Revista Maranatha Ed. 24

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Hombría, varón y otros conceptos desconocidos.

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Editorial

or meses he estado realizando un experimento entre mis amigos varones. Cuando tenemos un momento tranquilo, los miro a los ojos y les pregunto: ¿Cómo defines la palabra cristiano? La mayoría se extraña por la pregunta pero como ven que estoy hablando en serio, lo piensan un segundo y luego me dan su propia definición; algunas son sencillas y otras más teológicas, pero todos se expresan con convicción y seguridad. Esto no es extraño pues he hecho esta pregunta solo a amigos cristianos. Lo que sí es extraño es que todos ellos llevan más años de ser varones que de ser cristianos, pero la gran mayoría se ha visto en apuros cuando les pido que definan la palabra “hombría”. En algunas ocasiones he presionado un poco más y les he preguntado como están construyendo la identidad de sus hijos varones si no pueden definir qué significa ser hombre. (Definitivamente tengo excelentes amigos y eso me ha librado de terminar con un puñetazo en la nariz). Algunos se han defendido diciendo que aunque no tienen una definición de hombría, sí han tenido cuidado en dar ejemplos prácticos de lo que ésta significa. Les enseñan “cosas de hombres” como usar herramientas, patear balones y enfrentar peligros; uno me acaba de decir que él lleva a sus hijos al estadio, les enseña a abuchear al árbitro, y a lanzar palomitas al aire y cacharlas con la boca... Sospecho que eso no es suficiente. Las actividades prácticas con los hijos no tienen nada de malo, al contrario, son excelentes. El único inconveniente es que limitan la intencionalidad de nuestras acciones. Hacer el esfuerzo de definir un concepto, nos permite asirlo, exprimirlo, asimilarlo; y sobre todo, ponerlo en práctica de una mejor manera. En el libro de Génesis, Dios tuvo gran cuidado al utilizar las palabras para definir lo que significa ser hombre. En 1:26 utiliza la palabra Adam para manifestar que el hombre (varón y mujer) son imago Dei (imagen de Dios). En 1:27 habla de la diversidad sexual y al varón lo llama zakar y a la mujer neqebah; dos palabras completamente diferentes en su origen. Finalmente, en 2:23 Dios llama al hombre iysh y a la mujer ishshah, mostrándonos así la complementariedad y la relación entre un hombre y su mujer. Esta es menos que una introducción al tema, pero al igual que con la palabra hombría, deseamos que el resto de conceptos que aparecen en este ejemplar, te ayuden a reflexionar en lo que Dios ha dicho, y que esto sea un puente para llevarte al conocimiento de Aquel que es el ejemplo máximo y perfecto de hombría: Jesucristo hombre. Desde ya agradecemos tus comentarios y sugerencias. jfrias@dismara.com


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