Revista Abril 2025-2

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ABRIL 2025

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En muchas partes del mundo se festeja el día del niño. Por ejemplo, en México, lo celebramos el 30 de abril gracias al Presidente Álvaro Obregón.

En Japón, se celebra dos veces al año, y por separado. El 5 de mayo se festeja a los niños y el 3 de marzo, a las niñas.

En Turquía, el 23 de abril y así sucesivamente.

Es importante mencionar que el día del niño se festeja con la intención de recordar que los infantes son una parte muy elemental para la construcción de la sociedad.

Recordemos que en esta fecha se reafirma que tienen derechos y merecen ser cuidados.

Son vulnerables y dependen de nosotros como adultos.

Festejemos a los más pequeños del mundo y cuidémoslos como lo merecen.

¿Qué diferencia a un buen médico de uno malo? Al igual que las relaciones interpersonales, la relación médico-paciente no es diferente en esencia. Soy un fiel creyente de que no todo médico es el indicado para cada paciente y viceversa.

En México, me encontré con pacientes a los que no les interesaba saber qué tenían, sino simplemente qué tomar, cuándo y de qué forma. De alguna manera, me sentía como su padre; inconscientemente, también sentía que asumía la responsabilidad por ellos. Otros pacientes, en cambio, eran más activos: dudaban, investigaban, cuestionaban; la consulta se volvía, en cierto modo, una exposición sobre la naturaleza de su padecimiento y por qué determinado tratamiento era la mejor opción. Creo que estos últimos son mis favoritos.

No es raro escuchar a la población latina

en Alemania quejarse de los médicos alemanes. Muchas de estas quejas giran en torno a las largas esperas para obtener una cita y, además, siento que existe una gran expectativa de recibir medicamentos, especialmente antibióticos, un tema con el que tuve que luchar bastante en México. Muchos compatriotas se sienten decepcionados cuando, en lugar de una receta, reciben un simple “tómate un té, duerme y descansa”.

Debo admitir que, al principio, a mí también me parecía extraño, pero insisto: salir del área de confort y ver la vida a través de los ojos de alguien más solo enriquece nuestra propia perspectiva. Con el tiempo, empecé a mezclar la escuela “paternalista” y “autoritaria” con la que me formé en México con la escuela relativamente naturista y asesorativa de los alemanes. He dejado de ver los medicamentos como una panacea y, si bien son una excelente herramienta, tienen muchos efectos adversos y no es infrecuente que afecten de manera diferente a cada persona.

He de confesar que me resulta extremadamente agradable saber que, al salir del hospital, ningún paciente me contactará, que los pendientes urgentes serán resueltos por la guardia y que al día siguiente podré continuar con lo que me falte. Por otro lado, también debo admitir que compartir la responsabilidad con el paciente y ceder un poco de ese control, poder y ego es algo relajante.

Al final del día, la medicina, a pesar de presumir de ser una ciencia certera, no lo es, pues existen innumerables factores que influyen en la enfermedad: el paciente, su familia, el entorno, la economía, entre muchos otros. Por eso, al momento de plantear una solución o un posible tratamiento, la decisión se toma en conjunto con el paciente, donde cada uno asume su responsabilidad.

Si un paciente, por ejemplo, sufre de diabetes y no se hace responsable de controlar sus niveles de glucosa, hacer ejercicio y tomar su medicación, con los años culpará a todos menos a sí mismo. Es doloroso darse cuenta de que uno tiene la culpa o, más bien, la responsabilidad de que algo haya sucedido, suceda o vaya a suceder. Cuánto esfuerzo requiere ver las cosas de frente, aceptar que no somos víctimas y que debemos actuar si queremos resultados.

¿Y tú? ¿Sigues culpando a la vida, la suerte, la gente, el país, el pasado? ¿O ya decidiste que es momento de dejar de señalar con el dedo y actuar? Médico cirujano:

ANTONIO IBARRA

Mexicano residente en Alemania

CURIOSIDADES PSICOLÓGICAS

Es muy frecuente escuchar a alguien quejarse, por decirlo de alguna manera, de que siempre le pasa lo mismo. Por ejemplo, en el amor, hay personas que una y otra vez tienen tropiezos, pero no entienden el por qué.

Hay una frase por ahí que dice “quien no conoce su historia, está condenado a repetirla”. La repetición se vuelve patológica cuando nos lleva una y otra vez a repetir tropiezos amorosos por razones similares.

Elaborar, desde el punto de vista terapéutico, nos puede ayudar a salir de este lugar de estos laberintos, ya que es un proceso inconsciente en el cual las personas repiten experiencias de su historia sin recordar o entender el sentido de las mismas.

En ese sentido podemos decir que la compulsión a la repetición surge de lo olvidado o reprimido que intentar retornar y que es activado por alguna situación presente y que en lugar de solo recordarlo nos lleva a actuarlo sin saber por qué. Si nos ponemos Freudianos, Freud decía en su

artículo “Recordar, repetir y reelaborar” que el paciente no recuerda en general, nada de lo reprimido, sino que lo actúa y que mientras mayor sea la resistencia a querer “saber” mayor será la tendencia a actuar aquello que se ha olvidado o reprimido.

¿Qué es lo que se repite o se reprime?

Todo aquello que nos resulta doloroso, vergonzoso y que rechazamos de nosotros mismos. Repetir en ese sentido tiene que ver entonces con la tendencia a terminar o intentar dar salida a aquello que no se logró elaborar o procesar emocionalmente.

A manera de conclusión, si somos capaces de recordar y verbalizar lo reprimido, podremos identificar y entender lo que repetimos y por qué, y así tendremos la oportunidad de reelaborarlo para nuestro beneficio o bien, para nuestra tranquilidad y equilibrio.

DR. MANUEL HERNÁNDEZ GARCÍA

Psicoanalista manuel@descubriendote.mx

En algún momento de nuestras vidas, todos hemos sentido esa punzada incómoda de no ser elegidos. Ya sea en el ámbito social, laboral o incluso familiar, la sensación de no ser seleccionados, invitados o valorados puede despertar emociones intensas y preguntas profundas sobre quiénes somos y cómo nos relacionamos con los demás. Hace poco, viví una experiencia que me llevó a reflexionar sobre esto, y quiero compartirla contigo, no como una lección, sino como una conversación entre amigos.

Todo comenzó con algo aparentemente trivial: no recibí una invitación a una reunión social a la que otras amigas sí fueron invitadas. En un principio, intenté restarle importancia, pero pronto me di cuenta de que esa situación había tocado una fibra sensible. Me sentí desaprobada, invisible y, en cierto modo, alienada. ¿Por qué no me eligieron? ¿Habrá algo en mí que no encaja? ¿Debería cambiar mi forma de ser para ser más aceptada?

Es curioso cómo, con el tiempo, vamos aprendiendo a priorizar nuestra paz interior sobre la aprobación externa. No es que el rechazo deje de doler; duele, y a veces mucho. Pero he llegado a un punto en el que reconozco que no necesito cambiar para ser aceptada. Eso no significa que sea inmune a la tristeza o que no me “bajonee” cuando me siento excluida. Claro que lo hago. Lo que ha cambiado es mi capacidad para detenerme, analizar lo que TERAPIA EXISTENCIAL

Estas preguntas, aunque incómodas, son naturales. El rechazo, incluso en sus formas más sutiles, puede activar nuestras inseguridades más profundas. Nos hace cuestionar nuestra valía y, en algunos casos, nos lleva a considerar la posibilidad de moldearnos para encajar en expectativas ajenas. Sin embargo, después de darle varias vueltas al asunto, llegué a una conclusión que, aunque no elimina el dolor, sí lo alivia: prefiero no estar en un lugar donde no me siento cómoda o apreciada por quien soy.

siento y recordarme que mi valor no depende de cuántas invitaciones reciba o de cuántas personas me elijan.

Esta experiencia me hizo pensar en lo importante que es permitirnos sentir esas emociones incómodas sin juzgarnos por ello. A veces, nos presionamos para “superarlo rápido” o para no darle importancia a algo que, en realidad, nos afecta. Pero reconocer lo que sentimos es el primer paso para entenderlo y, eventualmente, soltarlo.

Además, es una oportunidad para cuestionarnos cosas que tal vez habíamos dado por sentado. ¿Por qué necesitamos tanto la aprobación de los demás? ¿Qué nos dice este rechazo sobre nosotros mismos y sobre nuestras relaciones?

También es importante ampliar nuestra perspectiva. A veces, el rechazo no tiene nada que ver con nosotros, sino con las circunstancias, las expectativas o las limitaciones de los demás. No siempre somos nosotros el problema, y asumir que lo somos puede llevarnos a un ciclo de autocrítica innecesaria. En lugar de eso, podemos elegir ver estas situaciones como recordatorios de que no podemos controlar cómo nos perciben los demás, pero sí cómo nos percibimos a nosotros mismos.

Al final, creo que la clave está en encontrar un equilibrio entre la vulnerabilidad y la autenticidad. \

Permitirnos sentir el dolor del rechazo sin dejar que defina nuestra valía, y al mismo tiempo, elegir ser fieles a quienes somos, incluso cuando eso signifique no encajar en ciertos espacios. No se trata de volvernos insensibles, sino de aprender a navegar esas emociones incómodas con compasión hacia nosotros mismos.

MIRIAM FLORES DÍAZ

Coach existencial y terapeuta Miyim.fd@gmail.com

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POST - IMPRESIONISMO

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En los círculos de los años 1880, cuando la mayoría de los artistas empezaron a comprender que el Naturalismo directo estaba acabado y de continuar adelante sólo podría ser vulgarizado El Naturalismo en todo caso llegaba a ser igualado al materialismo previo a la corriente del impresionismo. Es cuando el siglo estaba terminando teniendo en cuenta que las mentes inquisitivas comenzaron a poner en duda los valores en que estaba basada la sociedad del momento, como por ejemplo en la Ciencia Einstein, la Filosofía Bergson A su vez en las demás Artes Debussy, Mallarme y Proust Esta nueva camada de artistas dedujeron que concentrar esfuerzos basados únicamente en la solución de problemas artísticos, no era suficiente. Entonces se dio la reacción Post-Impresionista que tuvo lugar en estas circunstancias. Ahí se produjeron dos movimientos rivales, pero frecuentemente relacionados entre sí, dirigidos respectivamente por Seurat y Gauguin Van Gogh, el más grande de los tres Post-Impresionistas, bebió en ambas fuentes, pero siguió su propio camino

Georges Seurat aportó a la pintura la lógica brillante de un matemático, deseoso de estructurar y clasificar el orden junto con el proceso de lo que debería ser el arte pictórico. Concentró sus investigaciones en ambiciosas composiciones, analizó el papel que desempeñan en la pintura las luces en comunión con las sombras, las clasificó primero por el tono, luego el color, finalmente en la línea y la composición, proponiendo una especie de impresionismo científico.

Este orden en el diseño se aprecia claramente en su La Promenade Matinale (1885) donde no hay una aparente conducta linear, sino que el sube y baja para nunca estar en el mismo nivel y así con esto ubicar el centro de la escena en un vacío de circunstancia Todavía bajo la influencia de Monnet buscando simplificar aún más la composición separando las pinceladas y engrosando los trazos, técnica con la comulgaría Van Gogh y que posteriormente evolucionaría hasta llegar a la mínima expresión de la pincelada usando solo un toque del pincel (un punto) principio fundamental de todas las imágenes que vemos de manera digital

CAPITULO

Los esfuerzos en con los que consecuentemente elaboró con exactitud matemática apoyándose de técnicas antiguas como el de los grabados Japoneses del periodo Edo y en la estructura oriental primitiva de la dinastía Tang y Liao, así fundó la semilla del justo medio, ósea la división más armoniosa para la vista. Justo como lo había hecho años atrás Paul Gauguin donde ambos relacionaban los estados de regocijo, la serenidad y la tristeza con colores tonos y sombras En la obra que podemos ver reflejada todo este proceso creativo es en Dimanche à la Grande Jatte (1884) de Georges Seurat por mucho la máxima obra del puntillismo

El Puntillismo se caracteriza por su estudio riguroso de la luz y el color, buscando representar la realidad de manera precisa. La técnica se basa en la aplicación de pequeños puntos de color puro, en lugar de pinceladas, en esta Yuxtaposición de colores los puntos se colocan uno al lado del otro, sin mezclarse físicamente en la pintura, el tamaño, la ubicación y la distancia entre los puntos permiten crear diferentes texturas y dar profundidad a la imagen. La percepción de la imagen se produce a través de la mezcla óptica de los colores, cuando el espectador los ve desde una distancia adecuada. Paul Signac lo teorizó como "Divisionismo" que atrajo principalmente en Francia y Bélgica a pintores como Camille Pissarro, Maximilien Luce y Théo van Rysselberghe, clasificados en un movimiento artístico conocido como "Neoimpresionismo"

Aunque la técnica que ya se utilizaba en el siglo XVI Georges Seurat la desarrolló hasta convertirla en un sistema bien definido.

Uno de los admiradores de Georges Seurat y siempre relacionado con los mil ochocientos noventas Henri de Toulouse Lautrec compartió el interés casi exclusivo de Degas con el que forjó un vínculo de compresión con cuadros llenos de significado personal. Narrando la vida nocturna del vibrante París y sus vivencias de esas noches de excesos, como lo podemos disfrutar en su obra Salón de la Rue des Moulins (1894)

David Lobatón

El concepto de crisis proviene del griego krisis, que significa “decisión” o “juicio”, aludiendo a un punto de inflexión en el que una elección significativa debe tomarse. El término ha adquirido una connotación más dramática, asociándose comúnmente con situaciones de conflicto o desestabilización, que nos obligan a hacer frente a la adversidad, y lo escuchamos día a día en relación a crisis climáticas, políticas, financieras, entre otras.

De este modo, cuando hablamos de crisis, nos referimos a momentos disruptivos que transforman nuestra realidad, interrumpiendo el curso habitual y generando la necesidad de una respuesta distinta. Es en este contexto de transición y reconfiguración cuando nos enfrentamos a lo inesperado, lo incierto, y lo que nos obliga a reconsiderar varios puntos.

Cuando hablamos de la crisis en la parentalidad, este concepto cobra una complejidad importante. La parentalidad, en tanto proceso

de ser madre o padre, en el cual educamos y acompañamos emocionalmente a nuestros hijos, está expuesta a presiones sociales, culturales y económicas. Las expectativas de lo que significa ser un buen padre o madre, las transformaciones en los modelos familiares y las nuevas exigencias del mundo moderno están desafiando nuestra forma de ejercer este rol. Es así que en este sentido, la parentalidad, como muchos otros aspectos de nuestra vida, está hoy en crisis, es decir, en constante redefinición.

Hablar de crisis en la parentalidad no se refiere solo a momentos de dificultades concretas, sino a una transformación profunda de lo que significa ser padre o madre en la sociedad actual. Los padres y las madres enfrentan un sinfín de presiones externas; se escucha en el consultorio a ambos lidiando con dificultades ante la falta de conciliación entre el trabajo y el hogar, las expectativas familiares y el estigma de no ser lo suficientemente buenos. Este escenario, lejos de facilitar el proceso de crianza, lo

complica y genera incertidumbre, dudas y angustia. En muchos casos, la figura del padre o la madre se ve sometida a tantas exigencias que se convierte en una constante búsqueda de aprobación de la sociedad, de su entorno familiar y, muchas veces, de sí mismos.

Un ejemplo claro de esta crisis es la presión por cumplir con estándares de “la maternidad/ paternidad perfectas”. Una imagen construida en gran parte por los medios, la cultura y las redes sociales, la cual crea una figura idealizada de los padres que se deben comportar de una forma intachable, que siempre tienen respuestas y soluciones inmediatas; esto no solo es irreal, sino dañino. En lugar de encontrar el equilibrio entre nuestras propias expectativas y las de los demás, los padres pueden caer en un ciclo de agotamiento y frustración.

El exceso de información y la abundancia de enfoques sobre la crianza desdibujan el camino, tornando la tarea de ser padres en un reto abrumador. Cada vez son más los cursos y recursos que se les ofrecen para saber cómo actuar ante tal o cual situación, con la finalidad de hacerlo de la “mejor manera”, sin embargo, lejos de encontrar respuestas, muchas veces quedan más agobiados por no estar llevando a cabo con exactitud las pautas que les fueron dadas. Esto aleja a los padres y madres de poder encontrar formas de conectar emocionalmente con sus hijos y consigo mismos, para que de manera más clara puedan conocer más las necesidades emocionales de sus hijos y puedan actuar en consecuencia.

Por otro lado, resulta crucial entender cómo las crisis personales de los padres impactan directamente en la crianza. Un padre o madre que atraviesa una situación de estrés laboral, económica o emocional no puede evitar que esa carga se vea reflejada en su relación con sus hijos. Y lo mismo sucede con las dinámicas de pareja, donde los conflictos o la desconexión también afectan la estabilidad del hogar. Esta sobrecarga emocional no solo afecta el bienestar de los adultos, sino que se proyecta en la crianza, en el modo en que los hijos perciben y procesan las emociones de sus padres.

Así, la parentalidad se convierte en una crisis no solo externa, sino también interna, que transforma la manera en que los padres se ven a sí mismos, cómo enfrentan sus propios conflictos y cómo responden a las necesidades emocionales de sus hijos. Esta crisis se inserta dentro de una sociedad que exige cada vez más, pero que a menudo no brinda el apoyo necesario para sostener las expectativas que genera.

Con lo anterior, resulta importante encontrar otras formas y construir espacios de acompañamiento y reflexión, más que de optimización y corrección para los padres y madres. Existen otro tipo de espacios como talleres, asesorías personalizadas, terapia, espacios reflexivos en los centros de trabajo, para que ahí puedan escucharse, compartir y encontrar su propia forma de ser padres para sus hijos, teniendo en mente que se trata de un recorrido singular que tiene sus múltiples momentos de tensión, pero que al tener más claridad sobre sus fortalezas y sus expectativas de esta etapa, podrán conectar mejor con su pareja y con sus hijos para poder sortear mejor estas crisis y presiones externas.

MTRA. MARÍA MACÍAS espaciopsyche@gmail.com

El fenómeno de la migración ha sido una constante a lo largo de la historia humana, pero en la actualidad, debido a diversas razones como la búsqueda de mejores oportunidades económicas, la violencia o el cambio climático, millones de personas cruzan fronteras en busca de un futuro distinto. Sin embargo, esta experiencia no solo implica un cambio geográfico, sino también emocional, y es aquí donde entra en juego el concepto del “duelo migratorio”, un proceso complejo que afecta profundamente a los individuos que dejan su hogar en busca de nuevos horizontes.

El duelo migratorio hace referencia al sufrimiento emocional que experimenta una persona al dejar atrás su país, su cultura, su familia y sus raíces. Este proceso no es solo el resultado de la pérdida física del hogar, sino también de una serie de pérdidas simbólicas, como la identidad cultural, los vínculos afectivos, las tradiciones y el sentido de pertenencia. Para muchos migrantes, esta transición involucra una profunda sensación de desarraigo, y a menudo, el sentimiento de estar atrapado entre dos mundos: el de su país de origen y el del nuevo hogar, sin poder sentirse completamente parte de ninguno.

Uno de los aspectos más difíciles del duelo migratorio es la constante adaptación a nuevas realidades, que incluyen el idioma, las normas sociales y las costumbres. Esta adaptación, aunque necesaria para sobrevivir en un nuevo entorno, puede generar sentimientos de alienación, inseguridad y soledad. La distancia de la familia y amigos puede intensificar estos sentimientos, creando una sensación de desconexión emocional.

El proceso de duelo migratorio no siempre se manifiesta de manera inmediata; a menudo, los migrantes experimentan una etapa inicial de “idealización” de su nuevo entorno, llena de expectativas y esperanzas. Sin embargo, a medida que la novedad desaparece y se enfrentan a las dificultades cotidianas, surgen los sentimientos de tristeza, ansiedad y nostalgia, lo que puede llevar a una manifestación del duelo similar al que se experimenta en la pérdida de un ser querido. Este duelo puede manifestarse en diversas formas,

como depresión, estrés postraumático, trastornos de ansiedad, o incluso síntomas físicos como el insomnio.

La dificultad de expresar este dolor debido a barreras culturales o lingüísticas puede agravar la situación. Además, la presión por integrarse en una nueva sociedad y “superar” el duelo migratorio a veces se ve como una expectativa social, lo que lleva a los migrantes a ocultar sus emociones, agravando su sufrimiento.

Para abordar el duelo migratorio, es fundamental brindar apoyo emocional y psicológico a quienes atraviesan esta experiencia. La empatía y la comprensión de su proceso emocional son cruciales para ayudarlos a reconstruir su identidad en un nuevo contexto sin perder la conexión con sus raíces. Además, políticas migratorias inclusivas y que promuevan la integración social pueden ayudar a reducir el sentimiento de exclusión y mejorar el bienestar emocional de los migrantes.

El duelo migratorio es una experiencia dolorosa y compleja que toca diversos aspectos de la vida emocional de quienes migran. Reconocer y validar este proceso es esencial para ofrecer un apoyo adecuado y permitir que las personas migrantes se adapten de manera saludable a su nuevo entorno, sin perder de vista lo que los conecta con su origen.

MTRA. MARISOL ARIANA AGUILAR ROSALES Psicoterapeuta marihole@hotmail.com

“A ntes, los niños jugaban más”, “Antes, los niños eran más felices”, “Antes, no se escuchaba que los niños tuvieran ansiedad”, “Antes, los niños no se metían en cosas de adultos” “Antes, los niños eran niños y los adultos cuidaban de ellos”.

¿Qué tan ciertas son estas afirmaciones? ¿Hoy, en esta vida tan ajetreada, podemos hacer que los niños sigan siendo niños?

El mundo y la vida avanzan tan rápido que la delgada línea entre el mundo adulto y el mundo infantil se desdibuja constantemente y la salud mental de los niños se ve afectada. Cada vez es más frecuente escuchar acerca de trastornos de ansiedad y depresión en los niños. ¿A qué se debe? ¿Se puede prevenir? La respuesta es sí.

Cuidar la salud mental de los niños se ha convertido en un reto cada vez más difícil de cumplir. Por un lado, la prisa y la vida laboral exige la atención de papá y mamá. Por otro lado, muchos niños se han introducido a un mundo adulto lleno de obligaciones, ajetreo e información inapropiada. También; es verdad que, en los últimos años, se ha disminuido el número de hijos por familia lo cual propicia, o empuja, al niño a pronto adentrarse al mundo del adulto. Se queda sin posibilidad de jugar con sus pares o de aprovechar las ventajas de convivir con hermanos diariamente.

La pregunta es… Cómo papás, ¿cómo podemos cuidar de la salud mental de nuestros niños? ¿Aún estamos a tiempo? La respuesta es sí. Lo más importante es que, ubiquemos nuestro lugar adulto y asumamos que es nuestro turno de cuidar esas pequeñas mentes que están ávidas de conocimiento, cuidado, atención y amor.

Al parecer, la receta es sencilla y, al mismo tiempo, requiere de un gran esfuerzo. Cuidar la mente infantil en un mundo lleno de obligaciones adultas no es tarea fácil; sin embargo, hay algunas recomendaciones muy sencillas que podemos hacer para mantener. Si nuestro deseo es que nuestros niños sean resilientes, felices y capaces de resolver la vida adulta que les tocará en un futuro, vale la pena tomar acción y organizar algunas actividades que beneficiarán su desarrollo.

Entre las actividades más sencillas se encuentran el cuidado de la alimentación, el descanso apropiado y el respeto de las horas de sueño según la edad. El ejercicio físico incrementa y regula los neurotransmisores; por lo que es básico en la vida cotidiana de los niños. Estas actividades son, relativamente, sencillas pero lo complejo está en conectar como adultos, ayudarles a identificar y gestionar sus emociones. Para lo anterior se requiere un esfuerzo por jugar con ellos, levantarse del sillón y bailar, leer, respetar sus rutinas e imprimirle todo lo que esté en nuestras manos para poder seguir alimentando su mundo.

Te invito, como papá, a adentrarte en el mundo infantil de tu hijo. Te invito a darte un clavado en su interior para seguir conectando con sus necesidades. Cuidemos la salud mental de nuestros niños. En este mes del niño, hagamos todo lo que está en nuestras manos por seguir cuidándolos. Recordemos que un niño atendido no es lo mismo que un niño consentido. Cuidemos.

PSIC. ANA GABRIELA LEÓN

Psicoterapeuta Psicoanalítica/ Orientación a Padres gabriela@descubriendote.mx ig: @anagaby.psic

Alas mamás siempre les digo que el dejarles de hablar, pegarles o castigarles a los hijos siempre funciona. Por supuesto que funciona.

Eso es un reforzamiento positivo o negativo, y es conductismo puro. Pero las consecuencias en el autoestima de nuestros hijos son devastadoras. Quitarías un comportamiento inmediato, pero lo que vendría debajo sería mucho peor y negativo.

Todos somos sensibles a lo que la sociedad piense de nosotros. La familia es nuestro espejo de la sociedad, por lo que todo aquello que suceda con tus padres, son reflejo de cómo te ve (o te puede ver) la sociedad.

Cuando nuestros padres nos dejan de hablar o aplican la ley del hielo nos sentimos aislados, rechazados, y con el temor de seguir siendo lastimados. Esto es inconsciente. Recuerda que el principal temor de los niños es ser abandonados por

sus padres. Al dejarles de hablar los niños pueden sentirse en riesgo de qué los padres no los acepten más y los rechacen o abandonen. Para esto, después de un rato de estar bajo la ley del hielo, empiezan a portarse bien con el fin de recuperar la atención y el cariño de los padres. Uno como adulto no lo ve de la misma manera que los niños, ya que sabemos que obviamente no los vamos a abandonar en algún lugar o rechazar solamente porque no hicieron la tarea. Sin embargo, los niños lo pueden llegar a ver así, pueden ver la amenaza como REAL.

¿Por qué aplico la Ley del Hielo? A veces nos cuesta trabajo tolerar ciertas circunstancias de nuestro día a día y por eso nos bloqueamos. Tenemos una gran dificultad para tolerar emociones que nos sobrepasen y preferimos cerrarnos. Quizás nuestros padres nos lo aplicaban también a nosotros.

Quizás estamos sobrepasados con la crianza y preferimos darnos un ¨tiempo fuera¨ por medio de no hablarles. Quizás queremos que aprendan a valorarnos y queremos que extrañen nuestro cariño/comunicación por lo menos un rato. Recuerda que si lo que queremos es que los niños aprendan a expresar sus emociones de una manera asertiva y poder manejar sus emociones de una manera sana sin dañar a los otros, les puedo asegurar que la ley del hielo hace completamente lo contrario.

En psicología consideramos la ley del hielo aplicada entre adultos como indicios de manipulación. Estamos forzando al otro que busque una validación constantemente mientras ignoramos sus necesidades y su presencia. Al cabo de un tiempo, unos minutos o unas horas o días nos sentimos lo suficientemente satisfechos con que la otra persona haya intentado ser validada por nosotros. Si lo ves en perspectiva, es una técnica bastante egoísta.

¿Entonces qué hago?

1. Reconoce y valida tus propias emociones. ¨Esto me está molestando de sobremanera¨

2. Respira y piensa ¿Estoy lo suficientemente estable emocionalmente para intervenir y disciplinar/continuar la conversación?¨

3. Si la respuesta es NO, respira y sé honesta ¨Necesito un tiempo para autoregularme¨

4. Sé asertiva y expresa cómo te sientes ¨En este momento estoy muy molesta, prefiero quedarme callada y pensar a solas por favor¨ Dilo cuantas veces sea necesario. Si necesitas aislarte (ir a tu cuarto por un rato o salir a regar las plantas, hazlo), pero no ignores cuando te hablan.

5. Date tu tiempo. Sin ignorar, sin manipular, sin herir. La comunicación es la clave para que tus hijos aprendan sobre las emociones y cómo gestionarlas asertivamente (incluso cuando los han sobrepasado)

6. Más tarde piensa sobre la emoción y cómo te sobrepasó. ¿Qué fue lo que me detonó? ¿Porqué reaccioné así? ¿Tiene que ver algo con mis padres, mi infancia? ¿Me recuerda a algo?

7. ¿Te pasa seguido? ¿Las emociones te sobrepasan y te desbordas? Platica con un profesional sobre medidas y estrategias para manejar este tipo de situaciones.

PSIC. JOANA LAZO www.somosinfancia.com

Los límites son la frontera que separa nuestro bienestar de la explotación. En una sociedad donde la complacencia y la aprobación de los demás son altamente valoradas, es fácil perder de vista la importancia de establecer límites saludables. Sin embargo, es precisamente la capacidad de decir “no” lo que nos permite vivir una vida más auténtica y plena.

Cada persona tiene su propia forma de pensar, ser y sentir. Esta diversidad es lo que enriquece nuestra experiencia humana, pero también es lo que puede generar conflictos y desacuerdos. Es aquí donde los límites entran en juego. Al establecer límites claros, podemos proteger nuestra integridad y bienestar, y al mismo tiempo, respetar la individualidad de los demás.

Sin embargo, en nuestra sociedad, a menudo se nos enseña que el bienestar de los demás es más importante que el nuestro. Se nos dice que ser egoístas es malo, y que debemos priorizar las necesidades de los demás antes que nuestras necesidades, pero esto puede llevar a una falta de respeto por nuestros propios límites y necesidades.

Cuando alguien se atreve a decir “no” a una situación que no se siente cómoda, a menudo es juzgado como egoísta. Se le acusa de solo pensar en sus propios intereses, sin considerar las necesidades de los demás. Pero esto es un error. Establecer límites no es egoísmo, es autocuidado.

Es reconocer que tenemos necesidades y límites propios, y que es importante respetarlos.

Pero, ¿cómo podemos establecer límites saludables?

El primer paso está en identificar aquellos límites que necesitas en tu vida, aquello que no te hace sentir bien. Una vez ya establecido, es momento de externarlo de formas respetuosa y firme. Los limites pueden ser negociables, siempre y cuando no se permita un daño a nuestra integridad y la del resto, por lo tanto, debe ser beneficioso para ambas partes, pues asi como requieres que tus necesidades sean visto, los demás tambien lo merecen. Es muy probable que, con el paso del tiempo, se ajusten, todo va cambiando y con ello nuestras formas de actuar, ya sea de manera positiva o negativa.

No tengas miedo de decir “no”, es nuestro derecho. Amarnos a nosotros mismos, tambien es sinónimo de respetar lo que sentimos, de negar en nuestras vidas lo que nos hace daño, viniendo de quienes nos rodean o incluso de nosotros mismos. Establecer límites es un proceso, por lo tanto, requiere paciencia y práctica. Nunca es tarde es tarde para empezar a notarnos en nuestro propio reflejo.

El tiempo no halló, hasta la caída del muro, la forma de intruirse en mis indagaciones sobre el mundo terrestre. Una maravilla que asumí como inaccesible para mi piel convertida en hojalata, fue desconocida ante el gesto de la experiencia. Llegué, sin propósito ni advertencia alguna, a este habitáculo despojado de toda pertenencia orgánica; materia que quizás albergó mi cuerpo en algún momento caduco.

Ahora que la salida se ha esbozado accidentalmente en forma de esquirlas, soy capaz de entender al presente como solución al aislamiento. Mis brazos metálicos integraron diminutos fragmentos del antiguo espejo a su composición, revelando una sensación abrumadora y poco placentera, no por ello menos sorpresiva.

Un par de ojos, de condición digital, compone una parte de mi rostro; con la única función que de estudiar el reflejo que emanaba de los seis muros que me rodeaban hasta antes de que la pared fuera fragmentada. Lo único perceptible era una proyección casi fractálica de tonalidad verdosa, en cada repetición de la imagen, ésta se invertía y disminuía su tamaño hasta reducirse a un borrón verdoso.

Al distinguir la salida, mis piernas se levantaron del piso sin entrenamiento previo, perdiendo ocasionalmente el equilibro; caí al otro espejo que se encontraba debajo de mí y este también se resquebrajó. Caminé erráticamente hasta asomar mi cuerpo al exterior de la cámara de espejos y me dispuse a estudiar lo que había aprendido con anterioridad. Examiné el nuevo mundo que se presentó ante mis ojos, sentí un cosquilleo en la mejilla a la par que la capa de oxido que cubría mis mejillas se desprendía de mi rostro, y con ella la hojalata se desprendía lentamente.

Pasé mi mirada por todas las direcciones que pude, observé los árboles sin intención de comprenderlos, perseguí con mis ojos una parvada que surcaba el cielo y guardé un respiro en mi pecho. Me dispuse a caminar por la llanura sin rumbo definido Cerré los ojos y como ruta más cercana a mi mente, me encontré en mi memoria la antigua habitación del encierro, intenté recordar lo aprendido durante aquel periodo de estudio hermético, al conectar mi mirada con el mundo nuevamente, el cuarto se había perdido y deseché todo lo que había creído saber de un mundo inexplorado.

Estudiante

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