¿A dónde van las revistas cuando mueren? Sonia Cabanillas
¿Van al mismo sitio donde se hacen polvo los periódicos? ¿Es el destino de las revistas el ser efímeras, caducas e irrelevantes o, quizá, ser apiladas en inútiles montañas de elefantes blancos para obtusos lectores, cuando mucho, o para afanosos candidatos a doctorado? ¿Sobreviven, acaso, para académicos recalcitrantes en busca de un nicho que les asegure la permanencia? Cualquiera que sea el destino que se les depare a las revistas culturales, este texto es un intento de salvar para la memoria una revista hermosa y, para mí, invaluable: Cupey, una revista que constituyó un pedazo de la vida de esta institución donde laboro y de la mía propia. Como directora por diez años de la extinta revista Cupey, que distinguidamente fungió como órgano cultural de la Universidad Metropolitana desde 1984 hasta 2009, deseo, en nombre de su Junta Editorial y de los cientos de colaboradores que allí publicaron, felicitar
Portada de la Revista Cupey, 1985
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Portada de la Revista Cupey, 1987
a la nueva revista Cruce y a su hermana Cruce Digital, proyecto que, a modo de relevo de batón, hoy comienza su ruta cultural. Fue un honor para mí editar Cupey y es un honor también formar parte de la Junta Editorial de Cruce. A modo de memoria y clausura, deseo hacer un recuento de la trayectoria de Cupey y del espacio que, laboriosa y dichosamente, ocupó en la historia revistera de Puerto Rico. Repasemos sus distintas etapas y mutaciones. In memoriam La revista Cupey tuvo sus inicios en el 1984. En ese momento, el entonces director del Departamento de Humanidades, el escritor Emilio Díaz Valcárcel, junto con José Luis Ramos Escobar y los ya fenecidos profesores Olga Nolla y Alberto Monserrate, gestaron la idea de crear una revista académica que, primero, estimulara y publicara los trabajos de los profesores de la institución y que, segundo, abriera un canal de diálogo intelectual a la comunidad universitaria, artística y literaria, tanto en Puerto Rico como en el exterior. Pedro Mombille administraba la revista que se conceptualizaba con un contenido de géneros literarios, un formato de libro de bolsillo y un enfoque de arte plástico dedicado al grabado en sus portadas y portadillas. El artista Jorge Sierra, del Taller Bija, creó el diseño y