Queridos hermanos y hermanas El Mes de María es una de las devociones que más arraigo tiene en nuestra Patria y expresa una realidad profunda, desde siempre presente en el pueblo chileno: su amor y devoción a la Madre de Dios. Unida a la Nación desde su inicio, la presencia de la Santísima Virgen ha sido el amparo y refugio de generaciones de compatriotas y a ella hemos recurrido en los tiempos de bonanza, en las dificultades, angustias y dolores. Ese fue el camino que nos mostraron los fundadores de nuestra nacionalidad. Pedro de Valdivia traía en su equipaje una imagen de la Madre de Dios, bajo la advocación del Perpetuo Socorro, que preside el altar mayor de la Iglesia de San Francisco de Santiago. Los Padres de la Patria, especialmente el Libertador Bernardo O´Higgins, los generales José Miguel Carrera y José de San Martín, la nombraron Reina y Patrona de Chile y Ella los acompañó en todas las campañas de la Independencia. Todos nosotros hemos recurrido tantas veces a Nuestra Señora y los tiempos que vivimos lo hacen más necesario que nunca. Ella es la omnipotencia suplicante, todo lo alcanza de su Hijo Jesús, y por ello este mes será un tiempo de intensa oración por la paz en Chile, por la fraternidad y concordia entre todos los chilenos, en nuestras familias y por el restablecimiento de un orden social que sea justo y equitativo, especialmente para los más pobres. Seguiremos este mes de manos del mensaje de la Virgen de Fátima, que está recorriendo todo Chile y llegará a nuestra diócesis el día lunes 2 de diciembre. Cada día meditaremos sus palabras, para culminar con la Consagración de todos nosotros a su Inmaculado Corazón, con el ofrecimiento de nuestra vida al servicio del Señor, pidiendo perdón por los pecados propios y ajenos, procurando una buena confesión de los pecados y una comunión reparadora y adorando al Señor en la Sagrada Eucaristía.
+ Juan Ignacio González E. Obispo de San Bernardo