Crisol 77

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José Ramón Esquinas Periodista

Reportaje

La pista de Barceló y los felices bailes de verano.

Y se cantaban canciones de amor también. Y que le quiten el tapón al botellón al botellón, y sabes que decían, que le quiten el tapón a Barceló a Barceló… y en tocar “Valencia” se había acabado el baile”. Finita Molina fue una de aquellas adolescentes que vivió apasionadamente los bailes de verano en la Pista de Barceló.

A mediados de la década de los cincuenta Torrellano experimentó los años dorados de la unión entre vecinos con el baile. Junto a la Avenida de Segarra José Barceló, natural de Jubalcoy, continuaría con la actividad de “Pepito el Motxos” y se pondría al frente de esta pista que abría los domingos de las calurosas tardes de verano. Este local al aire libre rodeado por pinos y con un jardín con plataneras tenía una superficie superior a los setecientos metros cuadrados, y con forma de balsa se podía acceder a la pista bajando dos escalones. Al fondo, en la parte más elevada, tocaba la orquesta y a los laterales de la pista se hallaban bancos y cincuenta mesas de madera rojas, ya que también tenían servicio de repostería. A Ramón Navarro, vecino de Saladas, le trae buenos recuerdos su época de adolescente en la pista, ya que pandillas y familias al completo de partidas colindantes como Valverde, El Altet, Saladas, Maitino o Bacarot salían andando o en bicicleta para ir al baile, “porque antes iban las abuelas y los padres acompañando, además era un modo de divertirse porque se salía de domingo en domingo, e incluso la gente del campo trabajaba hasta el domingo a mediodía, se iban por la tarde, se duchaban y el que no tenia ducha se lavaba en el canal o donde fuera, y a la pista”, recuerda. El baile era por la tarde y la Orquesta Maravillas solía amenizar las veladas, e incluso grandes grupos como el Dúo Dinámico llegaron a tocar en esta humilde pista de pedanía. Para divertirse también había tiempo, y cómicos como Ignacio o Paco Hernández regalaron más de una sonrisa al público, e incluso hay quien recuerda que alguna pandilla de teatro fue linchada a tomates

después de la actuación. Y en aquella pista iluminada tocaron los pasodobles, el vals, el fox lento… y aquel ‘Jamás podré olvidar la noche en que te besé’ de un joven Luis Aguilé se escapaba entre acordes. “Eran como guateques al descubierto. Tirábamos hasta de la piñata con las cintas, y cuando salíamos a bailar nos poníamos todas en fila y nadie se quería poner en la punta porque cuando un chico sacaba a bailar iba a por la de la punta”, rememora Carmen Jiménez, vecina de Torrellano. Cuando tocaba el baile ‘agarrao’ las chicas se cogían y bailaban juntas, a menos que los chicos salieran a partir. “Y nos arrimábamos a ver si querían bailar, que te decía que sí pues bien, que no pues agachabas las orejas y te ibas…se decía eso de ‘te han dao calabazas’. Y recuerdo que una noche se fue la luz en la pista mientras bailaba con una chica, y claro, se quedó aquello a oscuras y su madre la cogió de un puñao y se la llevó, las madres estaban a la expectativa”, evoca Ramón Navarro. Vicentina Segarra fue la última generación que disfrutó de la pista y también recuerda que el ambiente era muy acogedor con su ‘pandillica’, y “cuando bailábamos con los chicos teníamos que guardar la distancia con los brazos, si te arrimabas mucho las madres te estaban observando”.

“Cuando bailábamos con los chicos teníamos que guardar la distancia con los brazos, si te arrimabas mucho las madres te estaban observando” Un tiempo después la Avenida de Segarra se asfaltó. Carmen Barceló, hija del impulsor de la pista, trabajaba también allí con su marido, su cuñada y sus hermanos, y recuerda que tuvieron que ceder terreno para la carretera, “y además pusimos una verja alta porque los chiquillos se colaban sin pagar, aquí eran muy traviesos”. En los descansos del baile la avenida de Segarra era por aquel entonces un ir y venir de familias que paseaban.


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