LA MADERA 332 MARZO

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sobrecapacidad de producción instalada. El inevitable y traumático ajuste no afectó inicialmente por igual a todas las empresas ya que, como siempre ha ocurrido en nuestro sector, por ser éste un mal endémico que padecemos, esa enorme demanda no sirvió para rentabilizar las empresas y adecuar los precios de nuestros fabricados, al menos, a los costes crecientes que se iban sucediendo en todos los factores de producción. Ante ésa situación algunas empresas, las menos, optaron por aumentos de tamaño controlados y en algunos casos, incluso financiados con fondos propios, otras optaron por crecimientos de tamaño desmedidos que les obligaron a aplicar una política de precios sencillamente suicida, motivada en intentar cubrir mediante incesantes incrementos en su volumen de facturación, pero con mínimos márgenes comerciales, los pagos de las amortizaciones de los créditos utilizados en financiar las desmedidas inversiones realizadas, lo que les obligaba a su vez a realizar los correspondientes aumentos de sus plantillas, para así poder atender el fuerte incremento del volumen de producción que sus políticas de bajos precios generaban, entrando así en una espiral incontrolable, que sólo podía mantenerse en el tiempo, mientras se mantuvieran constantes incrementos de producción, algo evidentemente imposible y que al producirse el estallido de la burbuja, acabó bruscamente, de la forma que todos conocemos.

¿Cuál es el escenario que queda, por tanto, a los industriales de la carpintería? Hoy sobra el 65% de la capacidad de producción instalada para la fabricación de elementos de carpintería de madera para la construcción. La incesante reducción de plantillas es un hecho. Pero la realidad en el sector es que, al día de hoy, siguen sobrando fábricas y sigue faltando trabajo para los empleados que aún quedan en nuestras empresas. En la actualidad,

“La industria de la carpintería industrializada, ocupará a un tercio de los trabajadores que llegó a ocupar”. se están iniciando anualmente menos de la mitad de las viviendas de las que se iniciaban ¡en 1960!. En aquellos años no existía ninguna instalación industrial, comparable a las fábricas para la producción en serie que conocemos hoy y eran los talleres de carpintería con los medios técnicos disponibles entonces, los que atendían sin demasiados agobios la demanda de elementos de carpintería que originaba la construcción de viviendas. Hoy contamos con muchas grandes plantas de producción de puertas, suelos, cerramientos…, para atender las necesidades de menos de la mitad de las viviendas que se iniciaban a principios de los años sesenta. El escenario es desolador, un auténtico desastre.

¿Saldrán adelante la mayoría de las empresas fabricantes y las grandes instaladoras, distribuidoras y comercializadoras de carpintería de madera? La lógica é inevitable regulación de las plantillas, que ha forzado la situación antes descrita, ha tropezado con la enorme rigidez de nuestra anticuada y desfasada legislación laboral, lo que ha contribuido en gran manera a provocar el cierre de muchas empresas que, con otras condiciones, podrían haberse adaptado a la situación y en algunos casos no habrían desaparecido. Hemos generado varios miles de desempleados, con un coste multimillonario en indemnizaciones por despido y muchas, demasiadas

empresas, descapitalizadas ó incluso arruinadas, entre otras causas, por el coste de los despidos realizados. Incluso hoy vemos empresas que, aunque no se excedieron en dimensión industrial ni en plantilla y practicaron una política de inversiones prudente, incluso de nulo endeudamiento, ante una caída de la demanda tan brutal no logran alcanzar el volumen necesario de producción para ir cubriendo, ni de lejos, sus costos fijos, lo que conlleva enormes pérdidas que difícilmente se podrán soportar durante mucho más tiempo.

¿Y ahora qué hacemos? ¿Qué va a pasar? La economía española está muy débil, prácticamente estancada. Iniciar una senda de crecimiento que sea capaz de generar empleo en cantidades significativas sólo será posible cuando, entre otros, se vuelva a reactivar el mercado de la construcción, se recupere la confianza y se restablezca el crédito. Por supuesto nadie está pensando en volver a iniciar 900.000 viviendas al año. El mercado ha de estabilizarse en su tamaño lógico, en torno a las 300/350.000 viviendas anuales.

¿Qué hace falta para llegar ahí? Lo primero, vender la mayor parte de las viviendas que hay en stock, así como las que se han tenido que adjudicar las entidades financieras. La recuperación depende de que se normalice ese stock en cifras que permitan el progresivo reinicio de la actividad constructora hasta alcanzar cantidades razonables para nuestro país, del orden de 300/350.000 viviendas anuales. Y la velocidad de ésa normalización va a depender, muy principalmente, de que se ajusten los precios de la vivienda a la realidad económica en que vivimos, además de que se restablezca el crédito para financiar su compra. Si los precios no experimentan un reajuste a la baja, que en término medio y según la situación y características de los inmuebles,


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