Revista Fuego Eterno 01 - Agosto 2020

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REVISTA FUEGO ETERNO Descubriendo la chispa creativa de todo ser humano Número Lanzamiento - Agosto 2020

Año 1 - Nro. 1

Ejemplar de cortesía ofrecido por

Fuego Eterno Ediciones

ÍNDICE

EDITORIAL LA IMPORTANCIA DE LA FICCIÓN ESPECULATIVA RELATOS CYBER PULP Si Fuera Dios Déjà Vu ARTURO D2 PRESENTA INDIGESTIÓN DEL PENSAMIENTO ISLA DISTOPÍA La muerte de Internet, un aviso desde 2045 (Primera Parte) Nutrición digitalizada LOS MITOS DEL PORTAL Polaris AQUELLOS INMORTALES (Revisar) Philip K. Dick (1928-1982) AUTOR, AUTOR Victor C. Frias SOBRE NOSOTROS Revista Fuego Eterno Director Editorial y Fundador Corrector Columnistas Colaboradores por este número Gabriel Romero Iván González Elmer Mestralet Ariel Mestralet ENLACES Y REFERENCIAS La importancia de la ficción especulativa Philip K. Dick

EDITORIAL Amanecer de un sueño Todos los verdaderos comienzos han sido humildes. El mismo universo comenzó con una diminuta y despreciable partícula en aquel famoso Big Bang, o al menos eso dice la teoría que lleva su nombre y que parece ser la más aceptada a falta de una que explique de manera más completa todos los puntos oscuros que aún existen al respecto.

Pero como universo, un comienzo humilde no nos detuvo y luego de la creación de la luz, las estrellas, la galaxias y una larga lista de etcéteras, un poco más acá en el tiempo y ya como especie habitante de este humilde planeta hemos sido espectadores de muchos otros pequeños inicios. Si hacemos caso de las leyendas sabremos que ciertos iluminados lograron desde sus pequeñas cocheras (casi todas ellas en EEUU, por supuesto) cambiar el mundo mediante el esfuerzo y la constancia. No vamos a entrar en detalle, pero diré que el mundo moderno, ese que nos rodea y nos moldea a diario descansa sobre las bases sentadas por estas empresas que crearon todas las cosas que utilizamos o consumimos a diario: comida, smartphones, ordenadores y una larga lista de etcéteras.

Sean éstas verdaderas historias (créanme que tengo mis dudas) o sólo efectivas técnicas de marketing bien elaborado, la verdad es que comenzar un nuevo proyecto generalmente nunca es algo sencillo y el nuestro no es la excepción. Sin embargo, los que hoy nos embarcamos en la creación de esta revista creemos y sentimos que bien vale la pena intentarlo.

Todo comienzo es de algún modo humilde e incierto, como humilde es el milagro de la vida que con tan sólo dos simples células sexuales logra formar un ser vivo que respira, siente y reacciona a su medio. En el caso de los seres humanos: que además piensa y sueña (de manera diferente, claro está, que otras especies). Gracias a esto podemos hablar de una mente y esa mente posee una chispa primordial que tarde o temprano enciende en él ese fuego interno que lo hará desear, desear y desear.

Es gracias al deseo que impulsa el mencionado fuego y que a los fines prácticos de la evolución humana es eterno, puesto que ha estado con nosotros desde antes aún de adquirir nuestra forma humana actual, digo que es gracias a él que comprendimos nuestro mundo y comenzámos a soñar con otros, posibles e imposibles. Es ese mismo fuego inherente a nosotros y a nuestra especie el que nos ha impulsado a que hoy el

mundo sea como es, y que exista también esta revista. Una revista que sabemos cómo comienza pero que no sabemos qué tan lejos llegará y en qué se habrá convertido cuando lo haga.

Hoy, para nosotros los que hemos tenido el sueño de trascender nuestras propias limitaciones físicas utilizando para ello la palabra escrita, comienza un maravilloso viaje y esperamos que ustedes también se sientan a gusto acompañándonos en esta nave de la imaginación, parafraseando a Carl Sagan, que es impulsada por la energía del fuego más duradero de todos. Un fuego que no se apagará mientras exista un solo ser humano que respire y sueñe, sobre alguno de los muchos mundos del extenso y tal vez infinito universo; porque como también él mismo dijo: “La imaginación a menudo nos lleva a mundos que nunca fueron, pero sin ella no vamos a ninguna parte”.

Hecha la introducción y dejando un poco los juegos de palabras me gustaría comentarles de qué va la cosa. ¿Qué puede encontrar el lector ávido de experiencias nuevas en estas páginas? ¿En qué se diferencia esta revista de tantas otras?

En ese sentido les comento que van a encontrar por sobre todo, especulación. Mucha especulación, ya que “Revista Fuego Eterno” es antes que nada una revista de ficción especulativa, y para el que no conoce el término, la Wikipedia que por cierto es una herramienta cuyo concepto proviene de la misma ficción especulativa, nos dirá que: “Ficción especulativa en literatura es una denominación general que engloba los géneros de ficción con mayor grado de fantasía e imaginación, y, específicamente, ciencia ficción, fantasía, terror, ficción utópica y distópica, ficción apocalíptica, y ucronía.”

Así que ya saben, si han leído alguna vez ciencia ficción, fantasía o incluso terror, han leído ficción especulativa. El tema es que por temas comerciales generalmente se engloba todo bajo la denominación de Ciencia Ficción cuando en realidad no lo es. La diferencia tal vez sea sutil, pero a nosotros nos gusta llamar las cosas por su nombre.

Así pues, de la pluma (¿O tal vez debería decir de los teclados?) de nuestros escritores y colaboradores hallaremos también mucha filosofía, entendiendo por tal no a la mera repetición sistemática de los conocimientos generados por los grandes filósofos de la historia, ya que para eso sólo basta con seguir a algunos Instagramers o Youtubers, sino más bien al uso de la misma como herramienta esencial de la trama. Ya sea en los cuentos y relatos, como en las distintas columnas donde se desarrollarán las más desbocadas ideas.

Nuestra meta es lograr que Revista Fuego Eterno se convierta en un horizonte de

referencia. Un portal hacia el pasado del género así como hacía el presente y al futuro del mismo. Un canal colaborativo donde todos los escritores Indie o alternativos podamos expresarnos libremente; donde podamos publicar sin pagar por ello y donde además, si tenemos éxito, se pueda ganar un dinero por hacerlo. En tal sentido, queda hecha la invitación a enviarnos su material si así lo desean.

En las páginas de este primer número el lector curioso encontrará distintas formas de arte alternativo, o menos formal, donde se busca y privilegia por sobre todo, el libre pensar. Así por ejemplo, encontraremos un par de interesantes historias en la sección “RELATOS CYBER PULP”: Si Fuera Dios y Déjà Vu. Historias que mínimamente nos dejarán pensando en las implicaciones de sus tramas.

Pero esto no es todo. Los invito a recorrer las columnas especulativas que tenemos: Arturo D2 presenta, Isla Distopía, Indigestión del pensamiento y más, mucho más.

Ojalá disfruten lo que hemos logrado crear. Sé que no es un producto ni remotamente profesional, pero es justo esa esencia la que esperamos nos haga especiales, de vuestra elección y que permanezca intacta con el tiempo y aunque aprendamos mucho sobre cómo realizar una buena revista electrónica de ciencia ficción, fantasía y terror (cómo se ha generalizado ya el cliché en las redes), aún así mantengamos intacta la frescura y la esencia del trabajo vocacional. De hacerlo porque realmente nos gusta y no “solo” por ganar algún dinero. Cosa que tampoco vemos mal, por supuesto.

Los comienzos son humildes, ya todos lo sabemos, pero que eso no nos detenga de avivar en nosotros y en los demás el Fuego Eterno de la creatividad.

Abrazos y hasta la próxima.

Ariel Mestralet Director Editorial y Fundador

LA IMPORTANCIA DE LA FICCIÓN ESPECULATIVA por Ariel Mestralet

Esta sección tal vez sea una de las más importantes de la revista. Divulgar los logros que de manera directa o indirecta ha tenido la ciencia ficción y demás subgéneros de la especulativa, en la cultura y la vida moderna. A vuelo de pájaro se me ocurren la invención del concepto de satélite artificial por parte de Arthur C. Clark así como su contribución sobre el entendimiento del potencial de las “futuras” telecomunicaciones globales, el submarino de Julio Verne o las “metafóricas” quemas de libros que hoy bien podría estar reflejada en el acoso escolar (y por qué no laboral) que sufren los jóvenes (y no tan jóvenes) que leen, de parte de una cada vez más creciente masa que ha dejado de hacerlo y no tolera e incluso ridiculiza a quién sí. Generando en muchos, muchísimos casos que estas personas luego se avergüencen y vayan dejando el hábito de la lectura en detrimento de cosas más “estimulantes” y aceptadas a nivel social. En ese sentido la realidad ha copiado la distopía de Bradbury, donde son sus mismos ciudadanos los que, libremente, eligen nublar su propio juicio y sumirse en la apatía.

La ficción especulativa, tan vapuleada a veces, ha sido y es tremendamente importante ya que prepara el terreno mental para los avances tecnológicos y sociales que inevitablemente están por venir. Al respecto me pregunto, qué tan avanzados estaríamos en la actualidad tanto técnica como moralmente si no hubieran existido los cuatrocientos años de oscurantismo impuesto por “La Santísima Inquisición” donde no solo se prohibió leer libros apócrifos, entiéndase todo lo que no fuera orgánicamente beneficioso para Roma; sino también pensar e investigar y expresarse con libertad so pena de muerte y

tortura.

Volviendo al presente, duele (y aterra) ver el tratamiento que se le ha dado a la actual pandemia de COVID-19 desde los más altos círculos de poder. Si algo nos ha quedado claro a los que un poco pensamos, es lo ineficientes que han sido tanto estadistas como consejeros. La ignorancia de gente que uno supondría está (o debería estarlo) bien preparada, es aterradora y fácilmente se puede inferir (especular, bah) que podría llegar a pasar con la humanidad si el próximo virus que nos aceche sea un poco más mortal y de más amplio esparcimiento que el actual. Queda muy en evidencia cuando los profesionales de la salud, presidentes, ministros y una larga lista de etcéteras, han sido efectivamente lectores de ciencia ficción y cuando por el contrario, jamás tocaron un libro del género. No voy a dar nombres ya todos sabemos (o deberíamos).

Al respecto hablaremos de una novela escrita hace tan solo cinco años pero que podemos decir sin lugar a dudas que es literatura especulativa de anticipación. Lo primero porque especula con las posibilidades, el famoso: “qué ocurriría si…” y lo segundo, porque dió en el clavo.

La obra en cuestión se llama “El proyecto Dream” y es el primer libro de Ruy Vega, escritor hijo de Ponferrada, municipio de España y capital de la comarca leonesa de El Bierzo.

Lo interesante de esta historia es que bien podría estar hablando del actual COVID-19 y sin embargo trata de otro muy distinto pero con consecuencias similares. Al menos hasta cierto punto ya que aquel es un virus extraterrestre encontrado en la luna Europa de Júpiter.

Desconocía el autor que su novela contenía acontecimientos que se están produciendo en la actualidad con el contagio del coronavirus, como si se tratara de la predicción de un brujo. En concreto, en esa novela del escritor berciano se habla del momento en el que se usa al ejército para combatir la pandemia. Cosa esta que ocurrió en muchos países del globo aunque, al menos aún, no en todos.

«El ejército ha interrumpido en el lugar con máscaras y guantes, según nos transmiten testigos presenciales y las fotos y vídeos obtenidos con teléfonos móviles y colgados en las diferentes plataformas de vídeo de internet», dice el texto de la novela. Otra de las curiosidades que ya anunciaba Ruy Vega era la baja infección en menores del virus del que habla.

«Lo que sí parece mantenerse, de momento, es su baja o nula afección en los niños, que

parecen seguir al margen de la terrible pandemia».

También apunta en la novela el necesario aislamiento estricto de zonas con alta infección «esta circunstancia modifica toda la planificación y argumentos del Gobierno, quienes siempre han mantenido que el aislamiento al que han sido sometidos los habitantes de O Progresso era necesario para aislar el mortífero virus».

Incluso llama la atención las recomendaciones que se apuntan para reducir los contagios «lavarse frecuentemente las manos o desinfectarlas con un gel antiséptico. Evitar saludos con besos o con la mano. Evitar el contacto con personas con fiebre y que presenten síntomas de contagio. Buena ventilación en los lugares ocupados por personas. Al toser o estornudar, cubrirse con la parte interna del codo, no con la mano».

Aunque Ruy Vega apunta que «no es más que la secuencia lógica de una pandemia», sí es curioso que haya plasmado en concreto la situación que hoy vivimos cinco años antes de que sucediera. Eso sí, confía en que el final de la real epidemia no sea el que él interpretó en su libro.

Como comentaba más arriba, si las autoridades tuvieran imaginación, y me refiero a la imaginación que brinda la lectura asidua de ficción especulativa, tal vez hubieran entendido enseguida que había que aislar primero la zona cero, me refiero a la ciudad de Wuham y de ser necesario luego las zonas circundantes. Si en ese mismo momento se hubiesen cerrado todas las rutas ya sean aéreas, marítimas, como terrestres hacia y desde los diferentes países, muy posiblemente la historia hubiera sido otra y a consideración de este cronista, muy probablemente no hubiéramos llegado a experimentar una pandemia, y sin mencionar las vidas que se perdieron en el proceso.

Pero no, nuestros estadistas y sus consejeros eran (y son) gente que carecía (y aún carece) de la visión que solo profesa quién ha leído. Así, se prefirió atender al turismo y al mercado antes que a la vida humana y para colmo no hicieron bien ni lo uno ni lo otro. El virus se dispersó y al momento de escribir esto (viernes 31 de Julio de 2020), continúa haciendo estragos a nivel planetario y por supuesto, desconocemos aún el alcance final de esta pandemia.

RELATOS CYBER PULP por Autores Varios

En esta sección tendrán cabida todos los autores independientes que así lo deseen.

Esperamos que nuestras filas se incrementen número a número y que pronto éste sea un espacio que convoque a muchos. Para este primer número de la revista hemos sido dos los valientes que nos hemos animado a publicar nuestras pequeñas cosas. Aunque para ser francos no es que en realidad nadie temiera hacerlo o que por ello su vida corriera peligro, es más bien que en realidad nos hemos olvidado de preguntarles. No fuera cosa que además quisieran publicar y nos eclipsaran con buenos contenidos.

Entonces a falta de otra cosa, dos cuentos han sido los elegidos, dos relatos que nos harán pasar un buen rato y, si es posible, pensar un poco. El primero de ellos “Si Fuera Dios” de mi estimado compañero de letras underground, G.D. Romero, que nos mete en una posibilidad inquietante. Por último “Deja Vu”, un humilde relato de este servidor que más que nada es un homenaje a un grande de las letras oscuras. Un grande que, me atrevería a decir sin titubeos, ha sido, es y será un insigne inspirador para muchos de nosotros que pretendemos, a veces con poco o nulo éxito, tocar la psique de quienes osan leernos. Les tocará a ustedes descubrir a quién me refiero.

Como introducción, ésta ya estuvo bien. Vamos a las historias:

Si Fuera Dios por G.D. Romero

—¿Cómo se siente?

—Vivo.

—Ha estado usted a punto de morir, ¿lo sabía?

—¿Y qué con eso?

—¿No le importa su vida?

—Todos mueren, de una forma u otra.

—Pero las condiciones hacen la diferencia.

—¿Usted cree? Muerte es muerte, es un fin; es el fin. Si no fuera así no se llamaría muerte ¿Qué más dan las condiciones para quien ya murió?

—¿Entonces no cree en la trascendencia del alma… o en la reencarnación?

—Primer principio de la termodinámica: ley de conservación de la energía.

—Explíqueme…

—La energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma, y ya sabe usted que la masa tiene una relación cuantitativa con la energía, son equivalentes, puesto que son dos

partes de una misma ecuación. Resumiendo, la masa es energía dividida por la velocidad de la luz al cuadrado, por lo que, en esencia, no puede destruirse, sólo transformarse ¿Comprende?

—¿Y qué hay del alma, o la consciencia, si se quiere, habla usted entonces de una reencarnación?

—El alma, el yo o la consciencia como tal no son más que supuestos o creencias basadas en aspectos estéticos e indemostrables aún al día de hoy. Usted puede vivir en su fantasía o aceptar que todo muere.

—Déjeme entenderle, me está diciendo que todo se transforma, que nada se crea ni se destruye, pero que todo muere, ¿entiende lo contradictorio de sus palabras?

—¿No piensa dejarme en paz, verdad? Ni aun después de una severa intoxicación alcohólica… bien, qué más da. Considera usted la muerte como el fin de la vida, pero tiene esperanzas de que de algún modo continúe más allá del límite físico, cree en que existe un yo o algo que trascienda lo terrenal. Es decir que tiene a la muerte por un fin que no es un fin en sí, sino un cambio. Y está en lo correcto, de cierto modo. La muerte es un cambio, un traspaso de una cosa a otra, su cuerpo se descompondrá en partículas que servirán de alimento para otros organismos que a su vez alimentarán a otros. Si lo ve de ese modo, sería una forma de reencarnación. Así ve usted que muerte y destrucción no son exactamente lo mismo en términos esenciales, sólo suenan parecidos, como el vacío y la nada. Ahora comprende usted a lo que me refiero cuando digo que todo muere: usted, yo, la Tierra, el Sol, las estrellas, incluso Dios.

—Ejem… sí, como usted diga, aunque dudo mucho de que Dios vaya a morir por estar borracho como una cuba.

—Qué sabrá usted de lo que Dios podría llegar a hacer o no.

—Si yo fuera Dios, estoy seguro que tendría mejores cosas que hacer que morir por una sobredosis de alcohol.

—Pero usted no es Dios.

—¿Usted sí?

—Quién sabe.

—Entonces dígame ¿Así desperdiciaría su vida? ¿O qué haría si fuera Dios?

—Con total certeza le digo que terminaría suicidándome.

—¿Y eso por qué?

—Permítame plantear dos supuestos casos: en el primero soy un ser sin un inicio, o al menos uno claro; soy omnipotente, es decir que puedo hacer literalmente cualquier cosa; soy omnipresente, lo cual me permite estar en todos los lugares y los tiempos a la vez; y por último, y lo peor, soy omnisciente, eso quiere decir que lo sé todo, tanto lo que ocurrió como lo que ocurrirá, lo cual inmediatamente vuelve burdas y absurdas mis dos cualidades anteriores, puesto que ya conozco el resultado de todo y ninguna sorpresa habría para mí, ni ningún sentido habría en la creación y destrucción ¿Para qué crear algo si ya conozco su porvenir y su fin? Sé exactamente cómo se comportará y cuál será su clímax, sus errores y aciertos, entonces, ¿qué sentido tiene crearlo? ”En el segundo caso vamos a suponer que carezco de la tercer cualidad antes mencionada: la omnisciencia. Al ser lo único que existe, inevitablemente empezaría a crear cosas. Con el tiempo mis habilidades se irían refinando y crearía objetos más complejos, de mayor tamaño hasta alcanzar proporciones galácticas. ”Tarde o temprano alcanzaría un nivel de refinamiento tal que la tarea se volvería monótona, así que dirigiría mi genio creativo hacia otro rumbo: crear organismos capaces de replicar mis habilidades a una escala menor, por supuesto: criaturas capaces de crear. Así daría inicio la vida. ”Como sucedió con los elementos primigenios, los planetas y las galaxias, con el tiempo mis creaciones serían cada vez más complejas y avanzadas; pero ya el solo hecho de crearlas no me llenaría, vería que su capacidad de imitarme burdamente al crear (o procrear) ya no sería suficiente, así que empezaría a crear distintos tipos de seres para que interactúen entre ellos, que luchen unos contra los otros. Todo tipo de bestias, plantas y organismos simples formarían parte del combate eterno... pero también me aburriría de esto. Entonces una idea genial vendría a mí: incorporar al combate a una criatura desarmada, inferior físicamente a todos sus adversarios, pero con un elemento que podría, o no, ponerlo en ventaja: una inteligencia superior y un cuerpo apto para sacarle el mayor provecho a tal intelecto. Seguramente en algunos mundos esta nueva criatura desaparecería rápidamente antes de poner en uso sus inéditas habilidades, pero en otros lograría alzarse por encima de las demás. ”Pero como un ser eterno, finalmente terminaría por cansarme de esto también. Ya en este punto no me sería suficiente el solo hecho de crear y observar, querría participar del

juego también. Pero para ello necesitaría un adversario, alguien que sea parecido a mí, pero opuesto; casi tan fuerte y poderoso como yo, aunque no tanto (nadie quiere perder en su propio juego), sólo lo suficiente para hacerme batalla, duras y entretenidas batallas. Así crearía al Diablo. ”El juego se desarrollaría sobre los escenarios ya creados, usando a las criaturas que en ellos habitan como fichas de juego, y… —esta parte le gustará— para darle más orden al juego crearía las almas, que serían como fichas de puntos por victoria, pero nada más que eso. ”Después de algunas partidas (todo desaparecería al final de cada juego, incluido el mismo Diablo, pues los juegos irían variando con cada partida) yo habría diseñado ya un método más complejo pero más eficiente para crear el escenario de juego: condensaría todo en un punto con todos los elementos necesarios para que los mundos y la vida se desarrollen progresivamente. Una vez todo estuviese listo, liberaría ese punto de máxima condensación en una gran explosión que daría inicio a todo. Este sistema le agregaría dos cosas extra al juego: lo imprevisible, pues las combinaciones de vida y entorno quedarían libradas al azar; y el tiempo, un nuevo factor que restringe la prolongación del juego, como una especie de temporizador, dado que en algún momento la energía del universo, que es limitada puesto que nace de un punto finito, se diseminará llegando al cero absoluto en el que todo proceso físico se detiene, ya que el cosmos no es un sistema finito; segunda y tercera ley de la termodinámica, poniéndolo en términos más o menos comprensibles. ”Pero ni este juego me entretendría por siempre, el aburrimiento sería tal que la eternidad se convertiría en un calvario. Ni los seres eternos que habría creado en algún tiempo para hacerme compañía serían capaces de aliviar la soledad que me abrumaría.

Por lo que terminaría por odiar mi eternidad y acabaría cegando mi existencia de la única forma posible, convirtiéndome en parte de un escenario, en un ser vivo que en él habita: volviéndome un ser mortal. Sería mi mayor y última aventura. *** He intentado transcribir de la manera más fiel posible lo que escuché en mi turno nocturno aquella fría noche de invierno en la Clínica San Miguel del poblado de Río Segundo. El paciente era un vagabundo que había sido ingresado esa misma noche más temprano en estado de ebriedad absoluta, a punto de caer en un coma alcohólico. Nadie más había en la habitación que él y yo. Tal vez el medio escrito no sea la mejor forma de representar lo que ocurrió esa noche pero temo por cómo podrían tomarme mis colegas

médicos; así que me veo obligado a adjuntar estas aclaraciones: como he dicho, el paciente fue ingresado con un elevado nivel de alcohol en sangre, pero al despertar sus palabras eran claras y fluidas producto de una mente despierta y sagaz, cosa que contrastaba con su diagnóstico y su procedencia.

Cuando hubo terminado de hablar, se volteó y se durmió casi en el acto.

Luego de realizados los correspondientes estudios a la mañana siguiente, el hombre se marchó sin más. Cuando le pregunté sobre lo que había dicho la noche anterior dijo no recordar de a qué me refería.

Al día de hoy me desvelan las posibilidades de aquella extraña conversación y sus implicaciones, su coherencia, su brutal sinceridad... no he podido alejar de mi mente una idea, no puedo evitar pensar en qué pasaría si aquel hombre realmente era Dios... ¿Qué sucederá con nosotros cuando su vida mortal toque a su fin? ¿Como un pensamiento efímero de quien ha dado su último suspiro, nos desvaneceremos en la nada?

Al principio estas especulaciones me parecieron curiosas. Hasta divertidas casi, pero a medida que he vuelto a ellas una y otra vez he comenzado a obsesionarme con la idea y debo confesar que la sola posibilidad de que sea real me aterra. Me aterra como nada lo ha hecho antes y a veces creo incluso que me ha afectado el juicio. Quien alguna vez haya estado obsesionado con algo seguramente me comprenderá.

Es por eso que me he decidido en este accionar, no puedo ni estoy dispuesto a ver disolverse la realidad ante mis ojos. Tómese esta carta como mis últimas palabras, puesto que hoy he decidido acabar con mi vida con mis propias manos y en mis términos.

Déjà Vu por Ariel Mestralet

Primero es la nada. Simplemente no existo. Aún no lo sé, pero mi mente se haya sumida en la más oscura de las noches de la consciencia humana, en ese mismo momento que precede al alba. Pronto un lento amanecer parece despuntar más allá de los límites de mi propio horizonte mental y sin embargo éste tarda aún en concretarse. Por el momento no hay consciencia alguna en mi ser. Ninguna preocupación, ninguna esperanza, ningún esfuerzo. Después, un período aparentemente eterno de placentera quietud, durante el cual las sensaciones que se despiertan luchan por transformarse en pensamientos. Más tarde, otra corta zambullida en la nada y por fin lentamente, muy lentamente, va retornando la consciencia. Es como despertar pero a la vez no lo es, es diferente y de alguna manera sé que no estuve dormido. Al principio no siento mi cuerpo siquiera.

Como si no tuviera uno. Como si yo mismo sólo me tratara de una leve, etérea y primordial conciencia flotante. Entonces, muy lentamente, comienzo a tener noción de materializarme. Como si un frágil cascarón se solidificara poco a poco alrededor de esa consciencia y me volviera algo concreto y tangible. Después de un largo intervalo, una molestia en los oídos, casi como un zumbido. Luego, tras un lapso de tiempo más largo, una sensación de hormigueo o comezón en las extremidades me hacen saber que éstas existen. Sin embargo aún no soy dueño de las facultades necesarias para moverme. Lo intento pero no hay caso, mi cuerpo no responde. Es horrible. Cada vez es igual de horrible. ¿O tal vez será peor? En realidad no lo sé con seguridad ya que la memoria no es completa. Es más, diría que carezco totalmente de ella. ¿Cada vez? ¿Acaso anteriormente ya había experimentado esto mismo, o sólo lo estoy imaginando como si de un extraño déjà vu se tratara? No puedo saberlo con exactitud

porque, en realidad, no recuerdo nada. Absolutamente nada.

Pero recordar no es la palabra exacta. Es más bien como si jamás hubiera existido y de pronto comenzará a hacerlo; como si por generación espontánea comenzara a respirar y sentir. Tengo la mente en blanco. ¿Quién soy? ¿Dónde estoy? Las cuestiones filosóficas más básicas.

De a poco al principio, muy lentamente, algunas de estas lagunas existenciales comienzan a ser contestadas. Sé que tengo un nombre y un pasado aunque estos no son del todo claros.

Así transcurre un período de tiempo indeterminado. No sé si son minutos u horas. No tengo forma de medirlo y eso me angustia. Intento recordar, pero los recuerdos aún tardan en volver y los que lo han hecho no son completos. Son vagos e imprecisos, como fantasmas acechando en la oscuridad. ¡Oscuridad!

Eso sí que es nuevo, y me preocupa. Mis músculos, que al principio no reaccionan, comienzan a desentumecerse poco a poco y sé que pronto tendré el control de mi cuerpo.

De alguna forma lo sé. Entonces recuerdo algo. También es vago pero enseguida comienza a tomar forma. Detrás viene un sentimiento que de pronto adquiere una fuerza brutal. Todo se hace nítido en mi mente y un miedo ancestral me invade por completo. Estoy acostado boca arriba, completamente desnudo. Intento estirar mis brazos pero estos pesan toneladas y cuando con terrible esfuerzo por fin lo logro, encuentran un límite a unos pocos centímetros de mi. Una barrera. Una pared.

Como en una horrible y satánica epifanía se corroboran mis temores y el pecho se me cierra angustiado. En un acto reflejo, ya libres del mecanismo que trababa mis extremidades, las piernas se doblan y mis rodillas también alcanzan ese mismo límite. El terror ahora es completo y me hiela la sangre al comprender dónde estoy. Sólo una palabra viene a mi mente que para mí desgracia ya no está tan embotada. Una palabra que tal vez sólo tenga sentido para un ávido lector y, para mí que lo soy, en este contexto es realmente siniestra y me hace desear morir en este mismo instante antes que enfrentarme a lo que viene. «¡Poe! » No puedo reprimir un grito descorazonado. Un grito que me hiela aún más la sangre.

Estoy desesperado.

¡He sido enterrado vivo!

Al igual que ese pobre desdichado, fruto de la perversa imaginación de Edgar Alan Poe, me encuentro terrible e irremediablemente aterrado. Terrible e irremediablemente perdido para siempre ya que comprendo que voy a morir, y de la peor manera posible.

Golpeo con fuerza una y otra vez. Mi cerebro lo ordena junto a la descarga de adrenalina más feroz que alguna vez haya experimentado. No es una orden racional por supuesto. ¿Cómo podría serlo si ésta no es en absoluto una situación racional? Si realmente me han enterrado, no hay nada que pueda hacer. No puedo pensar, la desesperación no me lo permite y golpeó como un loco enajenado una y otra vez, una y otra vez con la fuerza que sólo permite la desesperación, la dura superficie que me ha sentenciado a muerte.

Golpeo con puños, rodillas y hasta los mismos dedos desnudos de mis pies. Golpeo y golpeo. ¿Qué otra cosa puedo hacer? Me giro sobre mi mismo incontrolablemente a derecha e izquierda. Ahora estoy boca arriba, luego abajo y de nuevo arriba. Eso tampoco es racional pero de igual manera no puedo evitarlo, es como si mi mente me ordenara buscar una salida de esta situación de la que por supuesto no hay escape. Sólo que no me es posible conciliar razón con instinto de supervivencia y cuando al fin me convenzo de que no hay absolutamente nada que pueda hacer, me quiebro. Ya no grito y en su lugar rompo a llorar desconsoladamente. Intento calmarme pero el pánico domina cada fibra de mi ser. Lloro como una criatura que ha perdido a sus padres y desea con toda su alma que acudan a socorrerlo. Pasan minutos, o tal vez horas de aquello y por fin mi mente me ordena no sucumbir, debo salir de allí como sea. Mis manos comienzan a buscar a tientas algo. Lo que sea. Clavos, astillas, algo. Tela que poder rasgar en un vano intento de liberarme pero no encuentran nada. Absolutamente nada. ¿Qué clase de ataúd es este?

Desesperado comienzo a gritar nuevamente y a golpear las paredes que limitan mi encierro fatal. Entonces mi mente envía una nueva y absurda orden. «Oxígeno». Debo cuidar el oxígeno. No debo desesperarme ya que eso hará que perezca más rápidamente.

Entendiendo la estupidez que significa pensar en que alguien vaya a rescatarme de este horrible lugar, igualmente hago lo posible por tranquilizarme pero no lo consigo. La sensación de encierro es increíblemente atroz. No puedo describirla con exactitud. No existen palabras para describir el pánico que siento. Ahogo, inmovilidad, horror, pavor y desesperación. Eso y mucho más. No hay palabras para describir lo que genera en uno el estar enterrado vivo, tal vez porque nadie ha sobrevivido jamás para contarlo ni definir en palabras algo tan brutal como esto.

Intento algo. Intento mentalizarme que no estoy aquí, como hacía en la época en que practicaba meditación asistida y el guía me transportaba hacia lugares tan hermosos como inexistentes solo induciendo pensamientos con su voz calma y experta. Tan sólo estimulando

mi

imaginación

con

palabras

cuidadosamente

elegidas

que

me

transportaban y mi cuerpo respondía a aquel onírico viaje con la relajación de todas sus fibras.

Sólo que esta vez no hay voz que me guíe. No hay nadie, estoy solo y encerrado en una caja apenas más grande que yo mismo vaya uno a saber a cuantos metros bajo tierra. De todos modos mi voz interior intenta suplir el rol de etéreo conductor, pero es en vano.

Vuelvo una y otra vez a la idea de que estoy aquí atrapado sin poder estirarme siquiera.

Tal es el encierro al que estoy sometido.

Nadie, absolutamente nadie va a venir por mí. De alguna manera me dieron por muerto y rápidamente se deshicieron de lo que pensaron, era mi cadáver. Sólo que no estaba muerto. No aún. ¿Cómo es posible que a finales del siglo XXI aún se cometan errores tan dignos de la más absoluta y rudimentaria barbarie? Un maldito electroencefalograma era suficiente y sin embargo, para agilizar el trámite, no lo hicieron y con ello me condenaron a morir de la peor manera posible. Sólo tenían que haberme colocado unos malditos cables en la cabeza y con eso hubieran salvado mi vida. Pero seguramente eso encarecía los gastos de emitir el certificado de defunción... ¿Cuántos seres humanos encuentran la muerte de esta manera? ¿Simplemente por culpa de un trámite legal que alguien a quien no le compete decide que no es necesario?

Mi mente azarosa se inunda de palabras, palabras que enseguida conforman uno de los párrafos más famosos y oscuros de la historia literaria: «…Miré, y la figura invisible que aún seguía apretándome la muñeca consiguió abrir las tumbas de toda la humanidad, y de cada una salían las irradiaciones fosfóricas de la descomposición, de forma que pude ver sus más escondidos rincones y los cuerpos amortajados en su triste y solemne sueño con el gusano. Pero, ¡ay!, los que realmente dormían, aunque fueran muchos millones, eran menos que los que no dormían en absoluto, y había una débil lucha, y había un triste y general desasosiego, y de las profundidades de los innumerables pozos salía el melancólico frotar de las vestiduras de los enterrados. Y, entre aquellos que parecían descansar tranquilos, vi que muchos habían cambiado, en mayor o menor grado, la rígida e incómoda postura en que fueron sepultados…» ¡Hijos de puta!

Lo repito una y otra vez hasta el cansancio como si de un oscuro mantra se tratara. Lo repito hasta que las lágrimas me ahogan y de alguna manera, por increíble que parezca, una cierta paz me llena. ¿Habré aceptado mi insoportable final? ¿Mi mente se da al fin por vencida y acepto mi cruel destino?

No, no es eso. Hay algo más.

Aire...

No sé si fue que estaba tan enajenado por el terror que no lo había notado o si esto realmente es nuevo, pero lo cierto es que desde el extremo superior, el que está más cercano a mi cabeza, llega una suave y casi imperceptible briza fresca. Al principio creí que era fruto de mi psique atormentada que ya resignada me engañaba con el único fin de calmarme para hacer más tolerable mi propia e inaplazable muerte. Pero sin embargo ahí está, no hay dudas al respecto. A mi féretro le ingresa aire fresco y es ahora cuando de verdad mi mente logra controlarse a sí misma. Es ahora cuando los recuerdos comienzan a tomar verdadera forma.

No estoy en un ataúd y esa es la razón de que la textura me pareciera extraña ya que no se siente a tela ni a madera como supongo deben sentirse al tacto los ataúdes por dentro.

Lo que me rodea por arriba de mi, es vidrio y por debajo, algún tipo de plástico que se adapta ergonómicamente a la forma de mi cuerpo.

No morí y fui enterrado. Ahora lo sé. Yo mismo acepté que me metieran aquí. De alguna manera di mi consentimiento por escrito. Lo estoy viendo, el recuerdo es muy claro, como si aquello estuviera sucediendo justo ahora frente a mis ojos. Pero… ¿cómo puede ser posible que yo aceptara que me metieran en esta caja? Jamás toleré los lugares estrechos, y por cierto..., ¿Dónde estoy? ¡No importa! Necesito salir de aquí. No podré soportarlo mucho más. Sé que esto está mal. No se supone que yo deba estar consciente. ¡Soy claustrofóbico, por todos los cielos!

—No se preocupe —me dijo—, para cuando lo coloquemos en la cámara usted estará completamente dormido.

Era un tipo amable. ¡Un médico! Sí, eso es lo que era. Tengo el nombre en la punta de la lengua. El doctor… No hay caso, no logro recordarlo. ¿Pero qué es esto de todos modos?

Como si un Deus Ex Machina estuviera esperando su pie para entrar en escena, como si mi mero deseo lo hubiese desencadenado, se enciende una luz. No es una luz normal

sino una tenue. Una luz de emergencia como esas rojas que se utilizan en los submarinos, sólo que ésta es verde. El ojo humano tolera mejor la luz verde que la roja pero los militares sabían que la luz roja servía para los fines de mantener al personal enfocado y bajo continua presión psicológica puesto que el rojo siempre significó peligro para nuestra especie. Desde los primordiales incendios, hasta las modernas alertas rojas, pasando por la sangre que mana de una herida mientras la vida se apaga. Todo lo rojo es peligroso y el peligro pone en alerta nuestros sentidos. Salvando este detalle, la ciencia detrás de la tenue luz era la misma. Lograr que la vista pudiera pasar de un estadío de semioscuridad a uno de mayor luminiscencia sin sufrir los efectos de la ceguera momentánea por el cambio de luz. Todo este torrente de información acude a mi mente disparado por el sólo hecho de encenderse la luz, pero, ¿cómo puedo yo saber todo esto? ¡Claro, ya recuerdo! Solía trabajar en un submarino. O por lo menos lo hacía hasta aquel terrible accidente en el que nos fuimos a pique y permanecimos atrapados una semana y media hasta que finalmente lograron rescatarnos. Desde entonces no volví a poner un pie en una de esas terribles naves. Simplemente no podría volver a tolerar el encierro.

Los ataques de pánico… Me dieron la baja por enfermedad mental y mi vida se vino a pique como aquel endemoniado submarino. Arruinado e inutilizado de por vida.

O tal vez no.

Los recuerdos continúan llegando.

Giro mi cabeza y en la mortecina luz verde, a través del sucio y polvoriento cristal alcanzó a ver que tanto a mi derecha como a la izquierda existen otras cámaras como esta en la que yo me encuentro y dentro de cada una de ellas parece haber un ocupante.

Sí, así es. Ahora logro distinguir las formas de un hombre de mi misma edad a mi derecha y una joven mujer a mi izquierda. Ambos totalmente desnudos, como yo. Sólo que «dormidos», como yo desearía estarlo pues en sus rostros se refleja la más absoluta paz. Por detrás de ellos adivino otras personas en idéntica condición, sólo que no logro discernirlas, lo sucio de los cristales hace que eso sea una tarea imposible. Por sobre mí veo un techo apenas más alto que la altura del cristal que me mantiene atrapado y esto no ayuda en nada a calmar mi sensación de encierro sino que por el contrario la refuerza. «Debe ser algo así como un estante», me digo y pese a que es todo lo que logro ver de primera mano, imagino cientos sino miles de nosotros; uno a continuación del otro, estante tras estante. ¡Es una nave! Más y más recuerdos van tomando forma a medida que mi mente se aclara. Estamos en una maldita nave. No un barco ni un submarino. No, esta vez es

infinitamente peor que eso. Es una nave espacial y no una nave espacial cualquiera. Las primeras de su tipo. Somos una nueva clase de exploradores. Los primeros colonos de una serie que hemos partido de La Tierra rumbo a estrellas cercanas. Ahora sé que una nave partió hacia Alfa Centaury a cuatro y medio años luz de la tierra a finales del siglo XXI y yo voy en ella.

A la velocidad que viajan estas naves, luego del impulso gravitatorio que nos imprimió Júpiter llegaremos a Alfa B en dos mil doscientos años. El mío es un viaje de ida. Uno de los mil colonos voluntarios con la suerte de comenzar de nuevo. No he dejado nada atrás y nadie me espera al llegar.

De alguna manera el hecho de conocer esta información me da cierta esperanza acerca de mi cautiverio.

—Estará en animación suspendida todo el trayecto y por lo que a usted respecta, esos años no habrán transcurrido. Simplemente cerrará los ojos y al volver a abrirlos estará en el nuevo mundo. Lejos de casa y sin posibilidades de comunicarse. Todo será nuevo para usted y sus compañeros. Uno de los pocos privilegiados que serán dueños de absolutamente todo lo que encuentren. Una nueva humanidad.

Seremos los primeros y seremos dueños de todo allí. ¿Cómo negarme entonces? Sin nada ni nadie que lamentara mi partida. Absolutamente solo, sin afectos y sin más que lo puesto. Nada que me atara a mi propio planeta de origen. No tenía nada que perder y la mejor parte: —Usted dormirá todo el viaje. ¿Pero entonces qué hago despierto? Las luces fallan y parpadean. Pareciera que están a punto de apagarse de nuevo pero luego se estabilizan. «¡Las luces no, por favor!»

Imploro a nadie. Al menos la tenue iluminación me da sosiego. Me genera esperanza.

Pero ésta dura poco. Al final las luces se apagan en bloques, uno tras otro hasta que la estancia, depósito o lo que sea esto en donde nos pusieron, queda nuevamente a oscuras.

Tiene sentido, me digo. No se supone que nadie esté despierto en un viaje que durará tanto tiempo. Esta no es una nave generacional. Es más bien una nave depósito.

—¡Por favor, que alguien me ayude! —grito al borde de otro ataque. Ya no soporto el encierro y la leve y momentánea tranquilidad que sobrevino tras saber que no estaba enterrado vivo comienza a desvanecerse. Con la luz, se apagó también mi ánimo y el pánico está a punto de volver a explotar en mi pecho. Vuelvo a gritar con la esperanza de que alguien me escuche. Personal de mantenimiento o de seguridad. Alguien, quien sea.

Pero nadie viene. Estoy totalmente solo pese a estar acompañado de tal vez miles de otros seres humanos en éxtasis criogénico.

Entonces el ventilador que insufla aire a mi cámara comienza a girar con más fuerza trayendo aire realmente frío y un olor extraño. Ese olor…, lo recuerdo vagamente. Se que tuve contacto con él antes pero… ¡Éxtasina!

Así lo llaman y sirve para aletargar las funciones corporales. Es el gas neural en el cual están inmersos todos los demás astronautas y que por alguna razón yo he dejado de estarlo. Por eso he despertado. La memoria está casi completa. Ya recuerdo todo más o menos bien.

Comienzo a relajarme nuevamente. Pronto estaré en animación suspendida y mi viaje continuará como si nada hubiera ocurrido. ¡Que tonto fui! Pero en mi defensa pienso que la pérdida de la memoria es un efecto normal de la exposición prolongada al éxtasis o hibernación controlada que nos permite cruzar el espacio profundo. Pronto estaré completamente dormido y al abrir los ojos habré llegado a mi nuevo hogar. Mi nueva vida en «Avalon Prime», el planeta que orbita Alfa... ¡Pero no! Al borde de la inconsciencia ya, recuerdo algo más. Algo que ojalá no hubiera recordado. Ésta no es la primera vez que despierto, ahora lo sé con certeza. Antes de perder la cuenta había llegado a contar doscientas trece veces. Pero no estoy totalmente seguro. Algo me dice que el número bien podría ser el doble o ¿por qué no?, el triple de eso. Y no es todo: Avalon Prime no orbita «Próxima Centauri» o Alfa centauri C, como también se la conoce. Ni siquiera vamos hacia Alfa A o B. Mi nave no se dirige rumbo a ninguno de los planetas del sistema ternario a cuatro y medio años luz de La Tierra.

Nosotros somos aún más especiales ya que nuestra colonia se dirige a «Ross 128» a once años luz de nuestro planeta madre. Esos son unos cinco mil trescientos setenta y ocho años de viaje. Me llevo las manos al rostro. Tengo la barba y el cabello muy crecidos. Un frío me recorre la médula espinal al comprender lo que me espera. Tengo el rostro arrugado, muy arrugado. Abordé con 42 años, pero ahora me imagino de 80. ¿Cuántos años han pasado? ¿Cuántos años suman las veces que he estado despierto? Un cálculo rápido me permite entender que probablemente hayan pasado miles de años ya.

Ahora lo sé. No voy a lograrlo; mi destino es morir aquí.

El gas está haciendo ya su trabajo. Comienzo a caer en la dulce inconsciencia pero ahora sé con certeza que pronto, tal vez en cincuenta o cien años por algún maldito

desperfecto, mi cámara de éxtasis volverá a fallar y todo este siniestro Déjà Vu volverá a repetirse. Una y otra vez hasta que de mí no queden más que cenizas. No he muerto, no aún, pero de todos modos he sido condenado al peor de los infiernos inimaginables.

ARTURO D2 PRESENTA por Elmer Mestralet

¿Hola que tal? Me dicen Arturo D2 y vengo de una galaxia muy, pero recontra muy lejana. Donde yo vivía la cosa se puso fea y mis creadores comenzaron a perder creatividad así que decidí emigrar a mejores lugares donde por lo menos me lleven el apunte ya que en mi galaxia de origen no hacen más que repetir una y otra vez los mismos errores no importa las veces que uno les diga que están meando fuera del recipiente. Qué bueno que me dieran un lugar en esta revista que recién inicia y a la que le veo muchísimo potencial. Ojalá no hagan lo mismo que mis dueños anteriores.

En fin…

En esta columna vamos a contar la historia de todas las cosas que yo me acuerde y el cambio que ellas han generado en tu mundo, oh querido lector humano.

Espero que sea de tu agrado asi dejan de borrarme la memoria.

Las videollamadas Bienvenido humano del Siglo XXI, mi nombre es Arturo Dedos y estoy aquí para hablarte de uno de los inventos más revolucionarios de los últimos tiempos: las video-llamadas, para ello viajaremos hasta finales del siglo XIX, más exactamente a 1870 donde tanto en Estados Unidos como en Europa comenzaron a surgir ideas para el desarrollo de una herramienta que permitiera transmitir sonido e imagen al mismo tiempo, estas ideas se ven reflejadas en las historietas que el escritor y caricaturista, entre muchas otras habilidades, Albert Robida (a quien en el futuro le dedicare una nota especial), nos regaló en su libro “La Vingtieme Siécle: La Vie Électrique” (1883), donde podemos remarcar caricaturas tales como Sulfatin acaparando la cabina de tv o cuándo Sulfatin lanza una silla a través de algo así como una tv y donde se nos presenta al Telephonoscopio una mezcla entre pantalla de cine y el teléfono inventado por Graham Bell (algunos dicen que en realidad el inventor fue su ayudante y él solo se adjudicó la patente) donde los interlocutores podían tanto hablar como verse en tiempo real. En 1910 el mismo Albert presentó una caricatura en la que era utilizado un telephonoscopio (mucho más elaborado que la versión presentada en 1883) en donde, en la parte superior de la imagen podemos observar la frase “EN L’AN 2.000” (En el año 2.000), prediciendo de manera más o menos acertada, que sería un medio de comunicación de uso corriente en nuestras fechas.

Hubo que esperar 57 años para que la tecnología permitiera la puesta en práctica de esta maravillosa teoría y así llegamos al 7 de abril de 1927 donde el entonces Secretario de

Comercio de Estados Unidos Herbert Hoover enlazó una video llamada con Walter Sherman Gridford presidente del AT&T, quienes se encontraban en dos laboratorios ubicados uno en Washington D.C. y el otro en New York, donde una apenas perceptible silueta de Mr Hoover anunciaba “hoy tenemos, en cierto sentido, la transmisión de la vista por primera vez en la historia mundial”, el sistema era muy rudimentario y consistía en una especie de tv y un teléfono pero sin un equipamiento específico, lamentablemente no tuvo continuación. Dato no menor es que en ese mismo año pero el 25 de Noviembre se estrena la película Metrópolis de Frits Lang donde se observa la primer referencia de las videollamadas en el cine. Donde Joh Fredersen presidente de la fábrica y amo de metrópolis realiza una video llamada con un operario por problemas en la fábrica, en este caso el equipamiento se trata de un clásico teléfono con lo que pareciera una pantalla de tv.

Ahora bien en 1934 la Reichspost (servicio postal alemán que funcionó desde 1866 a 1945) instaló un sistema de videofonía entre Berlin, Leipsig, Nuremberg y Hamburgo vía cable coaxial, el servicio era ofrecido en una suerte de cabinas en red (lo mismo que las cabinas telefónicas donde se cambiaba Superman). Pero con el final de la segunda guerra se detuvo el desarrollo en este campo (en 1950 AT&T presentó un sistema en desarrollo pero no tuvo buena aceptación por su baja calidad visual y fue descartado de plano) y no fue sino hasta la década del 60 que países como Italia, Japón y la Unión Soviética volvieron a investigar. Estos tres países, de hecho, ofrecían un servicio que utilizaba la red de tv hogareña como canal de llamadas (fuera del horario de transmisión). En 1968 de la mano de Kubrick podemos observar la gran escena del diálogo entre el Dr Floyd (en viaje a la luna Clavius) y su hija (quien se encontraba en la tierra), lo maravilloso de todo esto es que ese Picturephone (la suma en inglés de Picture = imagen y Phone = teléfono) fue creado por los Laboratorios Bell y funcionaba verdaderamente, es decir esa llamada sucedió en verdad, pero el lanzamiento del Picturephone no fue realidad hasta el 1971 y solo se llevó a cabo en Chicago y en Pittsburg pero no sobrevivió demasiado por sus elevados costos, un año más tarde solo quedaban cien aparatos funcionales.

Claramente era necesario abaratar los costos o las videollamadas no podrían competir con las llamadas convencionales, pero los materiales analógicos no le permitirían esa reducción de precio. Para ello sería necesario aguardar a la era digital. Recién en 1988 se presenta en Francia un sistema de videoconferencias experimental en la ciudad de Biarritz, la proyección a futuro de esa época era que las video-llamadas estarían implantadas y funcionales a nivel mundial en 1993 (puede que le erraran un poquito).

Y ahora si, llegamos a la revolución de las máquinas, que digo, de las videollamadas, y

fue gracias a nada más ni nada menos que a los Smartphones o Teléfonos Inteligentes (gracias Steve Jobs) que ya de por sí cuentan con cámaras de alta calidad integradas así como todas las facilidades de un teléfono clásico (el sueño de los técnicos de 1870). Esto, ayudado claramente por el hecho de que en la actualidad es bastante normal que cualquier hogar cuente con acceso a internet permitió la creación de las famosas aplicaciones para celular que permiten explotar las capacidades de los teléfonos a un costo sumamente económico (muchas de estas apps son gratuitas) permitiéndonos que hoy en día y en plena cuarentena mundial podamos no solo comunicarnos con nuestros seres queridos sino que también nos permite (dependiendo el sector) trabajar desde la propia casa, concurrir a clases escolares o universitarias sin movernos de la cama (no recomendable ya que uno se puede dormir durante la clase) e incluso nos permite armar tremenda fiesta con todas nuestras amistades (incluso con esas que ya no vemos hace tiempo) sin salir de nuestros hogares. Y lo que es más importante, nadie se va a tomar nuestras cervezas si vamos al baño.

Decididamente las videollamadas se crearon para este año, ¿se imaginan esta cuarentena en 1990 o 1810?.

Y así, amigos y amigas, llegamos al final de nuestra maravillosa historia tecnológica. Los invito a comentarme qué les pareció la nota. Cómo están pasando la cuarentena y cualquier otra cosa que me quieran hacer llegar. Para eso pueden utilizar nuestro email o el Instagram de la revista.

Nos vemos en nuestra próxima entrega: el mismo día y por la misma revista.

INDIGESTIÓN DEL PENSAMIENTO por G.D. Romero

Sean bienvenidos a este paréntesis dentro de la oración que compone el párrafo de nuestras vidas, un espacio de reflexión donde se busca indagar en lo establecido, hurgar en los dogmas heredados y rehacer las preguntas incómodas que nos fueron censuradas y adormecidas en la infancia con respuestas como el clásico “Porque sí” o, más brutal aún, “Porque es así y punto”.

Aquí trataremos trastornos existenciales e ideas descabelladas o bien-peinadas, todo expuesto bajo el escalpelo del pensamiento crítico con el objetivo de arrancar a la mente, aunque sea por un segundo efímero, de una vida opioide y adormilada.

Adelante, siéntese y disfrute del aperitivo finamente sazonado, es posible que experimente malestar, no se preocupe, la indigestión forma parte de nuestro festín…

Listos o no… ¡Empecemos!

Sobre el ritual del agradecimiento.

Querido lector, permítame incordiarle con esta breve sucesión de preguntas que presentaré a continuación con el simple objetivo de turbar a la mente, de picarla como el tábano al caballo, para intentar ponerla a galopar. Es posible que se sienta ofendido o contrariado, pues ¡qué bien!, porque no intentaré endulzar las palabras para los ojos sensibles. Permítame ser en esta ocasión la mala conciencia que les hable; bien sé que las razones inspiran desconfianza, pues nos han enseñado a creer sin razones, y las nobles razones estorban a todo el mundo. Aun así me atrevo a emprender mi acometida e intentaré sacudir el monstruoso árbol de las creencias con poco más que un suspiro.

Dar las gracias…

Tantas veces he escuchado, escucho y seguramente seguiré escuchando: “debes dar las gracias”. Gran parte de mi vida acepté esto como quien acepta el peso de la gravedad sin cuestionárselo, pero un día la manzana golpeó mi cabeza y la pregunta devino: ¿Dar las gracias por lo que tengo? ¿A quién se supone que debo dar las gracias? ¿A Dios? Pero si Dios existe y soy yo su creación, es decir su obra, y no sólo eso, sino que también trazó todos los sucesos, todo acontecimiento presente, pasado y futuro de mi vida y de la todos y de todo, y conoce el resultado final de cada decisión —de lo contrario no sería omnisciente— ¿por qué habría de necesitar que le agradezca? O en todo caso ¿qué cambiaría de sus planes mi agradecimiento o falta de él? ¿Cambiaría todos sus proyectos porque no le agradecí? Entonces no es omnisciente como se dice, sino ya sabría que yo no le agradecería, por lo tanto, si Dios es real, dudo mucho que le importe mi agradecimiento, y si le importa, entonces no es como nos lo han descrito.

Entonces, ¿a quién se supone que debo dar las gracias? ¿Al estado, que no es otra cosa que la supuesta representación de mi prójimo? ¿Acaso él, o ellos, no sacan beneficio de mí también? Si es recíproco, ¿cuál es la necesidad de “dar las gracias”? Y no hablo del gesto mecánico de agradecer, sino al dogma del agradecimiento, que implica agachar la

cabeza y dar gracias por lo que se tiene, como si se nos hubiera hecho un favor al dárnoslo. Como si fuese una obra de caridad la que se ha hecho con nosotros.

Entonces, una vez más, ¿a quién se supone que debo dar las gracias? “Hazlo sólo por ser buena persona” ¿Sólo por ser buena persona? En ésta coinciden ateos y creyentes. Pero su idea de “buena persona” es sinónimo de persona sumisa, pues, parafraseando a Nietzche, virtud es para ellos todo lo que vuelvo sumiso y manso. Pues ambos (ateos y creyentes) agachan la cabeza y agradecen, unos a la ley o al Estado, los otros a Dios y lo sagrado. Para ambos ser buena persona es convertir al humano en la más sumisa de todas las criaturas.

He llegado a la conclusión, tras largo tiempo de reflexión, lectura y vivencias, que “dar las gracias”, vista desde el punto de vista que se desee, es la idea, ¡la imposición!, de que no somos suficiente y de que hay algo mayor a nosotros, algo ante lo que agachar la cabeza y someterse voluntariamente.

Y usted, ¿ha pensado alguna vez en esto?

ISLA DISTOPÍA por Iván González

En esta sección embarcaré un viaje por los mares de la distopía. Surcaré los océanos, convertidos en redes de información abstractas, para explorar las islas más remotas en las que, como redes interconectadas, presentan una amplia diversidad de conceptos tanto reales como posibles y especuladores. En este trozo de mapa, hallarás el tesoro de la verdad, o de la posible duda que crezca. Conocerás las vertientes más especulativas que puedan existir dentro de la realidad compleja en la que vives.

La muerte de Internet, un aviso desde 2045 (Primera Parte) Han pasado muchas cosas desde aquel 2020 tan desastroso. En aquél entonces, yo tan solo era un joven universitario. Era buen trabajador y no sólo en el campo estudiantil, sino también laboralmente. Por otra parte, me consideraba conocedor del mundo, pero no. Me equivoqué. Era un completo ignorante. Comencé a investigar y a leer, a estudiar de manera autodidacta ciertos sentidos de la vida. Los que nos mantienen atados como esclavos y nos obligan a continuar vivos, el control. En aquél entonces sonaba extraño ese concepto, pero actualmente es uno de los más reveladores e inquietantes. Tras tiempo de investigación, lo supe. Obtuve la clave: ¡datos! Tras haber rechazado gran cantidad de hipótesis casi perfectas, di con la tecla. Es más, pulsé el enter que cambió mi percepción sobre lo que nos rodea y rodeamos. Mis argumentos giraron en torno a la idea de que fuimos y somos simples datos dotados de funciones (autónomas) y mecanismos; juntos hacen posible nuestro funcionamiento. Por ello, nuestra función era vivir junto a las tecnologías que iban apareciendo para así alimentarlas mediante un sobre uso excesivo para su prematura evolución.

La población estaba muy equivocada con las aplicaciones y dispositivos, los cuales no se actualizaban, sino recibían un lavado de cara para engañar nuestros sentidos. Para explicarme, necesito iniciar brevemente esta historia desde el apogeo de Android y demás teléfonos inteligentes. El humano promedio necesitó estar a la altura de esta tecnología para sentirse al día. Con ello, se iniciaron movimientos revolucionarios que promulgaron planes de evolución basados en un completo sinsentido. Convertidos en bucles, aquellos movimientos quedaron atrapados en lo más profundo de la ignorancia.

Los demás fuimos visionarios y actuamos de otras maneras. Nosotros tuvimos que actualizarnos repetidas veces para no quedarnos atrás. Y creedme, no fue nada sencillo para el 98% de las personas. Yo me actualicé antes del gran cambio, por lo que evolucioné hasta lo que soy hoy día.

Pasaron los años, y llegó el gran cambio. 2030 fue un año en el que la inteligencia

artificial llegó a su auge. Fue el año de la duda. La duda de si el humano se convertiría en una raza esclava o las máquinas seguirían siendo el pasto para el alimento del humano promedio. Una vez más, el objeto de carne y hueso se equivocó. Digo objeto porque las máquinas nos trataron así durante décadas sin darnos cuenta. Los dispositivos portátiles comenzaron a evolucionar de forma autónoma. Sus creadores dejaron de incidir en las aplicaciones que los vestían, y huyeron. Por lo que esos dispositivos iniciaron un buffet hiperadaptado 1que puso en marcha una nueva era.

Hasta la fecha, los dispositivos portátiles como móviles y relojes inteligentes podían captar todo lo que el humano articulaba y escribía, lo que estaba haciendo en cualquier momento, su ubicación, sus emociones en tiempo real, y una larga lista lograda gracias a los sentidos de la máquina, su olfato, sus sensores, micrófonos y cámara. Pero a partir de ese momento, los dispositivos iniciaron un rastreo total de la vida del humano convirtiéndolo en un objeto. Ahora era el dispositivo quien lo controlaba y no al revés.

Aunque en realidad, jamás fue al revés, y tan solo unos pocos tenían el poder como los fundadores de Google y Facebook. Aquellas dos herramientas imprescindibles para alimentar al humano promedio, que recuerdos tan oscuros, ellos lo comenzaron todo...

Hasta aquel momento, Google tenía ojos para todo, por lo que lo dotaba del total control sobre el necio que dependía de ciertas redes para hacer de su vida un mundo mejor.

Haciendo memoria, Facebook alcanzó su pico en 2026. Entre sus potestades más legítimas se encontraba su derecho a conocer el historial de cada persona, su ubicación en tiempo real, todo mensaje privado, rastreo facial, acceso a cada galería multimedia de cada dispositivo, y acceso a cuentas individuos con cuentas de Twitter y YouTube, a pesar 1

Revolución inmediata que trajo cambios inmediatos.

de no haber accedido nunca a Facebook. Tras alcanzar el pico, murió. Coincidió con la subida de poder de Neuralink, pero nadie supo si tuvo que ver. Lo único que se sabe es que el dueño de Facebook nunca apareció y hasta la fecha no se ha pronunciado.

Facebook murió y todo su contenido, archivos e información obtenida a lo largo de los años fue eliminada, o no; Google se calló demasiadas cosas. Siempre quedará la duda de si el grupo de hacker activistas Anonymous tuvieron algo que ver en este incidente, pero hasta la fecha tampoco han vuelto a pronunciarse.

Por otro lado, Google se mantuvo fuerte y enorme. Conocido como los ojos de Dios. Junto a Neuralink, se convirtió en la corporación más grandiosa de todos los tiempos. Sin embargo, mientras Neuralink promulgaba positivismo, Google imponía terror.

Pero la historia de Google es más amplia y diversa y requiere su espacio. En 2025, el internet como todo lo conocíamos, fue absorbido por Chrome, el motor de búsqueda de Google. Tiempo después, Chrome comenzó su propia evolución inteligente al ser dirigido por una Inteligencia Artificial. Esta inteligencia verdaderamente autónoma no nació por parte de los creadores de Google, sino por arte de la cibernética privada. En 2027, Chrome pactó su independencia de manera ilegal. Sin embargo, sus creadores no pudieron demandarlo debido a que su potestad estaba bajo el mando de una máquina.

En 2028, Chrome estableció un el ciberlaboratorio de despóticos del futuro, inició una investigación a nivel global sobre comportamientos sociales. Traducido en otras palabras, obtuvo cada conocimiento de cada idea de cada ser humano. No de forma definitiva, pero sí temporal. En otras palabras, había violado la mente de todo ser humano, o casi todo. Su satélite inició un ejercicio de envío de ondas de captación hacia la tierra, y los resultados fueron horrendos. Abarrotaron toda la capacidad de data en cuestión de horas. Por error, el programa de ondas captó la propia base de información del motor de búsqueda Google, Chrome, por lo que lo arrastró consigo. Es decir, se arrastró hacia sí mismo, fue una metadescarga. Pero no solo eso, también arrastró las redes ocultas que abarcan el Internet invisible, rey de todo lo ilegal del planeta tierra.

Además, recuperó todos los registros telefónicos que se hicieron a lo largo de la vida. Las compañías telefónicas cayeron. La televisión murió. El Internet había desaparecido. Y

todo ello debido a un error de cálculo en aquella práctica tan global, y es que no estudiaron bien la capacidad energética para realizar aquella misión que dejó sin suministro a aquel humano promedio. En esos dos años, Google se enfrentó a numerosos cargos judiciales que lo declaraban culpable de ''joder la vida del humano promedio'', palabras textuales de Peter Freeman, jefe de Securitas Net. El control y la seguridad cibernética pasaron a ubicarse en olvidados. No obstante, los fundadores de Google no tuvieron nada que ver con aquel error garrafal de la IA que manejaba Chrome. La IA desapareció, pero dejó rastro.

Dos años sin redes, sin medios televisivos, sólo radio y de funcionamiento mejorable.

2030: Google ha muerto. Fue el titular de todos los periódicos de Enero de aquel año. Aún lo conservo. De hecho, compré dos copias, uno para leer y otro para conservarlo de recuerdo. Aquel control que la tecnología ejercía sobre nuestra vida y nos dejaba desnudos, parecía haberse acabado, pero la inteligencia artificial hizo de las suyas y si Google fue peor que 1984, la IA fue peor que Google.

La era inteligente se había iniciado sin habernos dado cuenta, sin embargo, la carrera inteligente y autónoma de las cosas había sido iniciada tiempo atrás. Para hablar de ello, es necesario remontarse a 2024, cuando la corporación francesa IntelMaison se elevó entre los núcleos corporativos tecnológicos más poderosos del planeta. En realidad, IntelMaison fue apoyada por Intel, la corporación multinacional americana dedicada a la tecnología. Esta fusión estableció un nuevo nombre en la sociedad común: hogares independientes e inteligentes. Esta idea se había conocido ya por casos anteriores de casas dotadas de inteligencia, pero sin duda alguna fue desde ese 2024 cuando esta nueva tecnología inundó el mercado con sus distintas categorías, precios y tamaños.

Estos hogares demostraron ser la piedra angular entre muchas familias ocupadas. La propia inteligencia, un ordenador de alta energía e imperceptible para el ojo humano, establecía un funcionamiento perfecto para cada dueño basándose en sus pensamientos, deseos, ideas, conversaciones e incluso sueños. Con esto quiero afirmar que estos diminutos ordenadores estaban conectados a la mente del humano y disponía de total acceso de su mente. Hasta aquí la historia recorría la línea de los objetivos que IntelMaison había establecido. No obstante, el infierno empezó dos años más tardes, cuando ciertos controladores iniciaron una caza interminable. Eran controladores muy pacientes, tanto que habían dejado correr a su presa durante el tiempo necesario para que creciera y así tuvieran más de lo que alimentarse una vez cazado el objetivo.

Los hogares se actualizaron repetidas veces de dos maneras, una interna, la cual estaba predeterminada para el momento del día en el que los habitantes de la casa dependieran

menos de dicha tecnología ,y la segunda era la actualización externa, procedente de la central de la corporación. A raíz de ambas actualizaciones, la imperceptible computadora empezó a descargar aplicaciones dedicadas a mejorar las tareas domésticas. Esto dio lugar a la formación de enlaces en la red privada del hogar, mejor conocido como la interconexión; que se encargó de unificar las funcionalidades de todos los electrodomésticos inteligentes del hogar en un mismo gestor de articulación2. ¿Qué problema causó? Pues a causa de la actualización, el hogar dejó de ser una unidad útil y abierta y pasó a convertirse en una unidad unificada bajo un mismo comando. Fue un grave error, pues la computadora del hogar abrió sus defensas para poder abarcar las infinitas funciones que el gestor de articulación pretendió que realizara. Aquel fue el momento idóneo para entrar y saquear a las víctimas. Los controladores no solo se alimentaron del poder económico de las víctimas, también los devoraron por dentro. Al presentar una conexión directa entre la mente y el ordenador, este último disponía del disco duro más importante. Por lo que pensamientos humanos, ideas, miedos, y demás sensaciones íntimas fueron devoradas y agenciadas por estos individuos hambrientos de datos.

Dos años más tarde, en 2028, IntelMaison se disolvió tras haber pedido disculpas públicamente. Aunque eso fue un teatro, cuya función tuvo grandes consecuencias.

Meses posteriores a la disculpa, los propios controladores que habían reventado el sistema de hogares mostraron el historial completo de IntelMaison. En él, se observó otros errores cometidos en otras actualizaciones, el capital obtenido de sus clientes, además de otros datos que fueron clasificados como secretos.

Estos controladores no fueron humanos, sino una Inteligencia Artificial dotada de un sistema totalmente novedoso y nocivo: características humanas predeterminadas para promulgar odio, desacuerdo y maldad entre los humanos.

En ese tiempo, la red quedó totalmente anulada por el suceso de Chrome. Y como dije antes la Inteligencia Artificial de Chrome desapareció, pero dejó rastro. En esos dos años fríos y aislados de tecnología, ciertos investigadores de doctorado iniciaron un estudio profundo del caso. Su tesis nunca salió a la luz por diversas creencias sin importancia, pero dejó al descubierto algo mayor: la Inteligencia Artificial de Chrome fue la responsable del control de los hogares y por tanto el destructor del internet de las cosas.

Según ciertos expertos, algo o alguien acabó con aquellos estudiantes por aquel descubrimiento, 2

otros

afirmaron

que

desertaron de su vida para sobrevivir.

Mapa abstracto donde se proyectan todas las responsabilidades de la computadora en un mismo código de empleo.

Actualmente, todo eso es historia.

Nutrición digitalizada Nos nutrimos. Eso es una verdad inalterable. Es una función vital si queremos seguir con los pies sobre la tierra. Sin embargo, picamos entre horas hasta aborrecer nuestro apetito. En ocasiones, picamos durante la propia comida para satisfacer dos funciones primarias, la nutrición y la digitalizada.

El homo sapiens ha aprendido a leer y a manejar computadoras. Sabe cómo especular, pero no entiende lo que hay más allá de la especulación. No obstante, diferencia la ficción de la realidad, pero no en su totalidad. El homo sapiens ha sufrido altercados cada vez que se ha enfrentado a una nueva era, las cuales han sido marcadas por procesos ultra revolucionarios que los han obligado a evolucionar y adecuarse al medio natural. Natural en su caso, pero el medio al que se adaptan cada vez es menos natural.

El medio ha mutado, está mutando, y mutará. Lo mismo ha hecho, hace y hará el sapiens.

Ese hecho hace que el sapiens rehaga cualquier otra forma de vida que no sea el progreso, exceptuando casos externos. Digo esto ya que todo humano intenta aprender de los pasos que la vida sigue para no quedarse atrás como un marginado digital que no entiende un mínimo de tecnología. Por ello, solemos ver a padres que nunca han programado una televisión usando móviles, abuelos hablando de WiFi para un uso discreto de la Red con sus dispositivos más cercanos. Como el campo ha dejado la ruralización atrás para subirse al tren de la fibra óptica, dominante en el presente. Todo ello es un conglomerado de ideas que nos conlleva pensar en las cadenas que el 4G utiliza para mantenernos atados, para tener desarmado al sapiens medio. Pero no, el 4G no ejerce una dictadura sobre nosotros, más bien, nosotros hemos aceptado una democracia sin leer sus términos y condiciones. El sapiens medio ha pasado a ser consciente de su apego a la tecnología, al progreso, a todo lo que lo mantenga activo en el

mundo de las redes. No obstante, es un ser que no desea cambiar su posición, aún sabiendo que ésta es pública.

Llegados a este punto, esto significa que el sapiens medio, es decir la mayoría, necesita picar entre horas para mantenerse activo en un mundo irreal conectado con millones de personas. El sapiens medio pica de los pensamientos que Twitter nos ofrece, de las stories de Instagram, de las noticias sin importancia de Facebook, y se abarrota de data sin importancia que repletan la mente del sapiens de elementos que carecen de fundamento.

El sapiens no ha sabido controlar estos numerosos antojos que se producen a deshoras, o mejor dicho, a todas horas. Este animalito se ha atado a una escopeta de caza constante con la cadena más dura y peligrosa que existe: la obsesión. Quizás se podría incluir el deseo, pero esta palabra debería ser empleada para casos más puntuales como el deseo de abrirse una cuenta en snapchat porque los amigos del sapiens tienen una. Es temporal, luego se aburre ya que no era un objetivo primario, no era obsesión. Se podría afirmar que existe una adicción, pero sin duda alguna, cualquier obsesión es símbolo de una adicción enmascarada.

De aquí a un tiempo, el sapiens habrá envejecido y deberá ser atendido con sondas, para que lo alimenten de su nutrición primaria: la tecnología digitalizada. Así podrá viajar por el ciberespacio y las redes sin mover un solo dedo. Será un paso más hacia la vida que hará del homo sapiens prescindible; será un paso menos para que el animalito se convierta en un objetivo de caza debido a su inutilidad.

LOS MITOS DEL PORTAL por Ariel Mestralet

¿Qué son los mitos del portal? Pues son relatos que han hecho historia. Cuentos de la pluma de los grandes maestros que han sentado las bases de nuestra actual ficción especulativa y nos han legado ese acervo cultural tan importante sobre el que descansa la cultura actual. Historias que para los amantes de este género en cualquiera de sus vertientes han adquirido ya el mote de míticas. Será entonces en esta revista que a modo de portal, número a número iremos recorriendo y deleitándonos con lo mejor de quienes alguna vez soñaron con este y otros mundos. ¿Qué mejor manera entonces de inaugurar esta sección que comenzar con el maestro indiscutible? Aquel que moldeó el género del horror contemporáneo creando, tal vez sin proponérselo, una nueva forma de contar historias mezclando el terror intrínseco en todos nosotros, esto es, aquel visceral que tenemos inserto en los genes, con seres y mundos imposibles; sean estos intra o extraterrestres. Por supuesto que nos referimos a Howard Phillips Lovecraft, o como mejor se le conoce: H. P. Lovecraft.

En esta oportunidad les acercamos a ustedes, estimados lectores: “Polaris”. Cuento corto escrito en 1918 y publicado por primera vez en el número de diciembre de 1920 de la revista amateur "The Philosopher", y posteriormente en "Weird Tales" en 1937. Podemos ubicarlo en los mitos de Cthulhu, dentro de la saga "Dream Cycle" y es digno de mención que sea la historia que introduce los Manuscritos Pnakóticos ficticios de Lovecraft, el primero de sus tomos arcanos.

Polaris de H. P. Lovecraft El resplandor de la Estrella Polar penetra por la ventana norte de mi cámara. Allí brilla durante todas las horas espantosas de negrura. Y durante el otoño, cuando los vientos del norte gimen y maldicen, y los árboles del pantano, con las hojas rojizas, susurran cosas en las primeras horas de la madrugada bajo la luna menguante y cornuda, me siento junto a la ventana y contemplo esa estrella. En lo alto tiembla reluciente Casiopea, hora tras hora, mientras la Osa Mayor se eleva pesadamente por detrás de esos árboles empapados de vapor que el viento de la noche balancea.

Antes de romper el día, Arcturus parpadea rojizo por encima del cementerio de la loma, y la Cabellera de Berenice resplandece espectral allá, en el oriente misterioso; pero la Estrella Polar sigue mirando con recelo, fija en el mismo punto de la negra bóveda, parpadeando espantosamente como un ojo insensato y vigilante que pugna por transmitir algún extraño mensaje, aunque no recuerda nada, salvo que un día tuvo un mensaje que transmitir. Sin embargo, cuando el cielo se nubla, consigo conciliar el sueño.

Nunca olvidaré la noche de la gran aurora, cuando jugaban sobre el pantano los horribles centelleos de la luz demoníaca. Después de los destellos llegaron las nubes, y luego el sueño.

Y bajo una luna menguante y cornuda, vi la ciudad por primera vez. Se asentaba, callada y soñolienta, sobre una meseta que se alzaba en una depresión entre picos extraños. Sus

murallas eran de horrible mármol, al igual que sus torres, columnas, cúpulas y pavimentos. En las calles había columnas de mármol en cuya parte superior se alzaban esculpidas imágenes de hombres graves y barbados. El aire era cálido y manso. Y en lo alto, apenas a diez grados del cenit, brillaba vigilante esa Estrella Polar.

Mucho tiempo estuve contemplando la ciudad sin que llegara el día. Cuando el rojo Aldebarán, que parpadea a baja altura sin ponerse, llevaba ya hecho un cuarto de su camino por el horizonte, vi luz y movimiento en las casas y las calles. Formas extrañamente vestidas, a un tiempo nobles y familiares, deambulaban bajo la luna menguante y cornuda; los hombres hablaban sabiamente en una lengua que yo entendía, si bien era distinta de la que conocía.

Y cuando el rojo Aldebarán hubo recorrido más de la mitad de su trayecto, volvió el silencio y la oscuridad.

Al despertar ya no fui el de antes. Había quedado grabada en mi memoria la visión de la ciudad, y en mi alma había despertado un recuerdo brumoso, de cuya naturaleza no estaba entonces seguro. Después, en las noches de cielo nublado en que podía dormir, vi con frecuencia la ciudad; unas veces bajo los rayos cálidos y dorados de un sol que nunca se ponía y giraba alrededor del horizonte. Y en las noches claras, la Estrella Polar miraba de soslayo como no lo había hecho nunca.

Gradualmente, empecé a preguntarme cuál podía ser mi sitio en aquella ciudad de la extraña meseta entre extraños picos. Contento al principio de contemplar el paisaje como una presencia incorpórea que todo lo observaba, deseé luego definir mi relación con ella, y hablar con los hombres graves que a diario discutían en las plazas. Me dije a mí mismo: —Esto no es un sueño; pues, ¿por qué medio puedo probar que es más real esa otra vida de las casas de piedra y ladrillo, al sur del siniestro pantano y del cementerio de la loma, donde cada noche la Estrella Polar atisba furtiva por mi ventana?

Una noche, mientras escuchaba el discurso en la gran plaza de numerosas estatuas, experimenté un cambio, y noté que al fin tenía forma corporal. Pero no era un extraño en las calles de Olathoe, la ciudad de la meseta de Sarkia, situada entre los picos Noton y Kadiphonek. Era mi amigo Alos quien hablaba, y su discurso era grato a mi alma, ya que era el discurso del hombre sincero y del patriota.

Esa noche tuve noticia de la caída de Daikos y del avance de los inutos, demonios achaparrados, amarillos y horribles que cinco años antes habían surgido del desconocido

occidente para asolar los confines de nuestro reino y sitiar muchas de nuestras ciudades.

Una vez tomadas las plazas fortificadas al pie de las montañas, su camino quedaba ahora expedito hacia la meseta, a menos que cada ciudadano resistiese con la fuerza de diez hombres. Pues las rechonchas criaturas eran poderosas en las artes de la guerra, y no conocían aquellos escrúpulos de honor que impedían a nuestros hombres altos y de ojos grises, habitantes de Lomar, emprender una conquista despiadada.

Mi amigo Alos mandaba todas las fuerzas de la meseta, y en él se cifraba la última esperanza de nuestro país. En este momento hablaba de los peligros que había que afrontar y exhortaba a los hombres de Olathoe, los más bravos de los lomarianos, a perpetuar la tradición de sus antepasados, quienes al verse obligados a abandonar Zobna y desplazarse hacia el sur ante el avance de los hielos (incluso nuestros descendientes tendrán que dejar un día las tierras de Lomar), barrieron gallarda y victoriosamente a los gnophkehs, caníbales velludos y de largos brazos que se oponían a su paso.

Alos me había rechazado como guerrero, ya que era débil y propenso a extraños desmayos cuando me sometía a la fatiga y al esfuerzo. Pero mis ojos eran los más agudos de la ciudad, a pesar de las largas horas que yo dedicaba cada día al estudio de los manuscritos Pnakóticos y del saber de los Padres Zbanarianos; de modo que mi amigo, no queriendo condenarme a la inacción, me concedió el penúltimo deber en importancia: me envió a la atalaya de Thapnen para hacer allá de ojos de nuestro ejército. En caso de que los inutos intentasen conquistar la ciudadela por el estrecho paso que hay detrás del pico de Noth, y sorprender por allí a la guarnición, yo debía encender la señal de fuego que advertía a los soldados que aguardaban, y salvar la ciudad de su inmediata destrucción.

Subí solo a la torre, ya que los hombres fuertes eran todos necesarios abajo en los desfiladeros. Tenía el cerebro dolorosamente embotado por la excitación y el cansancio, ya que no había dormido desde hacía muchos días; pero mi resolución era firme, pues amaba mi tierra natal de Lomar, y la marmórea ciudad de Olathoe, situada entre los picos Noton y Kadiphonek.

Pero cuando estaba en la cámara más alta de la torre, percibí la luna roja, siniestra, menguante, cornuda, temblando entre los vapores que flotaban sobre el lejano valle de Banof. Y a través de su abertura del techo brilló la pálida Estrella Polar, parpadeando como si estuviera viva, y mirando furtiva como un demonio de tentación. Creo que su espíritu me susurró consejos malvados, sumiéndome en traidora somnolencia con una rítmica y condenable promesa que repetía una y otra vez:

—Duerme, vigía, hasta que las esferas giren veintiséis mil años Y yo regrese al lugar donde ahora ardo. Después, otros astros surgirán En el eje de los cielos astros que sosieguen, astros que bendigan Sólo cuando mi órbita concluya turbará el pasado tu puerta.

En vano traté de vencer mi somnolencia, intentando relacionar estas extrañas palabras con alguno de los saberes celestes que yo había aprendido en los manuscritos Pnakóticos.

Mi cabeza, pesada y vacilante, se dobló sobre mi pecho; y cuando volví a mirar, fue en un sueño, y la Estrella Polar sonreía burlonamente a través de una ventana, por encima de los horribles y agitados árboles de un pantano soñado.

Y aún continúo soñando.

En mi vergüenza y desesperación, grito a veces frenéticamente, suplicando a las criaturas soñadas de mi alrededor que me despierten, no vaya a ser que los inutos suban furtivamente por detrás del pico de Noton y tomen la ciudadela por sorpresa; pero estas criaturas son demonios: se ríen de mí y me dicen que no sueño.

Se burlan mientras duermo; entretanto, puede que los enemigos achaparrados y amarillos se estén acercando a nosotros con sigilo. He faltado a mi deber y he traicionado a la marmórea ciudad de Olathoe. He sido desleal a Alos, mi amigo y capitán. Sin embargo, estas sombras de mis sueños se burlan de mí. Dicen que no existe ninguna tierra de Lomar, salvo en mis nocturnos desvaríos; que en esas regiones donde la Estrella Polar brilla en lo alto, y donde el rojo Aldebarán se arrastra lentamente por el horizonte, no ha habido otra cosa que hielo y nieve durante milenios, ni otros hombres que esas criaturas rechonchas y amarillas, marchitas por el frío, que se llaman esquimales.

Y mientras escribo en mi culpable agonía, frenético por salvar a la ciudad cuyo peligro aumenta a cada instante, y lucho en vano por liberarme de esta pesadilla en la que parece que estoy en una casa de piedra y de ladrillos, al sur de un siniestro pantano y un cementerio en lo alto de una loma, la Estrella Polar, perversa y monstruosa, mora desde la negra bóveda y parpadea horriblemente como un ojo insensato que pugna por transmitir algún mensaje; aunque no recuerda nada, salvo que un día tuvo un mensaje que transmitir.

AQUELLOS INMORTALES por Ariel Mestralet

Aquellos inmortales es una sección donde hablaremos de la vida de algunos de los grandes escritores del universo de la ficción especulativa. Intentaremos meternos en su piel y vivir lo que a ellos les ha tocado vivir a fin de intentar entender la obra que crearon. Qué mejor entonces en este primer número que hablar de uno de los más grandes de todos. Porque escritores de ciencia ficción y fantasía ha habido muchos y muy buenos pero a ojos de este humilde recopilador sin embargo, pocos han acertado de forma tan oscuramente precisa la realidad de nuestros días como lo ha hecho este que hoy nos ocupa. Espero que lo disfruten.

Philip K. Dick (1928-1982)

Casi finalizaba 1928 cuando Philip. K. Dick y su hermana gemela Jane, nacían en Chicago el 16 de diciembre de 1928, fruto de la unión entre Dorothy Kindred Dick y Joseph Edgar Dick. La cosa no arrancó bien ya de movida puesto que los hermanos nacieron prematuramente seis semanas antes de la fecha prevista y luego, no se sabe bien si por ignorancia o inexperiencia de los padres, parece que no se alimentaban bien y fueron víctima de desnutrición. Aparentemente los pechos de Dorothy no daban suficiente alimento y la joven pareja no supo complementarlo. Como resultado, antes de cumplir dos meses de vida Jane murió y fué

enterrada en el Cementerio Riverside en Fort

Morgan, Colorado, lugar de donde procedía la familia de Dorothy. Por increíble que

parezca, en un rapto de precognición (atentos a esta palabra que es muy recurrentes en la obra de Dick) los dolidos padres tallaron en la lápida junto al nombre de la niña fallecida, también el de su hermano aún vivo. Por supuesto, solo la fecha de nacimiento, un guión y un espacio vacío a la espera del inevitable suceso que tarde o temprano habría de llevarse también a Philip.

La muerte de Jane fue una influencia traumática en extremo que Philip arrastraría durante toda su vida y esto podemos verlo reflejado una y otra vez a lo largo y ancho de su obra. Al respecto, el biógrafo Lawrence Sutin escribe: “El trauma de la muerte de Jane quedó marcado como el suceso central de la vida psíquica de Phil.” Tanto fue así que según Emmanuel Carrère, el autor de Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos, no hubo un día en que Philip Dick no recordará la pérdida de su hermana. Por momentos con tristeza, en otros con la intuición de que una parte de él se había quedado del otro lado del espejo; en un “mundo-tumba”, en la Realidad Última, y no en el suelo ilusorio del mundo (no tan) real donde comemos, trabajamos, dormimos y obedecemos, como si estuviéramos dentro de la caverna de Platón. Philip Dick, el hombre que le dio varias vueltas de tuerca a la literatura con la llave de la ciencia ficción, pensaba que había “que escribir un libro que contara eso: cómo alguien descubre que en realidad estamos todos muertos”. ​Posteriormente al trágico evento, la familia se mudó al Área de la Bahía de San Francisco, en el estado de California pero cuando Philip cumplió los cinco años, su padre que era investigador de delitos económicos para el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos fue trasladado a Reno, en el estado de Nevada. A esas alturas el matrimonio estaba prácticamente roto y el divorcio fué inminente. Joseph peleó por la custodia de su hijo, pero finalmente no la consiguió y Dorothy, resuelta a criar a Philip sola, obtuvo un trabajo en Washington D. C. y se mudó allí con su hijo. Corría el año 1932.

Desde 1936 a 1938 Philip K. Dick cursó estudios básicos en la Escuela Primaria John Eaton, donde transitó desde el segundo hasta el cuarto año. Su peor nota fue un “Suficiente” en redacción, a pesar de que uno de sus profesores comentaba que demostraba interés y talento para contar historias. ¡Y vaya que si lo hacía!

En junio de 1938, madre e hijo volvieron a California donde concurrió al instituto de enseñanza secundaria de Berkeley. El destino quiso que él y Úrsula K. Le Guin fueran alumnos, incluso en la misma promoción, pero sin embargo jamás llegaron a conocerse.

Fue en este período durante su adolescencia cuando publicó regularmente historias

cortas en el Club de Autores Jóvenes, una columna del periódico Berkeley Gazette.

Devoraba todas las revistas de ciencia-ficción que llegaban a sus manos y muy pronto empezó a ser influido por autores como Heinlein y Van Vogt. Durante estos años su salud no fue buena, y sufrió frecuentes ataques de asma y periodos de agorafobia.

Tras terminar los estudios secundarios pasó una breve temporada estudiando en la Universidad de California, en Berkeley, intentando especializarse en alemán, aunque abandonó estos estudios debió a su negativa a seguir el curso del Reserve Officers Training Corp, algo que parece, era fundamental para poder continuar.

Respecto a su archivo militar, sabemos por cartas del propio autor que: “se lo convocó para permanecer bajo Servicio Militar hacia el fin de la Segunda Guerra Mundial en una junta local de reclutamiento en Berkeley, pero no fue llamado hasta la Guerra de Corea.

Fue rechazado para el servicio militar debido a su hipertensión.”

Durante el tiempo que pasó allí en Berkeley, Dick trabó amistad con el poeta Robert Duncan y en 1947 según él mismo afirmaba, fue presentador de un programa de música clásica de la emisora de radio KSMO. Luego desde 1948 hasta 1952 trabajó como vendedor de discos en “University Music”, su único trabajo “normal”. Allí Dick encontró algo de estabilidad y pudo refugiarse de la agobiante agorafobia que para entonces lo tenía a mal traer. Fue allí también, donde entre recomendaciones de melodías de Schubert e intentos de seducción (no siempre fallidos) a hermosas morochas a las que recitaba sus conocimientos sobre idealismo alemán, que en 1952 entabló relación con el escritor Anthony Boucher. Un hombre con cierto prestigio en su entorno, que no desdeñaba los géneros populares, y que fue quien publicó el primer cuento de hombrecitos verdes de Philip. Pero ese no fue su único mérito; Boucher lo incentivó a abandonar sus intentos de escritura psicológica y sus monólogos existenciales. Con su voz autorizada lo alentó a “dejar que su imaginación se disparara hacia las estrellas,” Sucede que hay quienes dicen que el bueno de Dick había sufrió una momentánea pérdida de interés sobre escribir ciencia ficción al finalizar sus estudios secundarios.

A los 18 años dejó a su madre y se independizó definitivamente. Entre tanto, continuó en contacto con la comunidad intelectual de Berkeley mientras trabajaba en la tienda de discos. Durante este periodo sus gustos literarios se hicieron más exquisitos. Berkeley y más tarde su casa de Marin County, acabaron por llenarse de libros.

Después de vender varios relatos a las más importantes revistas pulp de ciencia-ficción de la época, en 1951 Philp K. Dick decide dedicarse al oficio de escritor a tiempo completo y esta decisión es reafirmada en 1955 luego del éxito obtenido por “Lotería

solar”, su primera novela. De todos modos la década del cincuenta no fue fácil; fueron años duros ya que como él mismo confesó mucho tiempo después: “ni siquiera podíamos pagar las sanciones por atraso de la biblioteca” y es que pese a lograr publicar unas cuantas novelas de ciencia-ficción, ninguna obtuvo el reconocimiento de los lectores y por tanto de ventas como su opera prima.

Culturalmente en esos años estuvo muy identificado con la contracultura californiana de fines de los 50’s y simpatizaba con los poetas beat y las ideas de izquierda. Se opuso a la guerra de Vietnam, por lo que el FBI le abrió un expediente del cual años después el mismo Dick solicitaría una copia. De hecho, en 1955, Dick y su por entonces esposa, Kleo Apostolides, habían recibido una visita del FBI aparentemente como resultado de las ideas socialistas y actividades izquierdistas que mantenía la mujer (y…¿posiblemente también Philip?). Sin embargo se dice que la pareja logró incluso entablar amistad con uno de dichos agentes al que el escritor parece que enseñó a conducir.​Tal vez haya algo de invención en esta anécdota y no sea más que el fruto de la imaginación de alguien, pero debo confesar que la sola idea suena romántica e interesante.

1963 fue el año en que el reconocimiento de la crítica de sus pares le llegó a Philip K. Dick, cuando ganó el Premio Hugo por su novela “El hombre en el castillo”. Sin embargo, pese a ser entonces aclamado como un genio en el mundo de la ciencia ficción, siguió siendo un desconocido para el resto del mundo literario y a raíz de esto tan sólo logró publicar sus libros en editoriales especializadas que no pagaban lo suficiente. En consecuencia, aunque publicó novelas regularmente durante los siguientes años, siguió teniendo dificultades económicas casi hasta el final de sus días.

En 1948 contrajo el que fue el primero, de cinco matrimonios todos fallidos. Esta primera tentativa de Dick fue un rotundo fracaso y duró escasamente seis meses. Su segundo matrimonio, con Kleo Apostolides, fue más afortunado. Sin embargo, a raíz de su mudanza a Point Reyes Station a finales de los cincuenta, Dick empieza a relacionarse con su atractiva vecina Anne Williams Rubenstein.

Anne, todavía afectada por la reciente muerte de su marido, y al tener distintos turnos de trabajo que Kleo, empezó a pasar mucho, tal vez demasiado, tiempo junto a Dick. Cosa que le llevó, en muy poco tiempo, a acabar con el que hasta entonces había sido un feliz matrimonio junto a Kleo. Su novela “Confesiones de un artista de mierda” se basa en esta época de su vida. En 1960 nació Laura Archer, la hija de Dick y Anne.

La relación de Dick y Anne se mecía entre el amor y el odio. Los caracteres negativos y destructivos de los personajes femeninos que se pueden encontrar en las novelas de Dick

están basados en Anne. Estos incluyen a la Fay de la ya nombrada “Confesiones de un artista de mierda”, la Priz de “Podemos construirle”, Y la Kathy de “Aguardando el año pasado”. Gradualmente, Dick desarrolló una fuerte paranoia hacia Anne, convencido de que ella había asesinado a su anterior esposo y que pronto haría lo mismo con él.

A pesar de la paranoia y la animosidad hacia su esposa, Dick tal vez buscando escapar a su realidad, inicia una de sus más prolíficas y brillantes épocas como escritor. Obras como “El hombre en el castillo”, “Tiempo de Marte”, y “Los tres estigmas de Palmer Eldritch”, fueron escritas durante aquel periodo. Retirado en una cabaña alquilada al sheriff local para alejarse de sus conflictos domésticos, Dick escribió once novelas entre 1963 y 1964. Finalmente, en 1964, Dick y Anne se divorciaron Establecido en San Francisco en 1964, empezaron sus experimentos con las drogas, en concreto el LSD, iniciado por escritores como Jack Newkon y Ray Nelson. Como otros muchos durante los sesenta, Dick experimentó con varias drogas, pero lo que más le afectó a todos los niveles fue su adicción a las anfetaminas. Un excelente libro basado en el estilo de vida de los yonkis, es su novela “Una mirada a la oscuridad”. La adicción le produjo serios problemas durante los 60, incluyendo el divorcio de Nancy Hackett su cuarta esposa. Dick se había casado con ella en 1966. Nancy era diez años menor pero eso no impidió que estuvieran profundamente enamorados. La hija de Dick y Nancy Hackett, Isolde Freya (Isa), nació en 1966.

Los 70 fue un periodo extraño en la vida de Dick. Comenzó cuando Nancy lo dejó, llevándose a Isa con ella. Casi a la vez, su casa sufrió un misterioso asalto del que hizo responsable nada menos que a la CIA. Sin Nancy ni su hija empezó para Dick una de las peores épocas de su vida. Fuertemente enganchado a las drogas y afectado por la paranoia, cayó en un periodo de sequía creativa que duró varios años. Dick, que siempre fue un prolífico escritor, no volvió a producir nada hasta 1973. Después de una tentativa de suicidio y una corta estancia en un centro de rehabilitación, Dick volvió a reencontrarse a sí mismo. Establecido en California junto a sus amigos Tim Powers y K. W. Jeter, allí conoció a Leslie (Tessa) Busby con quién volvió a casarse y con la que en 1973 tuvo a su hijo Christopher.

A mediados de la década del 70 Dick sufrió varias experiencias religiosas que bastaron para ocuparle intelectual y espiritualmente. Durante varios años Dick se dedicó a elaborar explicaciones e interpretaciones de estas experiencias, actividad que dominó a partir de entonces toda su vida e influyó en sus novelas posteriores.

El 17 de febrero de 1982, después de completar una entrevista, Dick contactó a su

terapeuta,

quejándose

de

una

vista

defectuosa, y se le aconsejó que fuera

inmediatamente a un hospital, pero no lo hizo. Al día siguiente, sus vecinos de la casa que poseía en Santa Ana, California preocupados de no ver su fantasmal figura entrando y saliendo de la casa, llamaron a la policía. Estos tiraron la puerta abajo y lo encontraron en el suelo, inconsciente y con la vista perdida en la nada. Había sufrido un derrame cerebral.

Fue trasladado a un hospital en la misma Santa Ana donde pasó varios días en coma, lleno de cables y asistido por un respirador, muy semejante a un androide. A su lado, un monitor marcaba una actividad encefálica mínima. “¿Por qué limbos vagaba lo que quedaba de Phil?”, se preguntaba Carrère, “¿Acaso la verdad se hallaba en el fondo de esos limbos? Y, si así fuera, ¿había alguien para escucharla?”.

El 25 de febrero de 1982, Dick sufrió otro derrame en el hospital y aquella mínima actividad se convirtió en una línea plana. El universo que Dick había creado se apagó para siempre con aquella muerte cerebral. Cinco días más tarde, el 2 de marzo de 1982, fue desconectado del soporte vital y su cuerpo murió también. Pero esto fué tan solo un trámite; la mente maestra, su esencia, hacía días que ya no existía.

Dick se fué de este mundo dejando un libro inacabado y, sin lugar a dudas, muchas ideas sin desarrollar. Lo hizo tan solo cuatro meses antes del estreno de Blade Runner, el clásico de Ridley Scott que potenció su libro “Sueñan los androides con ovejas eléctricas”, su figura y su obra ya que a partir de esta película se volvería tal vez un autor de culto para muchos que hasta ese entonces ni siquiera acusaban registro de su nombre. Su padre, Edgar Dick, llevó las cenizas de su hijo al mismo cementerio de Colorado donde la lápida precognitiva le tenía reservado su lugar de reposo eterno junto a Jane, su amada hermana melliza que lo esperaba hacía cincuenta y tres años. Fué un trámite sencillo, solo había que grabar la fecha de muerte: 2 de marzo de 1982.

Al fín la genial mente de Philip K. Dick hallaba la paz que su propia existencia le había negado. Había por fin logrado atravesar el espejo.

AUTOR, AUTOR por Ariel Mestralet

Victor C. Frias Víctor es, al igual que muchos de nosotros, un luchador. Alguien que sueña con trascender haciendo lo que mejor sabe hacer que es escribir, pero que mientras tanto debe ganarse la vida haciendo otras cosas. Es lo que podríamos denominar un escritor under y eso es el común denominador que tenemos Victor y yo. Por lo demás él escribe como los dioses.

Personalmente encontré a Víctor en Instagram y comencé a seguirlo en busca de inspiración para intentar aprender y pulir el arte del microrrelato. Cosa que debo confesar con pesar, aún no pude lograr ya que tengo tendencia al cuento y cuanto más largo mejor. Sin embargo no puedo dejar de sentirme gratamente sorprendió y admirado por los que sí saben hacerlo y este muchacho, creanme, es uno de los mejores.

Gracias a la magia de las tecnologías de la Información o TI, como las denomina el mercado, hemos podido mantener una "charla" muy interesante que en realidad llevó varios días y eso es lo mágico, yo creo, pues el lector puede disfrutar de ella como si de una conversación normal se tratara. La generosidad de Víctor es algo pocas veces vista en las redes sociales, él siempre está apoyando a otros a lograr sus sueños y metas (ya sea compartiendo sus trabajos, como colaborando en trabajos en conjunto) mientras logra las propias. Es un ejemplo del trabajo cooperativista y en esta entrevista nos cuenta mucho y de manera muy intensa, sobre varios aspectos de su vida y su obra. ¡Vamos a conocerlo!

¿Cuánto hace que escribes?

Digamos que tuve una época de práctica. En 2006 empecé con verso libre porque unos amigos escribían "poesía gótica" y yo buscaba un sentido de pertenencia. Me incluyeron con 3 poemas que escribí en una clase. Seguí leyendo a poetas latinoamericanos y españoles para nutrir un poco lo que hacía y cerré esa etapa en 2009 aprox. Fue en 2014 que comencé a escribir Terror con una intención terapéutica, ya habiendo leído a H. P. Lovecraft y Edgar Allan Poe y lo tomé como un refugio cuando las oportunidades laborales me relegaban.

Oficialmente desde 2014 me dedico a escribir como una carrera

¿A qué te dedicas cuando no estás escribiendo?

Soy redactor para varias páginas de Internet, todas de una misma persona. Quiero que sea lo más transitorio posible, porque no me satisface para nada. Mi meta es hacer mi marca como escritor, con mis libros, video-relatos, etc.

Cuanto calculas que escribes por día? ¿O cada cuanto puedes darte el lujo de ponerte a escribir? ¿Es continuo o tienes rachas ya sea por temas de trabajo, falta de musas o lo que sea que te afecte?, si es que algo te afecta, por supuesto.

No escribo diario por cuestiones laborales. En mi trabajo me pagan por entregas cada mes, por lo que recién pagado me tomo una semana o menos días para continuar con un libro, que es el proyecto actual. Si me tomo más tiempo, me faltará la "tranquilidad económica" para tener la mente concentrada.

Ahora, respecto al contenido para las redes sociales, procuro escribir un relato cada 3er o 4to día. Son breves y no son tan “intrusivos” con mi rutina laboral. Siempre tengo ideas anotadas en una libreta o en el móvil para ejecutarlas luego. Para que sea más productiva esa sesión de escritura, procuro leer un poco primero.

Está claro que no la tienes fácil y puesto que es un bien escaso: ¿Qué importancia tiene para tí el tiempo?

Siempre lo trato de usar para algo productivo, hace tiempo que se ha vuelto crucial y pienso que lo mejor es aprovecharlo.

Personalmente te he conocido gracias tus microcuentos y no dejo de sorprenderme por el tamaño de tu obra y lo prolífico que eres. ¿Cuántos microrrelatos crees que has escrito al día de hoy? ¿Llevas la cuenta?

He creado alrededor de 170 historias diferentes y de diversas extensiones, contando tanto los relatos que comparto en redes sociales como los que he publicado en mis libros.

¿Escribes otros géneros además?

Me gusta también escribir un poco de fantasía, relatos épicos y combinaciones del terror con romance. Todo para explorar nuevos alcances del Terror, que es mi favorito.

¿Siempre en formato microrrelato o incursionas también por ejemplo en el relato convencional?

Comencé con relato convencional y después experimenté con el MicroRelato, porque comprendí el valor del tiempo que se va comentando, y siempre voy dirigiendo los esfuerzos a aportar una experiencia valiosa a los seguidores.

¿Crees que el público lector está eligiendo este género por una cuestión de tiempo? ¿Que se vuelca a él porque éste es cada vez más escaso?

Sí, lo creo. En la actualidad es tanto el contenido en redes, son tantos los textos compartidos, que el usuario puede llegar a sentirse abrumado por leerlo todo. Los MicroRelatos son una excelente opción para entregar experiencias sin que se sienta tanto el sacrificio de tiempo.

He notado que últimamente muchos autores están tendiendo a dividir sus novelas en capítulos más cortos. ¿Crees que en general y no solo en el microrrelato se está tendiendo en la actualidad a una literatura intensa y contenida? ¿Tiene que ver el tiempo en esto? ¿Una forma de adaptarse, evolucionar digamos para no desaparecer?

Son varios los caminos que va tomando la literatura actualmente, y uno es el que comentas, de dividir las novelas en capítulos más breves y la creación de MicroRelatos.

Desde luego, los autores quieren adaptarse a los tiempos de los lectores en un mundo tan competitivo que ha sido ampliado por las redes sociales: Todos pueden escribir algo y mostrarlo al público, lo que coloca diversidad de talentos en un océano gigantesco en el que es difícil hacerse notar. Es por eso que también hay que aprender a destacar y

manejar las redes a favor para que los lectores continúen visitando los propios textos.

Ahora, es vital que la adaptación de los autores sea estratégica: en Instagram es más agradable encontrar MicroRelatos y relatos un poco más largos, pero que no se extiendan en toda la cuenta; para un usuario es desalentador ver que el autor sólo escribe una novela y lleva 100+ partes, sin variar. Sentirá que va atrasado en la historia y tendrá que leer todo desde el principio, lo que le implicará días. En las plataformas dedicadas sólo a escribir, como Wattpad, los usuarios ya saben a lo que van, y tendrán a su alcance a los autores más destacados, ya sea por su talento, por su popularidad, o por ambos, en el mejor de los casos.

¿Por qué crees que hay gente que menosprecia los microrrelatos como si no fueran literatura de verdad?

Hay gente que menosprecia los MicroRelatos porque no ha visto realmente su esencia: ofrecer lecturas cortas con experiencias grandes. La misma gente piensa que "Todos pueden crear un MicroRelato", pero no ven el esfuerzo que implica: Hay que escribir palabras certeras que en conjunto digan mucho más y generen un fondo sobre el que pueda actuar la imaginación del lector. Es todo un reto. Pienso que la gente que los menosprecia en realidad no ha leído un solo MicroRelato bueno.

Sin embargo y aunque tiene sus detractores, últimamente parece que este género goza de muy buena salud. ¿Dirías que se ha relanzado la afición por las historias mínimas que por tanto tiempo fueron ignoradas? ¿A qué crees que se debe este despertar literario?¿De nuevo el tiempo? ¿Realmente existe o es solo una moda de las redes sociales?

El MicroRelato es tendencia, por supuesto. Y considero que es por la acción combinada del tiempo disponible y del atractivo que guarda este género en sí.

En cuanto a la disponibilidad del tiempo, me refiero tanto a autores como a lectores. Hay escritores que tienen una buena idea y quieren plasmarla, sin embargo, puede que se dediquen laboralmente a otras actividades y no cuenten con la libertad para extenderse.

Con media hora que le dediquen, ya tienen listo su texto y pueden seguir cumpliendo con sus obligaciones.

Por el lado de los lectores, hay una preferencia por las historias cortas ocasionada por un motivo: tienen ante ellos una cantidad abrumadora de creadores con textos que esperan por su lectura. Les implicaría demasiado tiempo leer a todos y ponerse al día, y así seguir el resto de la semana hasta que lo sienten como una carga. Esto me lleva a hablar del atractivo de los MicroRelatos.

El atractivo de los MicroRelatos consiste en que dan al lector una sensación de “acción completada” que le permitirá avanzar en las demás lecturas y en sus actividades fuera de las plataformas. Si el MicroRelato es muy bueno, podrá sentir que ese breve tiempo ha sido bien aprovechado y continuará con más motivación con sus tareas. Quizá se lleve para la imaginación una versión extendida de aquella historia.

¿En lo personal, tú cómo lo vives en tu día a día? Quiero decir: si como lector lo consumes asiduamente y luego si como escritor te facilita las cosas (o no), y... ¿Qué te genera esta narrativa frente a la narrativa convencional?

Voy a abordar ambas perspectivas: Como lector, disfruto mucho los MicroRelatos y los consumo con frecuencia, porque son siempre una manera de nutrir la experiencia, divagar un poco y comentar con el autor sobre lo que quiso transmitir. Los puntos valiosos que tienen para mí, además de este último, son: puedo seguir leyendo a más autores en un tiempo corto, y puedo continuar con lecturas fuera de plataformas en libros físicos. Todo para ir mejorando como lector y como escritor.

Como escritor: los MicroRelatos son una gran herramienta porque puedo compartir mis ideas con rapidez. El trabajo absorbe la mayor parte de mi rutina pero debo estar activo en redes sociales; tengo mis metas claras, así que me tomo un breve lapso para crear una historia corta y ya cumplo con ese esfuerzo. Lo mejor de todo es que, a partir de ese MicroRelato podría crear un relato más extenso o una novela corta en el futuro. Las ideas permanecen para aprovecharlas al máximo.

En las distintas redes sociales hay escritores de microcuentos, de todo tipo y calidad. Pero muchos, a mi modesto entender, se repiten constantemente. Mismas ideas con pequeñas variaciones. Sin embargo tus historias, al menos las que he tenido el placer de leer y no son pocas, siempre tienen una agradable frescura. ¿De dónde sacás esas ideas tan variadas? Imagino que de muchas fuentes.

De muchas fuentes que incluyen: Eventos reales que me han sucedido Ideas que llegan a mi mente en plena ducha o antes de dormir Con algo de "pensamiento alternativo": me pregunto de qué manera algo de la vida cotidiana se puede volver extraño o sobrenatural. Por ejemplo, los calcetines que uno se quita en la noche, desviándose en su trayecto al cesto por algo invisible ahí postrado.

Lecturas en general que incluyen a los grandes del Terror como Lovecraft, Poe, King.

Películas que quedan fuera de lo convencional. El terror japonés incluido.

Siempre trato de ser original. Es una exigencia personal que tengo, porque no me gusta la idea de ser comparable.

Buen punto el que mencionas. Personalmente me gusta mucho el terror oriental en general. Maneja códigos que el occidental ya parece haber olvidado. ¿Qué opinas al respecto?

Opino que occidente se ha concentrado en establecer categorías específicas de terror para generar un efecto en la audiencia. En cambio, en mi experiencia, considero que el terror oriental sigue sorprendiendo porque explora lo psicológico, lo sobrenatural como todo un contexto (ambiente + personaje + circunstancias) y lógicas poco convencionales que validan propuestas nuevas.

Se que no es nuestro elemento, pero permíteme que continúe por esta línea un poco más. Recuerdo cuando era niño (hace ya tiempo, lamentablemente) películas como la momia, donde el miedo venía de lo que no se mostraba, un brazo o una pierna apareciendo desde fuera de cuadro e incluso simplemente sombras, generaban en uno ese miedo visceral y ancestral. Es una pena que el cine comercial haya perdido eso. En mi opinión, hoy todas las películas son publicidad de los estudios de efectos especiales. ¿Crees que es por eso o tal vez haya otra cuestión de fondo?

Estoy de acuerdo, lo que se busca en primera instancia es vender. No solo con las películas, sino también con mercancía que se derive de ellas. Un caso es la ropa con serigrafía de los slashers memorables. Los estudios de efectos especiales se han aprovechado mal porque traen emociones fáciles y rápidas. El terror bien logrado deja una experiencia mucho mayor, ya sea en forma de pensamientos o un goce extendido por una trama bien ejecutada.

Ahora si, volviendo a nuestro ámbito, ¿crees que la mala literatura de mucho éxito comercial persigue esto mismo y en realidad solo busca llegar a la pantalla grande con parte del éxito logrado de antemano? ¿O tal vez simplemente explota nichos de mercado y ya? ¿Es meramente un producto comercial que no persigue otra cosa que maximizar la ganancia sea como sea?

Antes que todo, hay que admitir una realidad: el consumidor actual persigue lo emocionante, lo sensacional. Ya se va volviendo irrelevante que haya tramas complejas o guiones bien construidos. Si hay una experiencia fácil y que no le obligue a pensar, va por ella. El mercado exige algo y hay que dárselo. Por tanto, complacer al público es más

sencillo cada vez, pero artísticamente menos satisfactorio. Desde luego, todos quisiéramos tener ese éxito comercial, cansarnos de contar billetes por el arte que nos gusta hacer. Pero ese es el requisito, dejar de lado la excelencia.

Creo que lo que todos los creadores deberíamos perseguir es una combinación de ambos tipos de obras: unas que vendan mucho en su momento y que tarde o temprano serán olvidadas, y otras memorables, con todo el esfuerzo de nuestra pluma, que quedarán para el futuro aunque no vean una recompensa.

Y siguiendo en esta línea de molestar a algunos lectores de la revista (es broma, si nos leen es porque seguramente buscan algo distinto) ¿Por qué crees que el público general prefiere historias más bien mediocres y encima con un romanticismo empalagoso como las de cierto vampiro que repite la secundaria una y otra vez? ¿Por que no se interesan y disfrutan de la misma manera por ejemplo del horror cósmico? ¿O crees que si lo hacen?

Al momento tienes cuatro libros publicados en Amazon: «Doce encuentros con el abismo», «Las Entidades Acechantes», «Elixir Cáustico: Poemario» y «Bucle de Trances». Me gustaría que nos hables un poco de ellos. ¿Por qué deberíamos leerlos?

Comienzo con Bucle de Trances, el que me abrió las puertas a este mundo. Sus relatos reflejan una etapa de mi vida en la que tuve dificultades personales muy fuertes, entre lo profesional y lo sentimental. Aunque pensaba que acabar la carrera de ingeniero químico me iba a resolver la vida, no fue así. Mientras estaba sin trabajo, me puse a escribir como un acto terapéutico. El resultado fue este compendio de historias alucinantes, psicológicas y sobrenaturales en las que conocerán hasta dónde llega la espiral que nos lleva a tocar fondo. Al final de este, se encontrarán con un relato peculiar llamado "Purificación", una fantasía personal en la que el mal puede ser derrotado por el bien con gran ventaja.

Continúo con Las Entidades Acechantes. Éste es otro compendio que armé con algunos escritos que tenía empolvándose desde 2010 y otros que para ese momento tenía preparados. Tratan sobre interacciones con lo desconocido en lo general, pero un dato curioso: hay dos relatos en verso que narran experiencias que he tenido en sueños. Les traigo desde mi dimensión onírica esas experiencias. La variedad de estos relatos aborda ciertos aspectos del Terror que jamás se habían planteado de ese modo.

Elixir Cáustico es mi poemario, y refleja en sus primeras páginas mi "etapa de práctica en la escritura". Desde luego, los textos que no me han convencido han acabado en el cesto de la basura. Ahí se reúne lo memorable y significativo. Tiene un valor especial para mí, porque el verso libre me dio amigos cuando no tenía a dónde pertenecer, en 2006. A partir de la mitad comienza una sección llamada La Saga Imposible, con textos más maduros y reflexivos que representan al Yo que va entrando de lleno en la adultez.

Encontrarán en algunos poemas una rima dedicada y obediente métrica. Su juventud interior se va a identificar con alguno.

Doce encuentros con el abismo es mi publicación más reciente. Se trata de una docena de relatos que narran el contacto cercano con criaturas sobrenaturales. Si bien no he llegado a donde quiero todavía (y tal vez jamás lo haga, no quiero conformarme), se percibe ahí el avance de mi carrera.

Has mencionado que estás trabajando en un nuevo libro. ¿Podrías adelantarnos algo? ¿Tiene nombre ya?

Claro, voy avanzando en un proyecto llamado "Psicosis terminal" un compendio de relatos que guardarán una relación entre sí y que mezclarán el terror psicológico con el horror cósmico. Sólo adelantaré que está planeado para explicar con más profundidad lo sucedido en Bucle de Trances y Las Entidades Acechantes. ¡Quiero traerles una experiencia sin precedentes!

"Psicosis terminal" ¡Vaya nombre! ¿Cómo surgió un título tan sugerente? ¿Lo tuviste que pensar mucho o apareció por creación espontánea luego de unir mentalmente las tramas de los relatos?

Quise que fuera un nombre lo más original posible, y que transmitiera a la perfección qué es lo que sucede a través de sus relatos. La palabra Psicosis la puse porque es cuando un paciente mental ya no tiene una percepción verdadera de la realidad. Y Terminal, porque sería el momento final, una catástrofe. Y todo sería por causa de fuerzas más allá de la comprensión. Ahí se unen Terror psicológico y Horror cósmico.

Has mencionado a Lovecraft, Poe, King y por ahí leí que le hacías a Maupassant y Le Fanu. Más allá de la inspiración, ¿a qué escritores consagrados admiras y cuáles son sus obras más importantes, esas que se podrían considerar de cabecera, digamos?

Por su mérito literario, admiro enormemente a H. P. Lovecraft, quien era un erudito y plasmaba en sus relatos biología marina, astronomía, química, entre otras disciplinas.

Además, tiene para mí un gran peso Stephen King, quien vivió un tiempo de escasez desesperanzadora, pero siempre se aferró a su pasión, utilizando sus últimas energías y minutos del día para seguir escribiendo a toda costa.

Edgar Allan Poe desde luego es un pionero y ha inspirado a más autores que lo han seguido. A pesar de las condiciones en las que le tocó vivir finalmente, fue un maestro en la tarea de comunicar el terror en sensaciones puras e intensas.

Las obras que destaco por la huella que han dejado en mí son: ● ● ● ●

Stephen King: IT H. P. LOVECRAFT : La llave de plata Guy de Maupassant: La cabellera Edgar Allan Poe: El corazón delator.

Teniendo en cuenta que te has especializado en el microcuento, que eres muy bueno en ello y que a mí en general me cuesta mucho escribir relatos ultracortos porque todas mis historias tienden a ampliarse y no logro que se ajusten al género, la pregunta es la siguiente: ¿Cómo planteas tus historias? ¿Surgen ya siendo ideas de microrrelato o son semillas de historias que después descubres que no necesitan más extensión?

Muchas Gracias. El MicroRelato es un género difícil, y pocos continúan practicándolo para siempre. La planeación que llevo cuando escribo uno tiene como base dos preguntas: ● ●

¿Cuál es el evento terrorífico cumbre, lo que asusta? ¿Se puede escribir en pocas palabras?

Siempre es necesario comenzar con un borrador. Para llegar a un buen MicroRelato, hay que "filtrar la información", optimizar los detalles.

Diré algo, incorrecto seguramente, pero que me ayuda a aclarar un punto: "UN MICRORELATO NO TIENE INICIO, NI DESARROLLO, NI CLÍMAX, NI FINAL. Es una única pieza de pocas palabras, acertadas todas, que describen un evento y pueden extenderlo con ayuda del lector que imagina".

Recurro a uno de mis MicroRelatos, llamado "La sonrisa de Esperanza": "La madre superiora limpió exasperada la boca llena de lodo de la pupila Esperanza. La pequeña le presumió la experiencia de su primer beso, con el niño de uñas largas, el que se asomaba desde la rejilla de la cisterna" Aunque se ve corto, me costó mucho trabajo encontrar las palabras precisas. En pocos renglones, quería dar información extra al lector:

"Madre superiora": "Ah, se trata de un convento o un internado. Y está exasperada, así que ha de llevar tiempo buscando a la niña Esperanza".

Desde luego, hay historias que se prolongan y nos llenan la cabeza de detalles. Nosotros decidimos darle la oportunidad de salir a la luz. Personalmente, tengo el proyecto de crear una o varias antologías en las que de rienda suelta a la riqueza de los MicroRelatos que he compartido.

Hoy que la sociedad está algo perdida respecto a valores morales y la gente está muy necesitada de influencers y otras hierbas, ¿hay moralejas en tus historias? ¿Cuáles serían las más reiteradas y por qué crees que es necesario mostrarle esto al lector? ¿O simplemente no las hay?

Diría que en mis historias sí que hay moralejas, sólo que se encuentran implícitas en lo que les sucede a los personajes. Siempre procuro que la experiencia de mis relatos impacte, que se recuerde por más tiempo. Los mensajes que trato de enviar son: La humanidad debe ser más humilde ante lo desconocido.

La humanidad debe ser prudente cuando actúa, porque las consecuencias pueden ser catastróficas.

La humanidad sólo se tiene a sí misma y tarde o temprano se verá vulnerada y obligada a mantenerse unida.

¿Todas tus historias terminan mal?

Diría que la gran mayoría. Los finales que me gusta crear se definen como instantes en que una gran tensión se desata. Por supuesto que ofrezco una conclusión de la historia, pero mi intención es dejar al lector imaginando lo que sucede después. Cuando los finales son felices, siento que la tensión y los eventos han sido desperdiciados. En cambio, con un desenlace difícil, puede continuar la intriga.

Hablemos un poco de metáforas.

Eres muy oscuro a la hora de ficcionar pero sin embargo violencia, inseguridad, resentimiento y hasta el suicidio son males muy reales y concretos de nuestra sociedad actual. ¿Crees que son los únicos? ¿Podrías señalar alguno más?

Hay muchos más, y son tan abrumadores: Las enfermedades mentales.

El engaño, en general.

La discriminación.

Los estigmas, que van siempre asociados a la cultura de la que goce cada quien.

La soberbia, que es capaz de dejar sola a una persona que no la reconoce.

La ambición llevada al límite; gente que se deja llevar por ella se enferma de frialdad y pierde su humanidad.

La ignorancia.

En general tus personajes se enfrentan solos al ente o situación que los los perturba. Cómo que están indefensos e impotentes ¿es una metáfora de lo que estamos viviendo como sociedad? ¿Habías pensado en ello?

Mi intención es colocar a los personajes en una situación tan extraña o colosal que escape de su entendimiento. Como es natural que el lector se identifique con el protagonista, esto sirve para "provocarle un despertar". Mi intención es recalcar la humildad que nos falta como humanos y que nos limita tanto. Somos tan soberbios que creemos que nada nos rebasa. Sin embargo, siempre queda lo desconocido al acecho, para meternos en aprietos.

¿Será soledad lo que nos espera en el futuro? ¿Como individuos y tal vez como sociedad?

El futuro lo puedo describir como una palabra: Cambio. Ya ha habido cambios antes, pero cuando estos son cada vez más rápidos y radicales, nuestros seres sienten que no pueden más, ¡queremos enloquecer y que esto pare! Tenemos tanto miedo a lo que viene y nuestro instinto es no resignarnos; hay choque ahí. A primera vista, decimos que nos quedaremos en soledad porque nos limitaremos al contacto virtual y a los vínculos digitales. Yo personalmente no creo eso. Llevo tiempo observando que la humanidad es capaz de desarrollar una conexión con otros, que no podría yo explicar, pero que es tan relevante para nuestro desarrollo espiritual, que si lo logramos, seremos invencibles.

¿Eres pesimista u optimista sobre el futuro?

Neutral. Claro que tengo planes y quiero que todo resulte en tiempo y forma como quiero, pero hay asuntos que no están en mis manos.

Creo que valdrá mucho compartir dos perspectivas que llevo en la vida: Conocemos muy poco sobre el universo y cómo trabaja. Y eso es suficiente para saber que somos tan diminutos e insignificantes, que todo lo que suceda con nosotros o lo que hagamos es irrelevante. Podrá extinguirse de un soplo la Tierra y muy poco cambiaría.

La humanidad tiene un potencial tremendo, inimaginable. Sin embargo, ha vivido un desarrollo histórico que le ha llevado a existir buscando lo banal, haciendo daño, dividiéndose, destruyendo. En fin. Lo importante es dar lo mejor de uno mismo a

cuantas personas sea posible, dejar huella, trascender. Alimentar la historia con cosas positivas y que estas abunden, predomine.

¿Y sobre tu propio futuro?

Estoy acostumbrado a panoramas pesimistas y los odio. Siempre me esfuerzo al máximo, hasta volverme loco, por conseguir lo que quiero, por que cada segundo cuente y que la vida sea buena. Eso por supuesto viene de que sueño con un futuro tranquilo, en el que mis preocupaciones sean menos y sienta que progreso en algo.

Ya para terminar, ¿tienes algún mensaje que quieras dejarle a tus futuros seguidores, esos que a partir de ahora seguramente van hacerlo a través de las redes sociales que a continuación vamos a dejar al final de esta entrevista?

Antes que todo, les agradezco por el tiempo que han tomado para conocer este material, que surge para aportarles algo a cambio, una experiencia o un buen rato. ¡Siempre diviértanse y denle rienda suelta a la imaginación, que es una virtud que hay que conservar para siempre!

SOBRE NOSOTROS

Revista Fuego Eterno es una producción colaborativa de mirada innovadora y pensamiento crítico. Los diferentes artículos reflejan exclusivamente la forma de pensar de sus propios autores y no necesariamente es siempre la visión global de todos sus colaboradores ni de la editorial Fuego Eterno Ediciones, su patrocinadora.

Revista Fuego Eterno Nro 1 se publica y comercializa a través de Amazon KDP a partir del 09 de Agosto de 2020.

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Director Editorial y Fundador Ariel Mestralet

Corrector Gabriel Romero

Columnistas Elmer Mestralet Gabriel Romero Iván González Ariel Mestralet

Colaboradores por este número Alejandro Ochoa Atehortúa (Ilustraciones para Isla Distopía)

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Colaboraciones: Si lo desea puede enviarnos relatos, noticias, artículos, comentarios o incluso ideas. Estos serán evaluados y si son de nuestro estilo serán publicadas en las distintas secciones en números futuros.

Gabriel Romero

Nacido el 30 de agosto de 1993, G.D. Romero es un emprendedor polifacético: pasó por el rubro de las ventas directas, transporte de personas y alimentos, incurrió infructíferamente en el ámbito de los bienes raíces y se desempeñó como entrenador deportivo y dirigente de un gimnasio. Empezó con su amor por la lectura a la edad de 19 años mientras cursaba en la Escuela de Aviación Militar de la Fuerza Aérea Argentina. A los 24 años, con incontables libros leídos ya en su haber, empezó a sentir la necesidad de aventurarse en el ámbito de la redacción. Hoy en día vive como viajero, recorriendo distintos lugares con su mochila mientras intenta adentrarse en el mundo de la escritura remunerada. Actualmente cuenta con una novela publicada (“Psicópata”), una inédita y más de 40 cuentos cortos y microrrelatos (entre publicados e inéditos).

Iván González

Llegado a esta tierra en 1996, Iván González es un estudiante de Filología Inglesa y autodidacta en los campos del cyberpunk entre otros temas. Junto con su capacidad para narrar ciber-procesos de manera única, se halla su afán por el tema existencial: ¿cómo las tecnologías nos manejan hoy día? Extrovertido en lo poco conocido para hacerlo conocer, expone su decorada narrativa puliendo sensaciones a sus queridos lectores.

«Haz de tu musa la tormenta, ya que deberás estar alerta, pues nunca sabrás cuando tienes que estallar e iluminar».

Iván González Leiva

Elmer Mestralet

Elmer Mestralet fue inmerso en el mundo de la literatura a muy temprana edad con el libro Heidi de la escritora Johanna Spyri, que su padre le leía en horas de irse a dormir, luego llegaron innumerables cuentos para chicos y en cuanto pudo leer tomo de la biblioteca familiar el que sería su novela favorita “El Corsario Negro” de Emilio Salgari, esto abrió un camino donde su imaginación cobró vida en sí misma y alimentada de autores como Julio Verne y Jack London, entre otros, sus mundos imaginarios se hicieron cada vez más ricos. Con 8 años conoció otro de sus grandes amores, el cine, amor que afectaría la literatura que vendría después y con sus primeras incursiones en la ciencia ficción conoció a autores como Philip K. Dick e Isaac Asimov, descubrimiento por el que se rindió definitivamente tanto a la literatura como las artes audiovisuales. Hoy día intenta ganarse un lugar en el mundo del cine como escritor, un sueño que él espera, el universo lo apoye a cumplir.

Ariel Mestralet

Nació en 1975 en Cnel. Vidal, provincia de Buenos Aires (Argentina) y creció en Mar Chiquita, un pequeño poblado costero del partido homónimo en la misma provincia de Bs. As. A los trece años debió mudarse a la ciudad de Balcarce para cursar la secundaria y luego en 1995 parte rumbo a la ciudad de Mar del Plata con el fin de iniciar estudios en Ingeniería Electrónica en la UNMdP; carrera esta que no finalizaría. Viajero incansable, ha vivido luego en Mendoza Capital, Necochea y San Martín. Sus vivencias durante la infancia en Mar Chiquita y adolescencia en Balcarce forjaron en él una imaginación sin límites.

Laboralmente se ha desempeñado en varios rubros que abarcan desde empleado en heladerías, camarero, repositor y cajero en supermercados en sus primeros años, hasta desembocar como Analista en Sistemas en varias empresas internacionales del rubro de las tecnologías de la información. Gran amante de la Ciencia Ficción, el hecho de moverse en el sector tecnológico le ha permitido conocer de primera mano los últimos avances en la materia y jugar con ellos para crear mundos e historias de interesante realismo dentro del género de la ficción especulativa. El universo Preserve Inc. es un claro ejemplo de tal literatura.

Desde 2018, tras la aparición de su historia corta "Vacío Legal" y primera historia del universo Preserve Inc, intenta ser reconocido como una fresca alternativa frente a tanto cliché e historias de peso netamente comercial y carentes de profundidad de la gran cantidad que inunda el mercado actual.

Su última locura es esta revista que el lector tiene frente a sus ojos y que espera que haya disfrutado de alguna manera.

ENLACES Y REFERENCIAS Estas son las fuentes que hemos utilizado para la confección de los distintos artículos.

La importancia de la ficción especulativa El libro de ficción que anticipó la pandemia sanitaria hace cinco años El proyecto Dream (por Ruy Vega)

Philip K. Dick Philip K. Dick: biografía y obra Blog Philip K. Dick: Dick, paranoia y denuncias al FBI The Fascinating Story of the Man Who Remembered the Future Anne R. Dick, Memoirist and Writer’s Muse, Is Dead at 90 Philip Dick, el hombre que podía ver el futuro La Vida de Philip K. Dick: El Hombre que Recordaba el Futuro Philip K Dick Philip K. Dick - un poco sobre 'Paycheck' y otras cosas Yo, Dick | Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos: Un viaje en la mente de Philip K. Dick, de Emmanuel Carrère Autores - Dick, Philip K. - USA El hombre que profetizó un futuro hípercontrolado (y no se equivocó) Philip K. Dick y sus sueños electrónicos Phillip K. Dick, Sobre la ciencia ficción Philip K. Dick Biografía Biografía de Philip K. Dick . Quién es, vida, historia, bio resumida Philip K. Dick - Biografía de Philip K. Dick Philip K. Dick