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Eternidad
Alondra Góngora García
Hoy es un día eterno, te quieres alejar de las preguntas que resonarán en tu cabeza sin encontrar respuesta, las que tu amigo preguntón hace, tu madre espera oír una razón para decirte “no te preocupes”, entonces llegas lo más rápido a tu casa después de decir un “hasta mañana”, luego un “ahorita bajo a comer” y te vas derecho a tu patio, el único lugar donde tu casa de solo dos cuartos te deja libre, poniendo todas tus fuerzas en suplicar que nadie salga a interrumpirte. Ves el cielo nublado y deseas que te salgan alas y poder volar invisible hacia fuera del mundo, sentirte sola en la tranquilidad. Unas cálidas patas se posan en tus piernas y unos bigotes en tu oreja te sobresaltan. Por primera vez produces una sonrisa sincera en el día, ver los ojitos curiosos de ese perro que hace unos años rescataste malnutrido y que hasta el día de hoy te agradece; un gatito que ya agarró confianza contigo después de seis meses de nacido ronronea a tu otro lado. Vuelves a mirar el cielo y deseas irte volando acompañada de tus dos cómplices. Quieres que este momento se detenga, te levantas rápido para acomodar el block casi destruido que cubre el hueco por donde hace unas semanas tu gata saltó a la calle para mostrarte que nada es eterno.
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