catástrofe, en el aislamiento imposible al siempre terminar necesitando de otro, en la búsqueda del amor, de la compañía, de la fugacidad de las relaciones humanas y sentimentales. En un mundo de ricos y de pobres, de ganadores y de perdedores, de personas con poder que lo tienen todo y lo pueden aparentemente casi todo, están quienes ordenan y reciben, quienes tienen la seguridad de las herencias y los negocios, y están quienes trabajarán siempre en la oficina de correos o en el mostrador del empresario más rico del mundo, luchando, buscando y ganándose un espacio. Son estos golpes de realidad, este boxeo constante de nosotros y el mundo, en un intento revelador de vivir nuestra vida de la mejor manera posible. +

Christian Volkmar, nacido en Alemania y adoptado por Mexico. Financiero y escritor en su tiempo libre.

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l e d d a d i t s e n o h a c i g La trá

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l crítico literario Harold Bloom sostenía que todo cambio de paradigma tiene que surgir necesariamente de las contingencias sociales que formulan sus propios postulados. En este caso, las letras de las bandas más destacadas y emotivas de la escena del grunge (Nirvana, Soundgarden, Pearl Jam y Alice In Chains) se impusieron a principios de los noventa como el nuevo paradigma cultural encargado de cuestionar y rechazar los valores de la generación anterior y los eventos del momento. Aunque pudiera parecerlo, no es descabellado que los letristas de “los cuatro grandes” se inscriban en una larga tradición de innovadores literarios de la talla de John Milton o el propio William Shakespeare. Al igual que el par de literatos británicos, una vez que otros músicos (no sólo de la zona de Seattle) escucharon las creaciones de estas bandas, irremediablemente siguieron sus pasos buscando su propia identidad y nuevas formas de expresión. Sin embargo, cuando una expresión cultural se masifica y es absorbida por el aparato mediático/empresarial, va perdiendo su valor inicial. La fórmula que una vez sorprendió se vuelve un lugar común y termina por desaparecer o ser reemplazada por un producto de menor calidad. Para que una pieza literaria, un poema o una canción sean innovadoras, necesariamente deben representar el momento de la historia y la cultura que están viviendo. Probablemente esa es la razón por la que Smells Like Teen Spirit, el gran hit de Nirvana se convirtió en un himno de la Generación X. Sin querer sobreanalizar lo que a todas luces es un juego de palabras construido bajo la influencia de John Lennon o la técnica de cut & paste de William Burroughs (juntando palabras que suenan bien, sin importar si significan algo o no), la canción se mantiene como el símbolo de la angustia y rebeldía contra el corporativismo norteamericano, debido a que Kurt Cobain no intenta enviar un mensaje profundo como Bob Dylan, Woody Guthrie o Bob Seger, simplemente se muestra tal cual como es: con total honestidad y extrema rebeldía. Cobain fue el primero en dar el paso al frente. Se expuso con toda su vulnerabilidad ante el público, algo que todo el mundo deseaba pero tenía miedo de hacer. Nadie estaba preparado para ser honesto consigo mismo, ni con los demás. Esto es, sin duda, el elemento clave para la Generación X y la escena alternativa/grunge: la necesidad de ser auténtico, tan honesto como sea posible. Esta necesidad es consecuencia de lo que sucedía con la generación anterior en la década de los ochenta. En el ámbito musical, la gran corriente que dominaba el panorama junto con el hip hop y el new wave, era el heavy metal. Propiamente una corriente conocida como hair metal (debido a los estrafalarios y gigantescos peinados de los músicos). Pensando en bandas como Van Halen, Mötley Crüe, Poison, Bon Jovi, Ratt y muchos otros, no podríamos decir que se comunicaban con sus fans con toda sinceridad. Más allá de las típicas power ballads, los quehaceres de la escena del hair metal siempre se sintieron falsos. Era muy adecuado que esta escena tuviera su base en Los Ángeles; ciudad apodada como “Lalaland”, un término coloquial que se utiliza cuando alguien o algo está “fuera de la realidad”.

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Es probable que los músicos y fans de la escena hair metal, sinceramente tuvieran una gran pasión por la fiesta, los excesos, un ego desmedido y la necesidad de ser “alguien más” gracias a su vestuario extravagante. La contraparte tuvo que venir del norte del país: Seattle, Washington. Una región maderera con un clima particularmente lluvioso y que en la década de los 80 pareció olvidada de la mano benefactora del gobierno estadounidense. Los jóvenes no tenían días soleados y calles como Sunset Strip para pasear y pavonearse. La mayor parte del tiempo estaban confinados en sus casas. Así que, para matar el aburrimiento, formaron grupos musicales en sus sótanos, y unos iban a ver a los otros creando una amistosa y nutrida escena subterránea. En contraste con la eterna sonrisa falsa de Los Ángeles, la escena de Seattle respondió con lo que consideraba valores más sinceros. Gran parte del atractivo del grunge radicaba en que no estaba ligado a un género como el heavy metal que era predominantemente masculino. Las bandas, compuestas por hombres y mujeres, usaban ropa de trabajo, nada llamativa, con colores discretos, botas pesadas con suela antiderrapante y camisas de franela, propias de los trabajadores madereros. Nada en el atuendo grunge hacía referencia o resaltaba los estereotipos masculinos o femeninos. Principalmente Kurt Cobain, los Red Hot Chili Peppers o Shannon Hoon, cantante de Blind Melon, cuestionaban el llamado “cock rock” al usar vestidos y maquillaje sobre el escenario, en sesiones de fotos o videos. Cobain escribió canciones de corte totalmente feminista como Sappy y Been A Son, al igual que Eddie Vedder con temas como Daughter, Better Man y Why Go. Ambos compositores intentaron hacer una reflexión humanista y equitativa, aunque siempre tenían un tinte trágico. La depresión, el suicidio, los traumas infantiles no superados, el aislamiento, la rabia, la desilusión, la crítica social, la ecología, el feminismo, la homosexualidad y la muerte fueron los temas que toda esta generación enarboló como una nueva forma de expresión artística que tenía una desgarrada honestidad. En este sentido la poesía tradicional y el grunge guardan ciertos paralelismos al implementar un nuevo vocabulario que describe directa o metafóricamente un momento específico de la existencia, como los juegos de lenguaje que describe Ludwig Wittgenstein. Wittgenstein sostiene que nuestras palabras son parte de un juego de lenguaje, como una broma interna; un chiste que sólo es posible entender si uno está al tanto de los elementos que lo componen, como el lenguaje y las referencias específicas a una persona o hecho. El grunge representa una alternativa al discurso vacío y frío que la sociedad usó durante los años ochenta, en un intento por crear algo que hablara de un modo nuevo y mucho más profundo a la sociedad de los noventa. Y seguramente hay algo profundo en las letras del grunge, pues por más que las empresas intenten explotar la moda y la música de cualquier corriente, la generación se tiene que identificar con una idea específica y la forma en la que ésta es expresada.


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@ I VA N N I E B L A S

La Generación X sufrió los embates de la represión cultural de los ochenta, su consumismo desmedido, y estaba al tanto de los errores y fracasos de la generación de los sesenta, cuyos ideales hippies se desvanecieron con el humo de la marihuana y los vapores del LSD. El grunge representaba el sonido honesto que liberaba ese sentimiento de inferioridad colectivo, expresado por una serie de artistas que creaban música sin engaños, ni trucos, ni alardes de grandeza. Aunque Nirvana, Soundgarden y Alice in Chains parecían estar más interesados en regodearse en el aislamiento, la ansiedad, el autodesprecio y la desesperanza, también había espacio para la protesta social. Pearl Jam levantó la voz directamente contra el racismo en la canción W.M.A. (White Male American) que habla sobre los disturbios en Los Ángeles en 1992, como consciencia del abuso policiaco hacia un ciudadano de nombre Rodney King. Cuatro policías blancos golpearon brutalmente a un hombre negro y fueron absueltos. Durante seis días, otras ciudades de Estados Unidos se sumaron a las protestas para mostrar su desacuerdo contra la supremacía racial institucional. La letra de Eddie Vedder, señala con índice de fuego los privilegios de ser blanco en Estados Unidos de la misma forma que lo hacían artistas de hip hop como Public Enemy y N.W.A. De la misma forma, Pearl Jam cuestiona la idea de lo masculino y la libre venta de armas en Norteamérica en la canción Glorified G. De alguna manera, los “cuatro grandes” del grunge encapsulan y representan dos grandes vertientes del sentir de la Generación X. Pearl Jam y Soundgarden aportan el comentario social, mientras que Nirvana y Alice In Chains se enfocan en una autocomplacencia autodestructiva. A la vez, las cuatro bandas mostraron otra característica semejante a los creadores de poesía, quienes necesitan demostrar constantemente que no son una copia del otro, sino que cada uno representa la necesidad especifica que tiene cierto sector de la sociedad. De la misma forma en que Elizabeth Wurtzel puso en el ojo público su lucha contra la depresión en su libro Prozac Nation, Kurt Cobain le da voz a toda una generación de jóvenes aburridos, solitarios y con muy baja autoestima en temas como Lithium. Durante el coro, repite una y otra vez la frase “I’m not gonna crack”. Cobain está luchando consigo mismo para no quebrarse. Se autodesprecia al compararse o percibirse como alguien que simplemente no encaja, con un odio casi narcisista. En Lithium, Cobain está haciendo malabares en la cuerda floja para no caer en el abismo de la inestabilidad emocional y mental La Generación X a menudo es calificada como temerosa, egoísta y ensimismada. Sin embargo, estas características provienen de la propia generación que los critica. Los boomers fueron quienes al pretender imponer sus ideas materialistas pseudo militares mediante el miedo y la represión, desataron sin querer una lucha social en oposición a esos valores, la cual utilizó el vehículo más efectivo y veloz de todos: la música. + Iván Nieblas, “dedicado al periodismo musical desde 1993. Guitarra y voz en Black Overdrive. Locutor y guionista en la plataforma de contenidos Convoy. Acomodador de palabras. Obrero del Rock”

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o hace tanto de los años 90, pero tampoco tan poco. Casi treinta años han pasado desde la caída del muro de Berlín, del final del apartheid, del derrumbe de la Unión Soviética y del primer animal clonado de la historia. La humanidad había avanzado en la ciencia y los grandes conflictos internacionales llegaban a su fin —aunque empezaban otros—, y se tenía la sensación de comenzar a habitar en “el futuro”. Sin embargo, basta una mirada superficial a las narrativas de la década para darnos cuenta de que el papel de las mujeres era muy distinto al que desempeñan en la actualidad. Bueno, y no sólo en la ficción. La verdad es que eran todavía muy pocas las mujeres a cargo de la propia producción de contenidos. Por ejemplo, si revisamos las listas de los mejores libros de la década, encontraremos que casi todos están escritos por hombres. Irónicamente, la mayoría tienen a personajes femeninos como protagonistas (El mundo de Sofía de Jostein Gaarder y La chica que amaba a Tom Gordon de Stephen King, p. e.). En el ámbito internacional de la literatura pocas fueron las escritoras que lograron visibilidad, entre esas pocas estuvieron Anne Rice —cuyo libro más conocido es Entrevista con el vampiro— y Elizabeth Wurtzel —con Nación Prozac. Ambas obras fueron llevadas al cine, cosa que también ocurrió con algunas de las obras de las latinoamericanas Isabel Allende, Ángeles Mastretta, Laura Restrepo y Laura Esquivel, quienes lograron un fuerte impacto gracias a sus voces honestas y sin pretensiones. Sus palabras trascendieron fronteras rápidamente. El realismo mágico, los personajes llenos de claroscuros, las situaciones crudas —sin condescendencia hacia el lector— y sus protagonistas fuertes y libres de idealizaciones cautivaron al mundo. No obstante, las críticas fueron duras con ellas. Se les llamó, con ánimo despectivo, “escritoras de literatura femenina”—como si eso fuera algo malo— “fenómenos comerciales”, o incluso “escribidoras”. Pero nadie puede negar que sus libros son entrañables para millones. Escritoras superventas, sin duda. Ya quisieran muchos. Por otro lado, si recordamos algunos contenidos de la escena mainstream, como series y películas, podremos ver que, acompañando a los labios pintados de azul, las bolsas-mochilitas, las calcetas largas con faldas cortas, los chokers y demás parafernalia noventera, estaban los roles femeninos siempre dependientes de la validación de los hombres. Las heroínas por excelencia eran las mujeres ultrafemeninas, de belleza angelical, de sentimientos puros y nobles. Ellas eran las que siempre obtenían los mejores desenlaces a manera de premio por desempeñar bien su misión como “damitas”. La furia femenina seguía en gestación, pero era más visible en el contexto musical —pero no en el pop. Ella se revelaba en las mujeres rudas con guitarras eléctricas de acordes distorsionados, en las voces enfurecidas y los ojos fuertemente delineados que enmarcaban miradas retadoras e interpretando temas en donde exigían ser vistas como algo más. ¿Quién no se acuerda de “Bitch” de Meredith Brooks, todo un himno noventero?

¿Y las mujeres en los 90?

I’m a bitch I’m a lover I’m a child I’m a mother I’m a sinner I’m a saint I do not feel ashamed I’m your hell I’m your dream I’m nothing in between You know you wouldn’t want it any other way

¿Y cómo olvidar a Courtney Love y su girlband Hole? Hasta decían que Billy Corgan, de los Smashing Pumpkins, era quien le escribía sus canciones, al igual que Kurt Cobain, su marido. También hay quienes, hasta el día de hoy, aseguran que fue ella quien lo asesinó. Lo que es un hecho es que la carrera de la Courtney nunca logró remontar. En la actualidad ya hay un camino recorrido, el cual es resultado de un gran sacrificio. La visibilidad de las mujeres, su reconocimiento y la libertad para simplemente ser llenas de matices ( como somos en la realidad), es cada vez algo más aceptado y hasta deseado. Sin embargo, hay que cuidarnos de los fines de lucro que se esconden atrás de las cuotas de género. Todavía queda mucho por hacer. +

18 Erika Olvera, escritora, editora, traductora, locutora y desde hace más de 15 años se dedica a la promoción y edición de Literatura Infantil y Juvenil


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n ó i c a Gener Itzel Mar / @aegina23

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C U E R P O S

recuerdos para armar

sa eres tú, un sábado en la mañana, sentada frente al televisor junto a tu hermano, riendo estruendosamente con los dibujos animados. La vida consiste en una sucesión de arrebatos que culminan casi siempre en el estreno: un disco de vinil, una docena de coloridas pulseras de plástico, la gravitación de algún pronombre, un peinado alborotado o la curiosidad. Son los años ochenta. Esa eres tú, con los pantalones bien ajustados a la cintura y una blusa holgada con hombreras, los labios pintados de rojo brillante y un pañuelo de colores amarrado en la muñeca. Esa eres tú, llamando a tus amigos desde el teléfono gris de disco que se encuentra en medio de la estancia, bajo la mirada indiscreta de tu madre. Aburrida, sí, en la clase de química, intentando arrastrar los instantes para que suene la chicharra de salida antes de lo esperado y concluya el suplicio. Esa eres tú, desenredando la cinta de un casete de plástico para volver a escuchar esa música que grabaste y te gusta tanto. Ecléctica selección: Queen, Michael Jackson, The Police, Miguel Ríos, Van Halen, Madonna, U2, Mecano, Kiss, George Michael, Bruce Springsteen, Billy Joel, Caifanes, Charly García y Pablo Milanés. Esa eres tú, no sólo pensando, sino tratando de pensar lo mejor posible para no equivocarte sobre el teclado de la Olivetti STUDIO 46: una vez que la tinta estampa la letra en el papel es casi inútil desdecirse sin dejar un rastro; ese estigma que mancilla el ritmo de las palabras y ofende el impecable blanco de la hoja, a pesar del auxilio del apestoso líquido blanco que intenta maquillar el error, pero termina dejando una plasta que lo señala todavía más. Esa eres tú, egocéntrica, indecisa, exacerbada, cursi, pueril, rebelde, saludable, musical. Escuchas sobre el asesinato de John Lennon, las tensiones de la Guerra fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética, la muerte de Bob Marley, el surgimiento del SIDA, la proliferación del terrorismo en el mundo, la implantación del primer corazón artificial en un humano, el fin de ciertas dictaduras en América Latina, el nacimiento del primer bebé de probeta a partir de un embrión congelado, el hallazgo de los restos del Titanic, la incierta y cuestionable cifra de muertos provocada por el sismo de 1985 (con epicentro en Michoacán), la erupción del Nevado del Ruiz en Colombia, la caída del Muro de Berlín. Esa eres y tu sangre remonta con la misma fuerza tras el paso de la furia y la belleza del mundo. Treinta años después, esa eres tú, con los recuerdos en las yemas de los dedos. La memoria se funda constantemente a través del tacto. Por eso, de vez en cuando, ordenas meticulosamente esos casetes que no podrás escuchar más por estar destartalados, al igual que los aparatos en extinción donde solías reproducirlos; sin embargo, tener esas cintas en las manos te devuelve la certeza: tu querida música permanece intacta, esperándote. De la misma forma, insistes en conservar la Olivetti para conjurar algún tramo de añoranza al pulsar el teclado que rechina como tus articulaciones. También te da por resucitar esas fotos despintadas, a las que les inventas rostros y guiños con sólo tocarlas. Esa eres tú, atrapada entre el apresuramiento y la nostalgia, en plena crisis de la mediana edad —porque todo medio tiempo amerita un recuento: ¿qué has logrado?, ¿qué falta?—, con cuarenta años o quizá unos cuantos más... Activa. Quieres conciliar todo: trabajo, pareja, familia, aficiones. Estás envejeciendo pero se te prohíbe verte vieja. Para eso existen los gimnasios, las clases de yoga, las vitaminas y el bótox. Hay que revertir las estrías que

deja el tiempo. Creciste escuchando la afirmación: “Ahora las mujeres pueden lograr lo que desean”. Te repites la frase como si fuera un mantra. Pero tantas posibilidades hacen aún más agotadora la doble jornada impuesta a tu género. Esa eres tú, ambiciosa y estresada, con los antidepresivos al alcance de la mano y acechada por la menopausia. Las estadísticas dictan que probablemente morirás de problemas cardíacos o de un infarto cerebral. Digna representante de la Generación X (1965-1979), o mejor dicho: xx por aquello del doble cromosoma. Esa eres tú, devota de la aspiración. Pero la realidad te devuelve el miedo a ser invisible, a que el bienestar sea una necesidad insatisfecha. Esa eres tú, buscando algo que sume sentido a tu existencia. La cercanía de otras mujeres. La empatía. Lees autoras contemporáneas. Escarbas en las palabras. Teoría de la gravedad de Leila Guerriero te encuentra. Y no hay manera de escapar de ti misma en sus páginas, de lo que no sabes que sientes. De eso que olvidaste pero persiste. La autora escribe mirándote a los ojos y el encuentro se vuelve íntimo, de una inquebrantable complicidad. Entonces la escuchas decir: “La casa navegando como un barco hacia el verano. Y yo, en medio de todo, feliz de una manera perfecta y peligrosa. Con la única clase de felicidad que iba a salvarme. Con la clase de felicidad que iba a matarme cuando me faltara”. Esa eres tú. Esa eres yo. +

Itzel Mar, es psicóloga, egresada de la UNAM, y cursó estudios en la Escuela de Escritores de la SOGEM. Cuenta con cuatro libros publicados y ha obtenido dos premios nacionales de poesía. Actualmente colabora en la revista Lee+ y dirige el Instituto Mexicano para la Atención del Estrés y la Ansiedad.


Blockbusters de reserva finales de la década de 1980, la industria cinematográfica estadounidense se volcó de lleno a su nueva máquina de hacer dinero: los blockbusters o películas de alto concepto, aquellas que fácilmente se vendían a los grandes estudios por sus planteamientos breves y concisos, los cuales se basaban en premisas que no tenían mucha complejidad. Este tipo de producción entró en auge tras el fenómeno de la primera entrega de Star Wars (1977), y la consolidación de Steven Spielberg como mago de la ciencia ficción y la cultura pop con Close encounters of the third kind (1978). Estamos ante un escenario absolutamente opuesto al que vivía el cine norteamericano veinte años antes, cuando —a raíz de una severa crisis financiera y generacional— los estudios dirigieron su mirada a los ambiciosos proyectos de jóvenes realizadores que buscaban contar historias complejas y realistas de antihéroes y mujeres libres, de introspección psicológica y denuncia social, dando lugar con ello al renacimiento artístico del cine estadounidense. Este período concluiría pronto al convertirse en una víctima de sus excesos presupuestales y narrativos que poco redituaban a los estudios, un hecho que —en algunos casos— los llevó a la bancarrota. Así murió la era de “El nuevo Hollywood” junto con la década de los setenta.

A

Sexo, mentiras… y cine independiente El cambio de rumbo representó duro golpe para las nuevas generaciones de cineastas que tenían poco interés en subordinarse al nuevo y multimillonario sistema, y lo mismo les ocurría con las historias que poco se identificaban con el sentir de una generación hastiada del conservadurismo y frivolidad del reaganismo y thatcherismo de la cultura mediática, la cual estaba saturada de propaganda proestadounidense, belicista y enfocada en un materialismo vacío e hipócrita, que no volteaba a verse a sí misma y sus carencias. Fue entonces cuando comenzó un movimiento de cine independiente, liderado por jóvenes cineastas que, en la realización de producciones de presupuesto limitado, descubrieron una ruta para contar historias con total libertad, con dramas realistas enfocados en el estudio de carácter y que coqueteaban con un surrealismo consciente de sí mismo. Se trataba de nuevas formas de crear películas con el espíritu de los movimientos cinematográficos de Italia, Francia, Japón e India, y la fuerza creativa de personas hambrientas de hacer un cine mucho más auténtico y cercano a su percepción de la realidad. En 1988, a sus 25 años, Steven Soderbergh escribiría en ocho días, y posteriormente filmaría su ópera prima: Sex, lies and videotape. Se trata de la historia de un hombre problemático que utiliza una videocámara para grabar a mujeres discutiendo sobre sus vidas, su sexualidad y su impacto en las relaciones de una pareja casada con problemas y la hermana menor de la esposa. La película, protagonizada por James Spader y Andie McDowell, apenas tuvo un costo de 1.2 millones de dólares, con lo que se pudo pagar tan sólo una semana de ensayo y un mes para realizar la filmación.

Como resultado, Soderbergh se llevó la Palma de Oro en el Festival de Cine de Cannes en 1989, e inició la revolución del cine independiente que sería dominante a lo largo de la siguiente década, gracias a su experimentación en inusuales narrativas, e historias mucho más cercanas a una nueva generación más cínica y desafiante de su entorno. Al desarrollarse fuera del sistema de estudios de Hollywood, el cine indie desarrolló su identidad sin encasillarse en un estilo o género definido por los grandes estudios o por el mercado. Así, surgieron con mayor notoriedad casas productoras y estudios independientes que poco a poco comenzaron a robarle terreno a las producciones millonarias, con una presencia cada vez más frecuente en festivales como Cannes, Berlín y Venecia. Escritores, corderos y pulp El año de 1991 fue crucial para el cine indie y su nueva ola de realizadores. Por un lado se instauró el nombre oficial del ahora prestigioso Festival de Cine de Sundance —fundado en 1978 como Festival de cine de Utah—, el cual se caracterizó, desde su origen, por fomentar la exhibición de trabajos independientes y marcó el inicio del cine independiente como un movimiento importante, generando réplicas a lo largo de Estados Unidos y el mundo, ya sea con secciones en festivales bien establecidos o iniciando el surgimiento de otros en pequeñas ciudades. A esta época pertenece Barton Fink, una comedia de humor negro acerca de un dramaturgo que padece el tan temido bloqueo creativo poco después de ser contratado para escribir una película. Escrita y dirigida por los ya experimentados, pero todavía poco reconocidos hermanos Coen, sería la segunda película indie en ganar la Palma de Oro en el festival de Cannes y se convirtió en una de las pocas películas que se han llevado el premio de una manera abrumadoramente unánime. A partir de esta película es que el dueto de cineastas comenzó a ser tomado con mayor seriedad. Ese mismo año se estrenó The Silence of the Lambs del veterano Jonathan Demme, que arrasaría como mejor película en los premios Oscar de 1992. No sólo fue la primera película de terror psicológico que obtenía este galardón, sino la primera independiente en ser reconocida por la Academia con tal honor. Además, a partir de este año se volvería común ver películas independientes acaparando las nominaciones y premios a Mejor Guion Original, desde el propio Soderbergh hasta Peter Jackson, Neil Jordan, Paul Thomas Anderson, Charlie Kaufman, Richard Linklater y el que se convertiría en el ícono del cine independiente: Quentin Tarantino. Tarantino es un caso en el que el amor al cine se convierte en una vocación de vida. Este cineasta llamó la atención por su manera de escribir historias para la pantalla con su primera película Reservoir Dogs, la cual se puede clasificar como neo noir, en dónde todo sucede después de un golpe fallido. La cinta destacó por la fuerza de sus diálogos, el uso de una narrativa no lineal y el empleo de una sola locación donde se desarrolla la mayor parte del film. Tras el éxito de esta película, Tarantino fue invitado a escribir guiones para otros directores, como Tony Scott o su amigo Robert Rodríguez, otro ícono del cine independiente. A pesar de la importancia de Reservoir Dogs, fue con Pulp Fiction cuando se culminó con la transformación del cine de la época, como industria y como narrativa. En este film escrito en conjunto con Roger Avary, a partir de tres relatos inconclusos sobre gángsters, sicarios y la turbulencia del bajo mundo, Tarantino definió la mayoría de sus sellos y logró hacer comprensible una narrativa sin principio ni fin. Esta cinta también se llevó la Palma de Oro de Cannes en 1994 y se convirtió en un fenómeno cultural que ha sido replicado, homenajeado y parodiado desde su estreno, ya sean los Simpson, o los

Ewan McGregor en “Trainspotting” (1996)

Películas sucias y baratas: el boom del cine indie 20

C I N E


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G I L B E RT O

D Í A Z

miles de clones que han intentado imitar la mordacidad y la astucia de sus diálogos y su estructura. Europa y los nuevos autores Pero si en Estados Unidos el cine estaba encontrando un nuevo aire, en Europa la situación iba por un camino similar, las grandes vanguardias occidentales por momentos se encontraban adormiladas, situación que abría paso a nuevas olas cinematográficas desde países que se encontraban en plena convulsión, desde los setenta la entonces República Federal Alemana había inyectado una dosis de libertad creativa a una generación de cineastas que querían tomar el ejemplo francés de los años cincuenta con proyectos apoyados por la cadena televisiva ZDF, de ahí surgieron nombres como Rainer Werner Fassbinder, Margarethe von Trotta y Wim Wenders, quien con su película Paris, Texas agregaría una estética mucho más conciliadora al cine europeo con su contraparte americana; esta nueva estética visual sería clave para alimentar las ideas de otros autores cinéfilos emanados de los estudios de televisión. Este modelo particularmente beneficiaría al cine hecho en Reino Unido del que saldrían directores como Neil Jordan, Kenneth Branagh o Mike Leigh ya fuera con producciones financiadas parcial o totalmente por la BBC o Channel 4. El caso más significativo de esta era llegaría a través del escocés Danny Boyle quien, tras años de dirigir para televisión, en 1994 debuta en cine con su película Shallow Grave, una comedia de humor negro que retrata el cinismo y la identidad desenfadada de una generación que padeció crecer durante el conservadurismo de Margaret Thatcher, esto acompañado de una nostalgia por la cultura pop británica de los 60 y 70 serían los componentes de un cine más crudo y a la vez iconoclasta, potenciado por la literatura más agresiva de la época. Con el éxito crítico y comercial de su ópera prima, Boyle se aventura a realizar la aparentemente imposible adaptación de Trainspotting, novela de culto del escritor Irvine Welsh, que narra la vida excesos, violencia e incertidumbre de un grupo de amigos, adictos a la heroína en Edimburgo. Boyle concretaría lo que parecería imposible con esta adaptación, logrando combinar con naturalidad pasajes introspectivos con secuencias alucinantes, en una narrativa que entra y sale de la realidad con facilidad para meternos en la mente de Mark Renton y su búsqueda de un sentido para la vida, más allá de un deber ser. El resultado fue un fenómeno parecido al de Tarantino, con su ingenio narrativo diversas escenas se convirtieron en referencias culturales con el tiempo (correr al ritmo de Lust for Life de Iggy Pop, ya no sería lo mismo), y la trasgresión cinematográfica se convertiría en nuestro pan de todos los días. Después del fenómeno de Pulp Fiction y Trainspotting el cine indie se convirtió en la norma, con los estudios adaptándose mientras evitaban cometer el mismo error que en los setenta; el cine independiente le dio nuevo oxígeno a una industria que cada cierto tiempo se ahoga en su propia mercadotecnia y que como ahora, se encontraba en un impasse de fórmulas comerciales abyectas, pero ese cambio tampoco hubiera sucedido sin una generación de cineastas cínicos e inconformes con la realidad que se les ofrecía y con una necesidad de libertad genuina. +

Gilberto Díaz es comunicólogo, productor de radio cultural, y actualmente se encuentra desarrollando un proyecto de análisis y divulgación histórica de cine mexicano.

Bayoneta (2018, dir. Kyzza Terrazas)

Miguel “Bayoneta” Galíndez (Luis Gerardo Méndez) es un boxeador retirado que vive en Finlandia recordando su vida pasada en el árido norte de México. En cierto momento, un golpe del destino le regala una última pelea. Bayoneta es una película que retrata la vida de muchos boxeadores jubilados y azotados por las adicciones. Ex deportistas en bancarrota y que viven de sus viejas glorias. Con un guion dinámico y momentos de gran belleza, la historia nos presenta una alegoría de la soledad y la migración. La actuación de Luis Gerardo Méndez nos deja clara su versatilidad extrayéndolo de los papeles cómicos que le dieron fama. Ahora nos ofrece un rol más maduro que incluso le llevó a ser nominado para un Ariel. La dirección es de Kyzza Terrazas.

Revolution Radio Green Day

Green Day, probablemente la banda de punk rock más famosa del planeta, dio a luz su álbum número 16 en 2016. Nos referimos a Revolution Radio. Los músicos, originarios de California, crearon un material que si bien suena mucho más maduro en comparación con otras producciones, también cuenta con temas políticos y de interés público como sello de la casa. A Green Day le ha ocurrido lo que a prácticamente todas las bandas legendarias como U2 o Guns N’Roses: sus trabajos cada día se vuelven menos relevantes para MTV y los fanáticos. Esto no impide, sin embargo, que al revisar con cuidado su obra descubramos algunas joyas como la mencionada Revolution Radio. Además, no olvidemos que todos en nuestra adolescencia soñamos con ser Billy 21 Joe Armstrong aunque fuera por una noche. 21 Por Adrián García @adrian_garciros


U N A

C O N V E R S AC I Ó N

C O N

G U I L L E R M O

FA DA N E L L I

La PENURIA de andar mal vestido

G

Lee+: Lo que dices me lleva a una serie de preguntas obligadas: ¿La literatura tendría que ser una crítica moral?, ¿su fin es proponer una nueva moral?, ¿en El hombre mal vestido hay una propuesta ética que, me parece, está cerca de Schopenhauer? Guillermo Fadanelli: Schopenhauer es el pesimista por excelencia y su obra abre la posibilidad de que exista un hombre resignado. Esta es una idea que está muy dentro de mí gracias a sus palabras. Yo no creo que tenga la capacidad para transformar la realidad; por esta razón busco en mi mismidad, en mi memoria, y gracias a eso enfrento con resignación la crítica a mi entorno. Piénsalo un poco, el mundo apenas se mueve unos centímetros cada siglo, pero en nuestro tiempo —debido a la tecnología que avanza a pasos gigantescos— pareciera moverse mucho más rápido; sin embargo, la moral permanece casi estática. En realidad, los seres humanos somos simios jugando con artilugios. No usamos la tecnología para construir conductas que permitan la convivencia, pues la tecnología nos da prescripciones morales. El instrumento es el que nos dicta los caminos y nosotros no somos capaces de utilizarlo para buscar una nueva ruta. El epígrafe de mi novela Lodo de alguna manera parecería resumir mi posición sobre este asunto: “todo escritor, lo que quiere hacer en el fondo, es escribir una nueva Biblia”. A pesar de esto, lo que yo deseo es escribir desde una mirada marginal, periférica, absolutamente personal. Una mirada que se niegue a las generalizaciones, pues nunca conocemos lo suficiente a la realidad y a las personas. Sin embargo, esto no implica que los lectores no puedan encontrar una ética pesimista, una ética de la resignación en mis novelas. El peso de mi resignación es tal, que cuando vuelvo a leer alguna de mis obras, siento que la escribió otra persona. Lee+: En El hombre mal vestido existe una desesperanza que, tal vez, actúa como un bálsamo que sana en la medida en que se niega a buscar ideales; justo como lo hace Esteban Arévalo, su protagonista. ¿Todos somos ese Esteban? ¿Tú eres ese Esteban? Guillermo Fadanelli: Esteban es un hombre que necesita muy poco para vivir. Es una suerte de asceta, alguien resignado ante la realidad y, sobre todo, es alguien que desea pasar inadvertido para el resto de la gente. En uno de mis libros anteriores escribí un aforismo que sostenía que el movimiento es el principio del mal. Por lo tanto, cada vez que nos movemos para intentar transformar el mundo sólo provocamos el mal y hacemos daño. Incluso esto es peor si actuamos buscando el éxito, la tiranía sobre los otros o la riqueza. Contra este mundo se levanta Esteban, él sólo aspira a ser un paseante, a moverse sin dañar a nadie, a leer algunos libros, a no tener ambiciones con tal de encontrar una felicidad infinitesimal; pero él también es un hombre curioso, alguien capaz de escuchar y observar lo que ocurre a su alrededor aunque carece de esperanza. Vive en nuestra época y, como resultado de su apariencia, se enfrenta a la descortesía, al reino del consumo. Él no vive en la gentileza, en la certeza de que el otro existe. Así pues, el hecho de que Esteban no comparta los ideales del éxito que nos imponen lo convierte en un ser maltratado, en un hombre bueno y que no hace daño pero que es herido por los otros. Esto da lugar a un malentendido de dimensiones siderales… él siempre será desdeñado por su forma de vestir. +

uillermo Fadanelli es una de las voces más interesantes de la narrativa reciente, y desde sus primeros libros ha mantenido una perspectiva que rompe y se enfrenta con la corrección política. El enfant terrible que publicó algunos de sus primeros textos en el suplemento Sábado aún se mantiene activo y virulento. Sus obras obligan siempre a tomar partido: se las odia o se las ama. Con ellas no existe el punto medio. La recientísima publicación de su nueva novela, El hombre mal vestido, vuelve a colocarnos ante esta disyuntiva que resulta de su actitud marginal. Por todos estos hechos, era necesario conversar con Fadanelli y, por supuesto, había que adentrarse en algunas de las características que hermanan a su nueva creación con el resto de su obra: la moral, la desesperanza y la resignación. Lee+: Cuando terminé de leer El hombre mal vestido quedé convencido de que tu nueva novela se integra perfectamente a las constantes que marcan tu obra. Con ella vuelves a obligar al lector a que mire a los espacios que se alejan y chocan con la corrección política. Guillermo Fadanelli: Tienes razón, yo estoy totalmente convencido de que es necesario mirar al lado oscuro de la luna y mis novelas buscan asomarse a él. Sin embargo, también estoy seguro de que no existe un escritor ideal y que yo estoy lejos de serlo. En el fondo, todos somos una summa de extravagancias y locuras que nos permiten ejercer la rebeldía. El escritor tiene que convertirse en un ser incómodo, en alguien que ejerce la crítica con toda la fuerza y la mordacidad posibles. Por eso tenemos que mirar lo que otros no miran o no quieren mirar. La escritura no te permite hacerte el disimulado y seguir de frente. Por esta razón construyo mis libros desde el pesimismo y la renuncia, desde la necesidad de no conformarme y mantener la curiosidad. Así pues, yo estoy cierto de que las únicas virtudes que tiene la literatura en nuestros días son su incomodidad y su capacidad para asomarse a los mundos que a muchos obligan a voltear la cara.

Ve la entrevista en mascultura.mx y en YouTube revistaleemasdegandhi



La pluma, la máquina y la compu

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mí no me da pena asumir que soy misántropo; el exceso de gente me saca de onda y me pone en aprietos. Cuando llego a una reunión con desconocidos, las preguntas de rigor se parecen muchísimo: el “¿a qué te dedicas?” suele provocar las mismas reacciones. Mi interlocutor me cuenta que siempre ha querido escribir un libro, que se le ocurrió una historia buenísima o que —en el peor de los casos— su vida merece la dignidad de un volumen con más de dos pulgadas de lomo. Según él, sus hechos pueden tener más páginas y ser más interesantes que Vida y destino. Es más, no falta el ingeniero que me presume que a nada está de comenzar a escribir una obra maestra (generalmente de superación personal), pero si yo me atrevo a decir que estoy a un pelín de construir un puente del tamaño del Golden Gate me mira requete feo. La razón es obvia: para levantar un animalón de ese pelo se necesita ir a la universidad. En cambio, a escribir a todos nos enseñan en la primaria. La distancia entre un título universitario y un oficio es notoria. Los que no tienen una licenciatura son peluseables y nadie se detiene a ponerles los puntos sobre las íes. Si delante del médico agachan las orejas y se dejan rajar la panza sin oponer demasiada resistencia, frente al carpintero o el plomero se muestran como verdaderos sabelotodo. Eso mero es lo que nos ocurre a los que contamos historias. Sin embargo, lo que a ellos no les pasa por la cabeza es que, si les dan una garlopa o un soplete, terminarán provocando una desgracia, y exactamente lo mismo sucedería si tuvieran en sus manos una pluma, una máquina de escribir o una compu, y se sentaran a narrar sus ocurrencias. Estas herramientas —por lo menos desde mi punto de vista— requieren un dominio y una manera de pensar distinta. Es más, entre ellas existen nexos y rupturas que revelan distintas formas de enfrentar la creación. Todo parece indicar que escribir con

parsimonia, tiempo que se dilata. Seguramente por esta causa, algunos escritores tienen una relación estrechísima con las mencionadas herramientas. Arnoldo Krauss, por ejemplo, escribe con lápices a los que trata de extenderles la vida lo más posible y, cuando ya tienen unos pocos centímetros de largo, se niega a tirarlos. Ellos permanecen guardados sin importar cómo se hayan portado: con algunos sus “manos trazaron buenas ideas”, mientras que, “con otros, la escritura se atascaba” irremediablemente. Si bien es cierto que las ansias de conservar los cadáveres de las herramientas no es algo tan inusual como podría parecer, también lo es que esta manera de escribir tiene sus problemas. En una ocasión, Ramón Córdoba me contó que el éxito de su relación con Carlos Fuentes estaba cimentado en una sola cosa: él entendía las letras que Fuentes trazaba con su pluma y, al momento de editarlo, no tenía grandes problemas. Su paleografía era perfecta. Sin embargo, no todos los autores tuvieron esta suerte y jamás se encontraron con los mejores descifradores de sus jeroglíficos. Hasta donde tengo noticia, Vasili Grossman escribía con pluma y esto lo llevó a padecer no pocos entripados. Cuando terminó el manuscrito de Vida y destino se lo entregó a una mecanógrafa que hizo de las suyas: ella le agregó una buena tanda de erratas y logró una disposición estocástica de los signos de puntuación. Un hecho que lo obligó a corregirlo como autor y cazador de dislates. Tan grande era este problema que, en muchas de sus cartas, Grossman se quejaba o se burlaba de estas desgracias. Evidentemente, el tiempo que se llevaba la escritura, las transcripciones y las correcciones podía ser larguísimo y, tal vez, esto hasta podría ser bueno para la obra. Volver a leer las páginas después de algunos meses siempre es saludable. En cambio, otros autores no se sienten tentados a tomar una pluma y prefieren

un lápiz o una pluma

las máquinas de escribir,

implica una manera precisa de parir un texto. La lentitud de los trazos permite pensar con calma las palabras que se trazan. Lo que retumba en la cabeza no es rebasado por la velocidad que tienen los dedos que apachurran las teclas. Las correcciones y las tachaduras —al igual que los pegotes en el manuscrito— revelan una gran

con las cuales también traban una relación íntima. Los que utilizan esta herramienta son legión y, tal vez sin darse cuenta, se distanciaron del pasado. Para los autores de las vanguardias, el llamamiento maquinista del Futurismo no era poca cosa.

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P O R

J O S É

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Escribir con una máquina significaba romper con las viejas tradiciones, entrar de lleno a la modernidad y, por supuesto, apostarle a los libros que promoverían una nueva estética y una mirada que se distanciaba de las tradiciones. La máquina y el maquinismo eran profundamente revolucionarios. Aunque las porras de los vanguardistas a las máquinas de escribir no eran pocas, la verdad es que otros autores tomaron a este invento con cierta calma. Algunos, como Martín Luis Guzmán, estaban felices con su Remington cuyas teclas sonaban como si fuera música; otros, como Mariano Azuela, hacían todo lo posible por señalar las desgracias de esta manera de escribir y condenaban a las máquinas a destinos infaustos en sus novelas; sin embargo, las utilizaban para sus creaciones sin que la pena les ardiera en el rostro. Y, por supuesto, también existen los autores que mezclan las tradiciones: cuando leemos los esbozos, los manuscritos y los mecanogramas del “Responso del peregrino” de Alí Chumacero —por sólo dar un ejemplo— notamos cómo se entrelazan las distintas herramientas: los primeros borradores están escritos con un lápiz y los demás con una máquina que abre el camino a la lentitud de las correcciones que sólo podían hacerse con una pluma. Como seguramente ya lo sospechas, no faltan los escritores que tienen una relación estrechísima con su máquina. Paul Auster no sólo escribió la historia de su herramienta, sino que también participó en su transformación en una serie de pinturas de Sam Messer. Su Olympia, que sólo tiene una cicatriz en una de sus palancas, lo ha acompañado durante varias décadas hasta que se convirtió en una especie en peligro de extinción, en algo más que una herramienta, en la posibilidad de que el día que dejen de producirse sus cintas su escritura se podrá enfrentar a una crisis.

T R U E B A

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En cambio, los autores que utilizan computadoras, se enfrentan a otras complicaciones y maneras de concebir el texto. Los procesadores de palabras le dan una gran movilidad al texto sin necesidad de hacer pegotes, las correcciones no implican el abominable trabajo de volver a mecanografiar todo el documento, y la pesca de erratas se ha vuelto mucho más simple gracias a los diccionarios que contienen los programas. Es más, su silencio — por lo menos a mí— me resulta gratísimo y su velocidad permite dedicarle más tiempo a pensar en el texto que a copiarlo varias veces. Aunque a golpe de vista las nuevas herramientas parecen maravillosas, no están protegidas contra los riesgos: si la electricidad falla, si son atacadas por un virus voraz o si el escribidor mete la pata, todo el trabajo puede irse al demonio en un pestañeo. Es más, su conservación siempre está en riesgo. Si aún podemos leer los antiquísimos papiros egipcios, hoy resulta dificilísimo adentrarnos en los respaldos que no son tan viejos: leer un disquete es un reto mayor y, en muchos de ellos, los bites ya se evaporaron. Sea como fuere, los escribidores ganan y pierden con cada nueva herramienta que pueden utilizar con una gran ortodoxia o que pueden mestizar sin tener problemas. Lo que sí resulta problemático es cuando estas herramientas caen en las manos menos indicadas. En tales casos ellas no sólo pueden perpetrar horrores, pues también son capaces de convencer a cualquiera de que basta con sentarse un rato y parirán una obra maestra. Escribir de a deveras implica tantito más que poner una palabra junto a la otra. +

sa

espo a con su la siest ara uerme L D a . b e le n la te . @Tru n sale e arse el vicio de piló ag radio y abajar para p la n e ra o de tr Colabo extrem profe. egado al ditor y ritor, e ctor que ha ll sc e , ba Lara ros. Es un le is True lib José Lu cado varios bli u p a h y

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E N T R E V I S TA

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an Brown regresa con lo que seguramente será otro fenómeno editorial: ¡La sinfonía de los animales! Por primera vez el reconocido autor estadounidense escribe un libro para niños, en donde no sólo las palabras o las ilustraciones — a cargo de Susan Batori— son las responsables de proveer a los más jóvenes de una experiencia lectora gozosa, sino que al libro también lo acompaña una banda sonora ¡compuesta por el propio Dan Brown! Pocos saben que el autor de Ángeles y demonios, El código Da Vinci y toda la serie protagonizada por el Dr. Robert Langdon, antes de ser escritor, ya contaba con una carrera musical como compositor, pianista y cantautor. Aquí la entrevista que tuvimos con él:

¡La sinfonía de los animales es tu primer álbum ilustrado! ¿Puedes decirnos algo al respecto? Cuando era niño, amaba los libros ilustrados del Dr. Seuss con sus extravagantes criaturas y su tonta poesía. Con La sinfonía de los animales (Destino infantil-Planeta) quería crear un mundo mágico similar, con imágenes y poesía dirigido a una nueva generación, y también esperaba dar un paso más. La sinfonía de los animales es en gran medida un libro ilustrado para leer en voz alta, pero también contiene un sorprendente giro musical. Para cada uno de los animales de la historia compuse una pieza de música clásica moderna, una composición corta y divertida que refleja la personalidad especial de ese animal, y a través de la tecnología —que es emocionante— la música de cada animal acompaña a las ilustraciones y poemas para crear una experiencia de narración inmersiva. La música juega un papel destacado en este libro. ¿Cuándo y cómo empezó tu pasión por la música? Crecí con la música clásica. Mis padres eran músicos profesionales que optaban por no tener televisión, así que yo tocaba el piano, cantaba en coros y asistía a muchos conciertos. La música fue un santuario secreto para mí en la infancia. Me calmaba cuando me sentía frustrado, era mi mejor amiga cuando me sentía solo, me ayudaba a expresar mi alegría cuando estaba feliz y, lo mejor de todo, despertaba mi creatividad e imaginación. Incluso ahora, toco el piano todos los días, generalmente después de terminar un largo día de escritura.

emocionado por desarrollar esta idea y crear una experiencia verdaderamente estratificada utilizando tres idiomas diferentes simultáneamente: arte, música y poesía. De la misma manera que una ópera cautiva a su audiencia al presentar hermosos decorados, música dramática y drama lírico, La sinfonía de los animales se esfuerza por ser un festín envolvente para los ojos, los oídos y la mente, todo al mismo tiempo. Este es un proyecto muy particular. ¿Cómo nació la idea? Siempre me ha gustado tocar y componer música. Hace algunos años, estaba paseando cerca de un pantano y escuché muchos tipos diferentes de ranas cantando juntas (corvinas, mirones, ranas toro) y me sonó como a una fuga clásica. Cuando llegué a casa, compuse una pequeña pieza llamada Ranas felices y escribí un poema para acompañarla. Me encantó tanto ese proceso creativo que seguí adelante. Veinte animales después, ¡nació La sinfonía de los animales! ¿Tienes un personaje favorito en La sinfonía de los animales? Es fácil sentirse feliz escuchando Canguros rebotadores o Gatitos torpes, pero mi favorito personal es El cisne. Como escritor, paso mucho tiempo solo y encuentro esa soledad profundamente gratificante. Ahora vivimos en un mundo digital en el que todos sentimos que debemos estar conectados con los demás en todo momento a través de nuestros dispositivos, y El cisne ofrece un recordatorio silencioso de la importancia de poder pasar tiempo solos. ¿Cuál es el valor de compartir música con niños a una edad temprana?

La sinfonía de los animales tiene su propia aplicación para reproducir música asociada a cada página. ¿Por qué consideraste importante incluir esta función y cómo funciona la aplicación? Quería crear un libro que animara a los más jóvenes a experimentar el poder (¡y la diversión!) de escuchar música clásica. Con la realidad aumentada, el La sinfonía de los animales es capaz de interpretar “mágicamente” la pieza específica asociada con cada animal, ya sea que esa pieza sea alegre y divertida como Canguros rebotadores, reflexiva y tranquila como Ballena maravillosa, o loca y tonta como Jabalíes danzarines o Escarabajos ocupados. La música también es accesible a través de varios servicios de transmisión para que los chicos puedan escuchar en cualquier lugar y en cualquier momento que deseen. Idealmente, el libro ayudará a generar una nueva generación de aprecio por la música clásica. ¡Es muy raro ver un álbum ilustrado con tantas capas! ¿Cómo evolucionaron la narración, el arte y la música en la medida en la se que desarrolló el libro? Me encanta la narración en capas, y mis novelas siempre intentan entretejer temas variados. Con La sinfonía de los animales estaba

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Se ha demostrado científicamente que la exposición a la música a una edad temprana estimula la creatividad, la concentración y la inteligencia emocional en los jóvenes. Cuando era un bebé, mis padres me expusieron a una enorme cantidad de música (¡incluso mientras estaba en el útero!), y creo que esta experiencia ayudó a estimular mi imaginación y creatividad, que se volvieron muy importantes para mí más adelante en la vida. ¿Cómo ha impactado la música en tu vida? Mi madre era organista de la iglesia y los domingos por la mañana me sentaba a su lado en el banco del órgano y le pasaba las páginas. Recuerdo haber sentido una conexión maravillosa con ella mientras seguía la música impresa, esperando el momento adecuado para pasar la página. Mi padre era tenor en un cuarteto de estrecha armonía, y recuerdo escucharlos ensayar, asombrado de que cuatro voces pudieran crear armonías tan complicadas y hermosas. A lo largo de mi vida, he aprendido que la música es verdaderamente un lenguaje universal; los ritmos y melodías nos afectan a todos de manera muy similar, independientemente de nuestra nacionalidad, género, cultura o incluso nuestra edad.


P O R

YA R A

S Á N C H E Z

D E

L A

B A R Q U E R A

Escuchamos que hay algunos acertijos en este libro. ¿Puedes contarnos sobre ellos? Cuando era niño, me encantaban los rompecabezas, todo tipo de rompecabezas. Probablemente esto se deba a que en las mañanas de Navidad mis padres me creaban acertijos para que los resolviera y encontrara mis regalos. Estas primeras búsquedas y juegos del tesoro me inculcaron el amor por la resolución de acertijos, que quería compartir en La sinfonía de los animales. Entonces, en cada página, he escondido una serie de letras desordenadas que los lectores pueden encontrar y descifrar para deletrear el nombre de un instrumento orquestal. También hay un abejorro zumbador difícil de detectar al que le gusta esconderse en lugares divertidos (¡como dentro de la fosa nasal de un jabalí!). Y finalmente, he escondido varios otros códigos y secretos a lo largo del libro, pero no te diré dónde porque encontrarlos es la mitad de la diversión. Ofreces a los lectores un poco de sabiduría con cada canción. ¿Compartirás algunos de ellos con nosotros? ¿Hay alguno que realmente te suene? Cada uno de los animales de La sinfonía de los animales comparte con el lector un poco de sabiduría: un consejo para navegar por la vida. Estos sencillos consejos están diseñados para que los niños piensen en los rasgos personales que todos admiramos: compasión, paciencia, respeto, confianza, así como temas más importantes de atención plena, tomar la vida con calma, ser comunitario y, sobre todo, ser fiel a sus emociones. Mi favorito es el mensaje de los Escarabajos ocupados, quienes nos recuerdan que si bien es muy importante trabajar duro, también debemos tomarnos un tiempo para jugar. (Todavía estoy trabajando en eso). ¿Qué impacto esperas que tenga La sinfonía de los animales en los lectores jóvenes y sus familias?

fotografía: Drew Gurian

Vivimos en una era de auriculares y audífonos, y la música a menudo se experimenta sola. Mi esperanza para La sinfonía de los animales es que las familias elijan disfrutar la música juntas, ya sea mientras leen el libro o como música de fondo divertida mientras hacen otras cosas. Como regalo especial, algunas familias pueden optar por asistir a uno de los muchos conciertos en vivo de La sinfonía de los animales que se realizarán en todo el mundo. +

Agradecemos a Penguin Random House UK el apoyo brindado para realizar esta entrevista. El libro en inglés lo encuentras en su sello infantil Rodale Kids.

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Erika Olvera

niños

Libros para niños

A quienes nos dedicamos a los libros para niños frecuentemente nos hacen las siguientes dos preguntas: “¿Qué me recomiendas para una niña o un niño de x años? y ¿cuál es el objetivo o mensaje de ese libro?”. Frente a tales interrogantes, mis queridos lectores, me temo que aquel que se atreva a responder a cualquiera ellas no está realmente interesado en la labor de la promoción de la lectura. En primer lugar, debemos aceptar que un libro no tiene que ser exclusivo para un género, ni para una edad, pues en sus páginas habrá situaciones con las que algunos lectores podrán identificarse más que otros, así como estructuras, temáticas e incluso paletas de colores que sean más atractivas y comprensibles a partir de cierta edad. No me cansaré de repetir que los buenos libros son para todos. En segundo lugar, un libro no siempre debe llevar a cuestas la obligación de “servir” para algo. El buen libro transmitirá emociones, producirá interpretaciones y, sobre todo, generará una experiencia gozosa. El mensaje —si es que lo hay y viene al caso— llegará solo. O no. Y eso está bien. Para este mes recomendamos dos obras que, con toda seguridad, no dejarán indiferentes a los lectores.

Plic, ploc Claire Garralon (Leetra) ¡La capa de hielo se está derritiendo! Gracias a una licencia poética, el osito polar y el pequeño pingüino conviven como habitantes de la banquisa. Ellos tratan de advertirle a los demás animales sobre esto, pero nadie sabe qué hacer. ¿Quiénes podrán ayudarlos?

La caja. Daniel Monedero e Inés De Antuñano (CIDLI) Diego y sus vecinos viven en un barrio normal, con árboles normales, semáforos normales y calles normales. Un día una enorme caja de regalo aparece en el centro de la plaza. ¿Qué contendrá y para quién será? Hay una cantidad enorme de posibilidades. Y ésa es la mejor parte.

Fabián V. Escalante

Jóvenes

Asesino de brujas Shelby Mahurin (PUCK ) La bruja blanca marca el inicio de una nueva trilogía que transcurre en un mundo de magia oscura y mujeres empoderadas. Ser bruja ha sido una causa de muerte, la iglesia persigue, juzga y quema por igual a cualquier mujer inocente que sea vista como sospechosa. Louise le Blanc huye de su hogar, de su refugio, de su aquelarre y renuncia a la magia sin que le importe como será su vida lejos de su lugar de origen, pues su nuevo refugio se encuentra en la ciudad de Cesarine. Louise lo ha sacrificado todo y tendrá que sobrevivir día a día robando, mintiendo o mediante todo tipo de artimañas. Cesarine no es el sitio más seguro: el cazador de la iglesia no quiere dejar a ninguna bruja viva. Su vida cambió y han pasado dos años, hasta el momento los chasseur no han sospechado de ella, pero un robo la pone en la mira de sus captores. La única posibilidad de salvación es su matrimonio con Reid Diggory, el cazador de la iglesia. Lou tendrá que decidir si un acuerdo como este le salvará la vida.

Chicas salvajes Rory Power (Editorial Hidra) Los horrores que las aguardan son peores de lo que han podido imaginar. Chicas salvajes —un libro publicado el año pasado— narra una situación similar a la que nos enfrentamos desde comienzos de este año. Todo se origina por el Tox, un virus desconocido y mortal, que ataca en una academia para chicas y las deja 18 meses en cuarentena, y en espera de la supuesta cura que les prometieron. Al principio, el virus fue lento: uno a uno morían, pero cada vez más eran se infectaban y sus cuerpos comenzaron a experimentar mutaciones inexplicables. El Tox hizo que el afuera resultara más peligroso sin importar si eres persona, animal o vegetal. Por esta razón, las sobrevivientes tendrán que valerse por sí mismas. A lo largo de esta historia conoceremos los sentimientos, las historias y las condiciones de sus protagonistas, lo cual nos revelará el terrorífico misterio que rodea a las Chicas salvajes.


E N T R E V I S TA

A

A L E J A N D R O

V I L PA

La otra vida de Rebeca Smirnov

C

Ve la entrevista en mascultura.mx y en YouTube revistaleemasdegandhi

omencé a escribir desde que era adolescente. La idea de crear La otra vida de Rebeca Smirnov nació en el momento en que quise enfrentarme a algo mucho más complejo que los relatos breves y dar un paso al frente con una novela. Aunque no lo creas, yo comencé a escribirla hace diez años y durante ese tiempo la historia se transformó por completo. Ella no es la que escribí a los 16, pero aún tiene la esencia de ese primer manuscrito y de la rebeldía que caracteriza a los adolescentes. Por esta razón no es una casualidad que en ella se debata constantemente sobre un problema esencial para los seres humanos: la libertad, el precio que debemos pagar por tenerla y ejercerla. Efectivamente, en La otra vida de Rebeca Smirnov se muestran algunas de las circunstancias extremas que ponen en riesgo nuestra dignidad y nuestra libertad. Aún más, estos dilemas nos sitúan hasta donde podemos o no podemos llegar para mantenernos como seres humanos. En La otra vida de Rebeca Smirnov recupero muchos de los aprendizajes que tuve con otro de mis libros: Ambición, el cual es una novela interactiva. En este caso, lo que escribí es un padbook, que se abre en varios caminos con el objetivo de ofrecerle al lector la posibilidad de elegir lo que sucede en la novela y llegar a distintos finales. Esta novela sólo puede leerse en línea y tiene seis finales distintos que le permiten jugar a los lectores, pues es posible convencerlos de que la decisión que están tomando es la más correcta, aunque, en el desenlace, tenga consecuencias terribles. Los lectores que se adentren en La otra vida de Rebeca Smirnov podrán encontrar muchas cosas y cada una de ellas podría llegar a tener un destinatario distinto. Si a una persona le gustan el género negro, las novelas policiacas y los crímenes, esta novela que la llevará a estos temas y cumplirá con todas sus expectativas. Además, si alguna vez alguien se ha sentido encarcelado dentro sí mismo o en el mundo que lo rodea, seguramente le gustará La otra vida de Rebeca Smirnov, pues en sus páginas descubrirá que los seres humanos estamos condenados a ser libres. Y, por último, creo que existen muchas personas que pueden identificarse con el punto de vista que marca esta novela y, gracias a esto, que puedan iniciar un debate sobre la existencia.





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