

FEBRERO 2025
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Erich Fromm; destacado psicoanalista, psicólogo social y filósofo humanista, se dedicó un buen tiempo a estudiar el amor y sus características.
Después de observar, cuestionar y tratar de comprender, llegó a la conclusión de que el amor es una fuerza activa que se caracteriza por el cuidado, a responsabilidad, el respeto y el conocimiento.
Te sugerimos hacer un espacio para disfrutar de la lectura:
“El arte de amar”. En este libro, encontrarás la posibilidad de observar la manera en la que has experimentado el amor.

Es bastante común que a inicio de año uno de los principales propósitos de muchos sea bajar de peso. Los gimnasios y los consultorios de nutriólogos tienen mayor número de visitas, y aunque esto no se sostiene todo el año, forma parte de una cultura que promueve las conductas compensatorias, pues después de tener la percepción de haber comido demás en las fiestas decembrinas, muchas personas recurren a realizar “detox”, más ejercicio y otras conductas para poder bajar lo que subieron en las vacaciones.
La báscula no debiera ser el único indicador de salud física, pues aunado a este, existen otros que resultan importantes en estudios de sangre y que un médico especialista nos puede acompañar a interpretar adecuadamente. Sin embargo, muchas personas, particularmente mujeres, somos más susceptibles de caer en conductas que lejos de
llevarnos a mantener una vida saludable, fomentan conductas de riesgo, como pueden ser detox, retos de ayuno intermitente, dietas en donde solo se consume un solo grupo de alimentos, entre otros.
La línea entre tener hábitos saludables y llevar a cabo conductas de riesgo o conductas desordenadas de la alimentación, que pueden ser detonantes de un trastorno de la conducta alimentaria, es difusa si consideramos que en la sociedad actual hay un empuje constante a “cuidar de uno mismo” mostrándose saludable a cualquier precio, y para ello hay gran cantidad de productos y servicios que contribuyen tanto al consumismo, como a reforzar ese mensaje. Esto también genera mucha ambigüedad y sentimientos de culpa en quienes perciben que no logran el tan buscado “balance” de vida en cuanto a su alimentación, peso y nivel de actividad física.
Existen algunas señales de comportamiento que podríamos identificar para poder entender mejor cuál es el balance entre comer saludablemente y una conducta de riesgo. Una de ellas es la restricción de alimentos de manera prolongada o incluso por temporadas, lo cual lleva a descompensaciones y deficiencias en algunos minerales y nutrientes. La restricción es una conducta de riesgo que lleva a la persona a presentar más apetito hacia los alimentos restringidos, y cuando los vuelve a comer, existe la posibilidad de no saber como escuchar sus señales de saciedad, por lo que hay una alta probabilidad de que ocurra un atracón. En la actualidad, una gran variedad de dietas, tales como la cetogénica, comprometen el balance nutricional y calórico que una persona requiere para poder llevar a cabo sus actividades cotidianas, y así como el ayuno intermitente, la gente realiza este tipo de sugerencias sin el seguimiento de un profesional.
Otra señal de riesgo bastante simple, pero común es cuando algún nuevo hábito comienza a comprometer tu nivel de energía, atención y enfoque en tus actividades cotidianas, de tal manera que prevalece el cansancio, la fatiga, dolores de cabeza, entre otros malestares. Se comparten dietas, menús y consejos entre amistades o familiares, o informándose en tiktok e instagram sobre qué deberían comer y qué no. Esto resulta particularmente nocivo, pues de manera completamente contraria, en lugar de beneficiar su salud, la perjudican al no adecuar los requerimientos diarios de nutrientes a sus necesidades, rutina y cantidad de actividad física.
Por otro lado, al atribuirle una carga enorme a la apariencia física como indicador de salud e incluso de éxito y bienestar, muchas mujeres, y hombres también, suelen dejar de lado otros aspectos en los cuales pudieran destacarse y sentirse valiosos como puede ser el deporte, los estudios, la actividad profesional, los amigos, la espiritualidad, u otras actividades en las cuales también pueden destacarse.
Más que revisar la báscula de manera constante, sería importante tener en mente que una cosa es querer cambiar el esquema corporal, es decir, el cuerpo en tanto tal, mediante cirugías,

peso, injerto de pelo, etc y otra la imagen corporal que tenemos. Esta última se refiere a la síntesis de nuestras experiencias emocionales, por tanto, es más bien la representación o serie de representaciones que psíquicamente tenemos de nuestro cuerpo ligadas a nuestra historia y simbólicamente enlazadas a emociones en relación con nuestro cuerpo.
No se puede esperar modificar la imagen corporal con acciones como ir al gimnasio e intentar ganar músculo y perder grasa, ya que la imagen corporal involucra toda una serie de experiencias, sensaciones, creencias, así como constructos sociales sobre los estándares de belleza que se entretejen principalmente de manera inconsciente, de tal modo que dan como resultado una forma particular en que cada uno experiencia su cuerpo y se comunica con y a través de él.
Lo que sí puedes llevar a cabo es revisar de manera individual, en psicoterapia, la serie de creencias que te llevan a alguna de las conductas desordenadas de la alimentación antes mencionadas, con la finalidad de poder generar cambios más sostenibles para ti y con los cuales no comprometas su salud física y mental. Además, en caso de que requieras algún tipo de alimentación en específico debido a algún padecimiento, será conveniente que acudas con un nutricionista o especialista.
PSIC. MARÍA MACÍAS espaciopsyche@gmail.com


Las diferentes formas en las que se celebran las fiestas decembrinas en el mundo dependen mucho del contexto cultural, regional y, evidentemente, religioso. Alemania, siendo un país predominantemente católico/cristiano, no conoce nuestras famosas posadas. Por otro lado, nosotros no conocemos a St. Nikolaus (que se parece a “San Nicolás” o Santa Claus, pero en realidad es una figura religiosa). Para los alemanes, Santa es el “Weihnachtsmann” o “hombre de la Navidad”, que, si no me equivoco, tiene su origen en una muy exitosa campaña de mercadotecnia estadounidense. Sin embargo, quien trae los regalos es, como ocurre en algunas familias religiosas en México, “el Niño Dios”. En alemán, es conocido como el “Christkind” o “Cristo niño”.
Para mí, poner el árbol de Navidad simboliza ese momento en el que me reunía con mi núcleo familiar: se armaba el árbol y el nacimiento (usualmente a inicios de mes), y permanecían adornando algunas semanas, incluso hasta bien entrado enero. Aquí me sorprendió escuchar que varias personas lo colocan justamente el 24 de diciembre, también en familia, y lo quitan pocos días después.
Dejando a un lado las diferencias evidentes, me ha resultado muy interesante tener otro tipo de choque, esta vez con otros migrantes, en realidad. Jamás había visto que las personas se atacaran entre sí o incluso a las autoridades, paramédicos o bomberos con fuegos artificiales.
Si bien en México no es para nada extraño escuchar y ver pirotecnia, rara vez escuché de
ataques entre personas. Aquí, en Berlín, se ha vuelto un descontrol total, donde hay millones de euros en daños materiales, además de heridos e incluso muertos. Esto parece derivar en gran medida de la población migrante.
Claro, hay muchos alemanes que también disfrutan de la pirotecnia; sin embargo, el patrón que he observado –literalmente asomándome por la ventana el 31 de diciembre– es muy diferente entre alemanes y extranjeros. Mientras unos recogen la basura que dejan sus fuegos artificiales, los otros los colocan a la mitad de la calle, sin importar que pasen coches, ni que puedan ponerse ellos mismos o a otras personas en riesgo. No puedo generalizar, pero es un patrón más o menos evidente.

Hace unos días me encontré con una situación muy peculiar: la chica del mostrador de un negocio de go-karts trataba de forma despectiva a un grupo de rusos, de los cuales solo uno podía hablar un poco de alemán. Veía su frustración e intolerancia (cabe mencionar que la chica también era extranjera, y que el alemán evidentemente tampoco era su lengua materna). Les gritaba: “¡Fuera!”, “Ahí están los precios, si es que pueden leer”, entre muchos otros comentarios.
Al inicio sentí furia y coraje; quizás me vi en los zapatos de los rusos, sin poder comunicarme y recibiendo ese trato. Ya no tenía ganas de estar ahí, pero me quedé. Cuando me tocó hablar con ella, su actitud cambió completamente. Me explicaba que le daba coraje que la gente no se esforzara por aprender el idioma, que no se adaptaran, que era frustrante no poder comunicarse.
Sin darse cuenta, me mostró sus proyecciones: esas cosas que tanto le dolían de sí misma, esas cosas que no toleraba y que, por eso, sentía la necesidad de proyectar en los demás. En ese momento me surgió un sentimiento de empatía, aunque también algo de culpa. Me sigo preguntando si ese cambio en mis sentimientos fue porque desarrollé empatía hacia ella o porque, al tratarme bien, me hizo sentir de cierta forma especial o superior que los otros.
Cada momento es una oportunidad para mirar hacia adentro, revisar lo que sentimos, de dónde viene y qué efecto está causando. Es sorprendente lo que uno puede descubrir de sí mismo, claro está, si uno se da la oportunidad.
DR. ANTONIO IBARRA
Médico residente en Alemania

En nuestra vida cotidiana, solemos creer que somos seres aislados, individuos independientes que atraviesan la existencia por su cuenta. Sin embargo, el enfoque fenomenológico existencial nos recuerda que no estamos tan separados como creemos; en realidad, estamos profundamente conectados con los demás, y estas conexiones son las que nos definen. Cada uno de nosotros es el reflejo de nuestras interacciones, de las miradas, las palabras y las emociones que compartimos con el mundo.
Hace poco, tuve una experiencia que me llevó a reflexionar profundamente sobre este tema. Durante una visita al dentista, en un intento por aliviar mi ansiedad, uno de los médicos me preguntó sobre mi vida personal. Le conté que tenía dos hijas pequeñas. De inmediato, el otro médico comentó que nos recordaba perfectamente, incluso a mis hijas, mencionando el impresionante

parecido entre una de ellas y yo. Lo curioso es que yo no lo recordaba a él. ¿Cómo podía ser que él nos identificara tan claramente, mientras que yo no tenía memoria alguna de haber interactuado con él?
Esto me llevó a reflexionar: ¿Realmente estamos aislados unos de otros? ¿El hecho de no haber percibido la presencia de este doctor anula, de alguna manera, la relación que él tiene con nosotros? ¿Estamos tan absortos en nuestra propia individualidad que olvidamos al otro?
Vivimos bajo el mito de que somos seres independientes, aislados. Pero esto no podría estar más lejos de la verdad. “Ningún hombre es una isla”, decía John Donne. Somos las relaciones que tejemos: el amigo de la infancia, el amor perdido, nuestros padres, nuestros hijos, nuestros compañeros de trabajo, incluso aquellos con quienes solo compartimos una sonrisa en la calle.
Cada interacción, por pequeña que sea, deja una huella en quienes somos y en quienes nos rodean. Este reconocimiento de nuestra interconexión no debe ser motivo de ansiedad, sino de consuelo.
Cada uno de nosotros impacta, en mayor o menor medida, a las personas que nos rodean. Nuestra presencia, nuestras palabras, nuestras sonrisas o incluso nuestros momentos de indiferencia son capaces de modificar el día de alguien. Y, más aún, en aquellos más cercanos, como nuestros hijos, nuestra pareja o nuestros amigos íntimos, nuestras acciones tienen un eco profundo que resuena en su propia existencia.
Somos seres en constante relación con el mundo, con el otro, con nuestro pasado y con los sueños que proyectamos hacia el futuro. No estamos solos, nunca lo hemos estado. La vida, en su complejidad, se enriquece con las relaciones que

cultivamos, y esa red invisible de conexiones es lo que nos hace realmente humanos.
MIRIAM FLORES DÍAZ
Coach existencial y terapeuta Miyim.fd@gmail.com



La forma en la que nos vinculamos tiene mucho más de fondo de lo que consideramos, ya que no sólo son aspectos químicos o biológicos los que influyen y determinan el tipo de pareja que buscamos, también existen aspectos inconscientes que dan cuenta de patrones y necesidades afectivas. En ese sentido, la elección surge desde dos niveles de conciencia.
La primera es la parte consciente y que es la que verdaderamente podemos explicar cuando decimos “me gustó su personalidad”, “su sonrisa me enamoró” y cualquier otro tipo de expresión que refiera a lo que suponemos nos vinculo a una persona. El segundo elemento es el más importante, el inconsciente, porque ahí están los verdaderos motivos que justamente desconocemos y que fueron los que en realidad nos llevaron a hacer ese famoso “clic”.
De ahí que las “experiencias dolorosas” que se llegan a vivir a veces son aparentemente inexplicables. Comprender que buscamos lo que ya existe en nuestro inconsciente a través de las historias familiares, los vínculos primarios y las personalidades nos ayudará a cuestionar ¿qué es lo que realmente necesitamos?, es decir, si una persona, por ejemplo, tuvo una historia donde hubo abandono, podría comprender, por ejemplo, por qué se apega tanto en sus vínculos y porque no suelta cuando estos lastiman. Y esas formas son las que asociamos con el amor y les terminamos llamando amor.
Elegir “conscientemente” o con los “ojos bien abiertos” tendría que ser la clave para poder buscar una pareja con la que podamos construir un vínculo mucho más sano, desde esa perspectiva lo ideal sería poder elegir a tu pareja ubicando o identificando más allá de sus virtudes, sus defectos.
Y la cereza en el pastel sería que esa persona tuviera el deseo y la conciencia de trabajar en el vínculo para crecer juntos.
¿Qué tips te puedo ofrecer para saber que alguien es para ti?
Alguien con quien compartas valores y principios es un buen comienzo, en un segundo plano que sus proyectos de vida vayan en una

dirección similar, tercero y esencial, que exista confianza al punto de no tener temor de mostrarse vulnerables mutuamente.
También se vuelve un elemento de decisión el que sea alguien que te impulse, que te apoye y se alegre por tus logros.
En lo que a la parte afectiva respecta, el que tu pareja sea alguien con empatía, generosa, que sepa mostrar gratitud y reciprocidad y que te respete en toda la extensión de la palabra, se vuelven rasgos que te harán saber que estás con alguien con quien puedes construir.
Finalmente, el estar con alguien que tenga la apertura para tener charlas incómodas y que al manejar los conflictos y las diferencias siempre esté en la sintonía de ponderar la solución versus querer tener la razón o dejarse dominar por el orgullo será un buen augurio.
MTRO. MANUEL HERNÁNDEZ GARCÍA Psicoanalista
manuel@descubriendote.mx

El día que me convertí en el titular de la morada, una oleada de orgullo abatió mi cuerpo cansado. La casa guardaba un aspecto gélido, aun amplio; mi voz reverberaba sin obstáculo que frenara el sonido. Los muros del hogar eran canos, mantenían una leve semejanza con la tonalidad del vello que se asomaba por mi rostro. Cuando los muebles llegaron, el lugar lucía ligeramente más acogedor, el eco era menos prominente y podía seguir oyendo mis pensamientos, aunque con un volumen más débil.
Una tarde observe durante horas aquella pared en la sala de estar, los recuerdos de décadas se proyectaban en mi pensamiento y dejaban en mí una plétora de añoranzas. El yeso se había resquebrajado y el relieve lucía viejo. Se encontraba descubierta y ninguna parte del amueblado cubría el deterioro.
Decidí colocar un estante que cubriera las cicatrices del muro y cuando fue instalado, comencé a colocar algunos libros que guardaba en mi anterior hogar. Me sumergí en las historias que reposaban sobre el anaquel, la colección de libros se multiplicó inadvertidamente, y una capa de polvo comenzó a revestir la estantería.
Durante una noche lluviosa, quise tomar una enciclopedia al centro del estante. Al sacar el tomo, una capulina se escabulló hacia el libro que se encontraba hacia el costado. Sus ocho patas seguían un movimiento rítmico y apresurado, y su cuerpo se introdujo entre las páginas. Mis manos dejaron ir el libro que estaban aprehendiendo y la pasta dura resonó en el suelo. Retrocedí un par de pasos e intenté controlar el temblor que cruzaba por mi cuerpo.
Reuní el valor para confrontar a la capulina y tras un minuto de arenga, sostuve entre mis manos el escondite de la araña, lentamente se asomó y caminó con movimientos elegantes sobre el lomo del libro. Quise soltar el tomo por instinto, pero dejarlo caer sería más peligroso, dado que en ese momento el arácnido ya se encontraba posando sobre mi mano.
Con un movimiento calmado, coloqué mi mano vieja sobre el estante, donde la capulina regresó sin gesto alguno de agresión a su hogar, aquella noche concluí que la araña era la inquilina de mi estante, compartíamos más similitudes de las que en un principio asumí cuando llegué y comencé a decorar esta casa.
BRUNO GÓMEZ
Estudiante de preparatoria



“La mentira gana partidas, pero la verdad gana el juego” Sócrates
“Di la verdad”, “Si dices mentiras no te van a traer nada los reyes” o “Si dices mentiras te va a crecer la nariz como a Pinocho” estas y otras frases, seguramente las hemos escuchado o nos las aseguraron cuando éramos pequeños. Probablemente crecimos pensando que decir la verdad y evitar las mentiras era la mejor manera de “sobrevivir” y a aterrizar en la “realidad”. Nos dijeron que la verdad nos hace libres y, es cierto, ser honestos y hablarnos con la verdad nos fortalece, nos hace vivir con conciencia a pesar de lo difícil que puede llegar a ser aceptarla. La pregunta es ¿por qué hay momentos en los que la mentira se vuelve una posibilidad?
¿Por qué la mentira nos permite lidiar con el dolor que, a veces, refleja la verdad o la vida en general?
Hoy te dría que las mentiras, contrario a lo que pensamos comúnmente, tienen una explicación mucho más allá que solo la intención de engañar o de “hacer trampa”. La construcción del mundo a partir de una ficción, a partir de una falacia también puede estar siendo una gran defensa que sirve para tolerar el monto de dolor que causa alguna situación en particular que se esté atravesando. Antonio Ferro, citando a Bion en su libro “Pensamientos de un psicoanalista irreverente”, nos habla de que la mentira requiere de un pensador. La mentira abre un mundo, lo crea. Describe el ejemplo de un niño que toma una mermelada y cuando le preguntan que si él lo hizo tiene dos opciones decir que sí y admitir un tremendo regaño por parte de la abuela que recurre a la violencia física para “corregirlo”… o decir que no y vivir en un mundo menos “persecutorio”; menos violento… más tolerable para la mente (supervivencia).
Es interesante por qué la mentira, por lo descrito anteriormente, se utiliza como una defensa ante algo que no podremos soportar; sin embargo, cuando dejamos de temerle a eso que tanto nos asusta, ya no habrá más razones para esconderse detrás de ese mundo ficticio. Pero, ¿qué tendría que pasar? Viene a mi mente otro tema que se asocia mucho y es la cantidad de “dolor” (dolor mental) que uno puede tolerar o el valor que se tenga para enfrentar la situación que asusta. En el ejemplo del niño, la edad o la complexión física no ayuda a poner un alto a la abuela. En otros casos, tal vez el valor para poner un alto ayude a poder decir la verdad y enfrentar lo que implique.
En la película italiana: “La vida es bella”, escrita y dirigida por Roberto Benigni se describe muy bien la idea de que la “mentira” puede ser la defensa ante una dolorosa realidad. Mientras la vida en el campo de concentración es cruel y despiadada, los protagonistas viven en una falacia que permite que el pequeño pueda lidiar con ansiedades muy intensas para así, salvarse. Aquí también va implícita la idea del juego. El juego como resultado de una necesidad de crear una actividad que permita tolerar o recrear lo que se vive de una manera angustiante o complicada.

Pensemos más allá de la moral, de lo correcto o incorrecto, de lo que está bien o mal. Pensemos que la mente trabaja de maneras muy particulares para sobrellevar las ansiedades y dramas humanos o, para simplemente, lidiar con la realidad. Es curioso, pero para eliminar este juicio, podríamos pensar en: ¿A quién le gusta quedarse o sentirse excluido?, ¿A quien le gusta sentir que no pertenece a algún grupo? ¿A quién le gusta ver lo doloroso que es la comparación con otros? Pienso en los niños, pero también en los adultos. Son “dramas” humanos que se viven sin distinción de época, edad o cultura.
Si eres papá, te invito a que explores el mundo de fantasía con tus hijos. Si alguna vez “cachas” que dicen alguna mentira, te sugiero buscar la verdadera razón. Seguramente, detrás de esta “mentira” se esconde cierto miedo o dificultad para expresar libremente algo que angustia. Sin juicios y con la mayor apertura, te invitamos a conectar con tu pequeño para descubrir eso que pasa por su mente. Será más enriquecedor que solo buscar que diga la “verdad”; y si se anima a hacerlo, te invito a tener una escucha activa y una actitud de apertura para promover la confianza y fortalecer el vínculo. Si logras lo anterior, podrás contribuir a que tu pequeño tenga la fuerza necesaria para enfrentar las verdades de la vida en cualquier circunstancia; por más difícil que parezca.
PSIC. ANA GABRIELA LEÓN Psicoterapeuta, orientadora y consultora en el ámbito escolar. agldc.psic@gmail.com sígueme en Ig @anagaby.psic



La equinoterapia es una terapia asistida con caballos que combina los beneficios físicos, psicológicos y emocionales que ofrece la interacción con estos animales. Escoger y entrenar un caballo adecuado para esta práctica es fundamental para garantizar la seguridad y el éxito de la terapia. Este proceso requiere tiempo, conocimientos especializados y una evaluación cuidadosa de las características del caballo, pero sobre todo un adecuado manejo priorizando siempre el bienestar animal.
A continuación menciono algunas características ideales de un caballo para equinoterapia. El caballo debe ser tranquilo, dócil y estar bien socializado. Es preferible que tenga un temperamento equilibrado, ya que trabajará con personas con necesidades específicas, como niños con autismo, personas con discapacidad motriz o pacientes con trastornos emocionales.
Se recomiendan caballos de razas como el cuarto de milla, azteca, o cruces de caballos criollos, debido a su temperamento amigable y su facilidad de manejo. El caballo debe tener una altura moderada (entre 1.40 y 1.60 metros) para facilitar el acceso a los jinetes y terapeutas. Además, su caminar debe ser suave y rítmico, ya que el movimiento tridimensional de su lomo es esencial para estimular el equilibrio y la postura de los pacientes.
Antes de adquirir un caballo, es crucial realizar una evaluación veterinaria completa. Se debe revisar su estado físico, su salud general y la ausencia de problemas ortopédicos. Un caballo con dolores crónicos o lesiones no será apto para este tipo de trabajo. También es importante observar su comportamiento en diferentes situaciones, evaluando su respuesta a estímulos como ruido, movimiento y contacto físico. El entrenamiento de un caballo para equinoterapia debe enfocarse en desarrollar su confianza, paciencia y sensibilidad. Este proceso debe realizarse de manera gradual y con refuerzo positivo. El caballo debe ser expuesto a diversos estímulos, como ruidos, movimientos inesperados y diferentes superficies, para acostumbrarlo a las posibles situaciones que enfrentará durante las sesiones.

Además, es esencial entrenarlo para tolerar el contacto físico constante, ya que los pacientes pueden necesitar apoyarse, abrazarlo o interactuar con él de formas no habituales. El caballo también debe ser guiado para caminar de manera constante y detenerse al recibir comandos suaves.
Un caballo para equinoterapia requiere cuidados constantes, como una alimentación balanceada, chequeos veterinarios regulares y un programa adecuado de ejercicio. También es importante cuidar su bienestar emocional, ya que estos caballos trabajan en un ambiente exigente. Proporcionarles tiempo para relajarse y convivir con otros caballos es clave para evitar el estrés.
En resumen, escoger y entrenar un caballo para equinoterapia es un proceso que requiere atención y compromiso. Un caballo bien seleccionado y entrenado no solo garantiza la seguridad de los pacientes, sino que también se convierte en un aliado terapéutico invaluable, capaz de transformar vidas.
RODRIGO
ORTIZ Sensoria.equinoterapia@gmail.com


¿Has intentado cambiar un hábito y no puedes? El éxito para lograrlo va más allá de la suerte o la presión, sino que también involucra aspectos neuropsicológicos más profundos de lo que te imaginas. El famoso libro contemporáneo Hábitos Atómicos aborda todos estos factores neuropsicológicos que influyen diaria y profundamente en la incorporación o erradicación de un hábito.
Te comparto el esquema de 4 factores de cómo cambiar un hábito basado en el libro Hábitos Atómicos de James Clear.
Para que sea más fácil de visualizar, pondremos un ejemplo: Ej. Ir al gimnasio en la mañana.
1. HACERLO OBVIO
- Escribe lo que quieres lograr en tus propósitos de año o en tu agenda. Pero escríbelo ya que es el primer paso para cambiar tu identidad. (Ej. ¨Cuando hables de tu hábito, llámate como lo que quieres lograr ser: Soy corredor, corro varias veces a la semana.
- Di tu intención y fíjala: ¨Yo haré (conducta) a (hora) en (lugar)¨. Repítelo cuando salga el tema o pienses en hacer aquello. (Ej. ¨Iré al gimnasio Gym lunes, miércoles y viernes a las 8:00 am¨)
- Usa la estrategia de acumulación de hábitos: ¨después de (hábito actual) yo haré (nuevo hábito). (Ej. ¨Después de sacar a los perros al jardín, me subiré al coche e iré al gimnasio¨)
- Diseña tu ambiente para volver evidentes y obvias
las señales de tu nuevo hábito. (Ej. Poner los tennis de ejercicio a un costado de la cama para que al despertar sea lo primero que veas)
2. HACERLO ATRACTIVO
- Vincula una acción que quieras hacer a una acción que necesites hacer. (Ej. Primero me tomo mi licuado en la mañana y después voy al gimnasio.)
- Únete a un ambiente donde tu conducta deseada sea una conducta normal para el resto de los integrantes. (Ej. Frecuenta un grupo de amistades que hagan ejercicio regularmente o alguna amistad que quiera ir al gimnasio también y puedan ir juntos)
- Haz algo que disfrutes mucho inmediatamente antes de realizar un hábito que sea díficil (Ej. Me despierto, abro las cortinas de mi alcoba e inhalo y exhalo, disfruto de la mañana)
3. HACERLO SENCILLO
- Hazlo rápido y corto. Disminuye el número de pasos entre tú y tu nuevo hábito. (Ej. Un día antes llenas tu termo de agua y lo pones a un costado de tus tennis y ropa de hacer ejercicio, al día siguiente estarás casi listo)
- Prepárate. Prepara tu ambiente para que tus futuras acciones sean más sencillas (Ej. Preparar la ropa de hacer ejercicio un día antes y ponerla cerca de tu cama, para que sea rápida de tomar)
- Hazlo simple para que tu hábito pueda realizarse en 2 minutos o menos. (Ej. Elige un gimnasio cerca de tu casa, para que el trayecto no sea impedimento)
- Automatiza tus hábitos y motívate. Invierte en tecnología asegure tu conducta futura. (Ej. Compra algún reloj inteligente, ten la música que te gusta escuchar lista para tu rutina o baja la aplicación que te recuerde y motive ir al gimnasio).
4. HACERLO
SATISFACTORIO
- Prémiate. Consigue darte una recompensa inmediata cuando hayas terminado tu hábito. (Ej. Después del gimnasio paso a la juguería y bebo mi jugo verde favorito)
- Registra tus logros y obstáculos. Usa un registro de hábitos (Ej. Escribe o registra en alguna aplicación
tu desempeño en el gimnasio (duración, velocidad, fortaleza, etc)
- Sé constante. Nunca dejes de hacer algo 2 veces seguidas. Cuando no logres realizar tu hábito, asegúrate de recuperar el ritmo inmediatamente. (Ej. Si faltas un día al gimnasio, no dejes pasar más de dos días sin ir. Siempre retoma en el 3er intento)
RECUERDA:
* Sé constante: Pequeños cambios diarios suman a largo plazo.
* Sé paciente: Cambiar un hábito lleva tiempo. Empieza y continua poco a poco. Si te esfuerzas de más, le tomarás repulsión al nuevo hábito o extrañaras el viejo hábito.
* Sé adaptable: No todos tenemos el mismo ritmo de vida ni constancia. Adapta los pasos a tu estilo de vida y personalidad. Personaliza y simplifica el proceso para que sea sostenible de acuerdo con tu vida y deseos. No te pongas estándares inalcanzables e incongruentes para ti.
Recuerda ser noble y empático con tu cuerpo y mente. Los cambios pueden asustarnos ya que nos sacan de nuestra zona de confort. Recuerda ser paciente y considerado con tus capacidades y virtudes, así será sumamente más probable que logres cambiar ese hábito que tanto deseas cambiar. ¡Éxito!
Texto basado en el libro: Hábitos Atómicos- James Clear.
PSIC. JOANA LAZO www.somosinfancia.com.mx


El valor de los valores Todas las sociedades en todos los tiempos han creado diversos sistemas de valores, los cuales fungen como una guía para la toma de decisiones y para realizar juicios de valor.
Para poder profundizar en esta idea, será necesario pensar al concepto de valor en todas sus acepciones, así, lo valioso es necesario, útil, bello, y/o deseado por el ser humano; ahora bien, para darle otra dimensión, podríamos preguntarnos lo siguiente: ¿Qué necesitan los individuos y para qué? ¿Cuáles son los deseos de la humanidad en general? ¿Cómo diferenciar lo bello de lo no bello? Los sabios (ancianos de las tribus, chamanes, o sacerdotes) tenían la potestad de imponer los valores que consideraban necesarios a sus circunstancias, esperando que la comunidad los siguiera sin generar algún cuestionamiento, obviamente, la “obediencia” ha sido considerado un atributo importante, y la comunidad “obedecía” sin protestar.
Los sistemas religiosos y políticos también han establecido valores que se presentan como fundamentales para el adecuado crecimiento de la sociedad, se espera que el practicante religioso sea pulcro, honesto, bondadoso, humilde y caritativo, así como es esperado que el militante político sea responsable, recíproco, solidario, inteligente y audaz. Y… ¿quiénes nos enseñan dichos valores? ¿la observación y la práctica son herramientas suficientes para su aprendizaje? ¿cómo aseguramos la genuina aplicación de los mismos? ¿los valores cambian o prevalecen?
En la actualidad, la humanidad se está preguntado si los valores -de antaño- ya están perdidos y olvidados, si la “responsabilidad” de dicho olvido es de las nuevas generaciones y de los medios de comunicación, o bien, si ya no son útiles, ni necesarios, ni deseables en la modernidad. Podríamos esbozar una sencilla respuesta argumentando que los valores son humanos (altamente subjetivos) por lo tanto, son inherentes a la naturaleza humana, basta con descubrirlos y desarrollarlos; los medios de comunicación tendrán un impacto, así como en su momento el periódico y la radio movilizaron a las antiguas generaciones, así lo hacen ahora el internet y las redes sociales con la

intercomunicación. Siendo así, ¿hay o no valores en la modernidad? Quizá sí, transformados, adaptados a un nuevo aparato social, satisfaciendo nuevas necesidades y nuevas exigencias.
Pensemos a una “madre moderna”, no solo debe satisfacer los “valores sociales” del matrimonio y la maternidad, sino que debe adaptarse a los “valores socioeconómicos” al ser una mujer exitosa, independiente, y buscado un constante crecimiento.
Tema que hoy es fuente de intensos debates. Así como con el ejemplo anterior, es deseable plantear infinitas interrogantes con respecto a los roles, los valores y las exigencias de las sociedades contemporáneas en cada una de sus áreas, pues al parecer los valores, como muchas otras cosas, han sido monopolizados. Surge entonces una idea que nos invita a permanecer en vigilancia crítica: “Es importante descubrir a aquellos que imponen los valores, pero lo es más, alertar a aquellos que los aceptan sin reflexionar”.
RUBÉN ABDALLAH
Filosofía y psicoanálisis 55 29 04 80 71.


¿Alguna vez haz sentido que hay algo que no te permite ser, cómo si algo cubriera tu verdadero rostro? Se le llama mecanismos de defensa. Pero, la cuestión está en como es que surgen y es que no existe solo uno, sino varios tipos dependiendo al origen y a la manera de gestionar sus emociones en el individuo que lo vive.
Los mecanismos de defensa son estrategias inconscientes que utilizamos para protegernos del dolor, la ansiedad o el estrés. Pueden ser útiles en situaciones específicas, pero cuando se convierten en un patrón de comportamiento, pueden impedirnos vivir auténticamente y conectarnos con los demás.
Como ya se mencionó que existen una variedad de presentarse y los más básicos son los siguientes cuatro: la negación, el mismo nombre da alusión a que se trata y es sobre negar en su totalidad la realidad vivida, asi se evita el dolor. Muchas veces se ve marcado al perder un ser querido, es el primer estado dentro de un duelo. La proyección, es una manera de adjudicar nuestras emociones a los demás, es decir, quitarnos la responsabilidad de lo que se siente y evitar la culpa, también por el hecho de no saber resolver problemas. La racionalización, es una forma de buscar una justificación a nuestras acciones y mas que nada a la mala toma de decisiones.
Como en el caso de gastar el dinero ahorrado en algo que probablemente no precisaba y buscar un motivo razonable para no sentirse mal, de no ocuparlo en algo necesario y, por último, la represión, llevando la tendencia de esconder por completo lo que se siente, incluso al grado de olvidar recuerdos desagradables, para evitar revivir el posible trauma causante de un gran malestar emocional.
Ahora sabiendo la manera en que nuestra mente nos intenta proteger y que quizás so son las mejores formas de enfrentar nuestro dolor, siempre es importante aceptarlos, identificarlos y para conclusión, como superarlos de maneras sanas y de la mano con un profesional.
Cuando se comienza a reconocer su existencia, podremos encontrar el verdadero motivo que nos ha hecho daño, la verdadera raíz; esto nos conlleva a descubrir mas acerca de nuestras

emociones y de nosotros mismos, comenzamos a validar lo que sentimos, sin culparnos. Significa un amor propio, abrazarnos, ser más amables cuando necesitamos expresar y evitar el esconder todo, lo cual no es similar a desaparecer, simplemente es retener y se saque que cuando llenas algo hasta su máxima capacidad, este revienta, eso pasa con todo aquello reprimido. Quizás la mente esta ocupada y alerta ante estas situaciones, viajando una y otra vez al pasado, para evitarlo a toda costa en el presente, por ello es recomendable, estar en el presente, es el punto medio.
Los mecanismos de defensa no son malos, pero se vuelven dañinos cuando se vuelven una constante, donde no te permite vivir con plenitud. Asi que, este es tu caso, en vez de entrar en pánico, identifícalos y busca como superarlos y vivir de maneras más auténticas, libres, donde tu propia mente no te lastime.
PSIC. GRECIA MEJORADA Psic.gremej@gmail.com

