Revista Cultura de Guatemala

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CULTURA DE GUATEMALA Enfoques humanísticos Cuarta época

Facultad de Humanidades Francisco Albizúrez Palma: presencia y legado en las letras Año XXXVII, vol. I, enero-junio, 2016

Guatemala, 2016


860.8 R454

Revista Cultura de Guatemala : Enfoques humanísticos Francisco Albizúrez Palma: presencia y legado en las letras / Coordinadores: María Eugenia DelCarmen y Eduardo Blandón. -- Guatemala : URL, Editorial Cara Parens, 2016. xxvi, 246 p. ; il. (Revista Cultura de Guatemala, Cuarta época, año XXXVII, vol. I, enero-junio 2016) ISSN: 2304-7003 Título de la cubierta: Cultura de Guatemala: Enfoques humanísticos 1. Albizúrez Palma, Francisco 1935 - 2014 2. Literatos guatemaltecos 3. Literatura guatemalteca 4. Lingüistas 5. Análisis (Filosofía) i. DelCarmen, María Eugenia, coord. ii. Blandón Eduardo, coord. t. SCDD 21

ISSN: 2304-7003 Cultura de Guatemala. Enfoques humanísticos. Cuarta época. Facultad de Humanidades. Francisco Albizúrez Palma: presencia y legado en las letras Coordinadores: Mgtr. María Eugenia DelCarmen y Mgtr. Eduardo Blandón Edición, año XXXVII, vol. I, enero-junio, 2016 Correo electrónico: culturadeguatemala@url.edu.gt Editorial Cara Parens de la Universidad Rafael Landívar Reservados todos los derechos de conformidad con la ley. No se permite la reproducción total o parcial de esta publicación, ni su traducción, incorporación a un sistema informático, transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, grabación u otros métodos, sin el permiso previo y escrito de los titulares del copyright. D. R. ©

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Diego Penedo


AUTORIDADES DE LA UNIVERSIDAD RAFAEL LANDÍVAR Rector Vicerrectora académica Vicerrector de Investigación y Proyección Vicerrector de Integración Universitaria Vicerrector administrativo Secretaria general

P. Eduardo Valdés Barría, S. J. Dra. Lucrecia Méndez de Penedo Dr. José Juventino Gálvez Ruano P. Julio Enrique Moreira Chavarría, S. J. Lcdo. Ariel Rivera Irías Lcda. Fabiola Padilla de Lorenzana

AUTORIDADES DE LA FACULTAD DE HUMANIDADES Decana Vicedecano Secretaria

Mgtr. Hilda Caballeros de Mazariegos Mgtr. Hosy Orozco Mgtr. Irene Ruiz Godoy

CONSEJO EDITORIAL DE LA REVISTA Mgtr. María Eugenia DelCarmen Dra. Karina J. García Ruano Mgtr. Hilda E. Díaz de Godoy Mgtr. Roberto Martínez Palma Mgtr. Alejandro José Mena Mgtr. Eduardo Blandón Dr. Miguel Flores

COLABORADORES DE ESTE VOLUMEN

Mónica Albizúrez Dr. Ramón Luis Acevedo Dra. Aida Toledo Dr. Dante Barrientos Tecún Dr. Arturo Arias Mgtr. Raquel Montenegro Mgtr. Margarita Hernández de Polaczyk Dr. Dante Liano Mgtr. Gloria Hernández

Ramiro Mac Donald Amable Sánchez Carmen Matute Lisbeth Hernández Castillo Dr. Juan Blanco Luis Aceituno Méndez Vides Dra. Karina García-Ruano Dra. Lucrecia Méndez de Penedo



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Índice

Presentación …………………………………………………………… xi A modo de introducción: Francisco Albizúrez, sus tiempos y legados Mónica Albizúrez …………………………………………....………… xiii I. Área monográfica 1. Miradas encubiertas, miradas convulsas: literatura guatemalteca y centroamericana La literatura centroamericana: veleidades e injusticias del canon Dr. Ramón Luis Acevedo (Universidad de Puerto Rico)……………………… 3 Apuntes sobre una escritura borrosa: mapas culturales y de sobrevivencia durante el conflicto armado Dra. Aida Toledo (Universidad Rafael Landívar) ……………………….… 21 El bestiario en la literatura centroamericana. Mario Payeras (Guatemala, 1940-1995): El mundo como flor y como invento (1996) Dr. Dante Barrientos Tecún (Université Aix Provence) ………………….… 51 “Habitus” y nomadismos en los cuentos de Francisco Albizúrez Palma Dr. Arturo Arias (Universidad de California de Merced) …………………. 61 2. Estudiar el español: recorridos y perspectivas en Guatemala Los trabajos lexicográficos y los estudios léxicos a propósito del español en Guatemala Mgtr. Raquel Montenegro (Academia Guatemalteca de la Lengua) ………… 79


Hacia una cartografía de La Revista, el primer órgano de difusión de la Academia Guatemalteca de la Lengua Mgtr. Margarita Hernández de Polaczyk (University of Tennessee Knoxville) …101 3. Zonas formativas e institucionales en la literatura guatemalteca La Facultad de Humanidades de la USAC: memoria de los años sesenta y setenta Dr. Dante Liano (Universitá Cattolica de Milan) ………………………. 127 Las mil y una alegrías de la literatura infantil y juvenil Homenaje a mi maestro, el doctor Francisco Albizúrez Palma Mgtr. Gloria Hernández (Universidad de San Carlos) …………………… 137 II. Colaboraciones Desentrañar las estrategias de uso, legitimación y construcción de la aparente neutralidad del discurso periodístico Ramiro Mac Donald …………………………………………………… 147 Recordando a Paco Albizúrez Amable Sánchez ……………………………………………………..… 167 A Paco Albizúrez, recordando nuestras clases sobre César Vallejo Amable Sánchez ……………………………………………………..… 169 La palabra de Asturias en la pluma de Albizúrez Palma Carmen Matute ……………………………………………………..… 171 Destrezas básicas en preescolar para el aprendizaje exitoso de la lectura Lisbeth Hernández Castillo …………………………………………..… 181 III. Pluma invitada ¿El desencanto de los “grandes relatos”? Posmodernidad, hermenéutica y pensamiento débil Dr. Juan Blanco ………………………………………...……………… 203


IV. Reseñas El Doctor Luis Aceituno ………………………….……………………….……… 225 Viaje al centro de los libros Réquiem Francisco Albizúrez Palma Méndez Vides …………………………………………………….…… 227 V. Entrevista Francisco Albizúrez Palma: el intelectual orgánico Entrevista a la doctora Lucrecia Méndez de Penedo, vicerrectora académica de la Universidad Rafael Landívar Dra. Karina García-Ruano ………………………………………..…… 231 VI. Arte Paisajes sagrados en la obra pictórica de Mónica Serra Dra. Lucrecia Méndez de Penedo ….….….….…………..….….……. 239



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Presentación Es un honor presentar el primer volumen de la revista Cultura de Guatemala, del año 2016, dedicada al ilustre intelectual de las humanidades Francisco Albizúrez Palma, quien además de su contribución como creador y crítico dentro del ámbito nacional e internacional, también dio un gran aporte como docente y como un amigo que compartió los ideales de esta casa de estudios. En lo personal, tuve el gusto de conocerlo en su paso por nuestra universidad, así como en diversas comisiones, eventos y representaciones en donde coincidimos. Esto me permitió evidenciar en él no solamente sus dotes intelectuales y literarias, sino también su gran calidad como humanista. A partir del año 2012 inició la cuarta época de esta revista, que se constituye como la publicación académica de la Facultad de Humanidades, y en la que siempre habrá un espacio para los intelectuales que desde el horizonte humanístico contribuyen a la comprensión del ser humano. Así, este reconocimiento a la trayectoria intelectual de Francisco Albizúrez Palma, cuenta, como ya es costumbre en esta publicación, con el aporte de importantes escritores e investigadores de diversas disciplinas, en la que con sus ideas generan un pensamiento novedoso para la discusión académica, por lo que con todo gusto invito a deleitarse con su lectura. Mgtr. Hilda Caballeros de Mazariegos Decana Facultad de Humanidades Universidad Rafael Landívar



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A modo de introducción: Francisco Albizúrez, sus tiempos y legados Mónica Albizúrez*

Escribir esta presentación para la revista Cultura de Guatemala me resulta un acto de extrañamiento. Me refiero a cómo la puesta en común de lo familiar se erige en una condición central para conocerlo. Tal y como la teoría literaria dejó asentado, desde los formalistas rusos hasta Valle Inclán o Bertol Brecht, solo la desautomatización de la percepción y el distanciamiento correlativo permiten ver de nuevo: salir de lo familiar y cotidiano para entrar desde una mirada crítica, para nada catártica o sentimentaloide. Este ha sido el presupuesto para mí, estudiosa de las letras, al participar en el proceso de coleccionar artículos, y con ellos, miradas y puntos de vista sobre la literatura y la historia, en diálogo con la memoria de un profesor de letras, Francisco Albizúrez Palma, quien fue mi padre. En evidencia, tal opción no significa la anulación de los afectos, convencida como lo estoy de los grandes aportes que la llamada “teoría del afecto” ha tenido en los estudios literarios y culturales de la transición del siglo XX al XXI. El afecto, como una energía que interrelaciona sujetos y tiempos y que se erige en una vía para acceder a lo real, resulta en una experiencia básica para generar conocimientos y establecer diálogos1. Especialmente en el contexto en que se publica este número, cuando los grandes retos y las grandes deudas *

Doctora en Literatura Hispanoamericana. Abogada y notaria. Lectora en la Universidad de Hamburgo y en Bucerius Law School.

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Mabel Moraña en Postscrítptum. El afecto en la caja de herramientas hace un recorrido sobre las tradiciones filosóficas que han teorizado el afecto desde distintos presupuestos. En un momento se refiere al afecto como vía de acceder a lo real, ya que constituye un impulso que “permite la problematización de las formas de conocimiento y de las conductas sociales, así como los procesos de institucionalización del poder y sus asentamientos (inter)subjetivos” (p. 323).


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históricas de la nación guatemalteca adquieren una visibilidad incontestable, me parece oportuno pensar en la valía de las dos líneas a las que me he referido en este párrafo: la capacidad de extrañarse para conocer y la presencia del afecto para interrelacionar. Así pues, el objetivo de esta publicación que rememora el trabajo de Albizúrez Palma como profesor universitario, supone pensar el campo literario y lingüístico guatemalteco desde las aportaciones diversas de críticos literarios, y desde distintas opciones teóricas y metodológicas. Diría también, a partir de disímiles lenguajes. Fundamental en este espectro diverso, es entender un tiempo de producción intelectual, en el que se inserta el trabajo de Albizúrez Palma, y que explica condicionamientos en la enseñanza de la literatura y el ejercicio de la crítica literaria generadas desde los ámbitos universitarios guatemaltecos. Como la historiografía nos enseña, los años setenta del siglo XX significaron una actividad académica bastante solvente dentro del país, no obstante las restricciones que operaban real y simbólicamente desde la llamada contrarrevolución de 1954. Al finalizar aquella década, el endurecimiento de las políticas contrainsurgentes en el marco del conflicto armado guatemalteco significó una disminución dramática de aquella actividad, por lo que la década de los ochenta se perfila como un tiempo de exilio interior intelectual y de esfuerzos tan dispersos como valientes, por no sucumbir a la improductividad. El exilio y la diáspora laboral se erigen como la contraparte al agravamiento de la violencia. Los años noventa, por su parte, marcaron no solamente la firma de los Acuerdos de Paz, que ponen fin formalmente al conflicto armado, sino la instalación progresiva de una sensibilidad posmoderna, a la luz de políticas agresivas de liberalización económica2. Desde la institucionalidad universitaria estatal se evidencia un empobrecimiento (casi una ruina) de la formación en las letras, de tal manera que la mediocridad y la improvisación –esta última en el peor sentido– se constituyen en las restricciones para una apertura hacia teorías, diálogos y 2

Es interesante la puntualización de Edelberto Torres Rivas de cómo el proceso transicional en Guatemala adquiere caracteres particulares, pues la democracia llegó antes que se terminara la guerra. De tal manera, se vivió una democracia contrainsurgente desde el primer gobierno democráticamente electo en 1986, hasta la firma de los Acuerdos de Paz en diciembre de 1996.


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experiencias en otros campos culturales nacionales y globales. El siglo XXI, finalmente, se abre con una potenciación de generaciones inmersas en propuestas culturales novedosas, a la par de afectos colectivos de desilusión por las promesas que significaron los Acuerdos de Paz, en cuanto a construir un proyecto democrático nacional. La violencia delincuencial, la corrupción y el narcotráfico se erigen como contención a ese proyecto. Paralelamente, en esta etapa se producen esfuerzos artísticos, históricos y judiciales por armar una memoria de las últimas décadas antes descritas. Se consolida, asimismo, la presencia de las universidades privadas, cuya historia arranca mucho antes, pero cuya acción formadora, divulgadora y participativa en la vida nacional deviene central. Dentro de ellas, la Universidad Rafael Landívar destaca por su compromiso con la reflexión de las humanidades. Desde estas líneas temporales rápidamente trazadas, el legado de Francisco Albizúrez Palma arranca de su condición de profesor titular de la Facultad de Humanidades de la Universidad de San Carlos en los años setenta y ochenta, a través de la formación de estudiantes de distintas generaciones, la escritura de Historia de la literatura guatemalteca (tres tomos) en coautoría con Catalina Barrios y Barrios, la publicación de distintos libros y artículos académicos, la participación en innumerables actividades culturales, la fundación del Instituto de Literatura Nacional, la apertura a intercambios académicos internacionales, entre otros. Digamos que una preocupación determinante en Albizúrez Palma será, a nivel internacional, dar a conocer y valorar las literaturas guatemalteca y centroamericana, que en esos años eran poco trabajadas. Desde el Departamento de Letras de la Facultad de Humanidades, otro interés igualmente válido será el de mantener una actualización de teorías y corrientes que circulaban globalmente, no obstante la limitación de recursos. Albizúrez Palma se integra como “profesor horario”, es decir contratado para dar determinados cursos en la Universidad Rafael Landívar, por invitación del padre Antonio Gallo. La iniciativa se inscribiría hoy en lo que llamamos inter y trandisciplinariedad, ya que se buscaba que un equipo de profesores, provenientes de distintas disciplinas sociales, proveyera al estudiante de marcos de pensamientos que se nutrieran de distintos enfoques y metodologías, más allá de límites fijos.


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Asimismo, el diálogo entre saber académico y las iniciativas culturales y educativas en el seno social, mucho más presente y productivo en las sociedades latinoamericanas que las europeas y norteamericana, se evidenció para el caso de Albizúrez Palma en la asunción de distintos proyectos. En unas memorias inconclusas, afirmaba por ejemplo, el trabajo conjunto con el poeta Manuel José Arce: Ambos colaborábamos con la Editorial Piedra Santa. Por esas circunstancias, él y yo nos encontramos a diario, hasta cuando en 1979, preparé el primer tomo del Diario de un escribiente, por lo cual, ya estando Manuel José fuera de la universidad, lo visitaba cotidianamente en su casa para cambiar impresiones sobre aquel volumen. Así llegamos al 1 de noviembre de 1979, fecha en que Manuel José dejó para siempre a Guatemala. Manuel José se marchó por razones políticas. Francia fue el destino elegido de Arce y allá se vio obligado a ganarse la vida como albañil, carpintero y electricista, para lo cual debió cursar una formación técnica. En septiembre de 1985, Manuel José falleció como consecuencia de un cáncer cerebral. Este fragmento importa en cuanto descubre los múltiples contactos y diálogos entre academia y vida literaria, así como el corte abrupto que se lleva a cabo con la agudización de la violencia política. Pero además de la literatura, una curiosidad intelectual siempre presente en Albizúrez Palma, y que se incrementó en los últimos quince años antes de su muerte, fue la lingüística. Quizás porque, finalmente, en las palabras reside la forma de entender el mundo, y el advenimiento de la etapa final de la vida exige ahondar en significados y asirse a lenguajes que provean claves últimas de interpretación. Como él mismo lo testimonia en esas memorias empezadas, la iniciativa de Manuel José Arce y Margarita Carrera para proponerlo como académico de número de la Academia Guatemalteca de la Lengua a final de la década de 1970, significó, con el correr de los años, la oportunidad de participar en el gran proyecto de la Real Academia Española de modernizar diccionarios y gramáticas. Sus aportes fundamentales en la elaboración del Diccionario panhispánico de dudas y Diccionario de autoridades, su presencia constante en


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un grupo de jóvenes investigadores formados en la Escuela Lexicográfica de la Real Academia Española y su participación en congresos de la Asociación de Academias de la Lengua Española, completan el trabajo de Albizúrez Palma en esta última etapa de su vida. Ese trabajo en el campo de la lingüística, hay que decirlo, no se entiende sin la actividad constante de Albizúrez Palma en la revisión de documentos de índole variada en distintos marcos institucionales, que fue tanto una forma de negociar sus conocimientos con un mercado cada vez más voraz para las humanidades, como un intercambio científico y cultural que permitió, en muchas coyunturas, replantear el significado de palabras y lenguajes en el análisis de realidades sociales, económicas y políticas. Por lo tanto, este número de Cultura de Guatemala, en honor a la figura de Albizúrez Palma, busca reunir estudios sobre los temas que constituyeron materia de su trabajo intelectual. De ahí que me detengo brevemente en la estructura seguida en este número. La sección monográfica se divide en tres apartados. El primero de ellos, “Miradas encubiertas, miradas convulsas: literatura guatemalteca y centroamericana” se nutre de una visión retrospectiva sobre las rutas seguidas en el estudio de las literaturas guatemaltecas y centroamericanas con especial énfasis en la década de los setenta y ochenta. En primer lugar, el artículo de Ramón Luis Acevedo, “La literatura centroamericana: veleidades e injusticias del canon” toma como referencia las reflexiones de Pedro Henríquez Ureña sobre la participación de Hispanoamérica en la cultura intelectual de Occidente, para plantear las dificultades históricas con las que la crítica literaria centroamericana ha enfrentado a conformación de cánones, frecuentemente marcada por una ausencia de las voces provenientes del Istmo. Acevedo narra el contexto en que escribe el libro fundacional La novela centroamericana (1982), en el cual queda patente su papel fundamental para que la institucionalidad universitaria caribeña, específicamente de Puerto Rico, considerara también la literatura centroamericana como un corpus a estudiar. No es casual, entonces, la presencia de Albizúrez Palma en Puerto Rico en 1984, por invitación de Acevedo, en un afán de establecer intercambios entre Centroamérica y el Caribe. Para ilustrar este desconocimiento de la literatura


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centroamericana, Acevedo toma como ejemplo la obra ensayística de José Cecilio del Valle (1780-1834), que representa para el crítico puertorriqueño, un pensamiento adelantado para su época por su carácter anticolonialista e internacionalista. Según Acevedo, esta obra, prácticamente desconocida en los estudios dedicados a las literaturas latinoamericanas de los siglos XVIII y XIX, representaría una forma de articular un capitalismo con justicia social, en alianzas desde zonas periféricas y colonizadas, en Asia y África. El artículo de Acevedo, entonces, interpela incluso hoy en cuanto a la riqueza de la literatura centroamericana diseminada en libros viejos y archivos, y la necesidad de estudiarla e incorporarla a los repertorios de lecturas que conforman los cánones literarios latinoamericanos y universales. El segundo artículo, “Apuntes sobre una escritura borrosa: mapas culturales y de sobrevivencia durante el conflicto armado” es un estudio extenso e intenso sobre la vida cultural guatemalteca en la década de 1980 y principios de los noventa, antes de la firma de los Acuerdos de Paz. Desde un yo, en donde se interrelaciona la función de la crítica literaria y el testimonio como artífice de proyectos literarios ligados a la poesía, Aída Toledo visibiliza una serie de movimientos e iniciativas que, no obstante el control del Estado militar, permitieron la escritura y la difusión de la poesía, un género poco estudiado en las historiografías literarias guatemalteca y centroamericana. Resulta importante en este artículo, la delineación de una genealogía de antologías que permitieron rescatar de la dispersión y del silencio a textos poéticos, para nada homogéneos, como señala Toledo, sino múltiples en sus elecciones estilísticas y temáticas. Igualmente rescato de este artículo la recopilación de datos sorprendentes no solamente sobre la escritura de poesía, sino también sobre las escritura de narrativa, como sería el caso del descubrimiento de novelas ligadas al tema de la migración en los años setenta y ochenta –las de Elizabeth Escobar Thorburn– hasta ahora totalmente desconocidas. El estudio de Toledo, además, se detiene en la vinculación entre género y literatura, en cuanto visibiliza las condiciones de producción, doblemente arduas, para mujeres que debían no solo enfrentar la atmósfera de miedo sino la pervivencia de cánones y modelos de corte machista. En tal sentido, la escritura de Ana María Rodas queda reafirmada. El llamado conclusivo de este estudio sería: la


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historia cultural guatemalteca de aquellas décadas está todavía en un estadío temprano de estudio y ofrece múltiples posibilidades de análisis. El tercer artículo que completa el primer apartado es “El bestiario en la literatura centroamericana. Mario Payeras (Guatemala, 1940-1995): El mundo como flor y como invento (1996)” de Dante Barrientos Tecún. Este artículo reivindica la presencia del mundo animal en las escrituras ístmicas, desde el Popol Vuh. Con ello, Barrientos participa del interés de la crítica cultural de los últimos años, la de explorar las fronteras entre lo animal y lo humano. Sin explicitarlo, el foco de análisis de Barrientos coincide con lo afirmado por Martha Few y Zeb Tortociri en cuanto a la necesidad de articular un texto de los animales en las escrituras latinoamericanas, desplazando su tradicional consideración como símbolos y motivos accesorios3. Barrientos hace un recorrido histórico a través de la historia de la literatura guatemalteca –la Ilustración, la novela de la tierra, las vanguardias, las escrituras narrativas, poéticas y teatrales de la década de los setenta–, para patentizar que aquel mundo animal ha sido una reflexión central, tanto en obras poco conocidas como en las que ha formado parte de los cánones literarios guatemaltecos. Específicamente, Barrientos se detiene en el texto de Mario Payeras, El mundo como flor y como invento, y analiza cómo a lo largo del texto se presentan un conjunto de ciclos y ritmos animales que componen un orden que debe ser preservado en beneficio de lo humano. La observación del mundo animal implica, para Payeras, examinar su propia agencia humana y política. La postura de Barrientos invita, entonces, a profundizar en las experiencias e historias de lo animal en la reconceptualización de lo humano. El cuarto artículo de esta sección es el Arturo Arias, titulado “‘Habitus’ y nomadismos en los cuentos de Francisco Albizúrez Palma”. Este constituye una valiosa y novedosa relectura del libro de cuentos Casa de curas y otras locuras, que inicialmente fueron publicados en el diario El imparcial entre 1969 y 1979. De acuerdo con Arias, la relectura de estos cuentos permite entender los procesos 3

Ver al respecto la introducción “Writing Animal Histories” de Martha Fewy Zeb Tortociri, en Centering Animals in Latin American History.


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histórico-literarios que condujeron del realismo social de los cincuenta a la experimentación formal y estilística de fines de los setentas y que antecedieron el conflicto armado interno. Por lo tanto, el estudio de dichos textos cubre un tiempo poco estudiado en la periodización cultural. Una observación central realizada por Arias es la prevalencia en estos cuentos de afectos de índole nihilista, que serían consecuencia de una crisis social aporética marcada por las condiciones sociales que supuso la derrota del proyecto revolucionario de 1944. De tal manera, como sostiene Arias, los escritores de aquella época (pre-guerra civil) debieron reconfigurar su “habitus” –estilo de vida, valores, disposiciones y afectos– a estas condiciones posarbencistas, evidenciando en la escritura las búsquedas de paradigmas formales que problematizaran un modelo social realista que resultaba caduco. Que es lo que ocurre en Casa de curas y otras locuras. Allí, tomando las teorizaciones de la crítica cultural de Rosi Braidotti, se configuraría un sujeto nómade, es decir en palabras de Arias, un “sujeto que ha renunciado a toda idea, deseo o nostalgia de lo establecido” y que supone rupturas identitarias derivadas de desplazamientos sucesivos. El sofisticado análisis de Arias converge en una línea que atraviesa esta sección monográfica: hurgar y analizar textos olvidados por los cánones, así como periodos culturales apenas estudiados en la literatura guatemalteca, especialmente referidos a los años sesenta, setenta y ochenta. El segundo apartado “Estudiar el español: recorridos y perspectivas en Guatemala” contiene dos artículos de carácter lingüístico. En el primero de ellos, “Los trabajos lexicográficos y los estudios léxicos a propósito del español en Guatemala”, Raquel Montenegro hace un recuento historiográfico de distintos tipos de diccionarios que, desde el siglo XIX hasta el siglo XXI, han abordado la lexicografía guatemalteca. Se trata de diccionarios normativos, etimológicos, de toponimias y antroponimias, diccionarios de paremiología y fraseología. Para el caso del siglo XIX, habría que afirmar que diccionarios, como el de Antonio Batres Jáuregui, supusieron una postura reivindicatoria de un español gestado en Guatemala, frente a corrientes hegemónicas que retrotraían al modelo del español de la península toda validez lexicográfica. Igualmente, Montenegro se concentra en voces guatemaltecas que han sido incorporadas a los diccionarios académicos, resaltando cómo en las ediciones


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de 2001 y 2015 del Diccionario de autoridades, se registraron variados lemas de marca guatemalteca. En esta labor, como lo señala Montenegro, un autor clave fue Francisco Albizúrez Palma. Finalmente, Montenegro abre perspectivas para el estudio del español en Guatemala desde los llamados “estudios de léxico disponible o disponibilidad léxica”, una de cuyas vertientes sería la realización de diagnósticos del proceso educativo, que permitieran establecer repertorios y memorias de léxicos locales. Es en esta vertiente donde se ubican las investigaciones de Montenegro, quien reafirma la riqueza lingüística de Guatemala por la convivencia del español y los idiomas mayas, xinca y garífuna. El segundo artículo en esta sección es “Hacia una cartografía de La Revista, el primer órgano de difusión de la Academia Guatemalteca de la Lengua”, de Margarita Hernández de Polaczyk .En este artículo, como su título lo indica, se despliega una cuidadosa cartografía del primer órgano de difusión de la Academia Guatemalteca de la Lengua (AGL), La Revista, publicada en Guatemala de mayo de 1888 a diciembre de 1890. Hernández de Polaczyk considera esta publicación como el mayor legado intelectual de la primera generación de académicos de la AGL. Hernández de Polaczysk proporciona las características generales de dicha publicación, y ejemplifica las redes de comunicación que estableció con las academias hermanas, así como con otros centros intelectuales internacionales. Es decir, La Revista constituyó una iniciativa audaz de apertura y diálogo intelectual en un tiempo cuando las comunicaciones acentuaban el carácter global del planeta. Asimismo, en este artículo se aborda el rol que jugó la AGL en la primera caracterización sistemática de la variedad del español de Guatemala –gracias a la labor de Antonio Batres Jáuregui– y el papel protagónico de la AGL en la búsqueda de una literatura propia, guatemalteca. Por lo tanto, existen puntos de intersección con el planteamiento de Ramón Luis Acevedo sobre la literatura guatemalteca y centroamericana del siglo XIX, en este caso, el impulso a la estabilización de un canon que permitiera visibilizar a nivel global lo que podría ser una literatura nacional. Uno de los méritos historiográficos de este trabajo es la investigación amplia de Hernández de Polaczyk en periódicos nacionales y españoles de finales del siglo XIX.


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El último apartado, “Zonas formativas e institucionales en la literatura guatemalteca” se bifurca en dos sentidos. El primero se refiere a un testimonio, el de Dante Liano, sobre la atmósfera y la convivencia en la Facultad de Humanidades de la Universidad de San Carlos de Guatemala, en la década de 1960 y 1970, de la cual formó parte Albizúrez Palma. Como lo advierte Liano, la escritura de este testimonio titulado “La Facultad de Humanidades de la USAC: memoria de los años sesenta y setenta” se realiza no desde un formato académico, sino desde la rememoración epocal y desde un tono humorístico. Quizás la clave de esta escogencia escritural es la utilización del humor como una estrategia para contener una indeseable nostalgia, esto es una paralización en el pasado, y a la vez, la aceptación de una inescapable participación de afectos de la época, que se traduce en la prevalencia de la memoria sobre el análisis académico. Esta aproximación de Liano a la vida cotidiana y a las relaciones de poder en el seno universitario puede abrir el campo a realizar una cartografía de su vida intelectual en esos años. El trabajo de Aída Toledo es ya una participación en la misma. Interesante en el texto de Liano es la observación de cómo la obra de Asturias fue marginada por la mayoría de profesores de letras, por la vinculación del escritor con un imaginario de izquierda (amistad con Neruda, premio Lenin y cierta relación con el gobierno de Árbenz) y con una leyenda negra de la alcoholización. Una aportación de Albizúrez Palma a ese claustro fue la temprana valorización de la obra asturiana. La segunda dirección la ocupa el texto escrito por Gloria Hernández, “Las mil y una alegrías de la literatura infantil y juvenil. Homenaje al maestro Francisco Albizurez Palma”. Este texto consiste en una rememoración de los diálogos entre ella y el homenajeado, en el marco de la maestría de Literatura Hispanoamericana de la Universidad Rafael Landívar, al inicio del siglo XXI. Gloria es autora de libros para niñas y niños, y a través de este texto pone de manifiesto la importancia del género, olvidado en la historiografía literaria guatemalteca. Particularmente, Hernández se detiene en la tradición popular guatemalteca como un eje importante en la formación de niñez y juventud, así como en la potenciación del valor de lo ficcional en la enseñanza de la literatura. La historia de su vocación se entremezcla con distintas reflexiones


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sobre la literatura infantil guatemalteca. Al mismo tiempo, este texto testimonial ubica en un primer plano la productividad del diálogo, para la consecución de proyectos editoriales de distinta índole. Además de esta sección monográfica, quiero mencionar la inserción de artículos periodísticos publicados con motivo del fallecimiento de Albizúrez Palma, los cuales se encuentran recopilados en la sección “Reseñas” y cuyos autores están vinculados con el quehacer literario guatemalteco. En tal sentido, el agradecimiento a Luis Aceituno y Méndez Vides por haber participado en esta edición. Igualmente, en la sección “Entrevista” se incluye la entrevista realizada por Karina García-Ruano a Lucrecia Méndez de Penedo, titulada “Francisco Albizúrez Palma: el intelectual orgánico”. Como es sabido, la palabra entrevista, desde su etimología se acerca al sentido de entrever: observar entre dos, situarse intersticialmente y observar. Esta entrevista resulta en una mirada de Lucrecia Méndez de Penedo sobre Albizúrez Palma como docente universitario y como investigador. El título de la entrevista apunta a un reconocimiento transversal sobre lo cotidiano de Albizúrez Palma: su compromiso personal por la enseñanza, desplegado en distintas situaciones y épocas, y la amistad generada a través de los años, como consecuencia de aquel compromiso. Por su parte, dentro de la sección “Colaboraciones” se incluyen poemas de Amable Sánchez, que representan una forma de codificación de los afectos desde la clave poética dentro de la historia de la cultura. La amistad que han demostrado los colaboradores de este número de la revista Cultura de Guatemala, se sintetiza poéticamente en los poemas de Amable Sánchez, cuya presencia en Guatemala ha sido la de un migrante letrado, propiciador de intercambios culturales entre las dos orillas del Atlántico. Asimismo, en esta sección se incluye una reseña de libro de Albizúrez Palma, Itinerario de Asturias, a cargo de Carmen Matute y cuyo título es “La palabra de Asturias en la pluma de Albizúrez Palma”. A través de esta reseña, Carmen Matute puntualiza su valor como un libro de didáctica que posibilita acercarse a la trayectoria literaria de Miguel Ángel Asturias. Matute desglosa la estructura de la obra y fija una ruta de lectura que permite descubrir las distintas escrituras


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asturianas: como narrador, poeta y periodista. Mediante citas puntuales y oportunas, Matute ilustra la perspectiva valorativa de Albizúrez Palma, y cómo el libro se cierra con el estudio de la recepción en la prensa guatemalteca y madrileña sobre la muerte de Miguel Ángel Asturias. Por otra parte, al ser esta revista un espacio institucional en donde convergen distintas perspectivas disciplinarias provenientes de la Facultad de Humanidades de la Universidad Rafael Landívar, se insertan en esta sección dos textos referidos a temáticas diferentes. El de Ramiro Mac Donald, titulado “Desentrañar las estrategias de uso, legitimación y construcción de la aparente neutralidad del discurso periodístico”, y el de Lisbeth Hernández, “Destrezas básica en preescolar para el aprendizaje exitoso de la lectura”. Hay que destacar, asimismo, el espacio de “Pluma invitada” que en esta oportunidad ocupa el doctor Juan Blanco con su investigación “¿El desencanto de los grandes relatos? Posmodernidad, hermenéutica y pensamiento débil”. Quiero, para terminar este texto, manifestar mi agradecimiento a Lucrecia Méndez de Penedo y al Comité Editorial de Cultura de Guatemala por haber tenido la iniciativa de conmemorar la memoria de mi padre con este número. Muy especialmente, mi agradecimiento al director del Departamento de Letras y Filosofía, Eduardo Blandón, por la eficaz coordinación en el proceso de edición de este número. Finalmente, en nombre propio y de mi hermana Pamela Albizúrez, nuestro agradecimiento al padre Eduardo Valdés Barría, S. J., cuyo acompañamiento al momento de la muerte de nuestros padres fue fundamental durante el proceso de duelo.


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Referencias Few, M. y Zeb, T. (s. f.). Writing Animal Histories. Centering Animals in Latin American History. Durham: Duke University Press. Moraña, M. (2012). Postscrítptum. El afecto en la caja de herramientas. El lenguaje de las emociones: afecto y cultura en América Latina. Ed. Mabel Moraña e Ignacio Sánchez Prado. Madrid; Frankfurt am Main: Iberoamericana; Vervuert, 313-338. Torres Rivas, E. (2013). Revoluciones sin cambios revolucionarios: ensayos sobre la crisis en Centroamérica. Guatemala: F&G Editores.



I. ÁREA MONOGRÁFICA



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La literatura centroamericana: veleidades e injusticias del canon Dr. Ramón Luis Acevedo*

A la memoria de mi amigo y hermano guatemalteco Francisco Albizúrez Palma, de quien tanto aprendí. Los problemas del “canon” En 1937, el ensayista y estudioso dominicano Pedro Henríquez Ureña publicó un breve, pero muy enjundioso ensayo titulado “La América española y su originalidad” (1998, p. 331). Con su proverbial claridad y su honda sabiduría, don Pedro se planteaba cuál había sido “la participación de la América española en la cultura intelectual de Occidente” (1998, p. 331). Señalaba que para abordar el tema era necesario “partir de hechos geográficos, sociales y políticos” (1998, p. 331). Como hecho geográfico destacaba la gran distancia entre la América hispánica y Europa, distancia que, dicho sea de paso, se ha ido acortando dramáticamente desde que el ensayista escribió estas líneas. Como factor social, puntualizaba la presencia de una numerosa, y en ocasiones mayoritaria, población indígena y de origen africano. Finalmente, destacaba la relativa debilidad política y económica de la región como factor sumamente importante que afectaba la difusión, la valoración y el reconocimiento de la producción cultural: *

Catedrático del Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico y del Centro de Estudios avanzados de Puerto Rico y el Caribe. También ha sido profesor visitante en la Universidad de San Carlos de Guatemala, y ha ofrecido conferencias y cursillos sobre literatura centroamericana y del Caribe, en Europa, Estados Unidos e Hispanoamérica.


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Las naciones de nuestra América, aún las superiores en población, no alcanzan todavía importancia política y económica suficiente para que el mundo se pregunte cuál es el espíritu que las anima. Si a Europa le interesaron los Estados Unidos desde su origen como fenómeno político singular, como ensayo de democracia moderna, no le interesó su vida intelectual hasta mediados del siglo XIX; es entonces que Baudelaire descubre a Poe. (1998, p. 331) Esta última observación del maestro dominicano me parece particularmente acertada. No nos está hablando aquí de un factor que afecte la producción de elementos culturales valiosos y originales que sabe que existen, sino de su reconocimiento y valoración. Habla con lucidez anticipatoria de lo que hoy llamamos la construcción del “canon” y está reconociendo que el proceso no depende únicamente de los valores “intrínsecos” de las obras artísticas o literarias, sino de factores exógenos que muy poco tienen que ver con la calidad estética. Inmediatamente, en su breve ensayo, don Pedro intenta establecer, desde su perspectiva americana, el canon de la cultura de nuestra América. “En las letras”, nos dice, “desde el siglo XVI hay una corriente de creación auténtica dentro de la producción copiosa” (1998, p. 334). Pasa luego a mencionar al Inca Garcilaso, sor Juana Inés de la Cruz, Andrés Bello, Sarmiento, Hostos, Martí, Rodó, Darío y a otros autores que, efectivamente, reconocemos aún, después de mucho más de medio siglo, como integrantes del canon de la literatura hispanoamericana. Pero más allá de este acierto, al cual contribuyó el propio don Pedro con su intensa labor educativa y con obras posteriores como Las corrientes literarias en la América Hispánica (1947), quisiera destacar otra cita anticipatoria que también tiene mucho que ver con la conciencia que tenía el intelectual dominicano de la formación del canon. Dice el ensayista: Venciendo la pobreza de los apoyos que da el medio, dominando el desaliento de la soledad, creándose ocios fugaces de contemplación dentro de nuestra vida de cargas y azares, nuestro esfuerzo ha alcanzado expresión en obras significativas: cuando se las conozca universalmente, porque haya


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ascendido la función de la América española en el mundo, se las contará como obras esenciales. (1998, p. 333) Pedro Henríquez Ureña escribió estas líneas en 1937. Desde entonces la importancia política y económica de América Latina ha crecido, la producción literaria ha aumentado en cantidad y calidad, y el reconocimiento del valor de nuestras producciones culturales se ha acrecentado, confirmando las palabras del maestro. Hoy día autores como Jorge Luis Borges, Pablo Neruda y Gabriel García Márquez se reconocen internacionalmente, al igual que autores anteriores como el brasileño Machado de Assis, el cubano José Martí y el nicaragüense Rubén Darío. Hasta Harold Bloom en su famoso libro El canon occidental, orientado hacia Europa y Estados Unidos, que incluye entre los veintiséis autores representativos de la literatura occidental moderna a dos hispanoamericanos: Neruda y Borges. Para Bloom el canon literario es el conjunto articulado de textos esenciales de una cultura, una lengua o una literatura nacional. Es un corpus normativo de textos. Dicho de otra manera, el canon lo componen los clásicos, las obras de mayor calidad literaria. Lo canónico es la virtud que determina la inclusión de un texto, como norma abstraída que la convierte en un criterio tautológico. Al establecer la calidad literaria, es decir, lo que hace la obra “canónica”, Bloom no es tan claro en sus criterios. Por un lado, depende de la memoria: son los textos siempre recordados. Pero lo que determina la capacidad de que permanezcan en la memoria es su condición de poder ser releídos. “Una antigua prueba”, nos dice, “para saber si una obra canónica sigue vigente: a menos que exija una relectura, no podemos calificarla de tal” (citado por Gamero, 2003, p. 81). Dicho de otra forma, y citando a Italo Calvino: “Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir” (citado por Gamero, 2003, p. 81). Los criterios de utilidad social y ética no son legítimos para establecer el canon, según Bloom. “El estudio de la literatura, por mucho que alguien lo dirija, no salvará a nadie ni mejorará la sociedad” (citado por Gamero, 2003, p. 85), dice el catedrático de Harvard, y luego añade: “Si leemos el canon


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occidental con la finalidad de conformar nuestros valores sociales, políticos, personales o morales, creo firmemente que nos convertiremos en monstruos entregados al egoísmo y la explotación” (citado por Gamero, 2003, p. 85). En última instancia, Bloom considera que el canon se selecciona considerando cualidades estéticas o literarias como la ambigüedad, la plurisignificación, la riqueza de posibles lecturas. Estas relecturas las hacen primordialmente los propios escritores. Para él, quienes establecen el canon no son los lectores, los académicos o el mercado, sino los escritores posteriores que dialogan con las obras. De esta manera se concibe el canon como un sistema cerrado, autónomo, que solo responde a sí mismo. Pero ya no vivimos en la edad de la inocencia, sino más bien en la edad de la suspicacia, el desencanto y el cuestionamiento. Sabemos, después de los escritos de estudiosos como Pierre Bourdieu, John Guillory y Barbara Herrstein, e incluso de las lúcidas observaciones de Henríquez Ureña, que en la realidad práctica e histórica las cosas simplemente no son así. Basta señalar, por ejemplo, que en el canon occidental de Bloom, aunque se incluye uno que otro hispanoamericano, se prefieren los autores ingleses y norteamericanos, más cercanos lingüística y culturalmente al autor. También algunos críticos poscolonialistas han señalado con mucha razón que a un autor del primer mundo le basta pertenecer al canon nacional para pasar automáticamente al canon universal, mientras las obras canónicas nacionales de los países periféricos –como el Martín Fierro del argentino José Hernández, Dom Casmurro del brasileño Machado de Assis o los relatos psicozoológicos del guatemalteco Arévalo Martínez– son totalmente ignorados. Hay factores de carácter histórico, económico y social que afectan decisivamente la formación del canon y que nada tienen que ver con la calidad literaria de las obras incluidas o excluidas. Algunos, incluso, consideran que las obras seleccionadas deben ser representativas de los diversos grupos o identidades sociales existentes, para establecer una especie de sistema de cuotas mediante el cual estén representados los tradicionalmente excluidos por género, raza y nivel socioeconómico, como las mujeres, los negros y los


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pobres. Otros proponen, a través de prácticas segregacionistas, la construcción de cánones alternos de obras excluidas o contracanónicas. Así se hacen listados de las mejores obras escritas por mujeres, homosexuales o negros. En ocasiones, lo que resulta particularmente paradójico, la misma marginalidad se convierte en criterio de valor. Se tiende entonces a establecer un canon de obras contracanónicas. Si vamos hasta la raíz de las polémicas sobre el canon, también están los que, como Guillory (1995), cuestionan su propia existencia. ¿Quiénes determinan las obras incluidas y excluidas? ¿Para quiénes se construye el canon? ¿Con qué propósito? ¿A base de qué criterios? Para Bourdieu (1997) y Guillory (1995), muy poco tiene que ver el canon con la calidad estética de las obras. Estas son simplemente parte de un capital cultural y, más que entidades específicas, constituyen un lenguaje, un discurso de valor más o menos neutro, que los diversos grupos se disputan mediante un proceso de inclusión y exclusión que marca su posición dentro de las estructuras de poder. Con lo cual llegamos al difícil y espinoso tema de la valoración literaria, tema poco atendido en los enfoques teóricos actuales que privilegian, por mucho, la interpretación de la obra, como ha señalado Herrstein (1991). Por la gran dificultad de fundamentar teóricamente los juicios de valor en general, para algunos pensadores estos son simplemente afirmaciones subjetivas sin fundamento que no implican conocimiento real; son palabras sin ningún valor de “verdad”. De ahí que muchos estudiosos actuales evadan la valoración de las obras y sus trabajos sean mayormente descriptivos e interpretativos. Incluso las nociones mismas de literatura y arte han sido cuestionadas y consideradas como construcciones históricas de definición muy variable que en la actualidad están en proceso de profunda transformación o de desaparición. No obstante, a pesar de todo, la valoración, aunque no tenga fundamentos teóricos sólidos, es inevitable y está implícita hasta en la selección de las obras leídas y estudiadas. Sea como sea, las nociones y las polémicas en torno al canon parecen inevitables, sobre todo en el ámbito académico, que parece ser el lugar donde


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principalmente se construye y donde existen convenciones compartidas en torno al mismo que, sin embargo, no debemos tomar como absolutas e invariables. Pese a la contingencia de los valores estéticos y pese a los múltiples factores de carácter histórico, social, económico y cultural que condicionan el canon, estamos continuamente valorando, implícita o explícitamente, las obras literarias, partiendo de un consenso –todo lo flexible, problemático y cambiante que se quiera– que nos remite a una comunidad valorativa, mayormente formada por escritores y académicos, aunque también condicionada por el mercado. Aun al partir de esta base común e inevitable, se producen injusticias y omisiones importantes, mayormente no deliberadas, que muchas veces son producto del desconocimiento; desconocimiento que, a su vez, es producto de toda una serie de factores que en última instancia remiten a lo económico o a la dinámica de lo que se ha llamado el “capital cultural”. A manera de ilustración, quisiera mencionar las injusticias y veleidades del canon con relación a la literatura centroamericana. Me concentraré en un caso específico y particularmente dramático –la ensayística fundacional del hondureño y guatemalteco José Cecilio Díaz del Valle–, y luego mencionaré otros casos que confirman la regla. Una experiencia personal Para ilustrar algunos de los puntos anteriores, me permito insertar una anécdota personal. Me integré a la facultad del Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras en los años setenta del pasado siglo, como estudiante de doctorado. Era un momento en el cual la institución contaba con grandes figuras a quienes respetábamos muchísimo, como los profesores Margot Arce de Vázquez, Francisco Manrique Cabrera, Enrique Laguerre, Luis de Arrigoitia y Ángel Luis Morales. En el programa graduado, cada uno de ellos ocupaba un campo: Laguerre, por ejemplo, se encargaba del Brasil y Las Antillas, Ángel Luis Morales de la narrativa hispanoamericana, Arrigoitia prefería la poesía hispánica y la literatura peruana, y así sucesivamente. Yo, joven aprendiz de catedrático universitario,


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respetuoso de sus mayores, buscaba un nicho; algo nuevo, distinto y que me interesara; un lugar desde el cual hacer mi modesta aportación. Como profesor del curso general de literatura hispanoamericana noté que, en realidad, estaba ofreciendo un curso principalmente de literatura mexicana, cubana y del cono sur. En mi syllabus, que era el oficial, había literaturas nacionales escasamente representadas, como las de Paraguay, Bolivia, República Dominicana y Ecuador. Noté, incluso que existía un conjunto de seis países cuyas literaturas eran para mí y para mis colegas, un gran misterio. Se trataba de Centroamérica: Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica. Incluso Panamá se integraba cada vez más a la órbita centroamericana. Salvo Rubén Darío y Miguel Ángel Asturias, cuyos lanzamientos ocurrieron, en ambos casos, fuera de la región y en los grandes centros editoriales y culturales de su época, otros escritores centroamericanos eran apenas malamente conocidos por algún esporádico cuento o poema incluido en alguna antología de circulación general, como las de Federico de Onís o Seymour Menton. ¿Será que no hay nada más que valga la pena?, me preguntaba, y decidí averiguarlo. Por suerte, en la Biblioteca General de la Universidad de Puerto Rico, había una colección relativamente abundante de literatura centroamericana, adquirida principalmente mediante donativos de los propios autores o de las editoriales universitarias o gubernamentales que solían ser, y en buena medida todavía son, las principales en la región. Lo que descubrí me sorprendió agradablemente. La riqueza y la calidad de muchas obras, y el interés que suscitaban por diversas razones, me llevó a crear un curso de dos semestres, Introducción a la Literatura Centroamericana, que se inicia con el Popol Vuh y el Rabinal Achí, y culmina con la obra de autores actuales como Rigoberta Menchú, Sergio Ramírez, Humberto Ak’abal, Gioconda Belli y Horacio Castellanos Moya, escritores mucho más conocidos hoy que entonces porque en las últimas cuatro décadas, especialmente en la década de los ochenta, la región adquirió relevancia internacional por motivos políticos. A este curso le siguieron dos más: Narrativa Guatemalteca del Siglo XX y Poesía Nicaragüense: de Darío a Cardenal.


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Otro resultado inmediato fue mi libro La novela centroamericana. Desde el “Popol Vuh” hasta los umbrales de la novela actual, basado en mi tesis doctoral y publicado en 1982. En la introducción del libro decía lo siguiente: “La escasa atención crítica que ha recibido la literatura centroamericana en general no se puede justificar como resultado de su supuesta falta de valor literario. Se debe simplemente al desconocimiento” y este es resultado de “factores extraliterarios de naturaleza social, económica y política” (1982, p. 10). Y son estos los factores que perjudican la producción y la crítica. Acto seguido concluía que “el principal factor que lo resume casi todo, es la condición de subdesarrollo económico, social y cultural en que se encuentran los países centroamericanos” (1982, p. 10). Los escritores y escritoras de allí siempre han escrito contra viento y marea, confrontando el analfabetismo, el bajo ingreso per cápita, la ausencia de grandes editoriales que tengan distribución internacional, la inestabilidad política y la censura directa e indirecta, resultado de la persecución política. Todos estos factores afectan la producción, la difusión, la crítica y la valoración de la literatura de la región. El caso de José Cecilio Díaz del Valle Un caso ilustrativo es el de Díaz del Valle. Reconocido en algunos pequeños círculos, sobre todo centroamericanos, como pensador temprano sobre temas políticos, económicos y sociales. Este escritor nacido en Honduras, y cuya vida transcurrió principalmente en Guatemala, ha sido injustamente ignorado como ensayista al trazar la historia del género en Hispanoamérica. No obstante, es, en realidad, por la profundidad, la amplitud y la originalidad de su pensamiento americanista y el tratamiento de otros temas, uno de los principales fundadores del ensayo hispanoamericano y uno de los mejores ensayistas de su época, comparable, y en algunos aspectos superior a los más reconocidos como Simón Bolívar y Andrés Bello, si lo juzgamos con los mismos criterios. Díaz del Valle, además, es uno de los primeros en experimentar con diversas variantes del género y de reconocer sus posibilidades. El sabio Valle, como se le llama en Centroamérica, nació en 1777, hijo de un rico hacendado de Choluteca. Se educó en Guatemala, donde se graduó


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de la Universidad de San Carlos, foco de ideas ilustradas y enciclopedistas. Estudió filosofía y derecho. Como muchos otros, como el propio Bolívar, inició su carrera pública como colaborador de la administración colonial. Fue censor del periódico oficial, Gaceta de Guatemala, y asesor del capitán general Bustamante y Guerra. Por su colaboración con el gobierno colonial, por su reticencia inicial frente al proyecto independentista y por su acción conciliatoria y moderada en el ámbito político, se le ha tildado de conservador y hasta de reaccionario, cuando en realidad es uno de los pensadores más avanzados de su época en Hispanoamérica. Bajo la vigencia de la Constitución de Cádiz, funda, en 1820, El Amigo de la Patria, ejemplo de periodismo liberal, ilustrado y progresista. A partir del 15 de septiembre de 1921, cuando Guatemala hace su declaración de independencia, redactada por el propio Valle, el hondureño sería uno de los más articulados defensores de la ideología separatista en toda Hispanoamérica. La anexión forzada de Guatemala al imperio de Iturbide lo lleva como diputado a México. Allí aboga por la independencia de su región y es encarcelado. Lograda la separación política, fue tres veces candidato a la presidencia de la recién creada República Federal del Centro de América. Alcanza el triunfo en la elección de 1834, pero muere antes de poder asumir el cargo, dejando un enorme vacío intelectual. El ensayismo del sabio Valle, en la mejor tradición hispanoamericana, está estrechamente ligado a su actividad política, pedagógica y periodística. Responde a las circunstancias inmediatas del tiempo y el espacio que le tocó vivir, pero las rebasa por el alcance de sus proyecciones, su altura y amplitud de miras, su formación ilustrada, la trascendencia de sus preocupaciones y su manejo del género en proceso de definición. Su vasta curiosidad intelectual lo llevó a escribir sobre una gran variedad de temas científicos, económicos, políticos, sociales, pedagógicos y filosóficos; pero su labor más relevante se concentra en sus ensayos inspirados por su pensamiento ilustrado, como “El sabio” y “El pícaro”, y aquellos que exponen su ideario americanista. En economía, Valle, quien se carteaba con el economista inglés Jeremy Bentham, fue el introductor de esta disciplina en Guatemala. Tenía gran fe en la aplicación de los principios del liberalismo económico para beneficio de los


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pueblos. Insistió en la necesidad del estudio científico de la realidad objetiva como fundamento de la economía y propuso reformas para fomentar la iniciativa individual, el desarrollo del comercio libre, la introducción de nuevos cultivos, la distribución racional de la producción, el aprovechamiento mayor de los recursos humanos, el estímulo a la agricultura como fuente principal de riquezas y la distribución de las tierras baldías entre los indígenas. Su ideología es esencialmente la del capitalismo ascendente, pero está atemperada por su sentido de justicia y responsabilidad social. Aspira a la creación de un nuevo orden social en el que la pobreza y la explotación desaparezcan, como resultado de la aplicación práctica de concepciones económicas renovadoras. Como pensador político, también parte del examen de la realidad y de la ideología liberal para plantear reformas. Fue defensor de un sistema constitucionalista basado en contrapesos y equilibrios que aseguraran el ejercicio de la libertad individual y colectiva. Criticó a la gran propiedad, los mayorazgos, el atraso y la injusticia del sistema tributario, la ineficaz organización de los tribunales y la mala distribución de la riqueza. Creía en la fundamental igualdad de todos los seres humanos, aunque llegó a pensar en la conveniencia de limitar algunos de esos derechos, inclusive el del sufragio, hasta tanto el ciudadano hubiese sido debidamente educado e integrado al sistema como propietario. La educación y el fomento del bienestar económico equitativo se convierten así, para él, en la base de la estabilidad política y la paz social. En el plano internacional, fue un apasionado defensor del respeto a la soberanía y la igualdad de todas las naciones. Sus ensayos más valiosos son aquellos donde asume una amplia perspectiva americanista. En ellos interpreta con penetración el pasado y el presente del “Nuevo Mundo”, analiza sus problemas y propone soluciones, defiende con ardor sus derechos y proyecta su utopía de América: “El estudio más digno de un americano es la América” (Díaz del Valle, 1982, p. 235), afirma. De esta manera se convierte en uno de los principales fundadores, junto a Bolívar, de la principal corriente del ensayismo hispanoamericano, corriente que se prolonga en Sarmiento, Hostos, Martí, Rodó, Mariátegui, Leopoldo Zea, Fernández Retamar y tantos otros hasta llegar a nuestros días. Si el


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americanismo constituye uno de los rasgos más apreciados por los estudiosos del ensayo hispanoamericano, Valle indudablemente merece pertenecer al canon. En este sentido, uno de sus ensayos más sobresalientes es precisamente “América”, publicado tempranamente, el 30 de noviembre de 1821 en los números 18 y 19 de su periódico El Amigo de la Patria. El tema central de este ensayo es la defensa del derecho de América a su independencia. Esta defensa se basa en la libertad que emana de la igualdad del hombre y, por lo tanto, de la igualdad del americano frente al europeo. Su pensamiento anticolonialista es además internacionalista y se extiende a la defensa de la libertad y la capacidad de otros pueblos colonizados de África y de Asia en una postura que hoy llamaríamos “tercermundista”. En la primera parte del ensayo establece paralelismos históricos entre España y América para refutar, con una lógica contundente, todos los argumentos a favor de la conquista, comenzado por la tesis racista: Era cobrizo el color del indio, y más claro el de los españoles. Pero más blancos y rubios que lo españoles eran los alemanes; y cuando la casa de Austria quiso dominar a España, los españoles se levantaron contra ella y proclamaron a la de Borbón. El color no es título de superioridad o esclavitud. Cobrizo, moreno o blanco, eres hombre, americano infeliz; y la esencia del hombre te da derechos imprescindibles. (Díaz del Valle, 1982, p. 209) Ni el color, ni la ignorancia relativa, ni la fuerza, ni las diferencias religiosas legitiman la conquista. Los derechos de América se derivan de los mismos que ha reclamado España para sí misma. Valle pasa luego a señalar los males de la colonia: el aislamiento, la separación de la población en castas, la subordinación del indio, la falta de libertad de pensamiento y expresión, la imposición del poder político y económico para beneficio de la metrópoli. Piensa que el movimiento libertador contra estos males es parte de una ola libertaria que se extiende desde la propia Europa por todo el mundo, una ola que se basa en los derechos del hombre y la soberanía popular. Valle celebra que este proceso se esté dando en la propia España


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porque su postura no es antiespañola. “No odio los españoles, ni me gozo en su mal”, señala, para luego añadir: “la América es mi patria, y todo ciudadano debe amar a la que tenga” (Díaz del Valle, 1982, p. 215). Al igual que Bolívar, Bello y otros pensadores de la época, el hondureño proyecta su utopía de América, esboza en forma optimista un proyecto histórico sumamente progresista y aún más avanzado que el de los venezolanos. La libertad de comercio desatará las fuerzas económicas y aumentará la riqueza agrícola. “La riqueza sabiamente distribuida por la libertad” (1982, p. 217), afirmación que dicta un crecimiento poblacional necesario que se verá reforzado por la inmigración europea. El indígena se integraría racial y culturalmente al resto de la población y se terminarían las odiosas divisiones. Y así la democratización abarcará a las ciencias y a la cultura en general. “Habrá sabios entre los ladinos; habrá filósofos entre los indios; todos tendrán mayor o menor cantidad de civilización; y esta parte de la tierra será la más iluminada de todas” (Díaz del Valle, 1982, p. 218). A Valle le entusiasma la redención del indígena, cuya supuesta inferioridad rechaza firmemente con frases lapidarias: “Newton y el indio son hijos de una familia, individuos de una especie [...] No será el indio un ser degradado que en su misma cara, en los surcos de su frente, manifiesta las señales de su humillación” (Díaz del Valle, 1982, p. 215). También defiende la igualdad del negro y rechaza como aberración la esclavitud y la subordinación de los países africanos, al afirmar que la libertad en América, podría lograr que en África se respetara ese derecho con plena convicción. Pese a su optimismo, Valle hace consciencia de los enormes escollos que es necesario superar: la inercia de los antiguos privilegios, la heterogeneidad de intereses, la falta de acuerdo en cuanto a las formas de gobierno y la organización del Estado, la dificultad para armonizar derechos y deberes, entre otros. Deben superarse mediante “leyes que no sean el voto de una clase, sino la expresión de la voluntad general de los pueblos pronunciada por sus representantes” (1982, p. 220). Finalmente, exhorta a los americanos a actuar con justicia, prudencia y moderación para evitar las guerras intestinas, y los conflictos de la ambición y el resentimiento que podrían malograr un futuro de grandeza y esplendor.


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Con solo este extraordinario ensayo, Valle merece figurar como uno de los fundadores del género en Hispanoamérica; como figura Bolívar con su famosa Carta de Jamaica. Escribió, además, dentro de esta misma temática americanista otros más breves como La historia y los historiadores de Indias, Pensamientos e Investigaciones sobre América. También conviene destacar su aportación fundacional al ensayo como género literario en América. En este sentido, Valle cultivó muy diversas variantes del género además del ensayo de pura exposición y análisis. Desarrolló la semblanza (“Elogio fúnebre de Fray José Antonio de Liendo y Goichochea”), el ensayo dialogado (“Diálogos de diversos muertos sobre la independencia de América”), la reflexión breve y sintética (“Vagancia” y “Revoluciones”), el discurso (“Del absolutismo a la libertad”), el ensayo epistolar (“Cartas a Bentham”) y la parábola (“Tres semblanzas”). En algunos de sus ensayos más breves, como este último, nos demuestra una indudable y lograda voluntad de estilo que, en este caso específico, nos recuerda a Rodó y su elaboración literaria de la parábola como medio de exposición. Por la densidad de su lenguaje, los paralelismos sintácticos, el gusto por la expresión sentenciosa, balanceada con los periodos largos y la complejidad sintáctica de las frases, Díaz del Valle también nos recuerda a otro sabio americanista decimonónico: el puertorriqueño Eugenio María de Hostos. Sin pretender ser un estilista a lo Juan Montalvo, pensando más bien en la utilidad de sus escritos, Valle es correcto, denso, contundente, armónico y elegante. Sobre este particular, otro destacado ensayista hondureño, Rafael Heliodoro Valle, ha escrito: Apretado de noticias, de hechos, de atisbos, su prosa está henchida de ese tono de la tierra con humus, en la que el pensador se solazó en echar al voleo sus simientes; ese tono de uva maciza negra, sin más brillo que el que le puede dar el sol. Un estilo cortado, tenso, neto, con la indispensable claridad que necesitaba para que en una época en que muy pocos leían, fuese comprendido por todos. Estilo con énfasis, con autoridad, saturado de erudición. (1971, p. 17)


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¿Por qué un escritor de esta categoría, fundador del ensayo entre nosotros, no se conoce? ¿Por qué ni siquiera aparece un párrafo sobre él en las historias del ensayo hispanoamericano? ¿Por qué no existen ediciones populares de sus escritos que circulen por toda Hispanoamérica como circulan las de otros ensayistas? ¿Por qué no pertenece al canon del ensayismo hispanoamericano? Ciertamente en Centroamérica, especialmente en Honduras y Guatemala, se le conoce y se le valora; pero la relativa debilidad de la región en términos políticos, económicos y editoriales no ha propiciado que sus ensayos se hayan difundido como merecen. Sobre Valle, destacando sobre todo su pensamiento, han escrito Ramón Oquelí, Carlos Meléndez, Mario García Laguardia y muchos otros, aunque se le ha juzgado poco como ensayista propiamente dicho. Albizúrez Palma destaca, con mucho acierto, su dimensión hispanoamericana cuando afirma: “Estamos ante una de las personalidades más relevantes en la cultura hispanoamericana del siglo XIX” (1981, p. 130). Más adelante, concluye que Centroamérica tiene en José Cecilio del Valle un ilustre del continente americano, que forma parte del conjunto de intelectuales y políticos, impulsadores del sentido de valoración y hacia lo americano. Hace más de dos décadas la editorial Ayacucho reconoció la valía de los escritos de Díaz del Valle, al dedicarle el tomo número 96 de su conocida biblioteca de clásicos latinoamericanos; no obstante, aún no se le ha hecho justicia como ensayista y, por desconocimiento, se le excluye del canon. Juzgado con los criterios de nuestra comunidad valorativa hispanoamericana, se trata de una gran injusticia. Por la amplitud de su temática, por sus ideas avanzadas, por sus amplios conocimientos, su perspectiva americanista, su abundante producción y su dominio del género incipiente, se le debe considerar como el primero de los grandes ensayistas hispanoamericanos del siglo XIX. Exclusiones que confirman la regla Pero Díaz del Valle es tan solo un ejemplo que podemos multiplicar en el caso de la literatura centroamericana. Entre otros, podemos mencionar al extraordinario poeta Rafael Landívar, iniciador, en el siglo XVIII, con su


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Rusticatio mexicana de una auténtica poesía americana; o la excepcional obra de teatro popular mestizo El güegüense de Nicaragua, única en su clase; o las fascinantes y extrañas novelas del guatemalteco Rafael Arévalo Martínez –Las noches en el Palacio de la Nunciatura y El mundo de los maharachías–, a quien por un solo cuento, El hombre que parecía un caballo, Donald Shaw considera precursor de la novela hispanoamericana actual; o los cuentos fantásticos del salvadoreño Salvador Salazar Arrué, maestro temprano del realismo mágico; o la poesía nacional nicaragüense que ha dado grandes poetas entre Darío y Cardenal, como Alfonso Cortés, Coronel Urtecho, Pablo Antonio Cuadra y Joaquín Pasos; o la extraordinaria tradición de narrativa femenina en Costa Rica, de autoras como Carmen Lyra, Yolanda Oreamuno y Carmen Naranjo, cuyas obras, publicadas en su país, aún no han obtenido el reconocimiento y la difusión internacional que merecen. En fin, el caso de la literatura centroamericana demuestra que es necesario ver el canon con mucha suspicacia, como algo flexible y cambiante que depende mucho de múltiples factores extraliterarios de todo tipo. También evidencia la necesidad de mirar más allá del canon, fuera de cuyos márgenes existen obras muy valiosas que han sido injustamente excluidas, si se parte de la estética vigente, meramente por su desconocimiento. En conclusión, y para decirlo con palabras que remiten a la sabiduría popular, recordemos siempre, que “no están todos los que son, ni son todos los que están”. En el caso de Centroamérica, son muchos los que son y no están.


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Coloquio con Miguel Ángel Asturias. Salón del Consejo Superior Universitario de la Universidad de San Carlos de Guatemala, septiembre de 1966. De izquierda a derecha: Francisco Albizúrez Palma, Ricardo Estrada, Guillermo Putzeys, Fernando Quezada Toruño, (sin identificar), Edmundo Vásquez Martínez, (sin identificar), Hugo Cerezo Dardón, Miguel Ángel Asturias y Salvador Aguado.


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Referencias Acevedo, R. (1982). La novela centroamericana. Desde el “Popol Vuh” hasta los umbrales de la novela actual. Río Piedras: Editorial Universitaria de la Universidad de Puerto Rico. Albizúrez Palma, F. (1981). “José Cecilio del Valle”. En Historia de la literatura guatemalteca, Tomo I. Ed. Francisco Albizúrez Palma y Catalina Barrios y Barrios. Guatemala: Editorial Universitaria. Boom, H. (1994). The Western Canon, the Books and the School of the Ages. New York: Harcourt Brace. Bourdieu, P. (1984) Distinction: A Social Critique of the Judgement of Taste. Trad. Richard Nice. Boston: Harvard University Press. _____. (1993). The Field of Cultural Production. New York: Columbia University Press, 1993. _____. (1997). Capital cultural, escuela y espacio social. México: Siglo XXI. Díaz del Valle, J. (1982). Obra escogida. Caracas, Venezuela: Biblioteca Ayacucho. Gamero, C. (2003). Harold Bloom y el canon literario. Madrid, España: Campo de Ideas. Guillory, J. (1995). Cultural Capital. The Problem of Literary Canon. Chicago: University of Chicago Press. Henríquez Ureña, P. (1998). “La América Española y su originalidad”. Ensayos. Ed. José Luis Abellán y Ana María Barrenechea. Madrid, España: ALLCA. Herrstein, B. (1991). Contingencies of Value. Boston: Harvard University Press. Valle, R. (1971). Pensamiento vivo de José Cecilio del Valle. San José, Costa Rica: Educa.



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Apuntes sobre una escritura borrosa: mapas culturales y de sobrevivencia durante el conflicto armado Dra. Aida Toledo* Breves reflexiones introductorias El periodo que va entre 1950 y 1970 corresponde políticamente al inicio y desarrollo de los movimientos guerrilleros en Guatemala. La guerra de insurgencia sitúa su inicio hacia 1960, momento que en nuestra literatura se desarrolla acorde al contexto, el tema del compromiso político (Toledo, 2005). Esta tendencia seguirá su curso para los escritores que aparecen en la escena literaria con sus publicaciones, durante las décadas de los 50, los 60 y los 70, escritores nacidos en la década de 1930, y los más jóvenes hacia 19401950, precisamente cuando el trabajo de la posvanguardia en otros lugares del mundo estaba en plena ebullición, también con una agenda muy determinada por las políticas de izquierda. Entre la década de los 70 y la firma de la paz, median veintiseis años. En tal sentido, la poesía, que es un género a través del cual se puede analizar este periodo, asume varios rostros, y se desarrollan varias líneas o tendencias que nunca dejaron de existir a lo largo de la primera mitad del siglo XX. Un primer quiebre fuerte en el registro de nuestra poesía se advierte en la década de 1970, cuando un grupo de poetas alrededor de la revista Alero, publica sus primeros textos, y algunos otros afiliados a movimientos políticos y actividades de corte popular dentro de la Universidad de San Carlos también aparecen *

Investigadora del Centro de Pensamiento Crítico. Investigadora asociada del Instituto de Investigación y Proyección sobre Diversidad Sociocultural e Interculturalidad de la VRIP, de la Universidad Rafael Landívar, y profesora del Departamento de Letras y Filosofía.


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en la escena. La fractura en el registro no se produce abruptamente, tiene antecedentes en otros poetas, por ejemplo de la generación de 1940, y entre los del grupo Nuevo Signo, además de la voz y el registro novedoso de Manuel José Arce que siente el llamado de la metrópoli con fuerza y es el heredero en la década de 1960 de una de las líneas abiertas por las vanguardias históricas guatemaltecas1. Sin embargo, podemos decir que es en ese momento cuando se hace evidente el cambio, y cuando se advierte que la poesía del compromiso político o de corte nacionalista ha perdido la fuerza insuflada por el contexto político, ya que para el momento en que aparecen las primeras publicaciones de estos escritores, nos encontramos en la segunda década de la guerra civil. En realidad, a estos poetas se les suele ubicar dentro de un periodo cultural, donde se produce un cambio en la sensibilidad y en la estética de la poesía guatemalteca. Acerca de este contexto, Morales ha escrito: Con la instauración del mercado común centroamericano la cultura urbana se asentó en Guatemala, y los drive-ins y los parking-lots y la fastfood vinieron a ambientar la música rock que desde los años 60 tenía un importante espacio urbano de difusión juvenil: la Radio 9-80. Las capas medias urbanas tomaban conciencia de su importancia y se autodefinían según sus capacidades de consumo de espacios y productos típicos de la urbanidad, como los pasos a desnivel, los autocinemas, las discotecas, las boutiques, las galerías de arte y los moteles. A todo esto se unía el auge de un fenómeno de enorme impacto social: la guerrilla urbana, que competía con –y a menudo superaba en audacia y espectacularidad a– los tupamaros de Uruguay. (2007, parr. 8) Estos cambios de época para la literatura no dependen únicamente del contexto político. Se trata de una literatura que no ha dejado de buscar, de indagar hacia afuera, donde se pudiera adquirir el conocimiento y lograr cierto tipo de desarrollo, que se sucede de manera autodidacta. Y ese rasgo 1

La crítica literaria latinoamericana ya ha periodizado este momento de las literaturas en la región, y conciben el periodo de la vanguardia histórica entre 1909 y 1930, para pasar a la posvanguardia entre 1930 y 1945-1950, dependiendo del lugar donde se sitúen los autores. Para este tema, consultar José Miguel Oviedo en Historia de la literatura hispanoamericana.


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sigue manteniéndose en los escritores que rompen el registro de nuestra poesía en la década del 70: Depuraron, entre otros, los desarrollos originales de esta renovación, Luis Eduardo Rivera, con una impecable poesía un poco ligada a la producción posvanguardista mexicana, y Enrique Noriega, con versos remitidos a la tradición modernista estadounidense, en especial a Ezra Pound, y, posteriormente, Luis de Lión, con versos deudores del universo conversacional de Nuevo Signo, al que él agregó su visión de indígena ladinizado respecto de una sociedad que a la vez se le ofrecía y se le negaba por su condición étnica. (Morales, 2007, parr. 21) Los poetas de este periodo han ido entrando al canon de la poesía centroamericana, y luego latinoamericana, con bastante dificultad, pese a la calidad de su trabajo poético. Casi todas sus publicaciones son lo que llamamos de autor, o sea que han sido financiadas por los escritores mismos, sus amigos o por sus familias. Y el número de ejemplares regularmente no pasa de los quinientos, si llega a tanto, ya que suelen regularmente hacer tirajes de cien, doscientos o trescientos volúmenes. Dichos poetas pertenecen a una generación que fue diezmada joven, durante los años más terribles de la guerra. Quedaron vivos los que salieron del país, exiliándose política o voluntariamente, y también los que se quedaron, pero que procuraron pasar desapercibidos. Su valor, desde mi perspectiva, es haber dejado por escrito un testimonio poético de la época que les tocó como destino de juventud, sobre todo respecto a las contradicciones entre estética y política. De tal manera, ese grupo de poetas nos legó imágenes valiosas e insustituibles sobre los contextos donde les tocó bregar. En un poema de su primer libro, Noriega (1975) explica con claridad parte de la agenda de esta generación, pues se trata de una poesía que es interna y profundamente culta, pero que aparece con ideas desde un colectivo mucho más popular, y que además tiene una mirada periférica o descentrada, indagaciones que se encuentran en la agenda estética de los autores de los 70, y dice así:


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(…) sin ideas nada se hace/…sin ideas nuestro lenguaje/no sería más allá del mugido angustioso/de la res en el rastro/no mallarmé no safo/aún con vida sin ideas. (p. 40) Hay que decir que algunos de estos poetas dejaron una obra trunca al desaparecer o al “cerrar la puerta a la poesía y nunca volver”, como diría Antonio Brañas. En general, la mayoría no se pudo dedicar a la escritura bajo ninguna forma sistematizada o caótica, de las distintas y variadas maneras en que hoy los poetas jóvenes la practican: algunas veces a través de tertulias literarias, o también lecturas continuas en cafeterías, bares y espacios culturales que no existían en aquella época. En la actualidad, los poetas suelen preferir las publicaciones digitales, y aceptan ser criticados de manera positiva o negativa a través de los comentarios en las redes sociales, sin que eso les afecte porque lo entienden como un proceso normal y necesario, ya que han sido expuestos a esas prácticas desde la niñez. Lo que deseo señalar aquí, es que el “sujeto poeta” ha cambiado de perfil en distintos niveles. Así, hoy escriben, leen y publican poesía un buen número de mujeres, y sus textualidades tienen un registro similar al de los varones en el corpus actual. Este desplazamiento genérico tuvo su inicio en la década de 1980, cuando un grupo de mujeres –por cierto, corpus prácticamente desconocido– empezó a publicar de manera muy desigual, como se acostumbraba en los revoltosos años de esa década, en medio del acabamiento de una sociedad hastiada por la violencia política, por la migración voluntaria o necesaria, que tuvo lugar cuando se recrudeció el conflicto armado hacia el año 1982. Uno de los primeros cambios en la poesía de mujeres se opera cuando el sujeto del canto en esta producción, ya no se reconoce, cuando ya no podemos decir con seguridad cuál es la voz que enuncia. Se considera que es un cambio lingüístico operado por este grupo de poetas casi anónimas que aparece en el contexto de la tercera ola guerrillera. Este cambio viene a causar ambigüedades genéricas muy poderosas, que se acentúan y se fijan como tendencia en la generación de las mujeres escritoras que aparecen alrededor de los talleres de poesía en la


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década de 1990 como Johanna Godoy, Mónica Albizúrez, Shirley Mazariegos, Adelaida Loukota y Gabriela Gómez2. Por otra parte, hay que tener en cuenta que la poesía escrita y publicada muy tímidamente durante los 80, como se acostumbraba en esa década, careció de difusión a nivel estatal, y no existiendo otro tipo de instancia, fue conocida por círculos muy limitados a través de lecturas de carácter más bien privado: publicaciones en diarios, semanarios, revistas, notas periodísticas, muchas de ellas de carácter efímero, de lo cual han quedado pocos vestigios, y por eso la necesidad de dar noticia en este trabajo. Lo cierto es que los escritores de los 70 principalmente, durante el periodo de la guerra, escribieron y publicaron en un clima de mayor activismo político de carácter público. Las agendas culturales de ese momento les exigían estar activos. De esa obra total solo tenemos una especie de legado no ordenado todavía, por los estudios literarios que se dedican a la crítica. Un problema aledaño es que no existen en las academias programas de investigación en el campo de la literatura, el arte y la cultura. Estos escritores, se sabe hoy por trabajos dispersos de algunos de sus miembros3, produjeron y publicaron entre la zozobra política y el olvido institucional total, en medio de una verdadera falta de credibilidad en la literatura por parte de las instituciones del Estado. La mayoría del tiempo, a sabiendas, que aunque sus textos no tuvieran un contenido abiertamente político, sus nombres estaban asociados a los grupos insurgentes o podían estar incluidos en listas negras que se acostumbraban en aquellos años, para el control estatal de la sociedad y especialmente de la juventud. Algunos murieron y dejaron, como ya mencioné, una obra trunca y sin revisar. Otros se suicidaron, otros desaparecieron, quedándose a vivir en otros países, sin lograr realizar la obra que siendo jóvenes, imaginaron que alcanzarían. Entre 2

Algunas autoras asisten a los talleres de poesía de Enrique Noriega. Mazariegos participa en la formación entre 1988-1989; Godoy entre 1990-1991; Gómez entre 1997-1999; Loukota entre 1999 y 2000; en tanto que Mónica Albizúrez mantuvo talleres con Aída Toledo de forma individual en distintos momentos de ese periodo.

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Estos trabajos provienen de los escritores de aquella época, y para algunos de ellos, después de la firma de los Acuerdos de Paz, constituyeron una forma de historizar su propia escritura.


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los más conocidos y reconocidos para el corpus de la literatura de hoy están: Enrique Noriega, Ana María Rodas, Luis Eduardo Rivera, Marco Antonio Flores, Mario Roberto Morales, Roberto Monzón, Isabel de los Ángeles Ruano, Otoniel Martínez, Luis de Lión, Amílcar Zea, Rafael Rodríguez, Rolando Medina y otros4. De los aquí mencionados, Luis de Lión, Rafael Rodríguez, Roberto Monzón, Marco Antonio Flores y Roberto Medina, ya fallecieron. Medina fue desaparecido en el año 1984 y De Lión en 1982; Monzón perdió la vida por el licor y las drogas; Rafael Rodríguez Zea falleció trágicamente en un accidente; Marco Antonio Flores es el más recientemente fallecido, también a causa de un accidente. Isabel de los Ángeles Ruano pulula perdida en la ciudad de Guatemala, enloquecida y trasformada, pero siempre escribiendo y produciendo sus escritos de manera muy artesanal. El resto de escritores, unos más otros menos, a través de sus publicaciones que no se han detenido, han ido ganando espacios y premios, los cuales los posicionan para entrar al corpus de autores nacionales con reconocimiento. Sus obras, o parte de ellas, han sido consideradas dentro de los planes de estudio en la secundaria o en las distintas carreras universitarias donde se enseña literatura5. Sin embargo, esta literatura no ha logrado una difusión semejante a la de escritores de otros países del área, y mucho menos a nivel latinoamericano. Las causas son diversas, pero una muy acentuada dentro del país, está relacionada con la falta de apoyo institucional y académico. Sobre todo porque los escritores que conforman este corpus, elaboran crítica, algunas veces mordaz, sobre la situación política vivida por ellos y la siguiente generación, además de que están desconstruyendo modelos de escritura y estéticas que estaban fijadas como parte del corpus de lecturas nacionales. Un ejemplo del desconocimiento en que ha caído en general la poesía guatemalteca a nivel centroamericano, es la reciente antología publicada por el Fondo de Cultura Económica, que en el apartado de Guatemala, no cuenta con más de doce autores y una pequeña 4

Según conversación electrónica con Luis Eduardo Rivera, el 19 de junio del 2010.

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Entre los autores de la década de 1970 han recibido el Premio Nacional de Literatura: Marco Antonio Flores, Ana María Rodas, Dante Liano, Mario Roberto Morales, Isabel de los Ángeles Ruano y Enrique Noriega.


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muestra de su obra publicada, a través de la cual se hace muy difícil el análisis de las tendencias señaladas por su escritura. Otra forma de probar la falta de interés en difundir la escritura de este momento, puede probarse al comparar la cantidad de escritores y escritoras del resto de países del área, que fueron incluidos en la misma antología, que pertenecen a las mismas generaciones, que da la impresión crítica de que en Guatemala no existe el desarrollo de una literatura pujante y viva, como en realidad ocurre6. Lo que sí abona a este desconocimiento es que se hace casi imposible localizar libros de aquellos poetas, si acaso existieron en su momento, o las publicaciones se realizaron en revistas y periódicos, y parte de este grupo ha desaparecido. Tampoco los textos, existentes pero dispersos, han sido reunidos en alguna investigación como reconstrucción del trabajo. Las causas de este fenómeno son variadas, pero se considera que el desconocimiento de la literatura escrita en al menos tres décadas, ha sufrido la satanización de pertenecer a la categoría de “política izquierdoza”, por haber sido escrita por autores que fueron militantes o simpatizantes de las agendas de la izquierda guatemalteca, o en otros casos, por haber únicamente sido concebida en el mismo periodo y estar listada como literatura producida durante el conflicto armado. Existe, por otro lado, una ausencia de publicaciones de antologías y revistas institucionales más recientes, que den cuenta de la existencia y desarrollo de las distintas líneas de la poesía guatemalteca de la época del conflicto armado, como un antecedente para visualizar las líneas de desarrollo que se produjeron y las formas en que se enlazan con las nuevas escrituras. Algunos de los autores que sobrevivieron al periodo, que siguieron publicando y todavía están activos han podido acceder a premios y reconocimientos nacionales limitados. No existen hoy ni existieron antes en el país escuelas de escritores, ni carreras de creación literaria que pudieran posibilitar la visualización del corpus y una producción mucho menos empírica que la que se ha estilado en Guatemala. 6

Una antología para revisar el caso que situamos aquí a nivel crítico es Puertas abiertas. Esta antología de poesía centroamericana fue compilada para el Fondo de Cultura Económica por Sergio Ramírez, el autor nicaragüense.


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Los escritores activos de la década de los 70 sí tuvieron conciencia de la importancia de la formación, pero igualmente el momento político no benefició estas iniciativas. Uno de los espacios donde se reunían los escritores para su formación, “La Galera”, fue allanado por la policía en esa década, atribuyéndole funciones políticas, y luego fue desmontado. Se fundaron y desarrollaron también talleres de poesía en la Universidad de San Carlos, que funcionaron por periodos no sistematizados. De hecho, con los exilios de la década de los 70 y luego a inicios de los 80, cualquier organización cultural relacionada con la escritura fue disuelta, y muchos de los escritores, que no fallecieron en estas dos décadas, salieron al exilio por persecución o simplemente se escondieron en el país. Buenos ejemplos de esta dispersión son los de Rolando Medina, Luis de Lión, Marco Antonio Flores, Luis Eduardo Rivera, Franz Galich o Dante Liano. El cambio en el registro: los escritores de los 70 Los escritores que publican en la década de los 70 y hacen una primera ruptura en nuestra poesía son nombrados como generación del 70, e incluso hoy se sigue hablando de ellos con esta clasificación, desde la tendencia de clasificar generaciones por décadas7. Se trataba en su mayoría de escritores que no rebasaban los treinta años, aunque siempre hubo escritores y escritoras mayores en su conformación. En su obra publicada durante este periodo es donde se advierte el cambio de sensibilidad de la modernidad hacia la posmodernidad, si pensamos y comparamos con otros lugares de Latinoamérica, donde los procesos se desarrollan de manera similar. Su escritura de época juvenil y luego en categoría emergente8 estuvo determinada por una guerra que se iba a alargar más de lo que la población imaginó. El imaginario en cuanto a la violencia política iba a ser determinante para sus texturas, temas y atmósferas, o su negación a nivel de motivos, como en el siguiente poema de Martínez (1987): 7

Para esto, ver los tres tomos de Francisco Albizúrez y Catalina Barrios titulado: Historia de la literatura guatemalteca.

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El término “emergente” parece que tiene diversas connotaciones: pasa a significar por un lado, un poeta o una poeta, que aparecen repentinamente en el marco de una literatura nacional, regional o continental, pero que por la edad han dejado de ser considerados dentro del espectro “joven” a nivel literario. Aida Toledo, Lanzando piedrecitas al abismo. Premio Único. Certamen Juegos Florales Hispanoamericanos de Quetzaltenango, 2013, 21.


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Ponga/una bomba/de tiempo/entre líneas/al poema./Que/se/derrumbe./Luego/construya/una poesía/más justa./Hallará lo necesario/ entre los escombros (s. p.) Pero sobre todo, mi discusión alrededor de los escritores de los 70 tiene relación con los problemas para entrar a conformar determinado corpus nacional, en atmósferas no propicias para este tipo de integraciones y reconocimientos, dado que la literatura que se hacía en los 70, estaba marcada por el escepticismo político y social de la época que vivían, como refleja uno de los textos de Noriega (1975): no fue la muerte/tras lo que fuimos/era más que la vida:/la irrenunciable fe/por una mejor vida/jóvenes robustos labios abriéndose/al amor/ memoria/oh memoria/maldita memoria (p. 30) Estos versos tienen fuertes tonalidades testimoniales, ya que dan cuenta de las atmósferas en donde se encontraban sumergidos los sujetos escribientes, marcadas por las luchas juveniles que buscaban el cambio de estructuras políticas en el país. Además, el lenguaje utilizado para romper el registro se alejaba del establecido por las retóricas clásicas y la abandonada sensibilidad modernista. Uno de sus temas centrales era el tratamiento de la sexualidad, que se trataba de manera novedosa y emplazante, se podría decir desacralizante, en conexión con los sucesos que vivía el mundo y las repercusiones de las políticas de desarrollo e intervención en los asuntos nacionales, de otros países como Guatemala, desde los centros de poder hegemónicos. Aquí, en el siguiente fragmento de un poema de ese momento de Rivera (2010), podemos reconocer estas señales: …esas caderas hermosa mía/que aplastan mi cerebro todas las mañanas/esas redondas islas recorridas/nalgas soberbias/oscilación de carnes majestuosas/esos amados contornos dactilares/ya no me dejan despertar tranquilo (p. 32). Y es que estos escritores trabajaron con la insatisfacción y el malestar que les producía la violencia y el uso de la represión, de la cual ellos eran los


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recipiendarios, estuvieran comprometidos o no. Con ese tipo de artificios deconstruyeron los significados y entraron en relación dialéctica a discutir sus contradicciones. En este texto Morir acariciado de Noriega (1975) es evidente ese tratamiento: … balas cuyas redondeces/en lugar de matar acaricien como/esos pro/ blemitas enojosos/que en lugar de/desunir/unen (p. 39). El periodo que estamos comentando no puede separarse de la revista Alero, en donde se ublican por primera vez algunos poemas de una de las pocas mujeres visualizadas en la fractura del registro de la poesía guatemalteca, Ana María Rodas. Y es con las textualidades de Rodas que se plantea la nueva posicionalidad de las mujeres que inmersas en un clima de terror, empiezan a cuestionar su papel dentro de la sociedad, como en el siguiente texto: No somos criaturas/que subsisten con suspiros./Ya no sonríamos/ ya no más falsas vírgenes./Ni mártires que esperan en la cama/el salivazo ocasional del macho. (1973, p. 11) Ahora bien, existen algunos intentos por mapear la poesía guatemalteca de una manera mucho más especializada, con cierta rigurosidad. Esto se realiza de manera no sistemática, veinte años después de que aparecieran los primeros libros de los poetas de este periodo. Surgen como necesidad de observar, señalar y analizar mediante datos más exactos, lo que ha sucedido estos años, durante los cuales se llegó a las puertas de la firma de los Acuerdos de Paz en 19969. En la historia de esta recuperación me gustaría mencionar en cuanto al género de la poesía tres antologías: Los nombres que nos nombran (Tipografía Nacional, 1983), que pretende dar una mirada panorámica por el corpus de 1782 a 1982; la segunda antología publicada por Monte Ávila Editores, compilación de Francisco Morales Santos y titulada: Nueva poesía guatemalteca 9

El mapeo y algunos trabajos mucho más largos acerca de este grupo lo han realizado un grupo de académicos, algunos de ellos también escritores, como Liano, Albizúrez, Morales, Toledo, Acevedo, Méndez de Penedo, Arias, Nájera, Cifuentes, Castellanos.


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(1990); y la tercera antología aparece con un formato distinto, se trata de una colección de libritos en un mismo estuche, fraguada en 1988, cuyo formato se construyó al reunir a varios escritores en libro individual, pero formando parte de un mismo estuche. Esto sucede cuando Marta Regina de Fahsen estaba por finalizar su periodo como ministra de Cultura y Deportes, y era Juan Fernando Cifuentes el encargado de las publicaciones del Ministerio de Cultura. Noriega hace la selección para poner al día lo que ha estado ocurriendo en materia de poesía. Y como en cualquier antología, hay límites para la cantidad de autores, papel, tiraje, etc. La selección no se hace con facilidad, pero no porque exista un corpus muy amplio y totalmente visibilizado, sino al contrario, porque el corpus era casi invisible. Existía obviamente en algunos lugares no identificados y era difícil la localización y la lectura de sus textualidades. Al final, en medio de mucha tensión, Noriega hace la selección de lo encontrado, leído y revisado. La ministra Fahsen, a mediados del año 1988, decide abiertamente apoyar el proyecto que se intitularía: Poesía guatemalteca siglo XX, incluyendo once poetas y únicamente cinco con primera publicación, porque fue lo que se logró localizar mediante noticias de los talleres de literatura recientes, contactos inciertos y otras formas de relación, como en el caso de Francisco Nájera que ya tenía un libro publicado10, pero que era prácticamente desconocido en el medio. Nájera había ganado un premio de narrativa en el certamen de Quetzaltenango, y tenía en ese momento una relación de amistad con Morales Santos, a través de quien se conoció su nombre y su obra. La colección se estructuraba en libritos separados, formando un estuche con otros poetas ya reconocidos o con algún libro publicado. Estaban, entre ellos, Antonio Brañas, Méndez Vides, Rafael Gutiérrez, Mario Roberto Morales y Francisco Nájera, en tanto que Sergio Morales, Edgar Gutiérrez, Héctor Rodas, Violeta Blanco y quien escribe, no habían publicado nunca un libro y menos con un tiraje de 1000 ejemplares como fue el caso. Héctor Rodas, que además figura en esta colección como el único poeta del interior de Guatemala, oriundo de Quetzaltenango, había hecho una publicación 10

Carne de seres que al encontrarse pierden la razón.


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artesanal11 anterior a este libro de 1988, y de esa manera había conocido a Enrique Noriega, a través de actividades cortas de taller y publicaciones de este tipo. Algunos, como Sergio Morales y Violeta Blanco habían asistido durante un año y medio a un taller que Enrique Noriega hiciera independientemente de cualquier institución y habían preparado el libro que entró a la colección. Respecto al primer libro de Edgar Gutiérrez, aparece dentro de esta colección como un ejemplo de lo que estaba haciendo la poesía guatemalteca, y de la cual no se tenía noticia en ninguna institución ni instancia cultural o literaria. Noriega se pone en contacto con Edgar Gutiérrez a través de otros escritores que lo conocían a nivel personal, alguien le refiere el nombre y él se dedica a localizar al poeta, lo encuentra y efectivamente tenía un primer libro inédito que le da a Noriega para ser parte de la colección. En este momento Gutiérrez trabajaba para Avancso, en el mismo periodo histórico en que asesinaron a Myrna Mack, razón por la cual hizo una dedicatoria a esta activista política en su libro. La idea de esta antología-estuche estaba definida como un corpus de poesía urbana, principalmente citadina, en donde las tonalidades de la muestra variaban porque aparecía dedicada a Antonio Brañas, miembro muy joven del Grupo Acento de la década de los 40, pero que luego pasa a asimilarse estéticamente con el grupo Nuevo Signo en la década de los 60. La dedicatoria de la colección a Antonio Brañas no era gratuita, ya que seguramente para Noriega, la obra de Brañas constituía un corpus que aparecía solitario, excéntrico y descentrado, detrás de la estética de su propia generación del 70. Además, hay ciertas relaciones textuales con los autores de esta colección, sobre todo con los que no habían publicado todavía, y entreveía intertextualidades entre Brañas y los autores noveles a nivel poético. Brañas era, para Noriega, ese eslabón escondido nunca mencionado, detrás de la figura de su hermano César, que se conectaba estéticamente con los autores que, a raíz de la antología, aparecían visibilizados en la década del 80, y cuya poesía era una especie de canto a la ciudad, una poesía en extremo urbana, pero con densidades y tonalidades provenientes 11

El primer libro de Héctor Rodas se titula Sortilegios, y aparece publicado en una edición de 1987.


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de los inicios de la guerra civil. Es decir, existen similitudes entre la poesía metropolitana de Brañas y la generación del 80, solo que en dos momentos históricos distintos de la misma guerra. La cartografía que intentamos dibujar aquí nos permite una observación en cuanto a Antonio Brañas en el contexto intertextual de la generación del 80, y es referido a la edad de Brañas, ya que éste era mayor en edad que los integrantes de Nuevo Signo; se había rezagado del Grupo Acento, y alrededor de 1968 había entrado a formar parte de la tertulia de “Nuevo Signo”, con más de cuarenta años de edad12. La estética de su poesía sin embargo se iba a alejar tímidamente de las búsquedas de los poetas de este colectivo, y Antonio Brañas se conectaría de forma directa con las indagaciones de la posterior generación del 70, en lugar de asimilarse a las coordenadas del nuevo colectivo en que se movía a nivel de tertulia. Más adelante, encontramos que sus poemas entablan diálogos con los escritores que aparecerían visibles en la década de los 80, como ya lo hemos señalado. Los poemarios de los nuevos escritores de esta antología, aparecida en enero de 1990, pasaron a inscribirse en el corpus de poesía guatemalteca por varias razones, unas estéticas y otras coyunturales, como en todo corpus instalado en una colección que tiene apoyo institucional. Una inicial: por la calidad de la poesía y su carácter novedoso y fresco. La poesía de las mujeres de la colección era de corte abiertamente indagador sobre la problemática de la mujer en Guatemala y en Latinoamérica, tocaba temas tabú como la sexualidad femenina que seguía de alguna manera el espacio abierto de las feministas de los 70, pero añadía otros elementos, algunos de carácter abiertamente lingüísticos, muy lúdicos, de fuerte carácter irónico, que ya ha sido señalado en Visión crítica de la literatura guatemalteca de Dante Liano. En la poesía de las mujeres publicada en esta antología, se percibe una diferencia de sentido, entre las dos visiones de mundo tratando el mismo tema, e insertando este registro dentro de la línea feminista de nuestra poesía. Esta colección, con la publicación de dos libros de mujeres en un corpus 12

Aida Toledo, “Lanzando piedrecitas al abismo”.


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de once escritores, y con una muestra suficiente de lo que se hacía en ese momento, permite señalar algunos lazos de unión o relación con la escritura de otras escritoras que se encontraban produciendo en el mismo momento; además se conecta con la siguiente década, con las textualidades de los 90 que se desprenden de esta nueva visión, menos emplazante a nivel de relaciones de género, y mucho más juguetona con la liberación de la sexualidad femenina. Asimismo, se percibe ya a un sujeto lírico que no es claro en su enunciación, rasgo que se hará mucho más marcado en las poetas de los 90. Nos parece por eso que se trata de una nueva vertiente en la escritura de mujeres guatemaltecas en esos años, a través de la cual podemos rastrear otra tendencia literaria que habría que revisar, para el contexto de la escritura de mujeres no conocidas en la década anterior13. La colección de poesía en la que centro estos comentarios, es importante por varias razones. Una, porque a través de esta lectura se accede a lo que era la poesía metropolitana en los 80, sus búsquedas y su estética. Dos, porque se trata del corpus de un grupo de escritores y escritoras, bastante más amplio, del cual estos poetas surgen a nivel de grupos sociales y culturales. Asimismo, es posible reconocer en otros libros publicados durante la siguiente década, que se trata de una poesía fraguada en el mismo periodo, pero aparecida fuera de su contexto social, cultural y político. Por eso, en general, esta colección antológica se movía entre dos sensibilidades ya señaladas por algunos críticos sobre la poesía de algunos de los autores. Se trataba, por un lado, de una poesía de corte existencial, donde la ciudad entra a funcionar casi como un personaje y priva una vena abierta exteriorizada. Esto ocurre inclusive en la poesía de Héctor Rodas, quien venía de Quetzaltenango, o sea que no estaba construida con la visión de la Ciudad de Guatemala. Por otro lado, en al menos cuatro de los once libros se trataba abiertamente el tema del erotismo relacionado con el momento histórico en que se insertaba el registro de su poesía. Pero un rasgo que se les ha señalado y que les es propio como grupo escritural, es el tono desacralizador de las relaciones en sociedad, además también en el 13

El tratamiento del erotismo sufre un cambio en el registro, entre las poetas de la década de los 70 y esta nueva escritura de dos escritoras con edad distinta, trabajando sobre el mismo tema. Brutal batalla de silencios y Sueños paloma, son ejemplo de la colección publicada en enero de 1990.


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espacio doméstico, en el caso de las relaciones de pareja, que discutía ya la diferencia sexual en cuanto a las relaciones de género14. De este tratamiento de la eroticidad podemos leer algunos ejemplos: Atrapado en este cuerpo buscando la sombra del origen la del otro cuerpo/Te busco mi cuerpo encarnado en el otro, en los muslos en los labios, en las …/Por la sangre que transita entre los cuerpos me deslizo, escondido/Recatado me dirijo hacia tu vientre, ¡cuerpo mío!, hacia tu sexo. (Nájera, 1987, p. 14) Cuando/tengamos ochenta años Angélica/quién dirá mirando nuestros mustios ojos/que fuimos capaces de amarnos doce veces al día./ (En sofocantes épocas de verano, claro). (Gutiérrez, 1990, p. 23) Desea besar todos los pechos/Desconoce que al amar/Los pechos se harán uno en la amada/Reunidos/En su boca. (Blanco, 1990, p. 25) Súbitamente/soy me encuentro toro/aspirando/el aroma de tu pubis/de tu pubis/Olor a incienso/a bosque virgen/a sudor recién brotado. (Morales, 1990, p. 7) La escasa presencia de mujeres en esta muestra poética, permite afirmar que prevalecía una fuerte desinformación acerca de quienes se encontraban escribiendo durante esta década. Es necesario considerar que como no existían espacios culturales abiertos y progresistas debido a la fuerte represión, los talleres de creación de la USAC habían desaparecido y otros espacios de comunicabilidad eran limitados. Es decir, no existía la interacción de los escritores en grupos literarios y, en todo caso, la existencia de los poetas era en su mayoría anónima. Por otro lado, los escritores varones que publicaban por vez primera una colección de poemas, como Sergio Morales, Edgar Gutiérrez y Héctor Rodas, habían aparecido en la escena de manera casi espontánea. 14

Las tonalidades adolescentes de los poemas de Violeta Blanco, trabajaban a fondo la problemática de las jóvenes inserta en climas de terror y violencia, tanto en el espacio público como en el privado, que se encontraban sumidas en el mundo ilusorio, copado por el miedo y el desencanto. Ver de esta antología el libro: Sueños, paloma, 1990 de Toledo.


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Venían de espacios no literarios. Nadie sabía que existían y escribían poesía. Un rasgo que los unía a nivel textual, era que trabajaban dentro de un registro totalmente urbano, pero con un tono mucho más exteriorista. En el caso de Sergio Morales existía una tendencia al poema críptico, cifrado y con bastante tono lúdico, marcado por cierto cinismo siniestro que no se ha vuelto a estudiar, pero del que existe una veta en los escritores posteriores, pos-firma de la paz, que proceden de la misma clase social acomodada y culta, de la cual surgía este autor15. Se trataba entonces de distintas tipologías urbanas, de indagaciones sobre la identidad y la supervivencia en lugares inhóspitos y decadentes como el país que habían heredado, como en el caso de Edgar Gutiérrez. Así, uno de sus poemas dicta: Un hombre viaja de noche/en un tren fantasma sin tripulación/ No tiene itinerario ni tiene destino/Una mujer camina/en sentido contrario a la puesta del sol/Hace años alguien le regaló un calidoscopio/Un día/se encontraron en una estación de anaqueles rotos/y casualmente fueron aprendiendo/a tejer el tiempo con suavidad. (1990, p. 11) La ciudad, además, podía irse transformando en un ser, en un ente que los emplazaba, que los hacía huir de los sentimientos profundos, de las pasiones fuertes, de los deseos de alcanzar algo con una dosis de racionalidad. En un poema de Rodas la ciudad es vista con atmósferas similares a la de Gutiérrez: A eso de las dos/de la madrugada/de no sé exactamente/qué hora/ alguien/a la vuelta de la esquina/orina su desvelo/y luego/sigue caminando/como quien va/a ninguna parte/solo/sin nadie/en su silencio. (1990, p. 22) Se trataba la identidad desde un punto de vista metropolitano. Se tenía ya en Guatemala, a nivel de representaciones, una conciencia de practica y 15

Ver poemas del libro de Sergio Morales: Fósiles y otros restos. Es posible encontrar relaciones con poemas de Maurice Echeverría, escritor de la generación de la posguerra.


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vivencia en sumisión de la sensación de vértigo dentro de una ciudad por el crecimiento acelerado, por tener un pathos urbano muy marcado, cuyas representaciones variaban. Se trataba de una poesía que pretendía huir de su propio contexto: Y otra vez/hasta el cansancio/Hijo del vituperio/te romperás las manos/y desgarrarás/la garganta/Para comprender/-para no hacerlo-/que tus gritos/no encuentran eco. (Morales, 1990, p. 8) Y como en otros lugares del mundo, el asunto de la ciudad no se trabaja sobre la idea del orden. Se trata de una ciudad caótica, en crisis, en medio de una silenciosa guerra de insurgencia que se había desplazado hacia el interior del país en la década de los 80, dejando sus huellas tanto físicas como psicológicas en la población urbana que había ido utilizando los espacios “diabolizados” de distintas maneras. Por ejemplo, un lugar como el Centro Histórico en la zona 1 de la Ciudad de Guatemala pasó a ser territorio de guerra, enfrentamientos y aniquilamientos durante la década de los 70. Se cerró el ciclo cuando asesinaron a Oliverio Castañeda en el Pasaje Rubio, muy cerca de la Plaza Central, el 20 de octubte de 1978. Luego, ese “centro” pasa a ser ocupado por el mercado negro y las maras durante los 80. Este espacio público más tarde sería abandonado por las bandas de delincuentes, que inclusive dormían en hoteles pequeños del mismo espacio citadino. Durante la década de los 90, el Estado los empuja hacia las orillas de la ciudad, en zonas totalmente periféricas. Paulatinamente, el negocio ilegal de todo tipo se centra en este espacio, sitiando el lugar, convirtiendo este espacio público en un gran mercado callejero, que queda abandonado por las noches. No será sino hasta después de 1996, que las nuevas generaciones lo rescatan como espacio público, y con este cambio cultural se abren también espacios urbanos que cuesta construir de nuevo. Una información interesante para la historiografía literaria guatemalteca, en cuanto a las edades de los escritores con primer libro publicado a fines de los años 80, era que para 1989, tanto Morales como Gutiérrez habían sobrepasado los treinta años, en tanto que Rodas y Blanco tenían alrededor de veinticinco años. Y del nuevo grupo, quien escribe, era la mayor, con 36 años


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al momento de publicar su primer libro de poemas, aunque ya poseía una publicación de narrativa dentro de un colectivo, que casi no se conoce ni se encuentra hoy en día, llamado: Dizcuentos. Con la aparición de este opúsculo narrativo, los autores fundan una pequeña cooperativa de publicación, además de entablarse una discusión poética y narrativa con Sergio Morales, Frida Morales y Luis Eduardo Escobar, todos provenientes de la Facultad de Humanidades de la Universidad de San Carlos, donde se realiza la publicación en el año 1987. Este colectivo abre un espacio de tertulia literaria que se constituye en una especie de precario renacimiento dentro de las paredes de la USAC, ya que allí se había dado cita la generación del 70 en pleno, alrededor de la revista Alero, la década anterior. Algunos habían muerto y otros habían salido de exilio político o voluntario, para evitar ser perseguidos o asesinados. El fenómeno de la poesía emergente y los escritores de los 70 La experiencia de publicación y visibilización en la escena cultural y literaria de este grupo de escritores retrae de nuevo a la problematización de este trabajo en cuanto a la edad de los autores, que van apareciendo algunos tardíamente, como le sucediera a Ana María Rodas, quien publicó su primer libro: Poemas de la izquierda erótica en 197316, a los 36 años de edad17. Rodas aparece publicando y discutiendo la poesía dentro de grupos más jóvenes que ella, pero con quienes comparte búsquedas muy definidas y claras; allí es donde localizamos coincidencias estéticas a nivel de grupo. Estas relaciones habría que estudiarlas más adelante para analizar los contextos en que aparece esta escritura, en dos décadas distintas pero con escenarios culturales similares. Este fenómeno atañe a hombres y mujeres, pero se hace mucho más persistente entre las escritoras. Parece que se pueden problematizar y discutir las razones que las hacen no publicar sus primeros poemas en el periodo en que se consideraría “poesía joven”, para aparecer posteriormente en grupos 16

Los dos autores con los que Rodas mantenía la tertulia literaria, Noriega y Rivera, eran autores que todavía no tenían treinta años, y que publicarían sus primeros libros inmediatamente después que Rodas. Noriega en 1975 y Rivera en 1978.

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El fenómeno se repite la década siguiente con la publicación de Brutal batalla de silencios (1990), cuando la autora, con 36 años de edad, se encontraba publicando el libro en un grupo generacional de distintas edades, pero en donde la mayoría de los autores con primera publicación, eran menores.


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más jóvenes por cuestiones destinales, que no conocemos a cabalidad, y con los cuales entablan diálogos textuales enriquecedores, de cambio y fractura. Este factor de edad se repite en nuestra literatura, y puede ser un elemento que no signifique nada, sino que sea muy común en los corpus de autores y autoras de otros países. Sin embargo, en este trabajo sirve para discutir ampliamente la categoría de “poesía emergente”. El término por sí mismo aparece en uso en los encuentros de poetas internacionales en la actualidad, aunque aparece en algunos estudios críticos que lo han usado para significar la existencia de otras líneas de poesía o escritura creativa, que no se han dado a conocer dentro de un corpus más visibilizado de determinados paises. En este trabajo lo usaremos de esa manera, y sobre todo porque es de uso recurrente en el tiempo actual, para significar a un grupo de escritores que aparece repentinamente con una obra extrañamente sólida, pero de la cual no se había dado noticia, a través de lecturas, publicaciones artesanales u otro tipo de publicaciones18. El término “emergente” parece tener diversas connotaciones. Pasa a significar por un lado, un poeta o una poeta, que aparecen repentinamente en el marco de una literatura nacional, regional o continental, pero que por la edad han dejado de ser considerados dentro del espectro “joven” a nivel literario. Sabemos por las antologías de corte internacional, que se considera poesía joven hasta los treinta años de edad. Además, como sucede con algunos poetas varones como Marco Antonio Flores, y luego entre las mujeres, con Ana María Rodas, el grupo de autores con el que emergen en la escena literaria guatemalteca los coloca en un espacio descentrado para su edad. Sin embargo sus textualidades hacen que su figura literaria sea relevante por sobre el grupo o los grupos, y puedan conformar cierto tipo de liderazgo que se puede dibujar siguiendo las actividades que promovieron en su momento dentro de estos colectivos19. Tenían una nueva propuesta estética, ganada en su experiencia con otros grupos, como le sucedió a Antonio Brañas. Por otro lado, su búsqueda tenía coincidencias formales y temáticas con la de 18

De los casos de poesía emergente tenemos varios ejemplos durante el periodo que discutimos en este trabajo. Uno de ellos sería el de Antonio Brañas (1920-1998), que publica su primer libro Isla en mis manos en 1958, cuando tenía 38 años. El segundo volumen Transportes y mudanzas, lo publica en 1968 cuando ya se encontraba en relación con el grupo Nuevo Signo.

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En el caso de Ana María Rodas, en su casa se realizaban las tertulias de los escritores de los 70; en tanto que en el caso de Marco Antonio Flores, era el director de la revista Alero, donde los escritores de los 70 pudieron publicar sus primeros libros.


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los más jóvenes, y pudieron establecer o entablar diálogos con esas nuevas generaciones, que además sirvieron para conectar tendencias de cabos sueltos. En el caso de Flores y Rodas, ambos surgen en un grupo universitario más joven que ellos, se insertan como líderes intelectuales en las tertulias literarias del momento, pero también participan y hacen presencia como actores de actividades políticas, como la realización de los murales de la Universidad de San Carlos, donde los cuadros que se pintan fueron obras diseñadas por Ramírez Amaya, y los textos que se incluyeron en esos muros eran de escritores de la misma generación, entre los que aparecen de nuevo Enrique Noriega, Ana María Rodas, Rafael Rodríguez, Luis Eduardo Rivera, Otoniel Martínez y Marco Antonio Flores. Este colectivo empezó a agruparse ligado a los talleres de poesía que condujeron Flores y Noriega en los años 70. La actividad de los murales tiene una larga historia, pues ahora se sabe, por conversaciones y algunas publicaciones ya realizadas, que se trataba en aquel entonces de una intervención que no estaba permitida dentro de la USAC, y tuvieron que efectuarla estableciendo algunas reglas de juego para al final salir huyendo del campus en carro, perseguidos por la policía como en escena de narrativa policial. En este sentido, la beligerancia del colectivo era muy fuerte, no solo por el perfil que como sujetos políticos formaban el grupo literario, sino porque la época era totalmente conservadora y autoritaria. Con el tiempo fueron desapareciendo los murales, en parte ayudados por la burocracia de las facultades, que repintaron las paredes, y por otro lado, debido al tiempo, que también apoyó su desintegración. Se produce, entonces, un operativo cultural que ha quedado escrito en un libro muy interesante, concebido por un intelectual del mismo momento, quien tuvo la idea de documentar los murales mientras estuvieron allí, y también dio testimonio en su trabajo de la transformación que sufrieron. El estudio realizado era la tesis de grado del autor y fue publicado como libro en 2012 por la editorial de la Tipografía Nacional, que estaba a cargo de Enrique Noriega entre 2008 y 2012. El autor de este trabajo es Guillermo Toralla Luarca, quien fue desaparecido y asesinado en 1982. La tesis se titula: Los murales de la Plaza Rogelia Cruz. Estas beligerancias de los escritores del 70 están muy interconectadas con


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otras actividades que en distinto contexto histórico realizaron otros grupos artísticos posconflicto en el Centro Histórico, a finales de los años 90, y de lo que ya se ha hablado y escrito en ponencias, congresos, y demás actividades literarias. Ahora bien, no hay documentación suficiente de la tradición de ruptura, las conexiones que tienen estas prácticas culturales, en la unión a estos sujetos y sus actividades, en dos momentos distintos de la historia literaria, cultural y política del país. El canon borroso: la escritura de la década de los 80 Las antologías y compilaciones de poesía principalmente a inicios de los 90 solo ofrecen pistas de la escritura que se estaba haciendo durante ese periodo de la cultura del país. No hay suficiente información sistemática de la producción en los 80. En ese momento, como ya se ha indicado en distintos ensayos, no existían las iniciativas de taller de creación, que aparecieron alrededor y después de 1988, con el regreso al país de algunos escritores clave como Mario Monteforte Toledo20, Marco Antonio Flores21, Mario Roberto Morales22, y la aparición en escena de Enrique Noriega23, autores que tenían la experiencia de los colectivos literarios de los 70. Existe una serie de publicaciones de poesía y compilaciones de obra narrativa corta durante la década de los 80, procedente de algunos grupos de escritores que circulaban alrededor de la 20

La fundación del Premio Nacional de Literatura “Miguel Angel Asturias”, se da precisamente en 1988, cuando ya Monteforte Toledo está de regreso en el país, y es uno de sus impulsadores. El primer premio nacional es otorgado a Luis Alfredo Arango, integrante del grupo Nuevo Signo. Para este tema ver: Nancy Maldonado. Premio Nacional de Literatura “Miguel Ángel Asturias” Semblanzas de los galardonados 1988-2012.

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Marco Antonio Flores regresa a residir en Guatemala hasta después de 1989.

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Mario Roberto Morales vuele periódicamente a Guatemala desde 1987, y se encuentra en el país de forma activa, creativa y académica, cuando se publica el proyecto Nueva Poesía Guatemalteca en enero de 1990, del cual forma parte, con uno de los libros titulado Epigramas a Patricia (1990).

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Enrique Noriega nunca se va del país; se queda a trabajar en el interior. Aparece en escena hacia 1988, cuando conoce en Totonicapán y en la Ciudad de Guatemala a Sergio Morales, Frieda Morales, Danis Rodríguez, Luis Eduardo Escobar y Aida Toledo. Ese año se inicia un taller de formación creativa que dura un año completo, hasta la publicación de los primeros libros de la colección Poesía Guatemalteca Siglo XX, donde se incluye a Violeta Blanco, que también había participado el año completo en el taller entre 1988 y 1989. En 1990-1991, Noriega conduce otro taller en relación con personas de la USAC, que se realizaba cada sábado de ese periodo. Al taller asisten Juan Carlos Lemus, Johanna Godoy, Shirley Mazariegos, Rolando Umul Zamora, Francisco Méndez, Sergio Morales y Aida Toledo, escritores que en algún momento publican al menos un libro, a excepción de Shirley Mazariegos, que gana el segundo lugar en el certamen Luis de Lión de la Comunidad de Escritores, pero que luego desaparece de la escena literaria. Tres de los talleristas de este taller, ganan los premios de la Comunidad de Escritores del año 1991.


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Tipografía Nacional, donde fue director Juan Fernando Cifuentes, y de la Dirección de Bellas Artes, donde se encontraban Delia Quiñonez y Francisco Morales Santos. Morales Santos y Quiñonez promovieron las publicaciones de Nuevo Signo y de otros autores que se añadían a sus tertulias y, de esa manera dieron existencia a la escritura, principalmente poesía, cerca de las instituciones del Estado. Puede decirse que la escritura más reconocida de la década ochentera era la de estos colectivos que estaban insertos en las instituciones gubernamentales. Sin embargo, el perfil del tiempo en que se vivía no permitía, por historia política, la instauración de talleres de formación de escritores, que sí había existido con algunas crisis, durante la década de los 70. De esa forma, mucha de la escritura que se estaba haciendo en ese periodo era desconocida e invisible, y suponemos que fue una de las razones por las cuales mucha de nuestra escritura aparece de forma tardía y emergente, a fines de los 80 e inicios de los 90. Uno de los factores que dio cierta cohesión y llamó desde distintos lugares del país a los escritores que se encontraban produciendo una obra, sucede en el año 1988, cuando se funda el Premio Nacional de Literatura, por iniciativa de Monteforte Toledo. Ese año el Ministerio de Cultura, que tenía de recién fundado unos dos años, convoca a un taller de creación en Totonicapán24. Allí se congregan grupos de escritores, y también se dan cita nuevos escritores de la ciudad. Suponemos a la distancia que ese acontecimiento abre una nueva etapa para la escritura creativa de los guatemaltecos. Se produce una apertura, y se propicia el inicio de la formación a través de talleres literarios que sobreviven durante un periodo que rebasa el año de la firma de los Acuerdos de Paz y se extiende hacia fines del siglo XX, cuando empiezan a declinar de forma institucional. El taller que funda Marco Antonio Flores, y que aparece asociado con la Editorial de León Palacios, sobrevive por mucho tiempo. Lo funda en la 24

La convocatoria del Ministerio de Cultura aparece por iniciativa de Leticia Rojas, que se encontraba como directora de Bellas Artes en ese momento, en que inicia la coyuntura del primer premio de literatura a nivel nacional. Ella conocía desde la USAC, en el Departamento de Letras, a algunos escritores nuevos, así que lanza la convocatoria, que me parece es un momento esencial para el conocimiento de las nuevas escrituras. En esa ocasión los escritores asistentes a Totonicapán, toman un taller de creación con Norma García Mainieri, como un primer nuevo impulso para la formación de escritores guatemaltecos, ya que se extiende para los escritores que vienen de distintos puntos del país.


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década de los 90 y lo asocia a una publicación, la revista La Ermita, en donde se puede rastrear la escritura de todo ese periodo, asociado con su taller de escritura creativa. Del taller de Flores aún se escuchan hoy los nombres de escritores como Juan Carlos Lemus, que en realidad inicia su formación en el taller de 1990 y 1991 con Enrique Noriega; Patricia Cortez, que también aparece en Cobán en un taller con Noriega, y que luego viene a formar un colectivo asociado con el mismo Flores. Alrededor de la figura de Flores se establece en la Ciudad de Guatemala el taller “La casa del cuento”, y al que pertenecen otros narradores que han seguido publicando hasta la actualidad. Entre las poetas más persistentes de este taller está Maya Cú, que actualmente es reconocida internacionalmente. Cuerpos sin lugar “Cuerpos sin Lugar”, llamaron a un colectivo de poetas y narradores que aparece en Antigua Guatemala en las décadas de los 70 y 80. El más reconocido escritor de este grupo es Adolfo Méndez Vides, pero están incluidos también Luis Aceituno y Víctor Toledo. Méndez Vides inicia sus publicaciones en la década de 1970. En 1975 publica lo que él ha llamado “poema experimental” y al que titula Casaca, que como muchos otros escritores, está financiado por él mismo. Se trata de una edición de autor, además que si relacionamos esto con la poesía de Noriega y Rivera, notaremos que se trata de esos fenómenos escriturales en los cuales se están dando cita las mismas tendencias. Sin embargo, es de señalar que Rivera había estudiado en Antigua Guatemala, y había tenido relación con algunos de los autores de este colectivo. La siguiente publicación de Méndez Vides en el campo de la poesía se titula Fiesta (1977) y se publica luego de su viaje a México, a partir del cual vuelve a Guatemala a vivir. En el género de la narrativa corta, Méndez Vides publica: Escritores famosos y otros desgraciados (1978), llegando al fin de la década con tres libros de los que casi no se sabe nada, y no son mencionados cuando se habla de los escritores de la década de 1970. De los integrantes de este colectivo, Méndez Vides será quien desarrolle hacia la novela, pasando por la narrativa corta. Durante la década de los 80 publicará y desarrollará una obra que tiene notoria relevancia, la más importante será Las catacumbas (1986), con la que gana el importante premio de novela Nueva Nicaragua. En el género de la poesía,


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Méndez Vides publica Tratado de la desesperación (1984). Quizás su última publicación de este periodo sea el libro Recuento de batallas, de la colección antológica de Noriega, Poesía Guatemalteca Siglo XX, cuya escritura se hace en los 80 y se publica en enero de 1990. Lo importante de anotar aquí es que Méndez Vides es ese escritor situado en el interior de la República de Guatemala que ese encuentra vigente desde los 70, y que realiza una obra poco conocida, aunque publicada en libro, en la década de 1980. Lo que lo catapulta dentro de la historia de la literatura es haber ganado con la novela de esta década, el Premio Nueva Nicaragua. Un aspecto interesante a comentar sobre Méndez Vides, es que se trata de un poeta que progresivamente va hacia la narración corta y luego desemboca en la novela. Una situación similar, aunque no igual, ocurre a Flores, Rivera y Martínez, que escriben poesía inicialmente y luego hacen novela. Es una característica en común entre estos autores de la década del 70, y que van desarrollando hacia la narrativa. La diferencia entre Flores y Méndez Vides, con Rivera y Martínez, es que estos han publicado, al momento de la historia de la literatura guatemalteca, una sola novela. En el caso de Aceituno, quien cuenta con un libro de relatos breves, La puerta del cielo (1982), en el que aparecen atmósferas urbanas y problemáticas muy contemporáneas, tiene registro de lo sucio y corrupto, que puede hacer conexión con los relatos aparecidos posconflicto, en la obra de escritores más jóvenes que cultivan una estética de lo gótico, negro y policial. Narradores invisiblemente vivos Se busca discutir sobre la novela, sobre cómo se ha estudiado aisladamente y cómo ha venido desarrollándose con persistencia desde los narradores de los 70 , hasta los 80, a pesar de las precariedades en la formación. La historiografía centroamericana coloca a la novela guatemalteca durante las dos décadas, como un ejemplo de donde se produce la “nueva novela centroamericana”. Si revisamos, veremos que emerge inicialmente El tiempo principia en Xibalbá de Luis de Lión, que, en 1972, que gana los Juegos Florales de Quetzaltenango. De esta manera le antecede a las publicaciones de las narrativas de otros colegas de ruta: Los compañeros (1976) de Marco Antonio Flores y Los demonios salvajes


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(1977) de Mario Roberto Morales. Ya sabemos, por otros trabajos críticos, que la novela de de Lión se publicaría por primera vez de manera póstuma en la siguiente década. En los 80 aparecen novelas que tendrían impacto en escrituras de las posteriores décadas. Se inicia temáticamente un proceso de extrañamiento sobre el tema del conflicto armado y sus consecuencias políticas en la vida nacional. Es el caso de Dante Liano, quien ya había publicado un libro de cuentos titulado Jornadas y otros cuentos (1978), y publica en esta década sangrienta La vida insensata (1987), otro volumen de cuentos. Luego su primera novela El lugar de su quietud (1989), con lo que se inaugura un nuevo filón en la historia de la novela guatemalteca. Méndez Vides, cuya existencia literaria estaba amarrada a la década anterior, publica Las catacumbas (1986). En su obra prevalece el tratamiento no deliberadamente político de la novela, ya que centra su acción en sucesos humanos un tanto anodinos y simples, a través de una estética escéptica, completamente desencantada, acerca de los efectos de una guerra larga y continuada, pero de la que no se habla como tema central. Por otro lado, aparece Velador de noche, soñador de día (1988), una novela extraña, excéntrica, rara de Luis Eduardo Rivera, donde toda la saga de la guerrilla, la problemática sobre el compromiso político, sus aciertos y errores, el trabajo sobre las relaciones interétnicas, han desaparecido. Se habla de una narrativa en la cual se aborda el asunto de la identidad nacional, del racismo, de la exclusión, desde un punto de vista totalmente desterritorializado, porque se invierten los roles y no se discute el asunto del racismo y la exclusión desde la mirada ladina, sino sobre el sujeto ladino que se encuentra desterritorializado e inmerso en un proceso acelerado de transculturación en un espacio europeo. Hay dos autores que aparecen desde los 80 al publicar sus primeros libros de cuentos. Uno es Franz Galich, que publica Ficcionario inédito (1979). Una década después difunde La princesa onix y otros relatos (1989), y desarrollará en el género de la novela en los 90, Huracán corazón del cielo (1995). Por el mismo periodo, aparece Rodrigo Rey Rosa, un narrador internacionalmente importante, que se desarrolla igualmente hacia la novela. Sus primeras obras son libros de cuentos y se ubican en este periodo: El cuchillo del mendigo


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(1986) y El agua quieta (1989), y no será sino hasta en 1993 que publicará su primera novela, El salvador de buques. Esta apostilla muy injusta sobre la novela guatemalteca sirve para confirmar la importancia del desarrollo de la literatura de los escritores del 70, y los momentos clave del rompimiento del registro en la novela. Se hace necesario un estudio a profundidad sobre la novela guatemalteca, para tener suficientes insumos y poder entrar a conformar la otra historia, la centroamericana, y luego avanzar hacia lo latinoamericano. ¿Y dónde están las novelistas? Narrativa de mujeres en las décadas de los 70 y 80 La narrativa de las mujeres de Guatemala no está localizada ni desde la primera mitad del siglo ni en la segunda mitad. Si hay que situar el momento crucial de una fractura, de un cambio, en la novelística escrita por los varones, resulta que no hay materiales para poder estudiar los corpus, puesto que se trata de ediciones muy pequeñas, y en su mayoría desaparecidas. La historia de la novela de mujeres en la primera mitad del siglo es sumamente drástica, prácticamente no se tienen noticias críticas, y en la segunda mitad, estas textualidades han sido tan poco apreciadas, que prácticamente han ido desapareciendo del panorama, si acaso en algún momento entraron en alguna mención sobre otro género, las autoras. Las escritoras que se dedicaron a la narrativa en la primera mitad del siglo, hasta los años 70, cultivaron y escribieron novelas cortas y largas, además de, por supuesto, practicar la escritura del relato corto. Entre estas narradoras aparecen mencionadas como antecedentes: Teresa Arévalo, Malin D’Echevers, Blanca Luz Molina, Leonor Paz y Paz, Sonia Rincón, Elisa Rodríguez Chávez, Elizabeth Escobar Thorburn y María del Carmen Escobar25. 25

Estas autoras se encuentran incluidas en un trabajo de la USAC, donde se da noticia y se analizan algunas de las obras narrativas de estas autoras en el género de la novela durante las décadas de los 60 y los 70. En Cicla 2014, Quetzaltenango, Guatemala, comenté algunas de estas novelas para atar cabos sueltos, en la ponencia “Siete narradoras en medio de la nada: apuntes críticos sobre la escritura contemporánea de mujeres guatemaltecas”.


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Las novelas que aparecen fechadas en el periodo de interés no son muchas. Pareciera que el desarrollo del género escrito por mujeres hubiera dejado de tener impulso al iniciar la década de los 8026. Un caso bastante desconocido es el de la narradora Elizabeth Escobar Thorburn, que publica las novelas: El río Lila (1976) y El río Grande (1984), donde la temática tratada gira alrededor de los inmigrantes latinoamericanos en Estados Unidos (Acevedo, 1994). Esta temática se diferencia de las del resto de narradoras del corpus de novelistas guatemaltecas. La otra narradora sobre la que queremos comentar es Elisa Rodríguez Chávez que con la novela La cárcel de su cuerpo gana un premio de novela en Quetzaltenango en 1962; luego gana otro premio con su segunda novela, Oro de cobre (1965). Lo que nos parece interesante es que el tema de la segunda novela está inscrita en una problemática poco tratada por los escritores de este periodo. Se hace una crítica muy fuerte sobre la institución académica, muy cercana a las facultades de Medicina y Odontología de la USAC. Se trata además de una escritura joven, ya que la autora tenía los borradores de las dos novelas a los veintidós años. ¿Se puede concluir sobre algo que no se conoce? A manera de conclusión, puede decirse que la historia cultural de la escritura producida y publicada en ediciones muy pequeñas, durante este periodo, está todavía en un estadio muy temprano de conocimiento y de comprensión, sobre lo que ya se ha encontrado. La literatura en los distintos géneros literarios o en géneros mixtos, producida en el momento más cruel del conflicto armado, deberá revisarse y reescribirse para poder utilizar la memoria viva de algunos sujetos que conocieron y estuvieron en contacto con los escritores de este periodo. Mucha de la obra poética de la década de los 80 no está recogida en volumen de autor, pero tampoco las antologías lograron 26

María del Carmen Escobar publica una novela que gana una mención honorífica en el Premio Guatemalteco de Novela en 1984. Otros antecedentes están en la obra de Leonor Paz y Paz, cuyas publicaciones en el género de la novela tienen antecedentes muy fuertes. Tanta esperanza (1967), novela de carácter político, basada en hechos históricos, sobre las vivencias del grupo estudiantil Fuego; en 1967 publica La mujer del pelo largo y la última novela localizada Adultos 3 en 1996, año en que se firma la paz en Guatemala. Sonia Rincón es por otro lado, una de las escritoras de narrativa más condecoradas en el campo literario. Escribió y publicó las novelas: El destino sonríe (1961), El silencio de las horas (1975), Aquella noche de navidad, que aparece sin fecha.


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llenar ese vacío y ofrecer un mapa de las escrituras existentes en este momento de la historia de la literatura, cuando no había ninguna opción para publicar, pero siempre para escribir y transmitir experiencia. Es sabido que el problema político concerniente a la violencia extrema que azotó al país es una de las causas de ese desconocimiento actual. Es necesaria la investigación que vaya dando cuenta, de forma menos informal, del perfil de una escritura, que no era una sola. Existieron distintas tendencias, como las que se observan en la historia de la novela escrita por varones y por mujeres. En el caso de la poesía, además de una tendencia política, la poesía también se vio en medio de una variedad de perfiles poéticos, que dependían en gran parte de la ubicación de vida de los escritores, sus lecturas, el acceso a la información, el origen étnico y una gama de problemáticas raciales y sociales que entraron en juego. Estas tendencias estuvieron determinadas por los exilios, las salidas presurosas, los infortunios, las desventajas de la clase social a la que pertenecieran los autores y autoras. En suma, hay un campo casi virgen para investigar sobre la propia producción, para luego comparar estos hallazgos con las literaturas del área centroamericana, y con mucha suerte, latinoamericana.

Coloquio sobre el escritor Augusto Monterroso, organizado por el taller de crítica literaria de la Facultad de Humanidades de la Universidad de San Carlos, coordinado por Francisco Albizúrez Palma. Sede del Instituto de Cultura Hispánica, 1977. De izquierda a derecha: Lucrecia Méndez de Penedo, María del Carmen de Fernández, Franz Galich, Rolando Medina y Francisco Albizúrez Palma.


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El bestiario en la literatura centroamericana. Mario Payeras (Guatemala, 1940-1995): El mundo como flor y como invento (1996)

Dr. Dante Barrientos Tecún*

“no somos todavía como esos inolvidables compañeros de la sierra [los pájaros migratorios] que siempre han ignorado el sentido y la teoría de la propiedad terrestre” (Payeras, 1997, p. 27) “Las ideas filosóficas en que nos habíamos formado, la ciencia que enseña que todo fluye, que todo cambia, nos llevaba a concluir, paradójicamente, que la afirmación de la vida pasa con frecuencia por su viejo contrario” (Payeras, 1987, p. 105) Nada parece más evidente y rastreable en el conjunto de las literaturas centroamericanas como el hecho de que, prácticamente, en todas las épocas y en casi todos los autores –que pertenezcan a un movimiento o a otro, o a ninguno, que cultiven un género u otro–, el mundo animal ha dejado sus huellas visibles en estas escrituras ístmicas. Un rápido recorrido por algunos períodos de estas literaturas deja entrever que la fauna ha sido solicitada insistentemente por los creadores para dar cuerpo a sus proyectos estéticos. Si se remonta en el tiempo, no puede dejar de evocarse una obra clásica de la mitología mesoamericana, el Popol Vuh, en cuyo universo narrativo, cuatro animales –“Estos son los nombres de los animales / los que trajeron el *

Professeur des Universités, Universidad de Aix-Marseille, director adjunto del Centre Aixois d’Etudes Romanes (CAER). Ha publicado y coeditado varios libros y numerosos artículos en Europa y América Latina sobre poesía, narrativa y teatro centroamericano.


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alimento: la zorra / el coyote; / la cotorra, / el cuervo”1 (Colop, 2012, p. 112)– se presentan como aliados de los dioses para conducirlos a Paxil y encontrar allí las mazorcas amarillas y blancas que entrarían en la carne de los hombres. Igualmente, en otro texto fundador, perteneciente a la tradición prehispánica, me refiero al Memorial de Sólola. Anales de los cakchiqueles, otra versión acerca de la creación de los hombres que informa que fueron dos los animales que participaron en la consecución del maíz –el Coyote y el Cuervo–; y con la sangre de la danta (o tapir) y la culebra se procedió a hacer la masa2. En esta concepción de las cosas, los animales no solo asumen el papel de aliados de los Formadores y Creadores sino que, sobre todo, su sustancia vital, además de incorporarse a la materia que conformará el organismo humano, deviene indispensable para la preparación misma de aquella materia. Sin la sangre de los animales no hay masa. Seres terrestres, aéreos, acuáticos y mitológicos pueblan las páginas de estas obras, y se han escapado de ellas prolongando su estirpe en autores contemporáneos. Semejantes antecedentes mitológicos y concepciones del mundo quizá no sean del todo ajenos a la perseverancia con la cual los autores de la región centroamericana recurren al empleo de los animales en sus escritos. Indagando en otros períodos, a vuelo de pájaro (lícito es expresarlo así aquí), se puede constatar que también entre los autores de la colonia, apelar al mundo animal no era una estrategia narrativa marginal sino relativamente frecuente. El mundo animal está también presente en textos de Landívar (1731-1793), quien le dedica muchas páginas en su Rusticatio mexicana (Módena, 1781): entre los quince cantos que componen dicha obra, los hay dedicados a los castores, a las aves, a las fieras. Los primeros mencionados le sirven al poeta para elucubrar una teoría utópica de la sociedad (Libro VI), en la cual el modelo de organización social de estos animales es ejemplo de una república en la que “lo colectivo ayuda a lo individual y lo individual es decreto de comunidad” (Barrios y Barrios citado en Benfeldt 27). 1

En la versión de Adrián Recinos (1970) se lee: “el Yac [el gato de monte], Utiú [el coyote], Quel [una cotorra vulgarmente llamada chocoyo] y Hoh [el cuervo]” (p. 103).

2

Dicha narración se encuentra en las páginas 41-42 del Memorial de Sololá. Anales de los Cakchiqueles, en la versión de Adrián Recinos.


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Hacia el final de aquel período aparecen fabulistas como Fray Matías de Córdoba, autor de La tentativa del león y el éxito de su empresa (1807), fábula de carácter didáctico en la que se exalta el ingenio humano tanto como la bondad y la piedad. Más tarde, autores como Rafael Arévalo Martínez –quien da El hombre que parecía un caballo (1915), Las fieras del trópico (1922)–, regionalistas como los salvadoreños Arturo Ambrogi –El libro del trópico (1918)– o Salarrué, quien en sus Cuentos de barro (1933) incluye el titulado “El mistiricuco” (especie de tecolote o búho pichón) que anuncia la tragedia, atribuyen valores simbólicos, ejemplares y de denuncia al universo zoológico. En 1951 se publica en Guatemala, en la colección “El Libro de Guatemala” –proyecto editorial del gobierno de la Revolución de 1944–, un libro singular, La mansión del pájaro serpiente de Virgilio Rodríguez Macal (Guatemala, 1916-1964). Se trata de una colección de cinco relatos, en los cuales los protagonistas, como lo indican los títulos de las composiciones, son animales característicos de las selvas mesoamericanas: “El andasolo”, “El armado”, “La comadreja”, “El tepezcuitle” y “La mansión del pájaro serpiente”. Los relatos narran las costumbres y hábitos de aquellos animales, las peripecias de sus existencias, desde la perspectiva de un narrador que presenta sus historias dirigidas a los niños, asumiéndose además cual un transcriptor: “No les cuento sino lo que me contó Pedro Culán, el viejo cazador [cakchiquel] de animales y visiones en nuestro mundo tropical, tan cruel, tan bello y complejo” (Rodríguez Macal, 1951, p. 7)3. El lenguaje de estos relatos está inspirado de la escritura del Popol Vuh, con alusiones a los dioses mayas y estrategias propias de la oralidad. Autores como Miguel Ángel Asturias, con su correo-coyote en Hombres de Maíz (1949), por ejemplo, y desde luego Augusto Monterroso con sus moscas, vacas, perros o dinosaurios, o bien el nicaragüense Lizandro Chávez Alfaro (1929-2006), con sus Monos de San Telmo (Premio Casa de las Américas, 1963) se sirvieron del mundo animal con propósitos políticos, de reivindicación cultural, humorísticos o irónicos. El poeta Luis Alfredo Arango –autor de Animal del monte (1999), del irreverente Zopilote biónico (1979) o de la novela para niños El país de los pájaros (1990)–, los dramaturgos Manuel Galich –El pescado indigesto (1961)– y Manuel José Arce –Delito, condena 3

El libro obtuvo el primer premio en la categoría “Libro para la juventud” en el concurso realizado en Guatemala por la casa editora de New York Farrar & Reinhart, en 1942.


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y ejecución de una gallina (1968)–, han recurrido al protagonismo de los animales como estrategia vinculada a la denuncia y la toma de conciencia. Así, pues, hay en la literatura centroamericana todo un universo zoológico denso y variado que los escritores han tomado de su entorno y de sus particulares tradiciones culturales. Hace poco más de diez años salió a la luz –en 1996– una colección de cuentos que se habían ido forjando en las selvas guatemaltecas durante la década de 1970, en condiciones extraordinarias, condiciones límite. Se trata de El mundo como flor y como invento. Su autor, Mario Payeras (1940-1995), era entonces un intelectual comprometido con la lucha guerrillera y más exactamente un miembro de la Dirección del EGP (Ejército Guerrillero de los Pobres), encargado de diseñar la estrategia guerrillera y la táctica de las unidades militares (Arias, s. f.). Al lado de concebir y redactar manuales que respondían, como precisa Yolanda Colom –su compañera de vida y lucha política– “a partir de las necesidades que enfrentábamos en la práctica y [a] los objetivos que como organización nos proponíamos” (parr. 9), Payeras se entregaba igualmente a la escritura de textos de otro género: cuentos o poemas. Y si por un lado componía documentos como Nuestra concepción militar; Diez ideas principales del EGP o Los hombres y las abejas, por otro lado, también estaba gestando los textos que compondrían el poemario Poemas de la zona reina (1972-1974) y especialmente aquellos que integrarían El mundo como flor y como invento. Vale la pena apuntar desde ahora que entre una y otras formas de escritura se tejen diversos puentes de contacto que configuran una coherente concepción del mundo. En lo que sigue de este trabajo, nuestro propósito es poner de relieve el tratamiento del bestiario en el libro de cuentos antes mencionado, pues ello desvela una forma específica de aprehender la realidad. El mundo como flor y como invento se compone de un conjunto de nueve relatos cuyos paratextos anuncian de entrada la factura misma de las historias narradas. He aquí algunos ejemplos: “Historia de los dos cartuchos y los dos faisanes”, es el primero de los relatos, le siguen “Los pájaros de Chilabasún”, “Historia del guacamayo que se extravió en la materia”, y cierra con la obra


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“Historia del chocoyo y de su ruta por los mapas tempranos de febrero”. Una doble observación se impone a través de la lectura de estos paratextos. Primero, que las especies zoológicas que predominan aquí son las aves. A excepción de dos relatos –“Historia del maestro músico que tardó toda la vida para componer una pieza de marimba” e “Historia de la boa ratonera que no sintió pasar el tiempo”–. Los restantes tienen como personajes centrales a una diversidad de volátiles: faisanes, gorriones, azacuanes, guacamayos, clarineros, gaviotas, chocoyos. Es decir, en su mayoría, pájaros propios del mundo mesoamericano y especialmente de la zona en donde se movía la organización político militar a la cual pertenecía el autor (las montañas del noroccidente del Quiché, Huehuetenango y las Verapaces en Guatemala). De manera que el libro puede leerse como una suerte de “tratado” sobre las aves de aquellas regiones. Así, podemos leer en el inicio de “Los pájaros de Chilabasún”: Todos los años, los pájaros vuelven al mundo nublado de Chilabasún. Son especies de paso, provenientes de los rumbos húmedos de la rosa, que se marchan con los días por las rutas que siguen los aviones. Las montañas de Huehuetenango están marcadas en los mapas de las migraciones como puntos propicios para hacer escala en los itinerarios de primavera. (1996, p. 15) La frase final de la cita introduce un referente geográfico que contribuye a la estructuración de un efecto de realidad, pero sobre todo inserta uno de los aspectos primordiales que el autor destaca de estos seres alados: sus costumbres migratorias, su desplazamiento en el espacio. En ello –en el movimiento– parece haber un punto clave del simbolismo que cobran los pájaros en la escritura de Payeras. Ya que a través de esta costumbre de ciertas aves de volver a los orígenes puede plantearse una conexión con las concepciones del autor. Volveré sobre ello. La segunda observación paratextual es que, salvo un caso, todos los títulos de los cuentos se abren con el término “historia”. Y nos parece que esto tampoco es carente de significación. A dicho término se agrega un grupo nominal que incorpora la identificación del ave de la cual se relatará las peripecias. Esta combinación produce un efecto de sentido, ya que induce a pensar que todo


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cuanto acontece en el periplo vital de estos volátiles es digno de acceder a la dimensión de la memoria. Y es así porque sus “historias” devienen el pretexto para la evocación del acontecer de las leyes del mundo, de los mecanismos de la vida y de los procesos de la materia. Las “historias” de estos animales son por tanto una ruta posible para leer la historia. Además, como lo especifica la voz narrativa en el caso de los faisanes “los caminos de su memoria sólo conducían a las regiones de la vida” (1996, p. 9). En los diferentes relatos que componen el libro, la voz narrativa describe las peripecias y hechos previsibles o accidentales que pueden o deben atravesar los pájaros en los movimientos reiterativos, cambiantes y necesarios de sus migraciones. Así, una pareja de faisanes no podía imaginar –en clara alusión a las leyes del mercado– que unas balas fabricadas en Boston pasarían por una cadena de circunstancias fortuitas pero irreversibles hasta llegar al almacén El Globo, de donde saldrían a incrustarse en sus plumajes “porque si bien sus sentidos eran adecuados para orientarse en el espacio de los aguaceros y las lilas, no servían para explicarse el hecho de la pólvora” (1996, p. 13). Nótese cómo Payeras crea una escritura que mimetiza el discurso “científico” pero poetizándolo, lo cual le da trascendencia. En “Historia del azacuán que derribó el granizo”, un hombre y un pájaro coinciden, por una sola vez, en un tiempo y espacio dados en razón de una serie de acontecimientos aleatorios. Al caer derribado por el granizo en el patio de una casa en Cobán, Alta Verapaz, el azacuán herido es atrapado por Mix –acaso una transposición ficticia del mismo Payeras–, quien intuye que se trataba de algún acontecimiento irrepetible. En tierra, el azacuán pierde sus facultades pero recupera progresivamente su vigor, y antes de que el mismo Mix abandone su casa para conocer el mundo, deja abierta la jaula del azacuán: “Lo hizo para que el pájaro se fuera cuando llegara la hora y completara el ciclo del olvido. […] los seres hechos para el aire deben agotar la existencia en la peripecia efímera de sus días” (1996, p. 50). Aquel encuentro de la casualidad rompía con el ciclo de los hechos normados por la naturaleza, de ahí que Mix comprende lo inútil de trastornar el orden de las cosas naturales si interrumpe con la prisión el itinerario del azacuán, porque ello significaba entorpecer el


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proceso de la vida. Tal es uno de los sentidos que adquieren estos habitantes del aire, que constituyen símbolos del proceso primordial de las cosas que no deben perturbarse. En “Historia del clarinero sonto al que asustaron unos cohetes de vara”, son apenas un puñado de minutos los que son evocados por los hechos narrados. Un clarinero obligado a modificar su trayectoria debido a las detonaciones de unos cohetes, desciende y se posa en un ciruelo desde el cual se dispone a espiar cómo transcurre el tiempo, y a un niño que busca crear un artefacto para poder volar. Las leyes de la casualidad producen aquí, una vez más, la convergencia, por unos instantes, de dos trayectorias disímiles que jamás habrían de volverse a reencontrar. “Era lo precario y efímero de todas las cosas” (1996, p. 72), precisa la voz narrativa. Tras ser testigo de aquella vocación aérea y adentrarse en la historia y la conciencia de aquel niño que había caído en la cuenta que intentar elevarse en el espacio, no buscaba contradecir las leyes físicas, el clarinero se alzó en los aires nuevamente, buscando su destino hacia el noroeste “al rumbo de membrillos en flor a donde iba al principio” (1996, p. 72). De suerte que si los incidentes impredecibles de la realidad y de la industria humana lo apartan momentáneamente del cumplimiento de su periplo, el clarinero vuelve a su recorrido porque las leyes de la casualidad se revelan ineficaces para estas aves, cuyas rutas están inscritas en la cartografía de su memoria y de su instinto. En cambio, en “Historia del chocoyo y de su ruta por los mapas tempranos de febrero”, la trayectoria del volátil no sufre accidente alguno. El narrador va describiendo las diferentes escalas del itinerario de viaje del chocoyo, desde la Barra Nahualate, en el sur (costa del Pacífico), hasta alcanzar las zonas del noreste, pasando por la zona central de la capital, Chimaltenango y la región de Alta Verapaz. Se trata de un viaje sin incidentes, salvo que las escalas del trayecto permiten coincidencias cargadas de sentido. Una de ellas, a no dudar una dimensión autobiográfica. En efecto, podemos leer que en una camioneta marca Ford –bautizada con el nombre de “La lluvia de Oro”–, proveniente de Chimaltenango, viaja un niño que va a proseguir sus estudios de primaria en la capital. Y anticipa el narrador: “El escolar ignoraba que a través de aquel


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viaje había comenzado a darle la vuelta al mundo y que sus rutas y las del chocoyo no volverían a cruzarse” (1996, p. 94). No puede descartarse que dicha coincidencia entre el pájaro y el niño opere como una ficcionalización de la trayectoria del mismo Payeras desde su natal Chimaltenango, pasando por su formación filosófica en Leipzig hasta su entrada como combatiente en las montañas del noroccidente de Guatemala. La segunda coincidencia en este itinerario se vincula con el proceso de creación artística. Al pasar por Tucurú, un grupo de chocoyos tiene la oportunidad de asistir a la composición de una pieza de marimba para hacer música. Lo que el vuelo de chocoyos escuchaba desde el árbol, por lo tanto, era el extenuante esfuerzo del maestro Chavarría por traducir a sonidos un río inexistente, un torrente pensado que entonces ya no corría entre flores de pascua y cohunes con garzas, sino en la cámara oscura de la memoria, en el contradictorio laberinto de espejos de la conciencia. (1996, pp. 95-96) Aquella coincidencia del paso de las aves y la música, es la ocasión en que Payeras (1996) medita sobre cómo la creación es el resultado de un proceso de transcripciones en la conciencia de los hechos vividos: el río se hace memoria y sonidos recordados. La travesía del chocoyo siendo una entre muchas –los chocoyos la repiten sistemáticamente–, alcanza singularidad por aquellas coincidencias extraordinarias. El viaje de las aves en su linealidad conoce quiebres que le dan sentido, al fin y al cabo es una forma poética de representar cómo todo contiene en sí sus propias contradicciones. Estas historias de pájaros, de migraciones, de los ciclos que ellos cumplen a veces alterados por las leyes de la casualidad, pero siempre recuperados en los mapas de la memoria de la especie, traducen una concepción del mundo según la cual el movimiento es irrefrenable y ese orden de las cosas no debe ser alterado. Salvo –y ello es esencial– cuando esa alteración supone un beneficio humano. Así lo especifica el narrador al aducir que “la felicidad no es otra cosa que la conciencia de lo que es necesario, para, a partir de ella, subvertir el apacible orden de las cosas y hacerlo aún más grato” (1996, pp. 71-72).


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Transpuesto lo anterior al plano político, se desvela nítida la postura del autor. Estos vuelos de pájaros, leitmotiv de todos los relatos, son, en efecto, el resultado de un ejercicio de observación y del esfuerzo interpretativo del mundo de un militante guerrillero en la selva que consigue diseñar, por medio de los pájaros, una vasta metáfora: una visión poética y filosófica que concatena todos los aconteceres, los de las aves como los de los humanos. En definitiva, se nos aparece que la lectura modélica de las migraciones propuesta por Payeras, puede verse como la configuración de una imagen de su pensamiento acerca de lo real, la existencia humana y la forma de organizarla: la política. Sostiene que debe permanecer estático, inmóvil, pero en la memoria o la conciencia resulta indispensable conservar los puntos cardinales que sirven para orientarse y hacia los cuales hay que volver (se sea pájaro o humano). Por tanto, del tratado de aves se desliza hacia el tratado político. En el mecanismo de la vida –del que los vuelos de los pájaros son aquí una metonimia–, Payeras encuentra, por tanto, la dinámica para forjar su comprensión del entorno y la estrategia para concretizar en literatura su forma de pensar.


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“Habitus” y nomadismos en los cuentos de Francisco Albizúrez Palma Dr. Arturo Arias*

Los cuentos que acompañan la novela corta Casa de curas y otras locuras de Francisco Albizúrez Palma (1935-2014) en la colección del mismo título de 1982, no han sido aún objeto de estudio. Lo anterior no deja de ser una omisión para mejor entender los procesos histórico-literarios que condujeron del realismo social de los 50 a la experimentación formal y estilística de fines de los 70, que antecedieron el conflicto armado interno. Al fin y al cabo, como indica el propio autor en su nota inicial, el grueso del material se publicó en el diario El Imparcial entre 1969 y 1979. Por lo tanto, cubre un período poco estudiado, y de importancia crítica para comprender las transiciones en la periodización cultural. Veamos por ejemplo el cuento “Desarraigo”, un cuento de 1970. Inicia con una tarde de trabajo. Un hombre camina hasta una iglesia al final de la tarde, mientras sopla un viento frío de final de octubre. Sabemos que estamos en Ciudad de Guatemala, porque dice que es el Valle de la Virgen (1982, p. 145). En un breve párrafo se dibuja un estado emocional muy singular que no encontramos en obras que lo preceden, ni las posteriores. En su mismo inicio, el personaje que narra en primera persona, sin que aún conozcamos su nombre o rasgos personales, entra en una meditación subjetiva muy particular: *

Tiene la cátedra John D. and Catherine T. MacArthur Foundation en Humanidades, de la Universidad de California en Merced. Ha publicado una amplia obra sobre literatura y cultura centroamericanas, con énfasis en las culturas indígenas mesoamericanas. Ha sido profesor visitante en numerosas universidades de Estados Unidos, Oceanía e Hispanoamérica.


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Sentado en un banco de cemento, dejaba pasar los minutos tranquilos del descanso, y mi mente vagaba sin un orden definido, envuelta en las brumas exigentes del recuerdo y del ensueño. Los antiguos y muy tercos torcedores del fracaso y la desdicha, de las frustraciones y los desengaños cumplían libremente su tarea y torturaban impasibles al corazón, desencantado de la vida, escéptico a fuerza de golpes; reseco y pálido; burlón e irónico; amargado por la lluvia inclemente de los años. Zonas grises y temibles de mis oscuros sentimientos palpitaban animosas en la calma provinciana y en el ámbito tranquilo. (1982, p. 145) Más allá de la prosa límpida que evidencia un manejo alto de calidad literaria, el tono parecería ser más bien un cuento de posguerra. Un cuento de cierto desencanto. No detectamos ni el entusiasmo fiero de las décadas que anteceden al abierto estallido de la guerra, ni los simplismos triunfalistas que marcaron el mismo período. Lo anterior sería sorprendente si intentamos ubicarlo en la generación de RIN 78. Después de todo, el mentado grupo literario publica a partir de la segunda mitad de los 70. El grupo parecería estar marcado por autores nacidos hacia la mitad del siglo, que en ese entonces se daban a conocer. Entre ellos podríamos mencionar a Dante Liano, Max Araujo, Méndez Vides o Carmen Matute. Sin embargo, este fue un grupo singular. Por primera vez en la historia de la literatura guatemalteca no era la producción de una nueva generación que intentaba ganar visibilidad, como sucedió con las diferentes oleadas vanguardistas del mundo occidental. No era una agrupación de jóvenes desconocidos con proclamaciones de redescubrir la modernidad. Más bien agrupaba escritores de diferentes generaciones vinculados a la Universidad de San Carlos. Los mayores fueron los maestros de los menores. De allí que entre el grupo aparezcan figuras tan dispares como Luz Méndez de la Vega (1919-2012), Hugo Cerezo Dardón (1920-2000) o el propio Albizúrez Palma (1935-2014). De hecho, más que un grupo generacional, es uno marcando su inserción en la Facultad de Humanidades. Son los maestros y los alumnos destacados.


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Asimismo, parece que en estas circunstancias entran en juego los equívocos de las fechas de publicación. Sin embargo, lo hacen también las de las experiencias de los escritores. “Desarraigo”, ya lo dijimos, fue publicado en 1970. Pero al examinar su contenido, nos lleva a la hipótesis de que su génesis, su incubación, por el espíritu que lo atraviesa, se empapa del sentimiento de abyección que marcó el fin de los años 50 y principios de los 60, significado por la caída del presidente Jacobo Árbenz Guzmán en la invasión organizada por la CIA en 1954, que cerró un ciclo de ilusión democrática y de optimismo social en el país. En consecuencia, el análisis de los componentes discursivos y la sensibilidad articuladora de estos cuentos apuntan hacia afectos de índole nihilista que parecerían ser sintomáticos de una crisis social aporética que obliga a los escritores que sobrevivieron estos procesos destructivos a reconfigurar su habitus –estilo de vida, valores, disposiciones y expectativas emocionales– articulando metonimias que hilvanan cuerpos fragmentados que parecerían derivar hacia la enajenación, mutilación, desmembramiento, dislocación, pero que señalan en realidad estados de abyección. Sobra decir que hacía falta una evaluación de las contribuciones creativas y críticas de Albizúrez Palma. El autor nació en Ciudad Guatemala. Se graduó de licenciado en la Universidad de San Carlos en 1961, y completó un doctorado en 1965 en la Universidad Complutense de Madrid. Enseguida se constituyó como el más serio crítico literario guatemalteco de su época, con la contribución de importantes obras tales como Para comprender El Señor Presidente (1972), Estudios sobre literatura guatemalteca (1973), La novela de Asturias (1975), y sobre todo, sus tres tomos de Historia de la literatura guatemalteca (1981), coescrito con Catalina Barrios y Barrios. Asimismo, publicó un poemario titulado Reiteraciones en 1977, y fue factor aglutinador del grupo RIN 78. El primero de sus cuentos, “Porfirio Guerrero”, comienza con sensibilidades desplegando una cadena afectiva:


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La vieja casona poblada de ruidos domésticos. El caer del perpetuo chorro de agua. Las toses del abuelo. El murmullo del habla indígena. El tronar de la manteca sobre las sartenes. El mugido de la gorda vaca pinta. La vieja casa poblada de domésticos olores. El penetrante de los geranios. El agridulce de los membrillos. El festivo de la panadería. El estimulante de los recados, las salsas, los puliques, el cocido, las grituras (sic)1.(p. 133) La descripción aparece como un estado de sentimiento nostálgico, o bien como una forma de conciencia que evalúa un espacio de vida en un espacio particular, en el cual la aparente felicidad queda marcada por los sentidos. La articulación del sujeto se inicia en los efectos de los objetos, y no en el sujeto que describe la situación. Implica pues, los afectos, si entendemos estos últimos como los efectos sensuales marcando al sujeto, y el juicio que este último elabora a partir de allí (Ahmed, 2010). La aparente nostalgia del sujeto emerge de estos afectos. Sin embargo, de inmediato salta a las injusticias sociales. La voz narrativa informa al lector que la casa colonial se encuentra a su vez poblada de injusticias y las enumera. Es una inversión del proceso anterior. Aquí los objetos acumulan un valor negativo al ser enumerados. En seguida resuena que la trama toma lugar en Xelajú, segunda ciudad del país, en la cual caminan dos hermanos, Efraín y Porfirio. El primero, solo, el segundo entre amigos bullangueros. Etelvina los esperaba a ambos. A Efraín, quien llegaría cansado, y a Porfirio, quien llegaría a erizarle “la piel con sus caricias y le descubría los secretos misteriosos del sexo” (p. 134). Como vemos, los afectos operan a su vez para articular los posicionamientos de ambos personajes. Como lectores, hay referencia de que ella confiaba sus historias de amor a don Goyo, un viejo farmacéutico de trayectoria similar a la de Porfirio, implicando una intersubjetividad comprometida y fallida. Sin embargo, la 1

Posiblemente un error tipográfico. La palabra correcta debería ser “frituras.”


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historia continúa cambiando de voces, hecho que al final solo será redimido por la forma estética articulada en esta misma pluralidad de voces y rupturas. Esto último surge no de los diálogos mismos, sino del proceso dialógico que marca la estrategia textual. Así, el material narrado pasa a la voz del maestro, don Segundo, quien a su vez es observado por una figura joven aún sin nombrar, alguien que lee vorazmente. Se trata posiblemente de un adolescente. Enseguida se conoce que Efraín era abogado y notario en un bufete de primera clase. La voz narrativa informa que ascendió por medio de contribuciones económicas al partido de “el General” y como ministro de Gobernación apoyó “los fusilamientos de antiguos compañeros de escuela, luego convertidos en enemigos del Presidente” (p. 139). Con esta descripción se comienza a romper la aparente unidad del cuerpo social. Surge en su lugar un efecto mortificante que incita a la indignación del lector implícito. Al final, Efraín se ha robado la herencia de sus hermanos, deja sin nada a Porfirio, quien se vuelve alcohólico y está en agonía. Etelvina reconoce que lo quiso más que a Efraín, y que cuando lo vio por última vez en “su antiguo cuerpo recio tan solo parecían tener vida los tiernos ojos negros” (p. 141). Agrega el texto que siguió su camino “altanera”, pero durante días el recuerdo atormentó sus noches. El cuento concluye con el aparente monólogo interior de un moribundo Porfirio que recuerda sus lecciones escolares. Como resultado, lo que parecería ser al inicio un cuento sobre Porfirio, el galán que conquista a la mujer de su cansado hermano, termina siendo el cuento del arribismo oportunista de Efraín con su mujer, mientras Porfirio, cuyo nombre le da título al cuento, es el moribundo que evoca ese pasado. El cuento se distancia de su propia trama, rompe la argumentación guiada por un orden teleológico de causa y efecto, para convertirse en una especie de caleidoscopio de sensaciones afectivas, en las cuales se reconstruye una infancia idealizada y picaresca, en contraste con un tétrico final de alcohólico moribundo en el cual triunfa el mal: su hermano oportunista y desalmado altera las estructuras simbólicas y sociales tradicionales de lo que en un inicio pareció ser un cuento costumbrista de corte social.


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En este cuento la clave de la existencia ética es la constitución de ambos hermanos en sujetos de la comunidad por medio de sus acciones. La comodificación de las diferencias conlleva el hecho de que Porfirio se ha convertido en objeto consumido por Efraín en un gesto connotando un canibalismo fratricida simbólico. Entramos con este cuento en un patrón zigzagueante de sujetos disonantes. Evidencia la crisis del sujeto masculino, la ruptura de todo pacto familiar y social, y la falta de alternativas reactivas. Marca a su vez la crisis de lo que fue históricamente el dominio de la posición de este modelo de subjetividades. Como diría Braidotti (2011), tanto la crisis de la mayoría, como los patrones que transforman a muchos de estos sujetos en minorías (p. 29). Asimismo, la composición fragmentada, producto de la articulación de múltiples desplazamientos, no explica mecánicamente sus intereses conceptuales. Constituye más bien una alternativa radical al buscar, al igual que otros de los cuentos de esta misma colección, una lenta y cuidadosa implosión en vez de una trascendencia ontológica de corte absolutista. Continúa el ya mentado cuento “Desarraigo.” El título en sí ya es un significante del accionar de un pensamiento nómade creativo, armando desde entonces una subjetividad contemporánea. Al igual que el anterior, este cuento destruye su propia trama al privilegiar el cambio y el movimiento sobre la estabilidad narrativa. Del inicio afectivo del sujeto innombrado sentado en un banco de cemento, “envuelto en las brumas exigentes del recuerdo y del ensueño [se siente turbado por] los tercos torcedores del fracaso y la desdicha… desencantado de la vida, escéptico a fuerza de golpes” (p. 145). De nuevo, un panorama desolador. A esto agrega elementos que muy bien podrían ser consecuencia del grisáceo malestar resultante de 1954. El personaje dice que recordaba dolorosamente los años viejos y tenaces en los que el castigo era ideal. Comparte una necesidad situacional con un niño de once años sentado a su lado en el mismo banco de cemento. El niño lo interpela, preguntándole si no tiene trabajo. El hombre le dice que no es de allí, que solo está de paso. Entonces el niño le cuenta su drama de un padrastro borracho que golpeó a su madre y lo echó de la casa. El hombre le regala unos centavos. El niño se lo agradece, y le dice que se llama Victorio García (p. 148).


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Hasta aquí, parecería, al igual que con el anterior cuento, en tratarse de un retrato costumbrista, mimético, si bien con elementos de naturaleza existencial y nihilista. Pero entonces gira la narrativa, salto indicado textualmente con una sutura. Al igual que en el cuento anterior, este rompe la interpretación inicial para serializar elementos fragmentados que desarticula todo sujeto o significado. Está anclado en un espacio socio-histórico pero persigue, en vertiginosa progresión, nuevas figuraciones subjetivas que apuntan hacia el desdibujamiento de las fronteras del sujeto mismo, a la vez que estos aceptan con responsabilidad las contingencias de sus recorridos. La voz narrativa vuelve entonces a la juventud de quien aparecía en un principio como el personaje principal, meditando en primera persona. Recién graduado de la escuela, el personaje innombrado vuelve a su pueblo. De nuevo se acumulan descripciones afectivas. Fantasea con entrar a la escuela de medicina, ir a Xelajú para visitar a una muchacha llamada Amparo, viajar a México. Antes de irse a la universidad, tiene sexo con la sirvienta y la deja encinta. Ella se vuelve a su pueblo y tiene al bebé. Hay aquí una figuración que constituye una forma de intervención en el marco social del debate tanto de clase, de género y de etnia en el país. Pero el cuento rompe con las representaciones tradicionales de la problemática. No se establece una visión sustantiva del sujeto, debido a la fragmentación como característica propia del cuento mismo, impidiendo así la constitución de hegemonías totalizadoras. En una segunda ruptura, estamos en la voz en primera persona de Victorio García. Recuerda al “señor” que le regaló cincuenta centavos (p. 152) en alusión al narrador de la primera parte. Enseguida cuenta que encontró trabajo en un circo. Se hizo muy amigo de un payaso llamado Rabanito, quien le enseño a leer y escribir. Cuando creció, Rabanito lo hizo su ayudante. Ese dato es indicador de que toda la primera parte del cuento tuvo lugar en un espacio temporal muy anterior al momento del relato de Victorio adulto, el cual aparece en este fragmento. Un día Rabanito se emborrachó y se tiró bajo el tren, dejando a un Victorio de dieciocho años nuevo sin trabajo. Entonces se comprende que la identidad


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de Victorio se ha transformado. Ya es un sujeto nómade constituyendo un itinerario de huellas donde los “procesos inconscientes” son la columna vertebral de esta noción de identidad múltiple. Nos enteramos enseguida que la dueña del circo lo convierte en su amante y le entrega dinero. Sin embargo beben juntos, y Victorio se va alcoholizando. En consecuencia, la mujer lo abandona. Como resultado, Victorio tiene que alejarse del circo y se va a trabajar en una pensión de Jutiapa. Allí conoce a otro sujeto, con quien se marcha a la capital. Incitado por éste último, empiezan a robar. Caen presos. Victorio es enviado a la granja penal de Salcajá y cree que saldrá en cinco años. Allí nos enteramos que le está contando esta historia, que parecía focalización cero homodiegética, a otro personaje innombrado en la misma narrativa. En el último fragmento nos enteramos de que Victorio posiblemente le narraba su desventura a una trabajadora social quien, a su vez, se posiciona por medio de los afectos: Vio la altura de San Francisco con su cúpula brillante en el esplendor del mediodía. Contempló las nubes reflejadas en el río. El viento la despojaba de un amargo peso indefinible. Era no sólo el relato del muchacho, era algo más, una inquietud extrema, la evocación de sus propios sufrimientos, sobre todo de su niñez vivida entre miserias. (p. 155) Se evidencia entonces el desdoblamiento y despliegue de cuerpos en el mundo, y el drama de la contingencia, al ser todos afectados por sus circunstancias sociales. Todo es circunstancial en el cuento. A la vez, las evaluaciones sobre las circunstancias son corporales. La trabajadora social vio la cúpula de la iglesia en el esplendor del mediodía, vio las nubes reflejadas en el río. Su mirada evoca la inquietud extrema de sus sufrimientos. Formalmente podría tratarse de la hija del primer personaje, quien dejó encinta a la sirvienta de la casa. Pero éticamente el cuento articula cómo el cuerpo ejerce los sentidos para evaluar situaciones (o para contrastarlas), dentro de la esfera de acción práctica del sujeto. Los objetos de placer (cúpula brillante, nubes reflejadas en el río) le dan forma a la esfera del personaje como un mundo de cosas familiares que permite circunscribir las condiciones existenciales por


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antonomasia. El horizonte corporal constituido por afectos es reescrito como un horizonte de gustos que facilita el deslizamiento hacia la reflexión. Por último, la trabajadora social toma un autobús, y a su lado se sienta un niño parecida a la descripción de Victorio al inicio del mismo cuento, “con una mirada de adulto fatigado” (p. 156), y comienzan a hablar de manera análoga, como al inicio del cuento. De nuevo tenemos un cuento que parecería iniciarse como si fuera uno de naturaleza social realista con un proceso mimético tradicional, pero resulta ser en efecto un juego formal del tiempo cíclico que evidencia la falta de avances lineales en las condiciones histórico-sociales del país. Constituye pues, una forma de intervención en el marco del debate entre las consecuencias de la crisis posarbencista y la problematización de los valores en las representaciones tradicionales de la problemática político-social en la literatura. Albizúrez Palma encuentra un mecanismo formal que problematiza el modelo social-realista caduco, a la vez que subraya –con ese mismo juego formal– la inercia, la parálisis, la imposibilidad de un avance o crecimiento en las condiciones en las cuales se encuentra la población guatemalteca en esos momentos históricos, pero cuyas fechas o precisión de momentos históricos siempre se evaden. De continuar con el resto de los cuentos, veríamos procesos similares. Enumeraré los cuentos siguientes, que son más bien minicuentos, antes de llegar al último de la colección. En “Un día más” tenemos un sujeto solitario en París, con afinidad para la alta cultura, pero carente de medios. Sale de un concierto un domingo, y se pasa el resto de la noche en un bar, bebiendo y conversando con el patrón español, quien llevaba exilado cuarenta años, hasta quedarse dormido en un sillón. Se levanta temprano por la mañana, corre a su apartamento para cambiarse de ropa, afeitarse y correr a un supuesto empleo de cuello blanco. Se trata de un cuento de apenas dos páginas y media. Debido a la brevedad, las rupturas fragmentarias de los cuentos anteriores –“Porfirio Guerrero” y “Desarraigo”– no aparecen en este último. Pero sí aparece el juego de afectos y la disyuntiva nihilista del sujeto nómade.


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La introspección afectiva del sujeto –de nuevo innombrado– conlleva la introspección que favorece la trascendencia del mundo sensible, para ingresar al mundo de lo inteligible. Se nombran los lugares (Salle Gaveau), la música escuchada (Divertimento para dos cornos, dos fogotes y dos clarines de Mozart), la ruta del metro (Vincennes-Neuilly), la estación en la cual desciende (Tullerías), lo que ingiere (una pastilla Valda), las calles que atraviesa (la rue de Rivoli, el monumento a Juana de Arco) o la iglesia vecina al bar (Saint Roch). Pero nunca se nombra al personaje, a su amigo el dueño del bar, o al bar mismo. Solo sabemos que se trata de dos exiliados solitarios. Por consiguiente, la verdad no es una cuestión que se produzca. No es un corolario de interacciones, diálogos o condiciones cambiantes, sino algo que se devela por el cúmulo de objetos y sitios nombrados, circunscribiendo la esfera de acción práctica de ambos sujetos, quienes permanecen como sombras solitarias. Su soledad la marcan los significantes cuarenta años de exiliado y la fila de coñacs de los cuales no llevaba cuenta, que además se seguían llenando (p. 160). Son en efecto órganos sin cuerpos en el sentido de Braidotti. Redefinen al sujeto como un proceso, oponiéndose a la noción moderna de un yo racional autoconstituyente y monolítico. “Como los Borgia” es aún más corto. Un sujeto aprende a engordar y envenenar a un animal doméstico no especificado en alguna finca. Luego vuelve a la ciudad donde trabaja en un bufete de abogados. Aplica lo aprendido en la finca en quien el lector asume es su mujer, dado que el texto añade que “preparé con circunspección las póstumas ceremonias y recibí compungido las condolencias obligadas” (p. 166). La falta de especificidad sin embargo deja abierta la posibilidad interpretativa. Pudo a su vez ser algún socio o incluso el jefe de la empresa. La estructura de este cuento es similar al anterior. Pese a ello, enfatiza más las diferencias y contradicciones dentro de cada sujeto. Es decir, entre los procesos conscientes e inconscientes del envenenador, y las diferencias entre este mismo y los demás sujetos, apenas esbozados. El sujeto envenenador trabaja dentro de los parámetros de predicamentos contemporáneos, sin que el cuento los romantice, o bien manifieste nostalgia por las totalidades del


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pasado. Define la subjetividad desde un nuevo punto de vista ético que en buena medida funda una nueva creatividad política y teórica que observamos en la clase política de la Guatemala de la segunda década del siglo veintiuno. A saber, cómo el modelo desplegando racionalidad científica puede ser reemplazado por una perspectiva relativista que resiste políticamente a la ilusión de unidad, ejerciendo su agenciamiento sobre la base de su voluntad de poder, por encima de cualquier normatividad social. Otro cuento sumamente corto es “Ferrocarril”. El mismo retoma la historia del famoso Ferrocarril de Los Altos, que subía de la costa del Pacífico hasta Xelajú. Relata a distancia, y como si el tren fuera un sujeto, el esfuerzo de su subida: Parecía que no habría de llegar. Parecía que habría de perder el equilibrio a la orilla de un precipicio. Parecía que en algún punto del trayecto la pequeña locomotora se quebraría por el esfuerzo. Pero llegaba. (p. 169) Luego de diseñar por medio de los afectos la personificación subjetiva del tren, dice el cuento tan solo que “un día se perdió entre las nieblas de las alturas” (p. 170). Agrega la voz narrativa que “se evaporó, quién sabe cómo” (p. 170) hasta desaparecer. El cuento concluye sin embargo con el mito del ferrocarril como sujeto fantasmático: En las noches se oye a veces el pito ululante que se confunde con el aullido de los coyotes. A veces, la tierra tiembla en las cercanías de la vieja ruta, como si el ferrocarril pequeñito y raudo pasase haciendo gala de sus motores trepidantes. (p. 170) En este cuento, al revés de los dos anteriores, se posiciona el ferrocarril como sujeto. Los afectos se despliegan por parte de la voz narrativa. El ferrocarril despliega un giro afirmativo en parte por articularse como un signo cognitivo de un ecosistema muy particular. Esto posibilita vivir dentro de un contexto de paradoja, flujo y tensión, pues el significante “ferrocarril” reconcilia cualquier fuerza opositora. Hasta que desaparece por razones misteriosas, alejadas de todo hacer económico-social o material. El tren representa ese poder no


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visto en el ecosistema, articulando una alianza entre sujetos humanos (la voz narrativa) y no humanos (el ferrocarril, el cual se comporta como sujeto en el cuento). No existe la intención histórica en el cuento (el Ferrocarril de Los Altos en efecto existió) sino el espacio moral caracterizado por la presencia normatizante del ferrocarril como símbolo de agenciamiento. El ferrocarril es pequeño, pero puede subir. El ferrocarril parecería descarrilarse al bajar, pero nunca lo hace. Es un ferrocarril aseado, pues es limpio y puntual. Así, la interacción con el objeto subjetivizado es estratégica en un sentido políticosocial. Es aquello que alguna vez marcó el orden social y/o el progreso, pero cuya ausencia señala algo sobrecogedor, en parte por su desaparición pasiva. Esta pérdida, en el plano de la narratividad y no en el de la historia, podría muy bien corresponder a esa democracia perdida con la caída del presidente Árbenz. Finalmente, el último cuento se titula “Misión cumplida”. Este toma lugar en Florencia. Ligeramente más extenso que los tres anteriores, pero más corto que los dos primeros, narra en un inicio los recorridos del profesor Gugliemi por la ciudad de Florencia, hasta llegar a “La Campana”, donde bebe dos Camparis, como acostumbraba hacerlo. Luego de una ruptura, el cuento salta hacia la figura de Ferruccio, quien viaja en tren rumbo a Roma. Se instala en una pensión barata de la Via Nazionale y luego sale a caminar por la noche. Se encuentra con una mujer llamada Emilia y la lleva a la trattoria de Mario. Recibe instrucciones por teléfono de recoger un paraguas en la estación de ferrocarril. La voz narrativa informa que se llevaría a cabo el jueves 26 de septiembre (p. 175). Al día siguiente visita a su hermano cura y a una mujer llamada Chiara, quien dirige la RAI. Terminada esta serie de vueltas, regresa a Florencia. Hasta este punto, el cuento es enigmático. Tenemos dos personajes nómades transitando por espacios urbanos sin aparente lógica. Supone en ambos casos un modo figurativo de pensar, como si fuera en ambos casos una forma gnoseológica de corriente de conciencia. El enfoque tradicional se rompe de nuevo por la ausencia de causalidad.


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En la continuidad del cuento se produce una nueva ruptura. Nos enteramos por la voz narrativa que el 26 de septiembre fue un día hermoso, pero Ferruccio salió con su paraguas. La voz agrega que “bastaría un acertado pinchazo y el veneno haría lo demás” (p. 175). Esta última frase entera al lector de la intención del relato. Se trata de la planificación de un asesinato, pero desconocemos aún las intenciones de Ferruccio y sus superiores –los que le asignaron esta tarea de la cual él es un simple ejecutor– o bien quién es la víctima y si existe cause que amerite esta acción. La información anterior parecería entonces generar una ilogicidad temporal en el cuento, que intenta desligarse del pensamiento lineal y del estilo teleológicamente ordenado de argumentación, y por ello desarrolla su trama invertida creativamente. Evidencia a su vez cómo la crisis de la concepción racionalista del sujeto se encuentra conectada íntimamente con la emergencia de reivindicaciones políticas. La causalidad existe en el accionar de Ferruccio, pero no existe en la temporalidad del lector. En la siguiente sección hace evidente que el profesor Gugliemi trabajó esa misma mañana en su biografía del Duce. Se desencadena entonces la información para el lector. Gugliemi es un intelectual de extrema derecha. Esa misma tarde asistirá a la misa por el aniversario del cumpleaños de su difunta madre, que será ofrecida por un cura conservador muy amigo suyo. Asimismo, descubrimos que Gugliemi es una figura problemática. Expresa abiertamente la necesidad de una dictadura militar para su país, y ya ha generado con anterioridad una polémica, al publicar un artículo en el cual sugiere esto mismo, “en reemplazo –así lo decía su texto– ‘de este degenerado sistema republicano, cuyo desgobierno a nadie se oculta y cuya inestabilidad se revela en el cambio súbito de gabinetes, casi uno por año, a partir de 1946’” (p. 176). El cuento concluye cuando Gugliemi toma el taxi hacia la iglesia donde se celebrará la misa, y da inicio. Concluido el cuento, encontramos en efecto una causalidad política en el accionar de Ferruccio. Extratextualmente comprendemos que es miembro de alguna agrupación de extrema izquierda que ha decidido ejecutar al


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intelectual de extrema derecha. Confirma así el vínculo entre la linealidad teleológica vinculada al orden de las reivindicaciones políticas. Pero tenemos un desplazamiento del sujeto narratario de la modernidad. El mismo es sustituido –en este y en los dos primeros cuentos de la colección previamente analizados– por la ruptura de la causalidad formal, y en su lugar aparece una multiplicidad de discursos cuyo objeto es desplegar una identidad múltiple de procesos aparentemente ilógicos, de azar, o bien inconscientes, pero que aun así generan un todo. Articulan un habitus más que una trama, si entendemos por ello la interiorización de lo externo por medio de los afectos, ligando así la historia pasada a las actualizaciones presentes. Por habitus Bourdieu (1972) entiende el conjunto de esquemas generativos a partir de los cuales los sujetos perciben el mundo y actúan en él. Estos esquemas generativos están socialmente estructurados: han sido conformados a lo largo de la historia de cada sujeto y suponen la interiorización de la estructura social, del campo concreto de relaciones sociales en el que el agente social se ha conformado como tal. Pero al mismo tiempo son estructurantes: son las estructuras a partir de las cuales se producen los pensamientos, percepciones y acciones del agente. El habitus se define como un sistema de disposiciones durables y transferibles -estructuras estructuradas predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes- que integran todas las experiencias pasadas y funciona en cada momento como matriz estructurante de las percepciones, las apreciaciones y las acciones de los agentes cara a una coyuntura o acontecimiento y que él contribuye a producir. (1972, p. 178) Los condicionamientos asociados a una clase particular de condiciones de existencia producen habitus, sistemas de disposiciones duraderas y transponibles, estructuras estructuradas predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes, es decir, en tanto que principios generadores y organizadores de prácticas y representaciones que pueden estar objetivamente adaptadas a su fin sin suponer la búsqueda consciente de fines y el dominio expreso de las operaciones necesarias para conseguirlos, objetivamente “reguladas” y “regulares” sin ser para nada el producto de la obediencia a reglas, y siendo todo esto, objetivamente orquestadas sin ser


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el producto de la acción organizadora de un jefe de orquesta. (Bourdieu, 1980, pp. 88-90) Es mi entender que los cuentos de Albizúrez Palma articulan discursivamente este habitus del período posarbencista pero preguerra civil en Guatemala, para evidenciarnos que los sujetos poblando sus narrativas generan prácticas de percepción, acción y agenciamiento que están condicionadas por la interiorización de las estructuras sociales que marcan este período sociohistórico. Como podemos ver, la totalidad de los cuentos crean una apariencia de realismo social en su inicio, pero enseguida se desprenden de dicho modelo para jugar con la forma literaria. Sin embargo, no se trata tan solo de una estrategia textual de naturaleza lúdica, con ambiciones meramente experimentales. Son todos ellos figuraciones para expresar diferentes posicionamientos subjetivos que, operando como ya se ha dicho al interior de un habitus singular, a su vez anticipan las subjetividades nómades en el sentido de Braidotti (2011, p. 14). Los cuentos articulan subjetividades que fluyen en espacios intersticiales, ofreciendo cartografías diferentes para sujetos en procesos de constitución. El último de los cuentos mencionados, “Misión cumplida,” opera como si se diera a su vez una ruptura entre la conciencia oficial y la conciencia ética. En los cuentos de Albizúrez, es necesario atender a las identificaciones inconscientes y al deseo de combinar estos niveles con las mutaciones políticas. La construcción del sujeto, como en mucho del pensamiento de Braidotti, aparece como un proceso de negociación entre estratos, sedimentaciones, registros de habla y estructuras de enunciación. Tanto en la pensadora italiana como en el cuentista guatemalteco, se llega a ser sujeto a través de una serie de interdicciones y permisos, que inscriben la propia subjetividad en la base del poder. Visto desde un posicionamiento crítico del orden moderno tradicional, el sujeto es el conjunto de partes fragmentadas que tan solo se mantienen unidas gracias al adhesivo simbólico que significa el apego al orden masculinista que hegemoniza la sociedad occidental, o bien a su identificación con él. Una vez


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se quiebra este orden, el sujeto se transforma en nómade, reconfigurando sus principios éticos en este mismo proceso de devenir. Se reconstruye a posteriori en el proceso de dar una serie de pasos en su itinerario. Por eso, en esta misma búsqueda de figuraciones posmetafísicas del sujeto, Braidotti (2011) propone al nómade como un tipo de sujeto que ha renunciado a toda idea, deseo o nostalgia de lo establecido. Esta figuración expresa la ruptura de identidades como resultado de sus desplazamientos sucesivos, de sus transformaciones zigzagueantes, sin que pueda reconfigurarse ningún nuevo tipo de unidad esencial. Como repite Braidotti y sus seguidores, el nómade emprende las transiciones sin un propósito teleológico. En el caso de Albizúrez Palma reconfigura a su vez la sombra de algunos elementos nietzscheanos. Apunta de manera singular hacia una potencial clasificación racial/étnica, que establece una jerarquía de desigualdad entre identidades europeas y no europeas.


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Homenaje al escritor Rafael Landívar, con motivo de la celebración del Primer Simposio de Literatura Centroamericana, organizado por el Departamento de Letras de la Universidad de San Carlos, cuya dirección estaba a cargo de Francisco Albizúrez. Frente a la tumba de Landívar en la Antigua Guatemala, junio de 1989.


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Referencias Ahmed, S. (2010). “Happy Objects.” The Affect Theory Reader. Melissa Gregg y Gregory J. Seigworth (Eds.). Durham, NC: Duke U P. Albizúrez Palma, F. (1982). Casa de curas y otras locuras. Guatemala: RIN 78. Bourdieu, P. (1972). Esquisse d’une theorie de la pratique. Ginebra, Suiza: Droz. _____. (1980). El sentido práctico. Madrid, España: Taurus. Braidotti, R. (2011). Nomadic Theory. Columbia U P. Nueva York.


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Los trabajos lexicográficos y los estudios léxicos a propósito del español en Guatemala Mgtr. Raquel Montenegro Muñoz*

Recientemente sostuve una muy agradable conversación con docentes que trabajan en el occidente del país, hablábamos de diversas tradiciones de la región, cuando de pronto los escuché decir dos palabras que me parecieron muy interesantes: “pichinga” y “pichacha”. Al instante pregunté su significado y con presteza me explicaron que son utensilios, ambos de barro. La pichinga tiene dos bocas prominentes, una usada para llenarse y otra para beber de ella; muchas veces se ha utilizado para transportar licor. Su empleo, muy probablemente dio origen a la expresión “bien de a pichinga”. De pichacha, los maestros me contaron que es una olla con perforaciones para lavar el nishtamal, dicen que según la tradición oral del lugar, cuando un animal o persona se pierde se le llama por la pichacha. Estas palabras son una pequeña muestra del caudal léxico inmerso en el habla de los guatemaltecos. A lo largo del tiempo se han realizado estudios, investigaciones y diccionarios, cuyos aportes contribuyen al estudio del vocabulario del español usado en Guatemala. Este artículo tiene como propósito realizar una aproximación a ellos y se inicia con una introducción para enmarcar los trabajos realizados, que se organizan según sean diccionarios o investigaciones. Conforme el vocabulario que recopilan, así se presentan según su alcance y en orden cronológico. Los primeros diccionarios en surgir son los normativos, entre los cuales se mencionan los elaborados por Batres Jáuregui, Sandoval y Armas. También se mencionan los etimológicos, los de guatemaltequismos, los *

Máster en lexicografía hispánica por la Escuela de Lexicografía Hispánica de la Asociación de Academias de la Lengua Española. Miembro de número de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Especialista en Idioma Español, por Usaid/Leer y Aprender.


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que abordan vocablos de temas específicos, los académicos y su incorporación a los regionalismos guatemaltecos y los de paremiología y fraseología. Concluye el artículo con la referencia a los estudios no lexicográficos, cuya orientación es la investigación sobre el vocabulario del español usado en el país, y se presentan tres: uno respecto a mortandad léxica, seguido de un trabajo del académico Francisco Pérez de Antón, y el estudio de disponibilidad léxica realizado con estudiantes de tercer y sexto grado en el departamento de Guatemala, que permitió identificar un corpus de palabras disponibles para los estudiantes en seis campos semánticos. 1. El español de Guatemala Guatemala cuenta con una gran riqueza lingüística, pues en el territorio se hablan veinticinco idiomas1. El español actúa como lengua franca y convive con múltiples idiomas indígenas (mayas, xinka y garífuna); en este contexto se usa el español como idioma materno y como segundo o tercer idioma. Aun cuando el español empleado en el país presenta múltiples rasgos en común con el usado en otros ámbitos geográficos, manifiesta algunas peculiaridades en los campos fonético, morfológico, sintáctico y léxico. Humberto López Morales en su libro El español de América. América Central, enumera los siguientes trabajos a propósito del español de Guatemala: • Guillermina Herrera, “La pronunciación y la escritura: el caso de la x en las palabras de origen maya” (1982) y “Las lenguas indígenas de Guatemala: situación actual y futuro” (1989). • Laura Martin, “Mayan influence in Guatemalan Spanish: a research outline and test case” (1978). • Marvin Keene Mayers, Languages of Guatemala (1966). 1

Incluido el chalchiteko, recientemente reconocido.


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• Gary Scavnicky, “Extent and use of indigenous vocabulary in Guatemala” (1975). • Otto Schumann Gálvez, Préstamos del náhualt al español hablado en el sur de Guatemala (1987). En cuanto al estudio del léxico en español de Guatemala, puede notarse que se usan vocablos del español general, indigenismos, regionalismos, neologismos, extranjerismos, entre otros. En cuanto a las palabras tomadas de idiomas indígenas o extranjeros, es importante recordar que “No hay lengua, afirma Gili Gaya, que se desnaturalice por el hecho de incorporar léxico ajeno” (Moreno de Alba, 1998, p. 101). En este sentido, en el español usado en Guatemala, los idiomas indígenas “fueron y son una fuente importante de léxico […] los indigenismos se mezclaron con el español general en el español hablado en América” (Moreno de Alba, 1988, p. 63). Los regionalismos, por su parte, han sido parte de múltiples trabajos del español en Guatemala; la Real Academia Española (2015) los define como “los vocablos privativos de una región determinada”. Por su parte, Moreno de Alba (1988), al referirse a este tema, cita a Guitarte al decir: La novedad de la situación moderna estriba en que el dominio se ha fragmentado; esto ha alterado las relaciones corrientes de estandarización […]; en vez de una oposición entre regionalismos y una lengua general, […] los regionalismos se oponen ahora a una serie de españoles “nacionales” de cada país, en tanto que la lengua general, puede definirse como el conjunto de rasgos comunes de todas esas normas nacionales y está representada, sobre todo, por la lengua escrita culta. (p. 82) A las palabras únicas del español de Guatemala se les ha nombrado guatemaltequismos, y más jocosamente, chapinismos. Enseguida se hace una breve exposición de diversos trabajos lexicográficos y estudios léxicos donde se explican usos propios para Guatemala.


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2. Trabajos lexicográficos y el español de Guatemala Como punto de partida es importante considerar la definición de lexicografía, que según Sousa (1995), es el arte y la técnica de producir diccionarios. El estudio del léxico de una lengua. Por otra parte, al referirse al español usado en América, Moreno de Alba (1988) refiere que según Lope Blanch: El campo más investigado de la lingüística hispanoamericana es, desde hace muchos años, el lexicográfico. Además de los numerosos vocabularios de palabras indígenas, existen incontables investigaciones en los que se registran, de manera más o menos sistemática, las peculiaridades léxicas del español americano. (p. 58) Esta afirmación se ajusta, en gran medida, al caso guatemalteco. Para mostrarlo, se enumeran a continuación los diccionarios, vocabularios y glosarios publicados sobre el español en Guatemala, organizados según su enfoque y su alcance. 2.1. DICCIONARIOS CON ENFOQUE NORMATIVO. En cuanto a diccionarios del siglo XXI, Haensch (1997) señala que “Los primeros inventarios lexicográficos del español de América son glosarios que figuran como apéndice de obras históricas y geográficos y no publicaciones autónomas” (p. 217). Este mismo autor refiere que en el siglo XIX se consideraba al español peninsular como el modelo a seguir, por lo cual se publicó: Una serie de diccionarios, vocabularios y tratados con una finalidad normativa que pretenden corregir las incorrecciones o supuestas incorrecciones del español americano […] en muchos casos los autores de estas obras consideran unidades léxicas, formas verbales o construcciones gramaticales del español de América consagradas por un uso colectivo prolongado, como barbarismos, que ellos pretenden eliminar y sustituir por las correspondientes voces peninsulares […] Muchas veces los dos


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tipos de diccionarios, los de barbarismos y los de provincialismos, se han fundido en uno solo. (p. 220) La historia de la lexicografía en Guatemala se inició con diccionarios, cuya finalidad fue normativa. En este tipo de trabajos sobresalen tres diccionarios que se explican a continuación.

2.1.1. VICIOS DEL LENGUAJE Y PROVINCIALISMOS DE GUATEMALA. Esta obra lexicográfica fue publicada en 1892. Su autor, Antonio Batres Jáuregui (1847-1929), fue miembro fundador de la Academia Guatemalteca de la Lengua Española. El diccionario se organiza en varios apartados: el prólogo, el diccionario propiamente dicho, la lengua castellana en la América española y transformaciones de la ortografía española. En el amplio prólogo, el autor discurre su planteamiento y perspectiva del español usado en Guatemala; además, evidencia el enfoque normativo de la obra, pues aboga por la pureza del lenguaje. Esta obra lexicográfica incorpora 1812 artículos en los cuales se muestra el léxico usado por los guatemaltecos durante el siglo XIX. 2.1.2. SEMÁNTICA GUATEMALENSE O DICCIONARIO DE GUATEMALTEQUISMOS. El autor de este diccionario es Lisandro Sandoval quien lo publicó en dos tomos; uno en 1941 y el otro en 1942. El enfoque es normativo, por lo cual brinda indicaciones sobre los usos correctos y acepciones de las palabras, frases y locuciones. Esta obra presenta 32 000 entradas que incluyen vocablos, refranes, giros y expresiones del habla popular guatemalteca; entre los que se cuentan, neologismos usados en la época, vulgarismos, frases y expresiones, hipocorísticos, es decir, formas abreviadas y cariñosas de los nombres; variaciones en la pronunciación de palabras, apócopes y voces relacionadas con la cultura guatemalteca. 2.1.3. DICCIONARIO DE LA EXPRESIÓN POPULAR GUATEMALTECA. El autor de esta obra es Daniel Armas, quien fue miembro de las academias guatemalteca y colombiana de la lengua. El diccionario nació de la participación del autor como delegado de la Academia Guatemalteca en el V Congreso de Academias de la Lengua Española, celebrado en Ecuador en 1968.


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De este diccionario se publicaron cuatro ediciones, en 1971, 1982, 1991 y 1998. La última de ellas fue revisada por Virginia de Armas quien modificó acepciones y aumentó los lemas2. También, y según lo dicho en las “Notas a la Cuarta Edición” se incluyen al final de la primera parte, una serie de vocablos inéditos que el autor, en su afán de investigación, recopiló. Además, de Armas afirma que se incorporaron palabras compuestas usadas en rótulos y anuncios. Esta obra se organiza en tres apartados: vocabulario, modismos y apéndices. En la primera parte, se presentan las definiciones de las palabras propias de los guatemaltecos. Para ello el lexicógrafo se basa, según lo anota en el prólogo, en su propio conocimiento como hablante y en las consultas realizadas a personas cercanas a él y en otros diccionarios. En él se recogen múltiples coloquialismos además de eufemismos, hipocorísticos, voces relacionadas con la cultura guatemalteca, gentilicios, flora y fauna, entre otros vocablos. La segunda parte corresponde a los modismos en donde incluye las variantes de segunda persona en singular: tú y vos, diferenciadas. Finalmente, en la tercera parte lematiza los adagios y refranes. 2.2. DICCIONARIOS Y VOCABULARIOS ETIMOLÓGICOS, DE TOPONIMIAS Y ANTROPONIMIAS.

2.2.1. PEQUEÑO DICCIONARIO ETIMOLÓGICO DE VOCES GUATEMALTECAS. Su autor es Jorge Luis Arriola. Según su biógrafo, Carlos Salvador Ordóñez, este diccionario fue publicado por la Tipografía Nacional en 1941 y fue muy bien recibido por la crítica especializada, sobre todo por su carácter enciclopédico y metódico, semejante a la del Diccionario de guatemaltequismos de Lisandro Sandoval, que saliera a la venta también ese mismo año. Al agotarse su existencia en las librerías, tomando en consideración la importancia y el interés creciente que despertaba, fue reeditado en 1950 por el Ministerio de Educación Pública en la colección “20 de Octubre”, correspondiente al número 90 (Ordóñez, 2003, p. 102). 2

Según Sousa (1995) lema es “palabra, locución, frase, sintagma, signo o conjunto de letras o signos que encabeza un artículo de diccionario, vocabulario, glosario, terminología, índice, ficha, etc., y es objeto de definición o explicación y, eventualmente, de tratamiento enciclopédico”.


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Arriola registra toponimias y gentilicios de los pueblos, aldeas, municipios y departamentos de Guatemala; además, lematiza palabras con etimología maya. Según lo anota en el prólogo, las entradas fueron seleccionadas de los libros publicados por el estudioso de la cultura maya, Antonio Peñafiel. Ordóñez (2003) también se refiere a otro de los diccionarios de Arriola: Al momento de su muerte, en 1995, había concluido un Diccionario enciclopédico de Guatemala, aún inédito fruto de un trabajo de más de veinte años, que recoge 5,000 artículos sobre historia, geografía, zoología, botánica y mineralogía, entre otros temas relacionados con Guatemala. La obra quedó en manos de la Universidad de San Carlos, su edición es aún una deuda de la Editorial Universitaria al pueblo de Guatemala. (p. 107)

2.2.2. OTROS TRABAJOS. López Morales (1999) enumera otros trabajos orientados a etimología, toponimia y antroponimia. • Toponimia guatemalteca; etimología de las aldeas, caseríos, cerros, ríos y demás lugares del Rabinal. Celo Narciso Teletor (1943). • Breve estudio del nombre hipocorístico personal en Guatemala. Daniel Armas (1974). • Etimologías nacionales. M. Arriola (1925). • Etimología del nombre Guatemala. M. García (1910). • Etimología del nombre Guatemala. José Antonio Villacorta (1924). • Guatemalan Spanish chompipe “turkey”. John Du Bois (1977). • Étude linguistique de l’espagnol parlé au Guatemala. Philippe Bordas (1977). • Cambios semánticos en la expresión guatemalteca. Rolando Blanco (1978).


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2.3. DICCIONARIOS Y VOCABULARIOS ESPECIALES.

2.3.1. DICCIONARIO DE VOCES USADAS EN GUATEMALA. Este diccionario, cuyo autor es Francisco Rubio, fue publicado en 1982. En este se recolectan voces del ámbito rural y gran cantidad de nombres de plantas y animales. Como fuente para su trabajo, Rubio utiliza varios diccionarios, entre ellos, el de Batres Jáuregui y el de Armas; además de libros de literatura guatemalteca y obras de botánica y zoología. También se vale de la encuesta para seleccionar los lemas que luego formarían parte de su trabajo. En cuanto al contenido, en este diccionario se lematizan extranjerismos, topónimos guatemaltecos referidos a departamentos y municipios del país, alimentos, unidades de medida y de elementos de la cultura guatemalteca. En cuanto a las definiciones, estas son de tipo enciclopédico,3 aunque algunas veces escribe indicaciones de uso de las palabras. Como anexo al cuerpo principal del diccionario, Rubio incluye las siguientes secciones: • Plantas medicinales de las que no hemos encontrado el nombre técnico y en varios casos ni el nombre en castellano. Seguramente varias aparecen en ese diccionario con otro nombre. Males para los que se les aplica. • Lista de animales por nombre técnico. Lista especial de vegetales por nombre técnico. • Listado especial por nombres técnicos de plagas y agentes causales de enfermedades, en humanos y vegetales.

2.3.2. OTROS TRABAJOS. López Morales (1999) enumera los siguientes trabajos que abordan el estudio de vocabularios especiales: • Flowers of Guatemala. Chickering Rogers (1925). 3

Según Sousa (1995), la definición enciclopédica “informa acerca de las cosas, describe procesos, explica ideas o concepto, aclara situaciones, enumera partes, tamaños, formas, etc., en cantidad necesaria para distinguir lo definido de cualquier otro término que se le puede parecer”.


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• Flora médica guatemalteca. José María Roque (1925). • Germanía guatemalteca. Esteban Arriola (1928). • Fauna de Guatemala. Flora de Guatemala. José Rodríguez Cerna (1936). • Fieldiana: Botany, flora of Guatemala. Paul Standley y Julian Steyermark (1946-1949). • Relación de unos aspectos de la flora útil de Guatemala. José Ignacio Aguilar (1958). • Diccionario geográfico de Guatemala. Francis Gall (1961). • Vocabulario del “calibre” o “caliche”: jerga popular guatemalteca. Ítalo Amílcar Morales Hidalgo (1978). • Guía dendrológica para Guatemala. Julio Rodas Zamora (1979). • El arte de la platería en la Capitanía General de Guatemala, glosario. Josefina Alonso de Rodríguez (1980). • Breve estudio sobre el léxico del caló en Guatemala. Luis Luján Muñoz (1980). • Lexical and institutional elaboration: The species homosexual in Guatemala. (1980). • Catálogo ilustrado de árboles de Guatemala. José María Aguilar (1982). • Plantas comestibles y tóxicas. Elfride de Pöll (1983). • Vocabularios anexos de la tarifa de aduanas. (1984). • Apuntes de voces usadas en el campo en Guatemala. Francisco Rubio.


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• Apuntes de voces rurales de Guatemala. Enrique Orantes (sin datos editoriales) • Terminología agrícola del Sur-Occidente de Guatemala (sin datos editoriales). 2.4. DICCIONARIOS DE PAREMIOLOGÍA Y FRASEOLOGÍA. Entre los trabajos que abordan la paremiología4 y fraseología5 en el español de Guatemala, sobresalen los siguientes: a. Animalismo gráfico en los dichos y refranes del pueblo guatemalteco, de Carlos Samayoa Chinchilla (1949). b. Diccionario de la expresión popular guatemalteca, de Daniel Armas. Este lematiza los adagios y refranes más conocidos en Guatemala, independientemente de que se usen o no en otros ámbitos. c. Está como me lo recetó el doctor. Según lo advierte en la portada, esta publicación recopila 2284 refranes, dichos y expresiones usadas por los chapines, organizados alfabéticamente por la primera palabra. En cada página incluye, invariablemente, un dibujo para ilustrar el significado de uno de los significados expuestos. 2.5. DICCIONARIO DE GUATEMALTEQUISMOS EN EL SIGLO XXI. La idea del purismo y de diccionarios normativos avanza a una visión contrastiva con el español de España, así “Poco a poco se va imponiendo la idea de que las variantes del español de América tienen derecho a existir junto a las de España y esto se manifiesta hasta en los títulos de los diccionarios” (Haensch, 1997, p. 221).

2.5.1. DICCIONARIO DE GUATEMALTEQUISMOS. De este diccionario elaborado por Sergio Morales, publicado en 2002, se han trabajado cuatro ediciones; aunque algunas de ellas han sido solo reimpresiones. Este diccionario pretende ser contrastivo, es decir, presenta voces usadas 4

Paremiología, según la Real Academia Española (2015), es el tratado de refranes.

5

Según la Real Academia Española (2015), fraseología es la parte de la lingüística que estudia las frases, los refranes, los modismos, los proverbios y otras unidades de sintaxis total o parcialmente fija.


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en Guatemala y no en España; para lograrlo, las contrasta con la 21.ª edición del Diccionario de la lengua española. El diccionario se forma con 4000 registros de palabras usadas en los ámbitos urbanos guatemaltecos. En esta obra lexicográfica aparecen voces, locuciones, giros y expresiones propias del guatemalteco común; también nombres de plantas, verduras, flores, toponimias y gentilicios. Asimismo, términos relacionados con la historia, la geografía, las tradiciones y la cultura del país, muchos de ellas de aparición reciente. Como un agregado al mismo, se incorpora una breve lista de las características del español hablado en nuestro país.

2.5.2. VOSES DE GUATEMALA6. Fue escrito por Carlos López y publicado en México en 2005. El diccionario inicia con una extensa introducción en la que el autor expone sus puntos de vista sobre el multilingüismo en Guatemala, comentarios sobre los diccionarios de guatemaltequismos publicados con anterioridad y otros temas de interés del autor. El enfoque utilizado para la selección de lemas es el descriptivo, es decir, solamente registra el uso del término en Guatemala independientemente de su carácter regional o general. En esta obra se lematizan variantes fonéticas, toponimias, gentilicios, nombres de comidas, juguetes, entre otras. Después explica el significado de las palabras mediante un sinónimo; sin embargo, algunas veces se vale de usos regionales mexicanos para lograr esta sinonimia. En algunos casos se anota una definición lingüística7. 2.5.3. NOSTALGIA GUATEMALTECA. De esta obra se han publicado dos tomos; el primero en 2009 y el segundo en 2014. En estos volúmenes se explican frases, dichos, nombres objetos, golosinas, comidas y onomatopeyas. Muchos de sus lemas están vinculados a la cultura guatemalteca. La novedad en este trabajo es que se ilustra con fotografías locales y presenta definiciones para el guatemalteco común y corriente. 6

Carlos López nombra Voses de Guatemala (con s) a su diccionario, sin explicar la razón en el cuerpo del mismo. Cualquier explicación ofrecida por mi parte sería pura especulación.

7

Según Sousa (1995), la definición lingüística “informa acerca de palabras, no de cosas ni de conceptos”.


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3. El léxico de los guatemaltecos en los diccionarios académicos El léxico del español usado en Guatemala también se registra en los diccionarios académicos. Las academias de la lengua han trabajado conjuntamente en la publicación de múltiples obras de gran trascendencia; sin embargo, el foco en este apartado está en el Diccionario de la lengua española y el Diccionario de americanismos. 3.1. DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA. La primera edición de este diccionario fue publicada entre 1726 y 1729 bajo la denominación de Diccionario de autoridades. Esta obra se ha ido modificando, de tal manera que en el 2001 se publicó la 21.a edición, y la 22.a en el 2015. En ambas se registran acepciones con indicación de su uso en Guatemala, para lo cual fue decisivo el trabajo de miembros de la Academia Guatemalteca de la Lengua, entre quienes puede nombrarse al Dr. Francisco Albizúrez Palma. En la edición del 2001 se incluyen 418 lemas con la marca “Guatemala”, algunos ejemplos son: chipichipi. ║ 2. Guat., Hond. y Méx. llovizna. elevador, ra. ║ 4. Cuba, El Salv., Guat. y Méx. ascensor (║ aparato para trasladar personas de unos pisos a otros). jocotear. intr. rur. C. Rica, El Salv., Guat., Hond. y Nic. Salir al campo a cosechar o a comer jocotes. ║ 2. C. Rica, Guat. y Nic. Importunar, fastidiar. U. t. c. tr. y c. prnl. lapicero. m. ║ 3. C. Rica, Guat. y Hond. bolígrafo. lipidia. f. C. Rica, El Salv., Guat. y Nic. Miseria extrema. mano1. ║ 32. Guat. y Hond. En un mercado, conjunto de cinco frutas o verduras. pichacha. m. Guat. Vasija de barro con agujeros que se usa como colador.


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pilixte. adj. Guat. Pequeño, encogido, que no ha crecido según lo esperado. reencauchar. tr. Col., Ecuad., Guat., Hond., Perú y Ven. recauchutar. Morf. conjug. c. causar. somatada. f. Guat. paliza (║ serie de golpes). En la edición del 2015, la 22.a, la cantidad de acepciones aumentó al doble. Algunos ejemplos de los lemas y acepciones incluidos por primera vez en esta edición, con la indicación de uso en Guatemala son los siguientes: cateo 1. m. Arg., Bol., Chile, Cuba, Ec., Guat., Méx., Pan., Par., Perú, R. Dom., Ur. y Ven. Acción y efecto de catear (║buscar una veta minera). descontinuar 2. tr. Ant., Chile, C. Rica, Ec., Guat., Hond., Méx., Nic. y Perú. Interrumpir la fabricación de algo. dolarización 1. f. C. Rica, Guat., Méx. y Pan. Acción y efecto de dolarizarse. fomi 1. m. Col., Ec., Guat., Méx. y Nic. Producto industrial de látex o sintético, esponjoso y blando. Dar jalón 1. loc. verb. El Salv., Guat. Y Hond. Recoger y llevar en un vehículo a alguien que está esperando en el camino. Pénsum 1. m. Bol., Ec., Guat., Nic. y Ven. Plan de estudios de una carrera universitaria. Pichirilo 1. m. C. Rica, Ec. y Guat. Automóvil pequeño, especialmente el viejo y destartalado. Receso 5. m. Cuba, Guat., Méx., Pan., Perú y Ven. recreo (║descanso en los colegios).


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Tapita 1. f. Bol., Guat., Nic., Par. y Ur. chapa (║tapón metálico de las botellas). Váucher 1. m. Ec., Guat., Hond., Méx., Nic. y Ven. Vale que da derecho a quien lo posee a adquirir determinados artículos o a disfrutar de un servicio. 3.2. DICCIONARIO DE AMERICANISMOS. Este es: Fruto de años de trabajo de las academias de la lengua, constituye un repertorio léxico que pretende recoger todas las palabras propias del español de América, detallando al máximo la información relativa a las características geográficas, sociales y culturales del uso de cada una de las acepciones registradas. Contiene 70 000 voces, lexemas complejos, frases y locuciones y un total de 120 000 acepciones. (Diccionario de Americanismos, s. f.) Algunos ejemplos de registros de vocablos usados en Guatemala son los siguientes: chichigua. (Del nahua chichihua, ama que cría; de chichi, mamar). I. 1. f. Mx, Gu, ES, Ni; Ho, rur. Mujer que cría a un niño que no es su hijo. (chichihua). 2. adj/sust. Mx, Gu, ES, Ni; Ho, rur. Referido a animal, hembra que cría a otros animales. (chichihua). reencauche. I. 1. m. Gu, Ho, ES, Ni, CR, Pa, Co, Ve, Ec, Pe, Bo, Ch, Py, Ur. Recubrimiento con una capa de caucho de la superficie de rodamiento desgastada de la rueda de un vehículo. ◆ reencauchado. tayuyo. I. 1. adj. Gu, RD. Referido a cosa, recia, dura, resistente. 2. m. Gu. Ladrillo muy recio o robusto. tiradero. I. 1. m. Mx, Bo; Ec, p.u. Lugar donde se tira la basura. adj/sust. Mx, Gu, ES, Ni; Ho, rur. Referido a animal, hembra que cría a 2. Mx, Gu. Lugar desordenado y desarreglado. pop + cult → espon.


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yip. (De Jeep®). I. 1. m. EU, Gu, Ho, ES, Ni, RD, Co, Ve, Py. Jeep o vehículo todoterreno. (yipi). zíper. (Del ingl. zipper, cremallera). I. 1. m. EU, Mx, Gu, Ho, ES, Ni, CR, Pa, Cu, RD, PR, Co:N, Ec, Bo.Cremallera. (cíper; riqui; síper; zipe; zipper).

4. Estudios sobre el léxico del español usado en Guatemala Aun cuando la mayor parte de trabajos realizados en torno al español de Guatemala se han realizado en el campo lexicográfico, especialmente en los últimos años, se encuentran algunas investigaciones sobre el vocabulario del español usado en el país. A continuación se exponen algunas de ellas. 4.1. INVESTIGACIONES UNIVERSITARIAS. En las universidades nacionales se han elaborado tesis en torno al español usado en Guatemala, dos de ellas son las siguientes: • Estudios de los gentilicios en español guatemalteco. María Eugenia Tolomé (1983), tesis de la Universidad Rafael Landívar. • Estudio del léxico del indígena comerciante en la ciudad de Guatemala. Verónica Mancilla Monterroso (2008), tesis de la Universidad de San Carlos de Guatemala. 4.2. LOS CHAPINISMOS DEL QUIJOTE. El autor de este libro es Francisco Pérez de Antón, quien a través de un exquisito uso del lenguaje relaciona el vocabulario del Quijote con algunos regionalismos vigentes en Guatemala que pueden ser considerados arcaísmos en la península. Es necesario anotar que el trabajo no se autodefine como una investigación lingüística propiamente dicha; sin embargo, evidencia una amplia documentación sobre los vocablos tratados. A continuación, un ejemplo. En el apartado del libro referido al uso de la palabra bolsa, Pérez de Antón (2005) indica:


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Sería la de anochecer, cuenta Cervantes, cuando el ingenioso hidalgo y su escudero… se pusieron en camino del Toboso, don Quijote sobre su Rocinante, y Sancho sobre su antiguo rucio, previstas las alforjas tocantes a la bucólica y la bolsa de dinero que les dio don Quijote para que se ofreciese (47, II, 7). Después plantea un análisis sobre la bolsa del dinero y se refiere a esta diciendo: “especie de zurrón de cuero crudo en el que Sancho llevaba los doblones. El dinero era en aquellos días tan pesado que los viajeros se veían obligados a llevar consigo todo el monedaje en tan voluminoso bolsón” (2005, p. 47). Continua explicando Pérez de Antón (2005): Un día, el dinero cambió de aspecto, y los doblones y los pesos (y vaya si pesaban) se convirtieron en papel moneda, lo que alivió en gran medida la carga de viajeros y marchantes. La bolsa fue disminuyendo progresivamente de tamaño y este es el día en que todo cuando queda de ella son los monederos [...] En Guatemala, sin embargo, lo chapines siguieron llamando bolsa a esa taleguilla que hombres y mujeres llevamos cosida al pantalón. Palabra desusada en otros países, incluso el diccionario de la Real Academia Española recoge esta variante como una rareza. ¿Cómo es eso de llamar bolsa a lo que, por su tamaño, debería llamarse bolsillo. (p. 48) 4.3. MORTANDAD LÉXICA. Albizúrez Palma presentó los resultados de la investigación titulada Vida y muerte de algunas palabras en el español de la Ciudad de Guatemala en el XIII Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española, en Colombia, en marzo de 2007. Luego, esa investigación fue publicada en el Boletín de la Academia Guatemalteca de la Lengua, en la que participé como coautora. Las investigaciones de mortandad léxica indagan sobre las palabras que ya no integran la competencia lingüística de una comunidad de habla. Esta comenzó a estudiarse “como uno de los procesos evolutivos de la diacronía


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lingüística” (López Morales, 2013, p. 113) y “cobija a varios fenómenos que, aunque de efectos paralelos, presenta causas muy diversas…” (López Morales, p. 112). Esta investigación en particular se realizó en la capital guatemalteca y para llevarla a cabo se elaboró una lista de voces y locuciones usadas entre jóvenes de mediados del siglo XX; la encuesta fue aplicada en el 2006 a estudiantes de tres universidades. Los resultados se muestran en la siguiente tabla.

Voces y locuciones que ya no se usan

Voces y locuciones que tienden a desaparecer

Voces y locuciones que siguen usándose

comecura liberuña

agarrar bruja balín caula caulista carburar neceser pliro pluma atómica riflazo ver cine ver película

capear detallar detalle echarse el ultimátum guanaquear pipe que de a tú taipear

4.4. ESTUDIOS DE LÉXICO DISPONIBLE EN EL ÁMBITO GUATEMALTECO. Los estudios de este tema son relativamente recientes y surgieron porque muchas palabras conocidas y usadas por los hablantes de una lengua no aparecían cuando se hacían inventarios de vocabulario con frecuencia. López Morales (2013) afirma que: Los propósitos que pueden guiar las investigaciones de léxico disponible son múltiples, pero convendría comenzar especificando las dos vertientes más importantes. De una parte, el establecimiento de una norma comunitaria específica, y de otra, el establecimiento de diagnósticos en el proceso educativo. (p. 202)


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En Guatemala, hasta ahora, se han realizado estudios de disponibilidad léxica guiados por el segundo propósito. Los estudios de disponibilidad léxica se han centrado en estudiantes del último grado preuniversitario porque en esta fase aún no han adquirido el lenguaje propio de su área de especialización. Este tipo de estudios fueron iniciados en el ámbito hispánico, por el Dr. Humberto López Morales, quien ha dirigido varios trabajos en América y España. Gracias a su iniciativa se han creado dos recursos informáticos para procesar los datos obtenidos: LEXIDIS y DISPOLEX. En el 2010, se publicó el Estudio de disponibilidad léxica en estudiantes de tercero y sexto primaria de escuelas públicas del departamento de Guatemala que elaboré como parte del trabajo del proyecto Usaid/Reforma Educativa en el Aula. En este estudio se identificó el léxico disponible de una muestra intencionada de estudiantes de tercero y sexto primaria. Se entiende como tal al conjunto de unidades léxicas (formada por una o más palabras) que los hablantes tienen en el lexicón mental y cuyo uso está condicionado por un tema concreto de comunicación. Para identificar el léxico disponible se evaluó, mediante una prueba asociativa, a doscientos estudiantes de tercero y doscientos de sexto. Estos asistían a cuatro escuelas rurales y cuatro urbanas del departamento de Guatemala. Las escuelas fueron seleccionadas por el rendimiento de los alumnos en la prueba de lectura del Sistema Nacional de Evaluación (cuatro con rendimiento alto y cuatro con bajo). En todos los casos se seleccionaron escuelas mixtas. En la prueba, cada estudiante dispuso de dos minutos para escribir en el orden como venían a su mente todas las palabras relacionadas con los siguientes centros de interés: partes del cuerpo, animales, alimentos, medios de transporte, profesiones y oficios, y accidentes geográficos. Las palabras escritas por los estudiantes fueron editadas (en masculino y en singular, sin errores ortográficos y reducidas a su forma primitiva en el caso de diminutivos) y codificadas para obtener el índice de disponibilidad léxica


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que es fruto de la correlación ponderada de dos criterios: la frecuencia de una unidad léxica y el lugar de su aparición. Este refleja la disponibilidad de las palabras que acuden primero a la memoria y que aparecen en los primeros lugares en las listas ofrecidas por los estudiantes en la prueba aplicada. Este índice fue obtenido mediante la aplicación del programa LexiDisp.

Grado

Partes del cuerpo

Animales

Tercero primaria

Cabeza Nariz Ojo Pie Boca Mano Brazo Pierna Dedo Corazón Estómago Rodilla Pulmón

León Perro Tigre Elefante Gato Jirafa Mono Cocodrilo Hipopótamo Caballo Gallina Vaca

Sexto primaria

La media aritmética de unidades léxicas obtenidas de estudiantes de tercer grado primaria, por centro de interés, es: partes del cuerpo, 75; animales, 131; alimentos, 123; medios de transporte, 44; profesiones y oficios, 51.5; accidentes geográficos, 16. En sexto grado: partes del cuerpo, 96; animales, 154; alimentos, 154; medios de transporte, 50; profesiones y oficios, 152; accidentes geográficos, 28. Mientras que las unidades léxicas con mayor disponibilidad por grado y centro de interés, son las siguientes:

Cabeza Mano Pie Nariz Dedo Ojo Pierna Boca Brazo Corazón Oreja Hombro Rodilla Estómago

Perro Gato León Tigre Caballo Conejo Vaca Jirafa Mono Pájaro Gallina Elefante Hipopótamo Culebra Loro

Alimentos

Medios de transporte

Profesiones y oficios

Accidentes geográficos

Pollo Carne Zanahoria Tomate Frijol Arroz Papa Huevo

Carro Moto Avión Bicicleta Camioneta Barco Camión Helicóptero Bus Tren

Bombero Policía Maestro Doctor

Río Volcán Lago Montaña Mar

Carne Frijol Pollo Huevo Arroz Zanahoria Tomate Pan Leche Papa

Carro Doctor Avión Albañil Barco Licenciado Moto Bicicleta Maestro Camioneta Profesor Helicóptero Secretaria Lancha Policía Tren Bombero Camión Enfermera Bus

Río Lago Volcán Montaña Mar Laguna


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5. Algunas reflexiones finales Los aportes de la lexicografía al español usado en Guatemala son invaluables, pues se han elaborado diccionarios que aun cuando son distintos se han convertido en una fuente de estudio sincrónico y diacrónico del léxico usado en el país; una deuda pendiente es la elaboración de corpus léxicos y diccionarios basados en los mismos; de esta manera se favorecería el estudio objetivo de esta materia. Por otra parte, los estudios del léxico del español usado en Guatemala son una ventana de oportunidades; hasta ahora se han realizado algunas investigaciones al respecto, pero las posibilidades son innumerables si se abre una línea de investigación en este sentido. La travesía en estos estudios puede facilitarse mediante el uso de procedimientos léxico-estadísticos y recursos informativos.

Entrega de la antología sobre el grupo Nuevo Signo Nosotros los de entonces, editada por el Banco de Guatemala. De izquierda a derecha: Francisco Albizúrez Palma, Francisco Morales Santos, Luis Alfredo Arango y José Luis Villatoro. 1994.


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Hacia una cartografía de La Revista, el primer órgano de difusión de la Academia Guatemalteca de la Lengua Mgtr. Margarita Hernández de Polaczyk* A la memoria del Dr. Francisco Albizúrez Palma, por su inmensurable legado intelectual, al hacer realidad las siguientes palabras escritas en un lejano 1888 con motivo de los inicios de la AGL: “La calidad de académico impone al que lleva ese título la obligación de colaborar en una obra que no puede menos de producir algunos frutos, si hay perseverancia en la tarea y buena voluntad en el propósito”. Guatemala, Diario de Centro-América, 17 de marzo de 1888

La Academia Guatemalteca de la Lengua1 (AGL), correspondiente de la Real Academia Española (RAE), inició su andadura el 8 de marzo de 18882 con la celebración de una junta inaugural llevada a cabo en la casa de *

Candidata al título de doctor en Español por la Universidad de Tennessee en Knoxville (EE. UU.). Posee un máster en Lexicografía Hispánica (Asociación de Academias de la Lengua Española, Real Academia Española y Universidad de León, España) y un máster en Literatura Hispanoamericana (Universidad Rafael Landívar, Guatemala).

1

El siguiente ensayo forma parte de una investigación que se inició –y que se ha ido ampliando– cuando la autora trabajaba como becaria de la AGL (2011-2013), bajo la dirección del Dr. Francisco Albizúrez Palma (q. e. p. d.) y de M. A. Raquel Montenegro. Ninguna parte de dicha investigación ha sido publicada hasta la fecha.

2

En este trabajo sostenemos el año de 1888 como el año en que se fundó la AGL porque, según una investigación realizada, en periódicos y documentos de la época, fue en dicho año que el Gobierno de Guatemala le otorgó personalidad jurídica a la AGL, al aprobar sus estatutos, si bien las gestiones para su fundación iniciaron en 1885, gracias a la iniciativa del ministro de España en Guatemala, Melchor Ordóñez y del entonces ministro de Instrucción Pública de Guatemala, Manuel Aparicio. Sostenemos también ese año a pesar de que en 1886 la RAE nombrara cinco individuos correspondientes que serían los socios fundadores encargados de seleccionar al resto de académicos que conformaron la generación fundacional de la AGL; y a pesar de que en 1887 la RAE notificara a los cinco socios fundadores, la creación de la sucursal guatemalteca. Asimismo, como más adelante haremos notar, en 1889 los académicos publicaron el volumen Biografías de literatos nacionales para conmemorar el primer aniversario de la AGL, según consta en La Revista.


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habitación de Fernando Cruz, electo en esa ocasión como el primer director de la corporación guatemalteca. En esa misma junta, para el cargo de secretario fue electo Antonio Batres Jáuregui; para el de censor, José M. Vela Irisarri; para el de tesorero, Juan Arzú Batres; para el de bibliotecario, Ventura G. Saravia. Esta junta histórica fue aplaudida en España por El Siglo Futuro y La Monarquía en sus ediciones del 23 abril de 1888, respectivamente, mientras que en Guatemala el Diario de Centro América, en su edición del 17 de marzo, le dedicó un artículo de fondo a la AGL en cuyo texto se encuentran las siguientes palabras iluminadoras: La Academia, que apenas está en los albores de su existencia, ayudará, debemos esperarlo, al progreso gradual de las letras. La cultura de un pueblo se mide no solo por el progreso de los intereses económicos, sino también por el vuelo que abrazan las letras, agentes poderosos de civilización y bienandanza (1888, p. 1). A partir de la junta inaugural del 8 de marzo, los académicos continuaron celebrando sesiones ordinarias los jueves por la tarde, y una de las primeras acciones que realizaron fue organizar las tareas de la AGL, designando para ello diferentes comisiones de trabajo. Es de esta manera que idearon el primer órgano de difusión de la AGL, La Revista, que consideramos constituye el mejor testimonio de la labor intelectual y del espíritu de trabajo de la primera generación de académicos. El presente trabajo intentará trazar una cartografía de La Revista, específicamente en lo tocante al idioma y literatura patrios3. Los socios Agustín Gómez Carrillo y Manuel Diéguez recibieron el encargo de entenderse en lo relativo a la publicación de este quincenal; sin embargo, más adelante se designó a los señores Salvador Falla, Antonio Machado y Palomo, y Agustín Gómez Carrillo, para conformar la comisión encargada de examinar los escritos a publicarse en el mencionado órgano de publicidad (“Tareas”, p. 17). 3

En los textos consultados es frecuente la aparición del adjetivo “patrio” en combinaciones como “idioma patrio”, “deber patrio” y “literatura patria”; lo que quizás se deba a que esta retórica se inserta en el momento exacto en que estábamos construyendo nuestra identidad como guatemaltecos. Y en general, en los documentos de la época consultados, el término “patria” se prefiere al de “nación”.


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Debe aclararse que cuando en este trabajo hablamos de la primera generación de académicos, se hace referencia a Fernando Cruz, Antonio Batres Jáuregui, Agustín Gómez Carrillo, Antonio Machado y Palomo, y a Juan Arzú Batres, quienes en 1886 fueron nombrados representantes de la RAE en Guatemala, encargados de la AGL. Asimismo, fueron los encargados de seleccionar a los trece miembros restantes para los dieciocho que correspondían, según sus primeros estatutos. El resto de académicos de la primera generación son: Ricardo Casanova y Estrada, Ángel María Arroyo (quien no aceptó el nombramiento), Salvador Falla, Manuel Echeverría, Juan Fermín Aycinena, Manuel Ramírez, Antonio Valenzuela, Vicente Martínez, José María Vela Irisarri, Ventura G. Saravia, Domingo Estrada, Manuel Valle y Manuel Diéguez. Muy pronto se integraría Ramón Rosa, en junio de 1888, quien llenó la vacante de Manuel Ramírez por motivo de su fallecimiento. Mientras que Miguel Urrutia lo haría en junio de 1889 para llenar la vacante de Ventura Saravia. En 1890 ingresaron Javier Valenzuela y Agustín Mencos Franco, ellos dos electos por sus méritos como literatos4. La AGL saltó a la escena en un momento en que Guatemala todavía estaba en una fase de organización a nivel político-económico y cultural en general –en medio de una pugna entre liberales y conservadores que buscaban dirigir las riendas del país–, y a nivel lingüístico y literario se buscaba una identidad propia, específicamente en cuanto a establecer una conciencia lingüística de la variedad del español de los guatemaltecos (que por supuesto es una de las múltiples variedades del español que laten dentro de la lengua histórica española o castellana), así como la búsqueda de una tradición literaria diferenciada y separada de la peninsular. En esta búsqueda de la variedad del español guatemalteco y de su literatura, la AGL tuvo un papel central –ya que como un centro científico-literario apolítico, según sus estatutos aprobados por el Gobierno, el 26 de abril de 4

Ante la falta de actas de sesiones ordinarias y extraordinarias decimonónicas de la AGL, La Revista constituye una fuente primaria que aporta datos sobre ellas, así como sobre nombramientos y defunciones de los académicos. Hacemos la aclaración de que no pudimos constatar si para la primera generación se mantuvieron las dieciocho plazas o si bien se aumentó a veinte.


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1888, de acuerdo con el período oficial, El Guatemalteco, en su edición del 28 de abril de dicho año (“Se aprueban”, p. 410)– su objeto era el siguiente: […] coadyuvar en esta República, según las circunstancias lo permitan, á la consecución de los fines de la Real Academia Española; estudiando la lengua castellana; examinando los provincialismos, principalmente los de Centro-América, su origen y equivalencia á las voces autorizadas; dando á la luz los escritos desconocidos, que merezcan publicidad, de literatos nacionales, y procurando la propiedad y pureza de la lengua castellana (“Estatutos”, p. 18). Vale acotar que si bien la AGL en un inicio se propuso estudiar la variedad del español centroamericano, La Revista da cuenta únicamente de la Colección de voces y locuciones viciosas y provincialismos que se usan en Guatemala, escrita por orden alfabético por Antonio Batres Jáuregui. Este trabajo, publicado por entregas en La Revista entre el 1 de mayo de 1888 y el 18 de diciembre de 1890, constituye el primer repertorio lexicográfico de Guatemala, y se enmarca en la producción de diccionarios de provincialismos que surgió a mediados del siglo XIX, los que constituyen los trabajos pioneros de la tradición diferencial y normativa hispanoamericana. Esta colección fue publicada dos años después, en 1892, como libro bajo el auspicio gubernamental5, pero finalmente vio la luz con el título Vicios 5

En El Guatemalteco, el 8 de septiembre de 1892, se publicó la orden de impresión de la obra de Batres Jáuregui: Secretaría de Instrucción Pública ================================= Dispone la impresión de una obra, por cuenta del Estado. Palacio del Poder Ejecutivo: Guatemala, 3 de setiembre de 1892. El Presidente Constitucional de la República, ACUERDA Que por cuenta de la partida de gastos de impresiones del Ministro de Instrucción Pública, se imprima en la Tipografía Nacional la obra intitulada: “Colección de voces y locuciones viciosas y provincialismos que se usan en Guatemala;” escrita en orden alfabético por Licdo. don Antonio Batres J. De los ejemplares que se tiren de dicha obra, se darán 500 al autor y el Gobierno se reservará el resto. Comuníquese. REINA BARRIOS. El Secretario de Estado en el Despacho de Instrucción Pública, MANUEL CABRAL (“Secretaría”412).


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del lenguaje y provincialismos de Guatemala; estudio filológico. Sobre esta importante colección volveremos más adelante. En cuanto a la búsqueda de una literatura propia y su difusión, destaca la serie de artículos titulados “Literatura guatemalteca”, escritos por Agustín Mencos Franco. En el primero de ellos, con fecha de 18 de junio de 1888, el autor defiende la existencia en Guatemala de una literatura propia, y propone para su estudio, los períodos precolombino, colonial y el actual. El discurso de Mencos Franco, al igual que el de otros colaboradores de La Revista, se inserta en un foro de debate que se daba desde hacía algún tiempo en diferentes periódicos nacionales, sobre la existencia o no de una literatura guatemalteca. En todo caso, este debate, que habría que ubicarlo en algunos de los diarios guatemaltecos decimonónicos, abre una línea de investigación pendiente en las letras de Guatemala. Básicamente, en La Revista se dieron a conocer estudios de la lengua castellana de España y América; el primer diccionario de vicios y provincialismos de Guatemala (del cual ya hemos hecho referencia); obras poéticas, históricas y literarias; ensayos sobre el arte y la literatura en general; reseñas de nuevas obras publicadas en Guatemala y en el extranjero; la correspondencia mantenida con otras academias hermanas y otros centros culturales internacionales; noticias de defunciones de socios, así como comunicados de la elección de nuevos miembros para llenar vacantes; anuncios de la publicación de revistas de otros centros culturales nacionales e internacionales; novelas, poemas y relatos de autores internacionales populares en esa época como Benito Pérez Galdós, Prosper Merimée y Víctor Hugo (con su literatura romántica modélica fue uno de los escritores más conocidos en Hispanoamérica). Así también, en ella fueron publicadas las novedades en materia filológica a nivel internacional. Algunos de los autores publicados en La Revista fueron: Salvador Falla, Agustín Gómez Carrillo, Manuel Diéguez, Juan Diéguez, Antonio José de Irisarri, Fernando Cruz, Antonio Batres Jáuregui, Juan Fermín de Aycinena, Manuel Echeverría, Agustín Mencos Franco, Antonio Machado y Palomo, Ramón Rosa,


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José Vicente Martínez, Alejandro Marure, Miguel Urruela, Aureliano Scholi, Manuel Osorio Bernard, Rafael García Goyena, y Campo Arana. Es de hacer notar que en la lista existen autores que no pertenecen a la AGL. Y es que aunque sus integrantes eran los llamados a escribir para La Revista, según lo establecían los estatutos, desde su primer número se invitó a los amigos de las letras nacionales a enriquecer sus páginas, y se hizo un particular llamamiento a los académicos que poseían diplomas de socios correspondientes de la RAE y que residían en Guatemala, como se dio a conocer al público en el Diario de Centro América el sábado 5 de mayo de 1888 (“La Revista”, p. 2). Pero antes de adentrarnos en el objeto de este trabajo, el trazado de una cartografía del legado intelectual en La Revista, es imperativo mencionar que la fundación de la AGL no fue un hecho aislado, pues siguiendo las directrices de la RAE para la creación de las academias americanas –establecidas en su junta celebrada el 24 de noviembre de 1870 y publicadas en 1873 en las Memorias de la Academia Española–, en los países hispanoamericanos se fueron fundando diferentes sucursales del centro español, con la finalidad de mantener lazos lingüísticos comunes y la inteligibilidad entre los hablantes de los distintos países hispanos. Es de esta manera que la AGL fue la octava academia americana en ser fundada, luego de la colombiana (1871), la mexicana (1875), la ecuatoriana (1875), la salvadoreña (c. 1880), la venezolana (1881), la chilena (1886) y la peruana (1887) (Guitarte y Torres Quintero, 1974). El inicio de las actividades de la AGL, de una manera u otra, marcó el sentir del idioma español ya no como un instrumento de conquista y dominación, sino como un idioma nacional con sus características propias –sus variantes fonéticas, semánticas, léxicas con sus provincialismos y barbarismos, entre otros rasgos lingüísticos–, pero a la vez con un tronco histórico que inevitablemente conduce al español peninsular y, automáticamente, a la RAE. Volver de nuevo la mirada hacia España, más que implicar un salto atrás en los procesos de emancipación, significó adoptar como propia una normativa lingüística, parte fundamental de la política lingüística de Guatemala; léase en el sistema


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educativo y en las oficinas de gobierno. Guatemala necesitaba adoptar una normativa para estandarizar su español y escribir y pensar la nación. Y tras el ideal de llevar las primeras letras a un mayor número de ciudadanos, la lengua española se convertiría en un instrumento civilizador. Debe mencionarse que el Gobierno de Guatemala, como nación independiente, adoptó los preceptos gramaticales y ortográficos de la RAE, el 16 de julio de 1886, según consta en el periódico oficial El Guatemalteco, en su edición del 20 julio de ese año, cuando Antonio Batres Jáuregui se desempeñaba como ministro de Instrucción Pública del Gobierno de Manuel Lisandro Barrillas6 (1886). Esta disposición fortaleció a la que se había tomado con anterioridad, el 3 de septiembre de 1885, que consistía en la utilización como texto escolar oficial de la obra Elementos de gramática castellana escritos para los colegios nacionales de la República con presencia de la última edición de la Gramática de la Academia española, por Manuel Cabral (“Declara”, p. 146)7. 6

Circular á los directores de establecimientos de enseñanza, sobre el uso de la ortografía. -----------Guatemala, julio 16 de 1886. Señor director de…….. En casi todos los países de la América latina se han adoptado los principios de la ortografía española, conceptuándolos como lo más conformes con los preceptos racionales del lenguaje. En virtud de la misma apreciación se siguen las reglas de la Academia de la lengua española, particularmente en lo que se refiere á ortografía, en las oficinas del Gobierno y en el órgano de sus disposiciones, el periódico oficial. Por esto fue que con fecha 3 de setiembre del año pasado se declaró como texto en los establecimientos nacionales de instrucción primaria y secundaria, la gramática de la Academia, docta corporación que es reconocida como la única autoridad encargada de velar por la pureza del idioma que nos legaron nuestros antepasados, y de dictar los preceptos y reformas que crea necesario para su perfeccionamiento. Estando subsistente aún el acuerdo citado, puesto que no ha sido derogado por otro posterior, esta Secretaría ha dispuesto dejar sin valor y efecto la circular que con fecha 16 del mes próximo pasado se dirigió á Ud. por el Ministerio de mi cargo. En consecuencia hará Ud. que en la enseñanza de la gramática castellana, nociones del idioma patrio y escritura al dictado, se adopten los principios de la ortografía española. Soy de Ud. atento servidor, [F.] Batres.

7

Declara como texto oficial en los institutos i escuelas de la República una obra del Señor Cabral. Palacio del Poder Ejecutivo: Guatemala, Setiembre 3 de 1885. Conocidas las ventajas que obtienen los establecimientos de enseñanza con la adquisición de buenos textos para que las lecciones sean provechosas, i siendo uno de ellos la obra que acaba de escribir i publicar el Licenciado Don Manuel Cabral, intitulada “Elementos de Gramática Castellana,” conteniendo hasta las últimas reformas adoptadas por la Academia Española, cuya autoridad debe ser acatada i obedecida en lo relativo al aprendizaje del idioma patrio; el Jeneral Presidente acuerda: declarar como texto oficial en los Institutos i escuelas primarias nacionales de la República, el libro de que se ha hecho mérito.Comuníquese.- Rubricado por el Sr. Jeneral Presidente. –Aparicio.


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En este contexto no podemos dejar de mencionar que en Guatemala, al igual que en muchos países hispanoamericanos, la independencia de España significó para los liberales también una independencia lingüística alejada de la normas de la RAE, siendo el intento de reforma ortográfica de Andrés Bello el ejemplo paradigmático de esta emancipación que buscó una simplificación de la ortografía académica, más acorde a la pronunciación americana y a la imperativa necesidad de alfabetización, más allá de los sectores privilegiados que históricamente habían tenido acceso a la lectura y escritura. Lo cierto es que dentro del marco de la Revolución liberal de 1871, las reformas de Bello se oficializaron en Guatemala y sus preceptos se utilizaron tanto en el sistema educativo como en las oficinas del Gobierno, según consta en documentos que forman parte de una investigación en curso. Por ejemplo, se ha localizado una disposición del 12 de julio de 1873, pero publicada el 20 de ese mismo mes en El Guatemalteco, que se emitió durante el gobierno liberal de Justo Rufino Barrios, en la cual se declaraba como texto oficial la gramática de Miguel Franco Guillón, Lecciones teóricas, práctica de gramática castellana (1873), una adaptación de la gramática y ortografía de Andrés Bello8 (“Disposición”, p. 2). A pesar de que el Gobierno guatemalteco apoyó la llamada ortografía americana, muchos hablantes siguieron utilizando las normas de buen uso de la RAE, provocando una confusión sobre qué norma lingüística seguir. Esta anarquía ortográfica9 fue objeto de preocupación para las autoridades educativas. Queda plasmado en una consulta que en 1884 hizo José Izaguirre, en nombre de la Secretaría de Instrucción Pública, al entonces director de la Academia Colombiana de la Lengua, José Manuel Marroquín. En este escrito 8

Disposición referente á un texto de gramática castellana. Palacio Nacional: Guatemala, 12 de julio de 1873. Considerando: que es urgente dotar á las escuelas de primeras letras, de un testo de gramática castellana adecuado al alcance de los niños; y encontrando muy adaptable la de Bello arreglada por Guillon, el Jeneral Presidente acuerda: se impriman ocho mil ejemplares de ella, para distribuirlos en las escuelas del país. –Comuníquese. Rubricado por el Sr. Presidente. –Soto.

9

Por ejemplo, sin necesidad de buscar muy lejos, en el periódico oficial El Guatemalteco, en el año 1874, existía una vacilación en la escritura de “general” en el sentido de “oficial del ejército”. En algunas ocasiones se escribía como “jeneral” siguiendo a Bello, y en otras, “general”, siguiendo a la Real Academia y respetando su étimo latino generālis.


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el Sr. Izaguirre manifestaba la preocupación de las autoridades por la anarquía imperante en Guatemala en materia ortográfica (Pombo, pp. 50-53). El objeto de la misiva de Izaguirre era solicitar una opinión para que las autoridades guatemaltecas pudieran decantarse por alguna de las dos corrientes normativas en pugna. En sus recomendaciones la Academia Colombiana, de una manera clara, aconseja seguir a la RAE. Como es más que evidente, con algunas de las acciones ya mencionadas, que fueron tomadas por el Gobierno en 1885 y 1886, y con el funcionamiento de la AGL, se afianzó en el país la autoridad lingüística de la RAE, cuya jurisdicción hasta entonces se encontraba debilitada. En un esfuerzo conjunto, la RAE y las academias americanas pretendieron la defensa y unidad del idioma español, cimiento de la identidad de muchos americanos. Asimismo, pretendieron contener la temida dispersión lingüística, es decir que la RAE y sus sucursales buscaban una unidad lingüística, unidad que en ese momento histórico “para las armas y aun para la misma diplomacia [era] ya completamente imposible” (RAE, 1873, p. 273).

La Revista y sus características generales Consideramos que la importancia de La Revista radica en que constituye la primera manifestación de la vida intelectual de la corporación guatemalteca. Los ejemplares de este quincenal que resguarda la Hemeroteca Nacional de Guatemala constituyen una fuente primaria sobre la constante producción de estudios lingüísticos y literarios de la primera generación de académicos. El espíritu de producción y diseminación del conocimiento por parte de los socios fundadores estaba contenido en el corazón mismo de la corporación: en sus estatutos; por ejemplo, en el punto duodécimo establece: Son atribuciones y deberes de los académicos: asistir con voz y voto á las sesiones ordinarias y extraordinarias; colaborar en el periódico de la Academia, conforme el reglamento lo prescribe; escribir mensualmente, por turno, un discurso sobre el tema literario que eligieren, para leerlo o pronunciarlo ante la Academia, y desempeñar los trabajos que ésta les encomiende. (La Revista, p. 18)


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El editorial del Diario de Centro América del 17 de marzo de 1888, en referencia a la AGL, no pudo sintetizar de mejor manera el espíritu, la responsabilidad y ética de trabajo que conlleva el ser un individuo de número de la AGL cuando escribió: La calidad de académico impone al que lleva ese título la obligación de colaborar en una obra que no puede menos de producir algunos frutos, si hay perseverancia en la tarea y buena voluntad en el propósito (“Academia Guatemalteca”, p. 1). Es evidente, por tanto, que se esperaba que los académicos se involucraran en la tarea de colaborar activamente, tanto fuera como dentro de su órgano de publicidad, con miras a lograr el avance intelectual del país, así como honrar el anhelo de la RAE de que en Guatemala funcionara un centro correspondiente análogo a los ya existentes en otras repúblicas hispanoamericanas (“Prospecto” , p. 1). En todo caso, en este espacio, se presenta a La Revista como un dispositivo para la difusión del pensamiento crítico, creativo e intelectual de los académicos como colectivo. Por otra parte, es admirable la labor de La Revista, no solo por la cantidad de materiales producidos y difundidos en un corto período de tiempo –mayo de 1888 a diciembre de 1890, bajo unas condiciones tecnológicas muy diferentes a las que contamos el día de hoy–, sino porque constituye un modelo de un colectivo intelectual que es capaz, no solo de recibir conocimiento, sino que de producirlo y difundirlo. Es por esto, y por otras razones que iremos hilvanando en este espacio, que sostenemos que La Revista es el mejor testimonio que tenemos sobre el quehacer de la AGL. Como ya hemos mencionado, los ejemplares de La Revista con que contamos en la actualidad fueron publicados del 1 de mayo de 1888 al 18 de diciembre de 1890. Durante este período de tiempo, salían a la luz –con algunas excepciones– los días 1 y 16 de cada mes10. Sus ejemplares, 10

Por ejemplo, en el ejemplar 1 se indica ESTE PERIÓDICO Sale á la luz los días 1.° y 16 de cada mes. Un real es el precio de cada ejemplar, por suscripción ó aisladamente comprado. El Lic. D. Juan Arzú Batres tiene á su cargo la administración del proyecto (“Prospecto”, p. 1).


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de aproximadamente dieciseis páginas cada uno, se vendían por medio de suscripciones o de forma aislada, y se mantuvo con vida únicamente gracias al aporte de sus lectores –amantes de la literatura patria– al pagar el precio de venta, que era de un real. Más adelante se promovió una suscripción anual por tres pesos, así como la venta de espacios publicitarios para contribuir a su mantenimiento11. Y aunque se interrumpió repentinamente su publicación, por causas que todavía no hemos podido determinar, en su momento “este quincenal [fue] un testimonio del entusiasmo que en algunos guatemaltecos se advirt[ió] por el cultivo de las letras, cultivo que en todas partes constituye un signo de civilización”, tal como se escribió en el Diario de Centro América (8 de octubre de 1888, p. 1). En un inicio la impresión de La Revista estuvo a cargo de la imprenta Arenales, luego de la empresa Silva & Cía., y posteriormente, la tipografía El Modelo tomó como negocio propio la publicación del órgano, para mejorar sus circuitos de distribución. Esto debido a que cuando empezó su tercer año de existencia enfrentó algunos tropiezos, porque las agencias encargadas de recaudar el dinero de la venta de los ejemplares, ubicadas fuera de la ciudad capital, no remitieron los productos de las subscripciones respectivas (“La Revista, su pasado”, p. 297). A lo largo de su corta pero productiva vida, algunos de sus administradores fueron los académicos Juan Batres Arzú, Manuel Diéguez, Miguel Urrutia y Víctor Sánchez, Baldomero Siguerre, Joaquín Castillo, Miguel Diéz Bonilla, quien a su vez fungía como administrador de la empresa Silva & Cía. La Revista tuvo una buena acogida y una amplia recepción tanto a nivel nacional como internacional, hecho que se deduce por las noticias aparecidas en la propia publicación, así como en el Diario de Centro América, especialmente a lo largo del año de 1888, como puede leerse en una nota del 2 de agosto de 11

En el número 4, tomo III de La Revista, Guatemala, 1 de julio de 1890 se indica lo siguiente: LA REVISTA se publica los días 1 y 16 de cada mes. _________ Subscripción al año, $ 3.00. Números sueltos, 1 real. Anuncios, á precios convencionales (“Comunicación”, p. 345).


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dicho año en donde se hizo constar la recepción en la sede del periódico del número 7 de La Revista, con artículos de Batres Jáuregui, Gómez Carrillo y de Machado; además de “un discurso de Edgar Quinet, traducido por don Manuel Echeverría” (“La Revista”, p. 5). A la difusión internacional de La Revista contribuyeron los propios académicos al enviar ejemplares a la RAE, a las academias hermanas, a periódicos internacionales y a centros culturales allende las fronteras guatemaltecas. Esto hizo de esta publicación un instrumento de comunicación dentro de una red de múltiples vías, compuesta por intelectuales finiseculares. Mientras que la AGL enviaba sus trabajos e investigaciones, a la vez recibía los de otros centros. Algunos ejemplos de esta red pueden leerse en el propio órgano de la AGL. En el ejemplar de La Revista, publicado el 16 de julio de 1890, en el cual bajo el acápite “Comunicaciones recibidas por la Academia Guatemalteca”, se encuentran oficios remitidos por la RAE, la Academia Nacional de Historia de los Estados Unidos de Venezuela, la Dirección General de Estadística (La Plata, Argentina), la Sociedad Mutualista, de México; y también se encuentra información sobre lo que se trataría en el Congreso Internacional de Americanistas a celebrarse en París el 14 de octubre de 1890 (“Comunicaciones”, p. 361). A modo de ilustración, el oficio de la Real Academia con el acuse de recibo de La Revista, en el ejemplar mencionado, es el siguiente: La Real Academia Española recibió con aprecio y gratitud en su junta de anoche los dos ejemplares que V.S. se ha servido remitirles de los números 10 al 18 del tomo II de La Revista, órgano de esa Corporación. Lo que tengo la honra de comunicar á V.S. cuya vida guarde Dios muchos años. Madrid: 23 de mayo de 1890. El Secretario. MANUEL TAMAYO Y BAUS.


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Sr. Secretario de la Academia Guatemalteca Mientras que el flujo de información hacia la AGL podemos ejemplificarlo con el oficio de la Academia Nacional de la Historia, de los Estados Unidos de Venezuela, por medio del cual se le hizo llegar a la AGL un folleto con las actividades de una próxima celebración: Caracas: 1 de mayo de 1890. Señor: Con el objeto de que Ud. se sirva hacerlo del dominio público en el país de su residencia, tengo á honra remitirle incluso, un folleto que contiene todo lo que hace referencia á la fiesta que la Academia que presido celebrará con ocasión de la apoteosis del Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, el 28 de octubre próximo. Soy de Ud. atento servidor, VICENTE CORONADO. Señor Secretario de la Academia Guatemalteca Correspondiente de la Española. Guatemala Lo que se deduce de los anteriores oficios y de otros que aquí sería muy largo de citar es que los académicos habían establecido una interesante red de comunicación nacional e internacional que demuestra, sin lugar a dudas, que los primeros socios no estaban generando conocimiento en aislado: esto es, ellos, a la vez que eran leídos, también leían. Intentaban estar empapados del acontecer intelectual.

La Revista, el idioma patrio y su literatura En las múltiples venas investigativas que se abren al leer con detenimiento La Revista, se puede ubicar la que conduce a una búsqueda de nacionalidad


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que emprendieron los académicos, la cual se centró en la consolidación de una literatura propia que alcanza, aunque en poca profundidad, a la prehispánica; asimismo, en una primera caracterización sistemática y purista de nuestro idioma nacional –que tuvo como base el sustrato peninsular–, el cual siguiendo los preceptos gramaticales y ortográficos de la RAE, cohesionaría a los guatemaltecos con los hispanoamericanos. Los académicos tenían la visión clara de que debían concentrar sus energías en el estudio científico del español y en la difusión de la literatura patria. Estaban comprometidos a rescatar el pasado literario del país, a enriquecerlo con nuevos trabajos, a dar a conocer su literatura y a la vez erradicar del idioma vicios que lo desnaturalizaban. Este papel activo en la construcción de la identidad literaria e idiomática era una de las expectativas que se tenían de la AGL. De hecho, esta expectativa opera en el editorial del Diario de Centro América del 17 de marzo de 1888 en donde se escribió que la AGL debería aspirar a trabajar “en el cultivo de nuestra rica lengua y de nuestra naciente literatura” y que estaba obligada a encaminar sus esfuerzos “a fecundar el hermoso y casi virgen terreno en que han de crecer robustas las letras nacionales” (“Academia Guatemalteca”, p. 1). Como ya hemos indicado, paralelamente a la búsqueda de la literatura patria, la AGL, con el trabajo lexicográfico Colección de voces y locuciones viciosas y provincialismos que se usan en Guatemala, escrita por orden alfabético por Antonio Batres Jáuregui, buscó la pureza idiomática a partir del análisis de los vicios y provincialismos del español de Guatemala, para indicar cuáles eran aceptables y cuáles se debían depurar con base en la normativa peninsular, con la finalidad de guiar a los guatemaltecos en el “buen decir”, tanto a las personas cultas como a la niñez y juventud que se estaban formando en el sistema educativo nacional. La colección se publicó por entregas en La Revista entre el 1 de mayo de 1888 y el 18 de diciembre de 1890; es decir, desde el primer número de La Revista hasta el último, comenzando por el prólogo al diccionario. Lo anterior se traduce a cincuenta entregas con artículos lexicográficos en orden alfabético de lexías simples y complejas, desde “acabamiento” hasta


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“pichicate”. Fiel a los a los objetivos perseguidos por la AGL, Batres Jáuregui creó un repertorio lexicográfico que utiliza modelos de buen uso tomados de autores guatemaltecos, así como de clásicos españoles. En las diferentes entradas, el autor señala las voces y “los vicios más frecuentes en el uso diario” y “las voces y locuciones provinciales más someras que corren entre nosotros” (Batres Jáuregui, p. 30). Este repertorio también recoge algunos galicismos, arcaísmos y neologismos, además de vicios y provincialismos que son analizados, generalmente, por Batres Jáuregui como divergentes en relación con la norma peninsular. El quincenal de la AGL, desde su génesis buscó contribuir a la depuración del idioma nacional. En “Prospecto” los académicos escribieron que uno de los “primeros objetos de esta publicación [es] analizar los vicios y defectos con que generalmente pervertimos la hermosa lengua que heredamos [por lo que se propusieron] reunir nuestros especiales provincialismos, y examinándolos, indicar cuáles sean aceptables y cuales deban repudiarse” (“Prospecto”, p. 1). A continuación se presentan fragmentos de algunos artículos lexicográficos el carácter normativo de la colección. Dichas entradas, en general, no siguen una constante en su estructura: en ocasiones se utilizan ejemplos de usos de obras nacionales y peninsulares, en otras se emiten juicios con base en el Diccionario de la lengua española. Esto último se puede apreciar en la entrada correspondiente a “abarrotes”, en donde escribe el autor: En el diccionario sólo encontramos: Abarrote, el fardo pequeño hecho a propósito para llenar el vacío que dejan los grandes.” De suerte que no debe decirse como decimos: “Tienda ó almacén de abarrotes, sino especiería […]. (Batres Jáuregui, p. 43) Para el artículo de “bandear”, Batres Jáuregui utiliza un ejemplo de uso de José Milla y Viduarre, conocido como Salomé Jil: En lo antiguo significaba “guiar, conducir”, en buen romance; pero ha caído en desuso. Vulgarmente se dice en Guatemala “bandear a una joven,” por pretenderla, enamorarla: “Eugenio


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había conocido a una muchacha bonita y rica a quien andaba bandeando, según dijo, cuando ya de la Mariquita”. (Jil, p. 167) La autoridad literaria de autores peninsulares también está presente en la colección, por ejemplo en la entrada para “bordos”, Batres Jáuregui se vale de una cita del poeta José Zorrilla recitada en la tumba de Larra, así como de unos versos del poema La pesca de Gaspar Núñez de Arce para referirse a “borde o bordes” que indican “el extremo ú orilla de alguna cosa; pero por acá suele decirse bordo, arcaísmo que debe evitarse […]” (p. 178). Vale aclarar que en la raíz de este proyecto de Batres Jáuregui subyacía la idea de que la unidad del idioma unía a una nación y en este caso, a varias naciones en un solo bloque: esto es, el español unificado bajo una sola norma, y potencializa la comunicación y el comercio entre las naciones. La lectura del “Prólogo” es imprescindible porque es en ese espacio en donde el autor fija su postura frente a conceptos claves como la evolución del idioma, los arcaísmos, provincialismos, entre otros. Batres Jáuregui considera inevitable la evolución del idioma español como un organismo vivo; es decir, un organismo lingüístico que evoluciona, que está en un constante devenir por las lenguas en contacto, los neologismos y arcaísmos (Batres Jáuregui, p. 15). Lo anterior era un pensamiento en boga a finales del siglo XIX, por ejemplo con los neogramáticos. Hay que precisar que aunque Batres Jáuregui condena el uso del arcaísmo, barbarismo y vicios en general del lenguaje, no es que hubiera querido evitar la evolución del idioma, sino que apelaba a una evolución encauzada; de modo que su postura frente a los neologismos es conflictiva por momentos, pues a la vez que condena estas voces, las concibe como una parte inevitable en la transformación del idioma. Siempre en el “Prólogo”, este autor escribe que el uso extendido de provincialismos y barbarismos por parte de los guatemaltecos favorece la fragmentación del idioma, por lo que piensa su diccionario como una obra prescriptiva y de corrección. En cuanto a los arcaísmos, Batres considera que en el léxico del español de Guatemala se conservan voces arcaicas que trajeron los conquistadores,


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voces que son repudiadas desde un punto de vista castizo. El autor explica el fenómeno del arcaísmo en el país como consecuencia del aislamiento de los centros culturales. Este argumento diacrónico se debe en parte al distanciamiento de Guatemala de los principales centros comerciales, aunado con la limitada comunicación con España, al alto índice de analfabetismo y al escaso acceso a la educación. Así también, el ineficaz sistema colonial, además de haber estancado el crecimiento de la civilización, estancó la evolución que siguió su curso normal en el español de España. A lo anterior debe sumarse el hecho de que los guatemaltecos no emplean todas las palabras del rico repertorio del español. Según Batres, esto se debe al temor del guatemalteco a no ser entendido. Para finalizar esta sección, consideramos que la localización de este reportorio en La Revista abre la posibilidad de un estudio comparativo con la versión de este diccionario publicada en forma de libro en 1892, que cuenta con muchos más artículos que terminan con el de “zumbador”. También queda como tarea pendiente analizar a profundidad el trabajo lexicográfico de Batres Jáuregui a la luz de su pensamiento político y lingüístico, presente en otras obras, para reflexionar sobre las ideas que subyacen en su propuesta de nacionalidad lingüística guatemalteca.

La Revista y la construcción de la literatura patria Los intelectuales de la AGL, al ser catalizadores de la identidad lingüística y literaria guatemaltecas, sentaron las bases para futuros estudios y trabajos. A raíz del discurso de ingreso a la AGL pronunciado por Ramón Rosa (1888), en donde hace un llamado a escribir la historia literaria del país y publicado en La Revista, se generó una petición pública, más bien un llamado a los ciudadanos en general –bajo el signo de un sentimiento patriótico– para construir y escribir la historia de Guatemala; pero no solo la literaria, sino también la histórica, pictórica, arquitectónica y científica, como consta en el Diario de Centro América (20 de octubre de 1888). De esta forma, podemos asumir, que la Guatemala finisecular estaba en pleno proceso de construcción de su pasado histórico.


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En cuanto al debate de la existencia o no de una literatura nacional, la AGL defendió y promovió la existencia de una literatura con rasgos propios, en una nación que tenía poco tiempo de haber iniciado a caminar con independencia. Los académicos fundadores fueron los primeros que teorizaron sistemáticamente –como parte de una red intelectual– sobre la literatura guatemalteca, estudiaron a los autores que consideraron relevantes y, por ende, fueron unos de los primeros en crear un canon literario nacional, específicamente por medio de la publicación de la obra Biografías de literatos nacionales (1889), cuyo proyecto se propuso en La Revista en boca del académico Ramón Rosa; así como por la serie de artículos de Mencos Franco, publicados también en el órgano de la AGL, que abordan la literatura colonial, titulados “Literatura guatemalteca”, entre otros. Existe en las páginas de La Revista un corto ensayo titulado “Literatura nacional” con la firma A.B., que propone las categorías literarias: literatura precolombina y literatura colonial para el estudio de las letras nacionales. Si bien A.B. reconoce la existencia de una literatura precolombina, partiendo de una perspectiva eurocéntrica, no la considera de la calidad de la literatura del período clásico europeo. En cuanto a la literatura colonial o de la época de la dominación española, el autor desmiente la postura de considerar las producciones estéticas de este período como de baja calidad. Menciona como referente a Rafael Landívar, el “primero de nuestros poetas”, según el orden cronológico, a quien llama el Virgilio americano. En el ensayo “Reminiscencias”, A.B. (16 de febrero de 1888) hace referencia al pasado literario de los indígenas americanos tras el descubrimiento y conquista. Tomando una postura crítica, menciona que sus voces fueron silenciadas por la violencia impuesta por los conquistadores. Refiere que la poesía indígena había sido mal traducida al español y que, en su mayoría, se había perdido. Por su parte, Mencos Franco, en el primero de la serie de artículos titulados “Literatura guatemalteca”, inicia con su definición, como “el conjunto de obras escritas en castellano o en idiomas indígenas” (p. 417). Esta definición


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será fundamental en la identidad literaria porque es incluyente: abarca las esferas del mundo ladino y del mundo indígena, cada esfera valiéndose de su propia lengua o lenguas. Además, Mencos deja claro que en artículos de su autoría, anteriormente publicados en otros medios escritos a los que no hace referencia directa, había defendido la postura de que Guatemala sí tiene literatura propia, y que la misma comprende tres períodos: el precolombino, el de la colonia y el actual. Agrega que Guatemala ha contado con escritores que han obtenido fama a nivel internacional, pero considera que está abierta la pregunta sobre cuáles son los autores de la época de la dominación española. Efectivamente, Mencos Franco se dedica a buscar la vena literaria guatemalteca en el resto de sus artículos, los cuales constituyen una de las primeras reflexiones sobre la literatura colonial, y mejor aún, un canon colonial guatemalteco. El método de trabajo de Mencos Franco, en sus artículos, no es cronológico sino que se basa en “las inspiraciones del momento”. Su selección de autores incluye a fray Francisco Ximénez, Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, fray Antonio Remesal, fray Francisco Vásquez y Bernal Díaz del Castillo. De todos estos autores escribe una breve reseña biográfica y menciona sus obras con una crítica sucinta que contiene puntos positivos y negativos de las obras. Además, ubica a cada autor en su contexto histórico y, en algunos casos, inserta ejemplos de escritura. Otro ejemplo en La Revista sobre la conformación de la identidad de los guatemaltecos a través de su literatura son los relatos titulados “Tradiciones guatemaltecas”, escritos por Manuel Diéguez. Estos relatos basados en pasajes de la vida de personajes históricos, mayoritariamente de la época colonial, contienen tradiciones y creencias de los guatemaltecos de entonces, y están salpicados de humor, algunos con elementos de espantos y aparecidos propios de la idiosincrasia del guatemalteco. Una muestra de los personajes que transitan estas tradiciones son los siguientes: Charles Étienne Brasseur de Bourbourg, fray Antonio de Liendo y Goichea y José de Flores. En cuanto al drama nacional, existe un artículo titulado “El teatro en Guatemala” firmado por A.B., donde hace un breve recorrido del tema, desde


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el tiempo de la colonia hasta finales del siglo XIX. El autor hace referencia a los distintos teatros que hubo en el país: desde teatros móviles hechos de madera, pasando por teatros improvisados en casas, hasta las construcciones propiamente diseñadas para teatro. También menciona a actores y actrices nacionales, y algunas obras que fueron montadas. Es interesante el humor que utiliza el autor para hacer referencia al pueblo guatemalteco, que como en otras partes del mundo, consideró al teatro como una puesta en escena contraria a la moral. El último fragmento de este pequeño ensayo es valioso en cuanto que directamente menciona el estado del drama en el país, y finaliza lanzando una exhortación para que se desarrolle más este género. Pero por encima de todo, es en las páginas de La Revista en donde se encuentra el testigo del primer gran proyecto de los académicos titulado Biografías de literatos nacionales (1889), el cual fue concebido en un inicio para conmemorar el primer aniversario de fundación de la AGL, proyecto que buscaba rescatar el pasado literario guatemalteco (“Proyecto”, pp. 181-184). La metodología de trabajo de las biografías se concentró en la vida de los autores, seguida de un juicio crítico de sus obras. Según el plan de trabajo, cada académico debía trabajar a un autor y sus obras. La introducción estuvo a cargo de Agustín Gómez Carrillo. Los autores que formaron parte del canon son: Rafael García Goyena, trabajado por Antonio Batres Jáuregui; Ignacio Gómez a cargo de Antonio Valenzuela; Manuel Diéguez, por Ramón Rosa; José Batres, por Fernando Cruz; Juan Diéguez Olaverri, estudiado por Salvador Falla; y Alejandro Marure, por Antonio Machado. Terminaremos esta primera cartografía de La Revista mencionado brevemente que los académicos también proyectaron trabajar en otros volúmenes de biografías; sin embargo, para el presente trabajo únicamente pudimos localizar el volumen número 1, cuya edición estuvo patrocinada por Ramón Rosa. Pero el deseo de los académicos de continuar con un tributo de afecto a la memoria de los escritores guatemaltecos, con el fin de que sus trabajos perduraran, los llevó a concebir un segundo volumen, al cual no se ha tenido acceso. La información más completa sobre el mismo se encuentra siempre en La Revista, en el acta de la junta celebrada el 29 de agosto de 1889


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(“La sesión”, pp. 49-51), en la que los académicos se dividieron los autores a trabajar para el nuevo volumen; y lo más interesante es que dieron las claves que utilizaron para seleccionar a cada autor, para así dar continuidad al canon del volumen 1. La distribución de elaboración de biografías y crítica literaria de las obras, fue igual. Algunos autores seleccionados, catalogados por los académicos como “próceres de nuestras letras”, son los siguientes: Antonio José de Irisarri, Manuel Ramírez, Pedro Molina, el padre Goicoechea, Juan José de Aycinena, José Antonio Ortiz Urruela, Mariano Gálvez, José Milla y Vidaurre y José Cecilio del Valle. Estos autores debían ser estudiados con su “exacto colorido” y conservados con “verdadero aprecio en la galería que tánto ha de honrar a la patria”, no importando sus creencias políticas; de manera que “el conservador Irisarri y el liberal Molina reciben respectivamente los honores que deben adjudicárseles como hombres de letras, por más que en bandos opuestos hayan militado” (p. 50). Como ya referimos, esa misma acta es fundamental en el sentido de que en ella se indican los criterios de selección que los académicos tomaron en cuenta para incluir a cada autor en el canon que crearon. Por ejemplo: El Dr. D. Pedro Molina, médico sabio y literato de nota, tiene indiscutible derecho de figurar en la galería que la justicia reserva á los hombres de talla. El Dr. Liendo y Goicoechea, de erudición asombrosa, de conversación instructiva y chispeante, de un ingenio agudo y de ideas avanzadas para su época, fue un meteoro que lució cátedra y en los claustros, cuando ya descendía á su ocaso el astro del gobierno colonial […]. El Dr. D. Juan José de Aycinena, ilustrado guatemalteco y cariñoso amigo de la juventud, se distinguió por sus triunfos en varios ramos del saber, y sería una ingratitud flagrante omitir su figura entre las de los hombres acreedores á la pública consideración. (p. 51) Y para concluir queremos resaltar una vez más la importancia de La Revista no solo como un dispositivo legitimador de la participación de los primeros académicos en un foro público fundamental en la construcción de


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la guatemalidad lingüística y literaria, sino también porque es un testigo del sentimiento patriótico de los primeros académicos de la AGL. Es innegable que estas personas de letras dejaron su huella en el campo de las ideas y en el pensamiento de la época, con un alcance que se proyecta hasta nuestros días. Es por ello que consideramos la necesidad de digitalizar y difundir dicho órgano, ya que su legado es, por hoy, un punto de partida que ofrece la posibilidad de un abordaje de estudio desde múltiples perspectivas.

De izquierda a derecha: P. Eduardo Valdés Barría, S. J., Dra. Lucrecia Méndez de Penedo, P. Rolando Alvarado, S. J., Francisco Albizúrez Palma y Mgtr. María Eugenia DelCarmen


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Referencias A.B. (16 de febrero de 1889). Reminiscencias. La Revista, (18), 317-319. _____. (16 de enero de 1889). El teatro en Guatemala. La Revista (17), 306. _____. (16 de mayo de 1890). Literatura nacional. La Revista (1), 298-299. Academia Guatemalteca. (26 de abril de 1888). El Guatemalteco, 410. _____. (17 de marzo de 1888). Diario de Centro América, 1. _____. (1889). Biografías de literatos nacionales. Guatemala: Estab. Tip. La Unión. Artes, ciencias y letras nacionales. (20 de octubre de 1888). Diario de Centro América, 1. Batres Jáuregui, A. (1 de mayo de 1888). Prólogo de la Colección de voces. La Revista, (1), 30. _____. (1888-1890). Colección de voces y locuciones viciosas y provincialismos que se usan en Guatemala, escrita por orden alfabético por Antonio Batres Jáuregui. La Revista. _____. (1892). Vicios del lenguaje y provincialismos de Guatemala; estudio filológico. Guatemala: Tipografía Nacional. Circular á los directores de establecimientos de enseñanza, sobre el uso de la ortografía. (20 de julio de 1889). El Guatemalteco, 656. Comunicación del Excmo. Señor Núñez de Arce. (1 de julio de 1890). La Revista, III(4), 325. Comunicaciones recibidas por la Academia Guatemalteca. (16 de julio de 1890). La Revista, III(3), 361-362.


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Declara como texto oficial en los institutos i escuelas de la República una obra del Señor Cabral. (12 de septiembre de 1885). El Guatemalteco, 146. Diéguez, M. (1888-1889). Tradiciones guatemaltecas. La Revista. Disposición referente á un texto de gramática castellana. (20 de julio de 1873). El Guatemalteco, 2. El Siglo Futuro: Diario Católico. (23 de abril de 1888). XIV(3938), 4. Estatutos de la Academia Correspondiente de Guatemala. (16 de mayo de 1888). La Revista, (2), 17-19. Guitarte, G. y Torres Quintero, R. (1974). Linguistic Correctness and The Role of the Academies in Latin America. Advances in language planning. Ed. J. Fisherman. The Hague: Mouton. La Monarquía: Diario Liberal Conservador. (1888). II(192), 2. La Revista. (5 de mayo de 1888). Diario de Centro América, 2. La Revista. (2 de agosto de 1888). Diario de Centro América, 5. La Revista, su pasado y su porvenir. (16 de mayo de 1890). La Revista, III(1), 297. La sesión de la Academia del 29 de agosto de 1889 y la continuación de las biografías de literatos nacionales. (16 de septiembre de 1889). La Revista, II(4), 49-51. Mencos Franco, A. (18 de junio de 1888). Literatura guatemalteca: artículo I. La Revista, (24), 416-417. Movimiento literario en el país. (8 de octubre de 1888). Diario de Centro América, 1.


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Organización y tareas de la Academia Guatemalteca. (1 de mayo de 1888). La Revista, (1), 3. Pompo, R. (1938). Junta Inaugural del 6 de agosto de 1884. Reseña del secretario Don Rafael Pombo. Anuario de la Academia Colombiana de la Lengua (1874-1910), 2(1), 50-53. Prospecto. (1 de mayo de 1888). La Revista, (1), 1. Proyecto relativo á la publicación de biografías de literatos guatemaltecos y juicios críticos de sus obras. (16 de octubre de 1888). La Revista, (12), 181-184. Real Academia Española. (1873). Academias americanas correspondientes de la española. Memorias de la Academia Española. Madrid, España: Imprenta y estereotipia de M. Rivadeneyra. Rosa, R. (1 de septiembre de 1888). Discurso del señor Rosa. La Revista, (9), 129-140. Se aprueban los 12 artículos de que se componen unos estatutos. (28 de abril de 1888). El Guatemalteco, 410. Secretaría de Instrucción Pública. (8 de septiembre de 1892). El Guatemalteco, 412. Tareas de la Academia. (16 de mayo de 1888). La Revista, (2), 17.



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La Facultad de Humanidades de la USAC: memoria de los años sesenta y setenta Dr. Dante Liano*

Plausiblemente, puedo imaginar que al doctor Francisco Albizúrez Palma no le disgustaría que yo escribiese un texto literario, en lugar de uno académico, para recordarlo. O, sin las ambiciones de un texto literario, un testimonio, una conversación, una suerte de nostalgia compartida. “¡Ah!”, exclamaría el doctor Francisco Albizúrez Palma, “¡una enumeración trimembre!”. Le gustaban ese tipo de intercalados académicos en medio de una charla intrascendente. Entré a la Universidad de San Carlos (USAC) y fui destinado, como mis compañeros, a una sección preparatoria que se llamaba Estudios Generales, o Básicos. A imitación de las universidades norteamericanas, se impartían conocimientos fundamentales para materias como Filosofía, Cultura, Biología, Matemáticas y Lenguaje. Los profesores universitarios juzgaban como insuficiente la preparación que los muchachos recibían en la escuela secundaria. Esa misma soberbia la he hallado en otros países, en otras épocas. Los Estudios Generales o Básicos tronaron porque eran como una dentadura postiza en boca prestada. Quizá funcionaban en los Estados Unidos, pero en Guatemala, con una guerra interna ya en curso, convulsionada por manifestaciones violentas y sometida a una dictadura militar de una ferocidad que hacía parecer a los nazis como los Caballeros de la Mesa Redonda, el deseo de crear ese espacio de campus inmaculado y aséptico, en donde se *

Director de la cátedra de Lengua y Literatura Española e Hispanoamericana de la Università Cattolica del Sacro Cuore di Milano. Director de los cursos de doctorado de la Facoltà di Scienze Linguistiche de esa universidad. Presidente de la Asociación de Hispanoamericanistas Italianos (AISI). Miembro fundador de Redisca. Director de la revista Centroamericana.


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aprendía que si A es igual a B y B es igual a C entonces A es igual a C y que eso era la filosofía, era una tontería mayúscula. Debo confesar que antes que los Estudios Generales tronaran, troné yo. Había entrado alegremente a la USAC y me estrellé sonoramente con materias hostiles. Mis bestias negras eran Matemáticas y Biología. Recuerdo que estudiábamos en grupo y que, en los ensayos que hacíamos antes de los exámenes, yo lograba demostrar las arduas ecuaciones del profesor de Matemáticas. Mi problema era que, delante de la hoja de evaluación, la mente se me ponía en blanco. Pasaba uno de mis viejos maestros de la secundaria, que era auxiliar en la universidad, me quitaba la prueba, lo examinaba y meneaba la cabeza como un buey sacudiéndose las moscas de la desaprobación. Eso me hundía en una ciénaga de desconcierto y perdía los exámenes uno detrás de otro. Por suerte, en Básicos había un sistema por el cual la nota era única: se sumaban todas, se sacaba un promedio y con ese número, superior a 50, uno pasaba el año. Entonces, yo traté de acumular puntos en mis materias favoritas: Lenguaje, Cultura y Filosofía, y con eso superé el curso. La catástrofe vino por una fantasiosa idea que nos vendió un amigo. En la época de vacaciones había cursos veloces para recuperar las materias perdidas. Ese amigo nos convenció, a mí y a José René Argueta, de que, para avanzar un año, lo mejor era meterse en el curso de recuperación de Matemáticas. La aplicación de la fulminante idea me pulverizó el cerebro. Terminé en cama, delirando, mientras el sabio doctor Baldizón me suministraba lentas gotas de bromuro y me daba suaves consejos sobre la vida que yo no había vivido por andar estudiando. Ya no hay médicos así. La consulta con el Dr. Baldizón, en su casona de la avenida Bolívar, duraba al menos una hora. Y el que llegaba enfermo salía sano, solo de conversar largamente sobre el universo, mientras el doctor auscultaba, carraspeaba, hacía toc, toc, toc, en la panza, en la espalda, en la cabeza. En simultaneo, mi amigo José René, que me llevaba a la universidad en un viejo automóvil denominado “El Catafalco”, cayó aniquilado de amores por una chinita que no le correspondía. Si yo me volví loco por exceso de


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matemáticas, él se volvió loco por exceso de ojos almendrados. Frecuentaba abominables restaurantes chinos como quien va al Maxim’s, compraba profundos y repelentes perfumes chinos, y lo peor, nos propinaba ácidos agridulces chinos, que él consideraba exquisitos, mientras nosotros los escupíamos en la basura. La chinita nunca lo quiso y él, decepcionado de la vida, decidió, con insobornable lógica, no volver a la universidad. Una tarde declaró su renuncia a los estudios. Puesto que éramos compinches de aventuras, lo amenacé: “Pues si usted se sale de la U, me salgo yo”. “Sálgase, entonces”. Llevamos el desafío a sus extremos. Él me llevó en El Catafalco a la universidad y, delante de la Rectoría me conminó: “Bájese y vaya a clases. Yo me regreso a la casa”. Yo lo reté: “Si usted se regresa, me regreso yo también”. “Entonces, regresémonos”. Y, vencido el uno por la necedad del otro, nos regresamos a tomar café con pan, mientras al son de la guitarra cantábamos boleros y baladas. Con eso le dimos la espalda a la universidad. Por un año, no volvimos a poner pie en la San Carlos. En esas estábamos cuando se acabaron los Estudios Básicos. Huelgas, manifestaciones y violentas protestas estudiantiles hicieron reflexionar al Consejo Superior Universitario y toda la armazón positivista que habían construido se vino abajo. Ahora, cada quien podía ingresar en la facultad que quisiera. Al ver la noticia, y en vista del patatús que había tenido, mis padres, que me querían arquitecto, me dijeron: “Estudiá letras, si querés”. Mi padre me advirtió: “¡Con la gramática no se come!”. La Facultad de Humanidades se llenó de jóvenes. Los viejos maestros se quedaron asombrados de la invasión, pues esa facultad era el refugio de reposados profesores de secundaria que por años y años dormitaban en sus aulas y se graduaban sin muchas ganas, pues el título era una especie de adorno. De todos modos, luego de tanto sacrificio, iban a regresar a sus alborotadas cátedras. Me parece que la mayor parte de los nuevos alumnos se fueron para Letras y Psicología. En las aulas de Letras uno podía encontrar a Tono Mosquera, Ana María de Quezada, Lucrecia Méndez de Penedo, Carlos Obregón, Roberto


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Peña, a Francisco Sagone y a su admirable novia alemana Chrystel. Un año más tarde entrarían Quique Noriega y Luis Eduardo Rivera, y en la oscura sede de la Asociación de Estudiantes andaba Guayo Sacayón. Fue aquí, en Letras, en donde me reconcilié con la universidad. Y uno de los motivos de la reconciliación fue el encuentro con el doctor Francisco Albizúrez Palma. ¿Cuántos años tenía el doctor Albizúrez? Seguro que no muchos más que los nuestros. Pero uno ve a los profesores siempre más viejos de lo que son. La memoria, que sé mentirosa, inscribe como primer recuerdo una tarde de sol oblicuo, como solo hay en las montañas de Guatemala. (Estudiábamos en el turno vespertino, porque todos trabajábamos ya, y era un buen esfuerzo viajar hasta la periferia de la ciudad para sacar la carrera. La ventaja era que, libre de edificios, desde las aulas o los corredores uno veía estallar crepúsculos en llamas, con celajes de cielo terso y vibrante, rayazos de naranja, que se iban tornando rojos, y luego violetas, y luego el azul nocturno límpido, con los volcanes que se fundían en esa lava de luz). La memoria, entonces, miente y miente de esta manera. Llegamos a clase a las cinco y media de la tarde, con el suéter (que servirá para la salida) enrollado en la cintura, como entonces se usaba, y en la cátedra está el doctor Albizúrez, que nos enseña Literatura Universal. El doctor Albizúrez es alto, no demasiado, pero sí más que el promedio de estudiantes chaparros. Su pelo es notoriamente rizado, ya medio canoso, lo que se diría sal y pimienta. Tiene un rostro ancho, sólidas mandíbulas, boca grande con dientes de mazorca y anteojos cuadrados, quizá de carey, como era la moda. No usa corbata, al contrario de la mayoría de sus colegas, y esa informalidad sorprende y agrada. También es informal en su trato. La lección no es magistral, sino que se asemeja a una conversación, en la que va hilando sus conocimientos y sus anécdotas. Acaba de empezar la clase cuando entra una hermosa compañera, que pocos meses después hará perder la cabeza a otro profesor. Nuestras compañeras eran de nuestra edad, recién salidas del colegio, modosas, y abastecidas, la mayoría, de novios estudiantes de ingeniería, abogacía, medicina, carreras que sí sirven y no estas humanidades de mujeres o amujerados. En cambio, la compañera que había interrumpido al doctor Albizúrez era una mujer que cuando entraba a clase,


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un estremecimiento hacía vibrar todo el salón. Temblaban hasta los pupitres vacíos. El doctor Albizúrez la dejó entrar, la siguió con la vista, y cuando se sentó en el pupitre al lado de un apuesto compañero, le dijo: “Usted, señorita, no vino ayer”. ¡Ah, el arte de decir sin decir! El doctor Albizúrez era un profesor anómalo. En lugar de cátedras engoladas en donde él fuera el centro de la lección, sugería lecturas que se convertían en lecturas definitivas para la formación de los futuros literatos. No ostentaba erudición. Sabíamos que leía todo, que sabía mucho, pero no nos hacía pesar esa ventaja. Al contrario, tenía la mejor virtud de un maestro: nos arrastraba a leer. Recuerdo tres obras capitales que, en mi ignorancia, no conocía, y cuya impronta debo al Dr. Albizúrez: Madame Bovary, Germinal, Manhattan Transfer. Tengo que decir que las dos primeras me fueron de gran utilidad para superar las clases de francés de la parisina y minuta Madame Valladares, otra maestra insustituible. En Humanidades reencontré al doctor Aguado a quien había dejado en Básicos tratando de hacer hablar castizo a un circo ecuestre. Como en Básicos, cada hora de clase era un espectáculo. Caminaba de un lado a otro del aula, dando largas zancadas, los ojillos encendidos de eros académico, como un fauno al que hubiesen prendido fuego en la cola, alzando o bajando el tono de la voz según conviniera, mientras, con un dedito índice enhiesto en modo equívoco, explicaba la controversial historia de Joseph Bédier y sus teorías sobre el origen de la Chanson de Roland. Creo. O cuando citaba a su maestro Karl Vossler (¡Karl Foslaa!), del cual nunca había escuchado una sola clase, pero a quien consideraba maestro porque le hablaba desde los libros. Aguado era un académico al estilo europeo: estaba suscrito a las mejores revistas de las universidades españolas y norteamericanas, y se mantenía informado sobre los últimos descubrimientos de la filología. Su escuela era la estilística y de allí no lo sacaba nadie. Años después, yo iba a descubrir que existían muchas otras escuelas, y mucho más afines a mi modo de ver la vida que la estreñida corriente de los hermanos Alonso.


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Con el doctor Albizúrez la relación era completamente diferente. Como se sabía que yo publicaba cuentos, se interesaba por eso, los leía y me daba sus opiniones. Otros aspirantes a escritores llegaban a la Facultad de Humanidades y Albizúrez los recibía en su cubículo (nombre carcelario que recibían los despachos de los profesores). Venía Méndez Vides, recién descubierto, quizá en un concurso, por Margarita Carrera, quien le atribuía cualidades geniales. Méndez Vides estudiaba Ingeniería, y antigüeño socarrón, se burlaba de los académicos. Era espigado, seco y tenía un raro color pálido, como si comiera solo membrillos. Nos dedicó un cuento: “Escritores famosos y otros desgraciados”, en donde los famosos eran famosos, y los desgraciados, nosotros. También llegaba Franz Galich, que estaba inscrito en Agronomía. Franz era bronco, rudo, cimarrón, como para ocultar la sensibilidad que lo desbordaba. Parecía que hubiera dejado el caballo amarrado en la puerta de la facultad y aunque llevara botas limpias parecía siempre recién salido de un lodazal o de una riña. Para ser perfecto, le faltaba el octavo en una bolsa y la pistola en la otra. Se caía muy bien con Albizúrez, al que llamaba “don Panchisco”, un apodo mejor que el de Mario Roberto Morales, quien lo llamaba “Albispalmis”. El Departamento de Letras era una isla de la derecha universitaria dentro de un océano de izquierdistas. En esa época, el estatus mínimo al que podía aspirar un estudiante era el de “revolucionario”. Recuerdo la furia de Rolando Medina cuando supo que lo llamaban “socialdemócrata” porque había sido simpatizante de Manuel Colom Argueta. El decano era Guillermo Putzeys, un joven apuesto, alto, bien vestido, de buena familia. Parecía un galán del cine mexicano de los años 40. Hábil político, lograba derrotar siempre a los de izquierda, fueran del Partido o fueran de las organizaciones revolucionarias que ya comenzaban a perfilarse. Don Francisco Albizúrez Palma tenía fama de simpatías revolucionarias. Yo creo ahora, con los años, que su formación católica lo orientaba hacia una sensibilidad social que más tenía de solidario que de socialista. Había, en otros departamentos, profesores que venían de la Revolución del 44, y cuyo perfil era decididamente izquierdista. Albizúrez era moderadamente centrista.


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Su carácter bonachón, su gusto por los pequeños placeres de la vida (era el más formidable bebedor de whisky que he conocido y se moría por la paella de Altuna), y su apego a la familia lo hacían poco apto para la peligrosa vida política de la universidad. Por muchos motivos, Albizúrez fue el maestro de la generación de escritores a la que pertenezco. Una primera razón, bastante académica, era que no abrazaba ni la estilística de Aguado ni el amargo y glacial estructuralismo que tanto fascinaba a Ricardo Estrada. Doctor en Filología Hispánica por la Complutense, don Francisco Albizúrez prefería la profunda erudición no exhibida ni ostentada. Se notaban en su plática las vastas lecturas, la sólida formación, la curiosidad intelectual. Conversar con él significaba recibir orientaciones preciosas para quien quería formarse como escritor. Otra razón estaba en la sencillez de su trato. Mientras otros estaban en lo alto de la cátedra o se distraían con la carrera académica olvidando que el centro de su atención debería ser el estudiante, este no era el caso con Albizúrez. Todos sabíamos además que mantenía no solo a su núcleo familiar, sino también a su madre y que eso lo hacía correr de una universidad a otra para poder cubrir los gastos de ambas familias. En ese sentido, estaba muy cerca de nuestras realidades de clase media baja. Y quizá la razón más importante estaba en su aproximación a la literatura. Todos habíamos estudiado los desérticos libros del Dr. Aguado, de lectura obligatoria. Para un joven, la aplicación de la estilística a un soneto de Juan Ramón Jiménez, que daba como resultado un libro de más de cien páginas, era semejante a la operación de Amado Alonso a las primeras poesías de Neruda. Admirables análisis. Pero dejaban de lado la significación para exaltar la pura forma. Neruda comentó el texto de Alonso: “Es como observar a un individuo mientras hace la digestión”. Parecía, a nuestros ojos jóvenes, un ejercicio de esterilidad. Albizúrez, en cambio, seguía la escuela humanista, quizá anticuada, de la filología europea, que contemplaba no solo el texto, sino también las circunstancias del texto. Además, conocía personalmente a casi todos los


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escritores nacionales y se había formado en esa Facultad de Humanidades en donde había maestros como Flavio Herrera, cuyas lecciones eran legendarias. Contaba que una vez los estudiantes le llevaron a clase un burro para provocar su agudeza. Y Flavio no los defraudó, pues tomó sus libros y antes de abandonar el aula les dijo: “Hoy no hay clase, porque no imparto lecciones cuando hay un solo estudiante”. Aplausos. Quizá por su relación con el Gobierno de Árbenz, quizá por su amistad con Neruda, quizá por el Premio Lenin, Asturias era denostado por la mayoría de los profesores de Letras. Una leyenda negra se abatía sobre el futuro Premio Nobel. Sobre todo, con singular hipocresía, visto que muchos guatemaltecos beben hasta el infinito, se le achacaba su pasado de alcoholizado. La excepción era el doctor Albizúrez. Gran admirador de Asturias, le dedicó un volumen: Para comprender El Señor Presidente, cuyos objetivos didácticos no desmerecen su seriedad y su profundidad. Se trata de uno de los pocos libros de análisis de la obra asturiana producidos en Guatemala. Albizúrez llevó adelante una importante iniciativa, la fundación del “Instituto de Estudios de Literatura Nacional”. Al principio éramos tres investigadores, a título gratuito. El mismo Dr. Albizúrez, director, con Catalina Barrios y yo como investigadores. Poco duré en el cargo, pues me fui de Guatemala. Entre don Francisco y Catalina escribieron una obra indispensable, llena de minuciosas y útiles informaciones: Historia de la literatura guatemalteca, en tres volúmenes. Aún ahora, es un texto no superado y paso obligado para cualquier investigación sobre Guatemala. Albizúrez también publicó el Diccionario de escritores guatemaltecos, en donde encontraron cabida muchos de nuestros autores que, de otra manera, habrían caído en el olvido. Este lado académico de Albizúrez es digno de alabanza, pues revela una faceta de precisión filológica, de amor por su país, de pasión por nuestra literatura difícil de encontrar en otros críticos. Con los años, pasé de ser alumno a amigo. No era difícil serlo de este caballero de las letras, como alguien dijo, de gran bonhomía y altos ideales. Su generosidad me premió con juicios positivos sobre mi trabajo literario,


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que siempre agradeceré, sobre todo cuando me iniciaba en la difícil carrera de las letras. Esperaba mucho de nuestra generación, que contó con su apoyo constante. Fue amigo de Mario Roberto Morales, Martha Sánchez, Helen Umaña, Luis Eduardo Rivera, Catalina Barrios, Enrique Noriega, Fernando González Davison, Mario Alberto Carrera, y tantos otros a quienes estimuló y ayudó. Creo que, a fin de cuentas, no lo defraudamos. Su enseñanza de humanista profundo, de guatemalteco enraizado, de la idea de la literatura como una actividad que no ignora la dimensión enteramente humana fue sustantiva para todos nosotros.

De izquierda a derecha: Dra. Lucrecia Méndez de Penedo, P. Rolando Alvarado, S. J. y Francisco Albizúrez Palma



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Las mil y una alegrías de la literatura infantil y juvenil

Homenaje a mi maestro, el doctor Francisco Albizúrez Palma Mgtr. Gloria Hernández*1

La literatura es la vida. Y la vida es misterio y asombro. A lo largo de múltiples conversaciones con mi amado maestro, el doctor Francisco Albizúrez Palma, creo que la anterior deviene la lección más profunda que pudo transmitirme. Conocí al doctor en la década de los noventa. Y la amistad con su hija Mónica y su familia resultó gratamente enriquecedora. Sin embargo, no fue sino hasta que ambos nos registramos en el programa de la maestría en Literatura Hispanoamericana, él como maestro y yo como alumna, que nuestra relación se estrechó. Tuve el placer de llevarlo a la universidad por las tardes, en días de clase y, ahí, durante el trayecto en carro a través de la ciudad, nuestras conversaciones fructificaron en torno a diversos temas, casi todos emparentados con la literatura. Yo me iniciaba trabajando en editorial Norma, con la redacción de libros de texto para niños, en idioma español y lectura. Mi principal preocupación era apoyar la enseñanza de estas obras con pasajes literarios de calidad. Fue el doctor quien me sugirió la idea de escribir yo misma algunos de ellos ante la escasez de literatura infantil guatemalteca. Me recordó con mucho entusiasmo a los escritores de literatura infantil, surgidos en la Primavera Democrática del 44. Me mencionó el trabajo de algunos de sus amigos maestros con quienes compartió la escuela primaria, en el colegio Santa Cecilia. Se refirió con todo el amor y el aprecio por la labor que su esposa Martita realizaba con sus alumnos. Y de esa cuenta, cuando a veces, en la tarea de elaborar un nuevo libro de lectura, me sorprendía la *

Magíster en Literatura Hispanoamericana y licenciada en Letras, escritora, veintisiete obras publicadas que comprenden ensayo, poesía, cuento, teatro, novela y literatura infantil. Catedrática de Lenguaje, Literatura y Filosofía en la Facultad de Derecho de la Universidad de San Carlos de Guatemala.


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madrugada y no encontraba algún texto con un tema específico, recordaba a mi maestro y me ponía a jugar con las palabras hasta formar un pequeño poema o cuento. Con mucha sorpresa, descubrí que esos breves juguetes de palabras eran bien recibidos, primero por mi casa editora y luego por los niños que los leían. Incluso recibí un cheque por cincuenta dólares que me enviaban por concepto de derechos de autor, al publicar un cuento mío en un libro para niños en la República Dominicana. Considero que ese hecho me despertó la curiosidad sobre la literatura infantil y juvenil. Mi maestro se alegró conmigo y me sugirió leer a Rabindranath Tagore, el poeta bengalí, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1913. Su opinión en este aspecto, como en todos, devino esencial para la consideración del género de literatura infantil y de la niñez de una manera más consciente. Me hizo ver que no importa qué género se cultive, lo fundamental es el respeto por la creación, por el texto en sí, por lo que dice más allá de las palabras, de lo que revela entre líneas: nuestro caudal más profundo. Me enfatizó la importancia de explorar a fondo el género que se cultive; no para copiar un estilo o sus temas, sino para conocer lo que se ha escrito y cómo. Ahí empecé a leer a Michael Ende, a Montserrat del Amo, a Lewis Carroll, a Jordi Sierra y Fabra, entre otros. De Tagore leí sus cuentos y cuando me volví a encontrar con mi maestro, recitamos juntos la misma línea: “Si quisiera, el niño podría volar ahora mismo al cielo”. Más adelante, mi editora en editorial Norma, Geraldina Camargo me encargó la recopilación de textos de la tradición oral para la primera infancia: nanas, coplas, adivinanzas, trabalenguas y canciones. Esta tarea la realicé con la ayuda de mi mamá, mi primera maestra. Ella trabajó con niños pequeños y tiene una memoria prodigiosa, así que entre sus recuerdos y una investigación que realizamos juntas en el Cefol (Centro de Estudios Folclóricos de Guatemala), compusimos Triala, tri, la, la. Este pequeño libro tuvo mucho éxito entre las maestras de párvulos, los padres y los niños porque se adjuntaba un disco con canciones. Luego, nuevamente a sugerencia de la doctora Camargo, compilé algunos de mis cuentos ya publicados en diversos libros de texto, en forma de una obra literaria. Nació así, Lugar secreto. Casi sin proponérmelo, incursioné en uno de los géneros que considero más difícil de aprehender y dominar. Tuve la dicha de agradecer su idea, en persona, al


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doctor Albizúrez, sugerencia que germinó naturalmente en mi corazón. Así comencé a escribir literatura infantil, leyendo con atención a Rabindranath Tagore, Daniel Armas, Gabriela Mistral, Ricardo Estrada, Marilena López, Lewis Carroll y muchos otros, que a través de sus cuentos y poemas se posesionaran irremediablemente de mi imaginación. Sin embargo, creo que la historia había iniciado muchos años antes. Mi historia como escritora de literatura infantil. Mucho antes de que existiera la escritura en mi familia, ya se contaban historias. Es más, una de mis abuelas jamás conoció las letras, pero era capaz de hacerme reír, llorar y gozar con sus relatos de sobremesa o los que me contaba para hacerme dormir. Se replicó sabiamente, en mi círculo familiar más íntimo, el devenir de la humanidad. En un principio fue la palabra. Y la palabra maravillosa, combinada de manera genial con la esencia humana, fructificó en la oralidad. Crecí en la época de los ideales apasionados, las causas nobles y la fe en la utopía. Crecí al asombro de las historias de mi familia. A su sombra, también. Crecí con un libro entre las manos, divagando entre los prados de Alberti, conmoviéndome con las imágenes de Acuña, persiguiendo a las abejas de García Lorca y jugando naipes con los personajes de Lewis Carroll. Mis primeros libros reales, no los de texto, me los regaló mi papá cuando yo apenas comenzaba a leer y a escribir: Las mil y una noches, Alicia en el país de las maravillas y Don Quijote de la Mancha. Es decir que nací y crecí bajo el signo de la lectura, alternando realidad y fantasía. Acaso, aprendiendo a poner los pies sobre la tierra por medio de los mundos ficcionales que otros habían inventado para aquella niña que fui: casi, como hiciera Sancho durante su gobierno de la ínsula Barataria, a quien a menudo como una de las ironías más sutiles que leí en Don Quijote de la Mancha. Porque el nombre suena a insignificancia y a ganga. A algo de poca importancia. Y sin embargo, resulta el lugar en donde ocurre el episodio esencial, a mi juicio, de la famosa novela de Cervantes: el encuentro entre realidad y fantasía. Sancho Panza se toma tan en serio el nuevo cargo, que resuelve con sabiduría inesperada los problemas que se le presentan como gobernador. Es más, casi logra convencer al lector


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de que su mundo es real. A mi niña la convenció: hay valores que importan. Pero entonces, ¿dónde está la ironía? Barataria, así con su nombre devaluado, es el lugar privilegiado en donde vamos a encontrarnos, personajes y lectores, con el mundo real y con nosotros mismos. Si explotamos un poco más la metáfora, tendremos que ilustra, asimisma, el acto de leer. A través de los libros y de su lectura, penetramos espacios de ficción que, al plantearnos situaciones hipotéticas, nos ayudan a encontrar tantas respuestas como lectores haya. Si nos circunscribimos al contexto nacional, cuya principal riqueza es su gente, –su gente joven, además– la importancia de espacios como Barataria sobreviene de primer orden. Es decir, que en Guatemala, implantar el germen de la imaginación en la niñez y juventud resulta esencial para el futuro. Y una de las maneras más sencillas de hacerlo resulta en fomentar el gusto por la lectura. Únicamente la imaginación puede convertir niñez en adultos capaces de generar ideas nuevas, para no ser obsoletos como son muchos seres humanos hoy en día. Y así, prendida de las aventuras de don Quijote, de Alicia y de la voz sutil de Scherezada, vi transcurrir los instantes, los días y los años, y continué siendo un poco niña de corazón. A los primeros libros, les siguió Ojo mágico, una novela que me regaló la noción de que a los niños les gusta leer de manera natural. A lo largo de los años que tiene de publicación, me encuentro una y otra vez con niños de diferentes estratos socioeconómicos que vuelven a contarme la historia de Cecilia, una aprendiz de fotógrafa, de maneras insospechadas: pequeños ensayos, textos autobiográficos, dibujos, cartas, exposiciones de fotografía, representaciones teatrales y hasta canciones que tienen que ver con sus vidas y cómo las han relacionado con el argumento de la novela. Podrían fácilmente realizar su tarea, leer la obra y terminar con el trabajo de comprobación de lectura. No obstante, me escriben, me buscan, me invitan a compartir con ellos sus ideas sobre la vida, sus travesuras, los sueños, sus familias, lo que no les gusta del mundo a su corta edad y sus experiencias con amigos imaginarios; temas incluidos en Ojo mágico. El más entrañable de todos fue el experimento realizado con el instituto Federico Mora y una de sus maestras entusiastas. La aventura consistió en combinar la visita de la fotógrafa Sandra Sebastián, sobre cuya vida está inspirada la obra; la lectura y discusión de la historia; un


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concurso de fotografía bajo el lema “Lo que nadie quiere ver”; y un reportaje periodístico que incluyó, además de las fotos de los niños, sus puntos de vista sobre temas específicos. Quinientos seis niños y niñas nos recibieron a Sandra y a mí con sus libros en las manos, muchos aplausos y toda su alegría. Una experiencia para morirse de la felicidad. En aquel momento, pensé en mi maestro y le agradecí en mi corazón su invaluable regalo. La literatura infantil, entonces, posee un valor inestimable, pues ofrece a la imaginación de sus lectores nuevos paisajes a los cuales les sería difícil llegar por otras rutas y por sí mismos. Al imaginar cada uno de los paisajes, personajes y acciones de las obras, los autores de literatura infantil y juvenil no debemos perder de vista que estas creaciones ayudarán a estructurar los propios sueños y a interpretar las experiencias cotidianas de quienes leen. Inmediatamente después, publiqué nuevamente bajo el sello de Editorial Norma, una reinterpretación de las leyendas tradicionales de oralidad latinoamericana: Las leyendas de la Luna. Aquí, nuevamente recordé los consejos de mi maestro. Él solía comentar sobre la necesidad de incluir a las historias de la traducción popular en la formación de nuestra niñez. De esa cuenta, me di a la tarea de elaborar una lista de las leyendas locales que más me han gustado. Después de leerlas, me di cuenta de que no podía volver a escribirlas porque cualquier variante seguramente ya existiría en alguna parte. Así que reelaboré una por una y así resultaron “nuevas leyendas” que tienen que ver, por ejemplo, con el origen: “Leyenda del sombrero del Sombrerón” y “Leyenda del Cadejito”, entre otras. La narradora de esta obra es la Luna, quien da cuenta de mucha de la magia que sucede por las noches, sus habitantes, sus aromas, sus sonidos y sus hechizos. La recepción de este libro me sorprendió muchísimo porque además de ser bien recibida en el país, su venta ya abarca a todos los países de Centroamérica. Por su parte, dos colecciones que han tenido una difusión aceptable son las siete compilaciones de textos de la tradición oral y popular, editadas por la Tipografía Nacional para el Programa Nacional de Lectura; y las siete compilaciones de obras de teatro para niños de autores guatemaltecos, donde, además, se incluyen varias de mi autoría. Estos trabajos no son solo


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míos. Comparto este trabajo con mi amiga Frieda Morales Barco, la única especialista en literatura infantil y juvenil en Centroamérica. Ella posee un doctorado en el tema por la Universidad de Río Grande Do Sul, en Brasil, y actualmente realiza estudios posdoctorales en ese país. La experiencia del Programa Nacional de Lectura devino esencial. A pesar de que nuestras experiencias e investigaciones con Frieda colocaron en evidencia una enorme necesidad de aportar literatura a los programas nacionales de lectura, también nos confrontó con la cruda verdad de la falta de voluntad política para mejorar el nivel de educación y formación de la población joven de nuestro país. Durante más de dos años intentamos nuestro mejor esfuerzo, pero este resultó infructuoso para esos efectos. Paralelamente a estos sucesos, continué escribiendo. Publiqué un libro de poesía para niños pequeños, Festival, en cuya escritura encontré un inmenso deleite con cada juego de palabras, cada personaje y cada imagen. Su ilustradora, Jazmin Villagrán Miguel realizó una labor maravillosa en destacar mis poemas con sus trazos y sus colores. Uno más, Pájaroflor, narra la magia que habita entre los bosques. Junto con la acuarelista, Helen Scofield, destacamos el encanto de la naturaleza, en mi primer libro álbum. Después de los primeros veinte libros publicados, las historias y los proyectos teatrales y poéticos surgen de una parte en mí que no sé localizar. En este momento reviso una novela para jóvenes y escribo un libro de juguetes rimados sobre los dulces típicos de nuestra región, y otro tomo de leyendas, las del Sol. Ese lector niño o joven me seduce. Muchos mitos circulan desde siempre en nuestra región centroamericana con respecto a la literatura infantil y juvenil. Uno de ellos propone que se incursiona en este género porque no se pudo con la “otra literatura”. Escribir para niños deviene algo tan serio como escribir para un público de mayor edad. Y la estética formulada durante el siglo veinte en torno al tema no difiere en mucho de los postulados de autenticidad, libertad, pasión y compromiso con el arte de la literatura en general. Escribir un texto universal que alcance a todo tipo de lector, pero especialmente al más joven, plantea los mismos obstáculos


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y dificultades. La única división posible en la literatura es la de su pobreza o riqueza. Acaso, como conversábamos con el doctor Albizúrez, esta división va a ser determinante al encontrarse con un escritor joven, libre e impoluto, “difícil de engañar”, a decir de Cortázar. La literatura que alcanza el espíritu de niños y adultos por igual posee la cualidad de estar en transformación perenne. Porque ningún individuo es solo lo que parece ser y cada elemento existe sin fin y pasa de un estado a otro sin que la realidad tenga un asidero seguro en ese universo maravilloso de palabras. Como en el Quijote, como en El principito, como en las mil y una historias “salva-vida” de Scherezada. Mi maestro sonreía con las historias de infancia que yo le compartía. Disfrutaba la imagen sencilla de mi abuela al comentarnos la similitud entre el mundo y la vida con la poza quieta en un río. El agua era un espejo, pero al tirar una piedra en su centro, numerosas ondas concéntricas se sucedían con lentitud. Al contar estas pequeñas olas que se extendían sobre su superficie, la anciana de ojos amarillos nos hacía notar el efecto que tenían sobre todo lo demás: besaban al nenúfar, mojaban al junco de la orilla y mecían al barquito de papel. Objetos que se mantenían a su aire, en su paz o en su ensueño, eran reclamados a la vida de repente, obligados a reaccionar, a entrar en relación entre sí. Ella imaginaba otros movimientos invisibles en la profundidad del estanque, de los que removían algas, espantaban peces o hipnotizaban sapos. Cuando al fin la piedra tocaba el fondo, relataba la esencia, sublevaba el barro e impulsaba los objetos olvidados y enterrados por la arena. Y todo esto en un tiempo muy breve. Así es la vida, decía mi abuela. Así es la literatura, decía mi maestro. Exactamente así funcionan las historias y los versos, los trazos de una acuarela o las notas de una sinfonía: despiertan sentimientos y emociones, los provocan, los atraen. Mi maestro concluía entonces, “¿Sabe qué dice Nietzsche, Gloria?”. Y ante mi silencio, agregaba, “en cada hombre hay escondido un niño que quiere jugar”. La literatura infantil y juvenil se me ha metido en las venas: traviesa me recorre y me trae noticias de mí misma, libre y espontáneamente, en ondas concéntricas, similares a las de la poza en la historia de mi infancia. Y a la vez, me dedico a lanzar libros como piedras redondas y amorosas a las almas estanque de los niños, con la ilusión de provocar en ellos alguna ola. Confirmarles que la vida es bella a pesar de todo.


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En la guerra o en la paz. Entre el llanto o la risa. Cumpliendo nuestros sueños o soñándolos. Al oriente del país de la Lógica y un poco más al norte de la Metafísica, queda la Fantástica. Ese campo del espíritu que proponía Novalis. La entrada al paraíso. En ese lugar donde no hay tiempo ni dolor, habita para siempre mi maestro Albizúrez Palma. Hasta ahí le mando, con estas líneas, amor y gratitud.

P. Rolando Alvarado, S. J. y Francisco Albizúrez Palma en actividad de la Universidad Rafael Landívar.


II. COLABORACIONES



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Desentrañar las estrategias de uso, legitimación y construcción de la aparente neutralidad del discurso periodístico Ramiro Mac Donald*

Resumen El presente ensayo busca encontrar los principales entrecruces de ideas que surgen al analizar varias de las líneas temáticas del conocido investigador Teun A. van Dijk, uno de los fundadores del análisis crítico del discurso (ACD), con el acucioso pensamiento sintetizador de las profesoras e investigadoras españolas Helena Calsamiglia y Amparo Tusón, expuestas en el revelador libro Las cosas del decir. Manual de análisis del discurso (1999). Se busca encontrar algunos puntos de coincidencia entre ambas fuentes intelectuales, que permitan demostrar la importancia de una exploración – aunque sea panorámica– de los numerosos aspectos temáticos que pueden ser tratados desde una perspectiva pragmática, sociolingüística y textual de la comunicación. Además, se busca desentrañar las estrategias de uso, legitimación y de construcción del discurso periodístico, que busca (desde siempre) parecer transparente, veraz y objetivo, como fórmula de aceptación por parte del lector, porque sabe que al dominar las estructuras discursivas, se logra mantener la desigualdad y limitar la libertad. *

Licenciado en Ciencias de la Comunicación y magíster en Comunicación para el Desarrollo, por la Universidad de San Carlos de Guatemala. Candidato a doctor en Comunicación Social en la Universidad de las Artes, las Ciencias y la Comunicación (UNIACC) en Santiago de Chile. Con más de diez años de experiencia en impartir cátedras en distintos cursos de semiótica y teorías de la comunicación, se desempeña como docente académico del Departamento de Ciencias de la Comunicación, en la Facultad de Humanidades de la Universidad Rafael Landívar. Es cofundador y actual presidente del Círculo Guatemalteco de Estudios Semióticos (CGES).


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Palabras clave: análisis crítico del discurso, estrategias discursivas, discurso periodístico, neutralidad periodística. 1. La persona en el discurso “El lenguaje disfraza el pensamiento. Y de tal modo que por la forma externa del vestido no es posible concluir acerca de la forma del pensamiento disfrazado; porque la forma externa del vestido está construida con un fin completamente distinto que el de permitir reconocer la forma del cuerpo” Ludwig Wittgenstein Tractatus logico-philoshophicos (p. 69)

Calsamiglia y Tusón (1999, p. 123) señalan claramente que “en la teoría gramatical, el estudio de los protagonistas de la enunciación no es pertinente, porque se toma como objeto de análisis la oración –enunciado virtual modélico– independiente de su contexto de producción e interpretación”. Sin embargo, las autoras consideran necesario que (en cualquier ejercicio discursivo) se debe tener en cuenta quien habla y a quién va dirigido el mensaje. Estos elementos son importantes para intentar una posible etnografía de la comunicación periodística, porque puede constituirse en una interpretación de lo que los periodistas dicen que hacen y lo que realmente terminan haciendo. En este ensayo, interesa conocer quién es el que produce el discurso periodístico y cómo lo hace. Se indagará, entonces, en la persona productora del discurso para intentar descubrir sus estrategias discursivas. Porque, como remarca Martini: “en el nivel del discurso (periodístico), se articulan las categorías del enunciador, que da cuenta del relato informativo; el enunciado, el mensaje; y el enunciatario, destinatario del mensaje” (2000, p. 104)1. 1

Las palabras en negrilla son responsabilidad del autor de este ensayo, y sirve para recalcar la idea de impresión del sello de objetividad e impersonalidad al texto periodístico, en palabras de uno de sus máximos exponentes teóricos.


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Según Calsamiglia y Tusón (1999), todo enunciado tuvo un origen en alguien y va dirigido a alguien, por lo que sugieren no borrar a lo hablantes o considerarlos como una entidad hipotética. Las autoras recuerdan, para este fin analítico, a los pilares clásicos del estudio y análisis del uso de la lengua (Voloshinov/Bajtin, Bally, Bühler y Jakobson) en el siglo pasado. De los primeros, rescatan el carácter dialógico del lenguaje, concebido como un intercambio entre hablantes, “tanto en la modalidad oral como escrita, tanto si el discurso toma la forma de monólogo como de diálogo” (1999, p. 124). Este espacio dialógico, dicen, se concreta en la enunciación. Y recordando a Voloshinov, en el primer tercio del siglo XX, citan un soberbio y revelador párrafo, así: La palabra representa un acto bilateral. Se determina en la misma medida por aquel a quien pertenece y por a quien, está destinada. En cuanto palabra, aparece precisamente como producto de las interrelaciones del hablante y el oyente. Toda palabra expresa a una persona en relación a con la otra. En la palabra me doy a mi mismo desde e punto de vista del otro, a fin de cuentas desde el punto de vista de mi colectividad. La palabra es el puente construido entre yo y el otro. Si en un extremo el puente está apoyado en mi, el otro se apoya en mi interlocutor (citado por Calsamiglia y Tusón, 1999, p. 124) Tratando de interpelar a este pensador ruso, la palabra contemporánea de hoy, transmitida y publicada en los medios masivos de información, se evidencia convertida en imágenes y textos electrónicos que viajan por internet. Esta palabra –se reitera– debe ser considerada como el producto de las vitales interrelaciones (emisor/receptor; fuente/destino; destinador/destinatario) que prevalecen en el propio contexto de la comunicación masiva. Voloshinov recuerda que el hablante “se da” desde el punto de vista de su colectividad, representando a ese grupo social del que proviene y del cual es representante. Y, por medio de la transmisión/recepción de mensajes, se construye un puente, que una parte se apoya en el “enunciador” y la otra en el “enunciatario”, según los conceptos de Benveniste.


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Por lo tanto, en la enunciación, se concreta el espacio del diálogo entre uno y otro participante del proceso. En una realización individual se puede definir que la enunciación se da como un proceso de apropiación, por medio de indicios específicos y procedimientos accesorios (Calsamiglia y Tusón, 1999). La teoría de la enunciación será, entonces, la base que permitirá a lingüistas de diversos países y durante varias épocas, descubrir que hay trazas lingüísticas como marcas o marcadores, índices o indicadores, indicios o pistas, que son colocadas por el enunciador para que sean interpretadas por el enunciatario. Las lingüistas españolas hacen referencia a los valiosos aportes del interaccionismo simbólico y a la microsociología, para entender más adecuadamente a los sujetos del discurso. Y estas ideas se combinan con las del lingüista Hymes (1972) para encontrar “los análisis en las integraciones humanas cotidianas y no en las grandes estructuras sociales” (Calsamiglia y Tusón, 1999, p. 135). Es a partir de esta corriente sociológica donde se postula la idea de que existe la dualidad hablante-oyente, coprotagonistas de la interacción comunicativa y se puede dar cuenta que cualquier acto dialógico puede variar, tomando en cuenta la forma y el papel comunicativo de cada participante: La idea del sujeto social que presenta una imagen pública según la situación, la representación de la persona, la consideración de la interacción como una escena en la que se actúa y la noción etológica de territorio asociado con cada sujeto en su relación con los otros, son ideas aportadas por Goffman, para comprender el comportamiento interactivo entendido como un ritual social. (Calsamiglia y Tusón, 1999, p. 135) Es decir, también hay que estudiar al hombre como cualquier otro animal: en su comportamiento social, costumbres y conductas, porque tiene instintos todavía primitivos, como la agresividad y, entre otros intereses, la comunicación forma parte esencial de su vida. Esos estudios científicos asociados al sujeto hablante, se pueden enfocar desde la sociología de la determinación, para encontrar los atributos que le proporcionan identidad a cada sujeto. Hay factores como edad, sexo, origen geográfico y étnico, nivel de


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instrucción, medio socioeconómico, repertorio verbal, entorno sociocultural y estatus social que definen el perfil de cada uno, en el acto de hablar y el lugar que ocupa respecto a los demás. Estos factores son cambiantes y forman lo que se denomina la imagen pública determinada. En torno a estas ideas se han desarrollado los estudios sobre la cortesía, columnas de la pragmática contemporánea, y para el efecto habrá que rendir tributo, por sus invaluables aportes. a quienes construyeron teóricamente este campo. Charaudeu, con su visión semiótico-discursiva es citado por las autoras para permitir encontrar “el estatuto del sujeto del discurso, como la integración de lo que analíticamente desdobla en sujeto psicosocial y en sujeto lingüístico. Ambos son indispensables para comprender el contrato comunicativo entre interlocutores. Para este autor, lo psicosocial y lo lingüístico funcionan conjuntamente en la construcción del sentido en el discurso” (Calsamiglia y Tusón, 1999, p. 126). Y todos son herederos de los estudios de modalización, que ponen de manifiesto esa posibilidad que tiene el hablante, esa eventualidad de introducir sus propia actitudes y perspectivas en el enunciado, tanto intelectual como emocionalmente. Al filósofo y teórico literario ruso Mijail Bajtin “se le debe el concepto de heteroglosia, para indicar la posibilidad de que en la enunciación se pueda activar varias voces y no solo una, como se ha considerado tradicionalmente” (Calsamiglia y Tusón, 1999, p. 130). En tanto que el lingüista francés Oswald Ducrot, según las mismas autoras, desarrolla esa idea de polifonía (propuesta por Bajtin), abundando en elementos para la comprensión del desdoblamiento del sujeto, por un lado, y la evocación del discurso ajeno por el otro. De esta forma se reconoce el papel que juega la intertextualidad en la actividad discursiva, que permite contacto entre disertaciones, como una de las características dialógicas del lenguaje. Hoy por hoy se vive un mundo interdiscursivo, producto de un universo hipercomunicado. Esos son los apoyos teóricos de los verdaderos protagonistas de la enunciación, como se apoya teóricamente este ensayo, en las autoras de Las cosas del decir. Con estas teorías se dirige tras las pistas y las huellas del


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“enunciador”, buscando sus estrategias como hablante, como productor, como emisor, como destinador (como se le denomine) al momento de emprender su actividad, sea verbal o escrita. Y es que el “sistema lingüístico permite a partir del sistema léxico y del sistema deíctico referidos a personas, que los hablantes pongan en juego sus formas de presentación de sí mismos y de relación con los demás” (Calsamiglia y Tusón, 1999, p. 126). Ese “enunciador” es a quien este trabajo le interesa mostrar –o develar– públicamente, como autor de la enunciación. Es él, el productor del discurso (periodístico) y según van Dijk “la producción del discurso no es solo la expresión y la comunicación de modelos u opiniones individuales. Más bien, cada hablante se encuentra sumido en la acción social y, en consecuencia, habla como un miembro grupal” (van Dijk, 1990, p. 156) Es decir, se debe entender como un representante de su grupo profesional: los miembros de lo que se denomina “la prensa”, como uno de los sectores más relevantes de la sociedad mediática contemporánea. 1.1. CUANDO LOS MARCADORES ESTÁN AUSENTES. Según Calsamiglia y Tusón (1999), hay textos donde no se encuentran marcadores, en donde prevalece una ausencia total de marcas del locutor. En este caso, se crea un efecto de objetividad y de verdad debido fundamentalmente, a que se activa verbalmente el mundo de referencia. En este caso los elementos más claros en la expresión lingüística son la presencia de sintagmas nominales con referencia léxica y el uso de la tercera persona gramatical como indicador de aquello de que se habla en un mundo referido, ajeno al locutor. (Calsamiglia y Tusón, 1999, p. 127) Se recuerda que el profesor y académico francés Emile Benveniste, denomina a la tercera persona gramatical como no persona, “refiriéndose a que con el uso de la tercera persona no hay referencia a los protagonistas de la enunciación (Calsamiglia y Tusón, 1999, p. 127). En tanto, el influyente filósofo contemporáneo, Ricoeur, comenta este tema:


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Mientras que, en el enfoque referencial, se privilegia a la tercera persona o al menos cierta forma de la tercera persona, a saber >él/ella>, >alguien>, >cada uno>, >uno> y >se>, la teoría de los indicadores, una vez unida a la de los actos del discurso, no sólo privilegia la primera y la segunda persona, sino que excluye expresamente la tercera (…) la tercera persona puede ser cualquier cosa de la que se habla, objeto, animal o ser humano: lo confirman los usos incoordinables entre sí del pronombre francés >il peut, ilfaut il y, etc., así como la multiplicidad de las expresiones de tercera persona –uno/se, cada uno, eso, etc.–. Si la tercera persona es tan inconsistente gramaticalmente, se debe a que no existe como persona, al menos en el análisis del lenguaje que toma como unidad de cómputo la instancia del discurso conferida a la frase. No se pueden soldar la primera y la segunda persona al acontecimiento de la enunciación de mejor manera que excluyendo del campo de la gramática la tercera persona, de la que se habla solamente de otras cosas. (citado por Calsamiglia y Tusón (1999, p. 126) Según estas observaciones, con el uso de la tercera persona en la producción de cualquier texto, se borran los protagonistas de la enunciación. Otras marcas también claras de que se borra la presencia del locutor, son el uso de construcciones impersonales o construcciones pasivas sin expresión del agente (Calsamilgua y Tusón, 1999, p.126). Eso es precisamente lo que buscan los medios informativos: obviar al hablante, al emisor, al destinador, al productor de esos textos, en todas las noticias que publican y/o se transmiten cotidianamente. 1.2. VIVALDI Y EL ESTILO “DIRECTO” ENTRE LOS PERIODISTAS. El tema abordado con anterioridad es fácilmente comprobable con uno de los más clásicos tratadistas de este tema, el célebre profesor español Gonzalo Martín Vivaldi (1986), influyente autor que durante el siglo pasado publicó decenas de ediciones de su conocido libro Curso de redacción. Teoría y práctica de la composición y el estilo. Se retoman tan solo un par de ejemplos, de la vigésima edición, de este texto:


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Escribir es mostrar. Quiere decirse que hacer ver lo que se quiere decir es más efectivo que hacerlo comprender. Mostrar es más plástico; explicar puede ser –no siempre- más didáctico. Procedimiento para conseguir esa plasticidad literaria es el estilo directo, que podríamos resumir en la siguiente afirmación: cuando se escribe >directamente> el autor desaparece; no se le ve. Lo que se ve es lo que se quiere narrar, describir o fijar en la imaginación del lector. Este procedimiento o estilo tiene más fuerza, se graba con más facilidad, nos da la impresión que está sucediendo ante nuestra vista. (p. 146) El producto de Martín Vivaldi es un popular libro de texto, adoptado en la mayoría de las escuelas, departamentos y facultades de periodismo y ciencias de la comunicación de América Latina, durante las últimas cuatro décadas del siglo XX. Fue una referencia obligada para aprender la manera, la forma de escritura periodística. Martín Vivaldi fue considerado una autoridad indiscutible en materia de redacción, y maestro de cientos de maestros y de millares de alumnos que aprendieron a “desaparecer” siendo directos. Pero hay más. Esto es lo que en resumen señala en el capitulo correspondiente a esa lección sobre el estilo directo, del maestro español de periodismo: “el buen estilo informativo exige objetividad e impersonalidad. Los hechos son los que mandan y el que escribe solo tiene que obedecer a los hechos, contarnos lo que ha sucedido y nada más. Su opinión personal deberá darla… si se le pide” (Martín Vivaldi, 1986, p. 256). Este personaje se convirtió en un clásico de la academia, el más conocido profesor universitario de las normas para el aprendizaje para alcanzar a ser “objetivo e impersonal”. Un libro que habrá influido a millares de periodistas, algunos actualmente en el ejercicio de su profesión, comunicadores sociales, locutores, etc.; otros seguramente corresponden a una generación de personas ligadas con el tema periodístico de mediados del siglo XX. 1.3. OBJETIVIDAD VERSUS OBJETIVIDAD REAL. Según Calsamiglia y Tusón: Hay situaciones que exigen una presentación neutra del universo de referencia. Las prácticas discursivas en determinados géneros promueven


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un modelo de presentación objetiva: la información en los periódicos, la información científica, por ejemplo. Otra cosa distinta es que el efecto de objetividad se corresponda con una objetividad real. Una aserción partidista y parcial puede ser expresada con medios para parecer objetiva. Por eso importa tanto determinar el contexto en que se emiten los enunciados. (1999, p. 128) Por su parte, la subjetividad en el lenguaje, idea tomada de Émile Benveniste, descubre que –en ciertas situaciones– se permite o activa la presencia del locutor en su texto. Esto ocurre cuando hay una “aparición de los elementos lingüísticos que participan desde la perspectiva del lenguaje del hablante en otorgar una expresión propia al conjunto de enunciados que constituyen un texto” (Calsamiglia y Tusón, 1999, p. 128). Pero hay que considerar, también, que ese “yo” que habla, que se expresa, que se manifiesta de una u otra forma, se ofrece de una manera “caleidoscópica” para mostrar las diferentes imágenes, caras o posiciones con las que se puede mostrar o presentar el sujeto hablante. En el caso de los periodistas, han decidido autopresentarse como neutros, sin marcas que admitan un proceso de identificación de sus posturas o ideas. Pero como lo afirman las autoras españolas, “la persona que habla (nunca) es un ente abstracto sino un sujeto social que se presenta a los demás de una determinada manera” (Calsamiglia y Tusón, 1999, p. 128), porque en todo proceso de la enunciación, y, a la vez que se va construyendo el discurso, también se edifica ese sujeto discursivo. Por lo tanto, dicho sujeto se adapta a cualquier situación específica de la comunicación, siempre “modulando su posición a lo largo del discurso y tratando de que su interlocutor lo reconozca de una manera (específica) y no de otra” (Calsamiglia y Tusón, 1999, p. 128). Las autoras reiteran que el uso de la tercera persona produce un efecto generalizador y el locutor puede incorporarse de esta forma, a un “colectivo indefinido”. ¿Posiblemente con el objetivo de esconder su identidad, desviar esa autopresentación o diluir la autorreferencia? ¿Es esta la tradición periodística de neutralidad que se pregonó durante el siglo XX? También habrá que hacer notar la diferencia sustancial que se da cuando esa autorreferencia en privado o en público. En el primer caso, el uso del “yo”


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es relajado y cuando se produce en un ambiente conocido, es tranquilizador. La gente puede hablar de sí misma con toda serenidad, cuando está entre conocidos, pero cuando es en público, asume responsabilidades, compromisos y se arriesga. En tanto, la actividad periodística es pública, sus marcas son neutras; como para no asumir ningún compromiso, salvo que sea en textos de columnas de opinión, artículos o reportajes en primera persona. En tanto, en las citas textuales, como recurso para “explicar la inserción explícita del discurso de otros en el propio discurso” (Calsamiglia y Tusón, 1999, p. 140), es donde el periodista encuentra una referencia directa, como recurso de neutralidad a lo pronunciado por otros sujetos emisores o enunciadores. Se da el extremo, cuando es en periodismo impreso, que “aparecen signos gráficos que indican el inicio de la cita y extensión (dos puntos y comillas)” (Calsamiglia y Tusón, 1999, p. 140). Esa literalidad en el discurso periodístico le otorgaba –desde siempre– fiabilidad, garantía de objetividad a la noticia impresa, porque permitía visualizar dónde comenzaba y dónde terminan las palabras de la persona citada. En los medios audiovisuales de hoy, eso se ha convertido en la grabación y selección de una porción de lo recabado, así como la inserción de la voz y la imagen del protagonista, en un proceso de edición cada vez más perfeccionado, para dar la sensación de veracidad e integridad ante los ojos y oídos del gran público. En la prensa diaria la cita de las fuentes es norma para los periodistas. Queda señalada con comillas, con cursivas o con negritas. Predomina una forma especial de cita indirecta, que podríamos llamar integrada, porque bajo la forma básica del estilo indirecto se señalan con signos tipográficos segmentos breves o extensos que el periodista indica que son exclusivos del discurso ajeno, del cual él mismo no se hace responsable. Cuando la incorporación de otras voces debe mantener ese alto grado de objetividad hay que tener en cuenta que la cita supone extraer las palabras de otro de su contexto original y que, por tanto, hay que velar especialmente no sólo por preservar la palabra original sino por mantener la intencionalidad del autor del discurso citado. Piénsese en cómo se puede falsear la intención


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de una persona sacando de contexto una parte de su discurso. (Calsamiglia y Tusón, 1999, p. 142) En este párrafo queda demostrado el uso de las voces y las imágenes como estrategia que pretende garantizarle al público, una supuesta postura de total fidelidad a lo dicho por un protagonista. Aunque eso no sea más que otra narración periodística, una forma de autopresentación, que se analizará en el próximo apartado. 2. El análisis crítico del discurso El análisis crítico del discurso (ACD), van Dijk (1990) lo define como: Un tipo de investigación analítica sobre el discurso que estudia primariamente el modo en que el abuso de poder social, el dominio y la desigualdad son practicados, reproducidos, y ocasionalmente combatidos por los textos y el habla en el contexto social y político. (p. 23) Con esta concepción tan clara del objeto de estudio, quienes realizan estudios analíticos de este tipo saben que sus bases teóricas se funden con los inicios de la lingüística crítica surgida en el Reino Unido y Australia, en los años 70, y que tiene sus equivalentes en los desarrollos críticos de la psicología y en las ciencias sociales. Se considera al ACD como una reacción contra los paradigmas formales dominantes por esas épocas, a menudo “acríticos y asociales” (p. 23). Van Dijk (1990), uno de los fundadores de esta corriente, advierte que no es una escuela o especialidad, sino el intento por ofrecer una manera o perspectiva distinta de teorizar, analizar o aplicar un campo de investigación. Y agrega que es fácil encontrar una perspectiva más o menos crítica en áreas como el análisis de los medios, la etnografía, la retórica, el análisis narrativo, entre otros. Para efectos de este ensayo, interesa lo relacionado con los medios informativos.


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El autor hace un repaso a lo que no debería ser el ACD, pero también reafirma lo que debe buscar: Una aproximación funcional que vaya más allá de los límites de la frase, y más allá de la acción y de la interacción, y que intente explicar el uso del lenguaje y del discurso también en los términos más extensos de estructuras, procesos y constreñimientos sociales, políticos, culturales e históricos. (van Dijk, 1990, p. 24) La imagen de que los discursos de la prensa son objetivos, es tan generalizada, que ya ni siquiera es discutida entre los mismos miembros de los medios informativos o conglomerados periodísticos. Es aceptada como única verdad, es asumida como una obligación moral de los miembros del periodismo. Y para entender cómo funcionan los análisis del ACD, hay que comprender que: El discurso, y otras interacciones socialmente situadas cumplidas por actores sociales, pertenecen típicamente a lo que se suele denominar el >micro-nivel> del orden social, mientras que las instituciones, los grupos y las relaciones de grupos, y por lo tanto el poder social, se emplazan usualmente en >su macro nivel>. (van Dijk, 1990, p. 25) Pero la realidad social de la interacción y de experiencia cotidianas, en esos niveles micro y macro, conforman lo que se puede llamar un todo unificado. El autor señala que vale distinguir que se pueden lograr niveles intermedios de análisis o “mesoniveles”. Al momento de lograr una vinculación entre sociedad y discurso, se debe plantear, entonces, el marco referencial que permita enlazar esos niveles descriptivos. Para el efecto, van Dijk propone relacionar, lo siguiente: a) Miembros de un grupo. Los actores sociales, y por tanto también los usuarios del lenguaje, se involucran en el texto y en el habla al mismo tiempo como individuos y como miembros de variados grupos sociales, instituciones, gente, etc. Si actúan en tanto miembros de


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un grupo, es entonces, el grupo el que actúa a través de uno de sus miembros (1990). ¿Es esto legítimo para el sector prensa de cualquier sociedad? Sí, de hecho, los textos periodísticos, el habla de un miembro de la prensa, y a su vez los discursos de este sector de la sociedad se pueden ver representados en uno de sus miembros. Analógicamente se puede afirmar: el periodista que escribe una nota informativa, trabaja en un medio de información, también puede ser miembro de una asociación de prensa y tesorero del comité de su barrio de la ciudad donde vive, así como miembro o fanático de un grupo musical y puede ser que asista a una iglesia los domingos. Estas pueden ser, entre otras, algunas de sus identidades –unas más prominentes que las otras– en un momento dado. Es pues, fácilmente identificable como miembro de uno o varios grupos sociales. b) Relaciones entre acción y proceso. Cita textualmente a van Dijk “escribir un reportaje es un acto constitutivo de la producción de un periódico o de un noticiario de televisión por parte del colectivo de periodistas de un periódico o de una cadena de televisión; en un plano más elevado, dichas acciones colectivas son a su vez constituyentes de las actividades y proceso de los media de la sociedad de este modo, las acciones de los niveles más bajos pueden conformar directa o indirectamente procesos sociales o relaciones sociales entre grupos” (1990, p. 25). Esto implica que participar en una actividad como la prensa, es formar parte de sus procesos de producción y de las actividades propias de este grupo, tanto en lo individual como en lo colectivo. c) Contexto y estructura social. Los medios forman parte de un entorno social más amplio, por lo que las noticas no solo representan el trabajo del reportero o de una sala de redacción, sino al periódico completo, pero también las relaciones entre los medios y la política o el papel que juegan el la sociedad (van Dijk, 1994).


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d) Representaciones sociomentales. No se debe olvidar la dimensión cognitiva, explica van Dijk. De hecho, es esta dimensión la que permite y hace posible los otros vínculos. En sí, “los actores, las acciones y los contextos son tanto contractos mentales como constructos sociales” (van Dijk, 1994, p. 26). Esto significa que la identidad de la gente, como miembro de algún grupo social, se forja, se le atribuye y se puede aprender de otros, por lo que no solo son sociales, sino también mentales. Estos constructos mentales (modelos, como se les conoce) representan lo que los usuarios del lenguaje catalogan como importante, en cada situación social determinada. Estas representaciones son generalizadas o compartidas por un grupo, una cultura. Y van Dijk cita como ejemplo el conocimiento, las actitudes y la ideología. Es decir, estos tres elementos se construyen socialmente. “De suerte que encontramos el nexo faltante entre lo micro y lo macro allí donde la cognición personal y la social se reúnen, donde los actores sociales se relacionan ellos mismos y sus acciones (y por consiguiente su discurso) con los grupos y con la estructura social, y donde pueden actuar, cuando se lanzan al discurso” (van Dijk, 1994, p. 26), por ser miembros del mismo grupo cultural y social. La pertenencia, como en todo, deja profundas huellas en el sector prensa. 3. La noticia y los discursos Martini (2000) coincide con este punto de vista. La investigadora argentina agrega elementos valiosos al decir que “el periodismo produce las noticias que construyen una parte de la realidad social, y que posibilitan a los individuos el conocimiento del mundo al que no pueden acceder en forma directa. El producto de su trabajo multiplica y naturaliza gran parte de los discursos en circulación en las sociedades” (2000, p. 159). Es fácil comprobar que los individuos no tienen acceso en forma directa a las noticias, por eso utilizan a los informativos como tales: como “medios”. Allí se concentran las noticias, lo que ocurre diariamente en el mundo. Es el denominado discurso periodístico.


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Y esa utilización que los individuos hacen de los discursos periodísticos, pasa por el llamado “contrato de lectura”, que fuera explicado por Eliseo Verón y citado por Martini (2000) como la herramienta que permite el estudio de la producción y la circulación de los mensajes. Este esquema de trabajo es “especialmente enunciativo: implica las modalidades de decir un texto y se lo puede explicar como un acuerdo estrictamente delimitado por cómo un texto periodístico construye la información y cómo se significa como verosímil” (Martini, 2000, p. 104). En ese punto, la autora apela a la connotada semióloga francesa Julia Kristeva con su tajante afirmación de que “la noticia es un discurso verosímil. Todo texto verosímil se define por su negación, es lo que parece real, lo que sin ser verdadero, será el discurso que asemeja lo real” (Martini, 2000, p. 105), y como cualquier estudiante de comunicación sabe, ese punto –la credibilidad, surge de la verosimilitud de lo noticiable– que los lectores otorgan a los medios favoritos. Es decir, el gran público le otorga credibilidad a lo que la prensa dice, porque considera o cree que es objetiva… en vista que su discurso parece serlo; aparenta ser real y por lo tanto es verosímil a los ojos de la mayoría. ¿Qué dice el Diccionario de la lengua española al respecto? Verosímil. 1. adj. Que tiene apariencia de verdadero. 2. adj. Creíble por no ofrecer carácter alguno de falsedad. Verdadero, ra. 1. adj. Que contiene verdad. 2. adj. Real y efectivo. 3. adj. Ingenuo, sincero. 4. adj. Que dice siempre verdad. Con estas definiciones se puede hacer una simple deducción: que los discursos pueden ser verosímiles y parecer verdaderos porque no ofrecen cierto carácter de falsedad, pero no porque sean verdaderos. Porque –para ser verdadero– un discurso tendría que contener verdad, real y efectiva. No solo es


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importante parecerlo, sino contenerlo, serlo. Eso es lo que sucede con muchos discursos periodísticos: son creíbles, porque son verosímiles. Pero algunos, sino muchos, no son verdaderos, aunque tengan ese carácter de verosimilitud. En tanto, la autora enfatiza que Verón ha explicado que este contrato de lectura es una construcción del lazo que une en el tiempo un medio y sus consumidores, “pero que debe conservarse, mejorarse y evolucionar, puesto que debe construir y preservar los hábitos de consumo” (Martini, 2000, p. 107). Porque si se destruye, sería muy difícil de volverlo a construir, es producido con esa intención de crear constancia, asiduidad, cada día, por el medio. “La noticia periodística es una construcción de la realidad” (Martini, 2000, p. 103), dice volviendo a recurrir a Verón. “Implica también el consenso que la sociedad le otorga a los medios como soporte de comunicacional que construye y difunde sentido sobre el mundo” (Martini, 2000, p. 104). La información se construye, entonces, a partir de un acuerdo o contrato de lectura, que le brinda –al menos– credibilidad, que representa el mayor capital de un informativo. En uno de sus más célebres libros, La noticia, como discurso (1990), van Dijk señala que el estilo de los informes periodísticos, como cualquier otro, está controlado por el contexto comunicativo, que es donde se materializa el discurso. Y asienta que los lectores de los medios impresos, aunque puede hacerse una analogía con otros medios, están presentes. Solo indirecta e implícitamente en el discurso periodístico. Ni si quiera se dirigen a ellos, como podría ser el caso en los manuales escritos o los libros de texto. No hay un “usted” en las noticias o en editoriales. No hay actos de hablar dirigidos al lector, como promesas específicas, amenazas o acusaciones; y si aparecen están dirigidos a terceras personas. (p. 112) Según este autor, hay un distanciamiento hecho a propósito por parte del comunicador, pero curiosamente señala que subsiste una “considerable cantidad de conocimiento generalmente compartido, creencias, normas y valores, que deben ser presupuestas” (van Dijk, 1990, p. 113). Y estas son,


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social y cognitivamente, presupuestas por el receptor de la comunicación. Si no, la comunicación entre lector y medio no podría ocurrir. El autor justifica, sin embargo, que el discurso periodístico sea impersonal, debido a que no lo produce y ni lo expresa un único individuo, sino organizaciones institucionalizadas, sean públicas o privadas. Ante eso, el “usted” está ausente y tampoco aparece un “yo” individualizado. Esto sugiere que los relatos periodísticos, en general, no son relatos de experiencias personales. Coincidiendo con las opiniones que se consultaron para este ensayo, van Dijk opina que esa voz institucional del redactor de noticias es impersonal, sólo en lo que se refiere a los acontecimientos cotidianos y sus ideologías, subyacentes. Es decir, la impersonalidad es una conclusión normativa, no descriptiva. “Las señales desplegadas sólo sugieren impersonalidad e imparcialidad” (1990, p. 113). Aunque también esboza la idea de que algunas creencias y actitudes no pueden suprimirse con tanta facilidad, ya que “pueden aparecer indirectamente en el texto de muchas maneras: selección de temas; elaboración de los mismos, jerarquías, relevancia, uso de las categorías esquemáticas, y, por último en el estilo, en las palabras elegidas para describir los hechos” (1990, p. 114). Por eso, el ACD tiene tanta distinción reciente en diversas esferas: porque –pese a la intensión de esconderse– el enunciador, nunca podrá ser borrado del discurso. Por lo tanto, el pensamiento del autor de las notas periodísticas (el enunciador) puede quedar expuesto, sea de una forma o de otra, en algunas marcas del lenguaje humano, directa o indirectamente. A través de un estudio del discurso periodístico se puede lograr comprender los recursos de dominación utilizados por las élites, pues estas son las que tienen un control específico sobre el discurso público. Es un poder que permite controlar los actos de los demás. Con esta estrategia, las élites definen quién puede hablar, sobre qué y cuándo. Este es un poder discursivo, afirma van Dijk, pues a través de la comunicación hay “una manufacturación del consenso: se trata de un control discursivo de los actos lingüísticos por medio de la persuasión, la manera más moderna y última de ejercer el poder” (1994, p. 5). Los actos son intenciones, y controlando las intenciones se logran


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controlar a su vez los actos de las personas. Existe entonces un control mental de las personas a través del discurso. Concluye entonces, van Dijk, tras años de investigaciones sobre la temática, que los actos de la gente (en general) son actos discursivos. Conclusiones Los protagonistas de la enunciación no son, con frecuencia, objeto de estudios de la pragmática. Lo que estudia esta ciencia es la enunciación en sí misma. El presente ensayo buscó las principales estrategias discursivas del discurso periodístico, para intentar descubrir cómo el autor de la enunciación, pasa inadvertido. Estas son algunas de las reglas que desde el siglo pasado aconsejaban los profesores universitarios tradicionales: • Si los periodistas deciden autopresentarse como neutros, no deben dejar marcas que admitan un proceso de identificación de sus posturas o ideas. • Para demostrar su máxima imparcialidad frente a lo que dicen sus fuentes, ellos abren y cierran comillas (gráficamente) o presentan a sus entrevistados en una pequeña inserción editada, de imagen y sonido, que pretende y muchas veces alcanza a legitimar esa pretendida neutralidad. • Los periodistas deben usar la tercera persona y evitar cualquier marca en el acto de hablar. • Hay que procurar ser lo más impersonales posibles en los textos. • Se debe intentar –a toda costa– ser objetivos. Los periodistas deben ser directos. • La presentación neutra debe ser una aspiración permanente.


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Sin embargo, es sumamente difícil hablar de total imparcialidad, de total neutralidad, porque siempre ese “yo” que habla, que se expresa, se pone de manifiesto de una u otra forma; al seleccionar los temas, al darles jerarquía a unos y a otros esconderlos. El ACD es una herramienta que ambiciona explicar el uso del lenguaje y del discurso en los términos más extensos de estructuras, procesos e imposiciones sociales, políticas, culturales e históricas. El análisis contextual es necesario para este tipo de trabajos analíticos, que escudriña en las estructuras discursivas, que pueden generar desigualdades y limitar las libertades. Para el efecto, pone al descubierto los niveles micros y macros en los discursos, que a la vez permiten estudios de niveles intermedios. Es también en los análisis contextuales donde se descubren la forma como piensa, y como organiza sus discursos el enunciador, que resulta siendo representativo, no solo del medio donde trabaja sino del ambiente social e ideológico donde se desarrolla como persona. En tanto, los actores, las acciones y los contextos son tanto contractos mentales como constructos sociales. Es decir, socialmente construidos. El producto del trabajo periodístico multiplica y naturaliza gran parte de los discursos en circulación en las sociedades. Esto pasa por el contrato de lectura: es un acuerdo de cómo un texto periodístico construye la información y cómo se significa verosímil por parte de quien lo recibe, como la noticia. Todo texto verosímil parece real, que sin ser verdadero, se asemeja a lo real, da la idea de serlo. Y, en el marco de esa verosimilitud, hay quienes consideran que el enunciador nunca podrá ser borrado del discurso. No se puede confirmar, entonces, que el lenguaje disfrace totalmente al pensamiento, porque hay ciertas normas de construcción (social) que terminan por identificarlo. ¿Qué diría de esta afirmación el filósofo analítico Wittgenstein si estuviera vivo? Los actos de la gente, en general, son actos discursivos, según van Dijk. Por lo tanto, controlando los discursos, se controla a la gente… y haciéndoles creer en la objetividad, imparcialidad y neutralidad de los discursos periodísticos, más fácil resulta la tarea, pues la gente lo cree, lo asumen muchas veces con total ingenuidad. Al dominar las estructuras discursivas, se deduce que es mucho más fácil mantener la desigualdad en el seno de la sociedad y por supuesto limitar la libertad de expresión, tal como afirmó Wittgenstein. El ropaje (las palabras) termina por cubrir el cuerpo que manipula el discurso.


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Referencias Calsamigia, H. y Tusón, A. (1999). Las cosas del decir. Manual del Análisis del discurso. Barcelona, España: Editorial Ariel, S. A. Martin Vivaldi, G. (1986). Curso de redacción. Teoría práctica de la composición y el estilo (2.a ed.). Paraninfo: Madrid, XX. Martini, S. (2000) Periodismo, noticia y noticiabilidad. Bogotá, Colombia: Grupo Editorial Norma. Real Academia Española (2011). Diccionario de la lengua española. Disponible en: www.rae.es, recuperado el 10 de octubre de 2014. Van Dijk, A. T. (1990). La noticia como discurso. Compresión, estructura producción de la información. Barcelona: Ediciones Paidós. _____. (1994). Discurso, poder y cognición. Colombia: Escuela de Ciencia del Lenguaje y Literaturas. Universidad del Valle.


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Recordando a Paco Albizúrez A Pamela y a Mónica, recordando a su papá, maestro siempre y amigo inolvidable. “… y siento más tu muerte que mi vida”. (Miguel Hernández. Elegía a Ramón Sijé) Amable Sánchez*1

Debería prohibirse a los amigos morirse así nomás, como si nada, pues con ellos morimos sin testigos. Rondamos –¿quién nos ve?– la encrucijada sombría del silencio y la tristeza con la mirada baja y apagada. En torno al huracán de la cabeza, el espacio se puebla de vacío y el corazón no tiene quién lo meza. Tan niño es y siente tanto frío que solo gime, solo y solo reza… ¡Descansa ya en la luz, amigo mío! Guatemala, 5 de junio del 2014 *

Licenciado en Teología por la Facultad de Teología de San Esteban, en Salamanca; doctor en Letras y Filosofía, y licenciado en Derecho por la Universidad Rafael Landívar, en Guatemala. Desde hace años trabaja como corrector y editor de textos en la Universidad Francisco Marroquín.



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A Paco Albizúrez, recordando nuestras clases sobre César Vallejo Amable Sánchez

La copla se me quebró, sin darme cuenta que en ella se me quebraba la voz.

Voz y copla eran del aire y el aire se las llevó.

Dejé de cantar. Me puse a escuchar el corazón.

Y en el perfil de otro aire mi copla otra vez se oyó más triste, pero más pura, con el eco de otra voz. (Como al pasto el rocío). Guatemala, 5 de junio del 2014



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La palabra de Asturias en la pluma de Albizúrez Palma Carmen Matute*1

Estas notas fueron escritas hace algún tiempo, con motivo de la presentación del libro Itinerario de Asturias, del académico Francisco Albizúrez Palma, que se llevó a cabo en la Biblioteca Walt Whitman. El objetivo de publicarlas ahora es contribuir a la divulgación de este libro poco conocido –uno de los últimos escritos por el Dr. Albizúrez Palma–, que se suma a la colección de este autor sobre la obra asturiana. No pretenden ser más que una reseña de un libro centrado en nuestro Premio Nobel, Miguel Ángel Asturias, que nos acerca a una figura cumbre de nuestras letras, pero que también nos introduce en la historia de un país por siglos lleno de carencias, agobiado por el látigo, la ignorancia y la pobreza. Como acucioso investigador de la literatura guatemalteca, el Dr. Albizúrez Palma dedicó a nuestro premio nobel, Miguel Ángel Asturias, buena parte de sus estudios. En 1972 publicó Para comprender “El señor presidente”, obra que tenía la intención de apoyar la comprensión de esa importante novela de Asturias y que abría la puerta a la curiosidad del lector “quizá interesado –luego de leer la obra maestra de Asturias– en penetrar más cabalmente en el sugestivo mundo de dolor, amor y miseria tan vivamente presentado en esa novela” (Albizúrez, 2008, p. 9). Tres años más tarde, en 1975 publica La novela de Asturias, y le dedica varias páginas a la narrativa asturiana, en el tomo II de la Historia de la literatura guatemalteca. *

Miembro de número de la Academia Guatemalteca de la Lengua, correspondiente a la Real Academia Española. Recibió el Premio Nacional de Literatura “Miguel Angel Asturias” 2015. Ha publicado trece libros.


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En la breve introducción de su libro Para comprender “El señor presidente” se refería Albizúrez Palma a la escasez de un acervo bibliográfico guatemalteco, que contribuyera a divulgar y comprender la obra del nobel. El libro Itinerario de Asturias, publicado en 2008 por la Editorial Cultura del Ministerio de Cultura, se suma a esa exigua bibliografía para enriquecer la literatura nacional, y aportar una luz esclarecedora sobre Miguel Ángel y su vasta obra, que abarca géneros diversos como la novela, el cuento, el drama y la poesía, e incluso el periodismo, que ejerció desde muy temprana edad hasta el final de sus días. Biografía y obra, indisolublemente unidos, es el enfoque con el que Albizúrez Palma escribe este libro, y lo demuestra relatando cómo las diversas circunstancias de su vida tienen una relación directa con su producción literaria. Para decirlo con las palabras de Albizúrez Palma: “Intentaremos vincular vida y obra, y procuraremos formular juicios, comentarios y observaciones sobre la polifacética producción literaria de tan eminente autor” (2008, p. 10). No es necesario agregar que el autor ha logrado con creces su propósito. Lo cierto es que la figura de Asturias ha sido un tema de permanente interés para el Dr. Albizúrez Palma, apasionado por la obra asturiana, a la cual ha dedicado cientos de páginas a lo largo de su vida. En las últimas líneas de Itinerario de Asturias el autor señala con un dedo acusador: “Aún hoy, la obra de Asturias espera el homenaje nacional que merece” (2008, p. 10). Los doce capítulos que integran este libro se inician con el contexto sociopolítico en el que transcurre la vida de Miguel Ángel Asturias, y que en gran medida influirá en su obra y en sus acciones. Los primeros están dedicados a narrar su infancia y juventud, y el viaje a Europa, que indudablemente marcará un cambio en Asturias, como lo señala el autor: Los estudiosos repiten al unísono, y con razón, que Asturias no hubiera sido lo que fue sin el viaje a Europa emprendido el 23 de junio de 1924 (Asturias, Op cit: 259), además de la casi continua permanencia en aquel continente, sobre todo en Paris, desde ese año hasta 1932. Uno de los ingredientes de la “metanoia” de Miguel Ángel en Europa consiste en el nuevo enfoque acerca del indígena. […] Conviene señalar que en varios artículos publicados en 1927 aparece la visión del mestizaje. […] Así pues,


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la visión de Asturias respecto del indio, de su inserción en la sociedad guatemalteca y de la relación con los llamados ladinos, cambia durante la permanencia en Europa. (pp. 36-37) Lo anterior se relaciona con su tesis para graduarse de abogado, El problema social del indio, que como sabemos también ha proveído de tantos argumentos a sus enemigos y detractores. Al narrar brevemente este asunto, Albizúrez Palma afirma lo siguiente: Dominado aún por el pensamiento positivista, el joven graduando considera al pueblo autóctono como una raza abolida y decadente. Juzga como remedio la “importación” de emigrantes. Nada más lejano del afán reivindicativo que anima a los grandes textos asturianos de asunto indígena. (p. 36) Luego, al referirse al viaje a Europa, Albizúrez Palma (2008) afirma que Asturias cambia completamente la percepción, la visión que había tenido con anterioridad del indígena dentro de la sociedad guatemalteca, debido a los siguientes factores: a. Los estudios que realizó con el profesor Georges Raynaud, quien por entonces se ocupaba de las religiones de América precolombina en la Escuela de Altos Estudios de París. b. La lectura de textos indígenas fundamentales, como el Popol Vuh. c. La traducción de la versión francesa de este libro y Anales de los xahil, preparada por Raynaud y trabajada por Asturias juntamente con Gonzáles de Mendoza. d. El influjo de los movimientos de vanguardia, especialmente del surrealismo; recordemos a este propósito, que Miguel Ángel se encontraba en París cuando apareció el primer manifiesto surrealista y que conoció a surrealistas de la primera hora, como el mismo Breton y como Louis Aragon (p. 37).


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Algunos aportes de críticos y estudiosos de Asturias, que se refieren al profundo cambio de pensamiento experimentado por el Nobel durante su estadía en una Europa que se encontraba en una época de apertura a nuevas formas del arte, son comentados por Albizúrez Palma en este capítulo; principalmente se refiere a Amos Segala y Manuel José Arce, a quien cita en relación a lo que escribía Miguel Ángel desde aquellas latitudes, frases por demás reveladoras: “¿Qué es lo que, desde este lado del mundo, escribe Asturias para los lectores guatemaltecos? Todo lo que está viviendo. Todo su deslumbramiento. Su nueva visión de Guatemala” (Albizúrez, 2008, p. 38). Los capítulos siguientes están dedicados a un análisis preciso de las obras más representativas de Miguel Ángel, El señor presidente y Hombres de maíz, mientras que los capítulos finales tratan sobre los diferentes géneros que comprenden la obra asturiana: la narrativa del compromiso político, narrativa breve, poesía, teatro y periodismo. El libro termina con un capítulo dedicado a la muerte de Asturias y sus repercusiones en la prensa madrileña y guatemalteca. Además de una extensa bibliografía que ofrece innumerables posibilidades de enriquecer el conocimiento sobre el nobel. Itinerario de Asturias es un libro didáctico accesible al público, pero a la vez, es un libro que carece de la aridez de muchos textos de estudio. Aunque escrito con la rigurosidad del académico, tiene la vitalidad, la autenticidad que le da la pasión. Porque Albizúrez Palma es un apasionado (ya lo he mencionado) de la obra de Asturias, aunque él haya escogido –corrigiéndome con delicadeza– la palabra devoción, cuando le hablé de esto. Bien, apasionado o devoto asturiano, basta leer las páginas que nuestro autor le dedica a El señor presidente para sentirnos en libertad de escoger el adjetivo para nuestro autor. Al referirse a El señor presidente, obra fundamental en la literatura asturiana, Albizúrez señala lo siguiente: Lo más valioso de la obra no reside en el ingenio de las estructuras, en el restallante estilo o en los diálogos vivos. Lo más valioso es que estos medios conducen a la configuración de un breviario de penas y amarguras, cuyas páginas son recorridas por el terror, la crudeza y la autenticidad constituyen, pues, las actitudes donde se fundamenta toda novela. Sin


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ellas, El señor presidente quedaría reducida a frívola anécdota o a truculento relato o a emocionante intriga. (2008, p. 65) Esta obra de Asturias se inscribe en el género conocido como “la novela del dictador”, que muchos escritores del continente americano toman como un tema que evidencia su propia experiencia de vida bajo dictaduras y tiranías –principalmente militares–. Porque el dictador es un producto tan característico –siniestramente característico– del suelo americano que es necesario mostrar su realidad y tratar de desentrañar los enigmas de su reaparición periódica y casi continuada en el escenario latinoamericano, donde las juventudes están desde más de un siglo y medio en lucha contra semejante personaje. (Carpentier, 1981, pp. 157-158) Además de realizar un brillante análisis literario, Carpentier (1981) esgrime también sólidos argumentos en “defensa” de la obra de Asturias, que fue en su momento señalada de imitar el Tirano Banderas de Valle-Inclán. Luego de hacer comparaciones entre las novelas sobre la figura del tirano latinoamericano, de Asturias y Valle-Inclán, en las que El señor presidente supera en muchos aspectos a Tirano Banderas, Albizúrez Palma (2008) señala la autenticidad de Asturias frente al artificio de don Ramón, finalizando el capítulo con este párrafo lapidario: “Cierto que Tirano Banderas y El señor presidente acusan semejanzas, pero no por esto puede llamarse a Miguel Ángel imitador de Valle-Inclán: este es un espectador, Asturias es un testigo comprometido con su país y con su tiempo” (p. 67). Pero si Albizúrez se muestra entusiasta con esta novela de Asturias, con Hombres de maíz se desborda de admiración: Temas, motivos, ámbitos, acciones, personajes; todo en esta obra aparece tocado por el hálito de la magia. […] Pero la magia no reside tan solo en la acción, en los personajes o en los ámbitos: es la palabra misma de Asturias que se reviste de los atributos de la sugestión mágica, aquella que se inició en las Leyendas y que en esta novela es llevada a su máxima y mejor realización. (pp. 71-72)


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Es necesario anotar que los casos concretos del capítulo dedicado a El señor presidente, así como el dedicado a Hombres de maíz, constituyen dos excelentes ensayos que pueden leerse independientemente e incluso fuera del contexto del libro en que están incluidos. Ambos representan una incitación a leer a Asturias, con una clara predilección por Hombres de maíz, obra que Albizúrez Palma considera su mejor novela. El autor prueba con ambas obras, y añade que en todas las demás, Guatemala es su poética, es el gran y permanente tema asturiano. Guatemala está en la sangre de Asturias, forma parte de él, y se siente parte de la patria: “¡Me sueñas, ya lo sé,/ pero tan lejos,/ que ya no debo ser/ el que tú sueñas! // ¡Eso soy, Patria mía,/ sueño tuyo!/ Sueño que vuelve a ciegas/ de la ausencia (…)”. (p. 127) Como afirma el poeta Manuel José Arce: “Pocas veces la relación entre un escritor y su patria alcanza un grado de contradicción tan profundo y desgarrador como el que se establece entre Guatemala y Miguel Ángel Asturias”. El retrato tan completo del premio nobel que Albizúrez Palma nos ofrece en Itinerario de Asturias, abarca lo que también Arce (1988) llamó alguna vez los tres Asturias indivisibles y fundamentales: el periodista, el poeta y el ciudadano guatemalteco. En este libro, y en otros de su autoría sobre Asturias, como Para comprender “El señor presidente” (1972) y La novela de Asturias (1975), así como en el espacio que le dedica en el tomo II de Historia de la literatura guatemalteca (1986), Albizúrez Palma se refiere a la poesía de Asturias como un elemento que “posee sobresaliente importancia” (2008, p. 124), una constante en el conjunto de su obra literaria que permea la exuberante belleza de su prosa. En este capítulo se enumeran cuatro apartados que delimitan los temas de la poesía asturiana: temas nacionales, universales, temas de la vida cotidiana y temas íntimos. La narrativa del compromiso político, la narrativa breve y la obra dramática de Asturias merecen capítulos aparte, en este itinerario que no estaría completo si no se ocupara de la actividad periodística que Asturias nunca abandonó, y que comprende el último capítulo.


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“El periodismo fue una actividad practicada por Asturias durante toda su vida de escritor”, nos dice Albizúrez Palma (2008, p. 163), y luego se refiere a sus inicios en el periodismo juvenil que lo llevó a escribir en El Imparcial a partir de 1924, donde publicó hasta mediados de la década de los 40. Albizúrez incluye en su libro un texto de Aline Janquart, que se refiere al quehacer periodístico de Miguel Ángel entre los años que van de 1944 a 1974, y del cual me gustaría citar el siguiente párrafo referido a El Imparcial, por considerarlo de especial trascendencia: (…) este es el periódico de la fidelidad, el de los amores de Miguel Angel con el periodismo. Para el cincuentenario del diario escribió Asturias una verdadera “profesión de fe” […] A este texto fundamental hay que referirse porque da cuenta, mejor que cualquier discurso crítico, de lo que representaba para Asturias el periodismo en general y la colaboración con El Imparcial en particular. (2008, p. 172) Como fundador o colaborador de varios periódicos, Asturias se dedica a humanizar el género, poniendo todo su ser en cada palabra. Y aquí debo citar de nuevo al poeta Arce –él mismo, periodista durante muchos años– en relación a Miguel Ángel Asturias como periodista y su forma de ejercer ese noble oficio: Pero todo con una pasión tremenda, con una honestidad ilimitada. Así, lanza constantes críticas que no le serán perdonadas jamás. Critica al ejército. Critica a la burguesía. Critica a los gobernantes, a la universidad, a la Iglesia (¡y es profundamente católico!); critica a los jóvenes y a los viejos, a los periodistas y a los maestros. Critica a su pueblo. Se vuelve impertinente. Imperdonable. Ha aprendido a hablar con libertad. Como un caballo salvaje, su joven genialidad no acepta freno, y atropella la mediocridad aldeana. Los guatemaltecos no tienen más remedio que verse y reconocerse en las críticas de Miguel Ángel. Y eso tampoco le será perdonado. (2008, p. 20)


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El itinerario de Asturias termina el 9 de junio de 1974, día de su fallecimiento. Y este libro que le dedica Albizúrez, cierra con las repercusiones que su muerte tendría en la prensa guatemalteca y la madrileña, testimonios que dispersarían el nombre de Miguel Ángel Asturias por todo el planeta. La pluma de Albizúrez Palma indudablemente ha recreado la figura y la palabra de Asturias en los libros que le dedicó, pero más importante me parece el retrato que en sus páginas deja, de un hombre que a lo largo de su vida demostró ser un hombre de recias convicciones.


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Referencias Albizúrez Palma, F. (2008). Itinerario de Asturias. Guatemala: Editorial Cultura. Arce, M. J. (1988). Liminar. En Amos Segala, Miguel Angel Asturias. Paris 1924-1933. Periodismo y creación literaria. Madrid, España: Colección Archivos. Carpentier, A. (1981). La novela latinoamericana en vísperas de un nuevo siglo y otros ensayos (2.ª ed.). Mexico, D. F.: Siglo Veintiuno Editores, S. A.



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Destrezas básicas en preescolar para el aprendizaje exitoso de la lectura Lisbeth Hernández Castillo*1

Resumen El artículo presenta los principales hallazgos del estudio sobre percepciones de estudiantes acerca del desarrollo de las destrezas básicas lectoras en la niñez preescolar. La investigación presenta un enfoque cualitativo con la participación de estudiantes de la licenciatura en Educación Inicial y Preprimaria de la Universidad Rafael Landívar. Se procedió a la indagación por medio de grupo focal. El objetivo del trabajo es obtener las opiniones y percepciones de las participantes relacionadas con las destrezas para el aprendizaje de la lectura. Las preguntas se organizaron en torno a cuatro ejes: a) destrezas básicas en el nivel preescolar; b) destrezas requeridas para el ingreso a primer grado primaria para el aprendizaje de la lectura; c) enseñanza de las destrezas en el marco del currículo oficial; y d) mejoramiento del aprendizaje de la lectura. La metodología se define dentro del enfoque fenomenológico-hermenéutico, que radica en valorar la experiencia docente de la práctica cotidiana. Entre los principales hallazgos se menciona que se prioriza, desde muy temprana edad, la enseñanza de la lectura sin tomar en cuenta el aprestamiento necesario para su desarrollo. No existe una práctica y ejercitación sistemática de destrezas básicas en el nivel preescolar para iniciar el proceso de la lectura. Con respecto a la implementación del currículo, en general se hacen esfuerzos por *

Maestra de Educación Preprimaria, profesora especializada en Problemas de Aprendizaje, Educación Especial, licenciada en Educación, B. A., magíster en Administración Educativa, por la Universidad del Valle de Guatemala. Estudios de doctorado en Educación, por la USAC. Maestra de Primaria en AIS y coordinadora académica en la Dirección de Posgrados de la Universidad Rafael Landívar.


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trabajar destrezas, pero existe la presión por cubrir contenidos relacionados a memorizar conceptos. Por último, opinan que es necesario trabajar de una forma consistente, secuencial y metódica, las destrezas y aprendizajes que contribuyen a establecer los conocimientos y las bases en la educación de la lectura. Palabras claves: preescolar, destrezas básicas, proceso de enseñanza de la lectura. Introducción Este artículo aborda uno de los temas más serios en la formación de la niñez, particularmente con el aprendizaje de la lectura, relacionado a competencias, habilidades y conocimientos que los niños deben dominar para un exitoso inicio del ciclo primario. La enseñanza de la lectura es un proceso complejo dentro del cual el dominio de las destrezas básicas o preacadémicas son determinantes para su aprendizaje. Sin embargo, no es el único factor, el aprendizaje de la lectura está relacionado con diferentes factores fisiológicos, sociales, económicos, culturales, emocionales y conductuales. El artículo se enfoca en las destrezas básicas para la lectura en la etapa de la educación preescolar. 1. Estudios sobre del aprendizaje de la lectura Dentro de las investigaciones sobre el aprendizaje de la lectura, los diferentes autores coinciden en que la preparación, entrenamiento previo o aprestamiento recibido es determinante para el desarrollo lector. “El nivel de dominio de las habilidades lectoras iniciales pueden ser parámetro predictivo de la producción lectora en los siguientes años” (Biemiller, Lonigan y Whiterhurst, citados por Rugerio y Guevara, 2014, p. 27). Los estudios de seguimiento demuestran que se predice la repitencia de grado si existe un atraso inicial en el aprendizaje de la lectura, el cual tiene una acción negativa en el rendimiento de los grados posteriores, y coloca a los estudiantes en desventaja (Bravo, citado por Bravo, Villalón y Orellana, 2002, p. 175).


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Los estudios realizados sobre intervenciones en el contexto preescolar, Cassady y Smith (2003) toman como referencia el planteamiento de la Asociación Internacional de Lectura y la Asociación Nacional para la Educación de Infantes, donde se expone que la enseñanza de la lectura en preescolar es más positiva si se brinda la instrucción en forma organizada y metódica, pues propicia la conciencia fonológica, los conceptos base del alfabeto y las actividades de lectura. Borzone (2005), en su estudio exploratorio realizado con niños que asisten a preescolar, indica que las actividades sistemáticas de lectura de cuentos y reinterpretación de textos dentro de ese sistema, propician el desarrollo de habilidades cognitivas y lingüísticas. Romero, Arias y Chavarria (2007) señalan que es erróneo creer que los niños desarrollan habilidades lingüísticas y preacadémicas por sí solos o de forma automática, lo cual señala que para ello demandan de un entrenamiento y enseñanza. “Puede afirmarse categóricamente que todas las habilidades relacionadas con el lenguaje oral y escrito, que logren adquirirse en etapas tempranas de desarrollo psicológico, repercutirán en la vida escolar de los niños” (Rugerio y Guevara, 2014, p. 28). Saracho (2001) hace énfasis en la importancia de la participación de los niños preescolares en programas que propicien actividades en forma sistemática, para el desarrollo de la lectura inicial y la instrucción de la lectura por medio del juego. Los resultados del estudio demostraron que las actividades enfocadas a la lectura como el reconocimiento y lectura de símbolos, seguimiento de instrucciones, vocabulario por medio de la interacción entre los mismos niños, secuencia de eventos, juegos de roles para el desarrollo del lenguaje, reconocimiento de letras por su sonido, lectura de letras, reconocimiento de palabras con sonidos similares (rimas), lectura de historias, entre otras, permitieron a los niños adquirir una buena disposición hacia el aprendizaje. En conclusión, el ambiente físico relacionado a la lectura, así como el rol clave que desempeñan los maestros con la intervención para el desarrollo de


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las actividades relacionadas con ella, ofrecen diversas experiencias a los niños para fortalecer sus habilidades. Otro estudio realizado por Shapiro y Solity (2008) con un diseño cuasi experimental en el que compararon dos grupos, uno con un modelo de intervención Early Reading Research Intervention (ERR), fue diseñado para desarrollar destrezas de conciencia fonológica y correspondencia grafemafonema; y otro grupo con instrucción convencional en doce escuelas con una población de 462 estudiantes, dividida en dos grupos, uno de 251 niños que recibieron el ERR y otro grupo de 211 niños que recibieron la enseñanza convencional. Entre los resultados obtenidos, afirman que el grupo de niños que estuvo bajo la intervención desarrolló niveles de lectura más rápida. Adicionalmente, se evidenció el efecto en la conciencia fonológica y disminución en el porcentaje de los niños reportados con dificultades en lectura, en escuelas donde fue aplicado el programa de intervención. 2. Destrezas básicas para el aprendizaje de la lectura inicial Las destrezas básicas se refieren a los aprendizajes que preceden para el desarrollo de la lectura y contribuyen en años posteriores a la formación de las bases del código escrito. No se ha logrado especificar un momento exacto en el cual los niños aprende a leer, sino que es un proceso evolutivo que se construye conforme ellos adquieren el desarrollo cognitivo esperado. A muy temprana edad, adquieren habilidades y conocimientos como el lenguaje oral y el escrito, necesarios para poder leer y escribir. La comprensión sobre iniciación a la lectura es mayor con el conocimiento de elementos que influyen positivamente en el proceso. Entre los elementos como parte esencial del proceso, en niños comprendidos entre las edades de 2 y 3 años se encuentra el desarrollo del lenguaje oral y escrito, riqueza de ambiente letrado, participación directa y constante en las actividades relacionadas a la lectura, participación activa de la familia en el aprendizaje de la lectura a temprana edad (Vega y Macotela, citados por Rugerio y Guevara, 2014). En la medida en que los niños eleven sus conocimientos, desarrollen sus habilidades y mantengan una


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actitud positiva hacia la lectura y escritura, lograrán el proceso (Vega, citado por Rugerio y Guevara, 2014). Para el logro del proceso basado en hallazgos investigados, una de las habilidades que debe estar desarrollada es la conciencia fonológica, definida por Linan-Thompson (2004) como “la habilidad de escuchar, identificar y manipular sonidos en el lenguaje oral” (p. 11). El conocimiento del alfabeto, según la Division of Research and Policy (2002), es la capacidad que adquiere el niño para comprender que la palabra hablada se compone de pequeños segmentos de sonidos o fonemas. Estas destrezas predicen el éxito para aprender a leer, ya que los estudios demuestran que existe una relación estrecha entre ellas y es la base para el aprendizaje exitoso de la lectura. Según Tokuhama y Rivera (2013): “la conciencia fonológica no es una competencia natural; es necesario contribuir a que niños y niñas la desarrollen en edades tempranas, es decir, antes de que inicien el aprendizaje de la lectura” (p. 34). Para contribuir al aprendizaje de la lectura, un niño necesita entrenamiento adecuado y oportuno en las diferentes destrezas. Tokuhama, et al. (2013) afirma que: “otro mecanismo de reconocimiento es el visual, el cual permite identificar los símbolos, en este caso las letras, y discriminarlos de cualquier otro símbolo para su posterior relacionamiento con el sonido al que representan” (p. 35) Para que se dé un buen proceso de aprendizaje de lectura, el entrenamiento, práctica y estimulación en destrezas del área visual y auditiva contribuyen al desarrollo del sistema fonológico. En el estudio sobre conciencia fonológica, Tokuhama y Rivera (2013) plantean que el problema existente entre el fracaso escolar y el aprendizaje de la lectura, según el Ministerio de Educación de Costa Rica está relacionado con las debilidades en el dominio de la conciencia fonológica, por lo tanto argumentan que: “el fracaso escolar podría estar asociado al hecho de que niños y niñas, al comienzo de la escolaridad, no han logrado desarrollar destrezas relacionadas con la conciencia fonológica en el nivel adecuado previo al aprendizaje de la lectura” (p. 1).


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Borzone (1994), en su propuesta de alfabetización incluye la conciencia fonológica, juegos con rimas, y aliteraciones, canciones y trabalenguas, lo cual permite a los niños enfocarse en la estructura fonética de las palabras y las diferencias pueden revertirse. El presente estudio se realizó con base a cuatro objetivos: 1) indagar sobre las destrezas básicas que los niños practican en el nivel preescolar; 2) identificar las destrezas básicas requeridas al ingresar a primer grado primaria; 3) relacionar la práctica de enseñanza con las destrezas en el marco del Currículo Nacional Básico (CNB); y 4) mencionar experiencias de aula para mejorar el aprendizaje de la lectura en los primeros grados del nivel primario. 3. Método El método de investigación educativa se enmarca en el enfoque fenomenológico-hermenéutico. La hermenéutica permite ir hacia el texto del que se parte, y se interpreta la opinión de los participantes. El modelo de investigación está basado en la experiencia de vida, permite la reflexión sobre su propia experiencia individual y la importancia pedagógica de los fenómenos educativos de la vida cotidiana (Ayala, 2008). El objetivo del trabajo es obtener las opiniones y percepciones de las participantes relacionadas con las destrezas para el aprendizaje de la lectura. La recopilación de información de la investigación cualitativa se realizó por medio de la técnica de grupo focal (ver Anexos, Tabla 2, Guía del grupo focal), por sus características y propósitos posibilita información relevante para el tema de estudio. La técnica de grupo focal permite que cada participante exprese su punto de vista con base a la experiencia docente, adquirida en los niveles preprimario y primario de los distintos centros educativos en los que han laborado a partir de los temas expuestos. Para el diseño del grupo se tomó como base los cuatro objetivos planteados, en donde se valora la información sobre las percepciones y opiniones de las docentes. El proceso metodológico incluyó la elaboración de la guía, grabación del grupo focal, transcripción de


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la información, elaboración de la jerarquía de códigos de textos, codificación de las transcripciones e interpretación. El grupo de estudio comprendió once participantes graduadas del profesorado en Educación Inicial y Preprimaria, estudiantes de cuarto año de licenciatura en la misma especialidad de la Universidad Rafael Landívar, Campus Central (ver en Anexos, Tabla 1, Caracterización de docentesestudiantes). Se convocó a las estudiantes del cuarto año de la licenciatura en Educación Inicial y Preprimaria para participar en el grupo focal, se informó el objetivo del estudio, metodología de la sesión y se solicitó la autorización de Consentimiento Informado para grabar la participación de las estudiantes. Se sostuvo la sesión con la participación de once estudiantes y el apoyo de la catedrática titular del curso, con una duración aproximada de noventa minutos. 4. Resultados Los resultados se presentan con la caracterización del grupo participante y continúa con los cuatro ejes fundamentales que conducen el estudio. CARACTERIZACIÓN Con respecto a las docentes-estudiantes consultadas, la mayoría del grupo se formó en el ámbito de educación a nivel medio dentro del cual se encuentran cinco maestras de educación preprimaria, tres de educación primaria y tres de bachillerato en diferentes especialidades. A nivel universitario, el grupo participante complementó su formación en la especialidad de niños comprendidos entre las edades de 0 y 6 años, cuentan con el título de profesorado en Educación Inicial y Preprimaria, e iniciaron los estudios de licenciatura en la misma especialidad. Con relación al número de años de experiencia en docencia, nivel escolar y experiencia en la enseñanza de la lectura: diez participantes cuentan con


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experiencia docente comprendida entre 2 y 10 años, cinco han laborado en el nivel preprimario y dos en primaria únicamente, tres tienen experiencia, en ambos niveles. Nueve de ellas afirman tener experiencia en la enseñanza de la lectura. Sobre el área geográfica y sector, la mayoría ha laborado en el área urbana dentro del sector privado, dos solamente en el área rural y dos han tenido la oportunidad de trabajar en ambas áreas. La preparación académica y experiencia en el campo laboral de las participantes son una referencia que permite opinar sobre las necesidades básicas de aprendizaje de los niños, según su edad y nivel educativo. 4.1. DESTREZAS A NIVEL PREESCOLAR. El objetivo fue indagar sobre las destrezas básicas que los niños practican en el nivel preescolar. ¿Qué destrezas enseñan y practican en la preprimaria? Las estudiantes opinaron que las destrezas con mayor práctica y ejercitación en el nivel preescolar son motricidad fina, percepción auditiva y visual como indicó una de ellas: “discriminación auditiva, discriminación visual, la motricidad gruesa lleva a la motricidad fina, es imperativo para saber, para poder hacer los trazos de la escritura”. ¿Cuáles de las destrezas mencionadas considera indispensables como base para el proceso de aprendizaje de la lectura? Dentro de las destrezas que consideran necesarias para el proceso de aprendizaje de la lectura señalaron que “para la lectoescritura lo más importante es la motricidad fina verdad, toda la parte de percepción auditiva y percepción visual verdad para poder aprender todo lo que son los símbolos y todos los grafos que después se van a ir desarrollando”. ¿Cuáles de esas destrezas tienen una relación directa con el aprendizaje de la lectura? Sobre las destrezas que tienen una relación directa con el aprendizaje de la lectura, mencionaron adicionalmente a las expuestas, el desarrollo de


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motricidad gruesa, pensamiento lógico: “todo lo que se enseña previo al proceso de lectura y escritura influye en como los niños van a poder adaptarse a este proceso, todo lo que tiene que ver en capacidades de motricidad fina, incluso motricidad gruesa, en discriminación auditiva hasta el pensamiento lógico que los niños van a desarrollar antes de empezar este proceso les va a ayudar para que ellos puedan, asimilar todo, la apreciación que se les da en el nivel de preprimaria es fundamental para que ellos puedan entrar al proceso de lectura y escritura”. Ejemplificaron algunos ejercicios que realizan en las aulas de preescolar sobre las destrezas mencionadas. “Por ejemplo, en percepción visual hacemos ejercicios en los que los niños tienen que encontrar la figura que es igual a la del modelo, o buscar la posición de la figura, también pueden discriminar por tamaño, color.” Mencionaron la relación entre la destreza y el aprendizaje de la lectura. “Cuando los niños aprenden a diferenciar la forma, el tamaño, la posición de los objetos y figuras, esta actividad les ayuda, por ejemplo, a diferenciar después entre la letra b y d que son parecidas solo cambia la posición”. Otra de las destrezas que se menciona y ejemplifica en varias oportunidades es discriminación auditiva, se señala que es importante en el proceso lector. “Trabajamos con rimas y sonido inicial de palabras porque es una de las formas en que los niños aprenden a reconocer sonidos finales y cómo suena la letra con la que empieza la palabra, por ejemplo les decimos varias palabras y ellos nos dicen que palabra empieza con el mismo sonido como foca: boca, foto, topo”. Otro aspecto señalado, pero en menor cantidad de oportunidades, fue la conciencia fonológica. “En realidad lo que nosotros hacemos ahorita en mi clase es desarrollar muchas habilidades por medio de actividades, verdad, como la conciencia fonológica es lo que más se trabaja a esta edad y en lo que en realidad nos enfocamos es a enseñarles muchos sonidos, las letras y sus fonemas también, conciencia fónica”.


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Las investigaciones de Saracho (2001), Shapiro y Solity (2008), y Tokuhama y Rivera (2013), con relación a la importancia de trabajar destrezas como reconocimiento de letras por su sonido, lectura de símbolos, conciencia fonológica, coincide con la opinión de las estudiantes sobre el trabajo realizado en su práctica sobre la importancia de exponer a los niños a la ejercitación de destrezas antes mencionadas para contribuir al fortalecimiento del proceso lector y disminuir dificultades. 4.2. Destrezas requeridas para ingresar a primer grado primaria. El objetivo fue identificar las destrezas básicas requeridas al ingresar a primer grado primaria. ¿Con qué destrezas ingresan los niños a primer grado primaria? Las docentes-estudiantes identifican diferentes destrezas básicas que los niños dominan al ingresar a primer grado primario. Entre ellas se encuentra la destreza de relaciones temporo-espaciales: “algunos manejan muy bien su lateralidad, izquierda derecha, se ubican en el espacio, de arriba para abajo, también puedan ubicarse en espacios pequeños”. Otra destreza que se enfatiza en varias opiniones es la motricidad gruesa y fina. “Varios de ellos vienen preparados para escribir, han hecho muchas planas y tienen un buen control del lápiz, además los ejercicios de psicomotricidad gruesa como saltar en un pie, en dos pies, equilibrio los ayuda”. Entre las destrezas mencionadas se encuentra la percepción visual. “Los niños pueden reconocer la forma de las figuras geométricas, colores, posición, detalles dentro de una figura”. Con base a su experiencia, ¿Cuáles son las destrezas que deberían dominar los niños al ingresar a primer grado para aprender a leer? Sobre las destrezas que los niños deberían dominar al ingresar a primero primaria, consideradas con base a la experiencia de las docentes participantes, se encuentran las destrezas de percepción visual y auditiva las cuales se


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enfatizan en repetidas oportunidades. “Pienso que unas de las destrezas más importantes son la memoria visual y la auditiva. Por ejemplo, se les enseñan una serie de objetos durante unos segundos, luego se cubren y el niño debe recordar lo que vio, lo mismo con la parte auditiva. Se le dice una secuencia de palabras y el niño debe recordar y decir las mismas palabras en el mismo orden, estos dos ejercicios los ayudan a relacionar formas y sonidos que es lo que hacen cuando están aprendiendo a leer”. Entre otras destrezas mencionadas como parte del área auditiva se encuentra la conciencia auditiva: “necesitan dominar la conciencia auditiva que se refiere a diferenciar sonidos y se puede practicar de muchas formas, por ejemplo reconocer los nombres de sus amigos que inician con el mismo sonido”. Otro ejercicio que se menciona en la misma línea: “relacionar la letra con el sonido y también saber el nombre de las letras, por lo menos las vocales y algunas consonantes aunque lo ideal sería que ingresaran sabiendo el nombre de las letras del alfabeto porque esto facilita mucho el aprendizaje de la lectura”. En percepción auditiva y seriación fue señalado lo siguiente: “también rimar palabras, poemas cortos, canciones y seguir un patrón como azul, azul, amarillo, azul, azul, amarillo”. Adicionalmente al énfasis en el área perceptiva, se ejemplificó sobre las destrezas de pensamiento: “clasificación de objetos por sus uso y material del que están hechos, o su función. Secuencia de tiempo, qué sucedió primero, después y de último, encontrar absurdos en una ilustración situación, identificar si una situación es real o es fantasía”. Dentro de las destrezas de pensamiento opinan sobre la importancia del conocimiento de su entorno y vocabulario: “identificar pequeñas cosas, y entender su entorno, saber qué es lo que está pasando, las personas que están en su entorno son reimportantes, aprender y usar las palabras nuevas en sus conversaciones diarias”.


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En relación a pensamiento denotan que el desarrollo de juicio crítico es una destreza primordial. “Realmente es necesario que los niños hayan tenido oportunidad de decir lo que piensan y darles herramientas para que puedan expresar su punto de vista, esto se consigue dando oportunidad de opinar en clase y discutir y analizar por qué, preguntando qué harías tú”. Las destrezas mencionadas con las que ingresan los niños a primer grado son relaciones de tiempo y espacio, motricidad y percepción visual, y las requeridas para primer grado primaria se resumen en: motricidad, percepción visual y auditiva, relaciones tiempo-espacio, destrezas de pensamiento y vocabulario. Las estudiantes mencionan las destrezas que los niños practican en el nivel preescolar, identifican destrezas necesarias para aprender a leer, sin embargo existe una brecha entre lo que las estudiantes señalan que los niños dominan al ingreso de la primaria y lo que indican que se necesita. Los estudios de Romero, Arias y Chavarria, (2007) señalan que es necesario un entrenamiento y enseñanza, los niños no las adquieren por si solos necesitan practica y ejercitación dirigida. 4.3. Enseñanza de destrezas en el marco del Currículo Nacional Base (CNB) nivel preprimario. Se buscó relacionar la práctica de enseñanza en relación con las destrezas en el marco del Currículo Nacional Base (CNB). ¿Cómo describiría el CNB dentro de su práctica de enseñanza aprendizaje cotidiana? Las docentes participantes establecen la correspondencia de la práctica de enseñanza aprendizaje cotidiana con el CNB del nivel preprimario en diferentes acciones, como mencionaron: “el CNB en una guía, nos sirvió de base para elaborar nuestro propio currículo”. Otro elemento mencionado es la planificación. “Es una herramienta para planificar, seguir una secuencia, un orden”. Es un recurso en la parte de evaluación. “Utilizo las listas de dosificación como listas de cotejo para saber que aprendió y que no el niño”.


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¿Qué destrezas relacionadas a la lectura comprende el CNB? Sobre el conocimiento de las destrezas de lectura que contiene el CNB: “tiene muchas destrezas que se relacionan con la lectura, por ejemplo: identificación de sonidos suaves y fuertes, rimas, actividades de coordinación mano ojo”. ¿Cómo utiliza el CNB para la enseñanza de las destrezas? Para la aplicación del CNB en la enseñanza de destrezas relacionadas a la lectura indicaron que: “comprende las áreas que debo trabajar, tiene los contenidos, actividades y cómo evaluar para saber el nivel de logro de los niños, por ejemplo, tiene una parte de destrezas de aprendizaje por edades y esto ayuda a saber qué debemos esperar según el grado o la edad con la que estamos trabajando. Si son niños de 4, 5 o 6 años”. “Tiene una parte que se llama destrezas de aprendizaje y esta parte tiene las actividades que preparan a los niños para la lectura, aunque todo lo que se trabaje ayuda”. “Yo no lo uso, en el colegio utilizamos libros que tienen que llenar”. En síntesis, las participantes conocen parcialmente el CNB, en el cual se apoyan de diferentes formas como herramienta de trabajo, guía de planificación y de evaluación; sin embargo no todas lo utilizan completamente en el seguimiento de destrezas. El CNB es el documento oficial que norma la enseñanza de la lectura en los primeros grados y los estándares aprobados por el Acuerdo Ministerial 134-2007. Según el estándar educativo, al terminar primer grado primaria, un estudiante debe ser capaz de: “leer en voz alta, con fluidez y precisión, textos adecuados al nivel, haciendo predicciones, identificando tema, el personaje principal, relacionando las imágenes con el contenido y demostrando comprensión del concepto del texto impreso (partes del libro, título y otros)” (Usaid & Educación, 2007). 4.4. Mejorar el aprendizaje de la lectura. El objetivo fue mencionar experiencias para mejorar el aprendizaje de la lectura en los primeros grados del nivel primario.


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¿Qué tipo de actividades en el aula contribuyen a mejorar el aprendizaje de la lectura en los niños? Concerniente a las actividades que contribuyen a mejorar el aprendizaje de la lectura en los niños que están iniciando el proceso en primer grado las docentes participantes indican que hay que leer cuentos, discutir sobre lo leído, ordenar las historias, incrementar el vocabulario cada día por medio del juego, entre otras: “les encanta que uno les lea cuentos y dramatizarlos, con esto usan palabras nuevas” y “ordenar historietas siguiendo que paso antes, después y al final”. ¿Qué otros aspectos considera que inciden en el aprendizaje de la lectura? Dentro de los aspectos mencionados se encuentra la presión de padres de familia, el juego y el hábito de la lectura en los hogares como se ejemplifica en las opiniones brindadas. “Actualmente existe presión por parte de los padres de familia que los niños aprendan lo antes posible a leer y muchas veces se saltan las etapas y no reciben el aprestamiento necesario, yo considero que esto no es muy bueno y luego les afecta”. “El juego ayuda mucho, durante el proceso, se pueden hacer juegos de palabras, de memoria, diálogos, inventar historias con cada letra del abecedario y los niños aprenden y no estar haciendo hojas de trabajo”. “Si en la casa leen, los niños adquieren el hábito y esto ayuda a que tengan interés por leer”. Otros hallazgos encontrados, según la opinión de las estudiantes el nivel preescolar no se enfoca completamente en la enseñanza de destrezas, sino que se inicia con el proceso de lectura, sin trabajar las destrezas básicas para el proceso lector: “¿será que se enseñan realmente las destrezas básicas, o si ya el propio proceso de la lectoescritura está siendo enseñado desde la preprimaria que es el caso que sucede en nuestro centro educativo?”.


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Se indicó que no haber asistido a la preprimaria es superable: “van a haber dificultades que lo van a diferenciar de los niños que sí han pasado en preprimaria, pero sí se puede adaptar, se lo digo por la experiencia”. Asimismo, la educación preprimaria y la retención en primer grado primaria según la experiencia: “si un niño entra a primer grado primaria sin haber llevado una preprimaria y todas estas habilidades, el niño puede lograr llegar a escribir y leer pero en una forma mecanizada, entonces al llegar a estos grados es donde se empieza a ver esa repitencia, esa dificultad donde empezamos a tener problemas y todo se debe a que no hubo una previa adaptación o un previo proceso que lo prepare”. Se señaló que el currículo del centro escolar se centra en contenidos y no en destrezas y se desarrolla por medio de libros de texto. “En mi colegio nos concentramos en ensenar de memoria conceptos que traen los libros, la guía es el libro, no el CNB”. Entre las opiniones de las estudiantes se coincide que las actividades del centro preescolar, conjuntamente con las del hogar, contribuyen a mejorar la lectura de los niños. La opinión emitida por las estudiantes se afirma por el estudio exploratorio de Borzone (2005) sobre la lectura de cuentos en forma sistemática. El dominio de la lectura como herramienta para el desarrollo de la persona y acceso al conocimiento es indispensable desde muy temprana edad. Los resultados de investigaciones y pruebas de lectura realizadas a nivel nacional e internacional muestran que los estudiantes y personas adultas desde la primaria hasta la universidad no están logrando los porcentajes aceptables para tener acceso al mundo de la comunicación, comprender la información impresa, aplicarla a la vida cotidiana y laboral, y desempeñarse eficazmente en la sociedad de la información. Conclusiones Existe consenso entre las estudiantes de la carrera de licenciatura en Educación Inicial y Preprimaria, sobre la importancia que tiene la enseñanza


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y el ejercicio de las destrezas básicas que inciden en el proceso del aprendizaje de la lectura en la etapa preescolar, previo a iniciar el proceso formal en primer grado de primaria. Entre las destrezas básicas identificadas por las docentes para la preparación del aprendizaje de la lectura en el nivel preescolar, las destrezas que se ejercitan en el aula y las destrezas con las que ingresan los estudiantes a primero primaria, existe un desfase, falta secuencia, continuidad y constancia en la prácticas de forma sistemática entre conocimiento de las participantes y prácticas aplicadas en clase. Sin embargo, la destreza más reforzada en el ciclo preescolar es motricidad y percepción visual. Se señala que los niños que ingresan a primer grado de primaria han tenido algún entrenamiento en motricidad fina y gruesa, en destrezas de percepción visual y auditiva. Opinan que es importante enfocarse en el “aprestamiento”. El CNB es utilizado dentro de la práctica de enseñanza como una herramienta base para el desarrollo del programa preescolar, pero aún no se utiliza y aplica en toda su dimensión como apoyo en el desarrollo de las destrezas para la lectura. Otros factores mencionados que inciden en el éxito del aprendizaje de la lectura en primer grado primaria, son la estimulación, apoyo, motivación, asistencia al nivel preprimario, interés por parte de los padres de familia hacia el aprendizaje del niño y un ambiente letrado en casa. Entre las prácticas más exitosas mencionadas para mejorar el aprendizaje es la lectura de cuentos, actividades que incrementen el vocabulario y ejercicios de relación entre fonema y grafema de las letras del abecedario. Los estudios confirman que el niño que a temprana edad está expuesto al entrenamiento en destrezas básicas, favorece el proceso de aprendizaje de la lectura. En este sentido, la enseñanza, práctica y entrenamiento de destrezas básicas en el nivel preprimario contribuye en forma positiva al éxito escolar, y al desarrollo de las competencias lectoras.


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Romero, S., Arias, M. y Chavarria, M. (2007). Identificación de prácticas relacionadas con el lenguaje, la lectura y la escritura en familias costarricenses. Actualidades Investigativas en Educación. Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=44770305 Rubio, F. y Rosales, L. (2010). El aprendizaje de la lectura. Resúmenes de Políticas Educativas – No. 1. Usaid / Reforma educativa en el aula. Rugerio, J. y Guevara, Y. (2015). Alfabetización inicial y su desarrollo desde la educación infantil. Ocnos Revista de estudios sobre lectura. Disponible en: http://ocnos.revista.uclm.es/ Saracho, O. (2001). Exploring young children’s literacy development through play. Early Child Development and Care, 178(7) 837-852. Shapiro, L. y Solity, J. (2008). Delivering phonological and phonics training witch whole-class teaching. British Journal of Educational Psychology, 78(4), 597-620. Tokuhama, T. y Rivera, G. (2013). Estudio del arte sobre conciencia fonológica. Investigación bibliográfica sobre Conciencia Fonológica para CECC/ SICA del Sistema de Integración Centroamericana. Disponible en: http://ceducar.info/redvc/CEDUCAR/visor/politica_regional/ fracaso_escolar/Tokuhama_T_Rivera_G_Conciencia_fonologica/index. html#3 Vaughn, S. y Linan-Thompson, S. (2004). Research - Based Methods of Reading Instruction: Grades K-3. Alexandria, Virginia: Association for Supervision and Curriculum Development.


Fuente: elaboración propia.

6

2 8

5 5

Profesorado en Educación Inicial y Preprimaria /Profesorado en Problemas de Aprendizaje

Profesorado en Educación Inicial y Preprimaria

Profesorado en Educación Inicial y Preprimaria

Profesorado en Educación Inicial y Preprimaria

Profesorado en Educación Inicial y Preprimaria

Profesorado en Educación Inicial y Preprimaria

Profesorado en Educación Inicial y Preprimaria

Profesorado en Educación Inicial y Preprimaria

Profesorado en Educación Inicial y Preprimaria

Profesorado en Educación Inicial y Preprimaria

Profesorado en Educación Inicial y Preprimaria

Maestra de Preprimaria

Maestra de Educación Primaria Bilingüe

Maestra de Preprimaria

Maestra de Preprimaria

Bachiller en Ciencias y Letras

Maestra de Primaria

Maestra de Preprimaria

Maestra de Preprimaria

Maestra de Primaria

Bachiller en Ciencias y Letras

Bachiller en Administración

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Años de Experiencia docente

Título a nivel universitario

Título a nivel medio

No.

Urbana

Rural

Urbana

Rural

Urbana y Rural

Urbana

Rural y Urbana

Urbana

Urbana

Urbana

Experiencia en Área Urbana o Rural

Preprimaria y primaria

Primaria

Preprimaria

Preprimaria

Primaria

Preprimaria

Preprimaria

Preprimaria

Preprimaria y primaria

Preprimaria y primaria

Niveles en donde ha impartido clases

Privado

Oficial

Privado

Oficial

Oficial

Privado

Privado y Oficial

Privado

Privado

Privado

Sector Privado/ oficial

No

No

Experiencia en la enseñanza de lectura

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Anexos Tabla 1. Caracterización de docentes-estudiantes


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Tabla 2. Guía de grupo focal Aspecto

Objetivo

Preguntas 1. ¿Qué destrezas enseñan y practican en la preprimaria?

1. Destrezas en el nivel preescolar

2. Destrezas requeridas para ingresar a primer grado primaria

3. Enseñanza de destrezas en el marco del currículo oficial

4. Mejorar el aprendizaje de la lectura

1. Indagar sobre las destrezas básicas que los niños aprenden y practican en el nivel preescolar.

2. Identificar las destrezas básicas requeridas al ingresar a primer grado primaria

3.Relacionar la práctica de enseñanza en relación con las destrezas en el marco del Currículo Nacional Base (CNB)

4. Mencionar experiencias para mejorar el aprendizaje de la lectura en los primeros grados del nivel primario.

Fuente: elaboración propia como guía del grupo focal.

1.1. ¿Cuáles de las destrezas mencionadas considera indispensables como base para el proceso de aprendizaje de la lectura? 1.2 ¿Cuáles de esas destrezas tienen una relación directa con el aprendizaje de la lectura?

2. ¿Con qué destrezas ingresan los niños a 1er. Grado primaria? 2.1. Con base a su experiencia, ¿Cuáles son las destrezas que deberían dominar los niños al ingresar a 1er. Grado para aprender a leer?

3. ¿Cómo describiría el CNB dentro de su práctica de enseñanza aprendizaje cotidiana? 3.1 ¿Qué destrezas relacionadas a la lectura comprende el CNB? 3.2. ¿Cómo utiliza el CNB para la enseñanza de las destrezas?

4. ¿Qué tipo de actividades en el aula contribuyen a mejorar el aprendizaje de la lectura en los niños? 4.1 ¿Qué otros aspectos considera que inciden en el aprendizaje de la lectura?


III. PLUMA INVITADA



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¿El desencanto de los “grandes relatos”? Posmodernidad, hermenéutica y pensamiento débil Dr. Juan Blanco*

“Mientras que la metafísica, o, lo que es lo mismo, la política de las descripciones, es la filosofía de los vencedores que aspiran a conservar el mundo como es, el pensamiento débil de la hermenéutica se convierte en el pensamiento de los débiles en búsqueda de alternativas” (Vattimo y Zabala, 2012, p. 12) “… la premisa de la hermenéutica: no hay solo una situación que el discurso describe como si fuera un espejo externo a la situación misma, sino que hay una situación compuesta por la situación y por su descripción e interpretación y así sucesivamente” (Vattimo, 2012, p. 81) Introducción “¿Metafísica en tiempos de posmodernidad?” es el título elegido para las jornadas1. Título de por sí revelador de la situación histórica –“posmodernidad”–, en la que se juega la metafísica su sentido. ¿Qué significa *

Doctor en Filoso ía por la Hochschule für Philosophie, München, Philosophische Fakultät, S. J., Alemania. Director del Instituto de Investigación y Proyección sobre Diversidad Cultural e Interculturalidad de la Universidad Rafael Landívar. Sus campos de investigación son el pensamiento decolonial, la iloso ía latinoamericana y contemporánea, y el pensamiento indígena centroamericano.

1

El artículo es una versión aumentada de la conferencia presentada en la Ciudad de Guatemala, en el marco de las XIV Jornadas de Filosofía del 21 al 23 de agosto de 2013, organizadas por la Universidad Mesoamericana de Guatemala. El título de las jornadas fue “¿Metafísica en tiempos de posmodernidad?”.


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que la metafísica “se juega su sentido”? Si partimos del supuesto –del que nos ocuparemos en la primera parte de esta exposición– que la posmodernidad es la época de la pluralidad, de la diversidad, la época en que, diría Nietzsche, “el mundo verdadero ha devenido fábula”, la pregunta implica, como una de sus posibilidades de interpretación, la búsqueda del sentido de la metafísica en el mundo de las pluralidades. Quizás podría reconfigurarse la pregunta, sin perder el sentido de la cuestión que orienta este ciclo de conferencias: ¿Unidad/ universalidad/totalidad en tiempos de diversidad?, o más bien: ¿Verdad (con mayúscula) en la época de la hermenéutica2? En un sentido más cercano a la contextualidad guatemalteca –que no desarrollaremos en absoluto aquí, pero que motiva subrepticiamente lo que aquí se expone–, podría plantearse la pregunta de estas jornadas –contextualizando aún más la pluralidad a la que la noción “posmodernidad” remite–, de las siguientes maneras: ¿Metafísica en la época del juicio a los dictadores guatemaltecos3? ¿Metafísica en tiempos de las Comisiones Históricas de la Verdad? ¿Metafísica en la época del resurgimiento del Pueblo Maya? ¿Metafísica en tiempos de las luchas por el reconocimiento de la diversidad sexual? ¿Metafísica en el país de las “ciencias sociales”? Una última forma de plantear la pregunta: ¿Pretensiones filosóficas del “punto cero”4 en tiempos de la pluralidad de puntos de partida? Quizá estas preguntas no sean consideradas filosóficas por muchos, no por no ser radicalmente tales, sino por estar demasiado “situadas”, “determinadas” por el contexto, del que la metafísica (considerada como la 2

En el sentido que, para Vattimo, la hermenéutica se ha convertido en la koiné de la época conocida como posmoderna. El proyecto tardo-moderno, o posmoderno, ha sido posible, entre otras razones, por una serie de autores que pueden considerarse como “hermeneutas” en el amplio sentido de la palabra. Quienes han hecho factible la experiencia interpretativa del mundo tardomoderno son: “Gadamer, Pareyson, Ricoeur, Jauss o Richard Rorty […] Karl Otto Apel y el último Habermas, Foucault, y […] Derrida […].” (Vattimo 1991: 118).

3

En el 2013 se llevó a cabo el juicio por genocidio al dictador militar José Efraín Ríos Montt, presidente de Guatemala 1982-1983. Durante su régimen fueron ejecutadas masacres en distintas aldeas habitadas en su mayoría por población Maya. La filosofía guatemalteca tiene una tarea pendiente: pensar la violencia engendrada por el racismo, producto de más de 500 años de exclusión, explotación y marginación del Pueblo Maya. El quehacer filosófico guatemalteco parece aún temer asumir radicalmente que “[l]a filosofía no es una recepción desapegada, contemplativa o neutral de objetos, sino más bien la práctica de una posibilidad interesada, proyectada y activa.” (Vattimo y Zabala 2013: 29. Cursivas en el original).

4

Se hace referencia a las reflexiones filosóficas de Santiago Castro-Gómez (2005).


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filosofía) ha pretendido estar allende (en su punto de partida y de llegada), pero del que sigue arrastrando ineludiblemente sus efectos. El hecho relevante aquí consiste en que la pregunta que anima estas jornadas filosóficas remite a una diferencia: la dada entre la metafísica y la posmodernidad. Una parece excluir a la otra (aunque no necesariamente deba ser así, como se sugerirá de algún modo más adelante). En razón de esta diferencia puede comprenderse el sentido de las preguntas arriba señaladas y, a su vez, lo que el primer epígrafe evoca (y que puede leerse como la tesis que anima lo que sigue). La exposición se divide en cuatro partes. La primera elabora la comprensión del sentido histórico de la posmodernidad vattimiana. La segunda se ocupa del pensamiento de la época posmoderna. La tercera versa sobre el vínculo de “proveniencia” de la posmodernidad con la herencia histórica. La última sección, la más breve, aborda uno de los temas tradicionalmente “metafísicos”, uno de los “grandes relatos” filosóficos: la verdad en tiempos de posmodernidad. El objetivo es presentar las consideraciones filosóficas de Gianni Vattimo respecto la posmodernidad y el pensamiento que le va de suyo: el pensamiento débil. 1. Posmodernidad: hermenéutica, “fin de la historia” y “pensamiento débil”5 Nuestra actual condición histórica ha sido nombrada “posmodernidad”. El pensamiento de la época posmoderna es la hermenéutica. La posmodernidad, y con ella el pensamiento que permite pensarla y con el que piensa, la hermenéutica, asume una “paradójica filosofía de la historia; paradójica porque el sentido de esta filosofía de la historia no es otro que el (largo) fin de la filosofía de la historia” (Vattimo, 1991, p. 70). 5

Con modificaciones, este texto reproduce uno de los apartados del primer capítulo de Invención y anulación del indígena en Patria y Libertad (Drama Indio) de José Martí (Blanco 2010). Lo que ahí se intenta es la articulación del “pensamiento débil” de Gianni Vattimo con el proyecto decolonial, en la vertiente desarrollada por Walter Mignolo, con el fin de comprender el racismo gestado por los intelectuales de finales del siglo XIX en Guatemala.


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La interpretación del sentido de la posmodernidad dista de ser unívoca, y posiblemente nunca lo sea6. Una de las maneras de comprenderla consiste en poner énfasis en un problemático “final de la modernidad”. Final que apunta al fin de una historia considerada por la modernidad como la historia, configurada esta última por el bosquejo metafísico-historicista, cuya gran expresión fue el sistema de pensamiento hegeliano (cfr. Vattimo, 1995a, p. 19). Esta comprensión está ligada a otros términos: fin de la modernidad, final de la metafísica y fin de la idea de progreso. La posmodernidad, entonces, hace referencia a una especie de conclusión de la modernidad. Pero, y es válido preguntarse, ¿una conclusión de qué tipo?, y todavía antes: ¿qué podemos entender por esta modernidad que ha concluido de cierta manera? La modernidad está vinculada al valor de ser moderno –entendido como el imperativo de la búsqueda de lo nuevo, lo de moda, por ser lo mejor–. El presupuesto que anima esta valoración es la idea de “progreso”. Idea que posee un énfasis teleológico y que remite, entre otras cosas, a una supuesta realización progresiva, y cada vez más plena (léase más moderna), por supuesto, de la perfecta “humanitas”. La estrategia de esta dinámica de mejoras consiste en el establecimiento e imposición del supuesto monocultural (eurocéntrico, para el caso) del desenvolvimiento diacrónico de la historia humana. Teniendo en cuenta estas premisas, fin de la modernidad hace referencia al desvincularse de la concepción de la historia como desenvolvimiento unitario. “Fin de la modernidad” equivaldría a “fin de la historia” –sin olvidar poner el énfasis en dicho “la” y no en “historia”–, fin de la idea de progreso, fin del supuesto devenir paulatino de una humanidad más perfecta (con criterios de perfección de horma occidental). Esta concepción de la historia que llega a su fin –nadie se atrevería a negarlo hoy– es la del proyecto hegemónicoimperial de occidente7. 6

Como ejemplo de esta diversidad puede consultarse, entre otros, el trabajo de Jean-François Lyotard (2006) y el de Jürgen Habermas (1997).

7

Por “occidente” entendemos aquí, en palabras de la antropóloga maorí Linda Tuhiwai Smith (1999, pp. 42-43), quien parte a su vez de las reflexiones de Stuart Hall: “West is an idea or concept, a language for imagining a set of complex stories, ideas, historical events, and social relationships. Hall suggests that the concept of the West functions in ways which (1) allow ‘us’ to characterize and classify societies into categories, (2) condense complex images of other societies through a system of representation, (3) provide a standard model of comparison, and (4) provide criteria of evaluation against which other societies can be ranked. These are the procedures by which indigenous peoples and their societies were coded into the Western system of knowledge.


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La posmodernidad, entonces, es la época en que se asume que […] no hay una historia única, [ya que] hay imágenes del pasado propuestas desde diversos puntos de vista, y es ilusorio pensar que haya un punto de vista supremo, comprensivo, capaz de unificar todos los restantes. (Vattimo, 1990, p. 76) Como consecuencia, se llega al final de la absolutización de la idea de progreso, y esto como efecto de poner en entredicho una perspectiva totalitaria, reduccionista y universal de la historia. La construcción teleológica de la realidad histórica no se desvanece como mentira, sino que muestra sus pretensiones reduccionistas y su especificidad entre otras versiones8. Este falseamiento tiene lugar porque “hoy sabemos que nuestra interpretación de la historia es precisamente una interpretación y nada más” (Vattimo, 2004, p. 71). Si uno de los prejuicios modernos consiste en la valoración de lo nuevo, lo innovador, como expresión del proceso de “superación” de estadios gnoseológicos, científicos, religiosos, morales, etc., encaminado a la consecución de “lo mejor” (una humanidad plena, por ejemplo, cuyo modelo lo constituye el hombre de la civilización europea), la posmodernidad es escéptica ante esta versión de la historia que se niega a considerarse tal y del modelo de humanidad que le acompaña, y desde el cual otros modelos culturales de humanidad fueron (des)calificados como9: primitivos, bárbaros, incivilizados, etc. 8

Un valioso ejemplo de esta deconstrucción de la historia desde la filosofía latinoamericana, en el ámbito de la filosofía política crítica, es Enrique Dussel (2007).

9

La idea de “supervivencias” –survivals– culturales, desarrollada por Edward Burnett Tylor a finales del siglo XIX, tenía como presupuesto la noción progresiva de la historia de las culturas. Al respecto, el antropólogo británico afirmaba: “Existen procesos, costumbres, opiniones, etc., que sólo por la fuerza del hábito han pasado a un nuevo estado de la sociedad, diferente de aquel en que tuvieron su origen, y así constituyen pruebas y ejemplos permanentes del estado anterior de la cultura, que por evolución ha producido este nuevo” (citado en Harris 2005, p. 141). Todo esto responden a una “colonización del tiempo”, que niega la contemporaneidad de otras formas de vida y las sitúa en un momento anterior al moderno (cfr. Mignolo 2011, pp. 152-158).


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Ahora bien, este desvincularse de la interpretación moderna de la historia no lleva a establecer el verdadero sentido de la historia, sino a la constatación, a través de la comprensión de los fenómenos de la sociedad actual10 –en especial de los mass-media (cfr. Vattimo, 1994, p. 17)–, que la historia misma dista de ser algo unitario, revelándose más bien como juego de poderes e interpretaciones. Hoy en día, las voces que la modernidad acallaba surgen –sino por primera vez, sí con más fuerza11– en la sociedad de los medios de comunicación de masas. Para Vattimo (1991, p. 221), [e]n el Ge-Stell informático, en el mundo de las imágenes del mundo, el mundo verdadero, como decía Nietzsche, ha devenido fábula, o con términos heideggerianos: Sage. La hermenéutica es la filosofía de ese mundo en el que el ser se da como debilitamiento y disolución […]. Llegados aquí no hay que caer en la trampa, moderna por cierto, de considerar este “fin de la modernidad” como una “superación de la modernidad”. Y esto porque: [l]a idea de “superación”, que tanta importancia tiene en toda la filosofía moderna, concibe el curso del pensamiento como un desarrollo progresivo en el cual lo nuevo se identifica con lo valioso en virtud de la mediación de la recuperación y de la apropiación del fundamento-origen (Vattimo, 1994, p. 10). Más adelante, el filósofo italiano agrega: La pretensión o el hecho puro y simple de representar una novedad en la historia, una nueva y diferente figura en la fenomenología del espíritu, colocaría por cierto a lo posmoderno en la línea de lo moderno, en la 10

Condiciones actuales que hacen referencia a “la caída de las condiciones políticas de un pensamiento universalista: el final del colonialismo [político, fundamentalmente], la toma de la palabra por parte de otras culturas y, paralelamente a ella, la constitución de la antropología cultural, el descrédito –también en este caso más práctico que teorético- (Primera Guerra Mundial) del mito del progreso unidireccional de la humanidad guiada por el más civilizado Occidente” (Vattimo, 2004, p. 103).

11

Al respecto puede consultarse el libro de José Bengoa (2007) titulado La emergencia indígena en América Latina. Para el caso guatemalteco pueden consultarse Bastos y Camus (2006), Demetrio Cojtí (1997) y Víctor Montejo (2005).


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cual dominan las categorías de lo nuevo y de la superación (Vattimo, 1994, p. 12). Para Vattimo, la posmodernidad inter-depende de aquella modernidad de la que se distancia complejamente, pues dicha distancia no implica abandonarla o considerarla superada. ¿Por qué?, precisamente porque la modernidad precede a la posmodernidad, en el sentido de ser aquélla una especie de condición de ésta. El modo de relación y acercamiento de la posmodernidad a la modernidad no es según el esquema de la superación (Überwindung), sino como Verwindung, idea introducida por Heidegger y que refiere a recuperación-revisión-convalecencia-distorsión (Vattimo, 1991, p. 22)12. ¿Cómo es posible el “final de la modernidad” –final que comprende un “final de la historia” y de la idea de progreso, así como de los elementos constituyentes de la modernidad: la verdad absoluta y objetiva detentada por la ciencia, la supuesta dinámica progresiva del conocimiento y de la sociedad “humana”, los grandes relatos políticos modernos (liberalismo, capitalismo, marxismo, socialismo, etc.)– al que remite la posmodernidad sin que ello se considere superación de la modernidad? La respuesta a esta interrogante la encontramos en la propuesta vattimiana del pensamiento débil. 2. El pensamiento de la posmodernidad: hermenéutica y “pensamiento débil” Las guías teóricas del “pensamiento débil” desarrollado por Gianni Vattimo las darán la apropiación y reinterpretación de las nociones heideggerianas An-denken13 y Verwindung, iluminadas a su vez por la idea nietzscheana de “la muerte de Dios”. Vattimo ve en ambos pensadores alemanes el referente 12

Esta noción heideggeriana es central en el pensamiento vattimiano. Para una aproximación a la interpretación y uso que Vattimo da y hace de este término, vinculado a su vez con la idea de “filosofía del mañana” de Nietzsche, ver el último capítulo de El fin de la modernidad (Vattimo, 1994, pp. 151-153).

13

Por An-denken se entiende “la memoria”, el “rememorar” (Vattimo, 1986, p. 118), pero de un modo bastante particular, como más adelante quedará precisado.


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filosófico desde el cual plantear “su” posmodernidad14 y el pensamiento que le va de suyo. Estas son las categorías que permiten comprender la posmodernidad no como abandono definitivo de la modernidad o como su «superación» (Überwindung, en alemán), interpretación ligada, como vimos, fundamentalmente al discurso de raigambre metafísico-moderno. Para Vattimo (1991, p. 24): [p]osmoderno [...] es lo que mantiene con lo moderno un vínculo verwindend: el que lo acepta y reprende, llevando en sí mismo sus huellas como en una enfermedad de la que se sigue estando convaleciente, y en la que se continúa, pero distorsionándola. Lo posmoderno –como final de la historia, de la hegemonía metafísica, de las pretensiones absolutistas de la modernidad– no es desechar de una vez y para siempre, o en algún momento dado, el pasado heredado en el decurso histórico –típica actitud moderna, prevaleciente en las ciencias sociales y en la literatura–. Al contrario, la tarea de lo posmoderno estriba en «retomar» la modernidad distorsionándola (Verwindung), vinculándose a ella libre, irónica y lúdicamente, es decir, estableciendo una relación crítica y abierta con la propia tradición (cfr. Vattimo, 1995b, p. 131), que, al fin de cuentas, haga “practicable el mundo” (Vattimo, 1991, p. 47). Así comienza a delinearse el quehacer hermenéutico posmoderno. En relación a los diversos sentidos que comprende el término alemán Verwindung, nos dice Vattimo (1994, pp. 151-152): […] el término indica un rebasamiento que tiene los rasgos de la aceptación y de la profundización. Por otra parte, el significado léxico de la palabra en el vocabulario alemán contiene otras dos acepciones: la de convalecencia (eine Krankheit verwinden: superar una enfermedad, 14

Esto es importante aquí, pues muchos “críticos” de la posmodernidad, caen siempre en una trampa moderna: la esencialización de la misma. En este sentido, quizás sea necesario hablar de posmodernidades, en plural, pues la diversidad de perspectivas de esta posmodernidad, dijimos, no es unívoca. Por ello, es necesario señalar que lo que en esta propuesta estamos entendiendo por posmodernidad es únicamente la versión vattimiana de la misma.


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curarse, recobrarse de una enfermedad) y la de (dis)torsión (un significado bastante marginal vinculado con Winden, torcer, y con el significado de alteración y desviación que posee el prefijo ver, entre otros). Verwindung, por ende, sustituye y evita la actitud del pensamiento moderno determinado por la pretensión de establecer una nueva y, por lo tanto, más fuerte y predominante teorización acerca de un fenómeno dado. Esta superación de “lo anterior” (menos nuevo, y por lo mismo en condición decadente) recibía el nombre de Überwindung, «superación». La Verwindung pretende en algún sentido, a diferencia del sentido «totalizante» de la tradición metafísica, ser “superación” no apropiante de un supuesto sentido único y permanente (de la realidad, de la verdad, de la historia, de la humanidad, etc.), sino débil, efímero, finito, distorsionado. Vattimo verá en su propia forma de interpretar dicha noción heideggeriana una relación bastante cercana a la célebre «muerte de Dios» nietzscheana. Esta última hace referencia al decaimiento de las estructuras fundantes y estables que la metafísica atribuía al ser –y en esta vertiente, la escolástica a Dios, la modernidad al sujeto y, posteriormente, a la ciencia y a la técnica, la literatura al canon, etc.–. Para Vattimo (1995a, p. 32): [e]ste aviso no es la enunciación metafísica de la no existencia de Dios; más bien quiere levantar acta de un “suceso”, puesto que la muerte de Dios es precisamente, antes que nada, el final de la estructura estable del ser y, en consecuencia, de toda posibilidad de enunciar que Dios existe o no existe. Por otro lado, dicha relación distorsionante con el pasado es posible a través de una forma particular de pensarlo. Esta particular perspectiva será la que proporciona el “pensamiento Andenken”, el pensamiento rememorante no “presentificante”15 heideggeriano. Hay que tener en cuenta que la constitución del propio mundo, del propio horizonte interpretativo, donde los entes 15

Para una reflexión pormenorizada de este concepto heideggeriano retomado por el filósofo turinés, ver la página 119 de Vattimo (1986). Sinónimos de este término serán: “pensamiento rememorante”, “pensamiento posmetafísico”, “pensamiento no-fundamentador”, “pensamiento débil”, “pensamiento secularizado”. (cfr. Vattimo, 1991, pp. 15-48).


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toman sentido debido a su adscripción al mismo, está vinculado siempre a lo anteriormente vivido, al conjunto de significaciones conformadas en el pasado y de las que aún dependemos para configurar nuestro presente. Estas configuraciones del mundo son históricas, es decir, mantienen con el pasado una correspondencia configurante y finita. Lo vivido en el pasado hace factible el presente, de tal modo que en dicho presente la carga de “ecos, resonancias de lenguaje, de mensajes provenientes del pasado, de otros individuos” (Vattimo, 1995a, p. 29), posibilitan la propia realidad. La huella de lo vivido sigue presente en las configuraciones mundanales. El pensamiento Andenken o rememorante, asume esta heredad histórica sin por ello quedar atrapado en la misma; es decir, considera “el pasado heredado como posibilidad abierta, no como rígido esquema determinado y determinante”(Vattimo 1995b: 140). El pasado es, entonces, posibilitante, no determinante. Para liberarse de un cierto “determinismo” de lo heredado, Vattimo habla de una relación distorsionante y libre con dicha herencia. En este sentido es que puede entenderse la siguiente afirmación del filósofo italiano: El acaecer histórico, dicho en otros términos, no sería ni progreso o regreso, ni retorno de lo igual, sino “interpretación” siempre más o menos falsificante de lo admitido y heredado proveniente del pasado. (Vattimo, 1991, p. 110) Vattimo, tratando de aclarar el sentido de la noción heideggeriana Verwindung, aunada a la noción de la “muerte de Dios” nietzscheana, que el turinés hace interpretativamente suya, la liga al concepto heideggeriano Andenken (Vattimo, 1991, p. 44). La conjunción de dichos términos constitye la forma del pensar hermenéutico posmoderno y, por lo tanto, del “pensamiento débil”. Para Vattimo (1991, p. 47): [e]l An-denken no se encara ni se “adecua” a la realidad señalando o aprehendiendo ningún Grund16, sino que, reconstruyendo una continuidad [dando sentido], torna practicable el mundo. 16

En alemán: fundamento, razón, causa, principio.


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3. Hermenéutica distorsionante de textos monumentales La hermenéutica posmoderna, que como hemos dicho no pretende abandonar la modernidad ni tampoco quedar atrapada en sus discursos, mantiene con ésta una relación An-denken, es decir una relación de rememoración, con una actitud distorsionante –verwindend– de los “discursos” que nos ha transmitido la época metafísica del pensamiento, de la cual la modernidad es una de sus etapas. Esta relación rememorante y distorsionante con el pasado pone a lo heredado dentro del juego hermenéutico, reapropiándolo así en un sentido festivo, lúdico.17 Esta es la actitud posmoderna o débil en relación a la cual se apropia y considera el pasado. Otra forma de vincularse con el pasado es asumiéndolo acríticamente como tradition, es decir, como una especie de determinante histórico, fijo, estable, cerrado. En la tradition lo heredado se esencializa o se dogmatiza, pues el sentido del pasado pasa a ser único y definitivo. La propuesta de Vattimo se encamina a comprender la vinculación con el pasado como “siendo-nos-sido (gewesen)” (Vattimo, 1991, p. 171). El pasado (lo que nos ha “sido”) sigue “siendo” para nosotros no en virtud de “haber pasado”, sino en relación de respectividad con nuestras expectativas, intereses, juegos de poder, etc. El pasado permanece abierto a los proyectos presentes en el horizonte de sentido en el que nos comprendemos. El pasado, entonces, es apropiado en relación a la urdimbre de significaciones con las cuales se configura nuestro mundo. Y es que para Vattimo (1995b, p. 46), el intérprete es “el heredero de un lenguaje histórico-finito que hace posible y condiciona el acceso a sí mismo y al mundo”. La consideración del pasado, y de los textos con los cuales le identificamos, no es de ninguna manera inocente. El vínculo con el pasado, desde la hermenéutica posmoderna, no es como tradition, sino como Über-lieferung, en alemán, “transmisión”: como transmisión de mensajes heredados que siguen abiertos a nuestras expectativas, intereses y prejuicios. La tradition, se 17

“El pensamiento es ‘fiesta de la memoria’ o, como dice más explícitamente Heidegger, An-denken, rememoración” (Vattimo, 1991, p. 44).


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dijo, remite a algo fijo, estable, cerrado, frente al cual nuestra única tarea es la descripción de su contenido. En cambio, el pasado considerado como “siendo-nos-sido” continúa abierto, en diálogo con nosotros. Si simplemente no “describimos” el pasado es porque nuestra condición existencial hermenéutica establece con él una relación supeditada al horizonte histórico y biográfico del intérprete. Para Vattimo (1991, p. 173): [e]s el pasado, repetido como posibilidad (todavía) abierta lo que se libera de la opaca obviedad de lo cotidiano. Este pasado ahora abierto –como texto clásico, una «obra de arte», o un «héroe» capaz de servir de modelo– es lo que cabalmente se puede llamar monumento […]. ¿De qué está conformado el pasado si no de una serie de huellas monumentales que, en diferentes momentos y debido a diversas concretizaciones históricas de sentido, nos han llegado como referentes de un momento anterior? Estos textos, obras de arte, “héroes”, monumentos, siguen ofreciendo sentido en virtud de la conformación posibilitante que representan para nosotros. Por este influjo de referencias, por el que las huellas del pasado nos interpelan con sus mensajes, es que seguimos ocupándonos de lo “siendo-nos-sido”. A su vez, nuestro horizonte vuelve relevante los monumentos heredados a partir de la apropiación de lo que sigue ofreciéndonos sentido a través de ellos (todo un patrimonio de sentido). Seguimos, según la hermenéutica posmoderna, articulándonos desde nuestro horizonte a través de una “constitución” crítica de la tradición, contra todo tradicionalismo: las posibilidades heredadas son reconocidas en su finitud (historicidad, contingencia, multiplicidad) y convertidas en objeto de una decisión, de una elección” (Vattimo, 1991, p. 180). Debe entenderse aquí que el pensamiento que se vincula libremente con el pasado es el “rememorante-distorsionante”. Vattimo (1991, p. 43) dirige una pregunta, fundamental para nuestra reflexión: “¿qué significa pensar, cuando el pensamiento no resulta ya concebible como fundamentación, ni en el sentido metafísico clásico, ni en el sentido ‘epistemológico’ moderno?”. Según Vattimo (1991, pp. 25-26):


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El Andenken es, por lo pronto, Verwindung: un retomar que excluye la pretensión de absoluto correspondiente a los archai [principios] metafísicos, sin por ello, no obstante, poder oponerle otro absoluto, sino sólo una suerte de “fiesta de la memoria”. La herencia del pasado, si es considerada fuera de las categorías esencialistas de la metafísica, recibirá una valoración como monumento. Lo heredado, el conjunto de mensajes transmitidos desde el pasado, es “monumento” (Vattimo, 1991, p. 33), pues son los vestigios, las ruinas, las huellas imborrables de lo vivido y con las cuales, al no superarlas y olvidarlas, se mantiene una relación de pietas18. Con esta noción, Vattimo introduce un tercer elemento característico del pensamiento débil o hermenéutico posmoderno. Tal vez pietas sea otro término, que junto, a An-denken y a Verwindung, sirva para caracterizar el pensamiento débil de la ultrametafísica [...] Pietas es un vocablo que evoca, antes que nada la mortalidad, la finitud y la caducidad. (Vattimo, 1991, p. 33) Si el pensamiento débil hace referencia al pensar el ser –es decir, cualquier referente absoluto, léase en literatura el “canon”– como “evento históricocontextual” por medio del An-denken, este pensar seguirá siendo débil incluso en su labor hermenéutica. Su tarea no será la de construir definitivamente estructuras teóricas que posibiliten un proyecto o ideal humano claro y preciso, con un fin necesario, que se realiza paulatinamente en un proceso de perfección en y hacia el cual nos dirigimos desde estratos inferiores a uno totalmente superior19. La tarea será, más bien, la de articular interpretaciones que pretenden validez “hasta la presentación de una interpretación competente que la desmienta” (Vattimo, 1995b, p. 46). Es decir, el valor de 18

Pietas es para Vattimo una determinada actitud que vuelve factible “la atención devota que merecen cabalmente todas las huellas de vida de los similares a nosotros. Tal pietas no obedece ciertamente a ningún principio, no se rige por ningún imperativo categórico metafísicamente fundado y necesario”. (Vattimo, 1991, p. 11).

19

Afirma Vattimo (1992, pp. 10-11): “Tengo miedo de que la idea de que la filosofía enseña algo a los hombres, algo decisivo para cambiar su condición, sea aún parte de una ideología que concibe la filosofía en términos de hegemonía, una enésima transformación del poder de los filósofos de Platón [...] Creo que la filosofía no puede ni debe enseñar a dónde nos dirigimos, sino a vivir en la condición de quién no se dirige a ninguna parte”.


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las interpretaciones que elaboramos “estriba en la capacidad de hacer posible un marco coherente y compatible, a la espera de que otros propongan un marco alternativo más aceptable” (Vattimo, 1995b, pp. 48-49). El pensamiento débil de la hermenéutica posmoderna tendrá como actitud el relacionarse respetuoso (pietas) con la herencia discursiva, lingüística y espiritual transmitida del pasado; herencia en la que, en todo caso, yace la petulancia del pensar metafísico fundamentador, el canon literario, etc. Este pensamiento rememorante (An-denken) –débil, hermenéutico– tendrá como tarea volver a pensar la herencia transmitida, esta vez seguros de que en dicho pensar el pasado es, a su vez, distorsionado. Es con este pensamiento que la posmodernidad piensa y se hace pensable; sin este la posmodernidad no tendría lugar. El juego de las interpretaciones domina el campo de la configuración de sentido posmoderno. ¿No es acaso esta experiencia distorsionante la que vivimos frente a la historia? ¿Cuántas versiones de un mismo hecho? ¿Cuántas disputas por el sentido de los hechos? ¡Cuántos olvidos! Además, esta actitud distorsionante es la que vivimos cotidianamente a través de las diversas agencias de noticias que nos ofrecen “versiones”, a menudo discordantes, de los “mismos” hechos. Hoy que tenemos mayor acceso a la información es cuando el sentido unitario del mundo parece disolverse (cfr. Vattimo, 1990). 4. Hermenéutica y verdad Se ha dicho, siguiendo a Vattimo, que la modernidad nos ha transmitido una herencia que es vista como monumento del saber. Uno de estos monumentos heredados es el de la “verdad”. ¿Cómo piensa la verdad el pensamiento débil, manifiesto en la hermenéutica posmoderna? Vattimo nos ofrece tres implicaciones del pensamiento débil en relación a la “verdad” (cfr. 1995, pp. 38-39): 1. Lo verdadero será fruto de un proceso de verificación según la circunstancia histórica o contextual desde donde se proponen tales procesos verificativos.


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2. Por lo tanto, dicha verificación está enmarcada en un determinado horizonte cultural o generacional al que pertenece20. 3. Sólo en esta verificación enmarcada contextualmente, entendida como particular interpretación de lo transmitido, fructifica la verdad, dándosenos así una verdad hermenéutica21. Nótese que desde la primera a la tercera implicación se nos refiere una hermenéutica articulación de la verdad, para diferenciarla de la verdad entendida como adequatio, de la cual la posmodernidad parece despedirse: “una despedida de la verdad como reflejo objetivo de un dato que, para ser descrito de forma adecuada, debe fijarse como estable, es decir, como dado” (Vattimo, 2010, p. 16). No quiere esto tampoco decir que lo conocido hoy es “más” verdadero que lo del pasado y “menos” que lo porvenir. Lo que quiere decir es, más bien, que la verdad se muestra como tal en virtud del marco de significación en el que acontece. Así, la supuesta universalidad necesaria de la verdad parece desvanecerse. En todo caso, cuando esta universalidad se ha impuesto en la historia del pensamiento ha sido en virtud del entramado de una época (o tiempos, para referirnos al título que acompaña estas conferencias) que, podemos afirmar, ya no es tal. Vattimo (1991, p. 215) piensa que: [...] la experiencia de la verdad no acaece en el reflejo del objeto por parte de un sujeto que hubiera de tornarse transparente [como pretendían Schleiermacher y Dilthey], sino como articulación –o interpretación– de una tradición (una lengua, una cultura) a la que la existencia pertenece y a la que reformula enviando nuevos mensajes a los demás interlocutores. 20

En referencia a este aspecto del encuentro con lo verdadero, Vattimo nos dice también que “la persuasividad que una tal ‘fundamentación’ rememorativa pretende tener es una persuasividad ‘hermenéutica’, que se mide, esto es, en términos de capacidad de atender las llamadas que se le dirigen y, sobre todo, de responder a ellas con discursos que susciten ulteriores respuestas.” (Vattimo, 1991, p. 46).

21

Ahora bien, para Vattimo (1991, p. 51), “[...] tampoco la verdad, bajo la forma secularizada que únicamente puede resultar responsable para la filosofía no-metafísica tiene los caracteres de la evidencia alcanzada en un acto puntual, sino aquellos otros propios de la persuasividad de un sistema de referencias, o de un ‘transfondo’ determinante”.


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En el pensamiento débil, entonces, el pasado no es visto como un monolito determinado y determinante, sino como un horizonte de posibilidades en el cual yace, además, un conjunto de huellas que no conformaron mundo en determinados momentos históricos, pues permanecieron ocultas por la iluminante vigencia de los discursos hegemónicos, que propiciaron el establecimiento de una configuración de sentido, o época específica. Estas huellas son las que, en palabras de Vattimo (1995, p. 41), “no han llegado a transformarse en mundo”. La actitud asumida ante las mismas es la pietas –“palabra que puede definir esta actitud frente al pasado y frente a lo que también en el presente nos es transmitido” (Vattimo, 1994, p. 155)–, es decir, la actitud de respeto por lo vivido y que posibilita el mundo que vivimos. El pensamiento que no supera el pasado, pues no piensa que lo nuevo sea lo mejor, es el pensamiento “rememorante-distorsionante” de lo vivido, y de esto vivido, tanto aquellos elementos hegemónicos que hicieron época, como también el resto de huellas que pasaron inadvertidas bajo la sombra de lo hegemónico. En este resto yace también una verdad por-venir. A modo de conclusión Para Vattimo, Andenken, Verwindung y pietas –junto a los cuales podría tenerse en cuenta la idea nietzscheana de “la muerte de Dios”–, son los elementos teóricos de referencia que hacen posible la co-dependencia distorsionante entre posmodernidad y modernidad, entre posmodernidad y la monumental herencia metafísica: una conciliación interpretativa, abierta, inconclusa, lúdica. El término «pensamiento débil» describe, de una forma singular, el pensamiento pertinente a la época de la disolución de la metafísica –con sus respectivos metarrelatos, que no quedan aniquilados por un nuevo y más verdadero metarrelato, sino debilitados–, de la época del final de la modernidad. Así, se anuncia una forma diferente de la actividad filosófica posmoderna –y de cualquier otra actividad reflexiva: para nuestro caso la vinculación hermenéutica con los textos monumentales del pasado. La tarea filosófica consiste en “rememorar, construyendo y reconstruyendo la continuidad entre presente y pasado” (Vattimo, 1991, p. 49).


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El debilitamiento de los metarrelatos es posible debido a que los mismos se nos muestran como producciones históricamente situadas, cuyas pretensiones de universalidad y totalidad se revelan no como «falsas», sino como referentes de sentido de un determinado grupo cultural, si bien con pretensiones imperiales. Para Heidegger, según la interpretación de Vattimo, la metafísica, que es prácticamente el pensamiento occidental (cfr. Vattimo, 1993, p. 61), en su búsqueda del ser –es decir, de un fundamento capaz de explicar la totalidad de la realidad– ha terminado por igualarlo a los entes, sobre todo en la época de la ciencia y la técnica que pone como referente de verdad a los entes y abandona cualquier otra configuración de sentido. La consecuencia de esto ha sido la absolutización del dato, del hecho empírico, otorgándole –a través de la ciencia y la tecnología– los rasgos fuertes del «fundamento». Rasgos que son fuertes debido a que excluyen cualquier otro punto de partida para la configuración interpretante de la realidad contextual. El énfasis en los datos estadísticos por parte de las ciencias sociales, o del estructuralismo lingüístico por parte del análisis literario, que tienen pretensión de verdad, ha sido el efecto del pensamiento absolutizante de la metafísica occidental. El gran olvido en el pensamiento metafísico ha sido la condición históricocultural de estos supuestos absolutos. Esta condicionalidad histórica y cultural de cualquier pretensión de verdad absoluta, nos permite comprender, en la actual etapa del pensamiento, los proyectos políticos, económicos, etc., de occidente. Llegados aquí no podemos negar absolutamente dichos proyectos, sino que los debilitamos, pues no mostramos su “falsedad”, sino la trampa, ambición y violencia discursiva y política que contienen. Esta es la tarea de “fabulación” nietzscheana. Para Nietzsche, una vez que “Dios ha muerto”, la expectativa de fundamento y del “mundo verdadero” se convierte en una fabulación. Para Nietzsche, en palabras de Vattimo (1991, p. 44), [...] el mundo verdadero (las ideas platónicas, la esencias estables) “al final ha devenido fábula”, con el mundo verdadero también desaparece el mundo aparente, que, no teniendo ya ningún término de confrontación, no puede tampoco venir a ser “desmentido” a partir de sí mismo. Lo


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que queda tras la fabulación del mundo verdadero no es el mundo aparente como único mundo –y, por lo tanto, como mundo verdadero a su turno– sino la historia de las fabulaciones. El pensamiento es “fiesta de la memoria” o, como dice más explícitamente Heidegger, An-denken, rememoración [...]. Si se asume que los horizontes de sentido histórico-cultural son posibles por una determinada transmisión y acogida de los mensajes que llegan del pasado, de los ecos pretéritos del lenguaje común, esto tiene como consecuencia el debilitamiento del pensamiento que continuamente busca fundamentos absolutos que permitan la explicación de la totalidad de la realidad. Esta ha sido la dinámica del “pensamiento metafísico”. Esta tiene aún un lugar, pues forma parte de nuestra heredad. Ahora bien, la metafísica ha sido puesta en su lugar: una configuración de sentido entre otras. Si las realidades sociales, políticas, económicas, antropológicas, etc., carecen de un fundamento único y estable ¿qué nos queda?: la heredad que nos ha permitido tener un –y por ende no el– horizonte de interpretación de la realidad. Dicho horizonte es contextual, histórico, finito, situado: posibilidad.


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Referencias Bastos, S. y Camus, M. (2006). Entre el mecapal y el cielo. Desarrollo del movimiento maya en Guatemala. Guatemala: Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. Bengoa, J. (2007). La emergencia indígena en América Latina (2.ª ed.). Chile: Fondo de Cultura Económica. Blanco, J. (2010). Invención y anulación del indígena en Patria y Libertad (Drama Indio) de José Martí. (Tesis de maestría). Guatemala: Universidad Rafael Landívar. Castro-Gómez, S. (2005). La hybris del punto cero. Bogotá, Colombia: Pontificia Universidad Javeriana. Cojtí, D. (1997). El movimiento maya (en Guatemala). Guatemala: CHOLSAMAJ. Dussel, E. (2007). Política de la liberación. Historia mundial y crítica. Madrid, España: Editorial Trota. Habermas, J. (1997). Ensayos políticos (3.ª ed.). Barcelona, España: Ediciones Península. Harris, M. (2005). El desarrollo de la teoría antropológica (14.ª ed.). Madrid, España: Siglo XXI Editores. Lyotard, J. (2006). La condición posmoderna (9.ª ed.). Madrid, España: Ediciones Cátedra. Montejo, V. (2005). Maya Intellectual Renaissance: identity, representation, and leadership. Austin: University of Texas Press. Smith, L. T. (1999). Descolonizing Methodologies. Research and Indigenous Peoples. Londres, Inglaterra: Zed Books.


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Vattimo, G. (1986). Las aventuras de la diferencia. Barcelona, España: Ediciones Península. _____. (1990). La sociedad transparente. Barcelona, España: Paidós. _____. (1991). Ética de la interpretación. Barcelona, España: Paidós. _____. (1993). Introducción a Heidegger (2.ª ed.). Barcelona, España: Gedisa. _____. (1994). El fin de la modernidad. Barcelona, España: Gedisa. _____. (1995a). “Dialéctica, diferencia y pensamiento débil”. En: Vattimo, Gianni y Rovartti, Pier Aldo (Eds.). El pensamiento débil (3.ª ed.). Madrid, España: Ediciones Cátedra. _____. (1995b). Más allá de la interpretación. Barcelona, España: Editorial Paidós. _____. (2004). Nihilismo y emancipación. Barcelona, España: Paidós. _____. (2010). Adiós a la verdad. Barcelona, España: Gedisa. _____. (2012). Vocación y responsabilidad del filósofo. Barcelona, España: Herder. Vattimo, G. y Zabala, S. (2012). Comunismo hermenéutico. De Heidegger a Marx. Barcelona, España: Herder.


IV. RESEÑA



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El Doctor1 Luis Aceituno*2

Le decíamos el Doctor, no necesariamente por los grados académicos, sino por la autoridad que ejercía en las letras nacionales, como docente, como investigador, como escritor. Todos aquellos que empezamos a escribir en los años 70, le debemos algo. Era un hombre generoso y un crítico implacable, siempre preocupado por la propiedad en el lenguaje, porque cada palabra, cada oración, aportara algo. Enriqueciera el panorama, por así decirlo. Para Francisco Albizúrez Palma, la literatura tenía algo de apostolado, era una decisión de vida, un acto de fe. Una buena nueva que se divulgaba en las aulas, en escritos académicos, en artículos periodísticos, en estudios, en libros, en charlas. Rescatar y propagar una tradición que nos había enseñado a hablar, a sentir, a pensar, a ver la realidad desde muchas perspectivas, a convertirnos en mejores personas y mejores ciudadanos. Un humanista con un profundo respeto por sí mismo y por su oficio. Lo conocí a finales de los años 70, cuando se agudizaba la guerra y la literatura estaba llamada a la oposición y a la intransigencia. Resistir desde el humanismo nunca ha sido tarea fácil. Oponerse a la barbarie desde el conocimiento, es un acto que pareciera estar de antemano condenado al fracaso. Desde su trinchera, Albizúrez siempre defendió la fuerza y la libertad de la palabra. Con humildad ejemplar, se dedicó a evitar que todo se desmoronara, a defender y salvar un patrimonio poético inmerso en la oscuridad de los malos tiempos. 1

Este texto fue publicado con anterioridad en elPeriódico, el martes 3 de junio del 2014, por lo tanto no fue editado ni corregido por la editorial.

*

Editor de elPeriódico, columnista y escritor.


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Con él muere uno de los últimos representantes de una casta ilustre, de una generación de profesores y estudiosos brillantes dedicados a enaltecer las letras patrias.


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Viaje al centro de los libros Réquiem Francisco Albizúrez Palma1 Méndez Vides*2

En el año de 1975 llegué a la Facultad de Humanidades de la Universidad de San Carlos de Guatemala buscando consejo, mi deseo íntimo era estudiar Letras y quería saber al respecto, y debido a no sé qué dichosa buena referencia resulté en la oficina del Doctor Francisco Albizúrez Palma, quien generosamente me brindó el tiempo que yo necesitaba, me escuchó, conversamos sobre mis lecturas y hasta le entregué el original de un libro de poemas que había escrito y encuadernado entre las pastas de un libro inédito para la enseñanza del griego y latín escrito por mi abuelo materno, cuyo contenido había sido destruido ante mis ojos, lanzadas al fuego las páginas de manera inexplicable, suceso cruel del cual apenas pude rescatar las tapaderas estampadas que destiné a albergar los manuscritos de mis primeros ensayos poéticos. Al Doctor Albizúrez le bastó poco para saber que mis intentos creativos estaban volando dos siglos atrás en la historia, pero notó que yo andaba muy ilusionado con la literatura aunque perdido en el laberinto del autodidactismo, así que voluntariamente se tomó el proyecto de dirigirme. Me despedazó lo escrito y señaló lo que debía de leer antes siquiera de dar rienda suelta a la imaginación. Esa tarde me despidió con la tarea urgente de leer al peruano César Vallejo, los Poemas humanos, dijo, maravillosa recomendación de la que aún no me repongo. Y me citó la siguiente semana para continuar la conversación. 1

Este texto fue publicado con anterioridad en elPeriódico, por lo tanto no fue editado ni corregido por la editorial.

*

Novelista, columnista de cultura (libros) y opinión política en elPeriódico de Guatemala. Docente del seminario sobre literaturas indígenas: Literatura Indígena y Precolombina, en la maestría en Literatura Hispanoamericana de la Universidad Rafael Landívar.


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El Doctor Albizúrez era hombre reposado que amaba las letras, los ojos le brillaban cuando tocábamos un tema que tendía a lo sublime. Recuerdo que en su oficina mantenía un cuadro horizontal con la representación de un esqueleto en el inframundo, de fondo oscuro, quizá un Xicará que para mí hacía las veces de la calavera en la mano de los teólogos poetas. Nunca acudí a sus clases como alumno, sino visitaba su cubículo para conversar como amigo, en gratas tertulias que significaron mi ingreso al mundo de las letras. Es una lástima que figuras tan preparadas y expertas tengan que abandonarnos, pero ya lo decía Vallejo en Los heraldos negros: “Hay golpes en la vida, tan fuertes Yo no sé”, versos que se me quedaron frescos en la memoria y hoy surgen nuevamente al enterarme del fallecimiento del noble académico, especialista en las letras nacionales, y a quien yo deberé siempre la orientación amistosa, el apoyo y respaldo desinteresados, todo ese tiempo que me dedicó generosamente y que tanto disfruté. Clases sin exámenes ni bostezos sino una charla grata, un intercambio de opiniones con quien tanto amaba las letras. Guatemala acaba de perder a uno de sus insignes docentes, lo que es lamentable y motivo de tristeza. En un país donde los maestros de vocación son tan necesarios, hemos perdido a uno de los insignes. Vaya mi pésame a su hijas, sabiendo que nuestro querido amigo ya estará en la otra dimensión con su querida Marta Josefina.


V. ENTREVISTA



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Francisco Albizúrez Palma: el intelectual orgánico Entrevista a la doctora Lucrecia Méndez de Penedo, vicerrectora académica de la Universidad Rafael Landívar Dra. Karina García-Ruano*1

“Mi primer recuerdo del doctor Albizúrez es como profesor cuando yo ingresé a la Universidad Rafael Landívar. Él todavía tenía el pelo negro y era soltero. Desde el primer momento me impresionó su seguridad, su afabilidad, su conocimiento … no nos imponía, nos acompañaba en nuestro propio proceso... era extraordinario su amor por la literatura, por las personas, por la vida” Francisco Albizúrez Palma es reconocido como un académico visionario, promotor de la investigación, formador y transformador; todo un intelectual orgánico, como lo definiría Gramsci. La revista Cultura de Guatemala recoge trazos de su extraordinaria trayectoria en esta entrevista a la doctora Lucrecia Méndez de Penedo, actual vicerrectora académica de la Universidad Rafael Landívar, ensayista, investigadora, crítica literaria y una de las pocas privilegiadas en conocer las diferentes facetas del doctor Albizúrez como académico, escritor y amigo personal.

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Doctora en Información y Medios por la Universidad de Michigan State. Posee una maestría en Gestión Pública y otra en Comunicación de Organizaciones Públicas y Políticas por la Universidad Complutense de Madrid, y es licenciada en Ciencias de la Comunicación con énfasis en Ciencias Políticas por la Universidad Rafael Landívar, donde actualmente se desempeña como docente de dedicación. Es también consultora e investigadora en temas de comunicación política y desarrollo.


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¿Cuál es el primer recuerdo que viene a su mente del doctor Albizúrez como profesor y mentor académico? Era un maestro nato. Gran formador y gran tutor. Nos respetaba mucho y nosotros a él. Generaba empatía porque compartía lo que sabía, que era mucho. Sus experiencias, las de Guatemala, como de los lugares donde había estado; Italia y Francia, por ejemplo. Uno pasaba horas conversando con él porque, además, tenía mucho sentido del humor. Sus clases nunca eran aburridas. Conseguía el difícil equilibrio entre lo firme y lo afable en sus cursos. Por un lado, era severo corrigiendo textos. Tenía devoción por el idioma. No soportaba errores de redacción, así que no solo corregía contenido, sino además le dedicaba tiempo a hacer anotaciones de gramática y sintaxis. Era un hombre muy cultivado, seguía siempre estudiando y contaba con bases literarias muy sólidas, de formación clásica. Sin embargo, nunca fue exhibicionista y más bien todo lo que sabía lo compartía, lo cual dice mucho de su personalidad. Eso hacía posible disminuir la distancia entre docente y estudiante, al punto que algunos de nosotros nos convertimos en sus amigos. Sin embargo, siempre guardaba equilibrio. Nunca fue permisivo, complaciente o interesado. Era amistad espontánea, simplemente por coincidencia de intereses, de preocupaciones, de sueños y de ilusiones. ¿Tenía alguna metodología particular para la docencia? Además de sus maravillosas clases magistrales, tenía un enfoque multidisciplinario: daba mucho espacio para el debate, impulsaba siempre la investigación y propiciaba que nos proyectáramos más allá de las aulas. Como maestro, era sumamente claro en su cátedra y aunque la carrera era de letras, lograba articular diferentes disciplinas como literatura, historia, sociología y linguística con la música y las artes en general. Por ejemplo, escogía un autor o un un texto e iba relacionándolo con la literatura, la


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historia, las artes, las biografías de autores contemporáneos. Y no solo los grandes, como Asturias y Cardoza, sino que también con las figuras menores, colocadas inmerecidamente más abajo. Era muy generoso con sus conocimientos y le gustaba generar debate a través de mesas redondas y discusiones. También nos impulsaba a publicar, a pesar que éramos aún estudiantes. Lo más importante es que nos dejaba equivocarnos para después analizar y recapacitar al respecto. Nos tenía mucha paciencia y mucha fe. Muchos reconocen que el doctor Albizúrez fue un gran promotor del círculo virtuoso de la academia: investigación, docencia y publicaciones. ¿Cómo lo hacía? Investigaba siempre, tanto para sus clases como para publicaciones. Además, nos impulsaba a nosotros también a hacerlo. Fue el fundador del Instituto para Estudios de la Literatura Nacional de la Universidad de San Carlos (Ineslin) y lo dirigió junto a Catalina Barrios y Barrios. Entre otros logros, también creó el programa de maestría, y dos o tres congresos de literatura centroamericanista. Invitó a grandes críticos como Bellini de Italia, escritores como al nicaragüense Pablo Antonio Cuadra y al dramaturgo guatemalteco residente en México, Carlos Solórzano. Sus seminarios eran de investigación pura y mucha discusión. Y luego nos impulsaba a publicar en periódicos y revistas universitarias de la USAC, a participar en conferencia, foros y presentaciones de libros. Inclusive más adelante nos promovía para realizar prólogos para editoriales como Piedra Santa. Era muy riguroso, tanto para conducir como para corregir la investigación y las publicaciones, casi con bisturí en mano. Eso es algo que se agradece. Usted es ensayista y crítica de literatura. ¿Cómo describe la obra del doctor Albizúrez en estos ámbitos? Desde el inicio me interesó porque usaba el lenguaje de una manera magistral. Sus escritos representan totalmente los matices que se le puede dar a la lengua, en parte por su riqueza de vocabulario, como un pianista que


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conoce todo el teclado y sus posibles combinaciones. Se caracterizaba por una gran finura de análisis, un enfoque muy rico, contextualizado. Muestra un análisis literario interno de mucha iluminación, probablemente generado por intuiciones geniales. Además, tiene algo muy valioso: es de muy agradable lectura. Aunque conocía diversas corrientes, las usaba de tal manera que no la hacía pesada. Eso va a hacer que sus textos duren muchísimo. Además, muy atinado porque todo lo que exponía lo iba comprobando. Como crítico era muy serio, para nada superficial. Con él veíamos la aplicación de teoría literaria y de las muchas corrientes de crítica. Era ecléctico. Nos introdujo a corrientes que en ese momento eran nuevas para Guatemala. Tuve el honor de ser su asistente ad honorem en los últimos años del pregrado. Aprendí muchísimo de técnicas didácticas. Lo considero un gran honor. Fue mi maestro, con mayúsculas. ¿Qué legado de la trayectoria del doctor Albizúrez sería importante resaltar para fortalecer la academia en Guatemala actualmente? Evidentemente son dos momentos muy diferentes. En ese momento se podía vivir de lo que se ganaba siendo profesor de literatura y por eso se pudo profundizar y trabajar tanto en ese campo. Ahora es difícil. Las personas leen menos, se concentran menos. Lamentablemente, son épocas muy diferentes. Usted es de las personas privilegiadas que conocieron las diversas facetas del doctor Albizúrez, llegando incluso a ser una de sus amigas cercanas. ¿Qué puede compartirnos de esa relación y de las características del doctor como persona? Por coincidencia de valores y de intereses fuimos consolidando una relación que fue más allá de nuestro trabajo y que llegó a una amistad muy profunda. Incluso se extendió a nuestras respectivas familias, y considero a los Albizúrez como una segunda familia por elección. Estuvimos juntos en los mejores y


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peores momentos. Para mí su partida fue una pérdida muy grande porque con él podía hablar de todo, desde lo más personal hasta lo más impersonal, ya que era una persona que escuchaba y no juzgaba, que trataba de comprender y si daba algún consejo lo hacía con suma discreción y delicadeza. Todo en la vida del doctor Albizúrez tenía una dimensión ética. Con el doctor me unía, además de las letras, Guatemala. Nos unía el dolor de todo lo que ha pasado y que lamentablemente sigue pasando aquí. Siempre creyó que las cosas podían mejorar, sin ser un optimista ingenuo sino alguien que analizaba la realidad y vislumbraba cómo contribuir a hacerla mejor. Era ejemplar en todo sentido, como académico, como escritor, como amigo, como persona. Era coherente en lo que decía y hacía, que parece tan sencillo pero es difícil de lograr. Eso lo hacía diferente. Era una persona que sabía compartir su conocimiento, su mesa, su corazón, su tiempo. Sin temor a equivocarme puedo decir que al doctor Albizúrez le gustaba la vida. Más aún, amaba la vida. Tenía una fe impresionante, testimoniada todos los días. Pero lo hacía no de manera formal sino espontánea, y sobre todo, en silencio. El doctor Albizúrez fue siempre un gran modelo a seguir sin siquiera proponérselo. O acaso, precisamente por eso.



VI. ARTE



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Paisajes sagrados en la obra pictórica de Mónica Serra Dra. Lucrecia Méndez de Penedo*1

Los paisajes nebulosos de Mónica Serra son de engañosa sencillez. Detrás, superficies apenas marcadas por trazos sobrios, el espectador percibe – literalmente a primera vista– la dramática ausencia y la búsqueda simultáneas de algo indefinido. Así, queda intrigado por revelaciones fugaces que hay que asir al vuelo o correr el riesgo de desorientarse. Figurativa y no figurativa, esta colección escapa a definiciones rotundas. Se aprecia una compleja ambigüedad que obliga cuidadosamente la presencia de color, textura, línea, ya que detrás pareciera existir algo más, pero indeterminado. Casi inefable. Su obra va más allá de un mero virtuosismo o goce estético. Si penetramos –y no solo vemos- sondeamos en abismos germinales o ascendemos a la luz en un trayecto sinuoso e intenso. En ese sentido su pintura tiene algo de religioso –no confesional; es decir, de religar lo que el hombre ha escindido, entre su ser y la naturaleza, su ser y la divinidad. En sus lienzos, el sentido de profundidad de la perspectiva –que se pierde en un horizonte inalcanzable o en destellos lejanos de luz–, resulta análogo al de una honda exploración en dimensiones espirituales misteriosas –quizás perdidas o desconocidas–, pero latentes y presentidas. *

Doctora en Letras por la Universitá Degli Studi di Siena, Italia; licenciada en Lengua y Literatura Española e Hispanoamericana por la Universidad de San Carlos de Guatemala. Es investigadora, crítica y ensayista. Ha ejercido la docencia en varias universidades guatemaltecas. En la Universidad Rafael Landívar ha sido directora del Departamento de Letras y Filosofía; vicedecana de la Facultad de Humanidades; directora de Posgrados, y actualmente se desempeña como vicerrectora académica. Es Miembro de Número de la Academia Guatemalteca de la Lengua correspondiente de la Real Academia Española. Entre las distinciones recibidas: la Orden Presidencial Miguel Ángel Asturias, las Palmas Académicas de Francia y la Stella della Solidarietá de Italia.


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Los espacios abiertos y desiertos, carentes de la figura humana, inducen a la contemplación. Es una naturaleza a ratos lunar o extraña, quizás entrevista en sueños, deseos o pesadillas. Es otro mundo, acaso perdido, añorado o simplemente deseado. O de ciencia ficción. Definitivamente existe una tensión al infinito que podría interpretarse como cercana a una experiencia mística. La insinuación figurativa –lograda por el trazo esencial y la depuración de detalles– enfrentan al espectador con superficies casi desnudas que apuntan hacia la pequeñez humana frente al cosmos. Esa vasta desolación paisajística –que también es interior–, constituye el escenario ideal para incitar el surgimiento de inquietantes preguntas existenciales, que desde siempre el hombre se hace. Dentro de la estructura fluida de sus pinturas –que recuerda la textura acuática de los sueños–, aparecen formas imprecisas. Pero siempre dentro de una muy bien cuidada espontaneidad. A la par de paisajes sugeridos –algunos muy minimalistas– que se desdibujan en gaseosas atmósferas, se observa un hipnotizador estatismo que aprisiona la tensión en suspenso, casi al punto de estallar. La lejanía figurativa a la realidad referencial confiere importancia a otro elemento estructural en su pintura: el color, clave interpretativa imprescindible del significado simbólico de su obra, explotando en toda su sugestiva expresividad. Esto puede apreciarse en el monocromatismo en degradaciones de espectros predominantemente de tonos fríos de impecable factura, o muy rara vez de rojos intensos. Reinterpretadas ingeniosamente por la pintora guatemalteca, algunos de sus acrílicos revelan influencias lejanas y contemporáneas –unidas en este caso por una espiritualidad a la búsqueda de lo sublime–. A William Turner, paisajista inglés, lo encontramos en la luz difuminada que crea sugerentes figuras de contornos imprecisos y en un cierto dramatismo en la fragmentación de los volúmenes. Los amplios espacios solitarios abiertos al infinito –como ventanas también abiertas a uno mismo– revelan al pintor romántico Caspar David Friedrich, donde, a través de la contemplación, la realidad objetiva se transforma en puente hacia el infinito. Pero también aparece una huella reciente, la de Mark Rothko, evidente en la severa composición estructural


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subyacente, la limpieza de la factura, y sobre todo, por el sentido simbólico del color. Mónica Serra hace complejo lo sencillo y sencillo lo complejo. En este juego aparentemente contradictorio reside la originalidad de su denso discurso pictórico. Detrás de un equilibrio y frialdad aparentes se esconde la extenuante búsqueda de sentido del ser humano. Su impulso apunta hacia las dimensiones de lo sublime, es decir el infinito, lo eterno, sin saber si se encontrará el todo o la nada. Por eso su obra remueve las dimensiones más hondas del espectador: las oníricas e irracionales, reino del mito, como bien sabían los surrealistas. Nunca es obvia Mónica, siempre sutil y elegante en su plástica. Hay un cierto hermetismo poético, que requiere al observador sumergirse a bucear en los enigmáticos abismos de su obra. Elude las respuestas y lanza preguntas inquietantes, abiertas al infinito, como sus pinturas. La epifanía es promesa pero no certeza. Julio-diciembre, 2016


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Paisaje I, MĂłnica Serra.


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Paisaje II, Mónica Serra.

Paisaje III, Mónica Serra.

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Paisaje IV, Mónica Serra.

Paisaje V, Mónica Serra.


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Paisaje VI, Mónica Serra.

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Esta publicaciรณn fue impresa en los talleres grรกficos de Serviprensa S. A., en junio de 2016. La ediciรณn consta de 500 ejemplares en papel bond antique de 80 gramos.




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