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Imagen actual de los Evangélicos en España : Una reflexión necesaria
Casi de manera simultánea se han producido recientemente dos acontecimientos que han dado que hablar en el ámbito evangélico. De uno de ellos damos fe en las páginas interiores de forma detallada. Se trata del discurso pronunciado por el profesor José Luis Villacañas, en el Café Gijón de Madrid, con motivo de la duodécima edición del Premio Unamuno, el cual publicamos íntegramente en este mismo número.
El otro acontecimiento trata de un reportaje emitido en el programa “La Mañana”, de TVE, con el título “El boom de las Iglesias Evangélicas” y un subtítulo que aparecía en pantalla en el que podía leerse “¿Cómo funcionan y cómo se financian?”.
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Evidentemente nada tiene que ver lo uno con lo otro, el discurso del referido profesor, prestigioso filósofo, novelista, historiador y poeta, con el trabajo de unos reporteros que hacen su trabajo dando fe de lo que ven y de las respuestas que reciben, a lo que se añaden los comentarios e interpretaciones de los periodistas y tertulianos del programa en el estudio.
Si comentamos juntos estos eventos tan dispares es precisamente para provocar nuestra propia reflexión por la vía del contraste. El historiador riguroso, que es el caso del profesor Villacañas, nos habla de manera objetiva de lo que sabe y, añadimos nosotros, de lo que se ha preocupado por saber. Y decimos bien que se ha preocupado por saber por lo que dice de sí mismo hablando de las virtudes de aquellos judeoconversos sefarditas del s.XIV a los que retrató Diego Hurtado de Mendoza. Dice el profesor: “Cuando por primera vez mis ojos dieron con este párrafo pensé que estaba identificando el tipo de ser humano que yo deseaba ser”. Así que es propio que alguien que sienta así la vida rastree la Historia y destaque las raíces del protestantismo autóctono español, cuya influencia va mucho más allá de lo estrictamente religioso situándolo donde siempre debió estar.
Nos halaga que personas de la reputación del estimado profesor Villacañas, sabiendo muy bien lo que dice, se muestren como él “amigo de los y de las protestantes de España”.
Vamos ahora al otro evento, el de los medios, lo que la gente ve, centrándonos concretamente en el programa televisivo anteriormente citado. Los reporteros meten cámaras y micrófonos en las iglesias, preguntan, son respondidos, lo hacen con responsabilidad profesional y ese material llega al estudio, se emite y se le añaden los consiguientes comentarios propios de este tipo de reportajes de las personas que se sientan y hablan alrededor de una mesa.
Lo que percibe el telespectador: Las iglesias evangélicas proliferan cada día más. Lo hacen especialmente en naves de polígonos industriales por motivos económicos, por falta de suelo, porque todo se financia con el esfuerzo de los creyentes evangélicos, por no tener asignación en la casilla del IRPF, como sí tiene la Iglesia Católico-romana, y también por no molestar con el volumen de la música en directo, a lo que se añade la calificación dada por los ayuntamientos a las actividades de las iglesias dentro del grupo de molestas, insalubres y peligrosas. También quedó patente el importante esfuerzo de ayuda social y pequeños flashes relacionados con la alabanza y los testimonios personales o la importancia de tener una librería e incluso una emisora de radio.
Después llegan los que desde el estudio hacen los comentarios sobre lo visto en el reportaje e incluso lo percibido por alguno de ellos en alguna visita personal a una iglesia evangélica. Lógicamente estamos ya en el terreno de las opiniones, y esto es lo que el telespectador recibe: El auge de iglesias evangélicas tiene que ver con la alta penetración que este fenómeno tiene en América Latina, a lo que se añaden muchos españoles. Los fieles perciben calor humano, solidaridad, ven satisfecha su necesidad de pertenencia al grupo y hasta puede hablarse de terapia colectiva de grupo.
Y ahora nuestra reflexión. La revista digital Actualidad Evangélica da fe de lo que los evangélicos, no sabemos si muchos o pocos, opinan sobre el programa en cuestión: “Acostumbrados a ser maltratados y caricaturizados muchas veces por los medios, los telespectadores evangélicos se han mostrado satisfechos en general por el resultado del reportaje”. ¿Satisfechos? ¿Porque no nos maltratan ni caricaturizan? ¿Nos conformamos con que la gente sepa que las iglesias evangélicas, o mejor un tipo concreto de iglesias evangélicas, están en alza y tienen las características señaladas en el reportaje?
Es significativo que a ninguno de los periodistas o participantes, que suponemos personas cultas, se le ocurriera hacer alguna mención de que las iglesias evangélicas son herederas de la Reforma del siglo XVI, conozcan o no la obra de los reformadores españoles. Seguro que ni se les pasaría por la cabeza. Y si eso ocurre con personas a las que se le supone cierta cultura, ¿qué podemos esperar que perciba el ciudadano de a pie? Quizás lo que el programa reflejaba, que se trata de un fenómeno moderno, sin raíces en nuestra cultura, y que tiene que ver con la inmigración.
Pero no echemos balones fuera. Dos cosas han de preocuparnos muy seriamente. La primera la comprobamos recientemente al celebrar los actos del 500 aniversario de la Reforma: son muchas las iglesias que no tienen conciencia de las implicaciones de aquel movimiento y ni siquiera les preocupa. La segunda es para temblar; se trata de un pensamiento que preferimos evitar y desterrarlo porque es muy incómodo: ¿Se estará formando una “religión evangélica” cuyo mensaje es que tenemos derecho a ser felices y hace de Cristo un aliado para conseguirlo?