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Jorge Martínez Valparaíso

Entrevista Jorge Martínez

ALQUIMIA Y GRABADO PORTEÑO

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Jorge Martínez es actualmente un grabador insoslayable en la escena del grabado porteño. Aún cuando su formación como artista gráfico la inicia fuera de Chile, su trabajo creativo en relación al Taller 99 en Santiago, la docencia ejercida en dos centros académicos de Valparaíso y la instalación del Taller de “Los Alquimistas”, el que comparte con su esposa Herna en el cerro Alegre, lo han convertido en un gran referente del grabado nacional y, naturalmente, de la ciudad puerto.

Por Américo Caamaño Quijada Artista Visual

El año 2017, a instancias de nuestra participación como Asociación de Grabadores del Bío-Bío en el Festival de las Artes de Valparaíso, con una exposición y lanzamiento de revista Biográfica en Casaplán, tuvimos la oportunidad de estar por primera vez en el Taller los Alquimistas y conversar con el artista. Llegamos allí casi por el aire, después de una entusiasta caminata desde la Universidad de Playa Ancha, subiendo y bajando cerros, ascensores y miradores guiados por nuestro buen amigo el grabador Ismael Díaz. Al observar matrices y estampas es imposible no reconocer su gran dominio en las técnicas del grabado en metal, y es inevitable asimismo que no aparezcan las imágenes de la alquimia y la orfebrería, pero Jorge Martínez no ennoblece el oro si no el cobre y el grabado. En encuentros posteriores en su taller concordamos esta entrevista, que se concretó en agosto del 2019, vía correo electrónico. Tal vez, a diferencia de entrevistas anteriores que fueron presenciales, en este caso puede percibirse un menor grado de espontaneidad o soltura, pero sí respuestas muy precisas, acotadas y concretas. Conozcamos parte de ella:

Jorge, la idea es que podamos conversar en relación a tu formación, tu obra, tus viajes, tu actividad académica. ¿Cómo se inicia tu formación artística?

Se inicia de forma autodidacta, sobre todo en dibujo y pintura. Es un proceso de desarrollo del oficio gradual, relativamente temprano: desde los 10 años. Pero sólo 8 años más tarde lo asumo como una actividad creativa definitiva, proyectándome a futuro en esta actividad. Para mí, la dedicación profesional al arte fue un proceso que empezó a tomar forma poco a poco, que se fue dando a la par que otros intereses: filosofía, literatura, matemáticas. Desde muy joven me han interesado las ciencias puras, la filosofía y el arte; siempre he tratado de integrar estos conocimientos e inquietudes en mi obra. Firmemente convencido de que el universo es una red de interrelaciones no arbitrarias sino, como diría Carl Gustav Jung, sincrónicas. Considero que cada hecho de mi vida me condujo, de una u otra forma, por el camino del arte, aun aquellos que parecieron apuntar en otra dirección. Todo confluye en la obra.

¿Cómo llegas al grabado y en particular al grabado en metal?

Gracias a mi esposa, Herna Freile Rauschenberg, también artista visual y profesora de filosofía, que me comentó sobre un curso de introducción al grabado calcográfico que se abriría en el Taller de Grabado de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, en Quito, ciudad en la que vivíamos en ese entonces. Siempre me interesó el dibujo como fundamento del lenguaje visual. Creía que el grabado era una forma de extensión del dibujo, por lo que la posibilidad de estudiar calcografía se presentó como una oportunidad para ampliar mi base de formación gráfica. Pero estaba equivocado: el grabado y el dibujo son “parientes” más o menos cercanos en el mundo de la gráfica, pero son ámbitos realmente distintos, con procesos y procedimientos técnicos que suponen una gran diferencia, como pude constatar cuando me enfrenté a la experiencia del grabado. Cuando ingresé al curso de grabado en metal, en junio de 1985, impartido por el pintor y grabador ecuatoriano Carlos Viver, descubrí un lenguaje gráfico de una extensión y complejidad increíbles. Desde entonces, aprendo constantemente nuevas técnicas, procedimientos y maneras de ejecución, cada vez más sutiles y complejos. El aprendizaje del grabado es una tarea ingente, que abarca la vida: siempre hay algo nuevo que desarrollar o profun

Jorge Martínez, Rueda - ley - máquina - sistema (Lowry), aguafuerte sobre bronce, 60x60 cm. 2006.

Jorge Martínez, Anamorfosis del olivo, aguafuerte sobre cobre, 40x30 cm. 2008.

dizar, aún si el propio proceso creativo se establece en torno a un único procedimiento o a una familia de técnicas. Gracias a este primer encuentro con el grabado calcográfico, se abrió para mí el continente específico de los metales, los ácidos y los barnices. En procesos de aprendizaje continuos, realicé grabados en relieve, litografías en piedra y metal, serigrafías e infografías, aprendiendo más formas de grabado. Sin embargo, siempre volví a la calcografía, en especial al aguafuerte, porque la precisión, soltura y complejidad expresiva de esta técnica maestra me fascinaron. Al año siguiente en Quito, gracias a una invitación que recibí para formar parte del Taller profesional de grabado Grafi-K, pude también formarme como impresor, siendo alumno de Luciano Mogollón. Este maestro artista e impresor ecuatoriano aprendió el oficio y trabajó en Estados Unidos con Robert Blackburn, uno de los más importantes

grabadores y printmaker norteamericanos, que, a su vez, había estudiado en el Atelier 17 de S.W. Hayter en Nueva York. Desde esta trayectoria de base, tuve la fortuna de alcanzar una formación clásica muy completa en grabado calcográfico, como grabador e impresor, a la vez que desarrollar mi propio lenguaje creativo. Si tuviera que describir mi obra en sus orígenes, diría que se configuró en una matriz figurativa, de fuerte carga simbólica y onírica. Desde entonces, he orientado mi grabado hacia el límite de la figuración orgánica, en donde prima el gesto gráfico y el lenguaje lineal, como valores puros, en procesos progresivos de abstracción. Se trata de un lenguaje visual centrado en la profundización técnica y expresiva del aguafuerte. Desde el punto de vista de su contenido, mi obra se desenvuelve en torno al neobarroco latinoamericano, en una gama de series temáticas: poesía, religiones ancestrales, cartografía fantástica, jardines interiores y mandalas

vegetales, animales canónicos y heráldicos.

Tú has tenido una relación de años con el Taller 99, cuéntanos cómo ha sido eso.

Al volver a Chile, en febrero de 1992, me integré al Taller 99, ubicado entonces en Melchor Concha 20, Providencia. Si bien pronto pude procurarme una prensa calcográfica y así formar mi propio taller, mantuve siempre la vinculación con el Taller 99, participando en exposiciones y carpetas colectivas, demostraciones de grabado y conferencias. Solo pude trabajar en contadas ocasiones con Nemesio Antúnez, Santos Chávez, Roser Bru y otros integrantes antiguos del Taller. No obstante, estas escasas oportunidades me brindaron una experiencia importante en la perspectiva del trabajo artístico y en la proyección de mi propia obra. Aprendí mucho e intercambié valiosas experiencias de trabajo con Rafael Munita, Teresa Gazitúa, Carmen Valbuena, Alfonso Fernández y otros amigos colegas del Taller. Respecto de la experiencia vivida en ese período, considero que el trabajo de taller “colectivo” -siendo el Taller 99 un modelo ejemplar del mismo- enriqueció mi devenir como artista. Lo veo como un contrapeso y una suerte de dialéctica de la experiencia artística individual, pues la propia obra crece en análisis y crítica colectiva. También se aprenden otras propuestas y caminos artísticos. El taller colectivo es una gran forma de prepararse para la docencia y la enseñanza del arte, donde el artista es maestro y alumno a la vez, en

un proceso continuo de reformulación del propio camino. El grabado implica un saber fundado en la experiencia y desde la experiencia; el desafío de la enseñanza se afirma en el trabajo creativo, en sus búsquedas, logros y fracasos. Este aprender de los errores y de los ensayos enseña a enseñar, a la vez que mantiene al artista activo y en constante apertura crítica. Nunca se deja de aprender. Mis estadías en el Taller Grafi-K en Ecuador y en el Taller 99 en Santiago de Chile, me prepararon para la enseñanza universitaria, a la vez que me permitieron abrir nuestro espacio de trabajo para trasmitir lo aprendido a otros artistas. Gracias al Taller 99, me conecté con el ambiente del arte en Chile, que no conocía por haber desarrollado mi carrera en el extranjero. Pude realizar al poco tiempo en Santiago la primera exposición individual de mis grabados, titulada “Aguafuertes”, en la Galería de Arte Jorge Carroza en 1994. Esta muestra determinó, en nuestro país, la temprana identificación de mi producción artística

Jorge Martínez, Barroco americano, aguafuerte sobre cobre, 42x90,4 cm. 2005.

con el grabado calcográfico. En el extranjero he podido realizar más exposiciones de dibujo y pintura, además de grabado y monotipia, con lo que la percepción de mi obra resulta más completa. En países como Ecuador o Canadá, por ejemplo, ésta se asocia tanto a la pintura como al grabado. En todo caso, el dibujo, la pintura y el grabado constituyen por igual la base de mi trabajo creativo. La obra se entiende mejor desde estos tres polos de influencia, siendo la monotipia el puente que los conecta.

Por otra parte, entiendo que llevas varios años ejerciendo docencia en la Universidad de Playa Ancha y en la Universidad Católica de Valparaíso. ¿Cuáles son las especialidades que impartes y cómo han sido esas experiencias?

Mi actividad académica en la Universidad de Playa Ancha se inicia como profesor de grabado y dibujo, en agosto del año 2000. Desde entonces, continúo enseñando técnicas calcográficas y procesos de impresión en los cursos avanzados de grabado, de la Carrera de Licenciatura en Arte. En paralelo, desde el año 2000, me hago cargo de la conservación y catalogación de los grabados que posee la universidad, y que son la base de lo que será el Museo Universitario del Grabado, MUG, en Valparaíso. El trabajo docente en la PUCV ha ido variando con los años. En el 2007, inicio mi actividad como catedrático en el Instituto de Arte, impartiendo los cursos de Gráfica y Pintura, en el Área de Plástica. El 2010, implemento el Taller de Grabado, donde enseño cursos optativos de la especialidad. Desde el año pasado, dejo de enseñar pintura y dibujo, y asumo como profesor de los cursos obligatorios de Grabado, de la nueva malla curricular de la Carrera de Licenciatura en Arte. Enseñar en la Universidad es un desafío constante, debido al formalismo y a las exigencias pedagógicas que conlleva. La docencia supone una autocrítica permanente, que motiva al artista. Por

otro lado, es lógico pensar que la enseñanza puede restar tiempo a la creación. Si bien este juicio es exacto en términos cuantitativos; es también cierto que, a la vez, genera una dinámica y una tensión que sostienen la creatividad, obligando a la revisión de los procesos formales y al cuestionamiento de las ideas que impulsan la producción de obra. La enseñanza, además, requiere autodisciplina y orden, que ayudan al artista cuando el fantasma de la disipación y la relajación excesiva amenazan con desintegrarlo creativamente. La docencia es, para cierto tipo de artistas, el complemento y el acicate de la creación. En mi caso, esto resulta especialmente válido.

Cuéntanos un poco sobre la visión que tienes del grabado en otras latitudes, a partir de tus viajes.

Resulta difícil sintetizar impresiones de momentos y lugares distintos. Sin embargo, es posible señalar algunas constantes que he podido percibir. En términos generales, el grabado se encuentra hoy en la misma situación en la que ha estado siempre, es decir, en un ámbito especial, casi secreto, pero de gran vitalidad y pujanza. Aunque esta afirmación pudiera parecer algo contradictoria, refleja fielmente la situación que he podido conocer en otros países, en diferentes espacios, instituciones y artistas vinculados con el grabado. Desde antiguo, el dibujo y el grabado han estado ubicados en un ámbito diferente, con pocos especialistas, coleccionistas o aficionados a estos lenguajes visuales. Aparte del uso común del dibujo como estudio, croquis, boceto o apunte de viaje, el dibujo como obra original ha sido siempre una rareza, sobre todo si se lo compara con la popularidad de la pintura. A nivel público, se confunde el dibujo instrumental (como medio) con el autoral (como obra en sí misma). Lo mismo sucede con el grabado. La estampa de reproducción, vinculada a la industria de la imprenta y el libro, se suele confundir con el grabado creativo, generando

Jorge Martínez, Imaginario de la Catedral de Taxco (Lowry), aguafuerte sobre cobre, 45x40 cm. 2007-2010.

muchos equívocos. La funcionalidad reproductiva del grabado prima por sobre su valor como lenguaje visual autónomo. Esto es así hoy como lo fue hace cien años. La visión del grabado como “arte menor”, reproducción funcional a la iconografía y a la difusión comercial de las imágenes, afecta actualmente los espacios dedicados al oficio, a su difusión y a su adquisición. La fotografía ha venido a ocupar el espacio que antes tenía el grabado en la industria de la reproducción iconográfica; pero, además, también ha ocupado, entre artistas, galeristas y aficionados, el lugar y la función creativa que antes era patrimonio del grabado. Esto quiere decir que, además del prejuicio de considerarlo un arte menor, el grabado ahora es relegado a un lugar secundario con respecto de la fotografía, que se ha popularizado entre los artistas gráficos. Impresiones fotográficas de gran formato ocupan hoy espacios antes dedicados al grabado tradicional. No obstante este panorama crítico, se desarrollan

en paralelo nuevos brotes de oficios antiguos vinculados al grabado. La relación originaria de la estampa con el libro hecho a mano, ha revivido en el libro de artista. En la actualidad, son muchos los creadores que canalizan el grabado en la producción de estas piezas únicas o de edición limitada, de singular valor bibliográfico y original propuesta estética. A ello parece contribuir el resurgimiento de la manufactura artesanal del papel, en el contexto de una cultura de la manualidad, confrontada a la industrialización contemporánea, como una respuesta a la vez política y estética. En el ámbito del grabado propiamente tal, es posible vislumbrar un cambio respecto de la monumentalidad de los años ochenta, caracterizada por obras de formato inusualmente grande, medios técnicos complejos y edición de gran tirada. Hoy se está volviendo - tal vez como una reacción ante la producción en masa de objetos banales - a las ediciones testimoniales, limitadas, casi íntimas, de no más de 10 o 20 ejemplares. Los formatos “grandes” ya no suelen superar el metro cuadrado, con un paulatino retorno a un espacio más secular, más personal. Lo que se ha mantenido y hasta acelerado es la combinación y el desplazamiento de las técnicas. Esta suerte de hibridación es posible observarla notablemente en el desarrollo del grabado tridimensional o escultórico, o en las combinaciones de dibujo, grabado digital y fotografía. Este fenómeno se está dando tanto en las llamadas técnicas tradicionales de la xilografía y la calcografía, como en los modernos procesos litográficos y serigráficos, en conjunción con los avances informáticos, industriales y fotográficos. En lo técnico, la preservación y difusión del oficio se encuentran hoy más ligadas a las instituciones universitarias que a los talleres tradicionales. Si bien subsisten talleres emblemáticos, como el Tamarind Institute, de Nuevo México, el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, IAGO, en México, o el Atelier 17, de París; en la actualidad, es en las grandes universidades y escuelas de arte, como el

Jorge Martínez, Águila sideral, aguafuerte sobre bronce, 80x60 cm. 2009. Ontario College of Art and Design, en Toronto, o el Rodhe Island School of Design, en Providence, donde se mantienen y desarrollan las técnicas de grabado. Existen pocas galerías, museos o “gabinetes” especializados. Esto resulta lógico, considerando la situación actual del oficio, donde existe un gran desconocimiento a nivel popular de técnicas y procedimientos, a la vez que, por la misma historia del arte, una gran confusión en torno a la justa valoración del grabado. En países con una mayor tradición gráfica subsisten instituciones especializadas, como en Francia, la Bibliothèque Nationale de France (Richelieu), o en España, la Calcografía Nacional de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Pero, en general, no son muchos los centros culturales o fundaciones que se dediquen exclusivamente o con prioridad al oficio del graba

Jorge Martínez, El jardín interior, Puntaseca sobre aluminio. 45x55 cm. 1998.

do. Esta marginalidad del grabado, en el contexto de los grandes discursos del arte, es lo que podemos considerar como el carácter esotérico del oficio, que ha contribuido desde sus orígenes a la percepción algo distorsionada de este lenguaje visual, vinculándolo con tradiciones ocultistas o herméticas. El grabado mantiene este hermetismo, lo que no deja de significar un aporte a su velado encanto.

Finalmente, convérsanos un poco sobre el taller Los Alquimistas, donde compartes con tu esposa, también grabadora. ¿Desde cuándo existe y qué otras actividades hacen?

Cuando en septiembre de 1998 pudimos instalarnos en Valparaíso, estaba realizando una exposición individual de 60 aguafuertes en la Sala Viña de la Corporación Cultural de Viña del Mar, titulada “Grabados del Alquimista”. El nombre surgió del texto curatorial de la muestra, realizado por Jorge Salomó, en orden a mi trabajo con metales, barnices, ácidos y otros materiales antiguos. Por ello, nuestro taller pasó a ser conocido como el lugar donde trabaja “el alquimista”, como una referencia a la exposición, como una broma. Mi esposa, la artista Herna Freiberg (HernaFreile Rauschenberg), se dedicaba en ese entonces más a la administración de la galería que compartimos, que al grabado propiamente tal, por lo que el taller se estableció en torno a mi trabajo como artista y profesor de grabado. Actualmente, y desde hace ya algunos años, Herna y yo trabajamos por igual en el taller, como artistas y profesores, por lo que ha pasado a llamarse en propiedad “Taller de los Al

quimistas”. La idea del taller, además de desarrollar nuestra propia obra, consiste en promover las técnicas clásicas del grabado calcográfico y en relieve, así como otros procesos afines, como la monotipia, la algrafía y las técnicas aditivas, para que se preserven y difundan. Herna enseña (en horarios variables durante la semana) técnicas de grabado en relieve, vinculadas a distintas formas de impresión: calces, intervenciones, monotipia. Las clases que imparto se centran en el estudio de las técnicas calcográficas tradicionales y sus formas de impresión, y se realizan los sábados por la mañana. En estas sesiones, los alumnos trabajan sus propias obras, a partir del interés que demuestran en las diversas técnicas, y en orden a cómo quieren aproximarse a los distintos procedimientos, de acuerdo al modelo de tutoría. El método consiste en “tomarse el tiempo” necesario para profundizar en los procesos técnicos y creativos, sujetos a una temporalidad distinta de las prisas y presiones habituales. Se puede abordar el conocimiento y el análisis de las técnicas en profundidad y con mayor detalle. Este es el propósito de esta clase de estudios: alcanzar en espesor, en calidad, lo que la cantidad hoy no permite aprender.