El espacio del sur del Bronx se caracteriza por la vida nocturna asociada al tráfico de drogas, por calles llenas de sombras con puertas y faroles rotos, hileras de lotes vacíos con pórticos destrozados y ventanas vacías, calles solitarias como cómplices de la actividad delictiva que se lleva a cabo. Los espacios cerrados, como el apartamento de Miguel y Firebug, son sucios, con pocos muebles, en caso de que tuvieran que huir con rapidez. El Sur del Bronx se representa como el espacio cerrado casi exclusivamente de los puertorriqueños emigrantes y los hijos de esa emigración. El autor no nos presenta la pluralidad multicultural, sino todo lo contrario. Este espacio aparenta estar cerrado al resto de la comunidad migratoria de Nueva York. Dentro de él se moverán distintos representantes de esa emigración puertorriqueña, cada uno, ejemplo de una vertiente distinta de ese proceso migratorio. La filosofía o la ley que impera en este mundo cerrado del South Bronx la expresa Spider cuando dice: La cosa es Phil, inculcar a la juventú’ la idea de que ellos también pueden tener carros grandes y armas y ser Clint Eastwood y decir MAKE MY DAY y ser entrevistados por Robin Leach mientras matan el tiempo en sus divanes con unas cuantas pollitas rubias playeras. Mi trabajo es abrirles el camino, introducirlos al mundo de los negocios, de la libre empresa (p. 85).
El autor nos da la visión real de este espacio, cuando por boca de Amelia nos explica el verdadero significado de vivir en el mundo del South Bronx: ¿A quién conoces que haya hecho una vida de esta mierda? ¿Ahh? ¿Alguien? Claro un chamaco puede ganarse varios miles a la semana, inclusive más. ¿Y qué? ¿No sigue viviendo en el barrio? ¿Verdá’ que es un don nadie una vez que se va del sitio? Es una adicción. Consigues chavos y cadenas y armas y carros, pero no puedes salir del barrio, porque donde importas es en el barrio. Es donde está el prestigio y el poder. Si te vas al mundo real, ése es terreno de otro. Puedes ser la gran jodienda en Fox Street, pero una vez te vas al
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centro de la ciudá’no eres más que otro niñito spick feo (p. 101).
La visión de que este espacio es una trampa, producto del mismo rechazo y prejuicio de la sociedad norteamericana que se niega a aceptar la presencia latina y negra en su nación, aparece explícita en la novela cuando Amelia nos dice: Ellos se creen que están hechos, pero viven como ratas en ratoneras, escabulléndose de la luz del día, todavía viviendo la misma mierda, con los escombros y los edificios vacíos y toda esa divertida mierda del South Bronx. Se engañan a sí mismos. Conseguimos chavos que nos compran aparatos de videocasete y estéreos y cadenas de oro y guiamos por las calles disparándonos los unos a los otros como si fuéramos los exitosos villanos de la película. Pero es una trampa. Los gringos no han podí’o ingeniarse na’ mejor pa’ joder a los negros y los latinos (p. 102).
No hay alusión a la Isla como espacio idealizado y soñado. El personaje realmente no presenta la definición de su identidad como conflicto principal, tal y como ocurre en la novela de Piri Thomas. Esa identidad está definida y realmente no tiene mucho que ver con el conflicto del personaje central. En la novela de Abraham Rodríguez, el conflicto principal será la capacidad o fuerza de voluntad que puedan tener los personajes para superar su propia desgracia, producto de una vida entregada a la delincuencia. Miguel inicia un viaje de regreso a la “vida” ayudado por el amor de Cristalena y el convencimiento de que el mundo de las drogas no le puede proveer la felicidad. Así lo vemos regresar a la casa de su madre y a la escuela. Lo mismo ocurre con el personaje de Amelia. La novela presenta a un grupo de jóvenes descendientes de puertorriqueños que tienen la capacidad y el poder de cambiar su destino y la educación es parte importante de ese cambio. Al igual que Down These Mean Streets, salir de este mundo es un proceso largo e incierto, aunque posible. Las líneas finales de la novela cierran con una nota de esperanza: “Él simplemente iba a seguir caminando brazo con brazo y contemplando como sus sombras serpenteaban bien altas en la acera, delante de ellos. Ya no
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