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UN AMA DE CASA

ace unos días mi esposo me comentó que tenía una “excelente noticia”, que por fin “habíamos” terminado de pagar la hipoteca de nuestra vivienda. Al darme dicha información, mi reacción me llamó la atención, la cual fue de una total confusión emocional. Estaba feliz, enojada, triste, preocupada, desesperanzada, aterrada. Tal vez, puedas pensar que me volví loca, que no hay noticia más alentadora y feliz que saber que por fin tienes una vivienda propia. Sin embargo, me descubrí fingiendo una gran felicidad.

¿Pero, por qué esta situación me interpeló de tal forma? ¿A caso me volví loca y soy una amargada, que sólo busca el conflicto y la queja?

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Al analizar la situación y entre sueños, me di cuenta de mi postura ante aquella situación, me percaté de cuáles fueron mis pensamientos automáticos al recibir la noticia, éstos se resumen, en que yo no realicé una aportación monetaria al pago de la vivienda, por lo cual el logro del objetivo le pertenecía a alguien más.

Lo anterior me hizo pensar en la conquista de mis propios objetivos, también, me puse a analizar mi finitud laboral, en mi decadencia como persona “productiva”, en mi “utilidad” particular. En el papel que desempeño con mi rol familiar: Ser una ama de casa.

¿Qué sucede cuando decides renunciar a tu desarrollo laboral para emprender el “proyecto familiar”? ¿qué sucede con la estructura personal y por qué siento que termino valiendo menos al decidir “trabajar” para mi familia? ¿existe alguna remuneración para quién se queda en casa? ¿Habrá alguien que valore mi posición? ¿Será que no soy un miembro productivo de la sociedad porque no participo activamente en la generación económica?

¿Por qué interpreto que el gran logro familiar, no es

¿QUÉ SUCEDE CUANDO DECIDES RENUNCIAR A TU DESARROLLO LABORAL PARA EMPRENDER EL “PROYECTO FAMILIAR”?

también mío?

Al final, no quiero opacar el gran logro de mi pareja por proveer de un techo permanente para su familia, se lo agradezco y le aplaudo el duro trabajo y dedicación para lograr tan increíble reto.

Lo único que me pasó fue que esa acción interpeló mi conciencia hacia “mi contribución” como parte de la familia, porque al final, lo que yo aporto no es algo físico, ni cuantificable. Yo lo que hago es un “trabajo silencioso”, yo preparo el escenario, estoy tras bambalinas, trabajando para que todo en el hogar fluya, para que los demás puedan salir a escena.

Y muchas veces este aporte no es valorado, ni por la sociedad, ni por mi familia, ni siquiera por mí.

¿Cómo presume sus logros un ama de casa? ¿Cómo se reconoce genuinamente su contribución a la familia? ¿Cómo se reconoce su aportación a la sociedad? ¿Por qué no me siento orgullosa de ser una ama de casa? ¿Por qué tengo tan arraigada esta desvalorización?

Todas estas preguntas las dejo sobre la mesa, porque no me las he podido contestar. Sin embargo, me hacen reflexionar sobre ese gran papel que tienen las personas encargadas del hogar, que no se valora, pero que sin él el mundo no sería igual.

MIRIAM FLORES DÍAZ Coach y consultor Miyim.fd@gmail.com

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