El Comité 1973, número 41. Literatura de China, Corea y Japón

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el comité 1973

Revista de difusión, crítica y creación literaria

Año 87 / número 41 40

A S I A


EL COMITÉ 1973, Núm. 41. Asia Revista de difusión, crítica y creación literaria. Correo electrónico: elcomite1973@gmail.com http://issuu.com/revistaelcomite1973 https://www.facebook.com/revistaelcomite1973 https://twitter.com/ElComite1973

El Comité 1973

el comité 1973

Revista de difusión, crítica y creación literaria

Año 7 / número 40

A S I A Portada y contraportada Jovany Cruz Publicación Bimestral Enero - Febrero Año 8 | Número 41 | 2020

Director Meneses Monroy Editor Erasmo W. Neumann Diseño gráfico Jovany Cruz

Consejo editorial

Agustín Cadena Guadalupe Flores Liera Asmara Gay Claudia Hernández de Valle Arizpe Daniel Olivares Viniegra Juan Antonio Rosado Zacarías Eduardo Torre Cantalapiedra

Comité colaborador de este número

Enrique Angulo Maki España Eder Elber Fabián Pérez América Fermat Guadalupe Flores Liera Asmara Gay Claudia Hernández de Valle Arizpe Ro Jiménez José N. Méndez Consejera en artes visuales Meneses Monroy Elsa Madrigal Fabián Oldoni Daniel Olivares Viniegra Plácido Romero Fernanda Saavedra Esther Vigil Erasmo W. Newmann Publicación incluida en el catálogo de revistas electrónicas de arte y cultura del conaculta http://sic.conaculta.gob.mx/ficha.php?table=revista_elec&table_id=136 La revista El Comité 1973, es una publicación realizada por el grupo literario El Comité. Todos los derechos reservados.


ÍNDICE

Editorial..................................................................................................................... 4 Asia en ocho palabras.................................................................................................... 6 Poesía En chino........................................................................................................................ 8 Claudia Hernández de Valle-Arizpe Relato Der Kaiser, er wacht auf................................................................................................ 9 Erasmo W. Neumann Ensayo La pasión por el cuerpo: una revisión al relato erótico japonés del siglo XX........................ 10 Eder Elber Fabián Pérez La despreciada belleza .................................................................................................. 16 Maki España Portafolio Fernanda Saavedra................................................................................................22 Poesía Nota sobre el poema Alba de otra jornada de Guadalupe Flores Liera............................... 42 Meneses Monroy Alba de otra jornada..................................................................................................... 43 Guadalupe Flores Liera


Editorial 4


E

l hombre occidental siempre ha mirado al oriente con fascinación; en el pasado, sus milenarias civilizaciones cautivaron lo mismo a conquistadores del Mediterráneo que a exploradores ávidos de aventura, mientras que en el presente las diversas manifestaciones de la cultura asiática despiertan el interés de millones de personas a lo largo y ancho del globo. Ya sea a través de las series animadas, las historietas, la música, el maquillaje, la tecnología, los automóviles, el humor, los juguetes o las telenovelas, Asia tiene un pie plantado en América y Europa. La literatura, claro, no es la excepción, y en esta ocasión es turno de El Comité admirar, a través de las plumas de sus autores, la poesía y la narrativa provenientes de China, Corea y Japón. El lector asiduo sabrá que el presente ejemplar es el más reciente en una serie dedicada a las letras del mundo, y sin duda evocará los números en donde exploramos las literaturas de Alemania y Norteamérica (2019). Instamos a los recién llegados a consultarlos en nuestro pequeño rincón del ciberespacio. Siempre estamos encantados de recibirlos.

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A S I A en O C H O palabras

#8GRAMAS es una dinámica de literatura breve fundada por la revista electrónica Pillaje Cibernético en enero de 2018. Mediante narraciones, poemas, aforismos, greguerías, haikús y pensamientos de ocho palabras exactas, los participantes exploran un tema distinto en cada edición. El Comité 1973 se enorgullece de compartir en el presente número algunos textos de la más reciente entrega, dedicada por igual al continente asiático. La colección completa está disponible en www.pillajecibernetico.com.

Quise como el hajin colorear la roja tuna.

América Femat

Una rama cae entre los pinos de Asia.

Asmara Gay

Enfermedad, vejez, muerte. “¡Basta!”, dijo el príncipe Gautama.

Enrique Angulo

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Siempre que se emborrachaba, Alejandro conquistaba toda Asia.

La impenetrable muralla china es el idioma chino.

Esther Vigil

Plácido Romero

Asian boy, life is a work in progress.

El mar, muerto. La montaña, cerca del cielo.

Meneses Monroy

Fabián Oldoni

“Me love you long time”, me dijo. Mentía.

Llovió tarde sobre la cabeza de Teru-Teru.

Erasmo W. Newmann

Corazón; única diferencia del tigre y el dragón.

Ro Jiménez

Miss… Desde su confusión, Confucio celebra tu belleza.

Daniel Olivares Viniegra

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José N. Méndez


En chino Claudia Hernández de Valle-Arizpe

Cada balbuceo, cada rabia, cada gesto desemboca, imbécil, en silencios. El miedo a una pulmonía en un país lejano se reproduce tanto como la mudez de las palabras. En chino sólo hay minúsculas. O sólo mayúsculas. No hay género. No hay singular ni plural. No hay casos. (Parecería fácil hablarlo y que rodaran sus voces como dulces naranjas). Pero al despertar a la realidad de su vibración ajena, relinchan en sus praderas, sus montañas, su vasta geografía, vocablos que suben y bajan los picos y las líneas de sus cuatro tonos. Un préstamo es siempre ajeno. 8


Der Kaiser, er wacht auf Erasmo W. Neumann

El emperador despertó envuelto en una densa niebla, obnubilado pero cierto de que ya no se encontraba entre los pilares del palacio. Se apartó el sopor de los ojos con una mano y al tiempo la blancura cedió, lenta, para revelarlo en una arboleda a las faldas de una colina. Apenas pudo preguntarse qué lugar era aquél antes de que lo asaltara un sentimiento funesto. Miró cuesta arriba, inquieto, para descubrirse acechado por los señores de los seis reinos sometidos. Ahí estaban por igual Jing Ke y Gao Jianli, así como el traidor Lao Ai. En el cielo, por encima de ellos, se retorcían dragones de fauces llameantes, y una horda de demonios armados para la batalla se esparcía por la ladera. Entonces le volvieron los recuerdos: Shanghái. El meteoro.

La profecía. El elixir… Con una sonrisa cayó en la cuenta de que la tarde anterior, tendido en su lecho, no se entregó a un sueño ordinario, y aunque sus adversarios ya descendían coléricos, resueltos a destruirlo, él apenas se inmutó, pues detrás suyo se disipaba la neblina entre los hombros de miles de soldados de arcilla. Mucho cuestionó la corte su decisión de construirse una guardia que lo acompañara al más allá, mas al final no erró: sus enemigos lo recibían con guerra y él estaba preparado. Sereno, el Hijo del Cielo tomó asiento a la sombra de un tilo y, a su orden, las figuras marcharon, sus picas, flechas y sables sedientos de sangre. En vida venció; lo haría también en la eternidad.

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La pasión por el cuerpo: una revisión al relato erótico japonés del siglo xx Eder Elber Fabián Pérez

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on el fin de la era Meiji se inicia una edad trágica para el Japón. El ascenso al trono del emperador Hirohito cambió de manera total la estabilidad que había conseguido años atrás el emperador Mutsuhito. Con el poder en sus manos, el emperador Hirohito favoreció al ejército controlando instituciones de gran importancia, logrando establecer una política imperialista. Durante este lapso, y antes de la misma consolidación del emperador, se tienen antecedentes claros de que los intelectuales japoneses se veían amenazados por la censura que ejercía el gobierno. Desde 1910 hasta 1940 se vivió una época marcada por la violencia y la represión. ¿Cómo fue que escritores de la talla de Akutagawa, Tanizaki, Kawabata o Mishina pudieron evitar la censura (sin mencionar que no recibieron castigo alguno) escribiendo de temas polémicos como el erotismo? Según la opinión de la maestra Atsuko Tanabe: la literatura erótica en el Japón “nunca dejó de ser tema literario, no lo fue de manera ‘oficial’, por lo que casi siempre tuvo que ser cultivado en los márgenes más o menos ‘clandestinos’ de la literatura”. La profesora añade: “La exuberancia de la literatura erótica japonesa empezó en la época de los 70…”. Se tiene conocimiento

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de que existió un antecedente con los escritores antes mencionados. Ellos abordaron el erotismo desde distintas perspectivas, mostrando que la sexualidad se puede vivir de distintas formas, donde el placer, el cuerpo, la piel y demás elementos constituyen la nueva narrativa erótica japonesa. Uno de los primeros en abordar el tema del erotismo fue el escritor oriundo de Kyobashi, Tokio: Ryunosuke Akutagawa. Para el escritor la vida “no valía más que una línea de Baudelaire”. El profesor Kazuya Sakai define a Ryunosuke Akutagawa como “el autor más ecléctico, controvertido y sorprendente del siglo XX japonés” su labor literaria abarca distintos campos como el cuento, la novela, el ensayo, la crítica literaria y la poesía. El estilo de Akutagawa es fino, inteligente y sobretodo de una “vaga inquietud”, mismo sentimiento que lo llevaría a terminar con su vida la madrugada del 24 de julio de 1927. Con una técnica precisa en las descripciones y los análisis psicológicos de los personajes, las narraciones de Akutagawa hacen que sus predecesores lo denominen “el padre del cuento japonés” y que Jorge Luis Borges, admirador de su obra, declarara “La extravagancia y el horror están en sus páginas, pero no en el estilo, que

siempre es límpido”. En 1915 publicó Rashomon y en 1916 La nariz; un año después saldrían a la luz sus dos primeros libros de cuentos. Ya en 1922 publicaría En el bosque. El cineasta Akira Kurosawa se basaría en este cuento y en Rashomon para realizar la película del mismo título. El erotismo que nos presenta Akutagawa se mezcla con el deseo de los personajes. Algunas veces nos enteramos de propia mano lo que piensan o lo que desean hacer, pero en otros casos sólo quedan aludidas las ambiciones de estos por el cuerpo de sus compañeros. En “Kesa y Morito”, cuento publicado en 1919, por medio de los monólogos tanto de Morito como de Kesa notamos el deseo de cada personaje. Por un lado tenemos a Morito; el deseo que éste siente por Kesa se encuentra basado tanto por perder su virginidad como por tomar el cuerpo de la mujer. Para Morito, el deseo se encuentra unido “al deseo carnal sentimentalmente embellecido”. Después de tres años se vuelven a encontrar por casualidad. Morito se vale de artimañas para poseerla “Finalmente tuve éxito, y no sólo logré la entrevista sino que también pude poseer su cuerpo, tal como lo había soñado”. En la segunda parte del relato nos enteramos de que Kesa también siente deseo, pero no por el cuer-

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po de su amante, sino por asesinar a su esposo. Kesa utiliza su cuerpo como un poderoso medio para controlar a ambos. En otro cuento titulado “La virginidad de Otomi” nos adentramos a un erotismo más delicado. Otomi es una jovencita que sirve a una señora de poder. Ella busca a una gata, la cual se esconde de la lluvia en una cabaña. Minutos antes, la cabaña es ocupada por un pordiosero de nombre Shinko. El hombre decide que será mejor acabar con el animal para terminar con su sufrimiento debido a la batalla que se desatara el día siguiente, y para esto saca de su bolsillo un revolver. Justo en el instante que se decide a dispararle aparece Otomi. Después de charlar con la jovencita, éste sucumbe ante la atracción que deriva de ella. “De toda su figura emanaba un real y fresco encanto, y sus facciones eran muy atractivas”. Enseguida Shinko comienza a acosar a Otomi. La mirada del hombre se posa en el cuerpo de la chica. “La túnica húmeda se le pegaba al cuerpo. Shinko, que no le quitaba el ojo, siguió hablando con una sonrisa disimulada entre los labios”. La tensión es latente. Como lectores nos preguntamos qué sucederá a continuación; ¿Shinko terminará por tomarla y deshonrarla? O bien, ¿Shinko acabará por matarla para satisfacer sus oscuros deseos? Lo que sucede a continuación es inesperado: después de una pequeña pelea entre éstos, Shinko ve la oportunidad exacta para amenazar a Otomi con la vida de la gata. La jovencita no tiene otra opción que seguir las órdenes del vagabundo, quien la obliga a entrar en un salón de la cabaña. Otomi no opone resistencia y muestra una docilidad

que intriga al hombre. Otomi comienza a desnudarse. “Shinko… se quedó atento al rumor que le llegaba del salón, sin duda rumor de prendas, roce de telas, como si la mujer estuviese quitándose la faja y después la túnica. Después, ella se tendería sobre la alfombra… Shinko puso los pies en el recinto oscuro y sus ojos advirtieron pronto a la joven que estaba tumbada justo en el centro de la sala, tapándose con los brazos los ojos. Al verla, Shinko se estremeció como poseído de un arrepentimiento súbito”. Las descripciones son minuciosas y sublimes, ante todo elaboradas para preservar la tensión, y el erotismo que desbordan las mismas es de una calidad extraordinaria. Sin caer en vulgaridades, Akutagawa nos brinda un entorno en el que la naturaleza y el cuerpo desnudo de Otomi se fusionan, provocando el oscuro deseo de Shinko. Recordando las palabras de Bataille: “Una joven hermosa desnuda es a veces la imagen del erotismo”. Akutagawa se vale de esto para desarrollar una trama que gira en torno al deseo del hombre por tomar el cuerpo de Otomi. Por último, tenemos el relato breve llamado “Un cuerpo de mujer”, en donde, al puro estilo kafkiano1, un hombre llamado Yang mira como una pulga recorre el borde de su cama. Ésta se encuentra por llegar al hombro de su mujer. Él se detiene a contemplarla y, después de un extraño trance, su alma se ha transferido al cuerpo del insecto. Convertido en la pulga vaga por una montaña magnifica y poderosa, deseando alcanzar la cima. Sólo cuando logra su cometi1 Los interesados en este estilo de narraciones pueden leer Capullo rojo del escritor Koko Abe.

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do, se da cuenta que yace en el pecho de su mujer. Desde ese punto alcanza a vislumbrar todo el cuerpo de la dama y queda cautivado. La desnudez revela la belleza posible y el encanto individual, el cuerpo se vuelve el objeto del deseo, y sólo cuando el insecto alcanza la cumbre descubre que cada parte del cuerpo es un territorio inexplorado que debe ser descubierto con delicadeza y sin premura. Al hablar de erotismo en la literatura japonesa no podemos dejar de mencionar al escritor que hizo de este elemento parte fundamental de sus historias. Me refiero a Jun´Ichiro Tanizaki. Nació en Tokio en 1886. Su padre era dueño de una imprenta. Algunos investigadores indican que el debut de Tanizaki como escritor data de 1908, para otros fue después de ingresar a la universidad y publicar varios artículos en 1909. Lo cierto es que, después de la publicación de su cuento “El tatuaje” en 1910, recibió elogios y reconocimiento por los grandes maestros de la narrativa japonesa como Mori Ogai y Bin Konno, además del escritor Nagai Kafu. Colabora en la revista Literatura de Mita, rechazando la corriente naturalista del grupo Shirakaba. Su obra se basa en una perpetua confrontación entre lo tradicional y lo moderno. En la mayoría de sus narraciones, Tanizaki nos presentara a mujeres hermosas quienes, conforme avance la acción, perderán su timidez y se desen-

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volverán de forma seductora, atrayendo las miradas de hombres, que terminarán por caer rendidos ante ellas. Este escritor japonés exploró el deseo como nadie lo había hecho en aquel entonces. En la narración “El tatuaje” encontramos la historia de un sádico tatuador quien goza de forma desmedida con el dolor de sus clientes. Sikichi siempre ha deseado fabricar “una obra maestra sobre la piel de una mujer hermosa”. Antes que una cara hermosa y un cuerpo de igual talle, Seikichi infiere que esta mujer debe sobresalir tanto por tales dotes como por su carácter indomable. Después de un tiempo Seikichi se encuentra con un pie “blanco como la leche… una delicia, dedos exquisitamente cincelados, uñas como conchas iridiscentes de la costa de Enoshina, un talón de redondez de perla, una piel tan lustrosa que parecía bañada en las límpidas aguas de un manantial montañoso.” Las descripciones que realiza Jun´Ichiro son poéticas. Ante todo, Tanizaki sucumbe ante la belleza desbordante de las mujeres. Como bien lo ha indicado el profesor Donald Keene: “La característica dominante en las obras de Tanizaki es su profundo culto de la belleza femenina. Sus páginas están llenas de hermosos retratos de mujeres…”. En la narración nos enteramos de que esta dama no sobrepasa la edad de 15 o 16 años. A la par, descubrimos que posee una gran hermosura, sin embargo, lo que llama de forma poderosa nuestra atención es la fascinación del tatuador por sus pies. Éste será un elemento frecuente en la obra de Tanizaki: la obsesión por los pies. Además de este elemento, encontramos el masoquismo como eje central en otros relatos. Ejemplo de esto es “El caso Crippen a la japonesa”. Desde el comienzo se nos define qué es un masoquista: “son obviamente individuos que sienten placer al recibir maltrato de una persona de otro sexo”. Con esta introducción nos presenta un mundo en donde el amor, el suspenso y la sexualidad hilvanarán un relato lleno de misterio. Es posible que Tanizaki hubiera leído la novela La Venus de las pieles de Sacher-Masoch, en donde Wanda humilla en distintas ocasiones a su amado Severin; sin embargo, la novela de Masoch palidece ante la narración del japonés, pues en ésta Tanizaki toma un asunto de la vida real (el atroz crimen del doctor Hawley Harvey Crippen) y acaba convirtiéndolo en una versión japonesa del suceso. Aquí

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hallamos a un hombre con tendencias masoquistas llamado Yujiro Oguri, quien es lastimado en varias ocasiones por su mujer, la dominatriz de la relación. Todo transcurre de manera “común” en la vida de estos personajes hasta que un día un vecino escucha un grito. Éste lo ignora pues, según cree, los esposos practican su rutina de amor-odio, sin embargo, un hombre que también escuchó el grito desgarrador decide internarse a la casa para descubrir el cuerpo lacerado de Oguri. Pero esto no es lo que asombra al hombre, sino el cadáver de la esposa de Yujiro. Si admiramos la tensión en los relatos de Akutagawa, en Tanizaki el giro en el argumento se vuelve espectacular; es un cambio inesperado que modifica por completo la narración. En “El caso Crippen a la japonesa”, el relato erótico pasa a convertirse en una narración con tintes policiacos donde hay que resolver el crimen. La narración nos menciona los atuendos de la mujer, los castigos infligidos al hombre y demás cuestiones masoquistas. El profesor Donald Keene señala al respecto: “Las heroínas de Saikaku, como las de Tanizaki , dejan exhaustas a sus parejas con sus excesivas demandas de satisfacción sexual… tales muestras de crueldad sólo sirven para inflamar más a los hombres, pues la crueldad de una bella mujer puede destruir el cuerpo de un hombre, pero no su pasión”. Para Tanizaki el erotismo es una mezcla de dolor y de placer, una forma más de las múltiples expresiones del erotismo en la literatura.

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La

despreciada BELLEZA

Maki España

C

uando tenía ocho años adquirí el hábito —o vicio, quizá— de comprar los domingos una revista llamada Clásicos Ilustrados. Como el nombre indicaba, se trataba de una serie de cuentos universalmente conocidos, acompañados con dibujos que hacían más atractiva la lectura para el público infantil, que obviamente era el objetivo. Ahí leí “Caperucita roja”, “El patito feo”, “Cenicienta” y “Pulgarcito”, entre muchos más. Cada semana salía una historia nueva, pero para comprarla tenía que esperar a que mis padres me dieran dinero, el cual podía variar dado que, por sus oficios, sus ingresos eran irregulares. No tener la seguridad adquisitiva para conseguir mis cuentos cada semana me hizo pensar en la pobreza y despreciarla con todas mis fuer-

zas. B., la protagonista del capítulo “El tiempo y la vida”, parte de la novela La belleza me desprecia, de Eun Heekyung, es atormentada por el cobrador de sus libros infantiles sacados en abonos, pero le angustia más la idea de que su madre no tenga para pagarlos. Supe exactamente cómo se sentía B. al recordar las ocasiones en que no alcanzaba para la revista, pero como nada es completamente negro, otros domingos inclusive podía comprar frituras, refrescos y golosinas. No había un placer más grande que leer los clásicos ilustrados mientras comía.

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Para este momento hemos caído en el centro de una trama hexagonal tejida con el mismo hilo que nos ata —y ahora nos atrapa— en este telar de historias que nos llevan al centro de la novela misma, en donde esperamos con expectación y resignación ser devorados por la araña más temible: la condición humana.

La despreciada belleza Eun Heekyung abre la puerta a mis recuerdos infantiles con su novela La belleza me desprecia, compuesta por seis capítulos estructurados como historias individuales, con un personaje principal distinto en cada una de ellas pero que conforman una sola unidad narrativa. Las digresiones en la novela son ejecutadas de forma precisa y, en una comparación atrevida, podría hablarse de un viaje astral; mostrar un panorama que no se podría ver sin salir por un momento de ti mismo; que el lector salga de sí mismo, de las letras mismas. Pero así como afirman los creyentes en los viajes astrales que permaneces atado a tu cuerpo con un hilo de plata que te permite regresar, Eun nos ata con un delicado hilo para que volvamos al mundo que creó para nosotros. Podemos apreciar de reojo, como en una fotografía, a los personajes consonánticos (los refiero así porque no sabemos sus nombres, sólo sus iniciales) que saltan de un capítulo a otro como si fuesen trapecistas y conforman el universo particular de Heekyung. Mientras avanzamos la lectura nos damos cuenta de que P., del capítulo antepasado, reaparece en un nuevo fragmento, pero se lo nota diferente; tal vez ha envejecido o ganado algo de peso, por eso no lo reconocimos a primera vista, pero mientras más nos cuenta sobre lo que hace y le sucede, más nos damos cuenta de que es el P. de siempre, que no cambia y nunca cambiará. Lo mismo pasa con K., J. y M.

La belleza y el desprecio Es fundamental definir dos conceptos clave que dan sentido al libro: la belleza y el desprecio. Ambos son opuestos, y en el texto chocan para dar un sentido único. Desde tiempos de los griegos, la belleza está relacionada con el ente, y éste poseía propiedades que le otorgaban esa cualidad. Si retomamos una de las definiciones de la belleza ideal según la filosofía platónica, la belleza prototípica es una continua búsqueda de ciertas formas de la realidad. Para Santo Tomás, en cambio, “se requieren tres condiciones. Primero: la integridad o perfección, pues lo disminuido es por ello feo. Segundo: la debida proporción o consonancia. Por último, la claridad, y así lo que tiene un color nítido se le llama bello”.1 Sobre esta definición podemos encontrar mayores elementos que ayudan a dibujar con mayor claridad los elementos que encontramos en la narrativa de Heekyung. “Lo que no se desea ni se odia se dice que se desprecia, y el desprecio es una especie de inmovilidad del corazón, retraerse a sufrir la acción de determinadas cosas”2, por lo que la tesis general sobre la que versa el libro es la deses-

1 Santo Tomás, Summa Theologiae, I, p. 39, a. 8, in c. http://institucional.us.es/revistas/themata/09/13%20forment.pdf 2 Casado, Cristina, “Un breve recorrido por las concepción de las emociones en la filosofía occidental”, A parte rei. Revista de Filosofía, número 47, septiembre 2006, p. 5.

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timación de la belleza, pero por esta parálisis en la que los personajes se encuentran por momentos. ¿Por qué la Venus desprecia al niño obeso? Porque de entrada es un objeto inamovible, como metáfora del padre. Claro, el lector se puede dar cuenta de esto al leer sólo el título, pero no es con esa simpleza que la autora desea remarcar esta apreciación; los personajes son quienes testifican los actos que en suma dan vida a todo este muestrario de despreciados. En el capítulo que da título al libro, el personaje principal lucha contra un sobrepeso que, considera, es la maldición por la que su padre no lo quiere. Siempre había sido un niño regordete que parecía tener continuamente una mezcla de disgusto y fastidio. Pero yo solo tenía vergüenza. Después de cada encuentro con mi padre, regresaba triste a casa, con la impresión de que él no se sentía a gusto conmigo. Tal vez lo que más le molestara fuera el tener un hijo gordo. 3

Si retomamos la primera condición del concepto de belleza de Santo Tomás sabremos que, en efecto, este hombre está disminuido y por ello es feo. La belleza lo desprecia y peor aún, también su propio padre, ante lo cual nada puede hacer. *** Pero la belleza es algo que en tiempos posmodernos puede llegar a desbancar las teorías estéticas más canónicas, al volverse enteramente subjetiva. La proporción, otra de las condiciones que Santo Tomás enunciaba, se ven desdibujadas en el capítulo “El elogio a la sospecha”; dos personas de idénticas proporciones son totalmente diferentes. —Tenemos el mismo ADN. Estamos destinados a transmitir el mismo ADN a nuestros hijos. Cuando estamos durmiendo en pijamas, ni nuestros padres pueden diferenciarnos. (…) Aunque hemos nacido de un mismo óvulo, mi hermano y yo somos realmente diferentes. Una vez, mis padres dijeron que parecíamos un ángel y un demonio con el mismo rostro.4

La belleza que aparentemente poseen los gemelos, a quien conoce por separado la protagonista, Eugene, queda en último plano, pues pesa más

3 Heekuyng, Eun, La Belleza me desprecia, Bonobos, México, 2016, p.10 4 ibíd., p. 46

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la impresión inicial que tuvo de uno solo de ellos, con el cual podría haber entablado una relación más allá de la mera casualidad, pero al saber que existen dos, y que uno de ellos es desagradable para ella, opta por despreciar a ambos. ***

Me encontraba tranquilo, sobre todo porque ninguna persona en este mundo estaría pensando en mí en ese momento.5

En “El descubrimiento de la soledad”, el desprecio y la belleza forman una mancuerna perfecta. La narrativa de la autora juega con el tiempo y espacio alrededor de un hombre solitario que está aparentemente conforme con su soledad, la cual de pronto se trastorna y, en ese trastorno, sucede una vorágine de acontecimientos en una posada, en un bar y en un café. Todos estos lugares parecen estar superpuestos en el tiempo, de modo que el hombre, en realidad, nunca estuvo solo aunque siempre fue despreciado. *** Las fantasías infantiles pueden considerarse uno de los grandes tesoros del ser humano. ¿Quién no recuerda haberse creído un marinero en altamar que peleaba con furiosos piratas? ¿O una heroína que salva a su familia de una inminente tragedia gracias a un súper poder que nadie sabe que posee? Pero estas fantasías, por alguna extraña razón, casi siempre son menospreciadas por los adultos. Ellos están más ocupados en un mundo que por lo regular desprecia la belleza imaginativa de los niños. Y es peor aun cuando también tus coetaneos, te desprecian; no eres más que una silueta gris ante su mirada, tal como B. lo vive en “El tiempo y la vida”. 19


su apariencia; a veces es un hombre arisco; a veces es un oso que gusta de beber cerveza.

Los niños siempre tienen interés por los nuevos estudiantes. Pero en el caso de B., continuamente perdida en sus propios pensamientos, nada tenía que pudiera llamar la atención de sus compañeras. Una o dos semanas después del inicio de clases, B. ya pasaba nuevamente desapercibida, igual que en su pueblo natal. Las compañeras se reunían en pequeños grupos para tomar el autobús de la escuela, pero B. aún estaba sola.6

Cuando pasé cerca de un grupo de amigos sentados en una mesa frente a una tienda de conveniencia, me dije a mí mismo; “Vaya, en una noche de otoño, yo camino solo por una calle vacía mientras mis amigos duermen. En una noche como esta, bajo las estrellas y con un viento fresco, me gustaría tomar una cerveza con el oso.7

*** M. es catalogado con una personalidad 9, y al parecer los 9 son aburridos, tanto que sus amigos buscan la forma de mandarlos lejos, a las montañas rocosas de Canadá, por ejemplo. Ahí se da cuenta de que se puede tener adicción a muchas cosas, pero pocas veces se ha escuchado de un hombre que sea adicto a los mapas, pero no es una cosa mundana, sino que el mapa que mira constantemente ese hombre de grandes proporciones cambia constantemente igual que

¿Acaso será la naturaleza una de las pocas cosas que no nos desprecian? *** El último apaga la luz El capítulo final, “La estrella azul de Yuri Gagarin”, es el culmen del desprecio, porque todo parece aburrido. Hasta la vida misma se ha convertido en una rutina de respirar, dormir, trabajar y comer. Se ha hecho todo lo que se tenía que ha-

5 ibíd., p. 71 6 Heekuyng, Eun, La Belleza me desprecia, Bonobos, México, 2016, p. 105 7 ibíd., p. 157

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cer; se ha llegado a donde se tenía que llegar. ¿A dónde moverse? Ya no son jóvenes nuestros protagonistas; aquí se recopilan los pequeños indicios y finales de los otros personajes que hemos visto desfilar a lo largo de esta novela, en su época de universitarios, evocando sus infancias, soledades y desaciertos. Nada puede sorprenderlos. Tú y yo, cosmonautas solitarios del espacio. Desde nuestro punto de retorno, River Seine. Adiós, juventud mía. Oh, estrella azul de Yuri Gagarin.8

Al final todos somos cosmonautas esperando eyectar de la nave para caer a la Tierra; queremos ser héroes y no rostros olvidados, despreciados por quedarse levitando en algún lugar del oscuro espacio; queremos abrir los ojos en nuestra habitación sin el tedio de la letal rutina y recordar aquella carta romántica que escribimos hace años; queremos acudir a la cita programada con el amor de nuestra vida, porque nada hay más despreciable que despreciar el amor, que es la más grande belleza. BIBLIOGRAFÍA Casado, Cristina, “Un breve recorrido por las concepción de las emociones en la filosofía occidental”, A parte rei. Revista de Filosofía, número 47, septiembre 2006. Heekuyng, Eun, La Belleza me desprecia, Bonobos, México, 2016. Santo Tomás, Summa Theologiae, I, p. 39, a. 8, in c.

8 Heekuyng, Eun, La Belleza me desprecia, Bonobos, México, 2016, p. 180

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PORTAFOLIO Fernanda Saavedra

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Fernanda Saavedra (Ciudad de México, 12 de abril de 1987). Ac¬tualmente, se encuentra finalizando la maestría en Artes Visuales, con orientación en Dibujo, en la Universidad Nacional Autónoma de México.

San Sebastián en el estado de Chihuahua. Ha participado en diversas exposiciones colectivas. En febrero del mismo año, participó como ponente en el conversatorio “La pertinencia del dibujo en el arte contemporáneo”, en el marco de la exposición Dibujo, lenguaje abierto en la Antigua Academia de San Carlos, UNAM, Ciudad de México.

Realizó sus estudios de licenciatura en Artes Plásticas y Visuales en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado ‘La Esmeralda’; y de la licenciatura en Lingüística en la Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa.

Asimismo, parte de su práctica artística y profesional se ha desarrollado entorno a la relación de las artes visuales, el lenguaje y el ámbito editorial, como la revista electrónica ‘Diáspora. Revista de arte y lenguaje’, que dirigió de 2013 a 2015.

En febrero de 2019 realizó una residencia en la Ceiba Grá¬fica, con motivo de su investigación de posgrado. En noviembre de 2018 se publicó su ensayo ‘Sentir, escribir y dibujar’ en la colección Asuntos del Arte, editada por Ediciones Manivela. En este texto aborda la contemplación de la naturaleza en relación con la poesía haiku y el dibujo, dos medios que investiga desde hace tiempo y que sigue abordando actualmente. En dicho mes, asimismo, participó en la exposición ‘Línea Múltiple’ llevada a cabo en la Unidad de Posgrado de la UNAM, y posteriormente en el Museo

Algunas de sus obras son parte de la galería Artífice Gallery, plataforma digital y con sede en Ciudad de México. http://issuu.com/diasporarevista https://www.artifice.gallery/artist/fernanda-saavedra/

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Por Víctor Uribe En una época que utiliza la imagen para seducir y abrumar al observador, el trabajo de Fernanda Saavedra apuesta por la sutileza. Su obra es un territorio de sugerencias, de instantes inasibles y de formas caprichosas que no terminan de revelarse. Podría decirse que sus fotografías, acuarelas y dibujos son huellas que la artista va dejando por el camino de su introspección. Son testimonios de una búsqueda contemplativa, más que reflexiva, asociada al tiempo y a la naturaleza. Una búsqueda a la vez visual e íntima. En la sencillez de varias de sus imágenes, la creadora se acerca a las tradiciones plásticas de otras latitudes, como la técnica sumi-e de pintura y la caligrafía oriental, en las cuales la espontaneidad en el trazo refleja la esencia de los objetos, más que su apariencia. Quizá por ello la economía de líneas y colores tiene igual relevancia que los espacios vacíos en varias de sus composiciones. La destreza plástica es importante, pero lo fundamental es el contacto con lo que se representa, sean las sombras que se espesan al atardecer, un paisaje montañoso oculto tras la neblina o los reflejos que se desdibujan en el agua. La imagen es un sitio de encuentro entre el exterior y la vastedad interior de la artista. Algo queda claro: el trabajo de Fernanda Saavedra se mueve por zonas imprecisas con la intención de evitar las trampas del pensamiento y la palabra común. Cuando el lenguaje no libera y la imagen falsea la realidad, el resultado son las opiniones y prejuicios que empañan y distorsionan nuestro vínculo con el mundo. La artista, en cambio, constantemente ronda los márgenes del silencio, donde la poesía germina y el tiempo se despoja de las categorías de pasado y futuro. Su obra es una continua exploración del presente porque ahí ocurren las verdaderas revelaciones. Es cierto que el momento es fugaz, pero ¿qué fenómeno del universo no lo es? Al asomarse al trabajo de la artista se intuye que, tal vez, la clave para despertar a la inmensidad del instante comienza por reconocer nuestra propia temporalidad, por aceptar nuestra impermanencia. Su obra es una invitación a contemplar en quietud y silencio la vida que se nos escapa.

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Promesa El libro objeto Promesa toma algunas características básicas de los libros tibetanos pothi, cuyo formato está estructurado con hojas rectangulares, unas sobre otras, que pueden o no estar cosidas y que son cubiertas, generalmente, por tapas de madera. Aunque los textos de estos libros abarcan distintos ámbitos y temas, como poesía o historia, principal y fundamentalmente es lo sagrado su fuente de existencia. Esta pieza, de naturaleza intuitiva, es un gesto que abraza lo sagrado y lo poético, sin distinción: las hojas caen y palidecen, su permanencia silenciosa y breve es un constante recuerdo y promesa del aliento de la vida y de la muerte.

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Libro objeto Promesa Frottage de pĂŠtalos de buganvilia sobre papel nepalĂŠs; caja de caoba pintada, tallada, con imitaciĂłn de hoja de oro y con seda, por dentro. 18.2 x 28 cm 2018

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Libro objeto Promesa (Detalle) Frottage de pĂŠtalos de buganvilia sobre papel nepalĂŠs; caja de caoba pintada, tallada, con imitaciĂłn de hoja de oro y con seda, por dentro. 18.2 x 28 cm 2018

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Flores de té Acuarela y té sobre papel 17.2 x 20.5 cm 2017

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Cáscara de nuez Acuarela y té sobre papel 35 x 22 cm 2019

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Humedales entre la niebla Lรกpiz sobre papel de algodรณn y papel albanene 70 x 100 cm. 2017

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Serie Dibujos de agua Tinta sobre papel japonĂŠs 24.5x 13.5 cm 2017

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Serie Dibujos de agua Tinta sobre papel japonĂŠs 24.5x 13.5 cm 2017

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Serie Dibujos de agua Tinta sobre papel japonĂŠs 24.5x 13.5 cm 2017

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Serie Dibujos de agua Tinta sobre papel japonĂŠs 24.5x 13.5 cm 2017

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Serie Dibujos de agua Tinta sobre papel japonĂŠs 24.5x 13.5 cm 2017

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Atmósferas polares es un proyecto que se originó más allá de las entrañas, trata de una vastedad interna pero externa a la vez. De un movimiento fuerte e intenso y al mismo tiempo sutil y etéreo, como el movimiento del mar, como los paisajes fríos de los polos de la tierra, silenciosos y no, pues fueron un grito y un respiro.

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Atmรณsfera polar Pastel sobre papel 35 x 49.5 cm 2013

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Atmรณsfera polar III Pastel sobre papel 35 x 49.5 cm 2013

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Atmรณsfera polar IV Pastel sobre papel 16.8 x 25 cm 2013

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Atmรณsfera polar V Pastel sobre papel 16.8 x 25 cm 2013

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Atmรณsfera polar X Pastel sobre papel 35 x 49.5 cm 2013-2017

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Nota sobre el poema Alba de otra jornada de Guadalupe Flores Liera Meneses Monroy

El poema fue escrito en la Ciudad de México en el mes de diciembre de 1981. Es decir, la autora tenía aproximadamente 20 años, e intuyo, la ilusión de crear un legado literario. Sin embargo, no hablamos de un poema adolescente sino por el contrario comentamos un poema maduro. Claro, dudo que la joven Flores Liera del “81” hubiera escrito el texto para guardarlo intacto hasta su impresión del año 2014. Mi hipótesis es que periódicamente revisaba el texto y lo iba puliendo, o quizá, cuando vio la posibilidad de publicarlo, le dio una revisión y corrección que hizo patente la experiencia del ejercicio de la escritura de Guadalupe Flores Liera por más de 30 años… Sea como fuere su elaboración, el lenguaje se muestra y se recrea en Alba de otra jornada de manera esplendida. Alba es uno de los poemas más ambiciosos y mejor logrados en idioma español, eso sí, no es un poema que en una primera lectura se aprecie en su totalidad por lo que exige re-lecturas para disfrutar mejor el contenido. Alba sigue la tradición literaria de poemas filosóficos como Primero sueño de Sor Juana y Muerte sin fin de José Gorostiza (Monroy, 2014). El poema Alba de otra jornada es parte del poemario del mismo nombre, publicado por Ediciones del Ermitaño en 2014. El Comité 1973, agradece a la autora el permitirnos la reproducción total de dicho poema para goce de los lectores de esta publicación.

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Alba de otra jornada

Guadalupe Flores Liera

La sombra de la luz no rasgó con sus uñas la ventana de este callado amanecer de hastío. Junto a los pies y al borde de la cama paseaba el despertar. Gris el silencio serpenteaba llevando entre los brazos girones de una noche recortada y empecinado en no mover los ojos se disolvía el sueño, conservando los labios entreabiertos, humedecidos por un llanto seco de tibio diluirse en las cortinas.

imágenes sin sombra de sentido y palabras pegadas con saliva a una lengua que empuja con torpeza alguna explicación y no encaja en las horas de este cuerpo que busca su lugar en mitad de este cuarto derruido. Es tiempo de mover las cuencas rotas y dejarlas hurgar entre los trozos de este cristal disperso que el silencio llenó de contenido y es hora de vestir entre las horas la vieja piel sin tacto rebuscante y sin visos de encontrar su mitad en la espalda del cangrejo, en plena regresión cuando todo parece detenido.

Pero ya surge el sol, surge otro día, para arrastrar con él tal como siempre

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Agónico girar insatisfecho se adelanta formando una campana y anuncia con sordez el parto de otro grito, redoblando el coraje pegado a la pared construída con mueca de burlarse, porque no viene nada a dividir sino a colarse como piel tatuada de un dolor estampado en abanico.

desde el cielo que forma campanario donde estalla cualquier repercusión, porque el deseo no alcanza, porque no alcanza el brazo a desplegarse y remontar el muro de tiniebla para rozar la luz. El día avanza a tientas, palpa el rostro del hombre y en su espalda busca desesperado las alas que perdió con tantas cosas en los siglos que lleva deambulando, porque lo ha visto solo, en la noche que cabe en dos esquinas, cuando no sopla ya ni por descuido no digamos la voz, sino siquiera el viento.

Hora gastada en incesante absurdo, tamaña dejadez de tanta vida enclaustrada en un cuerpo empecinado en seguir arrastrándose por siglos. Tiempo gimiente que se abarca solo y se agota y se llena y se repite colándose en un túnel de vacíos donde no cabe nunca explicación.

Pero conserva huesos cascarones y pico endurecido por las horas para horadar hasta partir en gajos el tronco donde quiere resguardarse.

Eterna medianoche sorprendida en momentos de aguda duermevela duplica en el espejo su larga pesadez. Puntos extremos de una línea larga torcida y fracturada ante sí misma, al formar por costumbre un círculo colmado de horas muertas. Y largo despertar de golpe extraño centrado con violencia sobre el vientre, mientras se puebla el mundo de fantasmas sin el parto posible de su sueño. Olvido refrenado, aferrado a los vientos que llegan a pedazos

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Ese es todo el sentido, porque de tierra a luna ya no hay dolor ni ausencia que lo espante.

Importuna tristeza lleva a pensar de nuevo en el trayecto, a evocar el vacío de su abrazo, pero el rostro se escapa de su esfera y persigue una forma inalcanzable que a su vez se le escapa y se transforma al fin en su contrario.

¡Y ahora se escapa el suelo, se convierte en arenas movedizas donde él sigue de pie, pisa relojes, tropieza con sus pasos, sumerge la cabeza entre recuerdos y respira, pero no encuentra nada, sólo oye agazapado atrás de las paredes, acechando ocultos laberintos con etéreas orejas diluídas en la noche del tiempo, donde todo escenario desvanece la pisada que logra traspasarlo!

Atrapada en mi espada y mi pared defiendo a lanza y sueño mis sentidos, mientras la lluvia ácida taladra con su gotear eterno, penetrante, que recubre con vidrios, la inmóvil superficie de mi mente, hasta arrastrarme a un horizonte vago donde no quiero entrar, para salir con trozos en los brazos al momento en que el cielo oscurecido miente en noche de abismo esa bóveda falsa donde rompen, sin lograr traspasarla, los sueños habitantes sus dos puños.

Si parpadea el ojo es a causa del llanto contenido al fondo de su espejo imaginario, donde trastrueca el sueño su recuerdo y deriva en espectro que en la noche se puebla de sentidos.

Horas de más, el cuerpo de sí mismo se desprende, aúlla solo a ese farol sin nadie y apunta a lo más alto en eterna promesa de lo que nadie busca y sigue por costumbre recordando, mientras vaga el silencio y termina el receso de la noche buscando como loca los pedazos. Pero esta luz descubre, ilumina los trozos no encontrados y el cuerpo mutilado se levanta,

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hasta agotar el llanto, con la única esperanza de encontrarlo al final confundido con la risa. Hay que romper el cuerpo en mil pedazos que se arrastren todos para salir del vientre de esta víbora cuyo veneno llega hasta la sangre. Hay que romper esta espiral perpetua concebida con el fin de marearnos; hay que darnos con toda nuestra vida, pero no el uno al otro, sino el uno de frente ante sí mismo, pese al llanto y las uñas, hasta rasgar la piel de latigazo, para ver si se escurre con la sangre el acíbar que inunda los sentidos y transforma en palestra el escenario.

siempre cayendo a medias, dando a medias el paso y muriendo a mitad las horas donde vuelve a ser el día casi una muerte a medias, donde ciega ese sol casi amarillo que presta palidez a lo que toca para hacer deslumbrar la vida en blanco, porque nadie comprenda ni descifre su voz y la siga escuchando siempre a medias.

Hay que arrancar la tierra prometida a esos brazos cruzados, impotentes de tanta omnipotencia, omniausentes de tanto imaginarse estar en todas partes, olvidando el crujiente territorio que solloza en mitad de nuestros brazos.

Hay que talar el tronco podredumbre de esta náusea de vida que sustenta una línea en el aire, concebida con dolor y quebranto.

Hay que borrar la parte del camino que dejamos atrás, porque no hay tiempo igual, sólo está condenado a repetirse de tanto que nos falla a cada rato, porque estamos saltándonos palabras, formando un corrompido diccionario,

Hay que romper el día comenzado con vinagre y ceniza y girar con violencia hasta enfrentarlo, arrostrándolo todo, hasta agotarnos,

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balbuceante en su fácil conjunción de espejismo con forma y contenido.

esa daga de voz; hasta romper esfera tras esfera, noche tras hora en incesante muerte que ha contagiado todo reduciéndolo a polvo; hasta que el cuerpo se consuma en grito que se remonte al fondo de sí mismo y conmueva a la tierra para que el viento logre crear al fin la noche sin tanto desperdicio de laureles.

Hay que romper esta pared de vidrio con carátula larga y manecillas, porque la vida quiere desdoblarse, aunque frente a sus trozos sumando el resultado siempre es una, aún desperdiciando la mitad y reduciendo a astillas la otra parte; aunque el tiempo inventado se repita arrastrando la misma gata vieja; aunque el sueño y la vida se confundan; aunque espejo y persona se sorprendan; aunque todos vistamos uniforme y estemos gobernando con mentiras esta muerte que empieza con la vida.

Áridamente en existencia sorda despierto, retrocedo, resucito. La mañana, encendida, ha venido con llagas en los ojos a visitar en sueños, con sus alas inútiles de pájaro, este cansado acontecer brumoso. Mientras labios de sal tiemblan y buscan cómo quitar la piedra de la lengua.

El tiempo es espejismo que reincide, pero no hay tiempo igual, sino párpados muros apretados y labios laberintos que extravían la palabra que evoca en la memoria la forma de violar la cerradura del silencio en que estamos atrapados.

Áridamente en existencia larga entretenida en burdas espirales paro y miro hacia atrás, pero no encuentro el Norte, tan sólo el Sur es claro: Sofía otra vez, hembra maldita, en eterna caída, siempre recta, en universo oculto en lisura de páginas revueltas. Rostro marchito de expresión incierta, máscara oscura donde el viento blande la antigüedad hierática y convierte en enigma cada expresión que intenta.

Hay que gritar bien alto, pero bien, al unísono todos, hasta quebrar el cuerpo, reventar los pulmones y convertirnos en un sólo grito que reviente los muros y conmueva la tierra en lo más hondo; hasta alertar a todas las raíces y llegue indetenida hasta los mares donde surjan violentos torbellinos

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El caos inicial se reproduce. Cada mañana es puerta. (Rebelándose al Hilo de su origen y tirándole al rostro los pedazos llora ese dios, pero no Aquél, el otro, al ángel de las alas despobladas que quiso aprovechar la coyuntura del Dios que sueña con su imagen cierta, pero no sabe cómo trasladarla al escenario fijo ya en la tierra, en el momento exacto en el que el otro, hurtando en la vigilia de la noche, llevó a cabo Su plan, pero en errores.) Cae la tierra en la entraña del abismo, queriendo huir del tiempo equivocado; cae el cielo preñado de oraciones sobre techos de cal reblandecida, mientras el viento sale sigiloso a deshojar la rosa fija en el horizonte de su vista. Cae el rostro en el fondo del espejo y revienta en astillas que cercenan sus dos manos sin huellas dactilares. Caen los cuartos hinchados de secretos, de paredes que esconden los vestigios de fantasmas que narran avatares.

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Cae el tiempo sin cuentas ni relojes en la vasta hendidura donde todo multiplica el silencio.

Es tiempo de receso, la mañana principia; el ojo sólo mira escombros sin recuerdos, ruinas y un cuerpo que se yergue cabizbajo deshojando en la mente margaritas, sumerge la pisada entre los restos de algo difuso que ya gana forma, mientras se escucha un eco y a lo lejos se agitan todavía moléculas de polvo del sueño que se olvida.

Caen la noche y el día confundidos en una mancha donde están revueltos piel y madera, astillas y pedazos, piernas y troncos, piedras y brazos, paredes y mentiras. Cuarenta días y cuarenta noches en lluvia de fragmentos y de añicos; cuarentena rabiosa que culmina con los miembros cansados, desmayados en la playa de sombra donde comienza el día.

(Ciudad de México, diciembre de 1981.)

Turno a la noche cuando el alba despunta; el silencio se asoma con la frente tachonada de heridas, donde los sueños yacen con los puños cerrados.

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el comité 1973

Revista de difusión, crítica y creación literaria


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