Revista Cultural Alternativas N28 Septiembre 2012

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música / con ton y son

E

n la primera mitad del siglo XVIII, por ejemplo, a la ópera se iba a muchas cosas: a comer, a ligar, a cerrar negocios, a sentar jerarquías, a conspirar, a conversar… todo mientras transcurría el drama musicalizado. Las personas asistían a varias funciones de una misma obra pero no ponían completa atención a ninguna. Cuentan las crónicas que los únicos momentos en los que el teatro enmudecía era en las arias de los solistas principales, pero una vez aplaudida la diva o el castrati todo el mundo volvía a lo suyo y dejaba de escuchar.

En ‘Nuevos ensayos sobre la comprensión musical’, libro del filósofo Peter Kivy, se señala que una audición concentrada, en la que las personas guardaban silencio y buscaban mantener su atención en la música se volvió un ejercicio social hacia 1790. El público generó entonces una ‘actitud estética’, una búsqueda consciente por apreciar la música al margen de todo interés, no sólo para obtener gozo sino para poder tener una comprensión crítica. Esta actitud estética se convirtió en el código normativo del comportamiento social en una sala de conciertos. Fue el origen de que actualmente en los recintos en donde se presenta una ópera, un concierto o recital de música clásica se guarde absoluto silencio, se impida la entrada a la sala una vez comenzada la obra, se prohíba encender alarmas o celulares; y la personas repriman sus ganas de comentar, tararear e incluso toser. En palabras simples: se guarde el mayor silencio posible. En el imaginario libro que deseo leer sobre el comportamiento social en los conciertos, con seguridad y tristeza estaría escrito en el último capítulo: “Es curioso como los padres meten a sus hijos a clases de música, los apoyan entusiasmados para que aprendan a tocar el violín, por ejemplo, pero el día que

van a realizarse las audiciones de la academia: llegan tarde, exigen con prepotencia que se les permita pasar aún cuando el recital haya comenzado, se paran a tomar fotos tapando al público, contestan el celular que previamente interrumpió con su timbre y dicen “sí, sí nos vemos. Luego te llamo”; por si fuera poco una vez que su querubín terminó de interpretar ‘Chocolate dulce’ salen de la sala sin escuchar al resto de los ejecutantes Todos tenemos produciendo más que saberlo:a ruido aún”. Todos tenemos que saberlo: a un concierto se va a escuchar ¿Obviedad? ¡No! Cada vez que asisto a una representación musical constato que hay personas que no se dan cuenta que todo ruido que producen es una deformación de la obra que se está ejecutando.

un concierto se va a escuchar ¿Obviedad? ¡NO! Cada vez que asisto a una representación musical constato que hay personas que no se dan cuenta que todo ruido que producen esuna deformación de la obra que se está ejecutando.

La música es sonido, si alguien habla, canta, entra o sale a destiempo o permite que suene su celular está introduciendo sonidos que modifican la audición de todos los demás. Para mí es el equivalente a poner unas pinceladas extras en la obra plástica que está expuesta en un museo. Sólo los vándalos hacen eso. Los ritos sociales en el palenque, en un concierto de rock en el estadio o en un teatro son diferentes, porque cada tipo de música es diferente. Puede o no estar amplificada y tiene un grado de complejidad que hace necesaria mayor o menor concentración para apreciarla cabalmente. Por eso el comportamiento social ante la ejecución musical debe ser diferente y adecuado a cada tipo de música y lugar.

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