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UNA REALIDAD PELIGROSA: RETO PARA LAS FUERZAS ARMADAS

Por: Julio A. Millán Bojalil

Economista y Empresar io, Presidente del Consejo Editor ial de la Revista Armas, Profesor del Colegio de Defensa Nacional , Expresidente de los Comités Bila terales

Empresar iales con República Popular China , Japón, Corea del Sur, Hong Kong y Miembro de APEC

Parto de una tesis que, aunque es polémica, constata su veracidad conforme los días transcurren, tiene que ver con el enorme desajuste económico mundial, cuyo origen es Estados Unidos y su condición como imperio hegemónico, lo cual genera cambios estructurales comerciales y financieros en una gran cantidad de naciones, México por supuesto no está exento de ello.

LOS CAMBIOS QUE AFECTARÁN

Este contexto mundial convulso, en plena transformación, sobre todo en la región de América del Norte, derivado de los cambios que suscitan las actuales políticas estadounidenses lejos de tener un impacto negativo en el actual gobierno de México ―no así en su población―, lo fortalece políticamente, puesto que afianza la narrativa del discurso oficial ― la creencia en una soberanía sin sometimientos― y alienta aún más las medidas de control estructural ―presupuestal y social― que la administración del Ejecutivo federal ha aplicado de manera gradual tanto en el resto de poderes públicos, así como en los instrumentos de contención que desempeñaban distintas instancias que dejaron de ser autónomas o simplemente desaparecieron, como el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales o el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, sin dejar de mencionar la creciente injerencia gubernamental en el ámbito electoral, lo que representa un evidente retroceso democrático.

En pocas palabras, el gobierno federal vigente busca imponer a toda costa la sentencia conocida: “llegó para quedarse”, mermando la crítica abierta, la oposición o anulando la posibilidad de nuevas alternancias en el poder, mediante el desmontaje sistemático de todo el andamiaje de contrapesos.

Para evitar esa pretendida continuidad del régimen tendría que surgir un elemento extremadamente disruptivo, con impacto a nivel nacional. Bajo ese supuesto, las Fuerzas Armadas deberían asumir de acuerdo a su más noble institucionalidad y tradición, una posición que privilegiara el futuro del país, así como su condición independiente. Es decir, avalar una inminente deriva autoritaria o velar por la consolidación del Estado de derecho y una democracia moderna.

RELACIONES MÉXICO – ESTADOS UNIDOS

Lo anterior implica no solo evaluar de manera autocrítica el panorama actual de toda la administración, así como cuerpos castrenses, su vocación y lealtad, sino los diversos escenarios, perspectivas de seguridad nacional a corto, mediano y largo plazo, además de la situación geopolítica, interior del país, incluyendo la urgencia de contrarrestar los efectos que suscitados en el Ejército y la Armada por el hecho de atender múltiples misiones de carácter civil que, lamentablemente, desde siempre han sido susceptibles de corrupción.

Ese mandato inédito, el de resolver apremios que no forman parte de su naturaleza, ha sido, literalmente, un auténtico veneno, pues exige recursos y esfuerzos de todo tipo y los resultados son cuestionables o no inmediatos. Ello es un cambio de paradigma en el país que, no obstante, representa un riesgo incalculable para las fuerzas armadas, ya que, si no se está en condiciones de enfrentar un reto semejante dada la magnitud de retos atípicos, mermará aún más su visión, institucionalidad y operatividad.

Por otro lado, emerge la necesidad de establecer escenarios claros en los cuales nuestras Fuerzas Armadas juegan un papel importante en los intereses de E.U., nación cuya situación actual es paradójica, ya que su influencia aún tiene gran alcance —inmediato con México, sin duda—, pero posee la deuda más grande del mundo y las repercusiones que ello trae consigo, circunstancias que representan otra señal negativa de lo que puede acontecer a nivel mundial. ¿Estamos preparados como país para enfrentar a un imperio que se fragmenta y se torna imprevisible?

A Que Nos Enfrentamos

De acuerdo con la Fundación Peter G. Peterson, la deuda nacional de la Unión Americana al 29 de agosto, era de más de 37 billones 305 mil 410 mdd ―y continúa en incremento―, por lo que corresponde a cada ciudadano estadounidense cubrir una parte de poco más de 107, 906 dólares. Al día de hoy, la deuda estadounidense se encuentra mal estructurada, casi se gasta el doble del promedio en seguridad social, es decir, “cada año hay un desajuste entre el gasto y los ingresos”. De acuerdo con el estudio referido son tres los factores o impulsores principales de la creciente deuda norteamericana: demográfico ―envejecimiento y jubilación exponenciales―, salud ― mayores e insostenibles costos en la atención médica― y tributario ― ingresos inadecuados que alimentan la desigualdad―.

Deuda la cual importa más de lo que imaginamos, pues entre menor cantidad de recursos disponibles existan para invertir en un futuro estable y próspero, las generaciones venideras de estadounidenses― y de todo el orbe― sufrirán los estragos de una gran cantidad de problemas económicos y financieros, empezando por el cambio climático y las alteraciones demográficas de los flujos migratorios. Se trata, pues, del futuro común.

Realmente nadie da crédito a que el imperio, cuyo sustento es el poder de su divisa a la par del control del petróleo, pueda colapsar; sin embargo, existen indicios puntuales respecto a los petrodólares que, aunque constituyen todavía la base del dominio financiero en el mundo, delatan su repliegue. Como el hecho de que ya no controla el 88% de las transacciones internacionales en divisas, sino que se ha reducido a un 54%. De tal modo que monedas como el euro, el yuan, el rublo o la libra esterlina se han apoderado del espacio perdido por el dólar. Un imperio que está empeñando su futuro y puede avasallarnos como país.

Realidad O Ficci N

Ante un escenario de inestabilidad financiera y monetaria generalizados, México en particular presenta una presión desproporcionada en sus finanzas públicas, puesto que las reservas disponibles con las que cuenta para sostener el enorme dispendio que siguen acumulando las gigantescas obras públicas ―irremediablemente deficitarias― se agotarán y no alcanzará más para financiarlas, salvo por un tiempo relativamente corto: estamos a uno o dos años, como máximo, de entrar de lleno a una situación monetaria sumamente deteriorada. No es un asunto baladí, sino carestía real, con limitaciones en ingresos, gastos e inversiones públicas que terminarán por afectar a todos y cada uno de los mexicanos.

El daño social de una severa crisis financiera puede ser irreversible, al menos tomará más de dos generaciones mitigar la brecha económica que se abre ya, precipitando y agudizando inestabilidad e inseguridad, mi pregunta es: ¿Cuál es el deber real de las fuerzas armadas ante una alarma de ese calibre?

BIBLIOGRAFÍA: https://www.pgpf.org/national-debt-clock/

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