Revista Cazamoscas Año 2 - No. 2 | Julio - Diciembre 2008

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Sobre la objetividad de los juicios éticos Andrés del Corral Salazar andresdelcorral@yahoo.es

Introducción En muchas ocasiones nos encontramos discutiendo sobre la veracidad de los juicios que empleamos para justificar algo. Cuando discutimos con alguien que mantiene juicios o posiciones distintas a las nuestras, intentamos llevarlo de alguna manera hacia la objetividad del asunto y mostrarle por qué estaba equivocado. Así, por ejemplo, si discuto con alguien acerca del resultado de la lotería local, y esta persona sostiene que tal resultado es diferente al que yo defiendo o creo que es, entonces la solución es ir directamente a los hechos o a una fuente confiable que nos proporcione tal información. La información que obtengamos del resultado real de la lotería nos mostrará que uno de los dos estaba equivocado. O bien puede ser que ambos estuviéramos equivocados en caso de que nos hubiéramos referido a otras loterías, o a la lotería sobre la cual se da la discusión pero en diferentes sorteos. Como en este ejemplo, hay muchas discusiones donde la solución al problema lo da la información empírica que tengamos para justificar nuestras creencias. Sin embargo, no toda discusión se soluciona mediante la información empírica, en tanto que dichas discusiones carecen de una base objetiva que permita determinar su veracidad o falsedad. Si una madre sostiene en medio de una discusión que su dolor por la pérdida de un hijo es peor que el dolor del médico que no pudo salvarlo, realmente no hay una manera ‘objetiva’ de decidir si es cierto o no. No hay una balanza que permita sopesar ambas posiciones, ambos dolores. De donde parece entonces que la objetividad es un requisito de la discusión racional. De no ser de este modo, estaríamos perdiendo nuestro tiempo siempre que quisiéramos convencer o persuadir a alguien que creemos está cometiendo un ‘error’. Por más razones que tengamos y que creemos apuntan a la ‘verdad’ del asunto, sin una base objetiva sobre la cual juzgar, no habrá posibilidad de comprobación, demostración o análisis. De hecho, no existiría la verdad y la falsedad, y, por consiguiente, tampoco el error o el aserto. Revista Cazamoscas - Año 2 - No. 2 - Periodicidad: semestral - Julio-diciembre, 2008 - Pp. 51-63


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