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Las tangueses de Malajunta

MALAJUNTA

Cooperativa generadora de tangueces

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El trío Malajunta cumple diez años de vida artística y los festeja con un nuevo disco. Acaban de presentar Tango infinito, un racimo de “tangueces” y canciones unidas por la poesía y una misma música orillera y experimental.

Por Mauricio Rodríguez

Ainiciativa del guitarrista y compositor Jorge Alastra, el trío Malajunta se echó a rodar hace una década. Desde el vamos se plantearon incluir obras del repertorio clásico del tango, pero apelando a nuevas versiones, a las que fueron agregando temas propios. Abrevaron en el tango y lo unieron con la música folclórica, la tradición y la innovación. El trío está integrado por Adriana Filgueiras (voz), Jorge Alastra (guitarra, composición y arreglos) y Juan Rodríguez (violonchelo, acordeón y arreglos).

En 2013 presentaron su primer trabajo discográfico, Baldosa floja, que contó con el apoyo del Fondo Nacional de la Música y fue editado a fines de 2012 por Perro Andaluz. Recibió el premio Graffiti al mejor álbum de tango y al mejor artista nuevo. A mediados de 2015, editaron su segundo disco, Dar (Perro Andaluz), que fue nominado a los premios Graffiti edición 2016. Y en 2020, en un proceso creativo que sorteó los tropezones de la pandemia, presentaros su tercer trabajo, Tango infinito (Perro Andaluz).

El primer paso para la creación del trío lo dio Alastra, quien además de una sólida carrera como acompañante editó varios discos solistas: Arte (2007), Puente aéreo (2009), Tres (2012) y Azar (2016). La música de Alastra es “el resultado de distintas fusiones que van desde la milonga al choro, pasando por la chacarera, la zamba, aires peruanos, candombe y ritmos de Brasil. Todo a través de un lenguaje contemporáneo, con la guitarra y voz como elementos principales”, explica el propio Alastra.

Adriana Filgueiras, por su parte, desde adolescente comenzó sus estudios en un grupo de música barroca y renacentista. Fue flautista, cantante, percusionista y locutora. Comenzó su carrera solista junto al guitarrista Carlos Gómez, con quién grabó en 2007 el disco Reverso.

El tercer “pasajero” de Malajunta, como él mismo se define, es Juan Rodríguez, quien estudió solfeo, armonía, y violonchelo en la Escuela Municipal de Música de Montevideo. Posteriormente estudió en Brasil, Chile y Argentina, entre otros lugares. Integró grupos de música de cámara –Conjunto Barroco, Ars Musicae, Música Antiqua, cuarteto de cuerdas Sancho Panza– y agrupaciones sinfónicas (Ossodre, la orquesta de UTU, la Filarmónica de Montevideo, Banda Sinfónica Municipal). Recientemente participó del Jerash Festival Internacional en Egipto y Jordania, y en el Jouneh Festival Internacional en Beirut, en ambos casos representando a Uruguay y como director musical del Montevideo Tango Group.

El trío Malajunta ha tocado en Montevideo y en el interior del país. Acaban de protagonizar la tercera edición del espectáculo Zita de tango, en la Sala Zitarrosa, y en Buenos Aires se presentaron, entre otros lugares, en la Feria del Libro y en el mítico café Tortoni. ¿Cómo comenzó el trío?

Adriana Filgueiras. Fue una idea de Jorge Alastra. Me invitó a cantar tangos luego de escuchar un disco que yo había grabado con otro músico, en el cual había una canción tanguera. Él vio, mucho antes que yo misma, que podía interpretar este género. Eso fue a finales de 2009. Al principio me negué porque consideraba que era un género que tenía una estética muy particular, muy alejada de mi estilo como cantante y, además (puro prejuicio mío), pensaba que si no se cantaba de tal o cual manera no había lugar en el tango para cosas nuevas. Pero cuando me contó su idea, por dónde ir, me convenció enseguida: me mostró una versión tangueada del vals ʻPaso Molinoʼ, de Fernando Cabrera, como ejemplo de lo que él imaginaba. Ahí, rápidamente, vi que sí era posible, me sentí cercana a esa estética, me pareció un desafío que podía encarar y que iba a tener que estudiar mucho.

Alastra recuerda aquel paso inicial como una apuesta a “trabajar el género desde un ángulo diferente, sin perder de vista la base tanguera y milonguera”. Para eso, recrearon clásicos con una estética “más cercana a la canción hecha en Montevideo”. El desafío fue hacerlo sin bandoneón, piano o contrabajo. O sea, sin los elementos más reconocibles del sonido de cámara tanguero.

Los tres llegaron al trío con un recorrido artístico previo, ¿qué le aportó cada uno a Malajunta?

Juan Rodríguez. El grupo se define con una faceta creadora, Jorge, en donde Adriana interpreta las ideas tanto poéticas como musicales; y una etapa tipo taller en la que pautamos líneas musicales para darle marco a su interpretación. O algún solo de guitarra cuidando que cada uno sienta esa necesaria comodidad para decir lo que quiere de la manera que mejor fluya. Puedo hablar desde el chelo como un instrumento melódico, y otro bien diferente como es el acordeón a piano.

Jorge Alastra. Adriana se fue convirtiendo de a poco en una impensada intérprete de este género. Se fue moldeando y hoy aseguro que es de las mejores intérpretes que hay, desde dónde se vincula y desde qué grado de afectividad lo hace. No se parece a ninguna cantante de acá ni de Argentina. Tiene un sello. Juan viene de tocar música sinfónica y de cámara, pero sabe

Ficha técnica de Tango infinito

Producción artística: Jorge Alastra y Gerardo Alonso. Arreglos de base: Jorge Alastra y Gerardo Alonso. Arreglos de cuerdas y acordeones: Juan Rodríguez. Producción ejecutiva: Adriana Filgueiras. Arte y fotos: Mercedes Xavier. Fotografías: Javier Noceti y Gabriel Deber. Músicos invitados: Batería: Miguel Romano. Clarinete: Fabián Pietrafesa Contrabajo, coros: Gerardo Alonso Coros: Javier Ventoso. Recitado en ʻBailongaʼ: Miguel Olivera. Grabado, editado, mezclado y masterizado por Gerardo Alonso en 2019 y 2020. El disco se vende en Ayuí discos, por las redes del trío o al (099) 243 048. Más información: www.malajuntatango.com. bien qué es un tango, una milonga o algo más vanguardista. Se unió de forma natural a esta formación aportando desde el chelo y luego desde el acordeón, un sonido que es la marca de fábrica de Malajunta. Me convertí, sin querer o buscarlo, en un autor de nuevos tangos. Y es increíble ese proceso, ya que en un principio esta formación estaba dirigida a hacer versiones y nada más.

Filgueiras. Jorge es el director artístico del proyecto, es decir, es quien compone para el trío y el que tiene la idea inicial de los arreglos y la producción artística. A partir de eso, trabajamos Juan y yo. Además, contamos con él como compositor, lo cual es un sello de identidad de Malajunta, que en estos diez años, y particularmente en Tango infinito, este tercer disco, se asienta, marca un hito en ese camino de tener una identidad particular. Admiro mucho su trabajo como artista y es un honor para mí que él componga ya pensando en que la que va a estrenar estos temas sea yo; como cantante es un lujo que me doy, que disfruto y agradezco. Juan es un gran músico, viene de la formación orquestal, es un profesional, un tipo súper estudioso que siempre está tocando, aprendiendo. Y si bien en Malajunta toca violonchelo y acordeón, es multi instrumentista, director de orquesta, etcétera. Es un placer compartir el proyecto con él porque no solo se adapta a la idea inicial de los arreglos y estética que buscamos, sino que aporta muchísimo en los arreglos para sus instrumentos. En ese sentido hay una sintonía fina desde lo musical entre los dos. Y yo aporto desde mi manera particular de interpretar, o eso espero. Soy muy laburante, trato de estudiar, de escuchar, de trabajar la interpretación, particularmente de las letras. Y me encargo de cuestiones más prácticas, como el

manejo de redes. Somos una cooperativa de trabajo y cada cual tiene su lugar de aporte. Luego de diez años, somos un poco familia.

A propósito de eso, ¿qué balance hacen de estos diez años de música?

Filgueiras. ¡Muy positivo! En primer lugar, porque seguimos juntos. Hay una fuerza centrípeta: nadie abandona el proyecto, a pesar de las incertidumbres del camino y de la dureza de ser músicos con visión propia en un país pequeño y con tantas opciones musicales. Luego, porque me siento orgullosa de haber hecho un camino muy leal con nosotros mismos, con una estética, un compromiso, un respeto por la música y en particular por el tango y sus autores. En cuanto a las actuaciones, realmente hemos tenido una continuidad de presentaciones tanto en Montevideo como en el interior muy buena, y hace un par de años también se nos abrió la posibilidad de tocar en Buenos Aires y ser difundidos por importantes medios de allá. Es un balance positivo y esperanzador.

Alastra. Creo que, en este Uruguay, el reloj gira más lento que en otros lares. No tengo dudas de que este tipo de apuestas artísticas es más valorado afuera. Acá no hay masa interesada en cosas nuevas y menos en tango. Ha costado mucho y cuesta formar un público. Y a los medios, salvo excepciones, les interesa cada vez menos indagar, descubrir cosas novedosas y van a lo que “vende” o no tiene discusión. Ahí Malajunta es una especie de isla. Hay gente que nos aprecia, público agudo del tango que sabe lo que hacemos. Pero es un proceso demasiado lento.

A fines de 2019, poco antes de que estallara la pandemia, el trío se encerró a grabar Tango infinito, su tercer disco. Que, afirman, “tiene su génesis en el encuentro con el breve y potente poema de Salvador Puig”, “profundamente conectado” al espíritu que pretendían imprimirle a este disco. Acá Malajunta “retoma el camino que artistas como Daniel Amaro y Jorge Bonaldi habían comenzado a transitar con el tango a fines de los años setenta en Uruguay. Esa experimentación

Foto: Darwin Borrelli.

con la raíz urbana del tango y la milonga se conoció en el ambiente musical uruguayo como tanguez. Las tangueces buscaban diferenciarse del tango ortodoxo, emparentándose por un lado con la vanguardia encabezada por Piazzolla y por otro con la estética (más política) del Cuarteto Cedrón, de Argentina, que acercó a la música popular la voz novedosa de poetas como Raúl González Tuñón y Juan Gelman”. ¿Cómo fue el proceso de grabar este Tango infinito?

Rodríguez. Ha sido el disco más raro que he grabado. Comenzó con una idea que paso a paso y día tras día (pandemia mediante) fue decantando en algo a lo que no sabíamos si podíamos llegar. Teníamos una fecha para su lanzamiento que la covid-19 se encargó de darle un puntapié y por esa razón se buscaron otros caminos. Y se aprovecharon productivamente para dar todo lo mejor para el producto final.

Filgueiras. La pandemia nos cambió el plan. En principio íbamos a grabar un disco a trío, sin invitados y en vivo. Hicimos algunas grabaciones así, pero con la pandemia todo quedó detenido. Entonces Jorge y Gerardo Alonso, coproductor artístico, tuvieron más tiempo de producir, y con aquel material inicial hicieron esto que ahora pueden escuchar, que es más jugado, más producido, con arreglos muy complejos y con algún tema “pelado”, voz y guitarra, doloroso. Un disco breve, de media hora, sin fisuras, potente y de una oscura belleza. Finalmente, y como consecuencia de estos cambios y los nuevos arreglos, invitamos a Miguel Romano a que tocara batería, a Fabián Pietrafesa con su clarón y su clarinete, y a Alonso para meter contrabajo. Son grandes músicos con quienes nos gusta trabajar y con quienes hemos tocado en vivo.

Alastra. Fue un extraño proceso, ya que por la pandemia el trabajo quedó encallado. El disco iba a ser más crudo, casi en vivo. Los meses que estuvimos en ese parate obligado sirvieron para reformular la estética de la grabación. Se me ocurrió hacer algo que no estaba en los planes, como insertar ciertos sonidos electrónicos dentro de lo orgánico. Usarlos como tímbrica, mezclarlos con nuestro toque. A nuestro parecer sumó y rindió de manera increíble. Gerardo Alonso, ingeniero y coproductor, fue fundamental para todo eso. Fue una tarea intensa que dio sus frutos. D

Mauricio Rodríguez (Montevideo, 1971). Periodista, gestor cultural y técnico en Comunicación Social. Ha colaborado en medios de prensa, radio y televisión. Tiene varios libros publicados, los más recientes son: Zelmar Michelini, su vida. La voz de todos (2016, Fin de Siglo) y Una vida en el pretil (2017, Planeta).