El Comité 1973, número 49. Guadalupe Flores Liera

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EL COMITÉ 1973

Revista de Difusión, Crítica y Creación Literaria

AÑO 11 / NÚMERO 49

Guadalupe Flores Liera

49. “Guadalupe Flores Liera”

EL COMITÉ 1973, Núm.

EL COMITÉ 1973 Director

Meneses Monroy

Jefa de Redacción

Aída Padilla Nateras

Diseño Gráfico

Yadira Delgado

Revista de difusión, crítica y creación literaria.

Correo electrónico: elcomite1973@gmail.com

http://issuu.com/revistaelcomite1973

https://www.facebook.com/revistaelcomite1973

Colaboradores de este número

Meneses Monroy

https://twitter.com/ElComite1973

Elena Odgers

Aída Padilla Nateras

Eduardo Torre Cantalapiedra

Consejera en Artes Visuales

Elsa Madrigal

Consejo editorial

Eduardo Torre Cantalapiedra

Guadalupe Flores Liera

Daniel Olivares Viniegra

Claudia Hernández de Valle Arizpe

Juan Antonio Rosado Zacarías

Diseño de portada y contraportada

Yadira Delgado

Publicación bimestral

Mayo - Junio

Año 11. Número 49. 2023

La revista El Comité 1973, es una publicación realizada por Ediciones Comité, en colaboración con el grupo literario El Comité. Todos los derechos reservados.

Editorial Dossier Minificción La silla La caída Guadalupe Flores Liera Ensayo Alba de otra jornada, de Guadalupe Flores Liera Aída Padilla Nateras El discurso silenciado del migrante Eduardo Torre Cantalapiedra Portafolio Elena Odgers Reseña Anotaciones sobre Atravesar la noche NotasobreEstaréaquí, poemasdeVasosLyssaridis Meneses Monroy Espacio abierto SemblanzadeMauricioMonroyFragoso Meneses Monroy 04 05 06 08 12 29 ÍNDICE 32 03

EDITORIAL

La revista El Comité 1973 se ha caracterizado por plantear temas de interés literario, social, filosófico. En los últimos diez números de esta publicación abordamos a la literatura norteamericana, asiática, italiana; hicimos números donde exploramos los temas: paganismo, infierno, universo, tiempo, anarquía, migración, fotografía. Siempre es divertido proponer temas, seleccionar próximos temas, aunque también siempre está presente la parte no tan grata de descartar opciones que podrían ser pero que no serán, al menos en los números más próximos. Una vez que se tiene definido de qué va el próximo número de la revista, me emociona pensar qué material puede llegar para revisión, y qué puedo investigar o aportar sobre el tema.

El presente número decidimos dedicarlo a Guadalupe Flores Liera, quien ha hecho un trabajo literario descomunal. El conocer y haber leído, y releído parte de su obra, no me hizo sencilla la labor de editar un número dedicado a ella. ¿Cómo en pocas páginas recuperar a la Guadalupe poeta, cuentista, ensayista? ¿Cómo vislumbrar siquiera su labor de traducción de poetas griegos y chipriotas al idioma español? El número resultó siendo minimalista, incluye un ensayo o lectura de Aída Padilla Nateras sobre el poema Alba de otra jornada, también un ensayo de Eduardo Torre Cantalapiedra acerca del relato El monólogo de Henry, dos poemas o fragmentos de poemas de GFL vueltos minificciones. Incluye además un portafolio con motivo griego, un texto sobre el libro de poesía Atravesar la noche, recuperamos también una nota sobre un libro que tradujo. Si ya han leído algo de Flores Liera, ya saben de qué hablo y sé que disfrutarán esta entrega, si es su primer acercamiento a su obra, qué dicha la suya, gocen el descubrimiento de esta escritora.

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La silla

Por: Guadalupe Flores Liera

No me había dado cuenta que la silla en que estaba era la silla eléctrica. Bastó que un movimiento fuera de todo cálculo accionara la máquina.

Nota: el texto es un fragmento de un poema publicado en 2001 dentro del libro denominado Atravesar la noche, para la realización de este número especial de la revista, consideré que el fragmento seleccionado y modificado visualmente (de verso a prosa) funcionaba como una minificción. Nota de Meneses Monroy.

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La caída

Por: Guadalupe Flores Liera

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Fue brusca la caída. Abrí los ojos y me vi agarrada con las uñas al borde de mi cuerpo.

Nota: el texto fue publicado en 2007 dentro del libro de poemas denominado Una espera infinita , para la realización de este número especial de la revista, consideré que el texto funcionaba como una bella minificción. Nota de Meneses Monroy.

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Alba de otra jornada, de Guadalupe Flores Liera

En 2020, el número 41 de esta revista publicó Alba de otra jornada, poema de largo aliento de Guadalupe Flores Liera. Ahora que El Comité dedica un número entero a revisar el trabajo de la autora, me ha tocado a mí encontrarme con él. Hay muchas maneras distintas de entrar en contacto con el corazón de un texto. Es posible tomar el pulso con estetoscopio y aparatos de medición, examinar analíticamente, pero por lo general vale más la pena dejarse abrazar, acercando el oído al pecho. Todo lector lo sabe: es prodigioso encontrarse con un corazón vivo que late fuerte, porque la vida, como todo, se contagia. Por eso tengo mucho que agradecerle a este poema, cuyo corazón late seguro con la misma fuerza con la que latió el día de su nacimiento, un invierno de 1981, después de lo que, según imagino, debió haber sido un parto doloroso, prematuro, porque la Guadalupe de esa época tenía apenas veinte años.

Las obras de arte exigen siempre interacción, respuesta. La multiplicación de conexiones las mantiene vivas. Lo mejor que uno puede hacer al entrar en contacto con un texto que palpita es ponerse a su servicio, intentar contribuir a que sus ecos se propaguen. Lo difícil de todo intento consciente de respuesta, creo yo, es la traducción de la experiencia a un lenguaje capaz de hacerle justicia, porque lo que el poema revela de manera directa puede perderse fácilmente cuando se ve obligado a pasar por el colador de un lenguaje con pretensiones racionales. A lo

único a lo que uno puede aspirar, supongo, es a contestarle a las imágenes con más imágenes. Acercarme para escuchar el latido de Alba de otra jornada fue para mí como pegar la oreja a una caracola que resguarda un grito desesperado: el alma vieja de la joven Guadalupe explota en un intento de eliminar todas las determinaciones de una existencia limitada, de acceder al misterio que oculta lo aparente, lo ilusorio, lo finito, lo que brilla iluminando por las mentiras del día, esa “radiante atmósfera de luces” de la que habla también Gorostiza al principio de su famoso poema. En ese sentido, como lo sugiriera Meneses Monroy (en 2014 y 2020), Alba de otra jornada comparte la principal preocupación metafísica de Muerte sin fin y de El sueño de Sor Juana: la necesidad de entender lo que se esconde detrás de la máscara de aquello que llamamos realidad, si es que detrás hay verdaderamente algo que no sea solo abismo o vertiginosa e infinita multiplicidad que se une y se separa en una coreografía ininteligible. Los mismos símbolos están presentes en los tres poemas: el sueño, las alas rotas, el tiempo cíclico que constriñe y aprisiona. En contraposición a El sueño, que se enfoca en dar cuenta de lo que comienza a revelarse al alma durante la noche, Guadalupe inicia su poema hablando del despertar, de un nuevo amanecer de hastío que trae consigo imágenes sin sentido y explicaciones torpemente articuladas, construidas con palabras tiesas que no son ca-

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paces de dar cuenta de absolutamente nada. El día es, para esa Guadalupe, muerte a medias, la misma muerte sin fin de Gorostiza, ilusión que se repite en bucle eterno, garza que cambia de pie y no más; es la hora, dice ella, de volverse a vestir con la vieja piel sin tacto. Por eso, como se mencionaba arriba, el tiempo conmensurable al que solemos estar acostumbrados, el que se mide en horas, minutos y segundos siguiendo la tradición de la recta numérica, es uno de los símbolos más importantes del poema. Guadalupe habla de relojes que giran agónicos, insatisfechos, que tienen un dolor de línea temporal torcida y fracturada tatuado en abanico, un abanico que anhela, como el alma aprisionada, poderse desdoblar al infinito. He ahí la necesidad de romper, como dice la autora, la pared de vidrio con carátula larga y manecillas.

El poema hace también alusiones a uno de los momentos álgidos del sueño en el que, como ocurre también en la obra de Sor Juana, el cuerpo se desprende y apunta a lo más alto “en eterna promesa de lo que nadie busca” y sigue recordando por costumbre mientras vaga en el silencio, buscando los pedazos que le faltan. Ya antes, sin embargo, habían advertido Ícaro y Sor Juana los peligros de volar demasiado alto: el alma finita colapsa, naufraga. El timón de la consciencia, acostumbrado a orientarse siempre a objetos, se destroza.

Existe, empero, la posibilidad de que la Guadalupe joven no haya querido aspirar a tanto. La au-

tora parece estar bien consciente de que, por más que los sueños intenten romper la falsa bóveda celeste, cascarón-cárcel, no logran del todo traspasarla. Tal vez el poema simplemente reclama, y con justa razón, el derecho de acceder a otros ámbitos de lo real que normalmente nos están vedados, esos que se asocian al sueño, al inconsciente, a la reminiscencia del momento mítico en el que todo estuvo unificado. Casi al final hace un llamado a intentar descifrar la propia voz, a romper el día, a enfrentarlo, a hacer estallar también el cuerpo en mil pedazos y destruir con ello el bucle eterno de esa temporalidad mohosa, a dejar de vestir uniforme, a violar la cerradura del silencio en el que nos encontramos atrapados. Invita a su lector a afiliarse al club de los inconformes, sumarse a la manifestación pública, a gritar alto y al unísono, usando la espada de la voz.

Alba de otra jornada es, como bien dijo Meneses Monroy en su momento, un poema ambicioso que exige mucho al lector pero que también ofrece mucho. Está lleno de prosopopeyas: el despertar pasea al borde de la cama, el sueño lleva la noche hecha girones entre los brazos, el silencio aparece con la frente tachonada de heridas. Hay que tener paciencia para descifrar algunas de las imágenes, difíciles de digerir. Aún así no cabe duda de que el poema es una piedra preciosa, pesada, siempre lista para conmover el estanque interior si es que el lector está dispuesto a poner suficiente de su parte.

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El discurso silenciado del migrante

Eduardo Torre Cantalapiedra

El Monólogo de Henry de Guadalupe Flores Liera1 es una breve ficción que además de destacar por su bella factura y su tono tragicómico e irónico, resulta de indudable valor para reflexionar y plantear debates en torno a los problemas sociales en relación con la migración. A lo largo de este sucinto ensayo se expone y analiza una de las realidades de la actual gestión de las migraciones que el texto de Flores Liera impide ignorar: la falta de la voz de los migrantes en las discusiones sobre la migración y las políticas migratorias.

Un migrante/refugiado de origen africano, conocido como Henry, logra concretar una reunión con la viceministra de asuntos laborales de un país del sur de Europa. Su intención es exponer la difícil situación de sus compatriotas y otros miembros de su comunidad en ese país, que conciben como de tránsito, al tener que esperar largos periodos de tiempo a que se resuelven sus solicitudes de asilo. Asimismo, quiere proponer que mientras se resuelven estos procesos legales se les permita actuar como voluntarios. El “monólogo” que Henry va imaginando en su mente, el conjunto de ideas que quiere expresar a la viceministra, no se materializa, pues irónicamente el protagonista no logra mediar palabra con ella y la reunión a la que fue invitado se convierte en un “monólogo” de la viceministra ante los medios de comunicación.

El relato de Flores Liera muestra un amplio conocimiento y documentación sobre la maraña de aspectos que conforman el fenómeno migratorio en el que está enredado Henry. Párrafo tras párrafo, la autora disecciona diversos aspectos clave de las problemáticas sociales en torno a la migración y a las políticas migratorias; muestra

las contradicciones, paradojas e ironías en torno a la situación de los migrantes/refugiados y en cuanto a las acciones gubernamentales. Difícilmente el lector podrá pasar por alto el texto sin empatizar con la difícil situación por la que está pasando Henry o embargarse de un espíritu crítico de las actuaciones gubernamentales. Por lo tanto, El Monólogo de Henry forma parte de ese conjunto de textos literarios que con su mirada crítica y de denuncia de los problemas sociales, por su capacidad tanto para emocionar como para promover el pensamiento crítico, permiten abrir espacios privilegiados para reflexionar sobre los fenómenos sociales, en el caso que nos ocupa la migración.2

Del caudal de reflexiones y cuestionamientos que presenta el relato de Flores Liera, quisiera recuperar uno de los temas más densamente abordados: la cuestión de la ausencia de las voces de los migrantes en las discusiones en torno a la gestión de la migración. Henry activamente busca arduamente un encuentro con las autoridades para proponer ideas para una verdadera política migratoria.

1 Flores Liera, G. (2018). El Monólogo de Henry. El Comité 1973. Revista de Difusión, Crítica y Creación Literaria, (36), 7-13. Disponible en https://issuu.com/revistaelcomite1973/docs/el_comit__36_ migraciones.-versi_n_fv
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2 Torre Cantalapiedra, E. (2023). Laberintos de la Migración. México: El Colegio de la Frontera Norte. Disponible en https://libreria. colef.mx/

La gestión de la migración ordenada, segura y regular qué proponen los actores gubernamentales y los organismos internacionales son un ejemplo de políticas públicas que ignoran lo que los mayores involucrados en las mismas, los propios migrantes, tengan que decir. El modelo de gestión de las migraciones internacionales propugnado por los principales países receptores de migrantes del mundo occidental tiene como uno de sus principios fundamentales restringir la movilidad de quienes tienen más bajos recursos económicos y con ciertas características étnico-raciales. Además, como lo muestra El Monologo de Henry, las políticas y discursos gubernamentales respecto a la migración van generando ideas nocivas para los migrantes como que se les considere mano de obra barata y no seres humanos. O como también la falsa dicotomía entre migrantes económicos y refugiados: Lo que más lo molestaba [a Henry] —reflexionó mientras inútilmente se esforzaba por recuperar el hilo de su atención— era la insistencia en separar a los migrantes políticos de los económicos, “¿la guerra no comparte esos dos asuntos? —hubiera querido preguntar—, ¿y un tsunami como el que devastó Indonesia no es un motivo igualmente poderoso como para empujar a alguien a irse?, ¿quién tenía más derecho a solicitar asilo, un perseguido por sus ideas o un perseguido por el hambre?” (Flores Liera, 2018, El Monólogo de Henry).

En realidad, muchos de los migrantes en el mundo actual se van de sus países por motivaciones mixtas, otros tantos no cumplen con la definición de refugiado, pero no son migrantes por razones exclusivamente económicas. Por ejemplo, quienes huyen de la violencia de las pandillas, de la violencia de género o de los desastres climáticos. Como resultado a aquellos migrantes irregularizados por los Estados que no cumplen con la con la definición de refugiados, de acuerdo con los gobiernos de los países receptores no ameritarían la protección alguna pues se trataría de migrantes económicos a los que se les puede aplicar todo el peso de la ley –esto

es deportarles a sus lugares de origen–.

La omisión de la voz de los migrantes en las políticas migratorias es una de las razones por la que la mayor parte de las políticas migratorias tienden a naufragar al no carecer de toda comprensión sobre la capacidad de accionar individual y colectiva que hoy en día tienen los migrantes para seguir sus propias agendas migratorias. Así, por ejemplo, las políticas migratorias que les dejan a los solicitantes de asilo –como Henry– en un limbo legal y de hipocresía, estos optan por no quedarse a la espera de que los gobiernos cumplan sus compromisos de derecho humanos y optan por trabajar en la irregularidad para lograr un mejor sustento.

El texto de Flores Liera ejemplifica lo mucho que los migrantes tienen que aportar, pues sutilmente se representa su perspectiva silenciada por las autoridades a través del flujo de pensamiento del protagonista. Descubrimos que Henry tiene cuestionamientos y propuestas de relevancia que hacer a las autoridades. Se evidencia que los migrantes no son meras víctimas bajo la tutela del Estado, ni mucho menos criminales peligrosos.

Henry no solo es ignorado por las autoridades migratorias, sino que sucede lo mismos con los medios de comunicación. En la televisión, prensa y radio son las voces de los actores gubernamentales en torno a la migración a los que se da mayor cabida, lo que implica que sus discursos se vuelvan hegemónicos. Las posturas de los defensores de los derechos humanos de los migrantes tienen cierta relevancia, pero en mucha menor medida que aquella de las autoridades migratorias. No obstante, son las posturas de los migrantes las que están en gran medida ausentes. Aparecen sobre todo cuando se producen las mal llamadas crisis migratorias. En estos casos las experiencias de vida de los migrantes quedan supeditadas a los intereses narrativos del periodista, cuando no al sensacionalismo y la espectacularización del fenómeno migratorio.

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Elena Odgers

Semblanza

Elena Odgers Ortiz (México, 1972) Doctora en Proyectos de Pintura por la Universidad Politécnica de Valencia, España (2009) y Licenciada en Artes Visuales por la Escuela Nacional de Artes Plásticas, UNAM (1996). Trabaja como docente en la ENPEG “La Esmeralda” y Talleres de Arte Contemporáneo (TACO) Ha realizado más de diez exposiciones individuales, tanto en el país como en el extranjero y ha participado en más de 50 exposiciones colectivas, nacionales e internacionales.

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ÍTACA

El proyecto Ítaca es una serie pictórica relacionada con la Odisea escrita por Homero. En donde retomo el mito de ÍItaca y el viaje de Ulises como algo actual. La serie pictórica "Ítaca" es una reflexión sobre la presencia de lo ausente, una evocación o una especie de conjuro en que se hace presente la historia de Ulises. La utilización de texto dentro de los cuadros responde a esa intención de un conjuro que se repite y, al igual que la Odisea, nunca deja de existir. Todos tenemos una Ítaca perdida a la que intentamos regresar, todos buscamos en el camino de regreso paisajes y seres que nos vayan formando una aventura para contar en casa al regreso. Las aventuras a las que Ulises tuvo que hacer frente, en su viaje de retorno, son símbolo del esfuerzo por conquistar un ideal, Ítaca expresa la idea de la existencia de los objetivos que persigue el ser humano, es un viaje que implica grandes sacrificios y luchas; hacer frente al dolor y la soledad.

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HistoriadePenélope(detalle)

Colcha con bordado y patchwork

350 x 250 cm

1999-2000

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Odisea

Acrílico / tela

Gis y tinta / tela

Óleo / tela

Tinta / tela

60 x 60 cm c/u

2000

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LabalsadeNadie Óleo / tela 90 x 90 cm 1998 16
RegresoaÍtaca Tinta / tela 60 x 60 cm 1998 17
Travesía Óleo / tela 120 x 120 cm 2000 18
Recuerdo Óleo / tela 120 x 120 cm 1999 19

ElmonstruodelaausenciaII

Tinta / papel

22 x 15 cm

2011

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Naufragio Óleo/ tela 60 x 180 cm 2006 21
Lavidaenunahuella Temple / tela 90 x 90 cm 2005 22
Elsueñodelminotauro Acrílico / madera 7 x 4 cm 2003 23
Inlimine Óleo / tela 180 x 180 cm 2006 24
Paisajeconisla Técnica mixta / tela 150 x 225 cm 2008 25
ElmonstruodelaausenciaI Tinta / papel 22 x 15 cm 2011 26
Ícaro Tinta y acrílico / tela 200 x 200 cm 2011 27
Naufragio Encáustica / tela 120 x 170 cm 2000 28

Anotaciones sobre Atravesar la noche libro de poemas de GFL

Texto de Meneses Monroy

Recuerdo el día que me encontré con el texto Atravesar la noche, estaba en la sección de poesía en una librería de prestigio dentro de una plaza comercial de la Ciudad de México. Sería allá por el año 2013. Yo revisaba de manera rápida aquellos libros que me pudieran interesar, lo mismo me daba descubrir o redescubrir un libro clásico que uno actual. Cayó en mis manos el libro de poemas Atravesar la noche, leí quizás un tercio de dicha obra ahí mismo en la librería, y el resto —inventaré recordar— ese mismo día. Sentí que había realizado un descubrimiento. Muy pocas veces, o acaso nunca más he sentido descubrir algo de tal valor literario, me refiero aquí más por el hecho de “descubrir” a la autora que al libro. Dicho texto era el primer poemario de Guadalupe Flores Liera, lo que en mi opinión contribuía a que tuviera un toque ridículo en el acabado de la obra, y un halo de confidencia en el apartado “presentación” del libro. Lo ridículo, la confidencia, creo yo, paradójicamente, lejos de alejarme, más me acercó al libro, a su contenido.

No sé cuántas veces he vuelto a las páginas de dicho libro. ¿Mas de qué trata? Es quizá el choque de una persona con admirables aptitudes para el arte y con vocación para la vida contemplativa. ¿Con qué choca? Imaginemos una locomotora en plena marcha, mira su bello diseño aerodinámico, presta atención a esa gran caldera alimentada por agua. ¡Mira qué velocidad alcanza! —¡Qué carajos hace un muro de concreto

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atravesando la vía! Maldito muro llamado sociedad capitalista, llamado adoradores de la vida sin arte ni filosofía. En palabras de Guadalupe Flores Liera: “Los poemas de atravesar la noche proceden de un choque frontal con circunstancias específicas, de tiempos en que los intentos por entrar en contacto con el exterior no fructificaban y el panorama era estrecho y oscuro como un túnel, sin perspectivas inmediatas de que se ampliara”. Ahora bien, aquí plasmo una ADVERTENCIA, por los temas que trata Atravesar la noche, si eres un lector sensible, la lectura de algunos de sus poemas te pueden dar para abajo, por lo que, si este fuera el caso, recomiendo cerrar el libro y salir a caminar, a respirar aire fresco; recomiendo escuchar música de la que te pone de buenas o hacer lo que a ti te funcione para vibrar alto. Dicho lo anterior, Flores Liera no idealiza ni celebra el impacto con la realidad. Lo que sí hace es reconocer esas cosas no resueltas por los seres humanos, nos muestra lo que otros ocultan. Plantea en sus textos cuestiones íntimas como lo es el deseo sexual; cuestiones como la imposibilidad de comunicación con los seres de nuestro entorno. Los temas que plantea me llamaron la atención mas no me impresionaron. En revancha, me impresionó su uso del lenguaje y la posibilidad de inconformarnos y rebelarnos ante el mundo y sus reglas, y sus puntos y sus comas. Me impresionó la posibilidad de abrazar una o mil almas a través de las carencias, insatisfacciones, deseos compartidos entre GFL y todo ser humano en algún momento de nuestra existencia.

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Nota sobre Estaré aquí, poemas de Vasos Lyssaridis

Selección y traducción de poemas de Guadalupe Flores Liera

Por: Meneses Monroy

A nadie de occidente le es ajena la cultura griega, pues fueron los griegos quienes en buena medida cimentaron la cultura occidental. El conocimiento que tenían los griegos fue absorbido por los romanos, estos retomaron gran parte de la mitología griega y coadyuvaron a su difusión. Hasta nuestros días nos llegan los conocimientos de grandes pensadores griegos como lo fueron Sócrates, Platón y Aristóteles; y la fama de los 300 griegos (espartanos) que murieron en las Termópilas defendiéndose de invasores persas mucho más numerosos. Sin embargo, si bien sabemos del mundo helénico antiguo, poco sabemos del actual. ¿Qué conocemos de la lengua griega y de quienes escriben usando el alfabeto que les es propio y que sirvió de base para el alfabeto latino? El deterioro de la economía griega sin duda ha repercutido en el menoscabo de la difusión de su cultura actual, incluida su lengua y literatura.

El pasado glorioso griego y las vicisitudes de dicho pueblo se perciben en el universo literario de Vasos Lyssaridis, poeta chipriota (Grecia y

Chipre son las dos únicas naciones en donde la lengua oficial es el griego moderno). Los poemas de Lyssaridis utilizan un lenguaje claro y sencillo que en ocasiones da gran fuerza al mensaje del poeta. En esencia es un mensaje de lucha, del oprimido que usa el intelecto para enfrentarse a los invasores. El poemario seleccionado y traducido por Guadalupe Flores Liera brinda un puente entre el mundo helénico y el mundo de habla hispana. Esperemos más esfuerzos de esta índole en donde se publiquen autores de lengua griega.

Lyssaridis, Vasos (2015). Estaré aquí: Poemas. Traducción del griego: Guadalupe Flores Liera. Nuevo León, México. Universidad Autónoma de Nuevo León.

Nota 1: El presente texto fue publicado por primera vez en el número 30 de esta publicación. El Comité 1973, número 30. Agosto – Septiembre de 2017.

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Espacio Abierto

Semblanza de Mauricio Monroy Fragoso

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Héctor Monroy Fragoso, nació el 17 de agosto de 1942 y falleció el 26 de septiembre de 1994. Para mí fue el tío Mauricio, y el tío Héctor, a veces. No sé a qué edad decidió cambiarse el nombre, inventarse un nombre artístico, e intentar —según me cuentan— probar suerte como actor; su nombre legal siguió siendo el mismo de su nacimiento, pero para muchos familiares, conocidos y amigos, se volvió o siempre fue: Mauricio.

A mi tío Mauricio invariablemente lo recordaré con gran cariño. Representa para mí una suerte de anarquista. Fue de él de quien aprendí a temprana edad, que estaba bien, a veces, mandar al diablo no solo a las cosas y los deberes, sino también a las personas. Me hubiera gustado a mis nueve años estar en tu velorio —con todo y lo aburrido que se me hacía eso en aquella época— A casi treinta años de tu partida, Mauricio Monroy Fragoso, no te digo ni adiós, ni hasta luego. Hasta siempre.

Texto escrito entre el 7 y el 14 de febrero de 2023

Meneses Monroy

*
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